Partida Rol por web

ALGO MAS DE UNA HORA TRAS EL OCASO.
 

- Pavetta y Niziya regresan a las Cocinas.

-Pavetta, ¿es que te has vuelto loca? Sabes de sobra que no podrás mantenerme eternamente, que NECESITO conseguir un puesto en la servidumbre del castillo. Me temo que el hecho de que mi hijo y mi cuñada estén encerrados en las mazmorras ya es suficiente motivo como para que el Chambelán no quiera ni oir hablar de mí, ¿Cómo se te ocurre presentarte así ante Durius?

Me intenté calmar un poco, pero estaba jugándome realmente mi devenir, y probablemente el de mi familia. Lo mejor era dejar que se enfriasen los ánimos, que Otto y Durius se olvidasen de lo que fuese que acusaran a Innya y a Dagu. Y culpar a Pavetta no era la solución.

-Mira, perdona... Sé que no es culpa tuya y agradezco de corazón lo que estás haciendo por mí, pero por favor, no vuelvas a hacer una locura de esas. La servidumbre es la servidumbre, Pavetta, y no debemos inmiscuirnos en los asuntos de los señores. Probablemente, Innya esté encerrada ahí abajo por una insolencia de este estilo.

Intenté mantenerme cabal y haber ver a mi cuñada que lo mejor para nuestra familia era esperar... Y seguir rezando.

-Gretta, ¿podrías traernos unos lienzos limpios y algo de agua? Es importante, Visany vendrá en cualquier momento a recogerlos por orden del mismo Durius.

Sugerí a mi cuñada Pavetta sentarnos por si quería continuar hablando.

-Toma asiento, querida. 

Serví algo de agua a Pavetta, pues parecía algo nerviosa. No fue mi intención humillarla ante los caballeros, pero de veras que más de una vez durante nuestra breve estancia en el patio temí que acabase como Innya.

Gretta asiente a Niziya:

-¡Enseguida voy! -dice justo antes de salir a por lo que le ha pedido.

Al poco aparece con los lienzos y el agua.

-¿Fue todo bien? -pregunta amablemente.

-Gracias, Gretta -dije mientras servía un vaso de agua a Pavetta. La veía desanimada y en parte me sentía algo culpable, sin saber muy bien por qué-. No, no ha ido bien. No llegamos a ver al Chambelán, ni mucho menos a Innya y a Dagu. Nos encontramos a Durius en el patio y nos pidió que volviésemos a nuestros quehaceres hasta que arregle otros asuntos de más prioridad. El segundo caballero está cubierto de sangre, no sé qué ha pasado, pero por eso han enviado a Visany a por los lienzos y el agua. 

Escuché en silencio la repreimenda que me estaba echando mi cuñada y me mordí la lengua para no soltar algún improperio. Tomé asiento cuando ella me lo indicó y bebí del agua que me había servido pero apenas le miré a los ojos, escuché como hablaba con Gretta y mi cuerpo tembló al darme cuenta de que las palabras de Durius eran ciertas, había elegido mal el momemento y el lugar para hablar con el Chamberlán. Me maldije varias veces antes de poder hablar
-Lamento haberte puesto en un apuro Niziya, pero te recuerdo que no solo tu hijo está preso, mi hermana menor está con él y sentí la necesidad de verla... pero tienes razón he sido imprudente, os he puesto en peligro... lo lamento tanto- mis ojos se humedecieron pero rápidamente los sequé con la manga de mi vestido.

-Disculpa si he sido dura contigo, Pavetta. Me estás proporcionando un hogar, y acogiste a mi familia cuando más lo necesitábamos... Pero te advertí de que preguntar así nos traería problemas. Como ya te dije, creo que Innya está donde está por una actitud parecida, por alguna discusión con el Chambelán, que la acusa del desastre de organización del banquete. Parece que lo llevas en la sangre -sonreí, acordándome de mi difunto marido Dynnu. Esperaba que Pavetta se sintiese algo mejor con mi sonrisa.

Escuché la respuesta de Niziya. Luego las dos mujeres se sentaron a hablar. Supongo que ya solo queda esperar que aparezca Visany.

Mi despertar fue desagradable después de tantos sueños terribles, pero ahora, que llego a la cocina, puedo sentir la calma de saber que esas imágenes pertenecen sin lugar a duda al reino onírico y se quedarán ahí para seguridad de todos.

Rápidamente los presentes me ofrecen algo que meter en mi estómago y lo agradezco con un asentimiento pues no tengo un ánimo de júbilo y hablar no me apetece. Como el pan y bebo de la leche con calma, sabiendo que debo aplacar mi hambre pero sin ganas realmente de disfrutar del alimento.

Mi madre se me acerca y me abraza, le respondo sin fuerzas e intento sonreír a sus disculpas y cariños antes de ponerme a escuchar todos los rumores que suenan en esas cocinas, principalmente los concernientes a la encarcelación de mi primo y mi tía. Se me aprieta un poco el pecho por ello, siendo la angustia de no saber qué destino es el que les espera, pero el pesar llega de inmediato siguiendo sus pasos pues todo el dolor y la muerte de la noche anterior me da completa seguridad de que su destino no será otro que la muerte.

Aun así no se lo digo a mi madre y la veo irse junto con mi tía para intentar hablar con los prisioneros, cosa que también sé que no sucederá.

