Partida Rol por web

Me resigné con el tema del pelo, al fin y al cabo nadie parecía apoyarme con la suficiente fuerza. Esperaba que no tuviera que pasarme, voluntariamente al menos no iba a ser, pero si me pasaba bien podría ser la comidilla por unos días. Aunque bien pensado, no hay mala publicidad, como siempre me recordaba mi padre.

Esperé medio minuto para darles tiempo a abandonar la estancia y entonces me levanté, invitando a Helene con la mirada a que me siguiese. Yo ya os he dicho que me parece algo excesivo perder todo el pelo de repente, pero como tampoco creo que llegue a hacer falta no me voy a oponer. Sonreí. Confiaba en todos ellos. Si alguien hablaba sería obligado por un tercero, pero confiaba en que no se llegase a dar la situación. Nos vemos el día del partido. Buena suerte.

Tenía únicamente dos cosas en mente, el ataque y el partido. Tendría que aprovechar bien mi tiempo si quería prepararme para las dos.

Cuando escuché las palabras de Alice, la sangre se me congeló en la venas y me quedé parada en el pasillo como si me hubieran clavado al suelo. Tras unos segundos, que se me hicieron eternos, agarré a mi hermana de la mano y caminé rápido por el pasillo, casi tirando de ella hasta los servicios más cercanos.

Entré, cerré la puerta y revisé que no hubiera nadie. Intenté gritar sin llegar a hacerlo en realidad, si dejaba salir todo el enfado, seguro que me escuchaban en todo el colegio.

-¿En qué estabas pensando? ¿Has perdido el juicio por completo?- Empecé a andar de un lado para otro como un animal enjaulado mientras intentaba calmarme, intenté entender qué había llevado a Alice a una idea tan mala a tanto niveles. No sabía por dónde empezar.

-Dejando a un lado lo que opino que él, que ya sabes que no es bueno, ¿se te ha olvidado en qué estamos metidas? ¿Recuerdas la primera reunión? Nada de heroicidades individuales, siempre ir acompañados y todo eso. Sin embargo a ti se te ocurre la brillante idea de tener una cita con él. Me da igual lo amable, galante y guapo que sea… ¡es peligroso!

Me acerqué a mi hermana para verle bien el rostro de cerca, moví la cabeza de un lado a otro para apreciar todos los ángulos, idénticos a los míos.

-Definitivamente pasar tanto tiempo entre esos libros polvorientos te ha afectado al cerebro.- Me aparté un poco murmurando para mí misma.- Tal vez debería mandar una lechuza a mamá para que venga y la lleve a San Mungo, claramente esto se lo tienen que mirar.

-No puedo entender qué le ves, de verdad, pero ver cómo te sonrojas y te entusiasmas con la idea, me preocupa. ¿Te das cuenta de que es casi seguro que sea el culpable de lo de Dracons? Solo por eso debería darte asco. Alice, estaba buscando un sacrificio… ¿y si quiere que seas tú? Sin embargo parece que estás encantada de estar a solas con él. No me cabe duda de que eres guapa e inteligente y que cualquier chico se fijaría en ti, pero justo él y justo en este momento. Lo siento pero no me puedo creer que sea sincero, no quiero aguarte la fiesta porque sé que, por desgracia, te gusta pero no me lo creo.

Cada segundo estaba más enfadada, más asustada y más preocupada. No podía evitar imaginarme a Alice en el suelo tras un ataque, las lágrimas ardían en mis ojos luchando por salir. No podía permitir y no iba a permitir que le pasara algo, ella era mi hermana, mi amiga, mi otra mitad, no podía perderla. Medité durante un momento organizando un plan.

-Si quieres seguir adelante lo harás con mis condiciones o le pediré a Dumbledore que te saque de esto. No voy a permitir que estés a solas con él, lo siento. En primer lugar necesitamos que acabes las maldición cuanto antes, si con lo que hemos insistido resulta que una de las dos habla nos buscaremos problemas con los demás. También se lo vamos a contar a todos en la próxima reunión, incluido Dumbledore, si estamos discutiendo sobre confiar unos en otros tienen que saberlo por ti antes de la “cita”. – Me costó un triunfo asociar la palabra cita a mi hermana con Riddle. -Luego le dirás que Helene y yo tenemos que ir con vosotros. Invéntate lo que quieras, que ya teníamos planes de antes, que soy una neurótica que no aceptará que vayas si no estoy de carabina… lo que quieras pero las dos vamos a estar ahí. No desapareceréis juntos, no te quedarás a solas sin gente alrededor y no comerás ni beberás nada que no te demos Helene o yo.

