Todo pasa demasiado rápido. Apenas soy consciente de lo que ocurre a mi alrededor y, recostado en el suelo con el brazo en torno a mi costillar y el rostro retorcido por el dolor, miro de un lado para otro con el ceño fruncido y visible cara de asombro.
Lo único que llama mi atención es el tipo que me mira antes de salir corriendo del edificio. Quizá fuera aquel que me placó, o simplemente uno que oyó mi quejido al caer, no lo sé. Creo que tengo hasta la vista nublada por el dolor, y apenas consigo ni ponerle cara.
Me vuelvo sobre mí, para tratar de incorporarme, y echo mano al suelo, tanteando el firme, hasta dar con el bastón. Cuando consigo ponerme de pie veo que la práctica totalidad de los alborotadores han escapado al exterior, y corren desesperados tratando de huir. Sólo espero que en el exterior tengan más suerte que la que yo he tenido.
Me recompongo un poco y, aunque me gustaría atusarme la ropa, ahora llena de polvo, y encontrar mi sombrero, la labor me llama. Avanzo aún medio desconcertado hacia la puerta y entonces algo cae a mi lado como si de una maldita piedra caída del cielo se tratase.
- ¡Holly molly! -Exclamo, a la par que doy un salto lateral.
No sé si es porque aún estoy descolocado, o porque ya todo me parece una maldida locura, pero no me paro ni a ver el estado de los heridos. ¿A qué narices están jugando? Vine a este lugar con la esperanza de no tener que hacer naño a nadie, pero veo que son un hatajo de necios que se están matando por inútiles. Alzo la vista hasta y si lo del vagón me había parecido una locura, ver al hombre en el pasamanos me hace tragar saliva. Realmente se están matando, y yo no entiendo el motivo de tanta locura.
Al igual que Winston, echo mano al arma, sólo para ver que, efectivamente, tengo la funda abierta. Desconozco qué encontraré arriba, pero me temo que nada bueno visto lo visto. Subo las escaleras a sabiendas de que esta jaula de grillos va a sacar lo peor de mí, pues no comprendo qué ha podido pasar para que esta panda de mentecatos haya preparado este altercado tan fuera de control.
De nuevo el vagón cae, pero ya no miro atrás pese a que me obliga a cerrar los ojos por el estruendo. Al ver que Winston no puede articular palabra, soy yo el que habla, o más bien mi cabreo.
- Me habéis cabreado, maldito hatajo de inútiles descerebrados, por lo que os recomiendo que saltéis por la ventana, u os arrodilléis, antes de que os tenga que partir las piernas a golpetazos si no obedecéis. Obviamente preferiría que fuera la segunda opción, arrodillarse, para ahorrarme tener que visitaros después en la morgue.
Motivo: Carisma+Intimidar
Dificultad: 7
Tirada (5 dados): 10, 2, 10, 2, 6
Éxitos: 2
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Dejo la tirada a tu gusto ;)
Alcanzas por fin el segundo piso, gritando guiado por una rabia interna que tiene su origen en la incomprensión de lo que está pasando ahí dentro. Cómo puede ser que esto se haya ido de las manos de esta forma, es como si todos en esta fábrica se hubieran vuelto locos o algo por el estilo. Los pocos que quedan ahí arriba se quedan quietos como estatuas, sin saber muy bien qué hacer, sólo uno de ellos corre hacia la ventana con la firme intención de saltar, pero al llegar al borde se para en seco y da dos pasos hacia atrás.
-Ah no... no... -Dice mirando hacia el exterior. -¡Vaya hostia hay contra el suelo!
-Pues ponte de rodillas y cállate de una vez, McKey. -Añade uno de los que ya ha empezado a hacerte caso.
-¡Cállate tú, Sanders! ¡Todo esto es culpa vuestra! -Dice el que iba a saltar, McKey, mirando al que le ha mandado callar.
-¿Nuestra? ¡Vuestra, ladrones de trabajo! -Se gira hacia McKey, con la firme intención de saltar a por él.
