Partida Rol por web

No cabía duda que Juanjo tenía un mayor control de sus dones, porque la traslación de un sitio a otro fue tan suave a instantánea que parecía que realmente seguían en el mismo lado. Afortunadamente no era así, porque Daniel no hubiera creído lo que sucedía a su alrededor si no lo hubiera visto con sus propios ojos. Un análisis preliminar — si bien el inglés no era el más inteligente del Grupo 4, era un buen estratega y luchador — le indicó que algo sucedía con las Palomas, ¿pero qué? Miró a su alrededor, buscando a sus compañeros, o algún estudiante cercano que le explicara qué había pasado, cuando la rosada y bestial figura de Juno se irguió ante él. Algo se sacudió en su interior, algo que recordaba lo que era chocar contra una fuerza mágica como la suya — y ahora que sabía la verdad, tan relacionada con él — pero se negaba a pensar que fuera ella la causante de todo aquello.

Controlando las arenas que ya se agitaban a su alrededor para evitar que se abalanzaran sobre la joven, se puso en posición defensiva. No quería sacar conclusiones precipitadas.

Todo iba volviéndose caótico, como si los alumnos cayeran en la locura. Podía ver a sus compañeros tratando de actuar también contra todo ese alboroto, mas el origen seguía sin estar claro y Sara había esperado detectar rastros demoníacos, pues enlazaba lo que estaba sucediendo con Averno y su retraso. Por desgracia no tenía todavía pistas, lo que sí podía ver era una columna de llamas que le hacía pensar que Salamandra había sucumbido también.

La joven tomó la mano de Alberto.

- Tienes que aprender algo de magia, me gustaría mucho que aprendiéramos juntos.

Le sonrió escuetamente. Creía que su novio estaría capacitado para algo así, además que como no lo hiciera algo le decía que se iba a deprimir si le seguían pasando estas cosas de perder sus poderes.

- Vamos hacia el fuego, tenemos que ver qué podemos hacer allí.

Sara quiso tirar de él, prefería que le acompañara, pues aunque no funcionaran sus poderes siempre habían cosas que se podían hacer. Miró de nuevo a Krista, no parecía estar oponiéndose a la jaula de hielo, ¿se quedaría ahí dentro por voluntad propia? Le parecía algo difícil de creer. Conveniente, pero difícil de creer. Como tenía prisa, tampoco podía pararse a comprobarlo. Sara echó a correr hacia la llamarada y de camino pronunció algunas palabras arcanas, así se protegería ante cualquier imprevisto.

Tanto tardó la paloma de E.S.T.H.E.R. en decir a los alumnos que se alejaran del gimnasio como Dídac en salir corriendo hacia él. Todos, absolutamente todos sus compañeros estaban en aquel lugar, y él, definitivamente, no se iba a quedar en su habitación esperando a que los demás resolvieran el problema que pudiera haber.

Se volvió completamente invisible a cualquier medio de escrutinio visual y se acercó a toda prisa al gimnasio, cuando comenzó a acercarse aminoró el paso y trató de amortiguar el sonido de sus pasos como le fue posible.

Chasqueando la lengua, libera parte de la frustración que siente al no dar con el origen de lo que está pasando. Quizás Enlace pueda realizar búsquedas en el sistema de una forma mucho más precisa y rápida ¿Por qué diablos lo mandó a la fiesta? ¡Maldita sea!

-Necesito que localices a Enlace y lo traigas hasta aquí, quizás puedas usar a los insectos para mostrarle el camino. Lo que sea que está pasando, no afecta a todos. Necesitamos comprobar si es por algo que han comido o tocado. Voy a entrar ahí dentro, quizás pueda ayudar...

Extendiendo el brazo mientras habla, se concentra pensando en qué arma es la que mejor le puede venir para aquella situación. No quiere hacer daño a nadie, pero si se da el caso, necesitará algo con lo que poder contener a quienes han perdido el control. Solo espera no ser él uno de los que acaben perdiendo el control de sus poderes, eso podría ser bastante peligroso tanto para él, como para aquellos que de pronto se vean cayendo de una altura de más de cien metros y carezcan de los medios para volar.

