Partida Rol por web

Turno 109

El intercambio de gruñidos y palabras continuó algo más de tiempo, mientras el sol se alzaba perezoso desde el horizonte y Leofred seguía sin aparecer. Para cuando por fin se presentó, el enano ya había dejado claro que no estaba de humor para satisfacer "distracciones" que apartasen el miedo de su mente. Si Gwalin era mínimamente representativo de su estirpe, el animista juzgó que los enanos eran orgullosos como para admitir abiertamente que pudieran tener miedo; tal vez, a pesar del temor que pudieran sentir, los naugrim fueran tan impasibles como la roca que les gustaba cavar y no se dejasen dominar tan fácilmente por él.

La llegada del bardo también propició la actividad en el barco. La tripulación se apresuraba en colocar remos, manipular aparejos y soltar amarras. Los rohirrim se habían hecho a un lado y atendían los caballos. El norteño tardó unos segundos en comprender el motivo por el que ambos hombres se afanaban con las bestias: hacían hueco para la mula que el dunadan traía. Era sorprendente ver la familiaridad y pericia con la que los hijos de los eothéod trataban a las nobles criaturas, logrando su proposito casi con más celeridad con la que los marineros habían dejado todo listo para partir.

Grimbeorn se apoyó en la lanza a modo de báculo y volvió a mirar a proa. Había llegado el momento de la verdad. Comenzaba la persecución de los orientales y, sin importar qué motivos movían a cada uno de los presentes, se embarcaban en algo cuyas proporciones les superaban a todos. Si triunfaban, además de sus recompensas, estarían evitando una nueva guerra o, al menos, debilitando a quienes les amenazaban. Aquella era una responsabilidad que ni se imaginaba cuando marchó en busca de la Wuitan; algo que no podía eludir, pues debía hacerse. Puede que, incluso, la gente del bosque contase aquel relato en el futuro y él fuera uno de los héroes que mencionasen. Héroes... El simple pensamiento bastó para que moviese la cabeza, como si quisiera negar la posibilidad de que él pudiera llegar a ser tal cosa.

TURNO 109

Hablando discreto, por lo bajo, mientras levantaba uno de los cascos, para que su compañero de viaje y de sangre lo mirase, preguntó: - ¿De dónde eres? Él portaba sobre su justillo de cuero un logo. Hijo de Burh Marlinge. Se sabía perfectamente de donde era. Esperaba que Edan le diera algo de información, y no solo de su familia o lugar de origen, sino noticias y novedades.

TURNO 109

Visiblemente avergonzado por su demora, el joven campesino no encontró fuerzas para comentar más nada, y se retiró de inmediato para buscar un rincón donde ubicarse. En verdad, no tenía mucha idea de las zonas reservadas para ellos, pues ni siquiera había pidodo hablar con el capitan y el resto de la tripulación. Pero la barcaza no era demasiado grande, así que no le resultó difícil encontrar donde habían dejado sus pertenencias sus camaradas, y simplemente procuró acomodarlas lo más cerca posible de estas, allí donde no fueran un estorbo ni molestaran el paso.

Procuró meter todo cuanto pudo dentro de la mochila, incluso el yelmo y la vieja y gastada cota de malla, aunque esta terminó desbordando el reducido contenedor y haciendo imposible cerrarlo por completo. Tras ello, se tomo su tiempo para calzarse las grebas y los brazales de cuero. No porque temiera necesitarlos para una batalla en medio del río. Pero pensaba que quizás le ayudarían a mantenerse a flote si caía accidentalmente por la borda.

Su espada seguía descansando en su costado, como había sido siempre desde que abandonara la seguridad de la granja. Pero apoyó el escudo y la lanza sobre el resto de sus petenencias, intentando que quedaran los suficientemente encajados entre ellos y el borde de la barca como para no salir despedidos al primer viandazo de la embarcación.

Concluidos todos sus preparativos, simplemente se sentó junto a la borda a observar pensativamente las aguas que corrían vigorosas bajo ellos.

