Partida Rol por web

Las huellas del suelo que menciona Samira son similares en forma a la de la estatua, pero no iguales. Tampoco lo son en tamaño.

Las huellas no se correspondían con las de la estatua, aunque eran parecidas no eran exactas, tampoco su tamaño era el mismo. Samira trató de diferenciar si las del monstruo que pasó por allí eran más grandes a las de la estatua o si por el contrario eran menores. Todo ello en un intento por imaginar el tamaño que debía tener aquella bestia. 

El que Moris pudiese siquiera pensar que aquellas huellas podían haber sido obra suya le arrancó una leve carcajada. Su acompañante se le antojaba de una pureza que nunca había conocido. Después él comprendió que el artífice era un monstruo, aparentemente alguna especie de rana de grandes dimensiones, y le reconoció sin pudor que sentía miedo, pero también que estaría junto a ella hasta el final.

Que tierno Pensó la bailarina mientras le acariciaba un mechón de cabello plateado con la yema de los dedos. 

-Ya me parecía curioso que no se viese ni un alma por aquí...- murmuró a su amigo mientras paseaba la vista por los alrededores -... pero tampoco parece que esa criatura ande por aquí cerca. ¿De dónde crees que habrá salido? ¿A dónde habrá ido?-  Mientras decía esto ya empezaba a recorrer con la mirada las huellas buscando las que marcasen un punto de partida. Tratando de discernir el lugar en el que el monstruo había aparecido. 

Empezó a caminar, siempre evitando pisar las huellas o pistas que pudiesen encontrarse en el lugar, se desplazaba lentamente, colocando sus pies con cautela y mirando concentrada todo lo que allí había. 

-Espero que no tengas que sanar ninguna herida en mi cuerpo, dulce Moris. Pero no creo que pase nada por fisgonear un poco y saciar la curiosidad. Después podemos decidir qué hacer, y si es necesario buscar a un hombre fuerte, un guerrero, tampoco hay que ser un temerario - Con las últimas palabras volvió su mirada al Karuth para dedicarle una sonrisa tierna y divertida. 

Bajó la cabeza ligeramente, aceptando las condiciones puestas por Samira, sin embargo sus ojos conectaron con los de ella con intensidad y, creyendo que podría no llegar a tener otra oportunidad para decir lo que quería tomó aire por un momento.

- Yo tampoco creo que pase nada pero no estar preparado por si ese 'nada' pasase es lo que deja los hogares sin un adiós antes de una partida inesperada- Se estaba yendo por las ramas y era consciente de ello, negó con la cabeza mínimamente, sonrió y volcó lo que se le había atorado en el pecho- Así que iremos pero con dos ruegos por mi parte: Que toméis mi riqueza hasta que salgamos del parque y que, si algo me ocurriese, vos no miréis atrás y corráis hasta estar segura ¿Me los aceptáis?

Samira escuchaba con una leve sonrisa lo que Moris le decía, sin embargo cuando le pidió que tomase sus riquezas y que si le ocurría algo a él ella saliese corriendo sin mirar atrás un brillo de sorpresa cruzó por los ojos de ella. Aquella sonrisa quedó congelada en su rostro por un segundo, después se ensanchó con cierta ternura.

-Si así te quedas más tranquilo lo haré. Pero yo no puedo pedirte lo mismo. No soy tan valiente. Si me viese en apuros...- No terminó la frase, la dejó suspendida en el aire mientras le miraba con ojos tristes y rogando. Pues su corazón se rompería si le viese abandonarla, y el terror se apoderaría de ella asentándose en su pecho para el resto de su vida.

- ...me veréis a vuestro lado, -pausó para tomar sus manos entre las suyas- con ilusión, -las acercó a su rostro-curando vuestras heridas hasta que las oscuridad nos envuelva... -apretó sus dedos contra sus pálidas mejillas, cerró los ojos y suspiró antes de terminar lo que ya antes había expresado- y seáis mi acompañante en la corte de Wee Jas para la eternidad.

