Ojala tuviera familia, pero me encojo de hombros.
Mariana siempre me esta diciendo que no haga caso a los hombres que solo piensan en una cosa. Pero eso es por que ella no se casó, porque es una vieja solterona aunque siempre se comporta conmigo como si fuera su hija. Como otra más... Como esa maldita endemoniada, me dan miedo sus ojos y muchas cosas de ella, pero no puedes decirlo nunca...
Innya entornó un poco los ojos, quizá dolida por las palabras de Elena pues ella, al igual que Mariana, no había decidido aceptado el acercarse a un hombre. Los motivos serían distintos, pero las consecuencias eran las mismas.
Si con eso, ellos están bien... bien habrá valido la pena el sacrificio.
-No es necesario compartir vínculos de sangre para que alguien sea tu familia-le dijo sentándose a su lado manteniendo un brazo sobre sus hombros para hacerle saber a la chica que ella estaba ahí.-¿quieres hablar, Elena?-le preguntó en voz baja- lo que hablemos nosotras se queda aquí, querida-ladeó la cabeza con sincera preocupación en los ojos.
NIego mientras trago la albondiga que tengo en la mano.
Mariana no lo sabe, pero la señora me hace cosas muy extrañas, a veces duele. Dice que es mi lugar, que debo hacer lo que ella dice. Luego cambio, pero seguia mirandome raro.
-No me digas que esa...-se interrumpió a tiempo, pues una dama noble sigue siendo una noble por muy endemoniada que esté y por muy mal que trate a sus criados- que la señora te tortura...-la abrazó no con fuerza, pero sí intensamente, como si con ello pudiera borrar todo el dolor que había sufrido Elena. -Todo va a ir bien, Elena, ya verás...-habría añadido algo sobre esa furcia de ojos rojizos, hasta el momento le había parecido una criatura extraña. Hermosa, fría, envuelta en un halo de melancolía que se hacía presente con fuerza mediante el silencio que guardaban esos labios carnosos que demandaban besos a cualquier hombre que los mirara pese a no desear sus atenciones. Aunque ese día, el día en que una novia debía ser feliz había descubierto cosas tan terribles sobre ella que, de haber tenido el estómago lleno habría vomitado sobre la dama. ¿Cómo podía ser una mujer tan hermosa, tan perturbadoramente misteriosa una sádica?
Como otra albondiga mas y me encojo de hombros.
No quiero volver con ella, ahora no esta Mariana y no se que hare. Puede que me vaya antes de que se de cuenta, al bosque.
Miro al suelo, mi mente me dice una cosa, pero mi corazon otra. ¿por que lo ha echo?¿por que es tan mala?
me habian dicho que las nobles eran mujeres sabias y justas pero ella no lo es.
Ademas antes de la boda se quedo a solas con uno de sus guardias de confianza, nos hizo que le llamaramos.
-No te vayas, Elena, ¿no oíste al caballero?-dijo Innya acongojada por sus palabras- Mariana no me perdonaría si te dejara ir a una muerte segura, querida-le tomó ambas manos y frotó el dorso de éstas con los pulgares. Desde el exterior llegaban los ruidos y alaridos propios de a saber qué brutal acto estaban haciendo en el patio.
Ahora no, cuando salga el sol. Seguro que ahora esta muy ocupada con su marido. Niego y sonrio mirando al suelo.
Pero me quiero ir, no quiero estar a su lado, me da miedo. Aun oigo el sonido y un quejido.
-Pero...-sus labios aletearon buscando una razón por la que retener a la joven doncella mas no la hallaron, su dolor era demasiado intenso como para racionalizar sus actos. Quién sabe si Mariana era lo único que ataba a esa muchacha a su particular infierno-Tendrás que llevarte algo-le dijo en voz baja.
La miro y sonrio.
Tal vez una capa y una cesta con comida, para los primeros dias.
Luego todo ya lo conseguire del bosque o tal vez de un pueblo cercano.
-No podré encubrirte, pero ... llévate la tela para cubrirte, Dios no quiera que mueras helada....-dejó que Elena cogiera su ropa y preparó una tartera rudimentaria que llenó de sobras. Mariana, protégela, cuídala, no sabes cuanto te necesita...
Las manos le temblaban al manejar las albóndigas duras, troceándolas con un cuchillo de filo no demasiado cuidado.
