Partida Rol por web

-Esperemos que sí, Niziya... pero por el momento síentate, mujer, no tienes buena cara...

Le acompaña a tomar asiento y seguidamente le trae un vaso de agua para tratar de calmarla.

- Silencioso como la Muerte, Mikail aparece de repente en la cocina.
 

-¡Mikail! Al fin regresas -dije, casi insinuando una sonrisa. No podía sentir alegría en un momento así, pero estaba deseando escuchar buenas noticias por parte del lacayo-. ¿Qué nuevas traes? ¿Cómo están Innya y Dagu?

Me acerqué al hombre en el umbral de la cocina, y a cada paso que daba, su expresión me empezó a gustar cada vez menos. ¿Por qué estaba tan callado? La boca se me volvió agria cuando al fin estuve frente a él, temiéndome lo peor. Su rostro no se había inmutado un ápice y permanecía silencioso como una cripta.

-Te lo ruego, sácame de este sinvivir. Por lo que más quieras, dime algo -sollocé.

Al llegar a la bodega de nuevo, Mikail se echó la capucha para atrás y soltó el pelo que había recogido en una coleta. Se enjuagó la boca con el vino aguado, dejándolo  escurrir por la comisura de sus labios, manchándose el cuello y la ropa.

...Un poco de olor a vino no me vendrá mal...

Al entrar en la zona de servicio Niziya no estaba durmiendo como esperaba. Los ojos de Mikail se llenaron de ira.

¡Estúpida mujer!

- Innya y Dagu están en las mazmorras... si no me equivoco. - El lacayo acompañó el sagaz comentario con una de sus arrebatadoras sonrisas. - Yo mismo fui a buscarlos para llevarlos delante del Chambelán Otto de Sajonia. Los esbirros del Carcelero se los llevaron de delante de su presencia a las mazmorras. Si quieres visitarlos deberás hablar con el Chambelán, no creo que el Carcelero permita el paso a nadie. - Quizá por ser la madre del chico le dejaran verlo al menos un rato. Mikail llevaba en la mano una botella de vino casi vacía, y al acercarse, la mujer pudo notar que el hombre olía a vino. Mikail la agarró con fuerza del brazo empujándola hacia las cocinas, con una mezcla de torpeza y brusquedad. - Mujer no me aturulles y dame algo de comer, sólo he encontrado fruta. ¿No tienes algo de queso y pan? Si me das algo que llevarme a la boca te cuento todo lo que quieras oir. Estoy famélico. - El aliento agrio de Mikail impactaba, cálido, sobre la piel de la campesina.

Cuando estuvo cerca de las cocinas y cerca de las orejas de la simple campesina, Mikail le susurró.

- ¿Es que quieres que se entere todo el mundo?- Podía entender que la mujer estuviera angustiada, pero Mikail se la estaba jugando por ir a hablar con Dagu. No le estaban permitidas las visitas. Tenía ganas de cortarle la lengua y sus ojos relfejaban ese desea.- Dame cualquier cosa de comer y te voy contando.- A pesar de oler a vino Mikail hablaba ahora con total propiedad y su rostro serio no dejaba lugar a ningún amago de sonrisa. ¿Sería tan tonta la mujer como para no saber disimular?

Busqué rápidamente alguna sobra del banquete de la noche anterior, pero sólo pude encontrar un mendrugo de pan duro y un cuenco con una salsa casi coagulada para que pudiese reblandecerlo.

-Disculpas... Disculpas... -dije a duras penas, pues los nervios enredaban mi lengua como un chiquilla enrolla su dedo en sus rizos, mientras le servía el humilde almuerzo- Lo siento, pero esto es lo mejor que puedo ofrecerle. 

Una vez empezó a comer ansioso, me senté en un taburete cerca de él, y bajé el tono de voz.

-Por favor, cuéntame... Sé que no es el mejor momento tras todo lo sucedido anoche, pero... Es mi familia, ¿entiendes? Dagu, mi hijo mayor... Él... No tuvo nada que ver con cualquier accidente que pudiese acontecer anoche, estoy segura...

Mikail comía como si estuviera hambriento el pan duro mojado en la salsa espesa. Le daban ganas de tirárselo a la cara a la mujer, pero se contuvo.

