Partida Rol por web

Nueva York, domingo 15 de noviembre de 2037, 12.00.

El mercado más cercano al Major Morris estaba en el cruce entre Edgecombe Avenue y la 145th St, justo donde comenzaba el parque Jackie Robinson, en el que desde hacía años estaba instalada una pequeña comunidad de Buscadores del Nuevo Edén. El mercado se solía llamar «El Trueque de Jackie» (o, para abreviar, «El Trueque» o «El Jackie»). Hacía años había sido un chiste por el nombre del parque, pero para aquel momento ya era como todo el mundo en la zona conocía el lugar.

El cruce estaba cerrado al tráfico en ambos sentidos por barricadas formadas por coches destartalados y sacos de tierra, en parte para proteger a los que realizaban sus trueques y en parte para resguardarlos del frío. Allí, en el centro de esas paredes improvisadas se solía juntar todas las mañanas la gente de Sugar Hill y otros barrios cercanos para hacer sus intercambios. 

Una mujer y un hombre armados, miembros de una de las bandas de la zona, vigilaban las dos entradas al mercado, pagados por los que allí intercambiaban productos para cuidar de que nadie entrase con malas intenciones al lugar. Los habitantes del Major Morris eran conocidos en el barrio y también en el mercado, así que tras echarles un vistazo e identificarlos, no tuvieron ningún problema para entrar en la amalgama de puestos, productos y colores que formaban el mercado. 

Había algunas mesas y bidones sobre los que exponer productos, aunque otros optaban por colocarlos sobre una manta en el suelo y la parte trasera de una furgoneta inutilizada servía de almacén para una pareja que vendía piezas mecánicas. Era temprano y algunos todavía estaban instalándose en el lugar, pero ya podían escucharse multitud de voces, pactando precios, preguntando por los productos de otros o, simplemente, charlando. Era aquel un lugar pacífico, donde muchos se permitían bajar un poco la guardia y soltar la lengua de más. 

Daniel, fiel a la promesa hecha en el Morris a Cassandra, había decidido que la mejor forma de evitar problemas era no buscarlos y ni siquiera permitir que otros los buscaran, o encontraran, en base a argumentos ofrecidos por uno mismo. Por ello, su arma reposaba tranquilamente en un cajón de su habitación, aunque se había permitido el lujo de coger uno de sus preciados preservativos y guardárselo en uno de los bolsillos en previsión de un trueque.

Cuando atravesaron las barricadas, tras el visto bueno de los guardias apostados, Daniel continuó patinando suavemente, al paso de Robin, mirando a derecha e izquierda, observando cuanto había expuesto en las mesas y a las gentes que se hallaban a ambos lados de las mismas, vendedores y clientes. Dudaba y mucho que hallar a Hope fuera tan sencillo como aquello pero también era cierto que no estaban siguiendo a una fugitiva, sino simplemente a una muchacha que había decidido ir a su aire sin involucrar a nadie. En definitiva, que no iba a ir ocultándose ni necesitaba hacerlo de modo que dar con ella no tenía por qué considerarse una misión imposible.

-¿Por dónde empezamos, Robin? -preguntó.

Kane acompañaba a Daniel y a Robin en su habitual silencio, el viaje no debía de ser largo, pero en las calles ruinosas que separaban Major Morris del Trueque podía pasar de todo. Iba con su revólver descansando en su funda, en el costado, y el machete kukri a la espalda como venía siendo normal en sus viajes. Llevaba pocos enseres dejando que fueran Daniel y Robin, quienes imaginaba que llevarían la voz cantante del asunto, llevar lo necesario para la investigación.

El pistolero observaba con atención los alrededores, se paró a charlar brevemente con los vigilantes dejándose cachear sin impedimento. Mostró que llevaba a Raguel descargada para tranquilidad general, no era un lugar que esperase usar el arma, las balas estaban junto a la funda del revólver. Al atravesar el perímetro oteó los alrededores una vez más, seguía en silencio buscando opciones. Esperaba que el dibujo que le hizo sirviera de algo.

—Podemos preguntar a los guardias. Es un principio —propuso el pistolero sin alejarse del todo aun de los guardias.

El pelirrojo fue todo el camino con ambas manos hundidas en los bolsillos escondiendo en uno de ellos los retratos de sus familiares y en el otro palpaba su mariposa como si temiera a cada segundo haberla perdido. 

