Partida Rol por web

Daniel se echó a reír de forma encantadora ante las palabras de Jean.

-Bueno, perecederos somos todos. Tardaremos más o menos, pero... Bueno, que la cosa consiste disfrutar antes de que nos quedemos sin teflón, que es lo que le pasará a esa sartén dentro de no mucho -guiñó un ojo a la joven con picardía-. También es cierto que esa sartén la puedes poner al fuego y que mi condón no, pero claro, es que cada uno vale para lo que vale. Y con esto -lanzó al aire el preservativo-, no puedes hacer unos huevos fritos. Si te fijas, sigue perfecto en su sobre, sin que se haya roto el precinto y si es que llegamos a un acuerdo, puedo darte ciertos consejos para que no sea tan perecedero como crees que es. Bueno, podría dártelos incluso si no acordamos un precio que nos convenga a ambos. Si es que quieres claro -los dientes de Daniel brillaban blancos en su sonrisa.

Los ojos atentos de Daniel se centraron en la muchacha sólo para constatar que no mentía. El nombre de Alec no parecía sonarle para nada. Claro que esto tenía sentido al pensar que Alec vivía normalmente más allá de Queens mientras que ella había dicho que solía moverse por Manhattan. 

Cuanto más desparpajo mostraba Daniel y más sonrisas prodigaba, más encandilada parecía la chica de sus ojos y sus labios. Sus mejillas se apretaron en una sonrisa ante la picardía de su guiño y para cuando terminó era evidente por su expresión que Daniel había ganado ese encuentro sin esforzarse demasiado. Con sus últimas palabras a la muchacha se le escapó un leve suspiro.

—Oh, está bien —respondió—. El condón por la sartén y una espumadera, ¿te hace? —ofreció, señalando el utensilio. Volvió a mirar a Daniel y su sonrisa se estiró más, con esa misma picardía del joven, cuando siguió hablando, subiendo las apuestas—. Y esos consejos me los das a cambio de una cerveza cuando termine de trabajar.

Daniel no pudo sino reír ante aquel remate. Una risa sana y sincera, carcajadas que brotaban de su interior agradeciendo aquella invitación. Jean no sería nunca una conquista pero podía ser una amiga y en aquel mundo, oportunidades así no debían desaprovecharse.

-Me encantaría, Jean -dijo con total sinceridad-. Espero la aceptación de mi consejero mayor -señaló mirando a Robin para que confirmara la bondad de aquella transacción-, señor de estómagos y corazones -su mirada al pelirrojo no aceptaba equívocos- para dar por finalizado este trueque. En cuanto a esa cerveza, dime a qué hora acabas y haré cuanto esté posible por estar disponible.

Tras ello, miró a sus dos compañeros, con el rostro de quien afirmaba que aquello era una puerta cerrada. No dudaba de la sinceridad de la muchacha y de su desconocimiento acerca siquiera de la existencia de Alec. Era una chica de Manhattan y él un chico de más allá de Queens.

-¿Ransom? -preguntó clavando su mirada en Kane, como una última opción.

El pistolero observó la transacción sin intervenir, o puede que el flirteo, o ambas cosas. Su mirada también se perdía divagando por los alrededores, algo disperso, eso días la verdad es que lo estaba bastante. Cuando Daniel se dirigió a él, Kane le devolvió la mirada con paciencia y se encogió de hombros señalando con la cabeza al mencionado mercenario.

—Un tipo callado, competente. McAvoy tiene buena relación con Clem, quizá ellos puedan prestarnos ojos —resolvió sin darle mucho entusiasmo al asunto.

Robin se quedó encandilado con la energía de Daniel e hipnotizado por su facilidad para desenvolverse en la negociación. Su corazón se aceleró cada vez más en su pecho hasta que los latidos le ensordecieron, tanto, que temía que se escucharan desde el exterior de su cuerpo.

Solo por verle ahí merecía la pena la excursión aunque no sacaran nada sobre ninguno de los Tyler.

Cuando Daniel le miró, Robin escapó con la mirada a sus pies por un instante al sentir que le había pillado babeandole. Pero volvió a él tan rápido como fuerte deseaba que nadie se hubiese fijado en lo embobado que se había quedado con el patinador.

No quería aceptar que su amigo perdiese una de sus monedas por él pero embriagado por la ilusión de su corazón exaltado simplemente asintió. Sin calculo alguno.

Al ver lo poco que ansiaba Dan quedarse en ese puesto, sus tripas cosquillearon con un alivio que del que renegó por saber que no tenía derecho a él por lo que lo fue cambiando de su amigo a la seguridad que acompañaba preguntar a amigos.

— Vale, Ransom sí.

«Gracias»

La sonrisa de la chica se amplió al escuchar la limpia risa de Daniel. Aunque su mirada al pelirrojo a continuación creó una ligera arruguita de suspicacia en su frente, no tardó en disolverse en cuanto el joven aceptó. 