Niziya entró en las cocinas para encontrar a Innya y la sirvienta Elena. La segunda estaba sin el vestido, y comiendo algunas de las albóndigas de Otto, ya completamente frías.
También se escuchaba ruido desde una de las despensas, y algunas voces apagadas y susurrando.
Entra en escena: Niziya.
Viene de: Patio del castillo.
Entré a las cocinas aún con la respiración agitada.
-Los... los Basarab. Se han ido. Ha... ha habido una pelea en el patio y... he venido corriendo. No sé muy bien qué ha pasado, no he podido darme la vuelta para mirar... Parecía que mis piernas andasen con voluntad propia.
Me sirvo un pequeño vaso de agua para recuperar la tranquilidad, pero la mano me sigue temblando.
Los Sargentos salen de la despensa donde estaban escondidos.
- "¿Se han ido ya? ¿Se han ido todos los monstruos?" -
-¿Monstruos? Santo Dios, ¿ahora habláis?-dijo la criada a los seis guardias, hombres hechos y derechos que habían entrado gritando como nenas y que como ratas se habían cobijado en la despensa. Valientes ineptos guardando de una endemoniada... no se les llevará una plaga por delante a todos ellos, no...
Dejó la cesta en el suelo, cerca de Elena y se sentó a la mesa empujando sobre su superficie una jarra de vino hacia Niziya.
-Siéntate cuñada, dime, ¿qué ocurre?
Me acerqué a Inniya. Ahora parecía más calmada, y en su lugar era yo ahora la que parecía un flan tambaleante. Me senté como me dijo y tras beber otro trago de agua, le conté lo que acababa de pasar:
-El... El chambelán se enfadó conmigo y me ordenó limpiar de inmediato el salón. Ya sabes, el desastre que habían organizado los Basarab en las paredes y el suelo -hablaba de forma atropellada, por los nervios, y se me trababa la lengua de vez en cuando y tenía que repetir alguna palabra-. Corrí a toda prisa, y después de tener que hacerlo yo sola todo (porque Vasilov decidió quedarse en el patio, frente a los aposentos de Durius), mientras venía de camino hacia aquí, empezó una pelea. No sé muy bien cómo comenzó todo, y el Señor sabe que no quise quedarme a averiguarlo. Vine hacia aquí apretando el paso, pero empecé a escuchar gritos y ruidos extraños tras de mí, así que finalmente dejé todos los bártulos de limpieza y corrí como alma que lleva el diablo. Estoy preocupada, Inniya. La pelea parece haber terminado, y los Basarab se han ido. Espero que a mis pequeños no les haya pasado nada... De verdad, si les ha ocurrido algo, yo...
Las lágrimas brotaron de mis ojos. Cuando pensaba que este día no podía ir peor, parece que algo nuevo pasaba y terminaba de confirmarme mi error. No recordaba haber pasado tanto miedo en mi vida en un mismo día. Abracé a Inniya e intenté consolarme en su hombro.
Consigo arreglarme la ropa, ponerme la manta a modo de capa. Me paro al escuchar a los guardias y a la cuñada de Innya.
Una pelea, se merece que la estropearan la boda a esa endemoniada.
Seguro que no es nada, ademas estos aguerridos guardias nos vinieron a proteger para que no nos pasara nada
Niziya, por no hacer la tirada que se ha pedido cuando apareció el hombre lobo, se te considera fallo automático.
Estás asustada y traumatizada. Durante el resto de la noche no puedes hacer otra cosa más que llorar, delirar y retorcerte por el suelo. Recordarás poco de esa noche, pero cuando lo hagas, será siempre con intenso terror.
Intenté parecerlo... Intentaré darle otro enfoque más radical xD
Los hombres, ya más tranquilos y con ganas de limpiar su reputación, salen de la despensa. Han escuchado todo que han hablado las mujeres y, uno de ellos, les dice a los demás.
-La dama Radovina querrá saber lo que hablan estas mujeres, se las llevamos y así nos libramos de ser castigados por huir.
Los otros asienten y los seis se dirigen hacia Innya y Elena. Las cogen por el brazo y las sacan a la fuerza al patio, van en búsqueda de su ama.
Los hombres van ataviados con cotas de mallas y cascos de acero. Van armados con mazas de armas y puñales.
// Salen de escena: Innya y Elena. Seis sargentos feudales al servicio de Dama Radovina.
// Siguen en: Patio del Castillo.