Partida Rol por web

Tras el entierro de vuestros compañeros y monturas caídas, no hubo mucho más que hacer, salvo entrenar y recuperarse de las heridas sufridas en combate. Los días pasaron sin pena ni gloria, hasta el amanecer del sexto día tras el ataque. Fue el propio Lord Coronel Hawke el que acudió a despertaros aquel día, acompañado de más suboficiales del cuerpo de Lanceros Selicanos. 

-¡Todos en pie y firmes, oficial presente!-proclamó uno de ellos, un poco brusco de despertaros, pero ciertamente efectivo.

-Descansen-dijo, esta vez si, el Lord Coronel-parece que hoy veremos movimiento. Hemos sido convocados por el alto mando, así que prepárense y estén listos para el combate. Tienen diez minutos-finalizó, antes de salir de allí. Por supuesto todos estuvisteis listos a la mayor brevedad posible, con el uniforme y armas listas, aunque no ensillados. Marchasteis a paso ligero entre las líneas de trincheras, hasta llegar a una "plaza" con capacidad para cientos de hombres, donde os encontrasteis con representantes de otros regimientos desplegados. 

A los pocos minutos, desde una balconada pudo verse aparecer a todo el alto mando. Algunos tenían signos de haber sido tratados, probablemente consecuencia de aquel impacto afortunado al búnker de mando, pero todos parecían bastante enteros y dispuestos, al menos así se apreciaba desde la distancia.

-¡Soldados del Imperio!-saludó el Lord General, con su voz amplificada a través de varios dispositivos vox fijos situados en postes por toda la plaza-ha llegado el momento de actuar. Ya hemos comprobado como ataca el enemigo, y ahora esos traidores comprobaran como asaltan posiciones los hombres y mujeres fieles al Dios Emperador. En el día de hoy, cruzaréis la tierra de nadie y combatiréis para tomar las líneas enemigas. No os engañaré, no será fácil. Puede que muchos no sobreviváis. Pero, si os mantenéis firmes en vuestra fe al Dios Emperador de la Humanidad, y actuáis de manera disciplinada, vuestro sacrificio no será en vano. ¡Recordad este día, pues hoy damos los primeros pasos hacia la victoria! ¡Por Sélica IV! ¡Por el Imperio!

Con esas aclamaciones finales, coreadas por la mayoría de los presentes, terminó la comunicación, tras lo que cada regimiento fue conducido a sus posiciones en primera línea para iniciar el asalto. 

Obedeciendo a nuestro Coronel, salto de la cama momentos antes, cuando se da la voz de alerta, quedándome ante mi litera en posición militar de firmes, al igual que mis compañeros de Regimiento.

Después, con gran velocidad y disciplina, estamos listos en el plazo indicado y estamos ocupando nuestra posición a tiempo para escuchar las palabrasm del Lord General.

Sonrío y miro con orgullo a los Lanceros Selicanos. ¡Se avecina una gloriosa carga de la caballería! ¡Hacia la victoria o la muerte!

Acababa de salir de las instalaciones del monitorum con mi nueva armadura, cuando fuimos requeridos ante nuestros mandos. En una explanada ya se encontraban alineados toda la caballería superviviente al ataque enemigo. 

El lord general empezó su discurso, todos esperábamos esas palabras, palabras de revancha y gloria, por fin llegaba el momento de reforzar nuestra leyenda. Saldríamos de las trincheras, galoparíamos contra el enemigo y demostraríamos a los extramundanos quienes éramos realmente.

- ¡Por Sélica!¡Por el Imperio!. Solo podía sonreír y unirme al conjunto de voces que gritaban al unísono. 

No se tardó mucho en explicar las órdenes: las fuerzas imperiales se volcarían en tomar una sección concreta de trinchera, la zona central, si es que conseguían llegar. Se rumoreaba que los escaneos orbitales habían tenido problemas últimamente para distinguir lo que había al otro lado de la tierra de nadie, aunque nada de eso estaba confirmado, y había toda clase de teorías al respecto.

De todos modos, eso poco importaba ahora. Era el momento de avanzar, y empezaron a hacerlo, caminando a buen paso a través del barro y los restos. 

Tras asegurarme de que las dos aves de monta selicanas están saludables y recuperadas tras las heridas sufridas en la batalla anterior, Bujold y yo pasamos varios días preparando y revisando nuestro equipo una y otra vez.

Cuando llega el momento de partir, estamos todo lo preparados que podemos llegar a estar.