Una por una, revisa la gran colección de armas que Bosch le ha regalado y la cual ha incrementado gracias al club de inventores. Con un nuevo chasquido, salvo que esta vez es con los dedos, por fin cae en la cuenta de lo que mejor le viene para aquella situación.

Un bastón eléctrico aparece en su mano tras un ligero resplandor azulado. Tras comprobar que el arma funciona, emitiendo ese peculiar sonido similar a un zumbido, asiente satisfecho. No es que le agrade usarlo contra nadie, pero lo usará en caso de ser estrictamente necesario.

-Intentaré llevar a los más peligrosos a la sala de combate. E.S.T.H.E.R podrá contenerlos allí hasta que reciban ayuda. Aunque primero trataré de contener a César, si las llamas continúan creciendo, acabará por consumir el gimnasio. Quizás ponerlo a remojo en la piscina le ayude a volver en sí. Nos vemos en un rato, encanto.

Tras despedirse con un guiño, se teletransporta hasta el gimnasio, a unos pocos metros de distancia de César y las llamas. Espera llegar a tiempo para poder teletransportarlo hasta la piscina y reza, para que eso sea suficiente para contenerlo o al menos, para evitar que las llamas sigan creciendo. El viaje lo hace con cierto temor, pues la idea de perder el control de sus poderes le aterra. Pero no puede quedarse de brazos cruzados mientras sus amigos lo están pasando mal.

No se preocupa mucho por Averno y Saga, el poder combinado de ambos es más que suficiente como para derrotar a una legión de Junos. Al menos eso espera.

Un baño de chicas desierto como colofón a un pasillo vacío, la verdad es que Ignatius no acababa de entender cómo demonios nadie se había dado cuenta de que allí estaba pasando algo raro. Tal vez el hecho de que los adultos se hubieran esforzado en asegurar tanto el gimnasio, donde había la mayor concentración de jóvenes, junto a los deseos de intimidad del alumnado en un sitio como ese, se habían unido para crear un hueco de seguridad.

¿Qué habría causado que el baño se vaciase de aquella manera y por qué estaba Laura allí, sollozando?

El hecho de que aquel último baño tuviera una pared contigua con el baño de los chicos, donde hacía bien poco había escuchado un fuerte golpe, podía no ser ninguna causalidad.

Fuera como fuera, su pareja de baile estaba llorando, así que Ignatius, con gran cautela, asomó la cabeza al cubículo para interesarse por ella.

─¿Laura? ¿Estás ahí? ¿Qué ha pasado?

-¡Mierda!

Mi novio no me oía. O no podía. Por mucho que golpease, las plantas se seguían regenerando.

El pobre de Martí estaba hecho un ovillo, parecía que no controlaba lo que pasaba. ¿Le habrían echado algo en la bebida? Ya no alcohol, si no algo más...

Problemático. ¿Algún tipo de droga, quizás? En Superciencia habíamos dado un par de clases sobre los genios malvados, o a veces tan solo malos de la calle, que se dedicaban a hacer drogas relacionadas con poderes. ¿Sería eso?

Lo que sí sabía es que necesitaba ayuda.

-¡AYUDAAAA! -grité a pleno pulmón.- ¡NECESITO AYUDA! ¡GATA LUNAR! ¡Aitor! Mierda. ¡ESTHER!

Pero de mientras tenía que hacer algo.

Miré con mi Visión de Rayos X a Silvano, debía llegar hasta él. 

-No sé si esto te dolerá, mi amor. -dije dando una sacudida a mi cabeza, haciendo que mis gafas salieran volando.- Pero tengo que intentarlo.

Lancé la Visión Atómica a mis pies, esperando que pudiese partir las plantas lo suficientemente rápido para que no se regenerasen, y llegar hasta Martí.

