Partida Rol por web

El Teniente asiente, aun algo aturdido por el hecho de que Portaestandarte haya perdido la votación. Al comienzo de la misma se le veía bastante convencido de que Portaestandarte arrollaría y de que el grueso de los Hermanos le apoyarían.

Mira de refilón a Portaestandarte pero éste parece sumido en sus pensamientos.

El rival de Analista no parece estar siguiendo la conversación. Con los ojos fijos en un punto indeterminado de la pared se le escapa un leve murmullo.

- "Último Inmortal… ¿acaso creías que podrías vivir para siempre?" -

Analista hace caso omiso de Portaestandarte y da paso a un tema más distendido.

- "Ahora debemos hablar de la Ceremonia de mañana." – Prosigue. – "Primero habrá un desfile triunfal por la ciudad." – Explica.

– "Jefes de Pelotón." – Hace un llamamiento con la mirada a todos los jefes presentes. – "Sus pelotones deben lucir espléndidos para la ocasión. Que todo el equipo esté limpio y brillante, que las puntas de las lanzas sean pulidas con brío." – Ordena.

- "Una vez acabado el desfile, ya en el Bastión del Dolor, habrá una revista de tropas por parte de los altos dignatarios de Cho'n Delor." – Explica Analista. – "Se espera que todas las tropas estén formadas en perfecta formación militar, y completamente inmóviles." – Esa última advertencia la pronuncia con más fuerza. Quizá pensando en algunos miembros de la Compañía.

Con un gesto de la mano intenta evitar la parte aburrida. – "Le seguirá algún discurso que otro y finalmente dará paso la Ceremonia del Juramento. Primero se llevarán a cabo los Juramentos de los Reclutas, incluyendo a Campaña." – Dice mirando al grandullón un breve segundo. – "Cada Recluta recibirá la capa negra de su Hermano de Capa, y el Jefe y el Subjefe del Pelotón correspondiente le pondrán al nuevo Soldado el broche de plata con la debida ceremonia." – Para los que ya habéis vivido más juras, el procedimiento os suena familiar. Analista está manteniendo estrictamente el código quizá con la intención de preservar ciertos valores de la Compañía.

- "Seguidamente se presentarán los que van a ser ascendidos, y recibirán de mis manos sus nombramientos en pergamino, y sus insignias de plata correspondientes a su nuevo rango. Aceptando el ascenso, renovarán además sus votos de juramento a la Compañía." – Explica.

Su mirada se posa en Serpiente, y centra su atención en él. – "En tu caso será además necesario añadir el juramento de nunca utilizar la magia para dañar a tus Hermanos o a los intereses de la Duodécima." – Le dice firmemente.

No le da opción a réplica alguna y continúa hablando apartando la mirada para centrarse en todos los presentes.

- "Tras eso se realizará una ceremonia religiosa con sacrificios rituales. Y después comenzará la ceremonia de las dádivas ante el Chambelán de las Cuchillas. Las dádivas se pedirán por orden. Primero los Oficiales de mayor a menor jerarquía. Después los Magos por antigüedad, luego la Caballería, después la Infantería, los Arqueros, los Exploradores, Hostigadores, Campamenteros, Reservas y los dos jefes del Pelotón de Instrucción." – La mirada de Analista indica que sospecha que habrá numerosas preguntas y puede que incluso protestas por todo ello.

- "Y ya sí lo último. Después de esa ceremonia se celebrará un banquete que se prevé que dure toda la tarde hasta la noche. Espero un comportamiento ejemplar y que nadie avergüence públicamente a la Compañía. Es normal que se festeje e incluso que algunos de vosotros os emborrachéis durante el banquete, pero somos invitados y debéis comportaros como tal. No quiero peleas ni altercados." –

Ahoga un suspiro, se recuesta bien en la silla y extiende las manos abarcando en un gesto a todos.

- "Si alguien tiene algún ruego o pregunta que hable ahora." – Invita a todos los presentes.

Preocupado negó con la cabeza ante las palabras de su compañero, no estaba seguro si quería responder a sus palabras o simplemente hacía un comentario sobre el cielo que parecía llamar su atención más que lo que allí ocurría. Le preocupaba que su falta de atención pudiera meterlo en problemas así que decidió contestarle para que el muchacho se centrara.

-En la noche más oscura te tropezarás y te caerás, o te atacarán los enemigos sin que te enteres, o te devorarán las hienas o...