Viendo lo que está a punto de pasar, Winston dispara un par de veces al techo, haciendo que el polvo de las vigas y un pequeño haz de luz entre por el agujero que la bala ha hecho al traspasar. Todos se llevan las manos a la cabeza y se tiran al suelo, mientras que un quejido lastimero a modo de súplica viene desde el interior de la oficina. Tu corazón parece querer salir del pecho, pero al comprender que los disparos han sido de advertencia para calmar la situación, te sientes más en control, al menos de momento. No sabes qué es lo que puede pasar en los próximos segundos, pero al menos, con la pistola en la mano, Winston ha logrado que todos se echen al suelo al unísono.
-¡Ya está bien! ¡Animales! -Grita tu compañero mientras mantiene los ojos abiertos como platos. -¡Hablaréis cuando se os diga que habléis! -Se calla un segundo. -¡Y el que hable antes, le pegaré un tiro! ¡Por idiota y por no hacer caso! -Apunta con la pistola a las siete personas que quedan ahí arriba. -¡Ha quedado lo suficientemente claro!
No recibe respuesta ninguna, pero se da por satisfecho, obviamente el mensaje ha llegado y era lo que buscaba. Te mira, haciéndote un gesto con la cabeza para que avances y empieces a maniatar a la gente, él hace lo mismo cuando puedes cubrirle tú. Una vez los tenéis a todos asegurados, desde el interior de la oficina, una voz os pregunta.
-¿Alguaciles? ¿Sois de la metropolitana? -Pregunta una vocecita miedosa desde el interior. -¿Es... es seguro salir ya?
¡Por fin un golpe de suerte!
Mis gritos parecen hacer entrar en razón a la panda de alborotadores del segundo piso, y pronto quedan reducidos y maniatados. Mientras discuten, tengo la insana tentación de golpearles con la porra hasta oír sus huesos crujir bajo los golpes, pero aparto esa imagen de mi mente tan pronto como puedo con una mueca de desagrado. Mejor dicho, el disparo de advertencia es quién borra esa idea de mi mente.
No hay duda de que han llegado a cabrearme mucho, tanto como para inducirme el deseo de golpearles pese a estar ya rendidos, pero eso no es algo que me caracterice ni me siento cómodo con esa idea.
De pronto, en tanto que maniatamos a los presentes sin quitar ojo también a las escaleras por si nos vemos ante una trampa, una vocecita miedosa pregunta tras la puerta combada si somos la policía y si puede salir.
- Sí, somos la policía -Respondo entonces a la voz-. Salga, pero despacio -Echo mano al revólver, pues desconozco qué saldrá a tarves de la puerta combada-... Primero las manos, y después usted, sin movimientos bruscos, y tras usted que salga toda la gente que haya en esa habitación.
-Voy... voy a mover el... parapeto... por favor, no dispare. No dispare... -Dice la vocecita que viene del interior de la oficina. -Soy el Administrador Payne. He venido a supervisar el desmontaje de la fábrica... para dejarla diáfana para su futura venta... nada más... ¡Lo juro!
Se escucha como, con esfuerzo, el hombre aparta una serie de muebles que había amontonado contra la puerta de entrada a la oficina, puerta que ahora mismo, en cuanto quita la última estantería puesta contra ella, queda colgando únicamente de la visagra de abajo, combada hacia el interior. Para abrirla tiene que levantarla un poco, evitando que roce contra el suelo. Una vez abierta lanza un revolver hacia fuera. Luego cumple tus órdenes, sacando primero las manos y luego el cuerpo. Manteniéndolas siempre alejadas de cualquier lugar en que pueda parecer que tiene algo oculto.
-Ese es el.. arma con el que me he... defendido de la turba salvaje... esta. -Dice moviendo la cabeza, teniendo aún esa voz lastimosa, aunque algo más relajado que antes. -Ha sido una locura, si no llego a... atrincherarme dentro... no lo hubiera contado... el hombre ese del palo... o el que lo ha frenado... estaban todos fuera de sí...