Seguí a Charlotte hasta el baño tratando de mantener la calma. Había tenido claro que iba a enfadarse, pero no contárselo nunca había sido una opción. Al menos no una real, se me había pasado brevemente por la cabeza, pero lo había desechado con rapidez.

Dejé que hablase todo lo que necesitara, que se desahogase y no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa de medio lado al ver cómo finalmente su parte práctica se encendía y empezaba a organizar un plan. Esperé hasta que terminó antes de hablar yo y tomé sus manos entre las mías, apretándolas con calidez. - Lottie - comencé, usando el apelativo con el que mi padre solía llamarla cariñosamente-, ¿crees que no sé todas esas cosas y no las he tenido en cuenta? Sé que es peligroso, pero es una ocasión única. Queríamos que el señor Black o la señorita Deacon se infiltrasen en su círculo y ha sido él mismo el que se ha acercado a nosotros... ¿Y qué crees que habría pasado si lo rechazase? ¿No sería acaso más peligroso enfadarlo? - Suspiré, había cosas que no podía negar. No a Charlotte. - Sí, es cierto que me atrae... un poco. Me provoca mucha curiosidad, ya te lo dije antes de que pasara nada con el señor Dracons... Pero no soy tonta, Charlotte, te aseguro que tuve mucho cuidado en toda la conversación que mantuve con él y voy a seguir teniéndolo. 

Solté sus manos y le dediqué una sonrisa conciliadora. - En cuanto a la cita... No voy a quedarme a solas con él. Le dije que iría contigo a ver el partido y que nos veríamos allí. Estaremos rodeados por toda la escuela, y esperaba que tú estuvieras cerca. Aunque no podemos contar con Helene, porque ella estará subida a la escoba jugando el partido. Así que tranquila, no voy a estar en peligro, y tal vez pueda sacarle algo sobre esa conversación ineludible de la que habló. - Ladeé la cabeza mirando a mi hermana. - ¿Conoces el hechizo Auris Magna? Si lo usaras podrías incluso escuchar toda nuestra conversación aunque estuvieras a unos metros. Y las maldiciones... Tardaré un poco todavía, quiero hacer antes lo de los espejos. Además Tracy dijo que iba a buscar algo ella también. Pero si no encuentra nada me pondré con ellas después de la reunión con el profesor Dumbledore.

La tranquilidad de Alice no me convencía en absoluto, no quería verla ni a una milla de distancia de Ryddle.

-No me gusta Lissy, no me gusta nada. Es muy listo, siempre tan serio, siempre observando. Tiene a la mitad de las chicas del colegio detrás de él y muchas de ellas de Slytherin. Ya sabes cómo son, si saliera con alguna sería de su casa. Quiere algo y tengo miedo.- No me importaba reconocerlo con Alice, siempre nos habíamos contado nuestros miedos.

-No conozco ese hechizo pero si me lo enseñas lo tendré dominado para el partido. No quiero que vayas y no quiero que te acerques a él. No sabemos si tiene ayuda de un profesor o no pero, en cualquier caso, cuenta con una magia muy avanzada. Puede que tengas curiosidad pero, por favor, no le veas como un reto. Te conozco, querrás aprender y ser mejor que él, pero no lo intentes por favor.

- Sé que quiere algo. - Respondí, asintiendo con la cabeza levemente y me encogí de hombros. - ¿Si no por qué se iba a fijar en mí ahora, así de repente? Pero si podemos usarlo en nuestro favor, puede que sea algo bueno. - Me mostraba serena y tranquila ahora que por fin se lo había contado a Charlotte. - Pero no tengas miedo. Creo que puedo manejarlo. Y no voy a competir con él. - Aseguré, ladeando la cabeza antes de bromear, tratando de relajar un poco el ambiente de los servicios. - Total, ya le he ganado al ajedrez esta tarde. 

Me quedé pensativa unos instantes antes de seguir hablando. - No sé si me dará tiempo de enseñarte el hechizo antes del partido si quiero tener los espejos listos a tiempo... ¿Cómo llevas la técnica Muto? - Pregunté, tratando de valorar si sería posible que lo aprendiese a tiempo, conmigo o echándole una pequeña mano para que lo aprendiese por su cuenta.