Turno 109

El vaho se escapaba en forma de espesas nubes blancas con cada bocanada, y Edan se llevaba las manos a la boca para hacerlas entrar en calor. El aire frio de la mañana se filtraba por las rendijas del madero, y la humedad del río no hacía más que acrecentar aquella sensación gélida. Las extremidades y el cuello eran los primeros en notar los estragos del tiempo. Los dedos se entumecian y las manos se volvían más torpes. Al rohir no le gustaba aquella sensación, le hacia sentir lento, vulnerable.

Todavía hubo de transcurrir casi otra media hora antes de que Leofred se dejase ver por el muelle. Pero cuando al fin lo hizo. Todos, incluido el granjero de La Marca suspiraron aliviados.

Del Estenmet... respondió escuetamente a la pregunta de Freagulf Nací y crecí en una pequeña granja cerca de Aldbühr

El Rohir portaba un emblema sobre su justillo. Burh Ailgra. Edan comprendió que aquel hombre pertenecía a la milicia, aunque desconocida las motivaciones que escondía.

Freagulf parecía un hombre joven, a juzgar por sus ojos, Edan estimaba que probablemente sería mas joven que él mismo. Sin embargo su rostro marcado por la guerra y su piel dorada por el sol le conferian un aspecto mucho mas adulto. Se quedó unos instantes contemplandole, tratando de calibrar que triste historia lo habia llevado hasta allí.

Dime Freagulf, ¿porqué vas tras esos orientales?...dijo finalmente. Antes me ha parecido entender que tenías cuentas pendientes con ellos. Tal vez esperaba escuchar buenas nuevas por parte de su compatriota. Si conocía a aquel grupo, podría hablarles acerca de ellos y de cuales eran las acciones que la milicia empleaba para tratar con ellos.

Turno 109

- Adelante - se limito a decir Agranil en cuanto Leofred y su mula hubieron subido a la embarcación. Estaba disgustado.

El capitán y sus hombres se pusieron de inmediato en marcha bajo la atenta mirada de los esgarothianos.

RESOLUCION TURNO 109
 

La mañana apenas comenzaba, la luz del sol empezaba a arrojar su luz sobre las aparentemente tranquilas aguas del Anduin. El rio, pese a no mostrar turbulencias bajaba raudo por las lluvias de días anteriores, sus aguas circulaban ferocidad. El viento del alba era el más frio, ese punto en que la noche había bajado la temperatura hasta helar los campos, y el sol aun no calentaba lo suficiente como para deshacer aquello.

Allí estaban, esperando por los últimos de los miembros del equipo. Todo estaba preparado desde hacía ya un buen rato, los caballos, los víveres, la carga de Captarion, todo estaba cargado y listo para el viaje. Hallfrid fue el primero en aparecer, llegaba casi una hora más tarde de lo acordado, cosa que a nadie gusto. Pero el campesino, con sus buenas palabras, supo calmar en parte a sus compañeros.

El enano seguía mostrando su mal humor, el rio no le gustaba, y aprovechaba cualquier oportunidad para mostrar su animadversión. La mayoría no hizo ya demasiado caso a los gruñidos del naugrim, y se limitó a prepararse para el viaje. Pero aún quedaba por llegar Leofred. El ailgratha y el rohir charlaban, mientras Grimbeorn miraba atento al rio, como pidiendo permiso para surcarlo. Hallfrid guardo sus pertenencias junto a las de sus compañeros, en un cajón junto a los caballos. No sería necesario atarlo, bastaba con bajar la enrejada tapa que la cerraría.

Leofred apareció, lo hizo quince minutos después que Hallfrid. Llegaba con una mula, cargada con sus cosas. Solo el enano le reprocho enérgicamente, aunque Freagulf le insto a hacerlo más tarde, para preparar la partida. Una vez a bordo la mula se ató junto a los caballos, tras liberarle de su carga. Prácticamente sin dejar que los últimos en llegar se estableciesen, se soltó amarras.

