Partida Rol por web

Al escuchar a su hermano los ojos de Perry se abrieron tanto que, si no llega a tener las gafas, puede que se le hubieran salido de las órbitas.

- ¿Lo dices en serio?- Sin darse cuenta estaba apretando tanto los puños que los nudillos se le quedaron blancos, sin circulación. La ira se estaba haciendo con él, ¿por qué sus padres harían algo así? Pero eso ya lo hablaría con ellos, ahora estaba el problema de la alimentación de su hermano.- ¿Y tú que opinas? ¿Quieres dejar la dieta?- Dijo sin capacidad para disimular su asombro. Se había esforzado por ayudar a su hermano, por que dejara de estar siempre debajo del amparo de los protectores brazos de sus padres, y había trabajado mucho para hacerle aquel regalo que ahora sólo le daban ganas de romper en pedazos. No dejó que su hermano contestara, ya lo hacía él solito. - Por supuesto que quieres claro, sino no me contarías esto.- Dijo más con una enorme decepción que con enfado.

—Vaya... siento lo de la pesadilla —contesto—. ¿De qué iba? —le pregunto, por genuino interés en qué debe haberle molestado tanto durante la noche. Entonces veo a Perry venir y le saludo con una sonrisa.

—Hola, Perry.

Escucho lo que le comenta Ed a su hermano mayor y me nace automáticamente una pequeña mueca en el labio al imaginar que Perry seguramente se moleste un poco por lo que han dicho sus padres. Al menos me deja bastante tranquilo saber que sus padres quieren que deje de comer solo verduras. ¡Es que es una locura! ¡Hay que comer de todo! Por el momento no voy a decir nada, pero me quedo mirando un poco de reojo mientras termino de vestirme, preocupado por mi amigo.

Efectivamente, aunque no se enfada, parece bastante decepcionado, y conociendo a Ed, seguramente se quede bastante preocupado. Sigo sin decir nada pero intento hacer ver a mi amigo cómo niego con la cabeza intentando hacerle entender que no debería darle importancia.

— Con la fiesta de Halloween y el accidente que tuve— le contesto a mi amigo con una verdad a medias, me parece algo vergonzoso por mi parte haber soñado con que estaba solo en la fiesta, por lo que lo omito, aunque William es muy listo y es probable que lo sospeche.

Miro horririzado a mi hermano conforme mis ojos se enrojecen anunciando la proximidad a que las lágrimas cubran mi rostro.

— Yo...— empiezo a decir asustado— La dieta me está viniendo muy bien, me estoy recuperando mucho... y no... no quisiera dejarla, pero mamá y papá...— me siento cada vez más angustiado, mis padres me dicen que haga una cosa, pero hacerla implica que mi hermano haya trabajado para nada y decepcionarlo, pero no hacerlo implica desobedecer a mis padres.

Miro a William unos segundos y me siento muy mal, entre lo que pasó en la fiesta y esto...

— Lo siento, no debería haber dicho nada...— digo mientras bajo la cabeza para mirar únicamente a mis pies y camino hasta mis libros para coger todo el material para la mañana de hoy.

— Yo... voy a ir bajando a la sala común...— digo desanimado antes de bajar por las escaleras.

1-2-3...8-9-10...

Perry contó hasta 10 respirando hondo para calmarse. Había prometido a su hermano que se controlaría. Así que enfocó toda su irascibilidad contra sus padres y dejó escapar a su hermano sin montarle allí un escándalo.

El no tiene la culpa.-Se repetía. 

- Ah, hola Will. ¿Qué tal?- Cuando volvió hacia su hermano éste ya se había ido apocado como siempre.- ¿Pero qué le pasa a este Ed?Pfffff- Resopló entre frustrado y desesperado.-¡Venga! Corre tras él, no sé como no te cansas.- Perry tenía que aguantar a su hermano pues eran familia, era sangre de su sangre. La verdad es que agradecía que Will estuviese allí, pues tenía una paciencia considerable con su hermano, la que a él le faltaba.- Espera Will un momento, si no te importa. Quiero contarte algo.