Los lanceros llevaban sus monturas al paso, no muy lejos del resto de fuerzas imperiales, a las que se podía ver asomar de vez en cuando tras elevaciones fangosas, o cúmulos de niebla o humo aquí y allá. Un paisaje fangoso de pesadilla, donde las garras de las aves de monta a veces resbalaban o tropezaban, por el barro, los restos o cualquier otro detrito que poblara aquel paisaje inmundo.

Aquí y allá, en los cráteres, se podían encontrar cadáveres de soldados, y no pocos. En distintos estados de descomposición, y que parecían haber sufrido distintas muertes, algunos por disparos, otros por golpes... Y seguramente, alguno de ellos víctima del hambre o la sed, aislado en tierra de nadie. 

- "Una auténtica tierra de nadie... ¿Cuántos habrán muerto en este desolado páramo?" - Menciono de pasada mientras recorremos el poco auspicioso terreno.

La nueva arnadura aun no estaba ajustada convenientemente y el movimiento sobre la silla de seguro terminaba haciéndome una fea marca. En este páramo desolado Caiden era de los pocos que comentaba la situación. 

- Demasiados han muerto, por seguir a una causa equivocada. Al final ni nuestros descendientes sabrán la razón por la cual luchamos.

Seguís avanzando por tierra de nadie, y cambiando ligeramente el rumbo. El plan era formar un frente coordinado, con apoyo de varios regimientos complementándose entre sí, así que pronto la distancia entre las distintas unidades imperiales se acortó. Los penales marcharían al frente, distribuidos usando su gran número para ejercer de pantalla frente a posibles ataques. El resto detrás, especialmente los acechadunas.

Aquí y allá, algún blindado avanzaba junto a las formaciones, principalmente Leman Russ y Hellhounds. No es que estuvieran jugándose todo a una carta, pero desde luego aquel asalto no iba mal provisto… Incluso tenía posibilidades.

Sin embargo, las luces verdes que algunos vieron pronto fueron visibles para todos, como siniestros fuegos fatuos que parecían asomar brevemente aquí y allá. El terreno era más fangoso, el hedor era casi asfixiante y cierta neblina fétida parecía emerger del suelo, casi como el aliento pútrido de un cadáver. En esas condiciones avanzaban cuando escucharon algo. Lejana, como si procediera de un punto imposiblemente distante… Era una voz, una voz gargajeante y húmeda.

-Ilusos… Necios e ignorantes… Seguís a un cadáver muerto y marchito… No puede salvaros, este planeta ya ha sido salvado… Ya se ha decretado un nuevo maestro para los Selicanos. ¡Él nos salvará! ¡En la muerte y el renacimiento viviremos para siempre! Así que venid… Venid y moriréis. Y en la muerte viviréis para siempre… Pues su amabilidad no conoce límites, y a todos concede sus regalos… Bendito sea Nurgh-leth… Bendito sea…

- "Arggghhhh..." - Comienzo a sudar a borbotones y a sentir una creciente inquietud y desafección en el cuerpo.

- "Ma... Mallear... ¿Tú escuchas eso?" - Mi anterior resolución aristocrática parece haberse esfumado de un plumazo.

No había nada como volver a montar en las aves de guerra y salir al campo abierto para realizar una buena carga, pero el lugar no era lo mejor y estaríamos jugando a caer en una trampa del enemigo. Pensaba en esto cuando una trémula voz se escuchó por todo el campo .... nada bueno salía de eso.

- ¿A qué estamos jugando?. Agarro con mas fuerza el asta de la lanza y me preparo para un ataque cuando un escalofrío recorre mi espalda. - Lo he escuchado Caiden. ¿Lanceros habéis visto algo?.

 Recorro con la mirada una y otra vez el campo de batalla, sin haber visto nada solo hay una explicación. - Brujería. Digo mientras hago el símbolo del águila.

- "Maldición, maldición, maldición... Brujería... hechicería corrupta. Van a corromper nuestro bello planeta, Mallear..." - Barboto, bajo una neblina de sudor asfixiante.

- Caiden la verdad preferiría que solo fuese algún chisme traído de fuera del planeta, pero .... nuestra fe en el Emperador nos debe hacer fuerte en estos momentos. ¡Manteneos firmes muchachos! ¡El Emperador nos guía y nos protege!. 