De repente se hizo el silencio cuando los últimos votos fueron depositados y comenzó el recuento. Había una calma tensa que comenzó a preocuparle, en momentos como aquel cualquier cosa podía desatar los nervios de una gente acostumbrada a resolver las cosas con la violencia. ¿Que pasaría si había un empate? ¿O si los partidarios de uno y otro decidían que una votación no era suficiente y debían arreglar las cosas con una buena lucha? Todos aquellos pensamientos le preocupaban y tenía el presentimiento que las cosas no irían a mejor.
Respiró con cierto alivio cuando todos, Portaestandarte incluido, parecieron aceptar la victoria de Analista.

-Creo que esa celebración es mala idea, alguien puede beber de más y hacer algo que no debe, luego nos meterá en un lío a todos. Tu no bebas mucho Desastre que nunca llevas bien las cuentas de tus jarras de grog.

Había demasiadas cosas que podían salir mal durante la ceremonia y posterior celebración como para que alguien pudiera quedarse tranquilo, por eso era mejor ser precavido y estar atento a lo que pudiera pasar, el juramento de nuevos hermanos era un acontecimiento muy importante para tomarlo a la ligera.

Loor no expresa alegría ante la victoria de Analista, y tampoco parece reaccionar a sus palabras más que con un caústico asentimiento. Después de todo, un cambio, cualquier cambio, era siempre una posibilidad para evolucionar y mejorar o para estrellarse. Era necesario la destrucción del mundo, para la creación de uno nuevo. Tanto Analista como Portaestandarte podían ser gloriosos para la Compañía, o un desastre. Sea como fuera, era el nuevo líder. 

Aunque fuera provisional y naciera entre las sospechas, la sangre, los caídos, y la discordia. 

Discordia todavía. Se sentía en el aire: pero también era un aire diferente. Aburrido. Pipo no acostumbraba a pensar en qué podía pasar mañana, pero a veces lo hacía: sobre todo si se trataba de algún asunto vital de la compañía, sobre todo si implicaba muchas ceremonias (estaba en la sangre de cualquier K'Hlata). No necesitaba comprenderlo, por supuesto. Pero presentía que iba a ser abuuurriiiiiidooooo.

Todos pulcros y limpios, firmes y sin moverse, había dicho Analista.

Como no acostumbraba a pensar qué iba a pasar mañana estaba desentrenado, así que comenzó a aburrirse solo de pensarlo. Aun así se dirigió a Tarado haciendo una mala copia de los modos de los oficiales. Erguido y tieso hasta el punto de casi caer de espaldas, rojo como un tomate.

¡Tarado! ¡El-que-todavía-no-es-mi-hermano! Que se prepare bien: que limpie todo su equipo. Pensó si había que añadir algo. ¡Eso era! ¡Y que pase toda la noche en vela meditando! Todavía pensó si añadir algo más. ¡Ar! Dijo, por fin.

Luego se relajó resoplando.

Tarado se sobresaltó al escuchar el tremendo vozarrón de Pipo. Se encontraba al borde del sopor debido al tedioso ritual de votaciones, todo era más fácil en los poblados. Prefería que el chamán dijese blanco y para todos fuese blanco, era más sencillo y más rápido. Reflexionaba sobre si había cometido un error al obedecer ciegamente a su progenitor, cada día se sentía más desubicado y solo pequeños retazos de sociedad permitían que no se sumiese en un estado de enajenación mental. Aún así, cada día que pasaba era más consciente de que quizás estaba a punto de aceptar una vida miserable y ruín que no pensaba estar preparado para asumir.

Asintió con gesto serio a la voz de Pipo, anhelando que aquello fuese una señal para poder esfumarse de aquel tumultuoso agobio. Le comenzaba a desagradar esa manía de consensuarlo todo y como se convertía la opinión en una forma de prostitución. Todos ofrecían su pensamiento a la voluntad de aquel que les ofreciese el cuento más bonito y aquello le parecía repulsivo. Tarado sabía la verdad, la habia visto, el chamán siempre lleva razón y no hace falta mas que hacer el trabajo apropiado.

Pensó que todo estaba hecho, quizás era el momento de retirarse ya y dejar de perder el tiempo. Quería ir a limpiar su equipo y material, que Analista y Portaestandarte jugasen a lo que quisiesen y se diesen el título que les saliese de sus pálidas gonadas. Daba igual quién mandase, siempre sería un oscuro con intereses cuestionables, y sinceramente todo le empezaba a importar un comino.

El recuento finalizó y dio por vencedor a Analista. Desastre habría preferido el empuje que habría proporcionado Portaestandarte pero parecía que la inactividad de Analista había tocado a su fin pues enseguida comenzó a destacar a la caballería a funciones de patrulla y arrojó unas pistas sobre la estrategia que se iba a seguir en adelante. 

