Partida Rol por web

Se sonrió, casi a su pesar.

-No desde la Schola.

La altura le hizo dudar un poco más. Salvo que lo hiciera muy muy mal, la caída no debería reabrirle la herida, y él mismo se había asegurado de estar en estado operativo. Por supuesto "operativo" no significaba "óptimo" y significaba más bien "puede mantener un rifle y matar a gente con relativa competencia", no se ajustaba tan bien a esfuerzos concentrados extremos como aquel.

*ghooofff*

Dos segundos más tarde, agarrándose las rodillas y consiguiendo no empotrarse en el suelo (al menos había conseguido caer sobre sus pies) se maldijo por tener razón SIEMPRE. No se había abierto, pero por Dios que dolía como si lo hubiera hecho.

La hostia me había destrozado las piernas, "Si señor, lo intentare la proxima prueba" y con esas me preparo para la siguiente prueba, aunque el daño del golpe anterior sigue fastidiándome para ir a la siguiente prueba, ya que parecía que ha este paso pedía la camilla de antemano.

El portador del arma pesada del regimiento esperó su turno con paciencia, viendo como sus compañeros, uno tras otro, saltaban y fallaban en el aterrizaje. Intentó hacerlo bien durante su salto, por resarcir de alguna forma el honor del regimiento, pero la altura extra y la sensación de caída pudo más que él y entendió perfectamente la dificultad con la que se habían encontrado el resto. - ¡Maldita sea! - rezongó, al caer cuan largo era al suelo al aterrizar mal, haciéndose algunas magulladuras en el proceso. 

Había intentado absorber el golpe al caer, rodando, pero en lugar de rodar, se lanzó hacia adelante sin contar con la velocidad extra que llevaba, y no le dio tiempo a voltear, simplemente, golpeó con ambas piernas primero y luego se echó hacia adelante estampándose contra el suelo de pleno, pero a un poco menos de velocidad. 

Eso sí, había sido un "cuerpo a tierra" con todas las de la ley. 

Uh oh. Con mas altura la cosa cambiaba y se demostraba que la cosa se podia poner seria. Tras un golpe y un revolcón por el suelo, Flavia salió con el orgullo herido.

-Hmmmm...-mascullo algo mosqueada por el ejercicio, comentando en voz baja: nos va a a hacer repetirlo, verás. 

-Vale, esta no ha ido tan bien. No se culpen, era previsible... Y para eso están aquí. Para aprender y reducir las posibilidades de matarse ahí fuera-replicó el instructor. Habían sido varios saltos seguidos, y en general habían brillado menos que la vez anterior, sobre todo Flavia. 

-Bien, observen a Pherson, ahí arriba. ¡Pherson, tírate!-exclamó hacia el hombre que había quedado arriba, una vez todos estuvieron listos para ver como lo hacía. Y este saltó, procurando aterrizar de modo que amortiguaba la caída rodando... Y, aparentemente, con bastante éxito. 

-De momento, sin aparatos de amortiguación, así es como deben aspirar a saltar. Sé que acercar la cabeza al suelo es contraintuitivo, y que van a preferir romperse las piernas que pintar el suelo con sus sesos... Pero, si lo hacen bien, no tiene por qué ocurrir ninguna de las dos opciones. Pherson, repite el salto un par de veces más, que te vean bien. Después, vuelven a ir ustedes, aprovechen para reposar y dar algo de alivio a sus músculos. 

La verdad es que entre los 2 saltos había acabado bastante destrozado, pero nada grave, este segundo golpe que me había dado al caer no era muy distinto a todo lo que había aguantado antes en los entrenamiento de la scholam, por lo que lo aguanto sin problemas, pero aun así miro al tal Pherson, parecía ir en contra de la lógica ir de cabeza, pero la verdad es que si lo recomendaban, era por algo, así que no me iba tener que probarlo para la próxima prueba.

Quintus se fijo bien en la técnico de Pherson ante de volver a sujetarse el arnés para subir a la plataforma de salto, al parecer el truco era dejarse caer y rodar. Siguiendo las indicaciones del instructor se dejó llevar y buscó que la inercia al caer le precipitara con la cabeza por delante, todo parecía ir bien aunque el Enviudador no había calculado la velocidad de giro producida por la altura y acabó rodando fuera de las colchonetas llevándose por delante alguna de las cuerdas e sujeción y a alguno de sus compañeros si estos no hubieran estado atentos. La caída fue más aparatosa que dolorosa, Quintus se levantó sin más chasqueando la lengua maldiciendo para si misma, casi lo tenía pero le faltaba el casi.