Tras esto sonrió, creyendo tener el compromiso que quería de ella, se acercó a su mochila, extrajo su saquito de monedas para ponerlo a un lado, su ballesta para cargarla y sus pesadas vestimentas para vestirse de nuevo.

- Mi diosa languidece con cada muerte prematura, -narró mientras hacía todo esto- con cada vida segada que llega a sus salones con poco que narrar a quienes allí esperan. Es por eso que los Karuth existimos, para otorgarle a la gente la oportunidad de vivir la aventura que desean. Lo veo en ti, una miríada de posibilidades de futuro, y es por eso que agradezco que oigas mis ruegos y espero confíes en mis palabras.

Habiendo sacado todo lo que necesitaba se giró para mirarla, a punto de comenzar aquella pequeña búsqueda de una rana muy muy grande.

Su proximidad, sus manos reconfortándola, hicieron que en el rostro de la bailarina aflorase un sonrisa dulce. 

Miró a su compañero, él se pertrechaba preparado para una lucha que ella no creía que fuese a existir en ese momento. No había nadie más allí, estaban solos ellos dos. Ver como Moris se preparaba hizo que perdiese la convicción de que no tendrían problemas. Quizás él hacía bien en prepararse, esperaba que  llegado el momento sus virotes fuesen certeros. 

Ella no disponía de armadura, sin embargo se acercó a su equipaje y se puso la capa.

-No nos arriesgaremos demasiado, solo quiero saber de dónde ha salido ese monstruo y a dónde puede haber ido- Dijo recuperando su tono travieso, aunque sabía perfectamente que podían complicarse las cosas.

Tras ponerse los ropajes y calzarse Moris recogió se echó el petate a la espalda y empuñó la ballesta.

- Me parece bien, Samira, veamos si todavía se me da bien rastrear.

Sus ojos se posaron sobre la huella y trató de dilucidar el camino tomado por la bestia.

Tras observar un rato el lugar dijo a Moris

-Este bicho debe medir, al menos, dos veces nuestra altura- Enarcó las cejas como si se tratase tan solo de un dato curioso -Pero no veo nada más. ¿Has descubierto tú algo nuevo?- 

Ella había dejado el petate cerca, pero no lo llevaba a la espalda. Sin embargo si fuese preciso podría colocárselo a la espalda rápidamente. Su intención no era alejarse demasiado, al menos por ahora.

- Pesa mucho, es muy grande y nada que no supierais ya pero no soy capaz de dilucidar en qué dirección puede haber ido.

El Karuth apretó los labios, de manera muy evidente pareció comprender que entender de la supervivencia en los tranquilos bosques de su hogar poco tenía que ver con seguir el rastro de una bestia.

- De manera que queda a vuestra discreción ¿Hacia dónde, Samira?

Observó alrededor. ¿Quizás hubiese alguna pequeña caseta? ¿Una modesta capilla o cualquier construcción en la que cobijarse?

Ninguno de los dos había tenido éxito como rastreador, por un lado era un poco decepcionante, por otro le resultaba divertido. El juego continuaba y siempre era estimulante que las pequeñas dificultades modificasen su rumbo para encontrar una solución. Además, tarde o temprano habrían tenido que buscar factores nuevos a su favor, pues era una locura enfrentarse ellos dos solos a una bestia en aquellas condiciones.

-Parece que la madre de todas las ranas es muy escurridiza. O eso o apareció de la nada para luego desaparecer de igual modo- dijo con una sonrisa.

Miró de forma misteriosa a Moris y con voz cantarina le planteó:

-Necesitamos más información. Y...¿Dónde podemos encontrarla? Todo pueblo o ciudad que se precie dispone de un lugar que hierve de movimiento, de rumores y noticias...¿Quieres ver el mercado? Seguro que alguien sabe algo de lo que ha sucedido aquí.-

Esperaba allí encontrar respuestas, después ya buscarían la ayuda imprescindible, pues ella no estaba dispuesta a morir y sentía cierto afecto por el Karuth.

