Partida Rol por web

No pasó mucho tiempo antes de que el Senescal Stolnic regresara acompañado por el otro prometido, tal como Adelmus se lo había requerido momentos antes en el umbral de la renovada capilla. El recién llegado no reparó en saludos, presentaciones, mucho menos en los respetos debidos. Aquella falta no pareció molestar demasiado al párroco Basarab, resignado quizás a tratar con esa clase de bárbaros por el bien de su iglesia.

- Es un fragmento de nuestra tradición, hijo mío... - Replicó sonriente el sacerdote de la voz aterciopelada, mientras sus pálidos ojos recorrían sin apuros toda la imponente humanidad de aquél salvaje caballero. Descansaron finalmente en la mirada oscura del recio hombre, antes de que la explicación continuara con una entonación tan cuidada que por momentos parecía acariciar el aire.  - El hombre santo debe velar por la armonía de cada gesto en la ceremonia. Por eso es que os pedí a vosotros dos que me entregarais los anillos, para estar seguro de que la concordia esté en ellos también. Ahora, si ambos fuerais tan amables...

Tendió entonces sus espigadas manos hacia los pretendientes, esperando a que le fueran presentadas así las parejas de anillos que debía revisar con esmero antes de los esponsales. Alrededor de ellos, los criados colmaban la mugrienta plaza, arrastrando sus deberes y miserias. Los encargados de cuidar el horrendo carruaje distrajeron fugazmente a Adelmus, tan sólo un breve lapso del cuál regresó algo turbado y ya sin la sonrisa florecida.

El Senescal dio sus dos anillos de boda. A todas luces eran unos anillos realmente caros, y es que Jensi quiso tener un buen detalle con los anillos de compromiso. Ambos anillos tenían incrustados por distintas gemas incrustadas en su banda, rubíes para un ojo experto. 

Esperaba que fueran del agrado de la futura esposa.

Cuando el noble y su séquito iban a salir del patio para preparar a su señor para la ceremonia, se ven interrumpidos por el sonido de los cuernos. Kars Kadar y su escudero, así como los dos sirvientes, parecen algo alterados por el sonido. Sus guardias, aunque perdiendo unos valiosos segundos, logran reaccionar sacándolos a todos del centro del patio y echando mano de sus armas. 

Todo queda, después de la primera nota de los cuernos, en un tenso silencio. De vez en cuando ésos mismos cuernos vuelven a romper el silencio, con un sonido cada vez más claro. Finalmente se puede escuchar claramente el chocar de varias pezuñas de caballos contra el suelo, que se acercan más y más. 

A lo lejos, aquellos que se encuentran cerca de las puertas pueden observar como quince caballeros, totalmente acorazados y de aspecto temible, cabalgan hacia el castillo, liderando una furiosa carga. La milicia huye aterrada, igual que los ciudadanos de Alba Iulia. 

Finalmente el avance se detiene ante el puente de piedra que une el este de la ciudad de Alba Iulia con el castillo. Pero dos caballeros siguen avanzando, y pasan gloriosamente entre los guardias del castillo, que se han quedado de piedra ante la imagen de aquel "ataque". Detienen sus corceles en el centro del patio del castillo y se quedan mirando a todos los presentes, una mirada fiera y arrogante, pero al mismo tiempo llena de majestad y nobleza. 

Éso es lo que los presentes pueden ver en los dos pares de ojos. Los ojos del Boyardo Blaatu Basarab y de su primogénito el Caballero Niktu... Los Basarab han acudido a la boda. 

Los guardias del castillo y los del séquito de Dama Radovina presentes en el Patio se quedan petrificados en el lugar, casi sin atreverse a moverse.

Tras todo el ruido de los cuernos Farkas escuchó el sonido de un par de caballos. Seguramente algún invitado a la boda que quería anunciar sus llegada con antelación. Se sorprendió al ver que se trataba de los Basarab.

Vaya, alguien los ha invitado a la boda.

Habían entrado por la puerta principal como si nada. A Farkas le sorprendió que la puerta que normalmente estaba siempre cerrada estuviera abierta precisamente ese día.

Será para no entorpecer la entrada de los invitados.

