Partida Rol por web

Aun resoplando Gryg vio cómo se acercaba un humano a su posición, al parecer estaba intentando detenerlo como era debido, aunque los supuestos refuerzos no estaban tan cerca.

“Debo reconocer que no fue mi decisión más inteligente, deje que me afectaran las palabras de un demente, debo pensar en algo rápido si no quiero que todo empeore”.

Gryg miró velozmente a los presentes e intentó analizar la situación, entre ellos se encontraban Raellia lamentándose mucho por el hecho y aparentemente asegurándose que aquel lunático conservara su vida, Al por su parte mostraba una cara poco habitual, quizás era un reflejo de la decepción que sentía, por último, a unos pasos se encontraba Flanigan, fue entonces cuando al astuto semiorco se le ocurrió una idea.

“Lo tengo, el gordinflón es mi única opción, espero sea cierto lo que te escuché decir en aquella taberna”.

- Tranquilo buen hombre, no puedes encerrarme por defendernos de una amenaza. Yo sólo respondo al Sr. Flanigan y espero que él mismo lo haga por mis acciones, ya que le doy mi palabra que cuenta con mis servicios. De momento continuare en la búsqueda de la amenaza latente que tanto aqueja a la ciudad, con la cabeza de ese batracio gigante en mi poder espero podamos olvidar todo el asunto.

La mirada de Gryg se volcaba a Flanigan, intentaba transmitir con sus palabras seguridad y firmeza, después de todo estaba depositando gran parte de su futuro en sus manos y quería que sintiera el compromiso que realmente tenía.

“Si es cierto que eres una persona tan respetable quizás podrías evitarme los barrotes, espero que te des cuenta que a cambio ganarías un poderoso aliado”.

Alleria contempló como se desarrollaba la situación, a decir verdad, no tuvo tiempo ni de reaccionar, ya que cuando atinó a desenvainar la cimitarra el Kraken ya se encontraba inconsciente en el suelo.

“Esto no está nada bien” pensó, Alleria no tenía los mejores conceptos del caído, pero aun así no quería que este muriera.

 La elfa había cambiado mucho en este último tiempo, pero no por ello disfrutaba esta situación, se alegraba de que Gryg hubiera salido ileso, pero se sentía algo decepcionada, después de todo, si realmente eran compañeros él hubiera actuado por el bien de los dos, y en este caso solo se dejó llevar por la ira.

Se mantuvo callada sin decir nada mientras que aquel recién llegado emitía su sentencia sobre Gryg, enviándolo a los calabozos.

“¡No!” exclamó para sí, mientras que intentaba mantener la calma.

“Vamos Gryg debes pensar algo rápido” se decía; fue cuando entonces el semi orco depositó toda su confianza en Flanigan para que lo sacara del apuro.

Alleria dudaba, no sabía cuál iba a ser la reacción de Flanigan por lo que al fin y al cabo decidió tomar la palabra: “Caballero, no será problema para mi rastrear al batracio, pero una vez que demos con él necesitaré de un vigoroso guerrero como Gryg para cubrirme la espalda”, dicho esto se mantuvo en silencio, con la esperanza de que lo dicho ayudará en algo a su compañero.

Raellia se acercó sobre El Kraken y se arrodilló ante él. Colocó sus manos sobre la herida que le había encajado el semiorco pero no fue suficiente para sanar las heridas.

La cara de Flanigan fue un auténtico poema cuando escuchó hablar al semiorco, pero sabía que como lo defendiera tendría a un potente aliado, o de lo contrario llamaría a Iborian y lo acusaría de lo que acababa de hacer. Aquel pacto seguramente le saldría caro a Gryg, pero él aún no se lo imaginaba. Luego miró a la chica que lo acompañaba y sonrió. Quizá pudieran pactar con ella directamente.

Con una sonrisa asintió ante las palabras del semiorco. Efectivamente, este hombre trató de atacarme y solo quiso defenderme. Estaba sujeto a mucha presión sobre el encuentro con la rana gigante, y parece que todo se malentendió mucho. Me temo que es mejor que os preocupéis de encontrar a ese batracio, y dejaros de meteros en estos asuntos. Luego miró a Raelia. Ella sabe lo que se hace. Cuando se despierte estará más calmado y aquí no habrá nada que hacer. ¡Venga, largaos! Dijo Flanigan que parecía tener un poder de oratoria muy superior al de muchos. Y sin más, el guardia y sus subordinados se marcharon del lugar en busca de la rana gigante. 

Me debes una. Le dijo Flanigan a Gryg. 