A pesar de lo mal que había salido el último intento de acercamiento que había hecho con Alister, el día siguiente a la reunión volví a buscarlo por la biblioteca, esperando que se encontrase allí. 

Tomé aire, cogiendo ánimos para enfrentarme una vez más al muro en el que el muchacho parecía haberse convertido y me acerqué poniendo las manos sobre el respaldo de la silla que estaba junto a él. - ¿Puedo sentarme? - Pregunté en un susurro, esperando su permiso antes de hacer ningún movimiento.

La biblioteca siempre me relajaba y, últimamente, tenía la imperiosa necesidad de combatir mi cada vez más creciente nerviosismo.

Llevaba ya una media hora sumergido entre las páginas de un interesante volumen cuando la voz de Alice me sacó de mi mundo.

- Claro, por qué no. Es un país libre - respondí mordazmente aunque con una leve sonrisa, a modo de broma. Al menos por ahora, pensé.

Cerré el libro memorizando primero la página en la que estaba y me giré hacia ella.

- Perdona - dije. Últimamente estaba más arisco que de costumbre y no quería que se tomara a mal mis palabras, aunque fueran sin intención. - Siéntate, por favor - añadí mientras señalaba la silla junto a mí.

Titubeé con sus primeras palabras, sin estar segura de si me estaba mandando a paseo o me estaba gastando una broma, y durante un segundo me replanteé si realmente merecía la pena que hiciese un intento más. Pero sabía que era lo correcto y realmente quería que recuperásemos a Alister, así que cuando siguió hablando agradecí haberme acercado. Esbocé una pequeña sonrisa y me senté.

Miré a mi alrededor para asegurarme de que nadie nos prestaba atención. Me habría gustado llevármelo al pasillo, lejos de cualquier mirada, pero después del desplante del día anterior no quise arriesgarme de nuevo, así que me limité a acercarme a él todo lo que me podía manteniendo las reglas mínimas del decoro para susurrar cerca de su oído.

- ¿Recuerdas lo que te comenté ayer? ¿Que había encontrado otra forma más cómoda y sencilla de realizar que las piedras? - Esperé algunos segundos antes de seguir. - A los demás les parece bien, así que voy a hacerlo esta semana. Necesitaría una Conexión Arcana tuya, con un par de cabellos sería suficiente.  - Me separé un poco y lo miré, ladeando la cabeza. - Si es que quieres participar. - Terminé, esperanzada. 

Mentiría si dijese que me gustó lo que me dijo.

¿Una forma más cómoda y sencilla? ¿Mejor que mi idea de las piedras?

Mi orgullo estaba tocado, no iba a negarlo, pero no dejé traslucir lo que pensaba. Tenía algo más importante entre manos y contesté lo primero que se me pasó por la cabeza:

- Eh... sí claro - caí en la cuenta de que había accedido pero ya era tarde para desdecirse. Además, si no le contaba lo otro iba a explotar. - Pero, una cosa - añadí bajando la voz hasta ser prácticamente inaudible, - tengo algo muy importante que contarte. ¿Dónde podríamos ir?

Sonreí cuando accedió y estaba dudando si marcharme o aprovechar para contarle algo más cuando continuó hablando y sus palabras captaron toda mi atención. Un brillo de curiosidad apareció en mis ojos y miré a mi alrededor de nuevo antes de acercarme a él.

- Podríamos salir y dar una vuelta por los pasillos. Estando en movimiento será más difícil que nos oigan. - Propuse, aunque el día anterior había estado reticente a eso mismo, así que ofrecí otra posibilidad. - O podríamos ir al sitio donde estuvimos el otro día. - Añadí significativamente, esperando que entendiera que me refería a la sala donde habíamos hecho la primera reunión. - O podemos dar un paseo fuera. 

Me encogí de hombros y me separé de él de nuevo, expectante por su respuesta. Recordaba que se había ido tras el señor Riddle la tarde anterior tras el club de ajedrez y la idea de que hubiera descubierto algo importante me hacía vibrar de curiosidad.

- Mejor fuera - contestó mientras guardaba su libro en la mochila y se levantaba. - Así podremos ver que no haya nadie cerca.

Alister se dirigió en silencio hacia la salida del castillo seguido de Alice. No abrió la boca hasta asegurarse de que estaban fuera y que no se veía a nadie en muchos metros a la redonda.