El barco se alejó poco a poco, dejando que la tenue corriente que había tras la seguridad del puerto, lo llevase con calma a la truculenta corriente del rio. En cuanto hubo espacio, y al unísono, los remos cataron el agua. Largos pero manejables, los remos fueron tomados de dos en dos. Cinco remos por cada lado comenzaron a impulsar la embarcación con la fuerza imprimida por los fuertes brazos de los hombres de Captarion. No tardaron en llegar a la corriente. El barco enseguida tomo velocidad, no sin antes revirarse con una violencia no muy acogida entre los legos en la navegación. Sin embargo, bajo las escasas órdenes del capitán, estuvieron pronto surcando el rio. Sus hombres sabían bien lo que hacer sin necesidad de los gritos de Captarion, pero ante los esgarothianos, tenía que hacer valer su mando.

Comenzaba el viaje fluvial, y allí pudieron ver por qué esa ruta había sido la elegida. La velocidad que la corriente imprimía, incluso cuando los remos fueron recogidos, era brutal. A caballo no hubieran podido mantener aquel ritmo. Los primeros kilómetros fueron tranquilos, el rio serpenteaba rápido, pero calmado.

El terreno en los alrededores subía y bajaba, aunque en general se podía decir que eran llanuras lo que se extendía a ambas orillas. El terreno se alternaba entre grandes praderas y bosquejos que se agolpaban para beber de las aguas del Anduin. Pero el capitán anuncio que aquello no sería siempre tan fácil, y que tendrían que pasar un par de zonas algo mas conflictivas antes de llegar al Nen Hithoel, la laguna que desbordaba en el Rauros, unas imponentes cataratas que les cortaban el paso, y donde dejarían el “Madero”.

Turno 110

El capitán parecía tranquilo, había hecho aquel viaje cientos de veces. Conocía cada recodo y cada roca que se interpondría entre ellos y su destino final.

- Amigos, aunque el viaje será fácil, hay un par de puntos en los que necesitare que os agarréis - dijo quitando hierro al asunto - No será nada, pero mejor permanecer sentados y agarrados - dijo tras soltar una risotada.

Incluso los esgarothianos se mostraron algo preocupados, aunque no tanto como Larrid. Aquella embarcación había surcado aquel rio innumerables veces, y siempre había vuelto, no habría problema.

El ailgratha sabía de lo que hablaba el Señor Comandante de la Nave, así que le comentó al compañero: - Vamos a hacer que se tumben. Es más seguro y más comodo para ellos. Se refería a las monturas, y estaba seguro que Edan le había entendido, pero en su rostro se mostraban dudas, así que por lo bajo le comentó: - Tú pregunta sin vergüenza. mientras empezaba a bajar al más difícil, que no solo el que menos tiempo tenía acumulado a bordo, sino que además de terco, también les pondría en un apuro. El resto seguro que era más sencillos de tumbar.

Mientras empezaba le comentó al enano: - Si quieres castigar a los tardones. Sonaba jocoso. - Haz que se acerquen a la proa, y que allí vigilen las dos bandas bien agarrados. Que se pongan de serviolas. Los marineros seguro que se reían. Ya habían visto esta broma, y como tal, y su voz, más interesada en reír que en mandar, seguro les sacaría una sonrisa. Además, le daría una encomienda a Maese Gwalin, que le mantendría también entretenido. Esperaba que esta pícara idea le sacaría a Agranil una sonrisa, y le reduciría el enfado. ... o por lo menos ... esa era su intención.

Turno 110

Con retraso pero, finalmente, la comitiva se puso en marcha. Hallfrid acababa de meter en la mochila cuanto pudo de su equipo en un rincon. Tal vez estuviera avergonzado por su demora. Leofred había dejado su mula junto a las monturas, en el lugar en que ambos rohirrim hablaba. Gwalin aun montaba guardia junto al mastil de la embarcación cuando la corriente del Anduin sacudió el barco. Por suerte, el buen hacer del capitán y su tripulación hizo que la cosa quedase en un pequeño sobresalto.

