Partida Rol por web

Cuando atravesamos las trincheras podía sentir como a Friedrich le temblaban las piernas. Era muy probable que la única razón por la que no había salido corriendo fuese porque tenía más miedo de mí que de lo que hubiese en el frente. Al ver que del asalto enemigo quedaba un blindado, agarré del hombro a aquella desgracia humana que tenía por hermano y asistente, y comencé a avanzar lentamente por la trinchera.

- Te juro por todos los Adepta que como salgas corriendo ahora, el Comisariado va a ser la menor de tus preocupaciones. - Mascullé hacia Friedrich, mientras, pegada a la pared de la trinchera, buscaba con los ojos al oficial al mando. Con buscar un poco, vi al Sargento dando órdenes, y tomé de mi chaleco una de las granadas krak. Parecía que iban a hacer falta.

- ¡Sanitaria Schuyler lista para el servicio, sargento!

De momento esperaría. Era difícil ver si había heridos a través de las trincheras, pero si no había ninguno, serviría como cualquier otro Guardia.

Otro disparo certero de rifle de fusión hizo pensarse las cosas al conductor del blindado, que dio media vuelta, alejándose de aquella trinchera prácticamente a toda la velocidad que podía. Sin embargo el artillero de la torreta aún tenía un regalo de despedida, y volatilizó a uno de los soldados con uno de los proyectiles del arma. 

Puede que salgamos con bien de esta, después de todo. No es momento de aflojar

Paul disparó de nuevo al blindado que huía. Si había suerte podría inmovilizarlo y sus compañeros podrían acabar con los pasajeros...

Escapan... Cobardes. Bueno, toca hacer nuestro trabajo.

- ¡Mueve el culo, Friedrich, tenemos que llegar a la primera línea, vamos, corre! - Con estas palabras voy empujando a mi hermano. Preferiría ir delante, pero si le daba la espalda mientras íbamos de una trinchera a otra, era posible que echase a correr. Prefería tenerlo en frente.

El blindado se batía en retirada comprendiendo que, a pesar de haber sufrido horrores con la artillería, estábamos bien pertrechados y si seguía cerca íbamos a terminar por hscerlo estallar.

- ¡Qué no escape! ¡Reventadlo!

Vocifero para que todos los soldados fueran conscientes de que debíamos aprovechar nuestra oportunidad de acabar por completo con el.

Paul volvió a apuntar y disparar, y esta vez el impacto atravesó limpiamente una de las orugas de lado a lado. Más debió hacer algo más que eso pues empezó a avanzar descontrolado y dando bandazos, hasta que finalmente volcó, quedando con las orugas orientadas al cielo, su torreta totalmente destruida. Sin embargo, puede que la tripulación siquiera viva. 

Bien, otra marca en el lateral de Drakken pensó Paul mientras se colgaba al hombro el rifle de fusión y sacaba su fiable rifle láser. Mejor prepararse para cuando esos herejes salieran arrastrándose de su destruido cascarón. Klaus se ocupaba habitualmente de esos menesteres, pero el desdichado había muerto sin ni siquiera tener la posibilidad de dispensar la Justicia del Emperador a uno de los servidores de la Ruina.

Así que me ha dejado a mi el doble de trabajo. Haré todo lo posible para igualar el tanteo.

-¡Sanitario! ¡Aquí! ¡A ver si puede hacer algo por el sacerdote! llamó al ver que alguien con el distintivo del Medicae se acercaba por la trinchera.

- ¡Voy! - Parecía que si que había heridos. A toda velocidad, me acerqué al sacerdote tirando de mi hermano y haciéndole agacharse junto a mí en la trinchera.

Al llegar, me puse a inspeccionar el estado del sacerdote. Habría que ver si se podía hacer algo.

- ¿Puede saberse que le ha pasado al sacerdote exactamente?

Mientras la sanitaria iba atendiendo a los heridos, yo observaba con atención el transporte a la espera de si salían los tripulantes o el humo se terminaba de disipar y revelaba nuevos enemigos.

- ¡Todos atentos en vuestras posiciones!