Me quedo en un rincón de la cocina una vez que termino de comer y permanezco allí con la mirada vacía, mientras mis pensamientos me asaltan con violencia acerca de lo sucedido y de lo que está sucediendo. No he querido salir de aquel lugar por miedo de encontrarme con los restos de lo ocurrido anoche o con algo peor que pudiera gestarse en esta jornada. De una manera u otra, sé que moriré y después de ayer, cualquier día es bueno para ello.

Después de un tiempo cuya extensión desconozco completamente, llega mi madre y mi tía desde las mazmorras contándonos el resultado de su viaje, el cual yo sabía desde antes de iniciarse. Escucho el nombre de Durius y veo que el ocaso ya ha aparecido. Sé cual es mi deber y a pesar del miedo enfermizo que siento en mis venas de solo la idea de dejar esos muros, me pongo de pie y me dirijo a paso raudo hacía la corte.

Soy un paje de la corte y no debo abandonar mi deber. Debo asistir a ella y ayudar en todo lo que se requiera de mi por más temor paralizante que se geste en mi interior. Debo ir y presentar mis respetos y servir como se espera de mi.

- El joven Lindor abandona las cocinas y sale al Patio del Castillo.

Esperando a Visany, el tiempo parecía no avanzar. Qué larga se me hizo la espera. Mientras tanto, viendo a la herida Pavetta, pensé en mi hijo que debía estar ya al llegar: no le había visto mostrar signo de preocupación alguno por su hermano y su tía, simplemente parecía tan servicial como siempre con la gente del castillo. ¿Acaso sabría él, por ocupar la posición que ocupaba, algo más que mi cuñada Pavetta y yo?

-Bueno, esto ya está listo para cuando venga Visany. -dije, colocando ordenadamente los bártulos que había traído Gretta- Tranquila, Pavetta, en cuanto aparezca podremos preguntarle a ver si él sabe algo más sobre tu hermana y Dagu...

Observé cómo Lindor acababa de comer en un rincón de la cocina, completamente en silencio y con la mirada vacía, sumido en sus pensamientos. Me pregunto qué rondará por la cabeza del pequeño. Le sigo con la mirada mientras se dirige al patio del castillo y luego miro a Niziya, asintiendo con la cabeza al escuchar sus palabras.

Me siento junto a la mesa y repiqueteo con los dedos sobre la superficie, algo impaciente, mientras esperamos que llegue Visany y nos brinde algo de información.

La puerta gorjea con el aviso de la entrada de alguien en la zona de servicio. Quizás esperaban a Visany, o quizás a Lindor que volvía, pero es otra persona la que entra.

Se trata de un chico sucio y mal vestido, pero aún así de una cara jovial y un porte simpático. Tendrá la edad de Gretta, quizás algo mayor.

- Hola. ¿Puedo pasar?

Cuando creí que Visany estaba entrando en la habitación, me decepcioné de ver que no era así. Era un chico al que no había visto nunca. No era del servicio, porque me lo habría cruzado durante la boda, pero tampoco era noble, eso no hacía falta jurarlo viendo el aspecto que presentaba. ¿Quién demonios era y qué quería? En aquel momento, desde luego, no me preocupaba demasiado.

-Adelante, chico. ¿Podemos ayudarte en algo?

El chico entra en la habitación. Es de corte algo flacucho pero se le nota que sería un mancebo aguerrido y guapo si estuviera mejor alimentado. Sus ropas son humildes y algo polvorientas, se ve que es un trabajador del castillo, aunque ciertamente, uno al que no se le ve a menudo.

- Disculpad, mi señora... Eu... -parece tener dificultad en decir lo que ha venido a decir- Tengo hambre señora, el señor Carcelero, abajo en las mazmorras, suele tener el puño muy cerrado a la hora de darnos de comer. Yo soy el mazmorrero más joven y siempre me dejan sin nada... Por favor, ¿quién quisiera suplicarles por un trozo de pan...?

-Muchacho, ¿trabajas en las mazmorras? ¿Has visto a mi hijo Dagu? Rubio, joven, algo menudo, pero tampoco demasiado, plebeyo... Lleva ya un tiempo sirviendo en el castillo. ¿Y a mi cuñada? ¿Innya? 

Me levanté y puse mis manos sobre los hombros del chico, acercando mi cara a la suya, esperando que hablase. Seguro que había otro mendrugo de pan rancio por ahí para darle, pero preferí preguntar primero y recompensarle después. ¿Por qué no iba a salir corriendo en cuanto le diese el pan? No conocía a aquel chiquillo de nada, y bien que podía ser un pícaro...

Al fin y al cabo, parecía que no íbamos a tener que esperar a Visany para saber algo de mi pequeño.

El chico se agita sorprendido y algo incordiado. Abre los ojos.

- Pero mi señora, tranquilizaos, por favor.

- He visto a muchas personas en las mazmorras. Me cuesta recordar las caras a las que no miro... quizás con algo de pan mi memoria se enriquezca... oh, y cecina, también...

Me alejé del chico, decepcionada. El muy zorro quería sacar tajada. 

-Voy a ver lo que encuentro por aquí, niño. Pero, por favor, haz memoria. Es muy importante para mí...

Rebusqué otro mendrugo de pan en el mismo estante donde encontré el que ofrecí a Mikail, pero el que encontré era más menudo y estaba aún más duro que el de aquella ocasión. Ofrecí un vaso de agua al carcelero para que al menos pudiera mojarlo y reblandecerlo un poco para hacerlo comestible. 

-Aquí tienes. Y ahora dime, ¿qué recuerdas? Deben de haber sido de los últimos en llegar allí, creo...