Partida Rol por web

¿Salir ahora o no salir? Esa era la cuestión, el caso es que te habías escondido mucho mejor de lo que esperabas, pero aunque fuera bueno, no eras invisible y si alguien, por algún casual, se decidiese a mirar justo en el sitio donde estabas... te pillarían in fraganti.

Justo cuando estaba a punto de salir, Lucrecia hizo un par de gestos con sus manos que dejaron completamente sorprendido a Tobías.

Luego os miró de arriba a abajo y después a "las dos jóvenes y un muchacho indefenso". ¿Necesitais que un hombre atractivo y apuesto os escolte? ¡Sería un insulto no acompañar a tan dos hermosas mujeres y a su acompañante!

Puedo acompañaros hasta El Cuervo de Plata, es la posada más segura que conozco y también la más cercana. ¿Os parece bien? Dijo habiendo olvidado su preocupación por la alarma.

¡¡Un cuervo de plata!! Eso quiero verlo. ¿Nos invitará allí a cenar y a dormir? Estamos muy cansados y con hambre... Por favoooooor suplicó Aire mientras juntaba las manos y se las acercaba a Tobías.

Milo miraba la ventana mientras comenzaba a estar más nervioso- Espérale un poquito más, solo un poquito -se decía a sí mismo mentalmente mientras, desesperado, comenzó a buscar otra zona por la que entrar en la casa, de alguna forma y en algún momento tendría que encontrar alguna otra forma en la que entrar a la casa.

Aquella mujer morena era muy astuta, había dejado claro que Tobías era una mala persona, ninguna buena persona o de fiar se rebajaría a trucos tan sucios para conseguir lo que quiere, y dado que no tenia ninguna prueba de que lo que le pasaba era culpa de los hombres lagarto, Tirk ya había decidido que no merecía la pena ayudar a gente así. Si por casualidad conseguía alguna prueba de que los hombres lagartos hacían lo que decía Tobías, no lo ocultaría y se lo diría a las autoridades, pero no era algo que pensara que merecía la pena investigar, además, ya estaba muy aburrido.

Tirk salió de la casa tan pronto como Tobías les había dicho que salieran, pues estaba deseándolo, en aquella ciudad habría cosas mucho más divertidas, y tenía que encontrar donde descansar. Cuando Tirk se percato de que los demás hablaban simplemente espero, pues tenía que proteger a Lydia como esta le había pedido, además Lydia le inspiraba confianza, le caía bien.

Lucrecia se apartó lentamente del grupo, mostrando una sonrisa enorme e inocente. Ella no se había incluido entre los que necesitaban escolta en la sugerencia, así que se quedó en un rincón de la entrada, escuchando a Licorambarino interpretar su papel de galán. Apenas podía contener la risa, pero debía hacerlo si quería proseguir con su plan.

Mientras Aire rogaba a Licorambarino que los invitara a cenar y dormir, Lucrecia volvió a conjurar y, cuando el hechizos hizo efecto, donde antes se encontraba la rubia jovencita, había ahora un clon de Tobías Licorambarino.

Lucrecia se despidió con unleve movimiento de mano y se escurrió en silencio al interior de la casa, en dirección al lugar desde el que había sonado la campanilla. Su boca retorcida en una siniestra sonrisa.

Lydia miró con curiosidad a Lucrecia. Nunca hubiera imaginado que fuese una maga. Y aunque no aprobaba del todo que hubiera manipulado a Tobías, comprendía que era el modo más pacífico de rescatar a los medianos... que era, casi con seguridad, el problema que había surgido en la casa Licorambarino.

Sabía que Lucrecia no abusaría de su poder, no parecía de ésa clase de gente... pero temía que los medianos sí hubieran hecho algo indebido... pero por el momento asintió ante Tobías (el auténtico).

-Es usted muy amable, y ésa taberna suena bien. Le agradezco que nos guíe. -le dijo con cortesía, que estuviera hechizado no significaba que debieran tratarle mal.

