Partida Rol por web

La mujer gira el rostro y se centra en Chamán Rojo, escuchando fascinada su explicación. Ante la mención de los nombres de Caracabra y Reyezuelo, la prostituta se acerca a ambos, que se sientan juntos en la mesa de juego.

- "¿Estabais cerca del dragón? ¿Lo visteis?" -

Con asombro siguió Reyezuelo, sin dar excesivas muestras de ello, la avanzada que en forma de curiosidad femenina parecía haber tomado la tienda inundándola de aroma a exóticas flores y, por supuesto, de preguntas a cual más retórica. Recordó, en el mismo instante en el que Cuentista se dirigía a los entonces vigías para plantear su cuestión, algo que le aseguraba su tío acerca de las mujeres; que usaban su voz para encandilar y que, en raras ocasiones, necesitaban siquiera percatarse de lo que decían. En el tiempo que llevaba en la compañía había conocido a mujeres a las que había que guardarse mucho de no prestar la debida atención, pero en lo relacionado con las pitonisas el muchacho h'klata no podía estar más de acuerdo con su finado tío —:¿Es acaso posible ignorar que el sol ha salido? ¡Pues claro que lo vimos! No estamos ciegos, y sospecho que hasta los ciegos lo habrían visto. La presencia de aquella cosa no se podía obviar. Por suerte, en la compañía contamos con guerreros de una grandeza equiparable a la de cualquier bestia que el Triplete pretenda lanzarnos, su destreza en combate hallará el punto flaco de ese monstruo.

De pronto se sentía optimista al respecto de la contienda que se vislumbraba en el horizonte futuro, tal vez su encuentro cara a cara con la mujer portadora de la muerte había servido para crearle un álgido ánimo, capaz de permanecer imperturbable ante las pérdidas monetarias.

Caracabra volvió a tomar el cuenco con los dados, ahora estaba más atento a la conversación que a las tiradas. Pero en su interior rezo una pequeña plegaria a los espíritus para que le concedieran una pequeña victoria en ese juego. Al igual que Astado, la jugada de Caracabra termino con dos cincos. Veinticuatro. Era una tirada bastante alta.

Tendero recoge los dados tras Caracabra y comienza a arrojarlos mientras habla:

- "Es cierto. Seguro que alguno de nuestros guerreros encontrará una brecha entre las escamas de ese monstruo." - Comenta con gran moral. Sonríe tras obtener un tres y un cuatro en la primera tirada. Y luego tras obtener un cuatro y un seis en la segunda.

Pero con dos tiradas más, se pasa de treinta por uno y la sonrisa se esfuma de su rostro ante la gran oportunidad que presenta esta mano.

- "Pues yo creo que es una temeridad enfrentarse a un ser así... Es normal que el Triplete lo use para atemorizarnos." - Comenta distraído. 

Luego se recompone y comienza a lanzar los dados en cuanto se da cuenta de que le toca. Tras cinco tiradas obtiene un total de veinticuatro finalizando con una tirada pareada. El mismo resultado que Caracabra.

Vasija maldice en silencio su suerte... pero al menos le da esperanzas. Si Reyezuelo o Boñiga no mejoran la tirada, habrá que jugar una ronda más, pues el empate entre Vasija y Caracabra sigue sin dejar un ganador claro.

La joven se sitúa junto a Uro. Sigue en silencio, con la mirada perdida y el rostro triste.

Parece estar atenta a lo que sucede en la mesa pero no dice ni hace nada. Simplemente, está.

Se desplaza hasta estar al lado de Reyezuelo y posa con suavidad una de sus delicadas manos en su brazo, llamando su atención.

- "Cuéntame más. ¿Cómo era? ¿De qué color eran sus escamas? Dime todo lo que recuerdes..." - Pide casi suplicante.

Reyezuelo, pese a las peticiones de la mujer se da cuenta de que le toca tirar los dados.

La suave determinación en la pregunta de la mujer prácticamente lo obligó a evocar aquella visión majestuosa y terrible. De forma distraída hacía acopio de adjetivos en su mente que hicieran una sombra de justicia a la visión real e inolvidable que compartieron quienes vislumbraron a la bestia, lanzó los dados una y otra vez, prestando atención solamente para llevar la cuenta mientras refería su parecer algo absorto, como si otra visión, aún más perturbadora que la del monstruo, se hubiese instalado en su mente para quedarse.

— ¿No serían los cuatro elementos fundidos en un único ser?, pues parecía una roca inmensa, un coloso pétreo, duro y pesado que, sin embargo, esculpía el viento con su efigie, gobernándolo a su antojo con atroz descaro al tiempo que cogía la velocidad suficiente como para hacer llover el fuego, provocando con ello más llanto y rechinar de dientes que el que haya podido escuchar antes en ningún combate. ¿Preguntas de qué color eran sus escamas? ¡Eran del color del miedo!

Reyezuelo fue a coger los dados para volverlos a tirar, se detuvo a tiempo de comprender que se había pasado en la tirada anterior, la fortuna danzaba para él, pero no daba muestras de querer favorecerlo en aquel encuentro. Notando su interior agitado, por la ya familiar rabia que de cuando en cuando se decidía a visitarle, cogió su jarra y se la llevó vacía a los labios, al notarlo se dirigió hacia su orondo anfitrión mostrando la jarra y le preguntó —: ¿Se ha terminado el grog?

Gordo Wem se está frotando las manos cuando Reyezuelo le dirige la palabra. 

El prestamista niega vehementemente con la cabeza.

