Partida Rol por web

El lugar era la típica taberna a máximo rendimiento, con gente de la zona, cerveza buena a juzgar por cómo corría y quizás alguna que otra pelea cuando la bebida empezara a forzar los accidentes en auténticos motivos de guerra. Seguramente ni fuéramos necesarios para desencadenar la pelea, salvo por el detalle de que ocurriera cuando deseáramos, por lo que no esperaba demasiadas complicaciones para convencer al dueño, aunque me sorprendió un poco la soltura de Green.

Quizás se había metido en esto por culpa de su piquito de oro, aunque poco importaba, por lo que opté por dejarle hablar y esperar que mis pintas de matón no le hicieran reconsiderar su propuesta en vez de directamente aceptarla.

Fue junto a aquellos dos, pero detrás, sin juntarse con ellos, para que no les relacionaran. La taberna era un barullo, eso era bueno, igual ni tenía que hacer su parte, seguro que algún borracho grandullón de por aquí empezaba la trifulca después de esperar 20 minutos por una cerveza.

Le pareció divertida la interpretación del primer chico, al final le iba a caer hasta bien, y se decidió a echarle una mano frustando más aún al tabernero.

-Eh ponme una pinta y lo que sea que des de comer aquí a esa mesa de ahí.- Mientras señala con la mano un hueco vacío al que se dirige.

Todo pasa demasiado deprisa como para que el dueño del local pueda dar una respuesta a lo que está pasando. Se siente bastante sobrepasado y la forma de pedir de Jason le ha tocado bastante la moral, por no emplear otras palabras. Niega con la cabeza, siguiéndole con la mirada hasta que sienta en una mesa libre, que no ha sido recogida aún. Pero libre, y los clientes sentados en la barra, a su alrededor vuelven a reír al verle la cara de incredulidad. 

-¡Se te ha comido la lengua el gato! -Comenta uno de ellos, arrancando una carcajada generalizada. 

El dueño le fulmina con la mirada antes de volver a dirigir la atención en el último que ha entrado, a Jason. Suelta un bufido exasperado.

-¡Hay que joderse la puta poca educación que tenemos! ¡Mi puta vida! -Levanta los brazos con enfado. Levanta la voz, dirigiéndose a él -¿Qué pasa, majo? ¿Nos pesan mucho los cojones para venir a recogerlo? -Mueve la mano, quitándole importancia y mira a Eliott y a Ailbert. -¿Queréis trabajar, eh? -Os mira con enfado. -¡Pues estáis de suerte! Una libra al final del día, y no pienso negociar nada más. Ahora entrad aquí y dejadme ver como chorra os desenvolvéis aquí. -Da una palmada en la barra, y os hace un gesto con la mano para que entréis. -Ahora, como no tengáis ni puta idea de servir una pinta. ¡Os echo de aquí a patadas!

Bueno, al menos se va a mantener sentadito y calladito. Miro de reojo cómo el Bruto se va a la mesa, dejando con un cabreo aún mayor al pobre hombre. Aunque me contengo con todas mis fuerzas, se me escapa una sonrisilla al verle gritando de esa forma, una que borro en cuanto se gira hacia nosotros, asintiendo fervientemente. 

- Gracias, muchísimas gracias, señor, no se puede imaginar lo mucho que nos ha ayudado. - contesto alegremente, pasando a la barra y haciéndole un gesto con la cabeza al cojo para que me siga - No le defraudaré, señor. Soy Anthony, por cierto.

Me presento rápidamente y espero a que el otro haga lo mismo mientras me pongo a servir jarras. Realmente no lo había hecho nunca... Ya que nunca había trabajado como tal, pero viendo a mi hermana y a Lionel hacerlo alguna que otra vez, no parecía que fuese muy complicado. Incluso podría acostumbrarme a esto... Sería dinero fijo, pero está visto que a menos que le den una paliza a varios camareros, no va a ser tan fácil conseguir trabajo. Con una sonrisa de lo más satisfecha y alegre, dejo que el hombre de la taberna vea mi resultado antes de seguir con las tareas que toquen.

¿Anthony eh?

Miré de reojo a Eliott cuando se presentó con tanta "formalidad".

