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CHO'N DELOR: EL BASTIÓN DEL DOLOR:

- El Bastión del Dolor es una fortificación situada en la parte Sur de las murallas de la ciudad de Cho'n Delor, capital del dominio del mismo nombre

Protege la muralla Sur, alberga una gran cantidad de tropas regulares y es una de las principales sedes gubernamentales.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: ANTÍLOPE (MES DÉCIMO, PRIMERO DEL OTOÑO).

DÍA: PRIMERO DE MES.

AL ALBA.

- Todos los Pelotones se encuentran ya formados por Escuadras, cuando el recién elegido Capitán sale al Patio y recorre las hileras a paso lento.

- "¡Pelotones...! ¡Firmes! ¡Ain!" -

Como uno solo, todos los presentes se cuadran.

- "¡Jefes de Pelotón! ¡Novedad!" -

- "Primer Pelotón presente, listo y dispuesto. Catorce Soldados de Caballería presentes y un Cabo. Falta Guardaespaldas, destacado en el Campamento Principal." -

- "Segundo Pelotón, Infantería. Dos escuadras, temporalmente al mando del Cabo Lemur mientras el Cabo Barril se recupera en el Campamento.

Escuadra Lemur: Un Cabo y quince Soldados. Todos presentes.

Escuadra Barril: Ocho Soldados, presentes.

Todos estamos heridos, pero no son heridas graves. Listos para el servicio, Capitán." -

Campaña estaba muy entusiasmado aquella mañana. Se había levantado temprano para tener tiempo suficiente para ponerse la armadura con cuidado. Era un día muy importante y merecía que su ritual diario se cumpliera estrictamente. Aunque la tarde anterior se había afanado en sacarle brillo a a la armadura, y sobre todo al casco, quedaba aún el último retoque, uno que sólo podía hacer justo antes de salir a desfilar, y que marcaría la diferencia respecto al resto. Claro que era algo que llevaba cierto tiempo, porque debía hacerse con mimo y con cariño, y por eso no había podido entretenerse ni un momento más en su camastro.

Pulir el bronce no era un trabajo sencillo, aunque pudiera parecerlo. Al contrario, requería de una técnica que no conocía cualquiera. Herrero había puesto mucho empeño en enseñar a su hijo cómo hacerlo y gracias a ese esfuerzo podría decirse que nadie era capaz de hacerlo tan bien como Campaña. Ahora bien, el resultado final era inigualable, de tal forma que lo que en realidad era bronce parecía el más brillante oro. El efecto era, de hecho, mucho más impresionante en un lugar como aquel, rodeado de tanta riqueza. Campaña sabía que muchas de las miradas se centrarían en él aquel día, pues muchos eran los que hablaban del gigante que había vencido a la Segadora. Y a pesar de ser una persona humilde, Campaña sentía que de verdad merecía aquellos elogios. Atrás quedaba ya la vergüenza de actos estúpidos, atrás quedaba ya la muerte de Peregrino y de los demás Hermanos, atrás quedaba ya definitivamente su niñez... Ante aquella multitud enloquecida por el triunfo de la Compañía se presentaba el gigante dorado Campaña, un ejemplo perfecto de lo que es un Soldado de la Compañía Negra y, sobre todo, un hombre hecho y derecho capaz de seducir a una mujer voluptuosa y de curvas interminables.

Mientras se mantenía tieso como una estaca en la formación, destacando en altura y volumen sobre el resto de sus Hermanos, sólo podía pensar en ella. Imaginaba como iba a mirarle mientras le ponían la capa de nuevo, con cara de asombro y deseo, y el pretendía desde luego responder a ese deseo como correspondía, para eso había estado informándose acerca del cortejo de las mujeres.

Aquel día el mundo estaba a sus pies, y Campaña pensaba pisotearlo hasta que se doblegara a su voluntad.

Por fin había llegado el momento de la ceremonia, uno de los eventos más importantes que se celebraba en la Compañía Negra y Preocupado temía que algo pudiera salir mal. Él había hecho todo lo necesario para que no fuera así, había preparado cuidadosamente sus ropas tribales, su capa negra, su broche de plata y sus armas, incluso había ayudado a Desastre a adecentarse, pero aún así había tantas cosas que podían salir mal. Cuando llegaron le indicó a Desastre donde tenía que colocarse, habían ensayado el día anterior, pero su compañero a veces era muy distraído.

¿Y si los que eran partidarios de Portaestandarte se niegan a formar como protesta? O alguien podría venir sucio o desaliñado... ¡Y los nuevos reclutas! Seguro que no han tenido tiempo de aprender a formar bien y se chocan unos con otros. O quizás...