El alivio del Karuth apenas hubiera sido perceptible si no fuese por lo cerca que se encontraba Samira de él, sus pómulos, labios y frente se relajaron para dejar florecer su sonrisa ante las palabras y tono de la bailarina.

- Puede que encontremos información en el mercado -admitió con un gesto de cabeza-, también recuerdo al guardia de la puerta mencionando Recados de Tormentos Cristalinos a uno de nuestros compañeros en la cola donde coincidimos.

Desarmó la ballesta, la ciñó a su petate, se irguió con dignidad y le ofreció el codo de nuevo a su señora, como buen acompañante que deseaba ser para ella.

- Podemos caminar hacia la calle principal y desde allí dirigirnos al mercado, Samira, si todavía es lo que deseáis. Puede que entre las gentes logremos enterarnos de los rumores locales.

Pareció que al Karuth también le agradaba la idea, seguramente no era su mayor ilusión enfrentarse a un monstruo de dos o tres metros. Samira lo imaginaba verde, viscoso y capaz de dar grandes saltos. Quizás por eso las huellas desaparecían sin haberles señalado dirección alguna. Instintivamente miró a los tejados de las casas que rodeaban el parque. Seguro que si la rana gigante hubiese saltado aterrizaría sobre uno de ellos y los desperfectos serían considerables. Fuese como fuese le hizo gracia la reacción de Moris.

Sonrió mientras asentía levemente con la cabeza.

-Pocas cosas hay más divertidas que los chascarrillos. Me resultan entrañables aquellas viejecitas que se sientan haciendo corro y, mientras hacen calceta, hablan de cosas ciertas y otras inventadas, repartiendo los rumores por el viento para que aporten salsa a esta vida de otro modo demasiado monótona- rió un poco mientras se cogía del brazo de su compañero -Además, quien sabe, igual me regalas una flor- Añadió con ojos traviesos,  una sonrisa pícara y un movimiento de hombros y cabeza coquetos. Con sus pertenencias a cuestas y los zapatos en la mano comenzó a caminar junto a Moris, dando un par de leves saltitos al inicio, como una niña a quien han prometido un juguete nuevo.

-¿Por el camino te gustaría contarme cosas de tu diosa? Me gustaría saber más de ella- Pidió a Moris con una amplia sonrisa en sus labios rojos.

Entre la inocencia del uno y la alegría de la otra pareciera que Mordai y Samira se pasasen el testigo por ver a quién le tocaba hacer de adulto frente a terceros. El sube y baja de un balancín que permitía que hubiese un cierto equilibrio en sus acciones conjuntas. De esto creía ser consciente el Karuth, al igual que del hecho que pocas otras oportunidades como esa se le presentarían para que ambos tirasen aquel testigo al aire y lo recogiesen más adelante.

- Wee Jas es como vos, Samira; da, pide, alegra y ríe -comentó mientras aprovechaba el festivo caminar de la bailarina para alzar su brazo con el de ella y que diese una vuelta para pasar de un costado a otro-; a veces está -dijo arrimándola contra él-, a veces se la pierde de vista -estiró para alejarla, desenroscándola en giros hacia fuera-; pero siempre aguarda al final del camino, ya sea en lo último que ves al terminar el día cuando descansas al lado de quien amas -tiró de nuevo de su mano, procurando que se envolviese en torno a su brazo al acercarse a él, quedando sus rostros próximos al quedar sus cuerpos pegados- o lo primero cuando cruzas el velo y te adentras en los salones de la muerte -pese a que la inercia del choque les hizo balancearse al ritmo de una música que nadie más escuchaba Mordai alzó los ojos para atrapar los de Samira y esperó un momento antes de añadir-. Da igual si se deposita la fe en ella o no, su credo no admite réplica: nuestros días están contados y lamentarlo no los prolonga, sólo nos queda vivir con una sonrisa e iluminar la noche con los dones que se nos otorga.