Ese día su andar era más lento, seguía bien el ritmo de los pasos de Daniel pero sabía que sí él no estuviera ahí, probablemente hubiese empezado a caminar hacia atrás. Y no es que no quisiera llegar al Jackie, es que no estaba preparada para una nueva decepción, y si no encontraba rastro o noticia de los Tayler probablemente terminaría por vaciar el estómago que con tantas contracciones le había amenazado a gritos. 

Cruzar la línea de guardia casi le pareció un hito; con lo agitada que estaba su mente y lo fuerte que se clavaban sus uñas al metal de su bolsillo, Robin hubiese creído desprender una imagen mucho menos confiable. Y por ello cuando Kane propuso darles a los guardias una segunda oportunidad de fijarse en él escapó con la mirada al horizonte del mercado.

- Bueno, si, tal vez -reconoció que eran quiénes para fijarse-. ¿Les preguntas tu? Yo voy a buscar alguna chica... -estuvo a punto de añadir "guapa" molesto por el estilo de Alec a la hora de elegir vendedores pero luego cayó en que el guapo solía ser él y miró a Dan-. Si alguna te ficha ¿me avisas?

-Me parece una buena idea, Kane -dijo asintiendo a este ante su propuesta. Miró unos segundos a Robin un tanto confuso por su comportamiento-. No, no te vas por ahí, Robin. No solo al menos. Quedamos en que andaríamos con cuidado y eso implica no pasearse a solas por ningún lado -y aunque Robin podía ser alguien estupendo, Daniel también era muy consciente de su predisposición a proteger a la familia, aunque ello supusiera callar o guardarse información, y de sus sentimientos por su pareja. No, que anduviera solo no era ninguna buena idea-. Hablemos con los guardias como propone Kane. Si suena la flauta sabremos hacia donde ir. Y si no reconocen los dibujos, siemrpe podrán decirnos qué otros han estado haciendo guardia y podríamos preguntarles a ellos. Y de todos modos, ¿qué eso de avisarte si alguna me ficha? ¿O de buscar una chica? No te entiendo.

Robin entendió cuánto Daniel exponía e intentó frenar un poco tanto por fuera como por dentro, especialmente por dentro.

Resopló ante el trago por el que iba a pasar y rápidamente asintió un par de veces para aclarar que el bufido no iba en modo alguno dirigido a su amigo.

— Es verdad. Es verdad —acompañó el gesto de su cabeza—. Me explico —anunció como si acto seguido fuera a aclararlo todo pero aun tardó unos segundos a hablar—.

— Preguntemos a los guardias, tenéis toda la razón. Solo estoy nervioso .

— Lo de la chica... Bueno Alec solía buscar rebajas o "gangas en sonrisas" como él lo llamaba—"capullo..."—. Que si alguien le ha visto aquí será una chica con buen gusto en tíos, vamos, eso quería decir. — zanjò con la indignación picandole la nariz.

Los dos guardias les echaron otra mirada al ver que no terminaban de entrar al mercado y se quedaban rondando cerca de ellos. La mujer era alta y delgada, pálida de piel y con el pelo negro y corto. Sus ojos color miel siguieron a Robin en su avance y retroceso, pero estaba pendiente de los tres. El hombre tenía la piel oscura y la cabeza afeitada. Era de menor estatura que la mujer, pero sus brazos se notaban musculosos debajo de la chaqueta.

Los dos iban vestidos con pantalones negros, chalecos antibalas y botas. Y los dos iban armados con una semiautomática, aunque las armas colgaban de sus hombros en posición de descanso. No parecía que esperasen que hubiese problemas allí, como si su sola presencia fuera suficiente para evitarlos. Seguramente no se equivocaban demasiado. Al fin y al cabo Sugar Hill era una zona tranquila en gran parte porque grupos como el de los chicos de McAvoy y otros como el de los Red Cross vigilaban porque así fuera. 

Daniel miró sorprendido a Robin, absteniéndose de hacer comentario alguno acerca de las mujeres con gusto o sin gusto o de las rebajas en base a no sabía muy bien qué. Lo que no pudo evitar era que la ceja se le enarcara en una perfecta curva de incredulidad ante aquella forma de pensar y ante aquella actitud tan destructivas en su base. Había conocido a chicos así en su trabajo y sabía muy bien cuán corto era su recorrido. 

-Bueno, pues vete tranquilizándote. No hay nada de lo que preocuparse y aquí, dando vueltas atrás y adelante no arreglamos nada. Vamos y a ver si conseguimos algo -dijo antes de encaminarse hasta los guardias y arrastrando consigo a Robin-. Buenos días. Perdonad pero necesitamos vuestra ayuda. Estamos buscando a dos chicos, bueno, realmente a una chica y a un chico y pensamos que quizá los hayáis visto por aquí. Vamos, muéstrales los dibujos. Es importante que demos con ellos. Muy importante -dijo a los guardias con total sinceridad. 