- No sé que es lo que han hecho Dagu e Innya. Bueno, me hago una idea. Sólo sé que el Chambelán los encerró en la mazmorra por traidores por algo que pasó en la boda y que estarán allí a la espera de la sentencia. Han prohibido que se les visite. Entenderás que me he jugado el cuello por hacerlo, ¿verdad?. No puede saberlo nadie, ¿entiendes?-  Las preguntas de Mikail, dichas con  tono amenazante, perecían puñales en el cuello de la mujer, presto a cortarselo si cometía el error de contarlo.  Mikail hacía crujir el pan duro y sorbía de la salsa ruidosamente, escrutando a la mujer con desconfianza.- No puedo decirte gran cosa. Sólo que Dagu parece estar bien, sin signos de tortura. Le llevé algo de comida y bebida.  A Innya no he podido verla pero...- El Lacayo sopesó cómo tratar el tema con la mujer y, sobre todo si era conveniente.-...supongo que estará igual. Por otra parte, he tratado de interceder por los dos ante mi Señor, el Primer Caballero. Ahora sólo nos queda esperar si mi conversación con él da algún fruto. - Hasta que no supieran cuál sería la sentencia que el Chambelán Otto impusiera a  Dagu e Innya no podían hacer mucho más. Pero Mikail aún no sabía qué había pasado en la boda exactamente. - Cuéntame, mujer, ¿qué es lo que pasó en la boda? Todo lo que me puedas contar puede ser útil para ayudar a tu hijo.

-No recuerdo gran cosa -admití, franca-. Cosas horribles sucedieron en la noche... Pero nada tienen que ver con mi hijo y mi cuñada-resolví, intentando cambiar el tema, pues de nuevo los sonidos de aquel espanto venían a mi cabeza.

Mientras el lacayo comía vorazmente, yo le observaba atenta a cada uno de sus gestos mientras continuaba con la conversación. No me había gustado el cariz que tomó su voz ni la respuesta que me dio sobre Innya, de modo que le conté todo lo que sabía a ver si le soltaba algo más la lengua.

-Mi cuñada... Innya. Sé que algo fue mal. Mientras mantenía una conversación con otra persona del servicio, Elena, unos caballeros (creo que eran sargentos, pero mis conocimientos sobre rangos militares son demasiado limitados como para asegurar nada, me temo) de la Dama Radovina vinieron a llevársela. Dijeron que lo que estaba contando sería interesante para ella. Además, creo que también discutió o tuvo algún problema con el Chambelán. Estoy casi segura de recordar que el señor la culpaba por el desastre de las bodas, porque uno de los caballeros Basarab se sintió ofendido por el servicio. No sé, es todo muy confuso... Mi mente está muy atormentada, disculpadme. Mucho es el mal que se sufrió aquí ayer, y la muerte de Mariana a manos de los Basarab por una supuesta ofensa fue solo el principio. Yo misma la atendí aquí, en la zona del servicio, cuando llegó con la mandíbula colgando de un minúsculo hilo de piel... -mis crecientes nervios eran cada vez más evidentes- Perdón, me estoy desviando. No sé si la muerte de Mariana tuvo algo que ver o no, pero el caso es que sé que el Chambelán culpa a mi cuñada de mucho de lo sucedido ayer. 

Mi hijo... Es lo que no sé, es lo que me desconcierta y lo que me tiene en este angustioso sinvivir. No sé qué ha podido tener que ver mi hijo. Hasta donde yo sé, él no tuvo nada que ver con cualquier cosa relacionada con su tía... Dagu, ¡Por el amor de todo lo que es hermoso! ¡Espero que el Chambelán pueda ver tu inocencia! -Esta última frase la musité para mis adentros.

-De verdad os estoy agradecida de todo corazón por vuestros actos y vuestras palabras. Ojalá pudiera compensar vuestra actitud con algo más que esta miseria de comida.

Mikail escuchó  con atención las palabras de la mujer. Mucha información en poco tiempo, aunque no muy útil.

- Ya veo...- Se había encontrado un tropezón en la salsa que tuvo que masticar para poder tragarlo.-  Más o menos concuerda con lo que yo sé. Algo tuvo que hacer Dagu para molestar al Chambelán pero no sé qué.- El lacayo contestó al agradecimiento de la mujer.- Tranquila mujer, ya tendrás oportunidad de...agradecérmelo- Mikail no dejaría escapar la oportunidad de que le devolviera el favor, algún día.- Por ahora no hables a nadie de lo que te he contado. ni siquiera con Visany, ya hablaré yo con él.  Si te preguntan que hice aquí ,simplemente fui a la bodega y salí tambaleándome y oliendo a vino. Tu me preguntaste por Dagu e Innya y yo te comenté que sólo sabía que los llevaron a las mazmorras. ¿De acuerdo?.- Se limpió la boca con la manga de la chaqueta.- Ahora debo irme.

