Partida Rol por web

El capitán enarcó una ceja ante la extraña elección de palabras del guardia. mas no le dio importancia, atribuyéndolo al razonable nerviosismo por la incertidumbre en la que se encontraba el castillo.

—Lo desconozco —respondió.

De Iacobus no habían llegado noticias, ni las esperaba hasta al menos el día siguiente. A Dubieta no la había visto pasar por el patio, en el que había permanecido todo el día. Tampoco había sabido de su falta en el salón principal, pues él había comido en las cocinas, solo. Dudaba, empero, que se encontrara encerrada en su dormitorio, llorando la muerte de su reciente esposo.

—De su esposo —amplió su atención a la dama, que acababa de aparecer en el patio—, nada se ha sabido desde que se marchó. No estaba informado de la ausencia de su prima. ¿No se encuentra en sus aposentos?

Radovina había tardado poco en acabar de comer, frugal y liviano como había sido su almuerzo, quizá por eso cuando salió al patio aún estaba allí Boru, con el Capitán. Escuchó sus preguntas mientras se acercaba, y también las respuestas de Zarak, que acabó dirigiéndose directamente a ella.

-No me he acercado a sus aposentos, Capitán, creí encontrarla ahora, comiendo. Pero no ha sido así. Por eso le he pedido a mi hombre de confianza que os preguntara acerca de ella, y de si hay novedades en el Castillo que a mi me hayan pasado desapercibidas, o no me hayan sido comunicadas. He salido de la Torre sólo para dirigirme al Salón, y no me he cruzado con nadie más que con vos y los que os rodean.

Hizo un gesto vago con la cabeza, incluyendo en él al carcelero y a Hakir. Sus ojos escarlata brillaban, pero no por ira, sino por la inquietud.

-Pero admito, como Boru ha dado a entender, que estoy preocupada. Mi esposo salió con un propósito, acompañando al Primer Caballero, y junto con Maese Maserrak. No sé más de ellos... No he visto tampoco al escudero de mi esposo cuando he salido de mi habitación, allí estaba anoche cuando le dejé... No puedo dejar de pensar que estoy siendo ignorante de lo que ocurre, dejada a un lado... me siento... desprotegida...

Un pliegue cruzaba su frente blanca, y en su tez nacarada, casi traslúcida, apenas asomaba el rosado, pálida. Aunque controlada. Como sólo una mujer vulnerable pero de sangre pura y alta cuna podía llegar a estar.

Boru iba a añadir algo más, dispuesto a seguir con la misión encomendada por su Señora, cuando esta hizo acto de presencia allí, en el patio del Castillo. Su primera sospecha fue cuando su interlocutor, amplió su interés hacia otra persona que no era él, y Boru observó por el rabillo del ojo que era la Dama Radovina.

Al acto, se hizo a un lado, agachando la cabeza en señal de respeto y permitiendo que fuera la mujer quien ahora hablara. Poco tenía él que decir o hacer mientras su Señora hablaba. Eso no restaba que no escuchara, y de todas las palabras pronunciadas, hubo una que podría decirse que le molestó, que hizo mella en su orgullo, o que sintió como una afilada daga se clavaba en su costado.

Que la Dama Radovina, Su Señora, se sintiera desprotegida. ¿No estaba haciendo él su trabajo correctamente? ¿No era suficiente? ¿Era aquel comentario inocente una reprimenda enmascarada por algo que no sabe si hizo, o hizo? Fuera como fuera, Boru no mutó la expresión de su rostro, con la cabeza agachada, guardando silencio, esperando a que los otros interlocutores acabarán sus conversaciones.

Desprotegida.

Ferenk hubiera soltado una carcajada si le hubiera quedado risa en la garganta. Nadie estaba seguro en esa tierra maldita, donde los monstruos vestían pieles de hombre para caminar entre los hombres. Ni siquiera esos monstruos, como habían demostrado los sucesos de las jornadas anteriores, eran capaces de proteger su propio pellejo.

—Mi señora —respondió—, no espero noticias de su esposo y el Secretario Durius hasta esta noche, como pronto. Tales fueron las palabras del Primer Caballero. Dudo saber más que usted al respecto.

Noticias que podían llegar de boca de los caballeros, o de una fuerza invasora.

El capitán se quitó uno de los guantes acorazados, y se apartó el sudor acumulado la frente con el dorso de la mano.

—Su esposo regresará pronto —le aseguró—. Mientras tanto, está a salvo en el castillo. Desconozco la situación de su prima, pero podemos buscarla, si lo desea.

Si Radovina había visto la reacción que su palabra, Desprotegida, cuidadosamente elegida, había causado en su hombre de confianza, no lo dejó entrever. Boru estaba cabizbajo, y silencioso.

Pero para la Dama el mundo era un juego constante y peligroso de fuerzas que no siempre se hallaban en las armas de acero. Y sus hombres debían estar al corriente de eso, o eso esperaba. Y entender que la confianza en ellos no tenía absolutamente nada que ver con ello. Era una representación, una puesta en escena.

Boru debía conocer y aceptar su juego, el que, como mujer, estaba obligada a representar. Para ganarse a otros. Incluso frente a su fiel amigo, y con mucha habilidad aunque no con menos riesgo...

