Partida Rol por web

Una vez Gretta regresó acompañada del resto del servicio, esperé a ver qué tenía pensado hacer Visany. Me coloqué junto a mi cuñada Pavetta, esperando.

Una vez Gretta hubo salido a buscar a más sirvientes y Niziya se colocó a mi lado no pude soportarlo más y resoplé

-Por Dios, Visany ¿qué ha ocurrido? nos tienes en vilo...- dije mientras jugueteaba nerviosa con un pañuelo de tela.

- No sé nada aún. - le respondo a mi tía. Todavía no pude hablar de ello con el Chambelán Otto o con el Caballero Durius.

Gretta permanecía junto a dos decenas de sirvientes reunidos en la cocina. Estaban todos mirando a Visany, pendientes del asunto de tal reunión.

En las estancias de la zona del servicio hay unos cuantos lacayos y siervos del castillo. Probablemente no estén todos, pero sí suficientes, y es obvio que están incómodos, tanto por las horas de la noche, como por la presencia de tanta gente en un espacio que, aún sin hacer que estén apretados unos contra otros, sí les obliga a estar bastante cerca. 

-Sea lo que sea, dilo, Visany. Para bien o para mal, cuanto antes, mejor.

Noté cierto grado de nerviosismo entre todos los criados que me rodeaban. Dejé escapar un pequeño suspiro, pensando que aún no era una de ellos. Pero tras lo que vi en el castillo, ¿Realmente quería pasarme el resto de mi vida aquí? Con una ligera sacudida de cabeza, alejé aquellos pensamientos de mi mente. Claro que este era mi lugar. Un lugar cerca de mis hijos, con un trabajo honrado y remunerado, y cerca de mis queridas cuñadas Pavetta e Innya. Este era mi futuro, que aún seguía en manos del chambelán...

Observo como llega gran parte del servicio siguiendo mis indicaciones.

- Está bien. - digo. Seré directo.

- Espero que funcione. - pienso.

- Tengo una pregunta y quiero una respuesta. - prosigo mirando fijamente a todos los presentes uno a uno. ¿Quién ha estado en las últimas horas en las cercanías de los aposentos de Maese Maserrak?

Mientras espero la respuesta del personal del servicio voy examinándolos detenidamente uno a uno en busca de alguna flaqueza o nerviosismo extra en su persona.

Los sirvientes se miran unos a otros al mencionarse la pregunta, con algo de incredulidad, pero finalmente la expresión de sorpresa pasa a transformarse en un ligero enojo.

-¿Y para éso nos has despertado? Ninguno ha estado por allí desde esta mañana...

-¡Es cierto! Yo estaba tranquilamente atendiendo los braseros del patio, y me han llamado para esto...

-¿Y que demonios importa si estábamos cerca? ¿Es que ha pasado algo? Con todos los no humanos que rondan por aquí, no me extrañaría nada.

-¡Seguro que es cosa de brujas y sus esbirros! ¡Siempre es cosa de esas adoradoras del demonio!

Ante esa última frase, varios asienten y murmuran entre ellos, persignándose o haciendo distintos gestos para ahuyentar el mal. 

Entendí en parte el enfado de los sirvientes, pero desde luego mi hijo lo hacía por una buena razón. Yo lo sabía porque había escuchado cierta conversación en el patio que hablaba sobre un robo en las habitaciones del maestro... La rabia me invadía por dentro por estar atada de pies y manos en este asunto, pues nada conocía sobre el tema, y nada podía hacer por ayudar a mi pequeño.

-Si Visany os ha reunido aquí debe ser por una buena razón. Hacedle caso, y pensad si recordáis algo... Cualquier detalle, por pequeño que sea, seguro que puede ayudar, ¿No es así, hijo?

Gretta escucha la pregunta y observa la reacción de los sirvientes, que responden sin ocultar su enojo. Le da la sensación que esta noche es muy posible que Visany no obtenga la información que busca. Se sienta atrás sin dejar de prestar atención; al fin y al cabo, tal vez alguno acabe diciendo algo interesante.

Asiento a las palabras de mi madre antes de volver a dirigirme a los sirvientes.

- Si os lo pregunto es por un motivo que ahora mismo no puedo desvelar.

- ¿Preferís contestarme a mi o preferís hacerlo al Caballero Durius? - les pregunto. O mejor aún, ¿al Caballero Iacobus?

- Vosotros diréis. - prosigo. Yo tengo bien claro cual sería mi elección.

Los siervos allí reunidos al principio se acobardan un poco ante la mención de los caballeros, pero finalmente su convencimiento puede más que su miedo.

-Creo que ya hemos respondido todos-dijo uno de ellos-ninguno estuvo por allí. Tenemos tareas que hacer, y nos has alejado de ellas para nada. Quizás, cuando alguien nos pregunte porqué ninguno de nosotros está haciendo lo que debe, deberíamos señalarte a ti-dijo el hombre, devolviendo la velada amenaza a Visany, y logrando con ello algunos murmullos de asentimiento. 

- Puedes decirles lo que te plazca. - le digo al que ha hablado mientras me acerco a él para mirarle fijamente a la cara. ¿Acaso crees que soy tan necio como para traeros aqui a todos sin contar con el visto bueno de aquellos que acabo de mencionar?

- De hecho parece que quieres escaquearte rápidamente de esta situación. - prosigo mirándole a los ojos. Parece como si quisieras ocultar algo. ¿Donde estuviste la última hora?

VISANY:

- Tienes la sensación de que esta gente realmente no sabe nada, de que ninguno de ellos ha estado cerca siquiera de la habitación del maestro.

- Si les sigues presionando lo único que vas a lograr va a ser malquistarte con ellos.

-No sé si cuentas con el visto bueno de alguno de los señores. Pero sí sé que todo tiempo que pierda aquí, sin saber por qué, es tiempo en el que las cuadras están desatendidas. Los caballos no están bien desde lo del guardia de sangre del Duque, y volver a escuchar su aullido les ha puesto muy nerviosos. ¿Te harás responsable si, por no volver a mi lugar, le ocurre algo a alguno de ellos?

- Lo haré. - le digo sin inmutarme lo más mínimo.

- Está bien. - prosigo. Os agradezco vuestra colaboración. Podeis volver a vuestros quehaceres y mantened los ojos y oidos abiertos. Si escuchais o veis algo que se salga de lo habitual avisad lo antes posible.

Dicho esto espero a que se vayan todos antes de sentarme en una silla a descansar.

El día había sido muy largo y la noche no tenía visos de ser más corta.

Rápidamente, la multitud se disgrega. Algunos vuelven a ocupar sus sitios en el suelo de la zona del servicio, queriendo volver a su sueño interrumpido, con la certeza de que el ser despertados mañana les pasara factura. Otros, como los que se estaban ocupando de los braseros o intentando calmar a los caballos, salieron rápidamente por la puerta en dirección al patio del castillo. 

Una sensación de orgullo recorrió mi cuerpo al ver la madurez de las palabras de mi hijo. Disculpas, pero de veras no puedo ser más explícita. Sólo una madre sabría a lo que me refiero...

Permanecí en silencio, esperando el desarollo de los acontecimientos, sonriendo a Visany.

AL FILO DE LA MEDIANOCHE.

- En silencio y a oscuras, el Chambelán Otto de Sajonia entra en las cocinas donde duerme la mayor parte de la servidumbre.