Tras dar sus primeras órdenes y acabar la interrupción que habían hecho hablando de un tal Último Inmortal y como matarlo de una vez por todas, Analista les ordenó a todos repasar su equipo y limpiarlo todo para que al día siguiente todos desfilasen delante de los dignatarios de Cho'n Delor. Desastre no había conseguido entender el porqué de tanta ceremonia y tanta importancia a tenerlo todo limpio y bonito para que otros los viesen. Eran soldados, hacían la guerra y la guerra no era bonita. Cruel, sangrienta y apasionante, sí pero no era bonita. 

Tendrás que ayudarme a limpiar el equipo ya sabes que para mí enseguida está limpio. No quiero que puedan decirme nada esta vez. Quiero hacerlo bien antes de las dádivas, necesito causar una buena impresión si quiero que me den lo que voy a pedir. - susurró Desastre a su compañero Preocupado. - A cambio de tu ayuda te doy mi palabra de que no beberé ni una gota. - añadió el soldado mostrando lo importante que era para él aquello. 

Miró toda la situación con respeto, no pensaba que analista fuese a ganar pero se equivocó, igualmente durante la votación su mente vagaba ¿Que demonios me pondré mañana?.
Después de escuchar todo su discursó con atención, se retiró a su carpa a preparar sus mejores ropas, mañana era su día y no iba a desperdiciarlo. Esperaba tener el estomago para soportar los sacrificios.

Ese afectadísimo “por Sicofante” de Asesina a punto estuvo de conseguir que me atragantara aguantándome una carcajada. Era el broche perfecto para ese festival del despropósito. Y es que aquel sentimiento por un anciano que había pasado sin pena ni gloria por la Compañía y cuyo mayor logro había sido morirse de forma muy sonora– si obviábamos, por supuesto, su afición por encandilar a impresionables muchachillas con las que encamarse, parecidas precisamente a la que con tanto fervor pronunciaba su nombre- era completamente absurdo.

Pero qué le íbamos a hacer, lo malo de votar era que los imbéciles también tenían derecho a hacerlo. El hombre más sabio del mundo estaba en igualdad de condiciones ante el mayor necio y su opinión valía lo mismo que la del resto. Una decisión visceral pesaba tanto como una perfectamente razonada, y por ello después de aquello había deseado que Portaestandarte ganara, más que nada porque no podía pensar en mayor satisfacción que responder con un “por Sicofante” cuando muchos de los que allí estaban agonizaran buscando el porqué en el cielo cuando las vísceras con las que habían decidido se desparramaban por el suelo.

Los muertos, muertos estaban. Punto. Qué respeto había que tener a un cacho de carne que terminaría pudriéndose bajo tierra como nido de gusanos y alimento de alimañas. Cuando se decidía había que hacerlo pensando en los vivos, y afinando un poco más, en uno mismo. De lo contrario se podía llegar a ese pensamiento erróneo de colmena que tan extendido estaba en la Compañía y que era el consuelo que no pocos encontraban en las malas decisiones que tomaban: “somos soldados, al menos moriremos matando”.

Abejas, abejas estúpidas empeñadas en clavar el aguijón dejándose en el camino las tripas. ¿Por qué diablos no ser avispas? ¿Por qué “morir matando”? Como mercenarios nuestra labor era “vivir matando”. Vivíamos de la muerte ajena. Por supuesto que la propia no debía quitarnos el sueño, pero era preferible no soñar en demasía con ella si queríamos seguir despiertos…

Estaba todo dicho. Escudo, aun habiendo votado a Analista, no estaba contento con la elección. Analista era el mal menor y Escudo esperaba que la falta de disciplina no se repitiera en un futuro. La compañía estaba muy dividida y muchos votos habían sido emitidos con muchas dudas. Eran soldados y necesitaban un mando fuerte que supiera impartir órdenes y ganarse el respeto.

No se arrepentía. Portaestandarte era más peligroso. Ahora la cuestión era si Analista estaría a la altura.

Escudo no tenía nada que hacer. No usaba armas ni armadura por lo que prepararse para él no era más que llevar el escudo limpio y brillante. Tampoco tenía muchas ganas de fiesta, pero intentaría disfrutar de la misma.