Magullado, y sólo herido en su ego, Albius prestó atención a la demostración de Pherson. Realmente impresionaba verlo caer y girar a esa velocidad, rodando hacia adelante con destreza y levantándose con el mismo movimiento. 

Tras un par de demostraciones más, que se repitieron casi calcadas, les tocó el turno de nuevo. Quintus fue el primero en probar, y casi le salió bien, pero rodó con más fuerza de la prevista y casi se estampó con la inercia que llevaba. Tras él, Albius se animó y subió, repasando mentalmente los movimientos, pero no muy convencido en cuanto llegó arriba y miró hacia abajo mientras le ajustaban el arnés. - Mierda Albius, que no se diga. - y saltó. 

Al llegar al suelo trató de rodar, y rodó, pero en lugar de hacerlo elegantemente como había hecho Pherson, se estampó de espaldas, cayendo con todo su peso, sin terminar de hacer el movimiento bien y quedándose allí boca arriba, boqueando como un pez por la falta de aire. 

Tras unos segundos dolorosos donde los oídos le pitaba, aceptó la mano de Cayo y se levantó. - No es fácil. - dijo a modo de comentario, por decir algo. 

Tras el trastazo Flavia miró a sus compañeros, humedeciéndose los labios. Joder, que bien le habría sentado fumarse algo ahora entre salto y salto; si conseguía salir de aquí con la cabeza en su sitio quizá lo mejor sería tener algún puro Selicano de esos que se agenció hacia días…

-Nico, luego tenemos que buscar un puro.- Le dijo al medicae.- Mírame el cocotazo que me he dado.- Dijo inclinándose para que pudiera verle la cabeza, donde se había dado un coscorrón al caer mal la anterior vez. Se puso la manaza varias veces nerviosa, a ver si había sangre. No entendia porque había que hacerlo, pero se hacía.

-Pues ya han visto como va la cosa. Les vuelve a tocar. Mientras, Leroy va a ir calentando los juguetes con los que saltarán-dijo el líder del ejercicio, indicando con un cabeceo que volvieran a subir. Mientras, otro de sus hombres se acercó a unas cajas de las que empezó a sacar una serie de gravchutes.

Ahora tocaba poner en practica todo lo que había visto, pero parecía que todavía se me escapaban algunas cosas, pues el suelo era quien me confirmaba que había fallado al tirarme.

De nuevo el instructor, apenas dándoles unos momentos para prepararse tras la demostración del otro instructor, les pidió que volvieran a saltar. 

Dicho y hecho. Cayo subió primero, lanzándose y dándose un costalazo de aúpa. Sin pensarlo, Albius saltó detrás, apenas se hubo quitado Cayo de en medio y tuvo Albius los arneses puestos de nuevo. 

Para su sorpresa, cuando todo terminó se percató de que había caído bien, absorbiendo parte del impacto al caer con ambas piernas bien posicionadas, algo separadas, y flexionándolas, e inmediatamente después rodando hacia adelante tal cual había visto al instructor, zambulléndose con el mentón pegado al pecho y atacando la vuelta con el hombro, para acabar en pie casi sin esfuerzo de la misma inercia que llevaba.

- Bueno. Pues ahí lo tenéis. - dijo, mirando con una sonrisa boba a sus compañeros. Al parecer, el no pensar le había dado resultado, su cuerpo había reaccionado sólo. 

Tenía más golpeado el orgullo que no el cuerpo, vio caer de nuevo a Cayo, y como luego Albius lo lograba.-¡Ahí lo tienes hermano!¡Caes a plomo como una piedra, pero ruedas con cierta gracia!-Quintus procuró seguirle el ritmo deseoso de imitar la hazaña de su compañero, pero en la prisas uno de los cables se le entrecruzó en las piernas tirando de él hacia arriba. No llegó a tocar la colchoneta he hicieron falta dos instructores para bajarle de la incomoda posición cabeza abajo en la que se había quedado.-¡Malditos sean todos esos herejes, al menos si caigo que sea de cabeza para llevarme un par por delante!.- maldecía en voz alta mientras lo iban bajando. Al salir de área salió cojeando profusamente, el tirón de la soga sobre la pierna había sido muy brusco, de no haber llevado la armadura bien seguro le habría quemado como el demonio allí donde hubiera mordido la piel.

