Partida Rol por web

Fedor casi había agotada su ya exigua munición. Que pidieran a intendencia más munición, si es que era posible, se le antojó mandatario. Pero él no era oficial, así que una vez que hubo informado se retiró a su puesto, sentándose en el suelo y apoyando la espalda sobre los sacos de arena junto a Liudmila que rezongaba algo también en la misma línea.

El emperador proveera, se dijo. Y si no, arrojaremos piedras.

Los zapadores heridos, entre los que se encontraba Atkin, fueron abandonando disciplinadamente la trinchera hacia el búnker enfermería. Por el camino, recogían las chapas identificativas de aquellos que estaban muertos, por si les eran requeridas, y eran más de las que le gustaría a cualquiera para un primer enfrentamiento. Pero, probablemente, la guerra de trincheras era así. 

Después de ayudar con los cuerpos y trasportar a los heridos a lugar seguro Yuri volvió a su posición oteando el horizonte con su querido bolter, hasta que le requirieran en otro sitio o hubiera otro asalto.

Finalmente terminaron aquella tarea, mientras seguía el silencio de radio. Si había nuevas órdenes, desde luego no habían llegado a la trinchera. 

Aún quedaba por retirar los cuerpos de los herejes, pero él no pensaba dar esa orden ni de coña, por lo que se acercó al comisario.

-¿Qué hacemos con los herejes? ¿Los amontonamos y quemamos o los dejamos hasta que digan que hacer con ellos? -no quería que el comisariado dijera algo respecto a tocar o acercarse a los cuerpos de los traidores y que les acusaran de herejía o algo peor.

Escuche a mi sargento y ante la posibilidad de que el Comisario dijera que los amontonáramos, me aventure a decir:-Creo que cuanto menos los toquemos mejor, yo los quemaría donde han caído, hacemos una antorcha y vamos quemandolos, con dos vigías o cuatro que oteen el horizonte por si apareciera el enemigo, mi Sargento. Así evitaremos la contaminación para mayor gloria de nuestro Dios-Emperador.

El comisario miró durante unos segundos a Kolya, y luego a Yuri, para después posar la mirada sobre los cadáveres, frotándose la barbilla con gesto pensativo.

-No os voy a engañar, yo tampoco querría tocarlos demasiado. Quién sabe qué clase de cosas traerán en sus cuerpos... Pero no podemos quemarlos donde cayeron, el fuego podría descontrolarse. Que alguien vaya a buscar unas palas, o unas barras de acero, algo con lo que poder levantar los cuerpos, y una carretilla. Los meteremos en ella procurando no tocar y los quemaremos en algún punto seguro. 

-A su orden, Comisario -dijo Kolya antes de girarse en busca de unas palas mientras señalaba de forma aleatoria a varios hombres- buscad palas para mover los cuerpos herejes y un par de carretillas. Quemaremos y situaremos los cuerpos y los quemaremos haciendo marcas de unos cinco o diez metros para poder calcular mejor la distancia -esbozó una sonrisa- informaré a los cuerpos de artillería por si les sirve para apuntar mejor.

Miro a Koyla y le digo:- Señor, yo ayudo a recoger y quemar los cadaberes o me encargo de protegerlos?, lo pregunto porque mi arma posee un gran alcance pudiendo cubrir a nuestros hombres a 600m.

-Yuri, tu mantente en posición y si el enemigo aparece de nuevo intenta mantenerlos a raya en lo que volvemos a la trinchera.

- Si señor!, les meteré las balas por el culo si hace falta.

Fedor no dijo nada ni hizo nada al respecto. Desde su posición, sencillamente, esperó. Tenía un arma pesada y si hacía falta utilizarla había que hacerlo con tiempo. Observó levemente como apilaban en un rincón a los herejes, posiblemente para pegarles fuego posteriormente, no obstante su mayor atención se fijo en las dunas del horizonte, hacia los traidores. Por donde llegaría la siguiente oleada enemiga.

Los lantanitas obedecieron con rapidez, y consiguieron dar con unas cuantas herramientas apropiadas para la tarea. Procurando no tocar mucho los cuerpos, que con un examen más cercano parecían estar realmente en un estado de higiene y salud deplorable, los fueron apilando siguiendo las órdenes de Kolya, para prenderles fuego después. 

Para ayudar con la retirada de los cadáveres herejes, otro zapador de retaguardia acude con una de las carretillas, el especialista en armas Vitaly Lazarevic. Lo cierto es que el combate ha debido ser intenso, y hay varios cadáveres de traidores que mover, aunque te han informado de que lo hagas con cuidado y procurando no tocarlos mucho, usando las palas que traéis. 

Tanto el sargento Vladislovich como el comisario Litvinenko están allí, vigilando el desarrollo de la operación. 

Hrmph... cor-ta-te! - gruñe Vitaly mientras parte la pierna del cadáver de un traidor para poder manejar el desojo con más facilidad. 

Hacía lo posible por no quejarse demasiado, sabiendo que el comisario Litvinenko estaba por ahí, pero no podía dejar de pensar que el debería haber mandado alguno de estos repugnantes herejes a la zanja a la que iban a acabar. Aunque no iba a negar que agradecía los periodos de inactividad, donde podía dejar de pensar que iba a morir en cada momento.

Intentando no pensar demasiado, por si su expresión facial revelaba algo que al comisario no le gustase, seguía con su trabajo, intentando no fijarse demasiado en Vasili y en como estaría haciendo su trabajo.

Kloya cogió el comunicador para ponerse en contacto con el Alto Mando.

-Mando, aquí Trinchera Lantanita. ¿Seguimos en guardia? ¿Ha terminado el ataque? Pido permiso para ir a intendencia y recuperar la munición gastada en la defensa.

Sabía que era demasiado formal todo; pero con tantos regimientos y mandos, con tantas unidades y tipos por todo ese lugar, había que seguir el protocolo al pie de la letra, por mucho que le escociera.

Dio una larga calada de su cigarro de lho mientras miraba al horizonte, como si esperara que le cayera una bomba o llegara otro asalto.

Esta vez no es el Lord General el que responde, aunque su voz puede escucharse de fondo, dando órdenes y discutiendo con otras voces. 

-Aquí el mando, espere por favor-dijo, y tras una breve pausa, volvió a hablar-las órdenes siguen siendo las mismas, parece ser que queda algún foco de actividad hereje. Mantengan la posición y las armas listas. 

-Gracias Mando -dijo sin más antes de cortar la comunicación- chicos, algunos aún no han terminado su trabajo, por lo que tenemos que mantener la guardia. A ver si podemos ir a por munición y demás en breves.

Vitaly mantiene la cabeza baja, y sigue trabajando, como es debido. No le concierne especialmente el tener que mantener la guardia, y tampoco cree que vaya a pasar nada inmediatamente; los cobardes herejes habrán aprendido su lección y preferirán atacar regimientos mas débiles, como los de Fezzorn. 

El comisario observa, con gesto serio, como la trinchera vuelve a quedar en un estado aceptable, o al menos todo lo aceptable que un agujero fangoso puede ser. Lo cierto es que parecía relativamente satisfecho con la actuación del regimiento, y su presencia no parecía tan amenazadora como lo era la de cualquier comisario en la mayoría de situaciones. Mientras tanto, los zapadores terminan aquella tarea y vuelven a la labor de vigilancia, con las armas listas por si volvieran los enemigos del Emperador.