Lograste ver lo que era un canalón de agua en una de las esquinas de la mansión, si trepabas bien podrías acceder a una ventana que había un poco más arriba. Parecía cerrada, aunque había una rendija por donde podrías meter mano y así lograr abrirla. Al fin y al cabo los medianos eran como los ratones y eran capaces de escurrirse por cualquier lado. Y más cuando tu hermano y primo estaba en peligro. Aunque claro, nadie había dicho que lo estuviera. Así que, realmente, tampoco había nada por lo que preocuparse, salvo por el golpe que te llevarías si fallabas en tu intento de colarte por aquella ventana.

Llegaste al lugar que había sonado la alarma. Uno de tus sirvientes pareció llegar hasta ti, pero al ver que llegabas a la puerta donde se había activado la alarma prefirió dejarte solo y que tú investigases. Aunque antes te preguntó que si hacía falta llamar a la guardia que se lo dijeras que lo hacía en un minuto.

Cuando echaste un ojo a la habitación viste que en tu dormitorio no había nadie. No sabías por qué había saltado la alarma, pero el caso es que algo la había debido activar y tu sirviente daba fe de ello.

Mientras permanecías ahí escondido pudiste ver al señor de la casa alcanzar la puerta del dormitorio. Confiabas en que pasara de largo, pues aunque tu escondite bajo la cama era perfecto, como decidiera mirar allí abajo estarías perdido. El hombre hablaba con su sirviente sobre llamar o no llamar a la guardia. Estaba preocupado, aunque aún no sabías lo que respondería.

Diez minutos; veinte si era absolutamente necesario, pero no le gustaba quedarse sin su magia antes de terminar el día. Sin contar con que, aunque al menos debía ir y volver hasta la posada, el verdadero Tobías podía regresar en cualquier momento, suponiendo que no lo secuestraran, algo poco probable con Lydia de por medio. O que no se lo cargue algún maleante, ya oscurece.

Lucrecia siguió el sonido de la alarma por los pasillos de la mansión, andando con confianza para no levantar sospechas. El origen del sonido era un dormitorio, probablemente el del propio Tobías. Si el causante había sido Lylo, no se lo veía por ninguna parte.

Tosió un par de veces y se aclaró la garganta. Tenía la voz grave, pero no era la de un hombre, y menos la de alguien específico como era Tobías Licorambarino.

Negó con la cabeza al sirviente, y se acercó a hablarle al oído.

—Yo me ocupo —dijo con voz quebrada y débil, como si estuviera aquejado de una grave afonía—, retírate.

A continuación, entró en el dormitorio y cerró la puerta tras de sí. No más de cinco minutos, ¡date prisa!

Milo se empezaba a morir de impaciencia. Era algo impaciente y esa espera le estaba atacando los nervios, pero ya no podía esperar más. Miró hacia la pared y vio ese canalón, así pues decidió trepar por él e intentar entrar por esa ventana. Era algo peligroso pero tenía que hacer algo.

Lylo pensó con rapidez y se mantuvo ahí quieto, escuchando la conversación, de ser descubierto contaba con la información necesaria para crear una coartada relativamente válida... el honor de Licorambarino y la ofensa al honor y caída en desgracia de hacerse pública la correspondencia de la despechada amante.

Cierto que él no conocía a la mujer... ni falta que le hacía, de seguro ella tendría alguna prueba que sería la ruína para el hombre y quizá él solo quería prevenirle antes de que todo su mundo se viniera encima.

Sí, sabía lo que tenía que decir en caso de que le pillaran... y si no le pillaban se iría con viento fresco.

Te enganchas al canalón y comienzas a subir por él sin ninguna dificultad. O al menos ninguna que tú te esperases, pues cuando estabas a punto de tocar la ventana para tratar de abrirla una voz te llamó la atención.

¡Eh tú! ¿Qué narices te crees que estás haciendo? Dijo aquel guardia. ¿Si se te ha colado alguna pelota por qué no hablas mejor con el Señor Licorambarino? Él te dejará ir a buscarla, ¿no crees? Habías tenido suerte, aquel hombre te había confundido con el niño de cabellos cobrizos que parecías.