Campaña se mantuvo atento a las votaciones. Al principio, en lo que podría considerarse un desafío a su propia inteligencia, trató de llevar la cuenta de los votos que llevaba cada candidato. Sin embargo, enseguida se quedó sin dedos con los que contar y además los Soldados votaban demasiado rápido como para que le diera tiempo a contabilizar todos los votos. Tras la ligera frustración por haber sido vencido (una vez más) por su mermado intelecto, Campaña se dedicó a observar las estrambóticas formas de votar que tenían algunos de sus Hermanos. Por un momento incluso le dio por pensar a quién habría votado él en caso de haber podido hacerlo, y aquello le sumió en un profundo estado de indecisión que ocupó toda su atención durante el tiempo restante de votaciones. En realidad sus pensamientos se podían resumir en lo siguiente: si de él dependiese seguramente habría votado a Portaestandarte, como guerrero implacable que era sólo podía conducirles a la victoria (todo aquello de sus arranques de locura a Campaña le resultaba más bien secundario ¿Qué guerrero no se dejaba llevar alguna vez por la furia de la batalla?), pero por otro lado estaban las intenciones de sus superiores inmediatos, que claramente apoyaban a Analista como líder.

Concluyó que resultaba un alivio para él no haber tenido que emitir un voto. Campaña pensó que, después de todo, estaba bien que otros decidieran por él, así sólo tenía que preocuparse por las cosas que de verdad le interesaban, como entrenar, machacar enemigos, comer y la mercenaria Sierra. Claro que, con tanta compleja filosofía en su cabeza, no tenía claro si su propuesta de pedir la recuperación del Capitán les había parecido una buena idea o no. Para salir de dudas le preguntó de nuevo a Ponzoña.

- Hermano - dijo, inclinándose hacia Ponzoña para susurrarle al oído.- Entonces... ¿La idea de Campaña está bien? Campaña quiere saber porque si no pedirá otra cosa.

Manta suspiró cuando se anunció el resultado de la votación. Por sólo dos votos... que cerca ha estado todo de irse a la mierda. La jugada le salió increíblemente mal a Rompelomos, qué imbécil. Coño, ya estaba nombrado como Teniente. El Capitán está en cama así que él habría estado al mando. Quiso jugarse un doble o nada para que su facción adquiriese el control total -e innecesario- de la Compañía y mira qué bien le salió: ahora puso a Analista por encima de él mismo. De haberse quedado tranquilo sin invocar la votación él habría tenido el control. Qué irónico.

Una media sonrisa se pintó muy taimada en el semblante del muchacho, mientras que en su mente se reía con gusto ante la ironía de la situación. Pasado un rato, un hilo de pensamiento se asomó de improvisto y se escapó al control de sus palabras en un susurro:

— ¿Quién será el nuevo Analista ahora...?

-Fue una buena idea, hermano, pero parece ser que el poder del Señor del Dolor no es suficiente para sanar a Capitán. Así que pide otra cosa, pues tu deseo no podrá cumplirse -dijo igualmente en un susurro a Campaña.

La votación había finalizado, Analista había sido elegido como nuevo Capitán y aunque afirmaba que tal hecho tendría carácter temporal, una temporalidad marcada por la recuperación de Capitán, tal afirmación podía convertirse en la promesa de un mandato indefinido. No solo no había visos de recuperación sino que el estado empeoraba. Y como su abuela dijera en otro tiempo y en otro lugar ya casi olvidados por el Hiena, donde no había beneficio, la pérdida era segura. Él, por su parte, había elegido y su deseo se había cumplido. Analista había sido confirmado por la soldadesca y ya nadie podría rechazar sus órdenes, mal que le pesaran.

Lengua Negra no tenía nada que preguntar y cuanto había de hacerse y decirse en aquella asamblea, se había hecho y dicho. Les esperaba una larga jornada por delante y las instrucciones habían quedado claras.

-Con permiso de los presentes -dijo poniéndose en pie-. Si no hay nada más pendiente de resolución y no hay nada más que añadir, solicito de nuestro Capitán Analista permiso para que los miembros de mi pelotón y yo podamos retirarnos. Campamenteros, ¡en pie! -dijo en voz alta y clara, esperando el permiso de Analista para su marcha.

Analista era el nuevo Capitán mientras el león no cayese. Cuántas gallinas mojadas en aquel sitio que preferían rechazar la fama de alguien a la certeza del otro. ¡En fin! Obedecerían las órdenes de Analista, si él por su parte cumplía la función de darlas. Capitán es Capitán.

Campamenteros, ¡en pie!

Lombriz cobró vida de repente y de estar apoyado lánguidamente en el asiento con un brazo colgando y el otro apoyado, se levantó y puso en firmes. Después de todo Lengua Negra era su líder, y un líder de verdad, no uno que ni castigaba ni premiaba: los Campamenteros matarían, o deberían matar, por él. El K´Hlata sabía que lo haría al menos.