- Espérate a ver si das la talla.

Le recrimino mientras paso a la barra y, aunque no había desempeñado nunca el oficio, si había vivido lo suficiente como para entender cómo solían funcionar las cosas. De ahí que aunque callado, no tuviera demasiados problemas en seguir el ritmo del local, en parte porque también había decidido echarle huevos y dar el callo dado que mantener el puesto era algo fundamental para el plan.

Jason se encogió de hombros ante la respuesta del tabernero. La verdad es que el capullo ese tenía su parte de razón, no iba a negarlo. Además ya había conseguido lo que quería, ahora que esos dos hicieran su parte, iba a ser divertido de cojones ver como iban a estar corriendo de un lado a otro mientras él disfrutaba de sus salchichas y de la cerveza.

De modo que trató de perder de vista a aquel tipo, y simplemente se sentó en la mesa que pudo. 

Al ver la capacidad de sus dos nuevas adquisiciones, el propietario se relajó bastante. Había conseguido que por un par de libras, dos chicos le hicieran un trabajo que le estaba agotando, un par de libras que suponían la diferencia entre reventarse la espalda y acabar descansado. Además, el joven que le había pedido el trabajo se manejaba con una soltura que no era normal. En poco más de unos minutos todo el mundo estaba servido, incluyendo una segunda ronda que acabando de ser servida. Varios de los parroquianos, al ver la destreza demostrada no dudaron en tratar de ponérselo difícil. Pidieron pintas de cerveza rubia, de tostada, chupitos de licores, todos a la vez y sin ningún tipo de orden, pero a Eliott no le costó memorizar el pedido y las caras de lo que se lo había pedido. Cuando terminó por servirlo todo, ante la mirada atónita de la clientela, el patrón le dio una palmada en la espalda.

-Muchacho, si sigues así, al final del día tu y yo vamos a tener que tener una charla. -Comenta con seguridad. Desvía su mirada hacia el señor Scott, al que se dirige con un grito. -¡Eh, muchacho! ¡Aligera un poco! -Los parroquianos cercanos se empiezan a reír al comparar el desempeño de uno con el otro. Aunque Scott no estaba haciendo un mal trabajo, quedaba bastante deslucido frente a la forma de trabajar de Eliott. Hasta él se daba cuenta de ello. -Tienes suerte de contar con un amigo tan currante como el chaval aquí presente. -Vuelve a palmearle. -¡A ver si tomamos nota, que te mueves menos que los cadáveres del cementerio!

El hombre orondo se ríe y vuelve a sentarse, la clientela se ríe y bebe, y prácticamente todo sigue igual hasta la noche. A partir de las seis de la tarde, la taberna comienza con su horario nocturno, empiezan con las cenas que sirven a partir de y media, y quitando el exceso de trabajo del primer turno de mesas, todo empieza a tranquilizarse. Jason consigue hacerse un hueco entre las mesas de juego, en las que pasar el rato hasta que por fin, cerca de las siete y media de la tarde, por la puerta entran siete hombres, no tienen ninguna reseña identificativa, pero llevan armas enfundadas. Se acercan a la barra y se apoyan con tranquilidad, hablando entre ellos desenfadadamente. 

-Eh muchacho. -Dice uno de ellos mirando hacia Eliott. -Tenemos los caballos ahí fuera, ¿Tenéis caballerizas, verdad? -Pregunta con cierta desgana, indicando que afuera tenéis trabajo que hacer. -¿Hay mesa para cenar? Y ponnos algo de beber. -Golpea la mesa con los nudillos antes de girarse a mirar al resto para preguntarles lo que quieren. -Va, rápido. Hemos hecho un viaje largo y estamos cansados, hambrientos y sedientos. Avisa al jefe, a ver si tiene preparadas las habitaciones. -Asiente con la cabeza, mirándote con expresión adusta, como estuviera exigiéndote algo. 

Afortunadamente no era un trabajo normal, de lo contrario el tener que soportar al niñato mientras me estaba esforzando tanto, la cosa hubiera acabado bastante mal para Green. No obstante aquella atención que acumulaba me ayudaba a poder tener controlada a la gente y a descubrir cómo podía hacer el trabajo y, más importante todavía, a no ser descubierto en el proceso.