Cuando Sara hizo el comentario sobre la magia, Alberto sonrió.

- Claro, estaría genial - aceptó.

Ambos corrieron juntos por los escenarios ilusorios. Alberto se mantenía pegado a Sara, que podía ver a través de las imágenes falsas gracias a sus sentidos. Era consciente de lo que era real y de lo que no, atravesando sin problemas el caos en el que se había sumido el gimnasio.

Se cruzaron con estudiantes huyendo, palomas destrozadas por los descontrolados poderes de algunos de sus compañeros, y llegaron finalmente hasta el pilar de llamas.

Justo en ese momento, un portal azul escupió a Moussa junto a ellos.

Moussa, tras recuperar una de las armas que le había regalado Bosch, dio instrucciones a Ana y se lanzó a través de un portal. El gimnasio era un lugar peligroso en aquel momento, pero el joven senegalés no podía ignorar que sus compañeros estaban en peligro.

Apareció a una distancia prudencial de César, y allí, entre la marabunta de ilusiones extrañas y estudiantes huyendo y gritando, se encontró a Sara y a su novio, Alberto.

Aquella área del gimnasio se había desalojado rápidamente, pues el enorme pilar de llamas que ya estaba comenzando a consumir el techo desprendía un calor asfixiante que hacía arder la piel con tan solo estar cerca.

Sara se había protegido del calor con un hechizo, pero Moussa y Alberto no contaban con las mismas defensas.

A unos diez metros de ellos, pegado a una de las paredes del gimnasio, estaba César de rodillas sobre el suelo. Estaba gritando, desesperado, mientras cruzaba los brazos sobre el pecho. Su piel estaba al rojo vivo, envuelta en llamas. A su alrededor unas intensas llamas anaranjadas danzaban en todas direcciones, arremolinándose sobre su cabeza y extendiéndose a todo material inflamable que hubiese cerca. Algunas mesas y sillas ya habían quedado carbonizadas a su alrededor, y un extraño olor dulzón se había apoderado del ambiente.

- ¡No nos podemos acercar a él! - gritó Alberto, haciéndose oír entre el alboroto -. ¡Quema demasiado, ay! - se quejó mientras se ocultaba el rostro tras un brazo.

> ¡Eh, mirad! - gritó de nuevo mientras señalaba hacia la pared, varios metros hacia la derecha de César.

Ahí, en el suelo, yacía una figura menuda. Parecía una chica. ¡Marina! Su vestido humeaba, y no parecía estar moviéndose.

Las llamas estaban peligrosamente cerca de ella. Pero tenían que acercarse a César para poder llegar a ella.

Daniel adoptó una posición defensiva, no queriendo dar el primer paso en un posible combate contra Juno.

La bestia rosa se había alzado sobre las patas traseras, y parecía dispuesta a atacar. Daniel recordó entonces la extraña manera en que Juno había clavado en él aquellos ojos salvajes durante los Juegos Heroicos. Le había dado la sensación de que ella quería hacerle daño de verdad, pero en aquel momento no lo miraba a él, sino a su compañero.

Juanjo, por su parte, no pareció adoptar ninguna medida de seguridad. Al ver a Juno en aquella posición - o quizá fue por otra razón - decidió atacar primero.

En un instante, abandonó el lugar donde se encontraba, esfumándose en una nube de humo carmesí, y apareció de nuevo sobre la enorme bestia rosa. Agarrándose al cuello Juno, Juanjo intentó reducirla con una arriesgada maniobra para la que haría falta una fuerza increíble.

Por lo que sabía Daniel, el chico de los cuernos era fuerte, aunque no tanto como él. Y quizá no era lo suficientemente fuerte como para derribar a la bestia rosa.

Juno comenzó a zarandearse con fuerza, tratando de lanzar por los aires al chico que le apresaba el cuello. Lanzó zarpazos al aire, incapaz de alcanzar su espalda.

Alrededor de aquel encuentro, el caos seguía reinando en el gimnasio.

