Partida Rol por web

El escozor era fuerte, pero más que nada por el recuerdo del instante en el cual la lucha se había detenido por intermediación ajena. Era territorio ajeno, y las cosas podrían haber resultado de cualquier manera, pero ahora aquel hombre estaba fuera de su casa y su seguridad, y quien había mandado a detener las armas ya no tenía suficiente autoridad para hacerlo. Y una de sus hijas ya lo había comprobado.

Los ojos de Iacobus se mantenían oscuros como una única sombra clavados en Niktu. Mejor era que no se le ocurriese nada, porque esta vez no sólo nadie los frenaría, sino que además no dudaba que lo aprobarían. No era imbécil. Ahora que las cabezas de esa familia estaban intramuros, era un modo extraordinario de aplastar con el puño lo que en otro momento hubiese requerido legiones de ejércitos enteras.

Zuyla pudo observar cómo entre el Caballero Basarab y el Caballero de los Cárpatos casi saltaban chispas. Ese cruce de miradas, la tensión en el ambiente. Zuyla sabía distinguir cuando había alguna disputa pendiente entre guerreros.

Pero no era el momento ni el lugar. Al menos deseaba que los Basarab no sacaran las armas en el patio del castillo sin la presencia del Duque.

Era cierto que la mujer de Niktu y sus hijos estaban tardando demasiado en aparecer, y Zuyla comenzó a preocuparse por su seguridad. Después de lo visto las noches anteriores en el castillo...

Hasta se planteó por un instante ir a escoltarlas personalmente pero le parecía una descortesía y falta grave de etiqueta, así que esperó con los demás, viendo cómo el Senescal se hacía cargo de la situación. Era hora de ser diplomáticos, y no era el momento de las bravuconadas.

CERCANO EL MEDIODIA.

- Seis sirvientes de la Casa Basarab, calvos, feos, y vestidos de negro, salen en formación del pasillo de las estancias de invitados, al Patio del Castillo.

- Tras ellos, caminando con lentitud y dignidad, salen la noble dama Svitlana Basarab de Polonia, y sus hijos Vikos y Veronika.

Encabecé la formación de los sirvientes Basarab y al poco llegamos a la altura del Boyardo y su hijo, que estaban en el patio del castillo, aún montados en sus corceles. Una vez ahí y con la cabeza gacha en sumisa actitud, nos separamos en formación formando un pasillo para que la noble dama Svitlana y sus nobles hijos pudieran recibir apropiadamente a los señores Basarab.

La verdad es que el porte del Boyardo montado en su corcel era impresionante y amedrentador... no me entraba en la cabeza que alguien en su sano juicio osara provocarle, y mucho menos que retuvieran a la esposa de su hijo y a sus nietos en el Castillo. Era algo inconcebible, no me gustaría estar en el pellejo de semejante enemigo del Boyardo.

Una vez dispuesto el pasillo permanecí en silencio aguardando órdenes.

Finalmente, todos pueden notar como la tensión en el patio disminuye. Es evidente que los Basarab, y sobre todo el boyardo, son capaces de crear un ambiente bastante incómodo si así lo desean. Incluso se podía interpretar el cambio en el gesto de Blaatu como una débil sonrisa al ver a su nieto, pero bajo aquella tupida barba era difícil asegurarlo. 

El boyardo desmontó y se acercó a saludar a sus cautivos familiares, y a comprobar que estuvieran en buen estado. 

El caballero Niktu si dejó entrever más su alegría al ver a su mujer e hijos. Sin duda era obvio que echaba de menos a su familia, y desmontó del caballo para, acto seguido, avanzar a buen paso y abrazar a sus hijos. 

-Me alegro de veros, mis pequeños. ¿Estáis bien? ¿Qué tal lo estáis pasando en el castillo? Confío en que no le causéis muchos problemas a vuestra madre.

Finalmente, la esposa y los hijos del Basarab llegaron al patio y se pudo notar claramente como el ambiente tenso disminuía considerablemente hasta prácticamente desaparecer. Incluso, aunque no lo podría afirmar, parecía que el viejo Boyardo sonreía al ver a sus nietos. 

Ya era hora- piensa el senescal. Con los Basarab presentes uno no podía negar que los problemas podían surgir en cualquier momento. Jensi pensaba en que si se hubieran retrasado mas igual podrían haber llegado la cosa a mayores- tendré que hacer que ambos se sientan como en casa- tarea harto difícil, pero no quería que causaren problemas en el castillo, y mas ante dos inminentes bodas- hablaré con Otto sobre esto.

Mis ojos se empañaron en lágrimas, aunque me esforcé por no mostrar debilidad. Un año, un año sintiéndome vulnerable e insegura, un año sin saber cuándo volvería a ver a mi esposo, un año temiendo por el futuro de mis hijos... Y ahora su padre les abrazaba. Sentí que por un momento podía permitirme sentirme protegida, que ahora no tenía que temer más si por fin mi familia había acudido al lugar de nuestro encierro. No se atreverían a hacernos nada con ellos presentes. 