—Pues terminaré sobre las dos. Dos y media o así, en lo que recojo —respondió, echando un vistazo hacia arriba, donde el sol ya había pasado su cenit. 

Al bajar la mirada cogió la sartén y la espumadera y se las tendió a Daniel, cogiendo el condón a cambio. Luego echó un vistazo a los otros dos y viendo que parecían empezar a marcharse, les hizo un gesto de despedida. 

—Que tengáis suerte —les dijo, olvidado al parecer el asunto que les había llevado hasta ella. Su última mirada fue para Daniel, acompañada de una sonrisa encandilada—. Hasta luego.

Siguiendo el gesto de Kane todos pudieron ver a Ransom, que se encontraba un poco más allá, junto a uno de los puestos en los que se intercambiaban armas y munición. Estaba solo, contemplando varias pistolas bajo la mirada aburrida del tendero, lo cual hacía pensar que Ransom llevaba un buen rato en esa tarea y haciendo gala de su mutismo habitual. 

No parecía haberles visto hasta ese momento, pero mientras se encaminaban hacia él alzó la mirada y al descubrirlos les hizo un gesto de saludo con la mano y recortó la distancia un par de pasos.

—¿Qué tal, chicos? ¿Todo en orden?

Ransom no era un tipo muy hablador. Probablemente era el más silencioso entre los chicos de McAvoy, el que siempre permanecía bebiendo en silencio en un extremo de la barra mientras los demás hacían que el jolgorio fuese subiendo de nivel con cada jarra de cerveza que se metían entre pecho y espalda. 

Tras despedirse de la muchacha, Kane enfiló hacia Ransom. De los hombres de McAvoy, Ransom era con quien Kane tenía más afinidad. Fuera porque eran capaces de ser lo más soso que había parido madre, fuera porque ambos eran de pocas palabras, fuera porque era tópico decir que alguien te cae mejor por encima de otro cuando hablas de un grupo de gente.

—¿Qué hay, Ransom? —asintió dirigiendo sutilmente la mirada hacia Robin y Daniel, suspiró un tanto dado que parecía que él era ahora quien debía hacer las pesquisas —. Verás, estamos buscando a alguien.. no sé si lo habrás visto, o si conoces a alguien que pueda echarnos un cable al respecto.

Con un gesto, Kane movió la cabeza para que Robin mostrar el dibujo en cuestión y que, dado el caso, describiera un poco al susodicho.

Robin obedeció el gesto de Kane entrenado por las anteriores veces tan ágil que le sacó una sonrisa para sí mismo orgulloso de ir aprendiendo su parte.

Desdobló el dibujo de Alec y al encontrarse con su rostro se sintió algo ajeno y culpable. Todavía no le había encontrado y sin embargo ya tenía la sensación de que le estaba sustituyendo en el corazón.

No le puedes hacer esto.  Se dijo a sí mismo aferrándose a su amor pasado. Extendió el dibujo hacia el hombre de McAvoy y se encogió de hombros, disculpándole de ante mano por no haberle visto.

- Es de queens. Pero nunca está dónde se le espera.

-Hasta luego -dijo alzando sartén y espumadera en el aire a modo de despedida. 

Luego, simplemente siguió a sus dos compañeros, silbando suavemente hasta llegar a la altura de su objetivo, al cual sonrió y saludó con un gesto de cabeza.

-Buenas -añadió, dejando al resto la labor de hablar e interesarse por el destino de Alec. Ante las últimas palabras de Robin, tuvo que reprimir una contestación que no hubiera agradado al pelirrojo. Aquel tipo nunca estaba junto a él, que era donde se presuponía que tenía que estar. 

Ransom contempló el dibujo que Robin le tendía. Lo observó bien durante varios segundos, pero al final se lo devolvió y negó con la cabeza. 

—No me suena. Queens está muy lejos —dijo, con un encogimiento de hombros. Y por un momento pudo parecer que eso era todo lo que iba a decir al respecto, pero al final añadió algo más—. Hay conseguidores. Quizá podríais contratar a alguno. 

En cierta forma eso era algo bueno de Ransom: nunca preguntaba más de lo que le decían. Si sentía curiosidad por el chico que buscaba la pequeña comitiva, no lo demostró y volvió a quedarse callado, alternando su mirada entre los tres viajeros del Morris.

Sí. Queens quedaba lejos. Y desde que había perdido a toda su familia para Robin aún quedaba más lejos.

Al escuchar la respuesta de Ransom hundió su mirada en la nada y volvió, sin poder evitarlo, al fuego.

Sus ojos se empaparon en lágrimas que intentó esconder con un parpadeo.

Asintió dando las gracias y declarándose enterado temiendo hablar y que la voz le saliera rota.