Las primeras voces de los superiores le sacaron de sus pensamientos y se preparó para lo que venía. Cuando la Sargento Vientos gritó Segundo Pelotón lanzó un ligero codazo a Desastre para que se cuadrara con el resto.

-Ahora, ahora.

El pelotón al completo, o más bien lo que quedaba de él tras las últimas escaramuzas, se puso en posición de firme. Se imaginó que tendrían un aspecto feroz e impresionante, eran los tipos más duros, tan solo había que fijarse en las múltiples heridas que todos exhibían con orgullo, muchas de ellas todavía recientes. Le preocupaba que ninguno de sus enemigos pudiera verlos ahora, seguramente se lo pensarían dos veces antes de plantarles batalla de nuevo, pero como no era así los muy necios volverían a atacarlos una y otra vez. En la escuadra de Barril solo estaban ocho, si la campaña se alargaba tendrían que incorporar más gente pues la infantería era el corazón de la Compañía y necesitaban buenos guerreros, en aquel pelotón solo estaban los mejores. ¿Habría gente lo suficientemente cualificada para luchar a su lado? Le vinieron a la mente algunos que quizás podrían servir, pero le preocupaba que sus superiores no pensaran lo mismo.
Siguió firme mientras el resto de la Compañía formaba y se cuadraba para que la ceremonia pudiera dar comienzo y nuevos hermanos de capa se incorporaran a las filas oficialmente.

El Sargento parece contrariado por algo, cuando dice:

- "Cuarto Pelotón. Arqueros. Listos para desfilar.

Dos Escuadras.

Escuadra Mostaza: Un Cabo y diez Soldados. Presentes.

Escuadra Diana: Un Cabo y diez Soldados. Todos presentes.

Sin novedad en los Arqueros, Señor." -

La Sargento Falce mira seria al Sargento Virote. El Pelotón de Exploradores es más antiguo que el de Arqueros y debe ir siempre antes, justo después de la Infantería.

Está claro que la ruptura del debido protocolo militar, y más proviniendo de un Oscuro, ha molestado a la normalmente flexible K'Hlata.

- "Bueno, menudas prisas...

Señor, Exploradores listos. Una escuadra: Presentes los Soldados Ridvan, Pipo, Correcta, Niño Guerrero y Escudo. Los Soldados Astado, Frontera y Tristeza se encuentran en el Llano de Galdan, guardando el Campamento." -

Muchos entre los presentes miran, sin poder evitarlo, la masiva y relumbrante figura de Campaña. Parece un coloso hecho de oro macizo.

Lo cierto es que en los últimos tiempos parece haber crecido más incluso. Si eso es posible, da la sensación de que ahora mide un palmo más de alto y al menos dos más de ancho. Claro que puede ser que tan sólo sea una ilusión óptica.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: ANTÍLOPE (MES DÉCIMO, PRIMERO DEL OTOÑO).

DÍA: PRIMERO DE MES.

AL ALBA.

Plumilla se levantó aquel día más nerviosa que nunca. Apenas había dormido y todas las vueltas que había dado en la cama la habían dejado algo dolorida. Aún cuando el sol apenas había salido, se levantó y comenzó a vestirse sus ropas tribales con tranquilidad. El día anterior había preparado cuidadosamente la ropa y se había trenzado el pelo. Se había decidido por sus mejores ropas tribales para la ceremonia y los había alisado y colocado con cuidado sobre un arcón para que estuviera preparado. Unas ropas de bailarina hubieran sido sin duda más llamativas, pero eso hubiera hecho que no la tomaran en serio. Conversando con Sabandija, su futuro hermano de capa, permitió que le trenzara el pelo como prometió poco antes de irse a dormir mientras hablaban de la ceremonia del siguiente día.

Ya al alba, se encontraba en formación entre los campamenteros con una seria expresión en el rostro. Su mirada se volvió hacia los demás, y en especial hacia Sabandija, a quien saludó con una sonrisa, y a Campaña, quien parecía una montaña de reluciente oro. En silencio, Plumilla deseó tener también causar una buena impresión, pero dada su escasa presencia, se contentó con parecer digna y solemne. No quería avergonzar a los campamenteros, a su hermano de capa, y a ella misma.

Estaba deseando que concluyera la ceremonia y ser por fin una hermana de derecho. Recibir la capa sería un honor para ella que la ayudaría a hacerse respetar, el primer paso.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: ANTÍLOPE (MES DÉCIMO, PRIMERO DEL OTOÑO).

DÍA: PRIMERO DE MES.

AL ALBA.

Matagatos saludó cuando le llegó el turno.