- Jefe, estoy cojo - le remarco cuando tras media tarde ya era evidente que no fingía - Además yo dispongo de otras cualidades, cualidades que espero que no necesite llegar a verlas.

Quizás hubiera sonado algo borde, pero tenía claro que me estaba esforzando y que si Elliot no hubiera estado, también habría salido el trabajo adelante. ¿Qué con más esfuerzo y menos beneficios? Seguramente, pero tampoco era momento de ponerse codicioso cuando le estábamos salvando el culo.

Y así fue pasando la tarde, haciendo de camareros hasta que nuestro objetivo llegó. Bueno, "nuestros objetivos". Que fueran un grupo no hacía sino complicar un poco el asunto, pero teniéndolo todo previsto de antemano, fue todo coser y cantar. Apenas empezaron a bramar sus peticiones, comencé a ser las especiales, para que en cuanto Green se hubo acercado únicamente necesitaba llevarlas a la mesa.

- Esos tipos necesitan aprender un poco de educación.

Le espeté a mi compañero para que si alguno andaba bien de oído, supiera que la celeridad del servicio únicamente se debía a intentar perderlos de vista cuanto antes.

Las salchichas estaban de cojones, tenía que reconocerlo. La cerveza era mala, como en cualquier otro sitio de Londres, pero bastante aceptable para un mierdas cualquiera como él, que no era ningún noble, joder. Eso explicaba el buen ambiente del local. 

Pasó un buen rato tranquilo en su sitio, cuando se aburría de mirar como la gente se metía con el cojo (aunque eso siempre le pareció divertido), miraba las partidas de al lado. Había ahí montada una buena, seguro que si esperaban lo suficiente, la pelea se formaba sola, en verdad el sitio era todo un caldo de cultivo. Sin embargo, prefirió quedarse esperando, pensando en sus asuntos, las apuestas le parecían una gilipollez de todos modos. 

Después de un rato llegaron al fin los dichosos guardias, Resultó que eran un huevo, -Pues menos mal que no hemos seguido mi plan, habría sido jodido de cojones asaltar a tantos.- Pensó, mientras les miraba sin mucho disimulo, menos mal que aquello estaba abarrotado, ¿Quién se iba a fijar en él?. Miró entonces a los dos chicos, se preguntaba si estaban nerviosos, -Espero que no, sino si que la van a joder.- No estaba seguro de cual de los dos haría el movimiento, esperaba que fuera el espabilado, parecía más mañoso, y mejor era que dejara KO con el veneno al mayor número posible, si no, mejor sería que los parroquianos de por aquí le tuvieran un respetable odio a los maderos y les echaran una mano, porque iba a hacer falta una buena pelea. 

Sonrío rápidamente con una mezcla de amabilidad y superioridad a los de la última mesa, después de disfrutar de sus caras de sorpresa al ver que todo lo que habían pedido estaba en su sitio sobre la mesa. 

- Y si quieren repetir, no duden en llamarme. - mi sonrisa se ensancha y levanto una ceja al escuchar cómo se dirige a mí el tabernero - Claro, será un placer, señor.

Se me escapa una risilla al escuchar la riña al cojo pero sigo con mi tarea, mirándole de reojo apenas un instante. No lo hace mal pero... Claramente no llega a mi nivel. Pero no quiero abusar de él, quién sabe si es como el Bruto y decide darme una paliza por pasarme de listo. Y el otro de momento parece muy tranquilo... Dejo para más tarde mis pensamientos sobre futuras palizas, cuando los invitados de honor deciden llegar al lugar. Si es que son ellos. Pero más le vale al cojo estar rápido esta vez.