Al fin acababa aquella farsa. Al oír las órdenes de Lengua Negra, Piojillo esperó unos segundos a que no hubiese otra contraorden del nuevo capitán, antes de levantarse con el resto de sus compañeros. No sabia como habría sentado a los superiores la actitud de Lengua Negra, y no quería saberlo. Estaba seguro que aquello no quedaría en saco roto y tendría sus consecuencias, como todo en la compañía.

El K'hlata miró a su superior y se unió al resto de campamenteros para salir de aquella sala, pues toda aquella parafernalia encubierta empezaba a cansarle demasiado.

Preocupado asintió solemne ante las palabras de su compañero Desastre, era bueno que la gente escuchara sus consejos y advertencias para que después no pasaran cosas malas, bastante tenían con lo que escapaba fuera de su control y que amenazaba con acabar muy mal, pero Preocupado debía ir resolviendo los problemas uno a uno. Primero se encargaría de Desastre. -Si, yo te ayudaré, para eso somos compañeros y hermanos. Me preocuparía que no fueras lo suficientemente limpio y aseado, limpiaremos juntos nuestro equipo. -Miró de reojo a Desastre, hacía tiempo, como otros compañeros de la sabana, que había cambiado las ropas tradicionales de los K'Hlata por las ropas de soldado que solían llevar los de la Compañía Negra. Preocupado creía que eso no era bueno pues las tradiciones no debían perderse y ellos eran hijos de la sabana. ¿Que pasaría si venían los espíritus de sus ancestros a buscarlos? ¿Los reconocerían así vestidos? Por supuesto que no, por eso él siempre llevaba el taparrabos típico de su tribu, no quería que las cosas fueran a peor.- Creo que lo primero que deberías hacer es ponerte un taparrabos. ¿Conservas alguno? Si no yo tengo uno de sobra pero tendrás que lavarlo antes de devolvérmelo. -Se lo pensó un momento.- Bueno, no hace falta, mejor ya lo lavo yo, que tu tendrás muchas cosas que hacer. Los espíritus te serán más favorables si te reconocen como un K'Halata y además ya sabes que siempre te manchas al comer, así no te pondrás perdida tu ropa de soldado y avergonzarás al resto de la Compañía Negra, me preocupa que te pueda saltar salsa y que luego no se quite, o que al limpiar tengas que frotar tan fuerte que se te rompa la ropa, eso sería malo, muy malo. -Sentía curiosidad por lo que su compañero tenía pensado pedir y entonces un sentimiento de preocupación comenzó a recorrerle todo el cuerpo. ¿Y si lo que pedía ofendía a sus jefes? ¿O si era algo demasiado simple y perdía la oportunidad de aprovechar bien aquel regalo que les ofrecían? Eso sería malo, muy malo.- ¿Y puedes decirme que tienes pensado pedir o es un secreto que guardas para ti? No quisiera que pudieras meter la pata y que te pasara algo malo. -Seguramente no sería para tanto, pero estaba más tranquilo así y nunca estaba de más ser precavido. No quiso ser tan duro y restrictivo con su compañero y para demostrarle su buena voluntad le liberó de su parte del trato.- No es necesario que no bebas, beberemos juntos y si quieres yo contaré las jarras, tres jarras creo que es una buena cantidad. -Pensó por un momento si el número era adecuado para la situación o si debía subir o bajar la cantidad de jarras, pero otras cuestiones más importantes vinieron a su mente.- Pero no beberemos enseguida. ¿Has pensado que podrían intentar envenenarnos? ¿Crees que debería advertir al nuevo Capitán sobre ello? Mejor esperamos a que unos cuantos beban antes, así no nos pasará nada.

Pipo estaba inquieto. Eso del aburrimiento por adelantado le tenía a mal traer. Se rascaba. No esperó a ver si Analista daba fin a la asamblea. Se marchó por cuenta propia. Recorrió las salas, contemplando cómo, en su nuevo estado, todo parecía diferente. Los sonidos del agua corriente ya no traían noticias de la hierba y de los pájaros, eran ecos ominosos que rebotaban en múltiples matices a cada cual peor. Puso en orden sus abalorios y su ropa. Todos extendidos pulcramente mientras él, desnudo, los miraba desde lo alto. Comenzó a frotar. Intentó aislarse de la inquietud protegido por el trabajo sencillo de dar grasa al cuero, de coser los desgarrones, de hacer brillar las piedras y conchas, de peinar las plumas, de afilar las lanzas, de dar cera a los ástiles y, sobre todo, de poner a punto sus flautas.

No daba resultado, pero aun así terminó el trabajo. Se quedó quieto, quieto, en un rincón de la sala común, viendo sus pertenencias, imaginando que tomaban forma en torno a una figura invisible y se marchaban por ahí a vivir su vida.