Perry se acercó al mejor amigo de Ed y le tomó del brazó arrastrándole hasta donde tenía su mochila.

- Espero que esto anime a Ed un poco.- Rebuscó en el interior de la mochila y sacó un muñeco articulado. Parecía antiguo pero estaba intacto.- Mi padre me ha enviado esto. Pero hay que ser idiota para mandárselo a Ed pues les dije que era una sorpresa.- El muñeco era de un hombre atractivo con los ojos cerrados.- Mi padre hace colección de estos, son muñecos antiguos. El caso es que he estado investigando, leyendo pro ahí y viendo cómo podía convertirlo en un muñeco de entrenamiento para regalárselo a Ed. Cuando acabe con él podrá lanzarle un conjuro de duelo y el muñeco le dirá si ha tenido éxito o no, abriendo o cerrando los ojos. Son hechizos básicos unos encima de otros, alarmir, dectatem, bueno ya sabes.- No sabía si aún los habían dado, pero le daba igual. Las gafas de Perry resbalaron hasta la punta de su nariz, haciéndole parecer aún más inteligente.- Así no tendrá que lanzar el hechizo contra otros si no quiere hacer daño a nadie.¿Qué te parece? ¿Crees que le gustará?

Hago una mueca, empatizando con él, en respuesta a lo del sueño, pero no digo nada mientras terminan de hablar de lo de la dieta. Suspiro preocupado cuando veo que Ed baja, casi huyendo de su hermano, y que Perry parece algo exasperado. 

—Te acompa- —digo, pero Perry me para para hablar con él.

—Creo que Ed está triste porque Willow me ha pedido ir al baile con ella y a él no se lo ha pedido nadie... bueno, sí, Gabriela de Gryffindor parecía interesada, aunque no se lo pidió. Creo que quería que él se lo pidiera... pero ya sabes cómo es Ed de tímido. ¡Más que yo! —le comento mientras me lleva hacia su mochila.

Cuando saca el muñeco lo miro con curiosidad, sorprendido porque pensaba que me enseñaría algo distinto. Pero me sorprende aún más cuál es el uso que pretende darle. Una sonrisa se enciende en mi cara al imaginarme lo mucho que seguro le gustará a Ed, y más todavía por el hecho de volver a comprobar que Perry quiere muchísimo a su hermano y se preocupa mucho por él, aunque a veces se pase de exigente.

—Me parece una idea genial. Estoy segurísimo de que le encantará, y se alegrará mucho de ver que te preocupas de que pueda aprender más «a su manera», sin hacer daño... Bueno, yo estoy de acuerdo con él en eso, ya lo sabes, aunque me preocupa bastante menos porque sé que son hechizos que no hacen mucho daño... —suspiro y cojo aire, estoy hablando muy rápido—. Así que me parece un invento genial... Y a Ed le va a encantar. Seguro. Y le hace falta algo de cariño... creo que está un poco deprimido desde que ha entrado al colegio. Cree que es tonto o algo, cuando solo ha tenido mala suerte. ¡Pero si se nota un montón que sabe de todo! Tienes que estar orgulloso de él, Perry, y dejárselo saber.

Perry elevó los ojos al techo cuando escuchó que su hermano era tímido. Sí,  lo sabía bien,  era una cruz que cargaba sobre sus pequeñas espaldas.