Alleria suspiró aliviadamente luego de escuchar las palabras de Flanigan, aunque sabía que semejante favor no sería tomado a la ligera: “Seguramente Gryg deberá pagarlo con creces” se dijo.

Raellia al parecer había logrado estabilizar al Kraken pero no había sido suficiente, este aún permanecía inconsciente.

“Prefiero que no estemos aquí para cuando despierte, no quiero más problemas” pensó.

A continuación se volvió hacia Gryg, y mientras que lo observaba con una mirada poco amigable estiró su brazo y le dio una palmada en la parte trasera de su cabeza, como forma de reprimenda.

Luego de eso simplemente le dijo: “Si serás cabeza dura” y se mantuvo a la espera, ya no debían ocuparse de la rana gigante, pero debían ocuparse o mejor dicho, al menos Gryg debía preocuparse, de Flanigan.

Raellia se había apresurado a tratar a su compañero, aunque no le quedaba suficiente poder para devolverle la consciencia. Sin embargo, mientras se dedicaba a eso, escuchó alarmada y confusa como se desarrollaba toda aquella escena. Los guardias se fueron sin más, y la mujer miró sin entender a unos y a otros.

-Pero... ¿por qué les ha dicho eso?-preguntó a Flanigan-si es mentira... El Kraken no le atacó a usted. 

Gryg se sintió fuertemente respaldado, el astuto humano había comprendido sus intenciones al instante y en un rápido accionar pudo librarlo del problema, obviamente a su debido precio.

“Aunque sea una carga estar en deuda con alguien y tener que brindar mis servicios sin un precio, me conforma el hecho de que dudo vaya a pedirme algo demasiado desalmado, parece que realmente se preocupa por el destino de esta ciudad, quizás es por eso que dispone de esta gran reputación y autoridad”.

Al lograr asimilar la situación el ahora aliviado semiorco se volteó hacia la joven humana y con tono firme le dijo: - El Señor Flanigan actuó de manera inteligente, te aconsejaría que hicieras lo mismo y te alejes de ese costal de músculos, no solo desperdiciarías cordura al compartir tanto con ese demente sino que además te ahorrarías la tristeza de que la próxima vez realmente decidan dar por terminado el enfrentamiento; por ejemplo mis hermanos felizmente hubieran despojado al Kraken de todos sus tentáculos, si es que entiendes a lo que me refiero.

Aunque le pareció un tanto salvaje su propio comentario, Gryg realmente creía que acababa de reflejarle la dura realidad, no es lindo ver a un “amigo” cortado en diez partes por no estar a la altura del oponente, además la demencia de ese individuo podía ser un factor determinante en la supervivencia de ambos.

“No creo que valga la pena morir por un cobarde como este”.

Gryg luego de esas palabras volteo hacia su compañera, pues no había olvidado su merecida reprimenda y mientras sonreía con sus afilados colmillos le dijo: - Lo siento Al, no fue mi intención preocuparte, creo que debo reconocer que me cuesta mantenerme al margen de la acción. Aunque sonreía bastante y escondía sus gestos como podía se podía percibir que realmente se encontraba un tanto arrepentido.

“Creo que ahora no me queda más que conocer las nuevas indicaciones, la vieja Uka siempre decía que lo mejor era saldar nuestras deudas cuanto antes”.

Finalmente mirando a Flanigan directamente a los ojos el bárbaro vocifero: - Si realmente te preocupa esa rana puedo intentar rastrearla, de lo contrario puedes indicarme cuál es nuestra siguiente parada.

“Y donde demores demasiado gordito creo que dicha parada se convertirá en la taberna más próxima, Kolmak siempre decía que nada se comparaba a una buena cerveza luego de una pelea, ¿o era al revés?”.

- Porque ahora he conseguido un guardaespaldas, le dijo mirando a Raelia con una sonrisa como el que habla a una niña que no comprende lo que está pasando. Siempre hay que saber cuando y donde decir las palabras adecuadas. ¿Verdad? Dijo lanzando esa última pregunta al semiorco.

Después Flanigan miró al cielo. Se ha hecho tarde. Es de noche y esta lluvia no me gusta, dijo mientras empezaba a empaparse, el tema de la rana ya está en manos de la guardia, ellos sabrán lo que hacer, ahora, ¿si alguien me acompaña a mi casa? Esta ciudad es peligrosa por las noches, y hay más peligros que esa rana gigante. 

En cuanto a ti, dijo mirando al semiorco, te espero mañana al amanecer en Transportes Gorrablanca. Allí te indicaré como pienso cobrarme el favor. Luego miro a la chica que lo acompañaba, y tú, si quieres, serás bienvenida esta noche en mi cama. 