El Madero pronto cogió velocidad y descendió raudo por el cauce del Gran Río. Captarion pareció seguro, al mando del timón, pero advirtió al pasaje sobre posibles contingencias que surgirían más adelante y les previno. El norteño sonrió para sus adentros, era precisamente aquello a lo que se había referido anteriormente. La fuerza del río o la configuración del lecho, de las orillas o de los bancales podían sorprender incluso a quienes estuvieran habituados a aquel trayecto. Pero la advertencia del capitán le tranquilizó; aquel hombre sabía que no debía confiarse, sin importar cuan familiarizado estuviera con aquellas aguas. Eso no impidió que el animista se retirase hasta el mastil junto al que permanecía el enano.

- Si mantenemos este ritmo, con suerte no tendremos que estar embarcados mucho tiempo. No os parece, ¿maese Gwalin? - Pensó que si le daba conversación al naugrim, por muy trivial que fuera ésta, haría que la boca del enano se ocupase más en hablar que en gruñir de manera desaprobadora.

Turno 110

Desde que la gabarra dejó el puerto, Gwalin comenzó a sudar como si estuviera corriendo sin detenerse. Con la espalda pegada al mástil y haciendo presión con las manos para mejorar el equilibrio, el enano trataba de controlar su estrés y sus miedos.

Al poco Freagulf se acercó al guerrero y le dijo que diera órdenes a los que habían llegado tarde. No le pareció ala idea, pero no él no era quien daba las órdenes y mucho menos siendo el que menos quería y sabía estar en el barco. -Sé que tienes buenas intenciones, pero no creo que sea el más indicado para dar ordenes en una embarcación...aunque si es por gritar y por resultar convincentemente furioso soy tu enano -dijo en el bajo mirando al rohir un poco desorientado.

Al poco Grimbeorn, que estaba alejado de Gwalin dijo en alto algo que el enano esperaba: no tener que estar embarcados mucho tiempo.

-¡¡Que Eru te escuche!! -dijo más alto de lo que hubiera deseado el enano, mostrando su deseo de que esto concluyera cuanto antes.

Turno 110

- Lo siento, lo siento... - Leofred perdió la cuenta de la cantidad de veces que se disculpó por su tardanza y ante cuantas personas inclinó la cabeza en señal de arrepentimiento. En otras circunstancias hubiese tenido la tentación de recordarles que su plan de viaje se había desarrollado de la noche a la mañana, y ni tan siquiera habían tenido una mísera tregua para recoger las pertenencias que no hubiesen llevado con ellos a la Rosa de los Vientos, pero se sentía avergonzado; y en parte también había sido culpa suya, pues había torcido mal en más de una callejuela retrasándole aún más de lo que debía. Finalmente, compungido, llevó a su mula con el resto de las monturas y durante las primeras horas se dedicó simplemente a estorbar lo menos posible.

Finalmente se hicieron a la mar, o con más exactitud, al río; al cabo de un rato comenzó a recobrar tímidamente los ánimos y se propuso cobrarse el perdón de sus compañeros. Comenzó por el enano, pues era bien sabido que eran duros de mollera, y le resultaría rematadamente complicado hacerle cambiar de parecer si se labraba una primera impresión muy negativa ante él.

- ¿Le importa que le acompañe, maese enano? - se acercó, tanteando si aún le guardaba algún resentimiento o inquina por la excesiva tardanza - quiero que sepa que nunca mi intención fue retrasar la marcha al grupo, aunque entiendo que las simples disculpas tienen poco valor. Espero que acepte una pequeña "ofrenda" de paz. - dicho esto se descolgó una pequeña bota de vino como las que solían llevar algunos trabajadores campestres. - Una de mis preciadas pertenencias que no podía dejar atrás; _{el mejor brandy al norte de Tir Anduin*}. Es bastante escaso, de modo que compartamos un trago ahora para calentarnos, y ya disfrutaremos el resto más adelante cuando sea una ocasión propicia. -

Tampoco se le pasó por alto el comentario del hombre fornido de melena rubia, tal vez un poco excesivo para su falta, pero no del todo desmerecido. - No sea cruel conmigo, maese Freagulf, seguro que puedo compensar mi falta de otro modo. Me encomiendo a los designios del capitán, y si él considera que hay alguna tarea que sea capaz de realizar, la cumpliré gustoso. -

Turno 110

El alto hombre rubio le gustó que el bardo se lo tomase a bien. Rió alegremente, mientras sostenía una de las patas de caballo, mientras revisaban, entre su "hermano" y él las herraduras y hacían que las bestias se tumbasen.