Si Radovina había visto la reacción que su palabra, Desprotegida, cuidadosamente elegida, había causado en su hombre de confianza, no lo dejó entrever. Boru estaba cabizbajo, y silencioso.

Lo que sí notó, porque apenas hizo nada por ocultarla, fue la del Capitán. Quien por el rictus de sus labios a punto estuvo de soltar una carcajada, que a buen seguro habría sido torva. No lo culpó por eso, al contrario, sus labios perfectos formaron una sonrisa también torcida, también a medias entre el cansancio y la ironía, con una buena pizca de impotencia.

Le dejó hablar sin interrumpir sus explicaciones, parcas, y le vio secarse un sudor que podía responder a muchas cosas. Asintió, sin embargo. Y amplió su sonrisa al comentario acerca de su seguridad. Está a salvo en el castillo...

-Os lo agradezco, Capitán. Y me tranquiliza vuestra protección. En cuanto a mi prima, yo misma la buscaré, estará descansando. Si no hay nada nuevo que vos sepáis, es que no hay nada nuevo en absoluto. Sois ahora mismo la mayor autoridad del castillo, o eso creo puesto que estamos en una situación militar... no os tomaré más tiempo. Sólo os ruego que me informéis de aquello que aconteciera, llegado el caso.

Con una reverencia discreta, Dama Radovina se despidió del hombre de armas, al que dirigió una mirada final ardiente. Aunque dado el color de sus pupilas, la significación que contenían quedaba en un enigma.

Boru se mantuvo en segundo plano desde que hiciera acto de presencia y de palabra su señora. No se movió, no alzó la cabeza, pero si la mirada. Observó tanto los movimientos de una, su señora, como los del capitán. Miradas cortas y fugaces que le permitían estudiar la situación, sin aparentar interés o estudio por lo que sucedía a su entorno.

Y no fue hasta que Dama Radovina hizo aquella pequeña reverencia, que Boru hizo lo mismo segundos después. En aquel gesto dejó entrever que estaba más atento a su entorno de lo que parecía a simple vista. Y no dijo ni hizo nada más, pues se dio media vuelta, tras aquella reverencia que hacía las veces de despedida, y marchó tras su señora, sin pronunciar palabra.

Lo que pensara, quedaría enterrado en lo más profundo de su mente, y lo que sintiera, en lo más profundo de su alma.

La última mirada de radovina recordó a Ferenk otra mirada, muchos años atrás. Cuando solo era un niño, un niño normal. Aunque no para su padre. Recordó la humillación y el asco, y obligarse a vencerlos por temor. Porque esa vez lo hubiera matado, estaba seguro. Padre no iba a soportar que alguien como él fuera su hijo.

Las sensaciones del acto en sí no habían sido tan terribles. Incluso agradables, físicamente. Sin embargo, no había podido olvidarlo. Ni siquiera cuando cerró las manos alrededor del cuello y apretó hasta extinguir su vida. La mirada se le había grabado a fuego en la memoria. No la mirada de la mujer, sino el reflejo de de la de Ferenk en sus pupilas

No eran unas pupilas rojas y ardientes, como la de la Dama Radovina, pero en ese fugaz instante, intuyó un destello de su propia mirada en la de ella. No podía soportarla. Y no quería hacerlo, no tenía razones para ello. Su padre ya no estaba para obligarle a hacerlo.

—Si necesita algo más —añadió, apartando la mirada—, puede encontrarme aquí, o en los barracones.

- Por la mañana, el Escudero Flaviu Krevcheski partió con su equipaje, un carruaje tirado por cuatro caballos y dos sirvientes; con un mensaje del Capitán Ferenk Zarak para el Duque Gyula Kadar en Hungría.

- Dama Radovina Radoslav se dirige a las estancias de invitados, en el Ala Oeste del Castillo, junto a la Torre del Chambelán, seguida por su fiel guardia Boru.

TERCERO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

UNA HORA TRAS EL OCASO.

- En la oscura noche, Visany sale de las cocinas y cruza el patio en dirección a las estancias privadas de Durius.

- Llama a la puerta y al poco le abren.

- Carcelero abandona el Patio y regresa a sus Mazmorras.

- Poco después del Alba, los Mazmorreros, conducidos por Carcelero, llevan al prisionero Dagu desde las mazmorras hasta la mitad del patio, donde han dispuesto un yunque.

- Obligan a Dagu a arrodillarse delante del yunque.

- Enseguida se corre la voz entre todos los habitantes del Castillo, y todos menos algunos sirvientes y guardias van acudiendo al patio a ver qué sucede.

Me acerco a mi madre y la agarro por la cintura sabedor de lo que iba a acontecer a continuación. Busco a Mikail o Vasilov con la mirada para que estén cerca de mi tía y de mi primo pues temo por su reacción ante el espectáculo que está a punto de suceder.

Schaar tenía previstas... otras actividades. Esa era la verdad. Hace un gesto a la dama Dubieta y se acerca a Carcelero y al capitán Ferenk.

- Deseaba tener una charla con todos los que permanecemos en el castillo, especialmente con los capaces de empuñar un arma. Capitán- dice mirando a este y bajando la voz de modo que sus palabras solo sean oídas por el propio capitán y por el Carcelero- se han realizado las actuaciones que me comentasteis. Todo está preparado para lo peor, en la medida de lo que he podido. Decidme, ¿qué se va a hacer con este? ¿qué crimen cometió?