Kane no intervino en la conversación entre Daniel y Robin, si opinaba algo al respecto no lo exteriorizó abiertamente, aunque sí rodó un tanto los ojos. Con paciencia dirigió una mirada a los guardias según Daniel se dirigía a ellos, pero sus ojos ya traspasaban ese primer bache para buscar entre el gentío del Trueque. El pistolero se movía en silencio, como era habitual en él, no hablaría de ser necesario, no hacia falta hacerlo por el momento.

Miró a Robin y se encogió de hombros, echó una mirada más al Trueque con cara de circunstancias y esperó la respuesta de los guardias de la puerta.

El chico sacó los dibujos del bolsillo y los desdobló con mimo como si un mal gesto sobre la imagen pudiera causar daño real a sus seres queridos.

— Es importante en plan bien —quiso aclarar que no les buscaban para nada feo—. Son mi familia —se explicó ofreciendo las ilustraciones a los guardias—. Ambos de pelo oscuro.

Los dos guardias prestaron atención al pequeño grupo de viajeros cuando se acercaron a ellos. Los dos parecían interesados por lo que pudiera tenerlos inquietos y tras las primeras palabras de Daniel la mujer asintió con la cabeza.

—Claro, a ver esos dibujos. 

Alargó una mano para coger los dibujos que Robin le mostraba y estudió los dos rostros con atención durante varios segundos antes de responder.

—Ni idea, lo siento —dijo, pasándoselos a su compañero—. No me suena haberlos visto por aquí. —El otro también contempló los dibujos y luego negó, ante lo cual la mujer se encogió de hombros para ellos—. Nada, sentimos no poder ayudaros. Pero tendremos los ojos abiertos y si vienen les podemos decir que los estáis buscando. ¿Son de Sugar Hill? ¿Pertenecen a vuestro grupo?

Los ojos de Kane se alargaron más allá de los guardias, analizando el mercado y clasificando en su mente todo lo que veía. Ahí, al fondo, estaba Karina, a quien habían tenido en el Morris apenas hacía un par de días. Hacía años había saqueado una farmacia y todavía vendía los productos de aquel golpe. Medicinas, esparadrapo, alcohol... Cualquier producto de parafarmacia podía estar entre sus posesiones. No se había molestado en exponer lo que tenía para vender, quizá dando por hecho que ya todos sabían cuál era su rollo, pero tenía a sus pies una enorme bolsa de deporte que parecía llena de cosas. Karina conocía a todo el mundo en Sugar Hill y todo el mundo la conocía a ella. Al fin y al cabo, rara era la comunidad que no necesitaba un blíster de analgésicos en algún momento. 

Aquí y allá había otras personas que el pistolero conocía de vista, gente de la que apenas recordaba su nombre o con la que había intercambiado cosas en alguna ocasión*. Sin embargo, más cerca de ellos Kane pudo ver a Ransom, echando un vistazo en uno de los puestos en los que se intercambiaban armas y munición. 

Daniel agradeció internamente la buena disposición de los guardias a pesar de que no hubieran podido ayudarles en la localización de sus dos objetivos. Quedaba claro que no siempre era necesario recurrir al soborno o al intercambio de cara a obtener información. Y en las presentes circunstancias, sin una buena moneda de trueque, era aún más importante y valioso. Ante las preguntas de la mujer, se abstuvo de responder, dejando que fuera Robin quien lo hiciera o en su caso Kane. 

La pregunta, hecha con inocencia, era realmente comprometida. Si a Alec y Hope les decían que les estaban buscando sería como golpear un avispero con un palo y posiblemente cualquier ocasión de dar con ellos de esfumaría.

—Familia —fue la lacónica respuesta de Kane a la pregunta de Margot haciendo un ligero movimiento de cabeza hacia Robin —. Nos las apañaremos. Gracias. Esperamos encontrarlos en breve.

Kane tenía el ojo puesto en el mercado ya, y su atención se había focalizado en dos o tres personas. Tras una breve pausa para con los guardias de la puerta, el pistolero se volvió hacia Robin y Daniel.

—Ahí está Karina. Todo el mundo la conoce y todo el mundo la conoce a ella —lo dijo a modo de sugerencia de continuar la búsqueda en esa dirección, pero dejó que esa iniciativa la tomara alguno de los dos, especialmente Robin.