Seguisteis avanzando, con el eco de las últimas palabras de aquella voz, obligados a juntaros más por las condiciones del terreno. Sin embargo, apenas un par de minutos después, los ecos malignos dieron paso de nuevo a la voz.

-Eso es… ¡Eso es! ¡Habéis venido!-dijo con auténtica alegría-me alegro de que os unáis a nosotros. Me alegro de que elijáis ser partícipes de sus grandes bendiciones… En la muerte encontraréis vida… Y en la vida, encontraréis muerte. ¡Bienvenidos al ciclo del renacimiento!-exclamó finalmente. Y con aquellas últimas palabras, la luz verde se intensificó, para luego desaparecer.

Durante unos largos segundos no ocurrió nada, y buena parte de los guardias presentes esperaban que siguiera así. Sin embargo, los Poderes Ruinosos parecían haber tomado tierra en aquel planeta, y pronto el suelo se estremeció. Al principio levemente, aumentando después, con burbujas y chorros de neblina saliendo del suelo pantanoso. Y, por desgracia para las fuerzas imperiales, no fue lo único que surgió.

Desde dentro de los cráteres, de entre el barro, del agua lodosa, de los restos de anteriores trincheras… De todos lados, se alzaron al cielo unas manos cadavéricas, manoteando para salir y dejar paso al resto de sus cuerpos. Los muertos se alzaron, por todas partes, a miles… Con una conciencia maligna brillando verdosamente en sus ojos muertos, descompuestos, pero animados con un siniestro propósito y aún más siniestro poder. Por los gritos que llegaban de detrás, parece que la retaguardia también se había visto sorprendida por aquel alzamiento masivo y repentino.

Ahora se trataba de matar o morir… Si es que aquellas cosas podían morir.

La visión de aquellas criaturas saliendo de la tierra me hizo agarrar el estandarte con más fuerza todavía. Me sentía mejor así, aunque la mano empezara a dolerme por la presión.

- Adelante, caballeros. Pensemos que en un mundo con estos horrores la muerte debe ser una liberación, no un castigo.

Preparo el revólver con la mano que me queda libre, mientras decidimos hacia dónde avanzaremos.

En algún momento estaría bien que alguien me explicase que narices hacia yo metido en semejante fregado y no cuidando de los heridos en un hospital alejado del frente y de los peligros , sin embargo esto es el ejercito y normalmente no se explican las ordenes simplemente se ejecutan y sin rechistar .Carne de cañón sin cerebro y sin futuro .

Apenas conseguía mantener el ritmo de los demás , bastante tenia con mantenerme en la silla y no perder la lanza que llevaba en el regazo así que ya me preocuparía después de preguntar a quien se le había ocurrido la brillante idea de embarcarme en una operación militar ..Entonces oí el nombre tres veces maldito :Nurgh-leth .Eso es lo único que podría hacer que se encendiese en mi el ardor guerrero que se presume en todo soldado .Desabroche la funda del  revolver y  comprobé que estaba cargado para lo que pudiese venir . 

- "Va... vamos a morir todos..." -

Con cierto temblor preparo y amartillo mi escopeta y empiezo a apuntar hacia la horda de no muertos animados más cercana.

- "Va... vamos a morir todos..." -

A todos nos llegara ese día y hasta puede que lo hagas en mis manos  pero hoy no toca morir  sino acabar con todo lo que apeste a Nurgh-leth. Replico  desenfundando el revolver y apuntando hacia esos muertos vivientes .Esos muertos cuentan con nosotros para que acabemos con su infame existencia 

Frederick  había acudido al campo de batalla lleno de ardor guerrero, deseoso de acabar con aquellos malditos traidores de una vez por todas, de dejar bien alto el apellido de los Almerthas, y de demostrar a aquellos extranjeros que la Caballería Noble Selicana se las bastaba y sobraba para ganar aquella guerra. Agradecía que los extranjeros aportasen sus conocimientos sobre los nuevos aliados de los rebeldes, pero aquel era SU planeta y SU lucha.

Pero cuando aquella siniestra voz incorporea resonó en las desiertas trincheras y los cadaveres comenzaron a alzarse, comprendió que los sermones de los sacerdotes sobre la vileza y depravacion del Enemigo no eran en absoluto exagerados. Si acaso se quedaban cortos. Y el odio que sintio por los rebeldes que habían invitado a aquella corrupción a su planeta no conoció límites.

- ¡Fuerza y Honor, Lanceros! ¡Por Selica IV! ¡Por Constantine! -