Tras aquel enfático despliegue suspiró despacio, esa sonrisa de labios rojos combustiendo su pecho.

- Aunque me cueste el hambre... tendréis la flor que vuestro corazón ansíe y, con respecto a los rumores y chascarrillos -miró alrededor a los transeúntes que pudiesen haberse quedado mirándoles cual función ambulante-, puede que pasear así los origine.

Moris la hizo girar, alejarse y regresar enroscándose en sus brazos como si ella fuese liviana como el aire. El baile improvisado hizo aflorar una sonrisa de satisfacción ante la sorpresa en el rostro de Samira. Mientras, ella escuchaba las palabras que él pronunciaba y daban sentido a cada movimiento, a cada compás imaginario. El último les llevó al contacto más intenso que habían tenido hasta ese momento, quedando sus cuerpos pegados el uno con el otro. El tiempo se detuvo para Samira, hasta que la voz de Moris la trajo de vuelta recordándole que algunas cosas no eran posibles.

- Aunque me cueste el hambre... tendréis la flor que vuestro corazón ansíe y, con respecto a los rumores y chascarrillos -miró alrededor a los transeúntes que pudiesen haberse quedado mirándoles cual función ambulante-, puede que pasear así los origine.

-Pues que hablen- Dijo casi en un susurro mientras se sumergía en aquellos ojos cálidos que tanto le recordaban al ámbar.  

La bailarina no tuvo prisa por ser liberada de aquel abrazo no planeado. La promesa de la flor hizo que volviese aquella niña llena de ilusión del principio del paseo. El barro en sus pies empezaba a secarse y desprenderse de su piel, pronto podría calzarse de nuevo. -Mi flor favorita es el suspiro de mar...- dijo todavía en brazos del Karuth, sin perder la sonrisa y con ojos brillantes .

Abetos y pinos cubren este extenso parque, con algunos sauces que crecen cerca de su cenagoso centro. El suelo de esta zona siempre ha sido algo fangoso, lo que dificulta la construcción de estructuras permanentes. Como resultado, un clérigo de Obad-Hai compró el terreno a precio de ganga y los druidas de su dios han cuidado la zona desde entonces. 

El parque de la Rana obtiene su nombre del gran número de batracios que viven en él; en algunas noches, sus sonidos pueden escucharse incluso desde el otro lado de la ciudad. Mucha gente atribuye la extensa población de ranas a la proximidad del parque a las zonas pantanosas del norte. Estatuas de ranas decoran todo el parque, pero la mayoría de visitantes encuentran el lugar demasiado cenagoso.

Actualmente la mayoría de las ranas ocupan una extraña estatua que está en la esquina del parque, no muy lejos de la capilla. La figura parece un extraño cruce entre un batracio y una extraña mujer.

No muy lejos de allí, dentro del parque hay una especie de claro donde gran cantidad de árboles han sido talados de forma brusca y sin cuidado.

Aquella búsqueda estaba resultando infructuosa y el guerrero comenzaba a preocuparse. Ni un alma parecía encontrarse en aquella zona de la ciudad y el hecho de que todo hubiera sido registrado ya le indicaba que aquella situación parecía haberse alargado durante algún tiempo.

Yaotl inspiró con fuerza. Aquel jardín se asemejaba en muchos aspectos a los pozos de desove de su tierra natal. El aroma a humedad y vegetación y el tacto del barro le traían recuerdos. Lentamente recorrió la zona intentando no pasar por alto ningún detalle. Si los druidas que cuidaban de aquella ciénaga habían tenido que abandonar aquel lugar seguramente encontraría señas de su paso por el fango.

Con cierta curiosidad el sauriano observa la estatua cubierta de ranas. En cierto modo se asemejaba a las estatuas de piedra que podían verse en lo alto de los templos. Posiblemente tuviera algún significado religioso para aquellos druidas.

Siguiendo el sendero que rodea los charcos se aproxima hasta el claro. Algo le dice que los druidas no fueron los autores de aquella tala indiscriminada.