Turno 110

-Grrrrmmmmmmmm -gruñó exageradamente el enano mirando con cara seria al bardo. Pero su rostro cambió un poco cuando le pasó la bota llena de brandy. Tras darle un buen trago se la devolvió y se limpió las posibles gotas de la barba con la manga. -Esto no te exime de una buena disculpa en una taberna -le dijo Gwalin ya más contento, casí olvidando que se encontraba en la gabarra.

Turno 110

Ional miraba como los marineros iban de un lado a otro atando cabos, abriendo la vela y remando cuando era menester. El joven que estaba cerca de la proa estaba feliz por estar en la embarcación y dejaba que la brisa mesara sus cabellos mientras el barco avanzaba.

He de reconocer que esto de viajar en barco no está tan mal. Pensé que me iba a marear más y que la estabilidad sería un problema. Pero me lo estoy pasando muy bien y me está gustando mucho.

El dunadan hablaba para sí más que para cualquier compañero que estuviera cerca, pero quería compartir loq ue sentía.

Turno 110

Pocas veces habia pisado una embarcación como aquella, y sin embargo, Edan no se sentía especialmente inseguro en el madero. Podía percibir la seguridad que transmitían sus marineros, si ellos permanecían tranquilos, era sificiente para él

Ayudaba a Freagulf a comprobar las pezuñas de los animales. Todo parecía en orden. Los caballos estaban frescos y preparados para el viaje que los esperaba.
El Ailgratha no quiso responder a su pregunta. Tal vez había leído mal sus intenciones y el miliciano no queria entablar una conversación, o sencillamente no se sentía comodo con el tema que Edan habia propuesto.
En cualquier caso, no insistió y tras revisar las monturas regreso a su lugar de descanso.

Ante las advertencias del Capitán, buscó un buen lugar donde agarrarse y se preparó para las sacudidas que habrian de llegar. Edan no era especialmente habilidoso sobre tablones, de modo que pensó que no estaría de mas hacer caso de las palabras de Captarion.

RESOLUCION TURNO 110

El sol comenzaba a calentar la mañana, el frio del amanecer fue dejando paso a una falsa sensación de ser un día de primavera. El viento era el encargado de recordar a todos que aún estaban en invierno. Las ráfagas que golpeaban la cubierta eran frías, y obligaban a acurrucarse bien en las capas para protegerse de él.

Las aguas del Anduin tenían un parduzco, las lluvias caídas durante los días anteriores arrastraban sedimentos. El rio bajaba rápido, empujando la embarcación con bravura e incluso en ocasiones con inusitada violencia. El Madero era un barco bastante estable, pero aun así no podía evitar dar bandazos cuando la corriente cambiaba, o alguna piedra grande se ocultaba bajo las aguas. Los marinos y el capitán no le daban importancia, era pura rutina para ellos.

Los remos estaban en el agua, los necesitaban para impulsar la nave en el preciso momento. El timón no era suficiente para virar en los meandros que esperaban delante. La corriente, de algún modo, los empujaba hacia las orillas y lo último que querían era encallar o incluso volcar. Esto último no parecía imposible, pero los accidentes se aprovechaban de la gente confiada para aflorar. Con fuerza y determinación, los marineros ciaban y bogaban según la necesidad, para que la proa se mantuviese siempre en la dirección correcta. Con la ayuda del timonel, trataban de mantenerse lo más cerca del centro del cauce posible.