Les advierto mientras preparo yo también el rifle. No podíamos relajarnos.

- ¿Puede saberse que le ha pasado al sacerdote exactamente?

-Parece un caso claro de sobreexposición a multiláser. Pero ¿qué sabré yo? No soy medicae... contestó Van Horst, haciendo uso de su más negro humor. Haz lo que puedas por él dijo, hablando ya en serio y sin quitar el ojo de los restos del blindado enemigo.

El comisario observó con su crudeza habitual el campo de batalla desde su posición. No parecía contento (pero el viejo Faustus nunca lo parecía, así que eso no era nada nuevo), pero tampoco parecía enfadado, ni que estuviera pensando en ejecutar a nadie. Eso eran buenas noticias. Del blindado enemigo en sí, seguía sin salir nadie, parecía totalmente "muerto". 

Parece que no van a salir dijo al fin Paul dejándose caer dentro de la trinchera. Luego con tristeza, procedió a arrancar las chapas identificativas del cuerpo inerte de Klaus.

El Emperador te tenga en Su gloria, hermano dijo dirigiendo una breve plegaria. Todavía no sabían si el sacerdote lo conseguiría, así que la oración de Van Horst tendría que servir.

A continuación, intentó encenderse una varita de lho que había conseguido escamotear. Pero estaba demasiado húmeda y tras varios intentos de prenderla acabó tirándola al suelo y pisoteándola furioso. Se detuvo cuando vio que los soldados más cercanos le miraban extrañados.

¿Qué hacemos ahora, sargento? dijo mientras se acercaba a Hillard, que seguía examinado al sacerdote ¿Cómo está el padre? ¿Saldrá de esta?

- Medikit. - Me limito a decir, esperando a que Friedrich haga caso y me pase el kit que cuelga de la parte trasera de mi mochila. Mientras lo hace, comienzo a examinar las heridas con ojo clínico. Si el Emperador lo desea, se salvará. Pero hasta que el Emperador decida que hacer con su siervo, trataría de mantenerlo con vida.

Comienzo a aplicar parches de piel sintética sobre las quemaduras, y a tratar de parar cualquier hemorragia que quede, pero parece que el estado del sacerdote es realmente grave.

- El Emperador dirá... - Digo respondiendo a Paul. - Pero no contaría con ello sólo con los medios de los que dispongo aquí.

Blaz se posiciono en el borde de la trinchera intentando ver si se acercaba alguien o no a la misma , con la clara intencion de reducir a cenizas a cualquier cosa armada que se dirigiera hacia su posicion.

-Mathilda, haz el favor de comprobar si alguno de los caidos tiene municion para mi pequeña *dijo acariciando el cañon de su arma* empieza a tener hambre.

YO espero en su posición, tranquila y apuntando con su bestial arma por si del tanque finalmente terminaba saliendo algún sobreviviente.

No le había atinado a nadie desde que esta mierda había empezado y aquello la cabreaba malamente.

Sin embargo, esperaba que cuando las olas de enemigos aparecieren y cayeran sobre ellos tener la chance de poder desatar toda su bestialidad en un combate cuerpo a cuerpo destripando, triturando y aplastando a tantos como pudiera.

El asistente de Hilliard obedeció, pasando el medikit, aunque debajo del casco miraba con cierta lástima al clérigo... No parecía que tuviera demasiada buena pinta, y desde luego los esfuerzos de la sanitaria no estaban dando frutos, algo esperable en alguien tan terriblemente herido. 

Mathilda miró con extrañeza a Blaz bajo su casco, aunque por supuesto la máscara no dejaba ver su expresión.

-Sabes tan bien como yo que solo tú llevabas un lanzallamas aquí... No hay más munición-dijo finalmente, cuando le quedó claro que el soldado lo decía en serio, y con cierto tono de resignación.

El comisario seguía observando fijamente el blindado, a la espera de que alguien saliera de él. Ante el mutismo del sargento no pudo evitar fruncir el ceño, antes de hablar.

-Sargento, sus hombres le han hecho una pregunta.