El chico dejó caer los ojos al suelo acompañados de la mínima sonrisa que la esperanza levantaba en sus labios.

«No les han visto»  constató decepcionado como si necesitase decírselo él a sí mismo para creer esa realidad «Joder»

Levantó los ojos cuando Kane mencionó que eran familia para mirarlo extrañado. Aunque entendió lo que había hecho ahí e incluso agradeció que su respuesta fuera tan semejante a la que él mismo hubiese dado, le chocó oír esa definición de un ajeno a Unhood. 

Del pistolero volvió a los guardias e intentó dibujar una sonrisa de circunstancias que disculpaba aquello de lo que no había responsables.

— No pasa nada. Gracias. 

Recogió los dibujos, los dobló con sumo cariño y los guardó de nuevo en el bolsillo mientras centraba toda su bilis en «Karina».

— Vamos pues — dijo en un encogimiento de hombros verbal, no quería que ella tuviera la solución, pero si la tenía, por hoy, le valdría.

Todo el mundo la conocía y ella conocía a todo el mundo. No era un mal punto de partida. Y confirmaba que el que Kane les acompañara era toda una suerte. Eso sí. Todo aquello no impedía que Daniel ignorara quién era al tal Karina.

-¿Quién es esa mujer, Kane? -preguntó.

Con la conformidad de dar el siguiente paso hacia Karina, el pistolero se encaminó hacia ella tras despedirse de los guardias. Mientras se acercaban a la mujer, Kane respondió a Daniel con tranquilidad.

—Es comerciante, suministros médicos.. analgésicos, apósitos, alcohol.. cosas así. Eso la hace conocida —explicó mientras abordaba con calma a Karina, cuando captó su atención de ella sonrió levemente.

—Buenas, Karina. ¿Cómo te va todo? —saludó con un asentimiento —. Quizá puedas ayudarnos.. estamos buscando a alguien, puede que los hayas visto. Un chico y una chica, pelo oscuro.. —hizo un gesto a Robin para que completara la descripción y mostrara los dibujos.

Los ojos de Karina se iluminaron al ver al trío acercarse a ella.  No se había molestado en exponer lo que tenía para vender, quizá dando por hecho que ya todos sabían cuál era su rollo, pero tenía a sus pies una enorme bolsa de deporte que parecía llena de cosas. Cuando llegaron a su altura les hizo un gesto de saludo con la cabeza. 

—¡Vaya! No esperaba volver a ver tan pronto a los morris —dijo, con una sonrisa simpática. 

«Los morris», así era como muchos conocían en el barrio a los habitantes del centro de salud desde hacía ya tanto tiempo que sería inútil intentar liberarse de ese apodo. Una identidad que en ocasiones abría puertas, pero que también les dificultaba pasar desapercibidos, como si llevasen una etiqueta identificativa informando de que no estaban solos en el mundo, con todo lo que eso acarreaba. 

Escuchó a Kane con atención y sus ojos siguieron la estela de los de él hasta llegar a Robin. 

—Por un momento pensé que veníais a por más leche —comentó mientras esperaba a que el chiquillo le enseñase los dibujos—. ¿Cómo está el bebé? Decidle a Trish que ya tengo más botes, para cuando los quiera. 

Se calló al tomar los papeles para estudiar los rostros dibujados en ellos con atención, durante varios segundos, y finalmente se los devolvió al pelirrojo. 

—No los he visto, lo siento —aseguró sin sombra alguna de duda—. Llevo toda la semana viniendo al mercado, si hubieran venido lo sabría. Ni siquiera me suenan de Sugar Hill —añadió, como extrañada de que viviese gente en el barrio a la que ella no hubiera visto nunca—. ¿De qué grupo son? Si me dejáis los dibujos puedo enseñárselos a la gente que venga al mercado.

- No pasa nada. Gracias por mirarlos -se desentendió de dejar los dibujos. Esta vez, no se trataba de su falta irracional de aprecio por la chica, sino de lo prieto que tendría el culo cada vez que se cruzara con Morgana si llegase a enterarse que no solo alguien podía relacionar a Hope con él y en consecuencia con el Morris, sino que iba dejando que la publicidad corriera por ahí con rostro, firma y dirección.

Guardó los dibujos de nuevo y sonrío con circunstancias a la chica.

- Que no te sepa mal pero prefiero preguntar yo, no vaya a parecer otra cosa. Son mí familia.