Alleria se había quedado perpleja, hasta ahora no creía que alguien pudiera superar el descaro de su compañero semi orco, pero, efectivamente estaba equivocada, Flanigan redoblaba la apuesta con su descarado ofrecimiento.

“Gracias, pero no gracias” le respondió de forma tajante la elfa: “Ni que estuviera loca como el Kraken”

Más allá de esto, Alleria estaba un tanto preocupada, no quería que Gryg se metiera en problemas pero más problemas tendría si no se presentaba mañana en Transportes Gorrablanca tal y como Flanigan se lo había solicitado.

 “De momento escoltémoslo hasta su casa y busquemos algún lugar donde descansar” dijo sin más dirigiéndose a Gryg.

-El Kraken se ofreció a ayudarnos con un problema cuando lo conocí y le curé, a cambio de nada-replicó la muchacha, apesadumbrada y seria-ni puedo ni quiero abandonar a un compañero, y menos alguien que estaba dispuesto a luchar a nuestro lado, sin importar contra qué. Nadie le cortará los tentáculos, si puedo evitarlo-añadió, con más decisión de la que había mostrado hasta el momento. Puede que fuera tímida y reservada, pero no le faltaba valor... Ni probablemente medios para defenderse. 

-Todo esto no ha estado bien...-dijo la muchacha, negando levemente y lamentándose. Aún con toda su inocencia, sabía que ninguno de los presentes la ayudaría a llevar al Kraken a la Catedral de Pelor. Tendría que hacerlo sola. Como pudo, se echó a su enorme compañero sobre los hombros.

-Intentaré encontrar mañana lo que le robaron-dijo simplemente, aún apenada por aquello, mientras echaba a andar con aquella mole hacia la Catedral. 

Bueno, quizá hoy no... dijo Flanigan encogiéndose de hombros tras guiñarle un ojo a la mujer. ¿Entonces, me acompañáis? Dijo mientras se marchaba de allí tomando como escolta a Alleria, pero sin tener muy clara la reacción de Gryg.

Gryg se quedó contemplando toda la escena, desde la falta de interés de su amiga por su nuevo “jefe” hasta los muchos lamentos y sollozos de Raellia, la cual parecía realmente atada al apaleado sujeto. Finalmente, luego de mucho observar, el apagado semiorco decidió volver a ponerse al tono de la situación.

- Al parecer no hubo suerte señor exclamó sin esconder una enorme sonrisa.

“Para conquistar una mujer como Alleria hace falta mucho más que una palabra de mando, me hubiera comido mis botas si esta noche tuviera que regresar solo a la taberna”.

Enseguida se puso en marcha junto a la elfa, la misma parecía querer terminar con todo aquello lo más pronto posible, por tal algo intrigado por el comportamiento de su compañera se dirigió a ella en voz baja y ronca: - ¿me acompañaras mañana al trabajo del gordo?

“De hecho, espero finalmente con ello quedar en tablas, algo me dice que el rechoncho suele ser de los que le das la mano y te toma el codo”.

Bueno, quizá hoy no..."

 “Ni hoy, ni mañana, ni en todos los cientos de años que me quedan” pensaba Alleria.

Por suerte, finalmente Gryg decidió tomar la palabra y se encaminaron hacia el supuesto hogar del escoltado, el semi orco le preguntó a Alleria por lo bajo si pensaba acompañarlo mañana: “Quiero saber que se trae Flanigan entre manos, aunque quisiera alejarme de él lo más pronto posible”.

Luego de meditar un poco le respondió a Gryg: “Por más grandote que seas necesitas alguien que te cubra la espalda, además, espero que algún día tú hagas lo mismo por mí”.

Si bien el trabajo podía ser muy simple, a la elfa su instinto no le fallaba y sentía que se iba a tratar de algo peligroso en cierta forma, por eso le había dado esa respuesta a su compañero.

Snit abrió los ojos, sobresaltada. Le costó unos segundos recordar dónde estaba y qué hacía allí. Se rascó la cabeza mientras suspiraba.

Se escondía para matar a la loca del sapo, pero no llegó al parque. Recordaba que otros habían aparecido y estaba esperando que se marcharan para poder huir de allí y...

Sí, definitivamente se había quedado dormida. Casi podía ver cómo las plantas habían crecido a su alrededor para taparla. Se levantó y estiró la espalda, agradecida de que no la hubiera pasado nada. Había escuchado cosas horribles sobre la noche en Tormentos Cristalinos, y ella había tenido mucha suerte.