-Te advierto que Gretta, Pavetta y seguramente el pequeño Lindor nos vieron hablar y saben que me quedé esperando tu regreso. Si preguntan, les diré que no me dijiste nada, que sólo apareciste borracho.

Cuando el hombre se disponía a irse, le detuve un segundo para despedirme.

-Gracias otra vez...

Tras engullir ávidamente  las sobras que le había llevado Niziya, el lacayo Mikail abandona la zona de servicio dando tumbos, pero con las manos sujetandose la tripa, como si fueran a reventar.

- Mikail sale de la Cocina.

Me había sobresaltado bastante al ver aparecer a Mikail en las cocinas, no conocía a aquel hombre pero al escuchar sus palabras algo me dijo que no debía confiar en él. Cuando el hombre se hubo ido me acerqué a mi cuñada y le susurré -¿cuanto conoces a ese hombre? No me da buena espina...- Tal vez llevaba poco tiempo allí pero mi intuición pocas veces me traicionaba -Vamos a ver si podemos ver a Innya y Dagu... dijo que debíamos hablar con el Chamberlán- pregunté mientras me alejaba un poco y me sacudía las manos en mi falda -Pues vayamos a buscarle...-

-Olvídate de él. Está completamente borracho -dije a Pavetta.

Parecía preocupada pues también se trataba de su familia. ¡Qué desconsiderada había sido! En mi preocupación, me había olvidado de que ella también era parte de la familia y debía estar pasando un mal trago.

-No sé si el Chambelán estará de humor después de todos los desastres ocurridos ayer... ¿Estás segura de que es buena idea, cuñada? Temo que podamos arrojar más leña al fuego molestándole, y que Innya y Dagu paguen por nuestro error.

Me mordí el labio al darme cuenta que las palabras de Niziya estaban en lo cierto.

-No puedo hacer otra cosa, Innya es mi hermana pequeña debe de estar pasándolo mal, mi deber es estar con ella- mesé mi barbilla pensativa y negué con la cabeza -No puedo dejarlo pasar... necesito ir a ver a mi hermana- Sin más dilación me dispuse a salir de la cocina y me encontré de frente con Lindor. Me agaché frente a él y le sonreí

-Buenos días Lindor, ¿que tal has dormido?- Le acaricié la cabeza con cariño -siento no haber estado a tu lado al despertar pero mamá ha tenido que hacer un par de cosas- volví a sonreír -Ahora voy a ir a ver a tía Innya pero volveré en seguida- dicho esto besé su frente y me incorporé para salir de las cocinas para buscar al Chamberlán.

Al ver la resolución de Pavetta, no me quedó más remedio que acompañarla. No quería que otro miembro de mi familia acabase encarcelado, de modo que pensé que si iba con ella, quizá podría convencerla de no hacer ninguna tontería, o podría intentar sacarla rápido de allí si veía que se iba a meter en algún problema.

-Te acompaño -dije sin más, pues una nueva preocupación ocupaba mi mente ahora.

Se dispuso a limpiar las migas que habían caído sobre la mesa donde el lacayo Mikail había engullido las sobras que Niziya le había llevado. El hombre iba paseándose con una botella de vino casi vacía, y no pudo evitar preguntarse cómo demonios se podía tener en pie. Seguramente, estaría acostumbrado.

El tema sobre el que ambas mujeres tenían que tomar una decisión era peliagudo. Sintió un escalofrío solo de imaginar cómo podía desarrollarse la escena. Finalmente salieron de la cocina dejándola sola con Lindor. Se acercó al niño.

-Hola pequeño... tienes hambre?

- Pavetta y Niziya salen en dirección al Patio. El acceso principal a las Mazmorras es por allí, si bien parece probable que haya otro en la bodega, pero el Chambelán os tiene expresamente prohibido ir a la bodega (y beber vino, como ha hecho Mikail, lacayo de Durius o no, si le descubren probará el látigo).

Se encoge de hombros mientras espera la respuesta de Lindor. Luego se sienta y come algo. Las mujeres hace poco que han salido y supone que aún tardarán en volver, si todo va bien y no las reprenden.

Tal vez haya un acceso a las mazmorras en la bodega, pero no piensa ni asomarse debido a la prohibición del Chambelán. No está tan loca ni se le ha perdido nada allí.