Asentí a las palabras del capitán y salgo junto a él hacia el Salón.
// Al salón.
- Schaar Dvy se dirige al Salón Principal.
// Sale de escena: Schaar. - Sigue en: Salón Principal.
Itsvan se quedó en el patio mientras veía al Capitán Zarak dirigirse al salón. Supuso que otros guardias estarían también aprovechando la oportunidad para dormir, quizá se los encontraría en los barracones. Pero aún había mucho bullicio en el patio. De algún modo, pensó que era en el patio donde debía estar.
-No tengo sueño, solo necesitaría... cerrar los ojos unos segundos.
Itsvan se recostó contra una pared, cerró los ojos e intentó relajarse un poco, limitándose a escuchar, preparado para saltar si oía la voz de su Capitán...
- El Guardia Boru sale del Salón Principal y llega al Patio del Castillo.
// Entra en escena: Boru. - Procede de: Salón Principal.
DECIMA CAMPANADA.
CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.
MEDIODIA.
CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.
- A una orden de Carcelero, los cuatro guardias Mazmorreros se habían retirado a descansar a las Mazmorras, y a vigilar a su manera.
- Boru e Itsvan seguían en el Patio, en tensión sabedores de que de forma inmediata el Capitán podía ordenar un ataque contra el cementerio donde estaban acampados los temibles Basarab.
- Visany seguía también en el Patio, disimulando, atento a lo que aconteciera. El destino de todos dependía de unas pocas decisiones.
- El Capitán Zarak sale del Salón Principal y se dirige a la Sala de Estudio.
// Pasa por la escena: Capitán Zarak. - Procede de: Salón Principal. - Sigue en: Sala de Estudio.
- La Dama Dubieta sale del Salón Principal y se dirige a la Sala de Estudio.
// Pasa por la escena: Dubieta. - Procede de: Salón Principal. - Sigue en: Sala de Estudio.
Boru llevaba horas caminando de un lado a otro de la muralla, intentando ver algo sin éxito. Fue a media mañana cuando, ante la ausencia de vigilancia de un superior y dejando que otros tomaran el relevo, tomó asiento en uno de los bancos del patio, tomando tiempo para descansar y afilar sus armas haciendo uso de una piedra de agua.
Había tomado una de las pocas sombras que allí había, e intercambiaba el beber algo de vino con algunas gotas de agua sobre la piedra para mejorar el filo de su arma. Si debía encontrarse delante de un monstruo, al menos deseaba hacerlo con un arma afilada y preparada para matar.
No cruzó palabra alguna con nadie. No es que fuera poco social, más bien lo que lamentaba era no estar con su señora, pues sentía que a pesar de las palabras de esta, estaba fallándole al no estar junto a ella. Ese sentimiento le obligaba a permanecer en silencio, concentrado en su única tarea a la espera de la gloria, la esclavitud o la muerte.
- Schaar Dvy sale rápidamente del Salón Principal y se dirige a la Sala de Estudio.
// Pasa por la escena: Schaar. - Sigue en: Sala de Estudio. - Procede de: Salón Principal.
LA UNA DE LA TARDE.
CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.
- El Capitán Zarak llega al Patio.
// Entra en escena: Capitán Zarak. - Procede de: Sala de Estudio.
- Poco después llega el noble del Condado de Bran, Schaar Dvy, siguiendo los pasos del Capitán.
// Entra en escena: Schaar. - Procede de: Sala de Estudio.
Schaar se acerca al capitán nada más llegar al patio.
- Capitán, si os parece convocaré a todos los habitantes del castillo. Si estáis de acuerdo diré a las criadas que vengan todos, y todos los que puedan tener un arma con las armas que podamos tener para ellos en el arsenal.
—Hágalo, por favor —asintió Ferenk—. Pero no llevaremos a todos. Incluso los criados son súbditos de Nuestro Señor. Ellos permanecerán en el castillo.
Un sacrificio innecesario e inútil. Una batalla como aquella no la decidiría el número, salvo que el equipamiento fuera ejemplar y la diferencia de efectivos absolutamente abrumadora. No contaban con ninguna de las dos. Si necesitaban carne de lanzas con la que complementar a los soldados del castillo, los hombres de la milicia de la ciudad serían más que suficientes.
—Algunos de mis hombres se encuentran en el barracón, y creo que vi a uno de los hombres de las Damas entrar a la capilla con el pequeño Tiberiu —informó—. Tengo un último y brevísimo asunto del que ocuparme antes de la marcha. Discúlpeme.
El capitán Zarak dejó atrás al antiguo caballero y entró de nuevo al salón.
/Al salón.
En cuanto Itsvan escuchó las voces de Schaar y el Capitán se puso en guardia, a la espera por si recibía alguna orden. No pudo evitar escuchar la conversación que mantenían.
¿Tan mal están las cosas?, se preguntó. Una mueca de parca indiferencia le cruzó la cara. ¿Criadas y sirvientes armados con cuchillos y tenedores, y con cojines por escudo? Lo que sea, pero que no estorben.
Schaar asintió a las palabras del Capitán y echó un vistazo. Un grupo de criados y mozas pasaban por el patio rumbo a sus quehaceres, y el caballero los paró.
- Vosotros. Órdenes del capitán. Que todo el está en el castillo se persone en el patio. De inmediato. Aquellos que saben combatir que vengan armados.- El tono del caballero no dejaba lugar a dudas- No quiero retrasos. Marchad, ahora.
Lacayos y criadas marchan a cumplir con lo ordenado.
El suave chirrido de la espada contra la piedra de agua continuó una y otra vez, mientras un atento Boru observaba sentado en una esquina del patio como iban y venía la gente. Como conversaba, ordenada y organizaba. Todo para una próxima danza de muerte y sangre.
La clásica danza donde gente como él daba la vida. No le importaba darla, siempre que fuera en nombre de su Señora, pero el sacrificio en nombre de las buenas gentes del castillo le daba, en el sentido amplio de la expresión, igual. Descansado y alimentado, siguió cumpliendo su pequeño pasatiempo hasta que en su juicio, el filo del arma estaba lo suficientemente afilado como para representar un peligro real, y no solo una amenaza potencial.
Se puso en pie, acercándose al estanque y limpiando tanto la piedra de agua como la hoja, antes de secarla y envainarla. Dejó en su sitio la piedra, y se acercó hasta el hombre que les había convocado, en el más rotundo silencio. Sin moverse después de situarse ante él firme.
Sin decir palabra.
Solo mirándolo fijamente. Evaluándolo. Deseando que estuviera a la altura de la furia y habilidad de los Basarab. Deseando que su habilidad eclipsara al enemigo. Porque si no, su muerte llegaría pronto, muy pronto. Y sabía que con los Basarab, difícilmente habría segundas oportunidades.