- Dile que no se preocupe. Mucha gente va al baile sin pareja, yo por ejemple este año creo que no iré con nadie.- Omitió que el año pasado había sido elegido, junto a Gwen, como los reyes del baile- No quería fanfarronear ni presionar a su hermano más aún. Después sonrió satisfecho ante la idea de que su regalo gustara a su hermano.- Estupendo, a ver si así se anima un poco. Si estoy orgulloso...- Dijo sin demasiado convencimiento. Más que por la pésima posición de su hermano en la clasificación de entre los alumnos de primero lo que le avergonzaba era ese ánimo siempre tan depresivo. Perry era todo lo contrario. Con cada obstáculo que le ponían delante se hacía más fuerte.- Bueno, te dejo, vamos a desayunas que si no no llegaremos a clase.

Tras hablar con Will, Perry se dirigió directamente al comedor, con una mochila extrañamente abultada.

El tono en el que dice que está orgulloso de su hermano vuelve a dejarme poco convencido, pero no borro la sonrisa. Quizás sea solo cosa mía.

Asiento.

—Venga, vamos.

Salgo directo hacia la Sala Común a encontrarme con Ed.
 

- Buenos días... - dijo mientras se levantaba con algo de pereza.

Le había costado dormirse pensando en todo lo que tenía y ahora, con el cuerpo cansado de una noche de poco dormir, sus movimientos le resultaban lentos y pesados.

Esto se arregla con un poco de comida, pensó. Y cuando tuvo todo preparado, se fue directamente al comedor a almorzar un poco.

El gato de Christopher le empezó a morder el pelo para que el niño se despertara. Al principio, Chris intentó quitarse el gato de encima, pero terminó jugando con él, incluso el niño mordió a su gato.

Al final se levantó, con un par de arañazos por el cuerpo y la cola de Isidoro muy tiesa, demostrando que había sido el vencedor de ese conflicto. Christopher le lanzó una almohada, que el gato esquivó con gran destreza.

¡Buenos días! gritó, pero ya no había nadie allí. Se encogió de hombros, meditando que la gente era demasiado madrugadora. Hay que aprender del sueño le dijo una vez su padre. Y desde entonces dormía todo lo que podía.

Pero no era lo único que hacía con todas sus fuerzas. No le había dado tiempo a poner un pie fuera de la cama cuando su estómago rugió.

Vaya dijo, y se fue corriendo a darse una ducha para poder ir al comedor. Salió desnudo y a medio secar, se vistió y, cogiendo sus cosas, se marchó.

Byron entra en los dormitorios a toda prisa. Podía ser... A su familia le gustaba muchísimo el fútbol, y en un intento de acercar al chico a la familia, su tío le regalo un conjunto del delantero del Chelsea, puede que aún le fuese. Intentando recordar su armario dijo tranquilamente:

-¡Artifficus!- mientras pensaba claramente en el conjunto que le regalaron. Si eso no funcionaba, tendría que hacer mezclas de ropas e ir de alguna manera inesperada al baile.

De repente su ropa se cambió por la ropa del conjunto del Chelsea y como no había crecido mucho, le iban bien! Contento y orgulloso de que le saliese bien el hechizo, salió corriendo, pelota incluida en mano hacia el salón para llegar al baile.

Cuando llegó Christopher, Byron ya estaba saliendo disfrazado de algo que él no entendía. Se quedó en la puerta del dormitorio, rascándose la cabeza. ¿A qué ha venido salir corriendo de la Biblioteca? El muchacho no lo entendía, pero ahora estaba sólo en el dormitorio, pensando de qué podía disfrazarse. Se movía de un lado a otro de la habitación, mientras su gato le seguía, imitando su paseo.

¿De qué me puedo disfrazar? Algo que de miedo... Rápidamente, la imagen de su madre enfadada apareció en su mente, y un escalofrío le recorrió la espalda. Agitó con velocidad la cabeza para que ese recuerdo se fuera.

Siguió pensando durante un rato. Si algo daba miedo... Era la muerte, ¿no? Sí, eso se suponía que lo temía todo el mundo.