El hombre es de todo menos una amenaza, pero puedes observar cómo hay varias personas desangrándose en el suelo, un par de ellas aún se mueven, otras tres no han tenido tanta suerte. Por la disposición de los cuerpos puedes hacerte una vaga imagen de la situación. El hombre, cercado en la oficina, sólo, con un arma apuntando a un montón de personas enfurecidas, yendo a por él. Si no llega a ser por el revolver que ha lanzado para evitar que te lo tomaras como una amenaza, probablemente su cuerpo estaría en el suelo, inmovil y apaleado. Levantas a los enanjenados para bajarlos y reuniros todos. El Administrador os acompaña para dar testimonio, tal y como le pide tu compañero, el inspector Winston. Una vez abajo, veis que habéis logrado atrapar a unos dieciocho de un total, de almenos, sesenta personas que deberían de haber estado ahí dentro. cuatro muertos y diecinueve heridos de diferente gravedad. Un total de treinta una personas, va a ser una noche larga. De los once que habéis ido a parar a la multitud enajenada, hay 6 heridos, uno bastante grave. Es el primero en salir en dirección al hospital cuando llegan los carruajes sanitarios, el resto se va marchando bajo prioridades de triaje. Tu te encaminas hacia la comisaría con los dieciocho detenidos, con Winston y con otros dos que os ayudan a mantener a los presos a raya, aunque con las palizas que se han dado entre ellos, dudas mucho de que les queden ganas de marcharse. Una vez en el calabozo, ya sólo queda tomar testimonio al Administrador, para ello Winston se acerca a tu escritorio y se sienta contigo.
-Y bien... ¿Qué más puedo hacer por ustedes? -Pregunta el administrador, pasando la mirada de uno al otro.
Por fin las cosas comienzan a cuadrar en mi cabeza, aunque todo sigue pareciéndome una maldita majadería.
Por lo que entiendo tras la presentación del que en su momento sería el administrador de esta fábrica, el hombre se prepara para la venta del inmueble mientras que los cabreados alborotadores que han preparado semejante batalla campal entiendo serían sus antiguos trabajadores. Pese a que podría llegar a entender parte de ese cabreo y frustración, es completamente censurable e inadmisible su modo de proceder. ¡Esto ha sido una maldita locura!
Con mis nervios ya bajo cierto control, comprendo que los disparos fueron cosa suya, seguramente en defensa propia. No pienso juzgar la situación, pero sin duda aprovecho el momento de tranquilidad para tomar el revólver y comprobar cuántas balas quedan en su interior. Saco todas del tambor y, tras contar las que se han disparado, guardo todo en uno de los bolsillos del abrigo.
Antes de salir al exterior escoltando al grupo de prisioneros, cojo el palo ensangrentado como prueba, y una vez en la calle se lo doy a uno de los agentes para que lo lleve a comisaría.
Ayudo en la medida de lo posible a aquellos agentes que han resultado heridos, dadas mis habilidades médicas, bien sea usando telas para realizar vendajes básicos o simplemente indicar a otros lo que deben hacer para ayudarse entre sí. No obstante, doy gracias cuando aparecen los carruajes, pues comienzan a evacuar a los realmente heridos.
No hay duda de que el día de hoy será enmarcado como uno de los mejores días de mi vida, ¡Y sólo ha pasado media mañana!, nótese el sarcasmo.
Una vez en la comisaría, y sentado junto a Winston aún dolorido del placaje recibido, respondo a la pregunta del administrador.
- Nos gustaría que nos expusiera su versión de lo ocurrido, y, por favor, no se guarde ningún detalle -Saco del cajón del escritorio un cuaderno de hojas blancas y un lapicero, y se lo acerco empujándolo por la superficie de la mesa-. Cualquier cosa por nimia que le parezca puede suponer la diferencia entre lo que en un principio podrían ser presuntos homicidios en defensa propia, sin duda algo comprensible dada la situación -Me encojo de hombros, con semblante serio pero no intimidante, queriendo dar aspecto de cierta normalidad-, se conviertan en primer grado. Por favor, Señor Payne, hable, escriba, o ambas cosas, pero haga algo. Por supuesto, si además quiere interponer denuncia, está en pleno derecho.
El administrador traga saliva y se remueve en al silla al escuchar las palabras: "Primer grado". No entiende exactamente lo que puede llegar a significar pero suena lo suficientemente mal como para prestar atención completamente. Tartamudea antes de poder decir nada con sentido, es como si en su cabeza estuviera reviviendo lo ocurrido por si hubiera algo punible, quizá para evitar decir algunas cosas, o bien cambiarlas a su favor. Aunque es algo que dudas, una persona tan triste y cobarde no se atrevería a mentir en presencia de la policía. Al menos eso es algo que intuyes. Finalmente coge el papel y la pluma, haciendo mención de escribir algo. Aunque finalmente te mira, algo indignado. El revolver tiene los cartuchos de las balas vacías, todas ellas, por lo que ha disparado todo el tambor.
