Partida Rol por web

Malek se quedó en su posición, aguantando todo aquel chaparrón de "mierda" que les caía, las sensaciones encontradas, los sonidos nauseabundos que hacían volar la imaginación de cualquiera, sin embargo, el tirador, mantuvo la mente en calma, recitando los salmos de protección en bucle, haciendo que de su posición sonara un bisbiseo constante que no cesaba y apuntó su arma en la dirección de la que provenía el estruendo provocado por la sierra.

¿¡Mais qu'est que c'ést!?! Mis expectativas quedan completamente desbordadas al tropezarnos con esa escena aterradora y perversa. ¡Qué parodia grotesca de una enfermería! ¡Qué médico deforme de pesadilla! Casi había conseguido olvidar la existencia de esos engendros deformes entre las filas de los traidores, y ahora me estoy encontrando frente a frente con quién sabe qué horrenda criatura que los hace por docenas. Con los ojos desorbitados, estrujo la carabina hasta que se me ponen los nudillos blancos

Y esa rata de nuevo...¿es este su amo? Eso explicaría el aspecto decrépito y enfermo, a juego con el resto de engendros. Se evapora mi preocupación por el estado del animal, para dar paso al temor a quién sabe qué enfermedades y putrefacciones repugnantes. No puedo dar otro paso adelante. Tembloroso, casi trastabillando, empiezo a retroceder. Sea lo que sea, es lo opuesto de un médico, es una fuente de enfermedad y pobredumbre parlante y ambulante. ¡No quiero pudrirme en vida! 

Ignorando la sensación en la boca del estómago, Paul hizo lo posible por sobreponerse a la pavorosa visión. Nunca le habían gustado en exceso los matasanos, y cuanto más lejos mejor, pero aquel engendro era la perversión de todo lo que un medicae imperial había jurado. Era su deber exterminarlo.

Haciéndole una seña a Helen con el mentón, prepararon ambos sus armas con la intención de dispensar la Justicia del Emperador en forma de fusión a aquella abominable criatura...

El olor a formaldehido y acero penetró incluso a pesar de la máscara, las cloacas, la putrefacción y lo que fuera que anidaba en sus pulmones. Arthur abrió los ojos con terror. ¿Sería acaso aquella su peor pesadilla? Casi no se atrevía a mirar hacia donde estaba la luz, blanca y mortecina, porque se temía lo que se iba a encontrar.

Una camilla metálica, instrumentos de tortura, una tonadilla alegre cantada por un sádico. Ya no estaba en la guerra, estaba en su peor pesadilla.

Estaba en el dentista.

El horror sacudió las filas imperiales mientras el ser seguía volcado en aquella tarea, fuera la que fuera. Abría, cortaba, pesaba, contaba y tomaba notas sobre lo que iba viendo, algunas musitándolas de forma audible con aquel repugnante canturreo.

-¿Tres pulmones? No no, mal, no es apto... ¿Y dónde está el hígado? Tsk tsk tsk, esto sigue dando fallos. ¡Bueno, no todo es malo! Hemos solucionado el asunto de los cuernos, este no tiene-dijo, aparentemente complacido con ese dato.

A pesar del sentimiento de repugnancia que amenazaba con invadir su estómago, Albius terminó de posicionar el arma con su compañero y con una calma pasmosa realizó los últimos ajustes a la misma. Desde donde estaba, el grandulón del treceavo tenía un ángulo de tiro casi perfecto contra aquel ser, por lo que apuntó con cuidado la mira y asintió a su compañero, que ahora sí, cogió el arma con el hábito que crea haber realizado la misma maniobra cientos de veces y la aseguró antes de la primera ráfaga. 

El señor Vespillo demoró unos segundos mientras giraba su casco hacia el otro grandulón, Marcus Severus, y le asintió, como indicándole que debían atacar los dos a la vez, cosa que confirmó el Sargento.

De nuevo se giró, recolocó la mirilla, y apretó el gatillo.

El estruendo resultante en una cámara cerrada y con sólo dos salidas que eran sendos pasillos fue ensordecedor, pero nada a lo que no estuvieran acostumbrados ya los integrantes de la dotación del arma pesada. La ráfaga fue excepcionalmente certera, y empezando por la cabeza, los proyectiles bólter hicieron una raya descendente casi perfecta en la espalda de aquel ser, marcando con explosiones los lugares de impacto.