Abrió su baúl y desechó la túnica de gala que llevaba. Necesitaba una túnica un poco más grande, que le cubriera los pies... Y volvió a mirar en el baúl. Su madre le había metido túnicas más largas por si daba el estirón en el colegio. Allí estaba. Negra, perfecta. Y con una especie de capucha. Se lo probó rápidamente y se miró al espejo. ¡Parecía un Dementor! De hecho, si hubiese tenido una guadaña, podía haber ido de muerte, pero sin ella... De dementor era lo mejor.

Contento, por tener su disfraz, cogió su varita por si volvían a aparecer hombres lobos en la fiesta y se fue corriendo al Gran Comedor

Byron llegó al dormitorio y llamó a Puppy. Estaba asustado y Puppy no contestaba. Cuando se acercó y vió el cuerpo sin vida del perro, cayó desconsoladamente hacia él y empezó a llorar. La única mascota que había tenido en su vida. Se la había comprado su padre y ahora estaba muerta. Le había cogido mucho cariño y el lloro era lo único que su cuerpo pudo hacer por apaciguar toda la tensión que tenía en esos momentos.

El niño de color entró en el dormitorio y allí encontró a Byron derrotado y llorando. Se acercó a él y apoyó la mano sobre su hombro, al igual que había hecho con su compañera. Volvía a sentir lo mismo, no podía hacer ni decir nada que ayudara en esa situación.

Lo siento, Byron... musitó, apretando un poco la mano para intentar transmitirle su apoyo. Se quedó junto a él, esperando un gesto por su parte, un movimiento para poder decirle que había que irse a la cama.
 

Esa noche Perry se acostó con Gladius en la cama, como si así pudiera evitar que al su mascota le hicieran daño. No sabía si podría dormir con todo lo que habían vivido aquella fatídica noche.

Llego al dormitorio igual de triste y cabizbajo que mis compañeros, amigos y hermano.

Uno a uno voy pasando por las camas de mis compañeros más afectados y poniendo una mano sobre sus hombros para mostrar apoyo. Al llegar a lande minhermano le doy un beso en la mejilla y acudo a mi cama. A penas tengo fuerzas para desvestirme.

Miro a la cama de al lado donde mi amigo william tiene su lecho.

— Darán con quien haya hecho esto... —le digo intentando animarlo— Intenta descansar, ¿vale? Y si no puedes dormir o lo que sea, me despiertas, ¿vale? Hasta mañana.

Me quito la corbata y lentamente el traje, casi no tengo fuerzas y dejo todo mal doblado sobre el baúl antes de entrar a la cama, me va a ser imposible dormir y lo sé, pero hay que intentarlo.

Al subir, encuentro a Byron llorando junto al cuerpecito de Puppy. Me siento, si cabe, más culpable aún por no haberme acordado del perrito, tan silencioso casi como su dueño. Me acerco a él y le pongo una mano en el hombro. Ya no puedo evitar llorar, aunque intento contenerme porque sé que no es justo que a mí no me hayan matado a ninguna mascota y esté llorando como los verdaderamente afectados; pero es que estoy muy nervioso, triste y asustado.

—L- l- lo siento... lo siento mucho... —le digo. No sé qué más decir, así que solo aprieto mi mano en su hombro—. Si nece- sitas... algo... y- ya sabes... —añado, antes de girarme y casi correr hacia la cama quitándome la ropa por el camino. La dejo toda al lado de la cama y ni siquiera me preocupo de ponerme el pijama. Me siento muy avergonzado por estar tan asustado y llorar así, así que prefiero desaparecer y que este día haya terminado ya.

Mientras me arrebujo en ropa interior entre las sábanas y las mantas para protegerme del frío casi invernal que ya se filtra a través de la piedra de los muros de Hogwarts, oigo la voz de Ed dirigirse hacia mí. Asomo un ojo entre las sábanas mientras se desviste.

—Lo- lo mismo d- digo... b- buenas noches... —se escucha un sollozo ahogado antes de volver a taparme por completo, como esperando que las cobijas ahuyenten cualquier cosa que me amenace.