Se llevó la mano a la mochila y cogió una ración. Sentada en el suelo, se la comió mientras pensaba qué hacer. Necesitaba dinero, y lo necesitaba rápido. No podía aguantar en esas condiciones por mucho tiempo, y no quería huir de la ciudad con la cola entre las piernas cual perro acorralado. Así que decidió ponerse en pie y tomar las riendas de la situación.

Se fue a la catedral a ver a Ankus.

Abetos y pinos cubren este extenso parque, con algunos sauces que crecen cerca de su cenagoso centro. El suelo de esta zona siempre ha sido algo fangoso, lo que dificulta la construcción de estructuras permanentes. Como resultado, un clérigo de Obad-Hai compró el terreno a precio de ganga y los druidas de su dios han cuidado la zona desde entonces. 

El parque de la Rana obtiene su nombre del gran número de batracios que viven en él; en algunas noches, sus sonidos pueden escucharse incluso desde el otro lado de la ciudad. Mucha gente atribuye la extensa población de ranas a la proximidad del parque a las zonas pantanosas del norte. Estatuas de ranas decoran todo el parque, pero la mayoría de visitantes encuentran el lugar demasiado cenagoso.

Actualmente la mayoría de las ranas ocupan una extraña estatua que está en la esquina del parque, no muy lejos de la capilla. La figura parece un extraño cruce entre un batracio y una extraña mujer.

Al llegar al lugar y verlo miró de reojo para descubrir la primera reacción del Karuth. 
-No está mal, tiene un cierto encanto salvaje ¿no crees? la belleza de aquellos lugares que no se dejan conquistar del todo- Sonrió. 

La superficie se cubría en buena parte de una tierra pastosa en la que los pies se hundían ligeramente. Evidentemente no era el mejor paraje para pasear si uno iba engalanado. Pero por otro lado quería estar allí. Jamás había visto tantas ranas juntas, de hecho no había visto demasiadas ranas en toda su vida. Aquellas estatuas se le antojaban divertidas incluso, y por algún motivo las ranas parecían concentrarse en un punto bastante concreto del lugar, bajo la estatua de la mujer-rana. 

Como si la reconociesen como su diosa.

Pensó sin poder evitar una leve sonrisa.

-Vayamos a verla de cerca, ¿oyes el croar? Sin duda los pájaros obtuvieron mejor voz.- Bromeó -Quiero verlas más de cerca, ¿Qué harán todas allí juntas? Quizás hayamos llegado justo para una fiesta de ranas- Sus ojos brillaban como quien trama una travesura, como una niña pilla.

-No está mal, tiene un cierto encanto salvaje ¿no crees? la belleza de aquellos lugares que no se dejan conquistar del todo- Sonrió.

 - Desde luego -comentó con ilusión al ver el amplio espacio que se extendía frente a ellos antes de que sus ojos reparasen en la atención que le dedicaban-, es encantador.

-Vayamos a verla de cerca, ¿oyes el croar? Sin duda los pájaros obtuvieron mejor voz.- Bromeó -Quiero verlas más de cerca, ¿Qué harán todas allí juntas? Quizás hayamos llegado justo para una fiesta de ranas- Sus ojos brillaban como quien trama una travesura, como una niña pilla.

Moris echó hacia atrás la capucha sobre su cabeza, liberando sus cabellos marfileños al aire y disfrutando de aquella luz tibia con genuina alegría sin embargo su sonrisa se achicó al igual que sus ojos, que pasaron desaparecer bajo sus entrecerrados párpados, cuando reparó en el fango frente a él, en su calzado, ropajes y, por último, en su estimada compañía. Su mirada se volvió cómicamente bizca y cuando habló lo hizo con tono exagerádamente gutural, emulando a sus numerosos anfitriones verdosos.

- ¿Cgreeís ke nos grecibirán ají vejtidoz? Mejoj cambiagzeh pagra zu fieztah, jor jor jor -rió incapaz de continuar hablando en 'rana'.

Una carcajada melodiosa surgió espontánea de sus labios. El comentario imitando a las ranas le había parecido muy divertido y sujetó con más fuerza el brazo de su acompañante por acto reflejo mientras reía.

-Vaya, sois todo un ilustrado en lenguas - Le dijo con afecto y sonriendo ampliamente. -No creo que les importe mucho, ellas deben llevar sus patitas enfangadas hasta arriba- 

Empezó a caminar despacio hacia la estatua de la mujer batracio tirando de este modo de Moris. Quizás lo único que agrupase las ranas allí fuesen un grupo numeroso de mosquitos, pero tenía la intuición de que fuese como fuese podía resultar interesante y divertido.

-Vamos, te necesito para que me hagas de traductor.- Continuó con la broma - De otro modo no se que pensarán de mi pobre persona -