Avancé, y tras inclinarme ante el Boyardo como era debido, abracé a mi esposo-Esposo mio... -apreté el rostro contra su pecho, intentando esconder  el llanto, ahora incontenible.

Farkas siguió observando toda la escena y mostró una mueca de sonrisa en su cara cuando todo el séquito de los Basarab salió al patio. Como era de esperar ni Durius ni Otto harían acto de presencia allí aunque el Senescal hubiera mandado a buscarlos, Farkas ya se lo había imaginado. El Senescal se podía considerar solo en aquella tarea de recibir a los Basarab y lidiar con ellos, al menos hasta que no fuera más tarde.
Farkas simplemente permaneció atento ante cualquier movimiento sospechoso de alguno de los Caballeros Basarab, aunque estaba disfrutando del momento. No debía ser fácil para la orgullosa familia tener a una mujer y al futuro cabeza de los Basarab allí encerrados. Pero todos debían volver su voluntad ante las órdenes de su Señor el Duque, hasta la familia mas orgullosa y poderosa de Transilvania. Ni siquiera ellos se atreverían a enfrentarse a él.

La emoción se hizo presente en mi una vez mas al ver como los sirvientes abrían paso a nuestra familia, sobretodo a mi abuelo que encabezaba la fila, seguido de mi padre.

Cuando se detuvieron, hice una reverencia para saludarlos y luego levanté la cabeza para ver a mi padre y abuelo, mire a los ojos a este ultimo y le sonreí contento de verlo.

Nuestro padre vino a abrazarnos y luego abrazo con fuerza y emoción a mi madre, yo lo abrace por un costado dejando libre el otro para Veronika, y espere a que mi abuelo bajase del caballo para correr también a sus brazos.

La pequeña había avanzado junto a su hermano, ambos flanqueando a su madre, con el paso grave pero erguido de un noble, por muy prisionero que éste fuera. Sus ojos estaban clavados en la imponente figura de su abuelo, y no fue hasta unos segundos más tarde que pudieron librarse del magnetismo del boyardo para anclarse en los de su padre.

Sonreía, su sonrisa de niña sin embargo tenía una sombra triste. Las lágrimas ponían destellos en la mirada, y aunque muchos pensaron que era la alegría, había emoción también. Pero Veronika no era consciente de nada de eso, sus cortos cinco años se contentaban con sentir esa emoción, y no la sopesaba. No supo por tanto que la presencia de su padre y su abuelo le habían inflamado los recuerdos, y que el año de cautividad, sumado al episodio del día de la muerte de su tía, el del aciago juramento primero negado y luego arrancado, estaban ahora aflorando por cada poro de su piel.

Se pegó al cuerpo de su padre cuando éste la atrajo hacia sí, después de abrazar a su madre. Con Vikos a su lado, y ambos tan pequeños comparados con su progenitor, el momento fue intenso.

-¡Padre!  Y dejó que su mirada regresara al Cabeza de los Basarab, que acababa de desmontar y se acercaba. ¡Abuelo!

No dijo más, no podía, y tampoco quería.

Luego habría tiempo, y ganas, se le pasaría la tristeza, y habría oportunidad de hablar de las bodas, de la vida en el Castillo, de sus gentes...

El boyardo se acercó a los Basarab, y allí revolvió el pelo a sus dos nietos, para luego adoptar un tono más serio y volverse hacia el Senescal.

-Ahora sí podemos pasar al salón del castillo. Deberíais abrir las puertas y dejar pasar a mis hijos, pues todos asistimos a la feliz unión de las dos parejas. Además, seguramente a Adelmus le agrade poder hablar con su familia. 

El Senescal mira primero al caballero de los Cárpatos. Una mirada es suficiente para entregar un mensaje: estate atento. Con el Boyardo uno nunca podía estar relajado. Tras esto, hace un gesto al capitán Ferenk para que se encargue de la puerta.

Seguidme por favor- le dice al Basarab. Comienza a caminar hacia el salón, dejando un pequeño espacio para que la familia Basarab tenga cierta intimidad.

- El guardia ducal Itsvan sale de los barracones de los guardias. Esta noche tuvo guardia nocturna en la muralla del castillo, pero no se quiere perder la boda, y el posterior banquete nupcial. Se dice que va a ser algo muy especial.

GUARDIA ITSVAN:

- Es casi mediodía y hace un día primaveral muy soleado.

- La boda empezará dentro de poco, se casan por un lado el noble Senescal Jensi Stolnic (Guardián del Sello Ducal) con la noble dama Dubieta Szantovich; y por otro lado el temido Caballero de los Cárpatos, Iacobus Radoslav, Segundo Caballero de la Corte, con la joven dama Radovina Szantovich de Bran.

- En el patio ante la restaurada capilla puedes ver al Padre Adelmus Basarab, hablando con el Caballero de los Cárpatos y con el Senescal.

- Cerca de la puerta que da a las cocinas está Farkas Deli, jefe de los Guerreros de Sangre, los guardaespaldas de elite del Duque Gyula Kadar, señor de Transilvania.