- ¡Pasa algo raro! - gritó Juanjo, tratando de mantenerse agarrado a la bestia -. ¡Me quiere hacer daño, lo noto! ¡Tenemos que incapacitarla!

Cuando Ignatius asomó la cabeza por la puerta del baño, encontró a Laura hecha un ovillo sobre el baño. La puerta chirrió, avisando a la chica de que alguien estaba entrando.

- ¡No, vete! - gritó, más asustada que enfadada -. ¡No puedo aguantar más!

La muchacha se agarraba las piernas con fuerza, y había enterrado la cabeza entre las rodillas. Estaba sudando, pero allí no hacía especial calor.

Al oír la voz de Ignatius, Laura dio un respingo.

- ¡No, Ignatius, vete! - gritó, abandonando por un instante su extraña postura.

Pero aquello fue el comienzo de algo que ella llevaba ya un tiempo intentando evitar.

Ignatius había visto varias veces cómo funcionaba el poder de Lux. Todo su cuerpo contenía una especie de energía lumínica, de un intenso color blanco. Cuando se concentraba, la muchacha podía proyectarla a través de cualquier parte de su cuerpo. Haces láser, destellos cegadores. Todo era posible.

Por eso era tan peligrosa en combate. Toda parte de su cuerpo podía ser un arma.

En aquel momento, un devastador haz láser se disparó desde su pecho, cortando todo su entorno, hormigón, madera y cristal, por la mitad.*

Ignatius tuvo que agacharse rápidamente para tratar de evitarlo.

- ¡No puedo controlarlo! - se excusó Laura mientras todo su cuerpo comenzaba a recubrirse de aquella característica luz blanca.

El láser había abierto un agujero hacia el baño de los chicos, desde el que una maraña de gruesas raíces comenzó a colarse, comenzando a llenar el suelo del baño. Las raíces serpenteaban por el suelo, tratando de atraparlo todo a su paso.

Laura gritó mientras se ponía de pie sobre el baño, y un nuevo haz de luz se cargaba en su pecho.

Al lanzar su visión atómica, Rudy sintió como el haz de energía calorífica atravesaba las raíces, carbonizándolas mientras creaba un boquete por el cual acceder a su novio.

El colombiano se lanzó a su interior, justo cuando un gran estruendo invadió el baño. Al mirar hacia arriba, Rudy vio un haz láser blanco atravesando el baño, cortándolo todo a su paso a una altura de metro y medio.*

¿De dónde había venido? ¿Del baño de chicas?

Escuchó gritos, parecía la voz de Laura, la pareja de baile de Ignatius.

Frente a él estaba Martí, hecho un ovillo en el suelo. Entorno a él habían crecido unas raíces que lo aprisionaban y ataban al suelo. Estas mismas raíces estaban tratando de alcanzar a Rudy.

El boquete que había abierto con su visión calorífica parecía tener ciertas dificultades para cerrarse, quizá porque las raíces habían sido carbonizadas.

Dídac corrió por los pasillos del Liceo, oculto tras su invisibilidad. No tardó en llegar a los pasillos que daban al gimnasio, entorno a los cuales se estaban comenzando a acumular un gran número de Palomas. Todas zumbaban, como si estuviesen nerviosas, volando a gran velocidad por la escuela.

Cuando se encontraba en uno de los pasillos transversales al gimnasio, pasó junto a los baños. Allí se encontró una escena, cuanto menos, confusa.

Vio una quemadura en la pared, como una línea recta que conectaba ambos baños.* Del baño de los chicos comenzaban a emerger unas extrañas ramas, que serpenteaban por el suelo con avidez. Del baño de las chicas escuchó gritos.

El brusco cambio de temperatura logra pillarlo por sorpresa y antes de ser consciente de ello, clava una rodilla en el suelo cubierto por su propio sudor. La sensación de que la piel le arde y que el aire caliente abrasa sus pulmones, es demasiado para él. Si la situación continúa así, sabe que perderá la conciencia en pocos segundos. Así que más le vale actuar con rapidez. 