Alargó el dibujo hacia Daniel sin llegar a mirarle mientras empezaba a huir solo un par de pasos de todos y de todo.

Recogió el papel que le tendía y alcanzó a ver una fugaz lágrima. Contuvo un suspiro y miró a Ransom.

-Un conseguidor. No es una mala idea. Quizá puedas darnos algún nombre y decirnos dónde podemos encontrarlos. De todos modos, estamos buscando a dos personas. La otra es una muchacha -dio una prolija descripción de Hope, reacio a llamar a un Robin que se alejaba y que parecía centrado solo en la búsqueda de su pareja-. Quizá la hayas visto por aquí.

Hope se había ido buscando a Alec. Quizá se había encontrado con las mismas dificultades e incluso podía haber pensado en la posibilidad de un conseguidor para dar con su hermano. Ello justificaría su robo, como forma de pago a aquel que pudiera dar con Alec. Tal vez deberían centrar sus esfuerzos en dar con ella como forma de dar también con Alec.

No sabía porque esperaba una respuesta así de Ransom, el pistolero asintió torciendo el morro, siguió con la mirada a Robin tras entregar el dibujo. No dijo nada al respecto, centró su atención en el hombre de McAvoy. Dejó que Daniel hablara apartándose un tanto, pensando en las opciones que tenían, una sensación de pollo sin cabeza se paseó por la mente. Pero poco podía hacer, estaba ahí casi por bulto, ya que por las reacciones que estaba teniendo Daniel parecía que se le escapaba buena parte del contexto de la situación.

—Usad a Jimmy —sugirió como respuesta para Daniel, aunque su mirada seguía la escapada de Robin con un brillo de desconcierto—. Trish lo conoce, ha hecho tratos con él. Nosotros también y cumple bien. Es bueno.

Luego escuchó atentamente la descripción de Hope, aunque por su expresión no parecía que le estuviese diciendo mucho. Cuando el patinador acabó, se encogió de hombros. 

—No me suena, lo siento. ¿Van los dos juntos? Si queréis puedo comentárselo a los chicos para que estén pendientes.

El chico escuchaba la conversación de medio lado, estando presente y ausente a la vez. Se sabía en una situación inútil y se culpaba por haberse dejado engañar por su ingenuidad para confiar en la idea de encontrar el rastro de Hope cuando no había sido capaz ni de verla salir.

Y mientras su cabeza se culpaba en su corazón presionaba con la añoranza más atroz que jamás había sentido: sus padres sabrían que hacer.

Se frotó los ojos con el dorso de la zurda y analizó a Jimmy en sus recuerdos. No le gustaba pero confiaba más en el juicio de Trish que en el suyo propio.

Torció el gesto, resignado, y luego buscó a Kane y Daniel con unos ojos enrojecidos que creía bien disimulados para intentar transmitirles sin voz que él votaba por hacer lo que decía Ransom.

—Nos harás un favor, Ransom. Gracias —asintió lacónico el pistolero al ofrecimiento, miró a Robin sin acabar de comprender del todo sus reacciones. La sensación de estar perdiéndose una buena parte del contexto, del panorama, volvió a asaltarle.

Esperaría a alejarse del hombre de McAvoy para preguntar, si podía ayudar, al menos saber todos los detalles ayudaría. Pero tenía la sospecha de que tampoco podría aportar mucho más de lo que ya había hecho.

-Buena idea, sí. Gracias y hasta otra -fue cuando añadió Daniel. Miró a Kane con cara de circunstancias, aparentemente tan perdido como él en cuanto a la reacción de Robin en su conversación con Ransom. Sabía que estaba sujeto a mucha presión, pero no esperaba verle de aquel modo.

Cuando avanzaron unos metros, se detuvo y se volvió hacia sus compañeros.

-Pues no se me ocurre qué más hacer. La verdad es que me da que estamos dando palos de ciego. Robin, ¿crees que Hope recurrirá a un conseguidor para dar con su hermano? Kane, ¿ves qué pudiéramos hacer algo más aquí?

Ransom asintió con la cabeza como respuesta para Kane y Daniel y luego hizo un gesto de despedida con la mano.

—Suerte entonces —les deseó, para después darse la vuelta y volver a perder sus ojos por el puesto de armas. Mientras los tres habitantes del Major Morris se alejaban de él parecía que por fin se había decidido a pedirle algo al tipo que atendía el puesto.

La sensación de que no iban a sacar nada seguía extendiéndose por ellos. Al fin y al cabo, estaban preguntando por dos jóvenes que vivían normalmente muy, muy, lejos de allí. La promesa hecha a Cass de no alejarse del refugio chocaba directamente con la evidencia de que, si querían encontrar sus rastros, iban a tener que salir de las calles de Sugar Hill y abandonar su seguridad.