Claro que así podría entrar cualquiera y los Basarab era de los que Farkas menos se fiaba, seguían siendo los únicos que tenían un ejército considerable para enfrentarse al de su Señor. Sonrió maléficamente mientras miraba a los dos principales cabezas de la familia Basarab.

Si ahora mismo se cerraran las puertas podríamos caer sobre ellos y de un solo golpe acabaríamos con casi todo su poder.

Quitados del medio Blaatu y Niktu el resto de la familia empezaría a pelearse por ver quien sería ahora la cabeza de todos, el tiempo suficiente para caer sobre ellos y ni sus propios hombres sabrían a quien seguir, optarían por lo más fácil, desaparecer ante la llegada del ejército del Duque. Aunque no se produjera un enfrentamiento interno si que habría la suficiente confusión para eliminarlos fácilmente.

Y seguimos teniendo prisioneros a los niños, aunque con estos dos muertos no servirían ya de mucho.

Otra maléfica sonrisa se dibujó en la cara de Farkas.

-Espero que estén invitados a la boda, sino habrá problemas. Le susurró a el Capitán Ferenk Zarak pues sería el responsable directo de haberlos dejado entrar allí. Me aparto mientras les dais la bienvenida, pero estaré cerca.

Farkas retrocedió hacia las cocinas, él no tenía que decir nada más. Ahora debería ser el Senescal, Iacobus o el propio Zarak quien les recibiera.

Dado que hace un día demasiado hermoso para que Durius y Otto nos deleiten con su presencia.

Todavía esperaba que comenzara la ceremonia de la boda para comprobar si finalmente asistirían a la celebración o no. Aunque la llegada de los Basarab sería suficiente entretenimiento hasta que dieran comienzo las ceremonias.
Farkas no había retrocedido por miedo o porque su presencia no pudiera ser necesaria. Se debía a una decisión estratégica. Con los Basarab en mitad del patio, si había problemas se encontrarían con Zarak a su frente y con Iacobus y él atacándolos desde ambos flancos, además de la guarnición de la puerta que habían dejado a sus espaldas.
Se detuvo a unos pasos de donde aún seguían hablando Innya y Mariana con sus sobrinos y las visitantes. Farkas giró ligeramente la cabeza hacia ellos sin perder de vista a los Basarab.

-Dejad de hablar y entrad en las cocinas, hay mucho que hacer. Dijo con un tono que no dejaba lugar a réplicas.

No es que le importara que no estuvieran trabajando, al menos no desde la llegada inesperada de los caballeros, pero si había problemas no quería que estuvieran por allí estorbando.

La entrada de los Basarab había sido majestuosa a la par que terrorífica. Era más que evidente que tenía un mensaje implícito aquella forma de entrar: demostrar que los Basarab aún eran poderosos y temibles. Esperaba que esa arrogancia se suavizara durante la ceremonia. No quería que hubiera problemas en el castillo. Miro a uno de los guardias que observaba petrificado en su sitio a los jinetes: avisad a Durius de que el Boyardo Blaatu Basarab y su hijo están en el castillo- le dice. Luego señala a otro de los hombres- tu encárgate de avisar al chambelán. Debe encargarse de que los recién invitados tengan sus habitaciones preparadas para su descanso.

Tras dar estas simples órdenes se dirigió hacia donde se encontraban ambos jinetes y con una profunda reverencia les saludo:

Sed bienvenidos al castillo de nuestro amado Duque. Soy el Senescal Jensi Stolnic y es un verdadero honor contar vuestra presencia y la de su hijo, mi señor. Mis hombres pueden encargarse de sus monturas- añade, esperando a que bajasen ya del caballo.

Innya, que había estado apremiando a sus sobrinos para volver a la cocina se había quedado momentáneamente paralizada con los acontecimientos, sacada de su trance por la voz de Farkas.