Siempre ha sabido que César poseía el poder más destructivo de todos, pero jamás imaginó que lo vería desatado de aquella forma. Por mucho que le duela ver a su amigo así, sabe que debe de debe de sacarlo de allí antes de que alguien muera. Solo espera que Marina esté bien, el fuego es su peor aliado aunque la muchacha a demostrado poseer una resistencia sin igual.

Alzando una mano hacia César, con los ojos entrecerrados por la intensidad de las llamas, se concentra para sacarlo de allí. En el actual estado en el que se encuentra su amigo, duda que sea capaz de eludir su portal. Por lo que espera que el teletransportarlo a la piscina sirva para disminuir el efecto de su poder y que eso le ayude a recuperar el control. Por otro lado y en caso de que no sea así, al menos allí no podrá dañar a nadie.

Un gran resplandor azul cubre parte del gimnasio cuando enfoca su poder hacia César y las llamas que lo rodean. Su intención es bien sencilla, llevarse al pirokinético de allí junto con toda la cantidad de fuego que pueda. Cree que si ha sido capaz de teleportar a Fantasma durante los entrenamientos, el fuego no debería de ser mayor problema. Aún así, si logran librarse de César, el fuego podrá ser contenido por Sara, de eso está seguro.

-¿Alguien sabe qué diablos está pasando?

Laura estaba aterrada. No estaba controlando su poder, pero tampoco había allí ningún herido. Ni Ignatius había visto a nadie huyendo. Era todo muy raro.
En cualquier caso Lux era peligrosa, su poder podía herir de gravedad a alguien con facilidad y la imprevisibilidad del descontrol de su generación de haces láser sólo dejaba un estrecho margen de reacción para protegerse.
Pese a todo el nativo americano no era de los que se amedrentaban con facilidad y estaba ante una damisela en apuros.
-Laura, tranquila, estoy contigo y a mi no me vas a herir. Te voy a dar una pastilla y antes de que te duermas tienes que calmarte y decirme lo que ha pasado, ¿vale? Toma. Venga, confía en mi… -dijo ofreciéndole una pastilla que acababa de sacar de un botecito blanco de medicinas(1).

Conforme llegaban podía ver que las llamas se alzaban con fuerza. Salamandra estaba detrás de ellas, su poder se descontrolaba amenazando con destruirlo todo. Luego aparecía Moussa, quien se ponía manos a la obra. Sara les podía ver sudando a los dos chicos, podía ver a su compañera de cuarto tendida en el suelo, seguramente muriendo deshidratada. Moussa estaba abriendo un portal bajo César así que planeaba llevárselo.

- Voy a refrescar a Marina.

Había sido precavida y protegido mágicamente contra aquello, ¡la primera vez que usaba un hechizo en momentos de necesidad! Miró a su novio, quien estaba teniendo problemas, le hizo un gesto para que esperara ahí.

- Las ilusiones de diferentes paisajes las crea Glamour. ¿Y Reina Abeja, está bien?

La joven avanzó hacia el fuego, arrodillándose junto a Marina para liberar después varios litros de agua sobre ella. Iba a agradecer aquello.

- He visto antes a Daniel y Averno peleando contra Juno. Lo que no he visto es la fuente de este lío. Creo que es algún tipo de tecnología porque no detecté nada sobrenatural tras hacer una batida con mis sentidos. Sin embargo, como Averno se comportó raro me pareció que podía tener que ver con él. No me terminan de cuadrar las cosas.

Le iba comentando a Moussa quien solía ser muy imaginativo y al final lo que importaba era dar con el origen de estos problemas.

- Alberto, ¿crees que alguien ha anulado tus poderes?

Le preguntó aunque ya los había perdido antes del follón, por el cabreo con Reina Alien, lo que no quitaba que fuera raro que no les estuvieran volviendo.