Casi nada podría sobrevivir a una ráfaga así, y menos a dos, pero esto era una criatura del caos, y todos ellos sabían lo duras que eran, y más tras el encuentro en las alcantarillas con aquel demonio.

Era el turno de su compañero en armas pesadas. - ¡YA TE LO HE CALENTADO, SEVERUS!¡ÁCABALO! - 

Kolya se quedó parado a medio pasa, siendo incapaz de acercarse más a esa criatura pues empezó a tener flash backs del momento en que se cruzó con "él" u otro igual, en las alcantarillas del Punto Fénix. Estuvo a punto de morir y la enorme cicatriz de su pecho demostraba la pericia de los medicae y que el Emperador no le quería muerto, pero su miedo le superaba y estaba a punto de huir.

Respiró hondo durante un segundo.

-Vitaly acabó con uno de ellos él solo, así que con fuego pesado podremos con él, así que entre todos podemos con él -se repitió nervioso- eso seguro. Acabaremos con esa escoria porque el Emperador está con nosotros y el Emperador protege -hizo señas a los portadores de armas pesadas- mandadle al infierno del que salió.

A pesar de la repudia que provocaba en él la visión de lo que fuera aquella cosa, seguía siendo un soldado de élite del Imperio, de modo que, intentando que no se notara el temblor de sus manos, cambió de arma con Marius, pasando a empuñar el laser largo en silencio, ya que aquella criatura parecía no haberles detectado aún. Colocó la espalda del ser en su mira, tomándose unos momentos de más en centrarse, sujetar con firmeza el arma, y dejar escapar el aire en una lenta exhalacióncon la que esperaba tranquilizarse lo suficiente.

Muchos de mis compañeros se ven afectados por la impresión de la escena que tenemos delante pues no se puede negar que la herejía no solo se puede ver, sino que también se huele en el aire. Mantengo mi arma apuntando hacia el enemigo hasta que escucho que el Sargento Vladislovich indica que disparemos, por lo que aprieto el disparador pero, en vez del hermoso sonido de la munición saliendo disparada, llega a mis oídos el desagradable sonido de los casquillos atrapados en la recámara del arma.

"Mierda, mal momento."

Miro el arma para ver si puedo pedirle al Espíritu Máquina en el arma que me ayude a que vuelva a funcionar. No soy un técnosacerdote ni porto los óleos sagrados para hacer una plegaria apropiada pero tengo que creer que no me va a abandonar en un momento como este.

Temblando como una vara verde, alargo la mano, una vez más, hacia Gilbert.  -Es--tt-to-d-do o n-n-nada, mmon-am-mi!-  Reitero señalando.-Todo. "Situación concreta" ha dicho el sargento. Esta es, ciertamente, una situación horriblemente concreta y real, por más que deseo que sea una pesadilla. ¿Qué podría ser peor que este horror? Las meras balas no lo van a alejar, estoy seguro. He de mantenerlo lejos de mí, de nosotros, por todos los medios.

Trato de fijarme cuidadosamente en ese aterrador carnicero palpitante (pese a mi horror) para no fallar, e inicio las hostilidades antes de que se percate de nuestra presencia, lanzándole una granada con todas mis fuerzas, que estalla sobre su espalda deforme y llena de bultos mientras Gilbert abre fuego como puede. 

Malek, que había estado apuntando, no dudó, apretó el gatillo de su arma contra aquella abominación que encarnaba el mal por sí mismo, al menos, a su entender. Llevaba ya varios segundos con su enemigo en el punto de mira, por lo que cuando vio el movimiento del resto de soldados y escuchó las advertencias del sargento, Malek se encomendó al Dios Emperador y disparó un certero haz contra el humanoide. 

Fedor sintió un escalofrío al ver aquella... cosa. El miedo que le generó impedía que el lantanita pudiera acercarse a él, pues todo en él lo repelía. Y ni falta que hacía el acercarse a aquella abominación. Olga podía dar buena cuenta de él desde lejos, muy lejos. Por ello, sencillamente, ya portándola en el hombro desde que iniciaran la exploración de los túneles, cargada con uno de los misiles perforantes, solo tuvo que apuntar, musitar una plegaria al Emperador y disparar contra el ser. Pero pareciera como si estuvieran lejos, muy lejos del manto protector del emperador ya que el misil pasó lamiendo el hombro del ser, pero no lo impacto al pasar de largo.

- ¡Liud, mete otro!

Nop.

Nada.

No.

Niente.

De eso nada. Pasen los zombis podridos, pasen las trincheras eternas, pase luchar contra demonios y encararse a tanques, pero no iba a ir al puto dentista. De eso nada.