- El caso es que... - comenzó diciendo en un susurro casi inaudible, - como ya sabes, seguí a Riddle hasta las mazmorras cuando perdió contigo. Sí - prosigue haciendo un gesto con las manos - ya sé que fue una estupidez, pero no sé en qué narices estaba pensando. Bueno, el caso es que le seguí y le escuché hablar con Dietrich. Sólo acerté a oir parte de la conversación, pero hablaban de algo que querían que hiciera un niño al que nadie relacionaría con Riddle. Hasta Dietrich propuso hacerlo él pero no le dejó. Dijo que la gente se daría cuenta si Dietrich faltaba en un día tan señalado. No dijeron de qué se trataba pero estoy seguro de que el día señalado es el partido de quidditch.

Alister tomó aire tras la rápida parrafada y volvió a asegurarse de que no había nadie cerca.

- También hablaron de un paquete que Dietrich había puesto a buen recaudo en un lugar seguro, pero no dijeron dónde. Al parecer no había sido fácil de conseguir y lo debía guardar hasta el día del partido. Y... no escuché nada más.

Miró a los ojos de Alice para ver su reacción.

Tracy se dio vuelta hacia Ingo, con una mano ya adelantándose hacia la puerta que aguardaba ser abierta. Sus cejas se arquearon, brevemente, como si por un instante le costara comprender cuál era el significado de las palabras del Gryffindor, o por qué había decidido pronunciarlas en ese momento. No preguntó, sin embargo. Pareció darse cuenta por sí misma, no sólo de eso, sino de algo más, algo que hizo que sus labios se extendieran en una sonrisa.

- Sí, eso fue injusto de mi parte. Lo que hiciste aquí adentro fue tremendo, Ingo. Realmente brutal. Espero que lo sepas - respondió, con un brillo en los ojos muy lejano a la envidia o al cinismo. Era algo enorme, viniendo de su boca - Vamos.

Le guiñó un ojo y, antes de abrir, conjuró un Auris Magna apoyando la frente contra la puerta. Luego, adelantó la mano y sostuvo la puerta abierta para que Ingo pudiera pasar. Un gesto por el que la mayoría de los hombres se enojarían, y la mayoría de las mujeres se espantarían, pero no un Canterbury. No un Bell. No Tracy, definitivamente. Y no Ingo, jamás.

Seguí a Alister hasta el exterior sin decir nada. La curiosidad que hormigueaba en mi estómago me impulsaba cada paso y cuando llegamos por fin fuera miré a mi alrededor cuidadosamente, asegurándome de que nadie nos mirase. 

Me acerqué para escuchar su susurro y mis ojos se fueron abriendo con cada nueva información que salía de sus labios. - Caramba... - Susurré impresionada cuando terminó, asimilando todo lo que había descubierto. Después de lo que había hecho yo con Alan la tarde anterior no podía culparlo por haberse arriesgado él solo, aunque no podía evitar temer por su seguridad.

Parecía que por fin teníamos algo sobre lo que ponernos en marcha de verdad y asentí muy levemente con la cabeza. - Tenemos que averiguar quién es ese niño para mantenerlo vigilado ese día. Seguramente será alguno de los pequeños Slytherin. - Medité en silencio durante un par de segundos.

- Supongo que por eso quería que lo acompañase al partido, para tener una coartada... - Jamás lo reconocería en voz alta, pero darme cuenta de eso me hizo sentir una punzada de decepción. - Alguno de nosotros tendría que vigilar al señor Lestrange durante ese rato. Y tal vez el señor Black o la señorita Deacon puedan averiguar algo sobre el niño en cuestión. - Me mordí el labio inferior mientras se me pasaba por la cabeza intentarlo yo misma. Al fin y al cabo después de lo sucedido en el club de ajedrez no sería extremadamente descabellado que me acercase a él, pero no podría tener los espejos listos a tiempo si me dedicaba a buscar el momento de pillarlo a solas y probablemente a alguno de su casa les resultase más sencillo espiarlo. 

Tras darle vueltas a mis pensamientos unos segundos miré a Alister a los ojos y una sonrisa se esbozó en mis labios. Me sentía muy aliviada al ver que realmente podíamos contar con él a pesar de las dudas que había tenido en los últimos dos días. - Bien hecho, Alister. Gracias a ti tenemos alguna pista. Tengo que conseguir también los cabellos del señor Black, le pediré que intente averiguar algo más...Y debes contarle esto al profesor Dumbledore en la reunión en su despacho, tal vez él pueda hacer algo.