- "Para los jugadores el grog corre a mi cuenta." - Dice con una sonrisa y haciendo una seña a Bimbawa.

La mujer se aparta de Uro y se apresura a servir otra jarra a Reyezuelo y a cualquier jugador que tenga la suya vacía o casi, y lo pida. Luego regresa junto a Uro, lanza un vistazo al enorme guerrero y se vuelve a situar cerca suyo sin decir palabra alguna.

Simplemente mira la mesa con una mirada triste.

Muchas son las veces que Boñiga tiene que tirar para acercarse a la treintena, y finalmente, en una última y tensa tirada que podría darle la victoria en una mano tan beneficiosa para el que la gane, lanza una tirada altísima pero no pareada.

Boñiga aprieta los dientes con rabia. - "Mierda... Habrá que pagar de nuevo." - Una gota de sudor comienza a perlar su frente.

Precio no tarda en moverse y recoger el cuenco central. Luego lo pasa con calma por entre los jugadores, esperando que todos echen sus monedas para participar una ronda más.

- "¡Cinco platas señores! ¡La apuesta sube a cinco platas!" - Exclama en voz alta para hacerse oír.

Tanto Tendero como Vasija y Boñiga depositan cada uno sus cinco monedas, aunque Tendero más reticente que el resto. Pero desde luego parece que ninguno quiere dejar pasar la oportunidad de ganar esta mano. 

Con las nuevas quince monedas depositadas por los tres comerciantes, hay un total de cincuenta y siete platas en el cuenco... Y podrían ser hasta quince más si Astado, Caracabra y Reyezuelo deciden continuar.

Uro empezaba a hastiarse de ese maldito juego. No había conseguido ver a nadie haciendo trampas, ni nadie se negaba a pagar sus deudas. La partida se estaba convirtiendo en un corrillo de dimes y diretes, la cháchara que sería normal alrededor de una fogata rodeada de viejas arrugadas. Cansado de dar vueltas a la mesa, el enorme salvaje se dejó caer en uno de los taburetes.

— ¡Traer grog también para mí, mujer! —gruñó el Ungido en dirección a Bimbawa— Y después volver y sentar en piernas de Uro.

Con una fuerte palmada en su robusta pantorrilla, el Guerrero de la Diosa despidió a la prostituta y volvió a centrar su mirada en la mesa de juego.

Reyezuelo observó su bolsa, únicamente le quedaban cuatro monedas de plata. La mostró al resto —: Mi silla queda libre, no tengo suficientes monedas para jugar esta ronda.

Al menos había conseguido que le llenaran la jarra, bebió un poco de grog y enseguida notó ese calor embriagador que convertía en factible cualquier imposible que la imaginación engendrara. Sonrió vaticinando, sin demasiada envidia, lo mal que habría de conciliar el sueño, por temor a un posible robo, el desafortunado que ganara en esta ocasión.

Bimbawa contempla a Uro con la misma mirada aparentemente vacía, asiente y se acerca a uno de los barriles para rellenar una jarra de Grog. No tarda demasiado cuando vuelve hasta Uro y le entrega la jarra. 

Luego se gira y se sienta en las piernas de Uro tal y como le ha pedido el gigantesco guerrero, y se dedica a contemplar de nuevo la mesa de juego.

- "Reyezuelo, si quieres yo te presto. ¿Cuánto necesitarías?" -

Para su sorpresa, un hermano de la compañía le ofrecía su ayuda. Le contestó agradecido —: Solo necesito una moneda de plata para poder jugar esta ronda. Si gano podré devolvértela enseguida, de lo contrario no podré hacerlo hasta recibir la próxima soldada. Ocurra lo que ocurra no olvidaré tu gesto, amigo.

Caracabra miró el cuenco lleno de monedas dubitativo, aún tenía monedas para seguir apostado aunque ya había gastado muchas. Continúo. Dijo, dejando las cinco monedas en el cuenco. Cada vez la bolsa que le colgaba del cuello pesaba menos. Nunca uso las monedas para nada, si las gasto en el juego no pasará nada.

Frontera miró la mesa de juego arrugando la nariz, asintió a Reyezuelo. Al fin y al cabo se lo había ofrecido. Echó cuenta de su bolsa sacando la moneda de plata requerida, se la dio en la mano.

Una de plata, amigo. se la entregó mostrando una sonrisa amplia.

Con la moneda tan gentilmente entregada por Frontera el campamentero ya estaba en disposición de poder unirse de nuevo a la partida. Aquella era su primera vez jugando a los puñales y de lo que ocurriese en aquella ronda dependía que cultivara o no gusto por el juego.

— Aquí están las cinco monedas de plata -dijo dudándolo un solo instante, pues si aparecían en la primera tirada dos cincos, o dos seises, se encontraría en un grave problema, decidió de todos modos seguir adelante, le parecía que la fortuna quería algo y él estaba empeñado en descubrir de qué se trataba.

Tras entregar las monedas, se volvió hacia Frontera para expresar algo, que no solía decir, a su modo lacónicamente único —: Gracias.

El juego le aburría y la actitud de algunos le indignaba. Aún creía que Lengua Negra le había castigado quedándose en el Campamento por culpa del dinero que tuvieron que poner los Campamenteros para el fondo común. El guerrero chamán no había podido poner tanto como los demás y aquello seguro no sentó bien al líder de los Campamenteros. Pero ver como allí se derrochaba el dinero en juegos de azar además de , algunos, quedar endeudados era demasiado.

¿Es que no tiene límite?