- ¿Sí, señor? - me acerco cuando me llama uno de ellos - Sí, claro, ahora me ocupo de ellos. Y pueden sentarse donde quieran, ya estamos sirviendo las cenas. Les llevaré todo enseguida. - me alejo sin molestarme por la forma en que me mira. Ya estoy acostumbrado a estar al nivel de la suela de un zapato, un gesto de ese estilo no es que sea algo nuevo. Tomo el pedido que prepara mi compañero y me encojo levemente de hombros - No vamos a ser nosotros quienes se la enseñemos. - Va a ser el magnífico somnífero de las cervezas, por supuesto. Les sirvo con una sonrisa, asegurándome de seguir bien sus pedidos, antes de darle una voz al patrón - ¡Eh, jefe! Estos hombres preguntan si tiene preparadas sus habitaciones. - le digo en cuanto se acerca, haciendo un gesto con la cabeza hacia la puerta - Voy a encargarme de las caballerizas mientras tanto. 

Con la misma velocidad que llevo sirviendo todo el día, me dirijo a la zona de las caballerizas, esperando averiguar cuántos más están por allí y si de verdad es nuestra diligencia. Al pasar al lado de la mesa de juego, miro un instante al Bruto, asegurándome que sigue en su papel de... persona pacífica por el momento. Más le vale esperar a que estén un poco más grogui y a ver cuántos han quedado fuera...

Aunque Ailbert sirve correctamente las cervezas, hay tres de ellos que están más pendientes de las partidas que se están jugando en las mesas, que en beber. El resto de ellos, comienzan a cenar y a beber, contándose sus batallitas, apurando hasta la última gota de las pintas servidas. Si no fuera por aquellos tres que se habían sentado a jugarse los cuartos, el plan hubiera salido a la perfección, pero para ello estaba el plan B. 

Elliot, al ver que la situación aquí estaba controlada, decide salir a las caballerizas. El jefe levanta el dedo pulgar, dándole permiso, mientras recoge un poco la barra. Uno de los seguratas de la caravana se acerca a él para pedirle la llave del dormitorio que va a usar, y este se la da, cobrando por adelantado. Bostezando, el hombre de seguridad se marcha, escaleras arriba, metiéndose en uno de los dormitorios, y cerrando la puerta tras de sí. 

Cuando sales, la brisa fresca de la noche te destempla. Te cierras la americana que llevas puesta y te acercas a las caballerizas. Al oir tus pasos, uno de los de seguridad de la diligencia sale a tu paso, interponiéndose en tu camino. 

-¿A dónde vas, muchacho? -Te pregunta, cruzándose de brazos frente a ti. 

Era de esperar que algún idiota no cumpliera con su parte, especialmente aquellos que no estaban informados del plan como los guardianes de la diligencia, pero eso no significaba que fueran a "colaborar" cuando se les informara. Por eso aproveché a ir recogiendo algunas mesas mientras, dándole tiempo al resto de cumplir con sus jugadas antes de forzarlas.

- Ummm...

Murmuré malhumorado echando un vistazo a la mesa para así captar la atención de los guardias, dándoles así la excusa perfecta para que todos pudieran acusarme de haberle chivado algo a alguien y comenzar la pelea.

El aire fresco de la noche es algo reconfortante tras el ajetreo y el calor humano, de los borrachos, del interior del local. Suelto un breve suspiro, sabiendo que no me puedo detener a tomar un pequeño respiro tras un día de trabajo "decente", y sigo avanzando hasta que aparece justo uno de los que estaba esperando. Sí, la amabilidad no es algo que les vaya mucho.

- Trabajo aquí, señor. Me ha pedido uno de vuestros compañeros que me encargase de los caballos. - respondo lo más humildemente que puedo, sin avanzar hasta que decida apartarse de en medio o darme permiso.

-Bueno, toca dejar de vaguear- Cuatro de ellos iban a estar soñando en cualquier momento, y alguien tenía que asegurarse que los otros tres fuesen detrás. No se consideraba así mismo como una persona que pensara dos veces sus actos, pero joder, de ahí a atacar de frente a tres guardias había un trecho. No, era mejor buscar una ayudita en la parroquia local. Así que, se guardó con cuidado la pinta vacía dentro de la gabardina, y esperó a que uno de los guardias ganara una ronda. Cuando esto ocurrió, sonrió un segundo, -Al fin ganó el cerdo- y levantándose de la silla, señalándolo con el dedo acusador dijo:

-¡Eh, ese capullo ha hecho trampas!-

Si tras el primer acercamiento de Ailbert, los de la mesa ya se estaban empezando a poner nerviosos, la reacción de Jason terminó por hacerles parar la partida. El que había sido señalado por Jason se muestra indignado y empieza a explicar a los de la mesa que él no había hecho trampas. Uno de ellos, el que más había perdido durante la noche, se muestra muy crítico, y nadie se termina por poner de acuerdo, la sospecha se ha levantado, y se miran recelosos. 