-Señor. Escuadra de Hostigadores lista. Un futuro cabo, un futuro mago, siete soldados-dijo, no pudiendo evitar sentir cierta desazón por una cifra tan baja-y Campaña, que pronto volverá a ser uno de ellos. Los soldados Caracabra, Ojopocho y Uro se encuentran también en el Llano de Galdan, protegiendo el Campamento.

Desastre se había mantenido pegado a Preocupado durante toda la tarde anterior a la ceremonia preparando todo y revisando que todo estuviese en perfectas condiciones. Por la mañana lo despertó Preocupado con mucho tiempo de antelación por si surgía algún imprevisto pero a Desastre no el importó. Desayunó desnudo para evitar mancharse las ropas, se lavó y aseo y se visitó con las ropas tribales en perfecto estado. Luego Preocupado se encargó de ponerlas bien de verdad. 

Fueron hacia el lugar en el que tenían que formar y ensayaron un par de veces antes de que comenzase a llegar la gente y formaron en su lugar esperando a que comenzase todo. Cuando la Sargento Vientos lo ordenó Desastre se puso tieso como una vara antes incluso de que Preocupado le diese el codazo. Permaneció en esa posición de firmes sin moverse ni un apéndice durante todo el tiempo que fuese necesario mientras sus ojos miraban con curiosidad al frente.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: ANTÍLOPE (MES DÉCIMO, PRIMERO DEL OTOÑO).

DÍA: PRIMERO DE MES.

AL ALBA.

Ahí estaba Pipo, más tieso que la polla de un adolescente por las mañanas. Lucía, de nuevo, todos sus abalorios. Llevaba toda la parefernalia: capa negra y broche en forma de calavera. Se aburría. Era tan malo como había supuesto. Al menos al principio. Poco a poco entró en el juego de que era un árbol esperando a que los pájaros se posaran en él. Ya se los imaginaba haciendo un nido en su peluca, y a los polluelos cagando alegremente por el borde. Con el entrenado ojo de su mente veía los churretones de guano resbalar por su frente.

Pronto estuvo luchando denodadamente por no estallar en una risotada. La comisura de sus labios temblaba convulsivamente, la mirada, vidriosa, permanecía fija en el infinito, sin percatarse de lo que le rodeaba, inmerso en su universo particular. ¿Dónde se había visto que un árbol se carcajeara? Eso no podía ser.

El Teniente asiente ante el informe de Matagatos.

- "Bien." -

Y se vuelve hacia Lengua Negra.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: ANTÍLOPE (MES DÉCIMO, PRIMERO DEL OTOÑO).

DÍA: PRIMERO DE MES.

AL ALBA.

Me esforzaba a conciencia por mantener los ojos abiertos. Jodido Lengua Negra, me había dado la última guardia, la que terminaba al alba. ¿El resultado? Sí, no he podido dormir una mierda.

Me puse mi uniforme de la Compañía (había hecho la guardia en taparrabo), abroché la capa negra con la plata y tomé la lanza larga y el escudo. Realmente era para aparentar, pues no podía usar ambas cosas a la vez. Sin embargo, servían para aparentar bastante bien: a las primeras luces, el sol arrancaba destellos a mi acero. Sé que dicen que soy un flojo, pero al verme así se les va a caer la cara al ver que sé poner mis cosas al punto mucho mejor que los demás.

Aunque bueno, la verdad sea dicha no lo he hecho yo precisamente... Iba a pulir mis armas durante el día, pero ya saben lo que se dice de mí. Soy algo flojo. Ya casi era la hora de la cena y aún no había hecho nada. Decidí dejarlo para luego de cenar, pero luego de la cena me di cuenta de que no podría dormir casi nada, así que me dormí. Cuando me despertaron -con algo de resistencia de mi parte, debo añadir- para mi guardia, la suerte me sonrió. Ya me estaba resignando a la regañina del Cabo por tener mis cosas sucias, pero en un pequeño paseo rutinario (estoy de guardia, ¿saben? debo hacer estas cosas) me encontré con un Aspirante haciendo algo que no debía, en un sitio donde no debería estar y a una hora bastante mala también. Así que para no delatarlo con la Cabo Rompehuesos, tuvo que pulir mis cosas a la perfección.

Oigan, lo que cuenta es que las cosas al final del día -o al principio, en este caso- estén bien hechas. Así que aquí estoy, formado al frente del pelotón y de frente a mi Cabo, mientras nos pasan revista. Medio dormido, sí, pero luzco genial.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: ANTÍLOPE (MES DÉCIMO, PRIMERO DEL OTOÑO).