Flavia volvió a aterrizar mal esta vez, doliéndose al levantarse y mostrando una mirada tensa.

-¡Agh…! A este paso terminaremos cavando tuneles con los lantanitas en vez de volando por los aires.

Por prácticamente un tecnicismo, Nicodemus había sido el que menos mal había caído, siquiera porque de otra forma se hubiera abierto por la mitad en lugar de simplemente refrescar sus heridos y caer al suelo en una fiesta de sangre y musculatura viva revelada.

"Mírame el cocotazo que me he dado"

La miró por unos segundos, primero en la frente, y luego en los hombros. Apoyó el pulgar en la parte derecha de la nariz y le apartó la cabeza, no sin delicadeza, para poder mirar.

-Nah. No hay traumatismo. No hay secuelas. Funcional. Vamos.

Dijo "vamos" pero no las tenía todas consigo. Su cerebro era prácticamente lo único que tenía a su favor, y en aquellos tiempos en los que los números de la unidad estaban cada vez más contados, ni que decir tenía el número de oficiales médicos, comprometer cualquiera de estos números era un riesgo imenso. Aun así, se puso en cuclillas y se preparó a saltar, repitiendo el procedimiento que se había dicho. Tenía la poco usual ventaja de que gran parte de su entrenamiento in situ consistía en desplazarse hacia un punto lejano con la cabeza gacha y ponerse en cuclillas lo más rápido posible, así que su cuerpo realizó la voltereta y acabó apoyado con las manos extendidas en el suelo tras haber realizado el salto de manera más que aceptable.

Con una ligera sonrisita de triunfo, se limpió la tierra de las manos, se sacudió las fatigas y no dijo nada más.

-Podría ser mejor, pero bueno... Solo tendrán que recurrir a esto si el aparato falla-replicó el instructor, encogiéndose de hombros e indicando a todos que se acercaran tan pronto hubieron recuperado un poco el aliento. Ante ellos, el tal Leroy llevaba un arnés doble de aspecto recio, unido a lo que parecía un motor con un par de toberas de reactor.

-Les presento el paracaídas gravítico modelo Apolo, una de las maravillas que nuestros aliados de Marte nos dejan usar a veces. Se parece, en cierto modo, a las mochilas de salto que puede que hayan visto en algún holo video propagandístico a los Ángeles del Emperador, benditos sean, pero con mucha menor potencia. Así que si pensaban saltar de un lado a otro, pueden irse olvidando. 

-No, el objetivo de este maravilloso aparato es lograr que no acaben hechos papilla en el suelo. El funcionamiento no podría ser más simple: pulsan el botón de encendido, situado aquí... Y ya está, en marcha. La palanca de control del brazo extensible les permitirá un manejo más preciso de la caída, y viene a ser todo lo que necesitan saber. Cualquiera puede usar este cacharro. Cualquiera. Saber usarlo bien... Bueno, ese es otro tema. Y para eso están ustedes aquí. Acérquense a la caja, pónganse uno y empecemos a movernos. Al principio van a saltar por instinto, pero saldrán de aquí sabiendo manejarse.

Albius animó a sus compañeros, lo hicieran bien o se metieran un buen trastazo contra el suelo, y abrió mucho los ojos al ver el aparato que les estaban mostrando y poniendo a su disposición. Aquello era tecnología de la cara, para los niños mimados de la guardia. 

Dudaba que aquella cosa le mantuviera en el aire a él, tan grande y pesado como era, y más con todo su equipo encima, pero las palabras claras y decididas del instructor, más la pinta de Leroy con aquello puesto, le hicieron pensar que ellos sabían de lo que hablaban y él no. - Yo primero. - dijo, ofreciéndose voluntario como conejillo de indias para el resto. Algunos estaban algo tocados y necesitaban un tiempo extra para recuperarse. Él se lo daría. No temía a nada.

Por algo empezaban a llamarlo, haciendo su mote más largo, "El Enterrador Sin Miedo".