-Verá, señor agente... aquí soy yo la víctima. -Comenta con un tono respetuoso, pero ligeramente molesto. -Me vi forzado a defenderme de la turba. ¡Por el amor de Dios! ¿Por qué habría de disparar a alguien si no fuera en defensa propia. -Deja la pluma encima del papel y lleva sus manos a sus muslos donde comienza a rozarlas compulsivamente. -Fui contratado por el mismísimo Conde de Essex, Lord de Vere Capell, ayer al medio día, para encargarme del vaciado y limpieza de su fábrica de carbón, así como de la clausura de sus minas. -Comienza a hablar, relatando lo que ha acontecido. -Así que me dispuse a contratar una cuadrilla de demandantes de empleo, el anuncio se hizo esa misma tarde en Whitechapel, donde pronto adquirí un total de una decena de personas dispuestas a hacer el trabajo, bien remunerado por cierto, por encima de la hora media pagada, dada la necesidad del momento. Pero eso es otra tema... que ya se tratará si se debe. -Levanta la mano para alejar esa línea de pensamiento y se vuelve a centrar en la fábrica. -A primera hora acudí a la fábrica y la clausuré, bajo a ordenanza del propio Conde, sabía que podría haber problemas al clausurar la actividad sin previo aviso, así que acudí con dos de mis hombres de confianza, los cuales no se qué ha sido de ellos, de momento. Mi cuadrilla de trabajo comenzó con la labor a buen ritmo, hasta que los trabajadores de la fábrica acudieron a su puesto y vieron que ya no había trabajo. Desde la escalera de incendios les prometí que les escribiría una carta de recomendación, que sería firmada y verificada por el mismísimo Conde, para facilitarles el acceso a otro trabajo. Pero se volvieron locos y entraron como posesos, rompiendo deliberadamente la clausura impuesta. -Acompaña sus palabras de gesticulaciones rápidas que muestran lo indignado que está. -Empezaron a increparse los unos a los otros, y para cuando me quise dar cuenta... un hombre calvo y grande, con un palo enorme entre sus manos, del cual goteba aún sangre... sangre de mis chicos, de la cuadrilla de trabajo, y estoy seguro que también habría sangre de sus compañeros, por que era un animal. Un animal de ojos inyectados en sangre... -Su respiración se acelera. -Yo disparé un par de veces al aire, dos o tres, no lo recuerdo muy bien, pero no conseguía alejarlos. Cuando fueron a por mi... yo sólo... yo no quería pero... tuve que hacerlo... me hubieran matado... ¡Me hubieran matado!
Seca las lárgrimas de sus ojos, con algo de dificultad, pues sus manos no dejan de temblar en ningún momento, presa del pánico de poder caer en el calabozo en el caso de que se le encuentre culpable por defenderse de la turba, que con palos ensangrentados iban directos a matarle.
El inspector Winston resopla con cuidado de no interrumpir a nadie.. por un momento aleja su mirada del cuaderno de notas y mira hacia la entrada, donde una joven, rubia, no demasiado alta pero de mirada inteligente, espera en el quicio de la puerta de salida, buscando a alguien con quien hablar. Wisnton pone la mano en tu hombro y te hace mirar hacia la puerta.
-Vamos, yo me encargo de esto. Vete a ver qué quiere aquella mujer. -Dice resignándose a hacer el papeleo. -Ya me contarás si necesitas ayuda... aunque procura que no sea para hoy... por el amor de dios...
Sonríe con la broma y te suelta el hombro para que te acerques con la mujer. Espera a que te muevas para ocupar tu sitio y centrarse en el administrador. Sabe que le va a llevar tiempo... pero hay que hacerlo. El papeleo es tan importante como una investigación... al menos eso os habían enseñado... y eso era lo que iba a hacer.
Aquí acaba tu interpretación en solitario. En breve te abro escena conjunta.