DÍA: PRIMERO DE MES.

AL ALBA.

En otra ocasión Sabandija se hubiera tomado a mal que Lengua Negra le hubiera adjudicado una guardia. No ya por ser el último turno, sino porque aún seguía herido. Pero esta vez, como le interesaba recibir un regalo, se calló y se esforzó por descansar y dejarlo todo preparado.

Al igual que Plumilla, Sabandija apareció con el pelo perfectamente trenzado. Un peinado quizá demasiado elaborado para un hombre. Al menos muchos dirían eso, pero el K´Hlata no podía dejar de pensar que era lo adecuado dada la magnificencia de todo lo que les rodeaba. Plumas blancas adornaban sus vestimentas tribales e iba sobrecargado de diferentes abalorios de todo tipo. Hasta olía a limpio, pues se había dado un buen baño con jabón. Se acercó a la curandera de los Campamenteros y la sonrió con dulzura a la vez que ponía una mano en su hombro.

- Estás... impresionante.- Los dos juntos, tan gráciles y adecentados, parecían hasta hermanos.- Ayúdame a colocarme la capa, por favor.- Le dijo pues con su brazo inútil aún tenía problemas de movilidad. Dejó que el vuelo de la capa ocultara su tara y se colocó el broche para sujetarla sobre su cuerpo. Con ella puesta hasta se sentía importante. Y es que hoy jugaba un papel importante. Iba apadrinar a Plumilla, a ponerle una capa negra sobre sus hombros y entregarle el broche con forma de calavera que la identificaría como un soldado más. Desde luego no era la mejor guerrera, eso lo sabían todos, pero aún así era respetada por sus habilidades y cuidados, y eso, no le quedaba duda, iba a beneficiarle a él. - ¡Qué nervios!- Con ojos de un inocente niño observaba todo y a todos, esperando a que llegara el momento de los Campamenteros.

Estaba preparada con mis mejores galas... había dado brillo a mi escudo y a las puntas de las lanzas. Algunos de los adornos que llevaba consistía en un collar de perlas y anillos de piedras preciosas. También vestía con aquellas ropas que eran típicas de las tribus de la Sabana. 

Estaba nerviosa aunque me mantenía recta y firme, mirando al frente en aquel sitio donde comúnmente solía ponerme dentro de mi escuadra ¡Íba a recibir la capa! ¡Íba a tener a mi propio hermano! La felicidad me enbriagaba y ya me veía engalanada con mi capa...

El día amanecía con el disco ardiente, haciendo brillar con sus cálidos rayos aquellas armaduras y armas metálicas. En el equinocio todos los astros se veían de una forma diferente. Por ello quizás el Dios del Dolor, había confiado a sus sabios la estación para celebrar los nombramientos y dar las nuevos cargos. Como si todo ello se configurase dentro de los planes divinos bajo alguna rueda oculta que daba orden a todo el universo. 

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: ANTÍLOPE (MES DÉCIMO, PRIMERO DEL OTOÑO).

DÍA: PRIMERO DE MES.

AL ALBA.

Entre los Campamenteros, esperando para la presentación, estaba Lombriz, que conseguía el milagro de estar en posición de firmes tensa y con mirada ausente.

Como un antiguo despojo que se alimentaba de las bazofias del campamento, el K´Hlata no tenía collares, galas ni similares que poder llevar ante el desfile, pero lo que sí tenía, aunque no todos lo sabían (bueno, alguno que otro como Sabandija o Piojillo sí) era buena maña para poder conseguir alguna que otra cosa bajo mano. Su armadura de cuero endurecido presentaba tachuelas de metal brillantes y engrasadas y las lanzas que portaba en la espalda estaban guardadas en un elaborado carcaj de cuero, brillantes también ellas y ornadas con cintas y plumas de pájaro largón; sus engañosamente potentes y musculados brazos se apoyaban en su escudo, pulido y cubierto con una hermosa piel de cebra, igual que los protectores de los brazos de ajustaban con correas de cuero y tiras de jirafa. Su pelo, por último, estaba trenzado a la manera que acostumbraba, dejándose caer por sobre sus hombros lánguidamente, con trenzas recién pagadas ("pagadas" en su caso) la mañana anterior.

Por último, sobre los hombros llevaba la capa, aunque como otros tantos de su desdichada promoción no portaba el broche de la Calavera, y cualquier intento de convencer a los descreídos blanquitos de que tal cantidad inaudita se debía a los fieros yuyus que habían sido convocados y por tanto deberían darles una oportunidad de probarse habían caído en saco roto... y si no otra cosa, llevaba bastante tiempo en su trabajo como para saber no apretar.