-Por supuesto que hay  mucho que hacer-dijo a Farkas- te agradecería que no distrajeras más al personal-resopló por la nariz- ni que te hubiera sentado mal el desayuno-dicho esto, inclinó la cabeza hacia un lado, no había dicho nada con malicia, pero si Farkas lo interpretaba así no era culpa suya- ¡vamos!-dio un par de palmadas para movilizar de nuevo a los sirvientes que estaban en las proximidades y fue añadiendo alguna que otra orden para cuando entraran en las cocinas- Dagu o Visany, el que lo desee, uno de los dos ha de rellenar con paja el faisán para las albóndigas, procurad que el cuello quede tieso como si tuviera una estaca. Mariana querida, muchas gracias por la ayuda- sonrió al ama de llaves tras darle la espalda a Farkas y dirigirse a ella- los postres necesitan un retoque, no es nada dificil, sabe, pero por supuesto , con tanto trabajo estar atenta a todo es un tanto engorroso- comentó con ligereza andando de nuevo hacia las cocinas.

El hombre no desmontó ni respondió al saludo, se quedó mirando al Senescal desde arriba, con una expresión seria que reflejaba bien la tensión del momento, además del carácter de aquel gigantesco hombre. Sin embargo, tras unos segundos, sus labios se abrieron y empezó a hablar.

-Veo a Adelmus... ¿Dónde están mis nietos y su madre? Espero que se haya cumplido lo pactado y sigan vivos-aunque no había un tono de amenaza en su voz, su sola presencia ya resultaba bastante inquietante, y más cuando iba envuelto en armadura y con su enorme maza. 

Acusó el golpe. A decir verdad, sus palabras eran las esperadas, teniendo en cuenta que parte de su familia se encontraba viviendo allí como "invitados". Algo que era cierto. Claro que a nadie se le escapaba el control que suponía tener a los nietos del boyardo, y a él menos que a nadie. 

Sus nietos están perfectamente, mi señor- responde- al igual que su madre. Podéis verla si queréis en el salón del castillo, tomando algo si así le apetece- esperaba que aceptase esta petición.

No se quienes son pero al final los reconozco y casi me estremezco solo por la llegada y al escuchar esa voz.
Me giro y le miro a los ojos, no pierdo la frialdad de mi mirada que se clava en la suya.

Vos no sois mi señora, asi que no podeis ordenarme nada señor. replico mientras mis manos siguen delante de mi, sobre mi regazo con gesto mas serio aun para sonreir a las palabras de Innya. Aunque ese señor ha sonado con un poco de ironia.

Os dije que haria lo que pudiera para bajar a ayudaros y aunque sea retocar los postres me parece perfecto. Recojo con cuidado la falda del vestido para girarme, pero algo me da que alguien necesita un correctivo que no le dieron de pequeño.

Se que es eso, ahora solo somos Elena y yo pero antes, ser el ama de llaves puede ser muy agotador. La sigo hacia las cocinas.
Sabes, una vez me dijeron que a veces es mejor quedarse sin desayunar, por que mejora el humor sobremanera

El caballero cruza una mirada indescifrable con su padre, para luego mirar los dos al Senescal.

-Preferimos que hagáis llamar a mi mujer y mis hijos aquí. Después, desmontaremos-dijo, en un tono de voz seco. Obviamente, no se fiaban de los siervos del Duque. Y más claro aún resultaba que ninguno de ellos estaba acostumbrado a recibir un "no" por respuesta. Aquello era una orden, no una petición. Y dada la fama que tenían los Basarab, quizá sería mejor cumplirla. 

El noble cuchichea en voz baja con su escudero y sus sirvientes, pudiéndose distinguir poca cosa más allá de "bastardos transilvanos". Sin embargo, esas dos palabras le valen una fulminante mirada del boyardo Blaatu. 

Kars Kadar palidece inmediatamente, pues sabe con sólo verlos que los Basarab no son hombres que vayan a permitirle sus modos, ni a detenerse ante nada. Rápidamente susurra unas palabras y sale del patio caminando a buen ritmo, seguido de su escudero y sus lacayos y guardias. 

Uno debía mostrarse respetuoso con sus invitados, de eso el Senescal no tenía duda alguna. Y a pesar de que no le gustaba la actitud de ambos Basarab, no le quedaba otra que aceptarlo tal y como se presentaba la situación. los Basarab no estaban cómodos en esa posición, y mucho menos aceptaban un no por respuesta. Y a Jensi francamente le daba lo mismo que saludasen a sus familiares allí, en el salón, o fuera del castillo. Así que hizo un gesto a uno de los soldados para que fuese a por la mujer del caballero Niktu así como a por sus hijos.