- También ves a los dos Dravescu, el viejo Zort Dravescu el Emisario y su hijo el Caballero Zuyla Dravescu, Tercer Caballero de la Corte.

- Junto a los establos ves a Mikail y Vasilov, dos de los lacayos del Secretario Ducal (Durius Tremere de Slobozia, Primer Caballero de la Corte). Cerca están el noble Kars Kadar, su escudero Rodrick Stolnic, y dos guardias y dos lacayos.

- El séquito Basarab acaba de salir de las estancias de invitados: seis siervos calvos y feos vestidos de negro, la Dama Svitlana Basarab de Polonia (nuera del Señor de los Basarab) y sus hijos Vikos y Veronika.

- Junto a ellos están dos recién llegados Basarab, los más importantes de esa díscola Gran Casa transilvana. Se trata del Boyardo Blaatu Basarab (Señor de la Casa) y de su hijo el Caballero Niktu Basarab (esposo de Svitlana y padre de Vikos y Veronika).

Blaatu de los Basarab al fin se había contentando al contemplar a sus parientes cautivos, lo cual también tranquilizó en buena medida las preocupaciones del sacerdote rojo. Ahora solo restaba que el enorme Boyardo y los salvajes de su prole se comportaran dignamente durante la ceremonia y en las posteriores celebraciones. Adelmus sabía que aquello no sería una tarea sencilla en absoluto. Peor aún, conociendo el carácter pendenciero de sus primos, Adelmus se resignaba de antemano a presenciar al menos una rencilla más antes del final de la jornada.

- El reencuentro con mi amada familia es algo que siempre besa mi alma... - Intervino con un aire melancòlico, al oír que el duro patriarca le nombraba en su discurso. - La espera ha sido prolongada, mi señor, quizás demasiado. Pero de nuevo la presencia de todos vosotros alivia mi pena, y por eso agradezco a Dios Todopoderoso. Ya puedo sentir todo el fulgor de sus ojos sobre mi sien otra vez.

Sus pequeños ahijados y Svitlana le habían ignorado casi por completo, hecho que no pasaría desapercibido para un sujeto tan delicado como él, aún cuando ni siquiera mencionara la cuestión en el momento. Había asuntos más importantes a los que atender. La puerta de la fortaleza volvía a abrirse para el resto de la comitiva Basarab, y el mismísimo Senescal invitaba a su familia a entrar en el gran salón. Así comenzaba su faena...

- Es casi mediodía y hace un día primaveral muy soleado.

- La boda empezará dentro de poco, se casan por un lado el noble Senescal Jensi Stolnic (Guardián del Sello Ducal) con la noble dama Dubieta Szantovich; y por otro lado el temido Caballero de los Cárpatos, Iacobus Radoslav, Segundo Caballero de la Corte, con la joven dama Radovina Szantovich de Bran.

- En el patio ante la restaurada capilla puedes ver al Padre Adelmus Basarab, hablando con el Caballero de los Cárpatos y con el Senescal.

- Cerca de la puerta que da a las cocinas está Farkas Deli, jefe de los Guerreros de Sangre, los guardaespaldas de elite del Duque Gyula Kadar, señor de Transilvania.

- También ves a los dos Dravescu, el viejo Zort Dravescu el Emisario y su hijo el Caballero Zuyla Dravescu, Tercer Caballero de la Corte.

- Junto a los establos ves a Mikail y Vasilov, dos de los lacayos del Secretario Ducal (Durius Tremere de Slobozia, Primer Caballero de la Corte). Cerca están el noble Kars Kadar, su escudero Rodrick Stolnic, y dos guardias y dos lacayos.

- El séquito Basarab acaba de salir de las estancias de invitados: seis siervos calvos y feos vestidos de negro, la Dama Svitlana Basarab de Polonia (nuera del Señor de los Basarab) y sus hijos Vikos y Veronika.

- Junto a ellos están dos recién llegados Basarab, los más importantes de esa díscola Gran Casa transilvana. Se trata del Boyardo Blaatu Basarab (Señor de la Casa) y de su hijo el Caballero Niktu Basarab (esposo de Svitlana y padre de Vikos y Veronika).

Zarak sintió el peso del cansancio aplastando cada hueso y musculo de su cuerpo. Los sonidos llegaban muy confusos, casi borrosos, a sus oídos. Después de la reacción exagerada que tuvo, cuando el padre Adelmus entró en el patio, el capitán se quedó en segundo plano, pasando desapercibido entre los otros.

La estridente entrada de los Basarab, la dejó completamente bloqueado. En cuanto sintió la mirada del Senescal, se acordó de la pregunta que Farkas le hizo momentos antes.

-Le... le dejo a cargo de todo esto, no me encuentro nada bien. Sé que es un mal momento, miró a los Basarab y tragó saliva, muy... mal... momento, pero es mejor que tomes el control... haz como mejor te parezca. Yo... me voy a...

Sin acabar su frase, el capitán se dio la vuelta y se fue a las barbacanas.