Arthur se dio la vuelta y retrocedió hasta más allá del túnel. Ni de broma se quedaría cerca de ese tipo.

Parecía que la cosa seguía trabajando, pero por como esquivó la granada krak de Jean era evidente que estaba sobre aviso de lo que ocurría.

-¿Es que no veis que estoy trabajando? ¿No podéis esperar ni un poco a que os atienda?-preguntó irritado, volviéndose hacia vosotros. No veíais el rostro de aquella cosa, si es que lo tenía, pero de algún modo intuíais que no tenía boca alguna. Como se comunicaba era un misterio que no queríais desvelar, así como tampoco deseabais las "atenciones" de aquel ser.

El disparo de Malek perforó con fuerza el traje, sin embargo, con sabandijas de aspecto infernal escapándose por el agujero del mismo como si fuera un chorro de sangre de una herida.

-¡Por el Abuelo, así nunca voy a terminar esto a tiempo!-se quejó, avanzando en busca de cobertura tras un estante y dirigiendo un dedo hacia una de las amenazas evidentes, el artillero Albius. Del extremo del mismo surgió un chorro a presión de algo inmundo que había dentro del traje, como si hubieran pinchado un globo relleno de grasa, solo que aquel semi-líquido tenía un aspecto infinitamente más peligroso y que empezó a corroer todo lo que tocó.

Sin embargo, aquello terminó rápidamente, con el bólter de Albius tronando y despedazando a aquella cosa. Pronto no quedó nada más que restos del traje de contención y algunas alimañas escurriéndose por dónde podían.

-Ugh... Ooootro retraso... Esto me va a costar una bronca del resto...-se quejó aquella voz, aunque esta vez se escuchó lejana y opacada, como a través de una pared, y debilitándose conforme hablaba.

Los disparos empezaron a llover sobre la abomincación, acabando con ella y disipando su forma, que simplemente acabó por desaparecer tras el humo de las explosiones de la ráfaga de Albius, no sin que antes tratara de atacarles con algún líquido corrosivo del que prefería no saber nada.

A pesar de que ya no estaba la criatura, la sala no dejaba de resultar aterradora, y hubiera dado cualquier cosa por no poner un pie en ella, pero se recordó que era un Enviudador, un soldado de élite del Emperador, y que lo habían entrenado para hacer  frente a los mayores horrores de la galaxia y sobrepasarlos o morir, de modo que, conteniendo la respiración, empezó a andar hacia aquella especie de mugriento laboratorio .

El ser se giró más rápido de lo que su estado y tamaño daban a entender, y con sobrenatural agilidad se parapetó tras un estante y señaló al enviudador que reaccionó por instinto agachando su corpachón y el de su compañero en un "cuerpo a tierra" de manual, todo ello antes de que a Albius le diera tiempo a apretar el gatillo. El chorro salpicó algunas partes del arma dejando algún pequeño agujero en las partes más estéticas del arma, pero por la gracia del emperador la gran mayoría del mejunje maloliente y asqueroso pasó por encima, justo donde Albius estaba unos momentos antes y golpeó la pared, produciendo un siseo mientras devoraba la materia inerte provocando un enorme agujero que se agrandaba con el paso de los segundos.

Los dos enviudadores se levantaron como un resorte y tras coger el arma de nuevo, ahora sí, pudieron accionarla. Con un estruendo el arma comenzó a disparar y tras la ráfaga, sólo quedaba una pasta difusa en el aire que se iba deshaciendo poco a poco mientras la voz del ser parecía difuminarse y alejarse. 

Ambos hombres parpadearon unos momentos y prestaron atención al entorno, pero no parecía haber ningún otro peligro, aunque a pesar de ello, Albius no descuidó su vigilancia. - Sargento, mantengo cobertura. Pueden avanzar. - 

Para eso estaba su arma pesada, para reventar enemigos y cubrir a sus compañeros mientras avanzaban....

Malek, sin enemigos a la vista, se quedó donde estaba, vigilando el frente. Era innegable que a quien acababan de exterminar resultó ser una criatura de lo más extraña, humanoide, sí, pero destilaba un aura de vileza pura que le costó soportar. Se quedó preocupado, observando de reojo los restos de ese líquido que parecía peligroso - no creo que debamos tocar nada - sugirió vigilando el frente - les cubro - informó con el ojo puesto al frente, listo para disparar a la menor señal de enemigos.