Sin prisa, pero sin pausa, se puso aquel cacharro y se abrochó todas las correas, comprobándolas dos veces antes de pasar a la siguiente. Una vez enfundado, se encomendó al Dios Emperador y saltó de la plataforma, siguiendo las instrucciones que les habían dado. - Botón para activar, mando para dirigir...-

Al principio parecía ir bien, el cacharro se activó y Albius frenó casi en seco su caída, pero eso hizo que el grandullón pulsara de nuevo el botón, apagando el motor en el proceso, y soltara la palanca, confiado en que ya estaba todo hecho y sólo tenía que terminar de caer. Craso error. 

Cayó a plomo, sin poder hacer nada para evitarlo, así que en el último momento intentó minimizar el golpe, tratando de absorber con sus piernas, haciendo una sentadilla controlada, la mayor parte de la inercia del impacto. No podía rodar, pero tenía las piernas muy fuertes de tanto cargar con aquel bólter pesado, y si alguno de los presentes podía realizar semejante proeza de fuerza, era él. 

Una vez lo bajaron llegó cojeando hasta la fila, no parecía grave y mientras el sargento instructor daba las explicaciones pertinentes sobre el manejo de los Apolo Quintus pudo relajar la pierna. Esta vez no fue el primero, esperando a ver si ya podía afianzar bien el paso. A medida que se empezaba a enganchar las correas de sujeción iba tanteando si el peso de la armadura y el de reactor no iban a ser demasiado para la posible lesión, gracias al Emperador no hubo problema alguno y se encaramó por la escalera sin pensar.

Desde una perspectiva privilegiada pudo ver la estrepitosa caída de su compañero, en cuanto este se retiró de las colchonetas y pudo moverse por si mismo estuvo claro que no era nada grave.- ¡Cuidado abajo!- gritó antes de saltar al vacío. Encendió el único botón del paracaídas gravítico e intentó compensar la caída tirando del mando hacia arriba con suavidad notando como poco a poco el calor en su espalda aumentaba de intensidad. A unos escasos dos metros del suelo se hizo patente que Quintus le había pillado el truquillo, redirigiendo la caída hacia el centro de la diana pintaba en la colchoneta mientras con la mano libre saludaba marcialmente al resto de miembros de la compañía.-¡Chicos! De aquí salimos siendo Enviudadores con alas, a este paso tendremos que llamarnos la unidad de la Muerte Alada. Eso si el Enterrador nos se nos queda por el camino ¡venga Albius hostia!¡qué no se diga!.-Quintus no se mofaba del patinazo de su compañero, al revés tan solo trataba de picarlo para sacar lo mejor de él. Una especie de macabro juego mucho más laxo que el dispensado en la Schola.

Ahora tenía que saltar con el paracaídas gravitico, con la suerte que había tenido, me daba miedo usarlo, la verdad es que estaba por decir que Nicodemus me esperara abajo, para cuando me estampe, pero la verdad es que por orgullo me lo iba a callar, solo esperar que esto no me llevara con el emperador. 

Una vez en el sitio de salto, me preparo, iba a hacerlo como me habían enseñado, manteniendo la calma y haciendo todo lo que decía el instructor, pero para mi desgracia, una vez que estaba en el aire, mi mente se nublo y me empezó a decir, "te vas a estampar, serás sopa de Cayo" y cosas por el estilo, me habían entrenado para tomar posiciones difíciles y usar explosivos, y en esos momentos, mantener la calma, pero nunca sin tener suelo debajo de sus pies, y tal como cabría esperar, se dio de bruces contra el suelo.

Flavia agradeció que Nicodemus le echara un vistazo palmeando el hombro de este, eso si, con cuidado, no fuera a desmontarlo.

-Gracias doc.

Tras la explicación Flavia aguardó a su turno y se ajustó las cinchas del Apolo, esa maquinaria que la permitiría aumentar la maniobrabilidad en el campo de batalla. Se preguntaba cómo podría hacer algo así con el lanzamisiles a cuestas, y si Desiderius sabría acompañarla, sin quedar a varios metros de distancia o directamente tras las líneas enemigas…Pero era lo que habían mamado desde pequeños, y la guerra era así, ningún plan sobrevivía al enemigo había escuchado decir varias veces.

-¡Un dos…tres!.- Contó antes de saltar. Al aterrizar lo hizo estrepitosamente, con la maquinaria aun soltando calor detrás de ella puesto que Flavia se había agarrado a lo primero que pillo a mano ante el batacazo que la esperaba.