Tras esto sonrió pacientemente al caballero Basarab- vendrán enseguida. ¿De verdad vais a manteneros en los caballos hasta que lleguen?- pregunta sabedor que ambos cumplirían su palabra y se mantendrían allí hasta ver llegar a sus familiares. Claro que él debía hacer lo posible para que se relajasen algo- os puedo asegurar que aquí estáis entre amigos.

Ni el boyardo ni su hijo responden al Senescal. Sin duda el orgullo de esta gran casa es más que evidente, y no cuesta mucho imaginarse a cualquiera de los dos, en vez de al Duque, en el trono de Transilvania. Quizá sea por su evidente aire de superioridad, pero lo cierto es que tienen una especie de aura de mando. 

Farkas miró furtivamente hacia atrás hacia Mariana e Innya y les dedicó una mirada de reprobación. Si bien no era nadie en el castillo mas les valdría hacerle caso, los Basarab no eran gente que se andara con bromas.

-Iros de una vez mujeres. Parlotear en la cocina.

Poco le importaron en aquél momento los comentarios hacia su persona, seguía concentrado en los dos Basarab que estaban en mitad del patio repartiendo órdenes como si ellos fueran los que mandaban allí. Que distinto sería todo si el Duque estuviera presente, no permitiría aquella actitud, ni mucho menos sería tan servil como lo estaba siendo el Senescal. Aunque las órdenes de este le hicieron cierta gracia.

Eso si que me gustará verlo, como actúan Durius y Otto ante esta situación. Si son capaces de interrumpir lo que estén haciendo claro.

A Iacobus, a quien la explicación del padre Adelmus parecía haber hecho el mismo efecto que lo hubiera hecho su silencio, se limitó a entregar los anillos con gesto desprendido. Eran alianzas simples, que condecían mucho más con el desprendimiento material y la falta de atención a los lujos terrenos que con lo que la Iglesia misma ostentaba en contraposición a sus propias enseñanzas. Pareció ir a decir algo, con la misma tranquilidad de espíritu, cuando el patio de armas se vio revolucionado por la entrada de los que acabaron develándose como los Basarab. Iacobus, a pesar de no haber cambiado el semblante, se había puesto alerta y preparado para desenvainar, en caso de ser necesario. Lo cual, por supuesto, no acabó por hacer.

Faltaba más. En ausencia del lobo, las ovejas montan su fiesta.

Miró a Farkas Deli, que se movía un poco más allá, y adivinó que se preparaba para la posible contingencia de una batalla. Joder, ¿es que Farkas no lo veía? No presentarían batalla en campo abierto. En todo caso, esperarían el momento para asestar el golpe. Momento que llegarían... Uhm, en cuanto los que pedían fueran traídos al patio de armas. Era un excelente modo como cualquier otro de no tener que entrar al castillo y abrirse paso. La puerta, de algún modo, podían echarla abajo, sacrificando a cuantos esbirros les fueran necesarios.

Y estos confunden orgullo con estrategia, joder.

Iacobus, mientras el Senescal se afanaba intentando responderles, se acercó a uno de los guardias que estaba cerca. Le susurró algo, y luego permaneció, tranquilamente, observando cómo se desenvolvían los acontecimientos.

- Cierren las puertas. Algo me dice que pronto el Capitán agradecerá que estén cerradas.

La voz de Iacobus era muy baja, sólo para su interlocutor, pero inflexible. Él sabía dar órdenes.

Asiento las palabras de mi tía mientras intento fijarme en los recién llegados con disimulo.

- Vamos Dagu. - le digo. Terminemos ese Faisán.

Las palabras de Farkas hacen que se me erice la piel.

- No, no. Por favor. Que no se enfade. - pienso justo antes de que vuelva a prestar atención a los recién llegados para alivio mío.

-Allá vamos, faisán -dice esbozando una sonrisa ya que prefiere estar en las cocinas con el parloteo y los insultos velados a los nobles que teniendo que pensar en no decir ciertas cosas para evitar un castigo.

Tras esto se pone en camino con Visany, Innya y el resto del servicio de vuelta a las cocinas a terminar el banquete.