Uno de los que están jugando, termina por levantarse. Se le nota muy agobiado, sin embargo, los de seguridad del carruaje que habían bebido de las pintas, empiezan a bostezar, pero siguen estando por ahí, por si acaso. El señor, enrojecido por la rabia y con ropas de trabajador, señala a Jason.

-Tú, muchacho. ¿Por qué has dicho que este tipo ha hecho trampas, eh? -Señala con la misma mano al guardia de la diligencia que había ganado la ronda. Apoya su mano en el hombro de aquel hombre, manteniéndolo controlado. -A ver, ¿Qué es lo que ha hecho? Dímelo a mí, que yo me entere. Dímelo a mí.

El alcohol y que la partida no le va muy bien lo ha puesto en el disparador. Casi puedes ver cómo se le mueve el bigote con un tic nervioso que hace que se le mueva el labio superior y parpadee más rápido de lo normal.

El hombre te miraba de arriba a abajo, sin mover los músculos de su rostro. Se mantenía cejijunto y cariacontecido. Finalmente se descruza de brazos.

-¡Ya podías haber venido antes! -Te hace un gesto para que le siguas. -Ya hemos guardado los caballos nosotros. Hemos vuelto a dejar las llaves ahí colgadas, donde estaban. -Te señala un par de caballos. -Estos dos van a necesitar herrarlos... a la entrada de la ciudad han resbalado y no podemos perder los caballos por esas tonterías... -Te mira con cara de pocos amigos. -Y va a tener que ser esta noche, que mañana partimos con el alba.

En el interior ves a cinco guardias más, que están bebiendo de sus cantimploras. Los cuatro que quedaban se han reunido en torno a una caja y están jugando a las cartas. 

-Y no se si te habrán pedido algo de cena para nosotros. -Comenta algo enfadado. -Pero si nos podéis traer algo para comer, cuanto antes... os lo agradeceremos. Una sopa y algo de carne, ¿Qué menos, joder? Que llevamos un trote largo y tenemos sueño. Venga chico... rápido, rápido. 

Te apremia, aguantándose las palabras, la verdad que tiene ganas de ser menos educado, al igual que los otros cuatro que están en la mesa, jugando a las cartas. Entre ellos, que no levantan la cabeza de sus cartas, también se escuchan frases apremiantes, como si le estuvieran pidiendo a su caballo que se moviera con más velocidad.

Los perros habían captado el rastro de la liebre y ya solo faltaba que se lanzaran tras ella.

- Se guardó una carta algunas manos atrás.

Explico como quién no quiere la cosa, fingiendo seguir a lo mío, que en este caso era recoger las jarras vacías, aunque en realidad lo que pretendía era es estar cerca en el caso de comenzar los problemas.

Jason se acercó a la mesa de juego y miró fijamente a aquel tipo nervioso que parecía estar a punto de liarla, pero antes de que dijera nada, apareció el cojo, que le había seguido el juego. Mejor, un camarero era algo así como un juez imparcial en una taberna, eso era algo que sabía cualquiera que hubiese vivido un poco. 

-Ya le has escuchado.- Le dijo con una tranquilidad como el que le enseña a un niño. -Yo llevo ahí viendo la partida todo el tiempo y te digo que ese tipo es un tramposo.- Esto último lo dijo en voz alta para asegurarse que aquellos capullos le oían bien, y después de girar su enorme cuerpo hacia ellos (la verdad es que Jason era el típico tío enorme al que tratas de no cabrear), se dedicó a mirarles fijamente con una sonrisa de sobrado. No hacía falta más, Jason ya estaba deseando liarse a puñetazos, pero primero quería saborear la provocación, ver si esos tres tenían un par de huevos.