Llevaban un par de horas de tranquila travesía cuando abordaron una zona un poco más difícil. Rocas, ramas y una sucesión de rápidos giros, hizo esforzarse a la tripulación para lograr mantener el rumbo. El barco se balanceaba peligrosamente ante la invasiva y tranquila mirada de Captarion. Los caballos estaban tumbados y parecían ajenos a las dificultades que transcurrían. Edan parecía haber navegado toda la vida, y con habilidad se mantenía en pie en la cubierta como si no pasara nada. Freagulf, que ya había viajado a bordo, supo mantenerse también en pie, aunque se tenía que agarrar para estar seguro. No muy lejos de él, Leofred también parecía ser uno más de la tripulación, manteniéndose erguido, aunque también con las manos bien agarradas a una baranda. Peor lo pasaron Ional y Hallfrid, que llegaron a tener que sentarse para no caer de bruces con los vaivenes de El Madero. Gwalin, sin embargo, estuvo a punto de caer. Pero no lo hizo gracias a que se abrazó al mástil como si de una madre se tratase. Hinco la rodilla, y estuvo así hasta que todo pasó. Los esgarothianos y Larrid se habían colocado junto a la carga, y estaban recostados en sacos de cereales. Aunque se agarraban con fuerza a los correajes que sujetaban todo, parecía no afectarles aquel trajín.

La zona complicada paso, y tras ella hubo de nuevo una calma fluvial. Las aguas seguían rápidas, turbias, pero aparentemente calmadas. Todos pudieron darse un pequeño respiro. Las orillas parecían lejanas, navegaban por el medio del curso del Anduin, y este era bastante ancho. Todos entendían ahora la razón por la que aquel rio representaba toda una frontera natural, era casi imposible cruzarlo a nado, y era obligatorio viajar decenas o cientos de kilómetros para encontrar alguna zona segura para vadearlo. En realidad, así nación Tir Anduin, como un puesto para proteger el transbordador que cruzaba las aguas, y único punto por el que hacerlo en muchos kilómetros a la redonda. Todo un punto estratégico.

A ambos lados se extendían vastas zonas de praderas y colinas, compartiendo paisaje con algunas zonas más escabrosas. De cuando en cuando las paredes se levantaban súbitamente, obligando a pasar entre paredes de casi ocho metros de altura a la embarcación. El cauce tenia al menos el doble de esa distancia de ancho, en ningún momento podía considerarse un lugar angosto. Esas elevaciones no duraban más de un kilómetro antes de volver a la campiña.

El cielo siguió claro, brillando en la alto. Había nubes, plomizas, aunque demasiado dispersas y pequeñas como para presentar una amenaza en forma de lluvia.

Turno 111

La última vez que vino sobre "El Madero" se hubo de sentar. Parecía que aún estaba en aquella ocasión, pero había mejorado sensiblemente. - Parece que voy aprendiendo. Lo que más le gustó fue la previsión de los comerciantes. Sobre sacos, tumbados y agarrados. - Esos si que saben. Y rió por dentro. Una sonrisa afloró en su rostro, y miró a Edan, que parecía ser un viejo marino de las bahías de piratas. Quedó tan sorprendido que eso le hizo ganar una poca más de confianza en él. Sabía que le debía una respuesta, pero ni si quiera sabia como dársela. - Te prometo que cuando esté listo ... contestaré.

Siguió agarrado, y se dedicó a mirar, tanto a los caballos, como era su deber. O por lo menos, el deber que él sentía, como, de cuando en cuando a las orilllas. Él mismo ya había hecho de serviola, y lo había aconsejado hacer a otros. Era un exiguo entretenimiento, pero también te mareabas menos mirar a la distancia, que a si mirabas a las puntas de tus botas.

Turno 111

Al comprobar la reacción del enano y el rohirrim, Leofred sonrió satisfecho. Aún se preguntaba cómo disculparse ante los demás, pero no se le ocurría gran cosa, y como el resto no se habían mostrado tan ofendidos decidió que lo pensaría más adelante.

Tras un rato de navegar, la embarcación se adentró en una riada más agitada. Decidió velar por su mula, ya que dudaba que a los marineros les importase mucho un simple animal de carga, y menos uno tan tozudo como aquél, y en cuanto dispusieron de un momento de tregua se dedicó a asegurar la mula imitando los métodos que habían usado con el resto de las monturas.

- Nunca pensé que un viaje por río pudiera ser tan agitado, aunque es rápido, y las vistas no están nada mal. - declaró el bardo, que superada la primera impresión ya se paseaba por la cubierta con la energía de un infante, y se inclinaba tras las barandas para contemplar los paisajes que atravesaban, igualmente emocionado y distraído.