Después de su primer enfrentamiento y de la revelación que habían compartido durante aquella tensa pero finalmente agradable conversación en grupo, Daniel miraba con otros ojos a Juno. Era una chica que cargaba con un considerable peso, una dulce muchacha que sabía que podía destrozar a un ser humano si perdía los papeles en su forma de bestia mítica. 

—Pasa algo raro, Juanjo —dijo, haciéndole señales con las manos —¡Suelta a Juno! ¡Necesitamos saber qué sucede antes de enfrentarnos entre nosotros!

La arena a su alrededor se arremolinó, tornándose esos soldados con armaduras egipcias que desde que habían vuelto de Heliópolis surgían con más facilidad y respetaban los deseos de Daniel. Cuatro siervos que le darían toda la información que necesitaba el inglés. Dispersaos.

- What the fu...- Exclamó el chico al llegar a la altura de los baños.

Tardó poco o nada en relacionar. Rudy y Martí habían salido del baile hacía un rato, y aquellas señales eran totalmente significativas de que ellos estaban allí. Cuando oyó los gritos en el baño de las chica se apresuró a entrar, esperando no encontrarse una escena demasiado macabra, aunque el miedo no fuera algo que le afectara.

-What the?!? -gruñi alzando los brazos, para protegerme de lo que fuese aquello.

Había visto un láser blanquecino y luego oí la voz de una chica. Parecía que era Laura, la territorial novieta de Ignatius.

¿Por qué había disparado en esa dirección? No parecía que quisiese ayudarme. Es decir, nadie dispara sus láseres a ciegas con la intención de ayudar. Quizá estaba ella misma en un aprieto también.

-A ver, petalito. -dije agachándome y poniéndome junto a Martí. Tenía que ser rápido y brusco, para que no me pudiesen las plantas.- Vamos a ver como te saco de aquí.

No quería cogerle del cuerpo, porque quizá al estirarle le podía hacer daño. De todas maneras, intenté separarlo de las plantas y alzarlo. Si no fuese a poder, daría dos fuertes golpes a lado y lado y me lo llevaría con el suelo del lavabo incluido si hacía falta.

En medio del caos y las llamas, Moussa alzó un brazo hacia César. Se concentró en su poder, tratando de transportar a su compañero hacia la piscina.

El senegalés todavía no estaba completamente recuperado, al menos en lo que concernía a su poder. Desde que había abierto aquel portal interdimensional en su encuentro con Omnis, Moussa había podido sentir ciertas repercusiones en su cuerpo cada vez que usaba sus poderes.

La doctora Pujol le había recomendado usar los portales con mesura, que no se forzase demasiado. Pero aquella situación lo requería.

Afinando al máximo la precisión de su poder, Moussa pescó a César en medio de aquel torrente de calor y llamas. Salamandra desapareció sin más, desvaneciéndose en el aire en un parpadeo. Parte de las llamas se habían ido con él, pero en el gimnasio ya se había iniciado un intenso incendio.

Sara corrió, impasible ante el calor abrasador, aunque esquivando las llamas que comenzaban a extenderse por el lugar. Llegó hasta Marina y la roció con agua.

La semiatlante se revolvió en el suelo al entrar en contacto con el agua, pero no llegó a levantarse. Al menos estaba viva.

Pero el incendio seguía siendo un grave problema al cual enfrentarse.

- No lo sé… - respondió Alberto a la pregunta de su novia -. Nunca nadie había “anulado” mis poderes. No sabía que se pudiese hacer, me pensaba que era permanente. Pero tenemos que encargarnos de estas llamas, y rápido.

En medio de aquel intercambio, Moussa y Sara sintieron un escalofrío. El velo de la nuca se les erizó, y oyeron en medio el caos el pesado sonido de objetos metálicos cayendo contra el suelo.

De pronto, entre las extrañas ilusiones y el gentío, surgió una figura extraña. Parecía una persona con armadura egipcia, pero estaba hecho de arena. La figura se acercó a ellos y los observó con curiosidad.