Partida Rol por web

Saga miró a Geki, que acababa de irrumpir en la sala con Aldebarán tras él. A Afrodita parecía divertirle aquella situación y lo hizo notar, burlándose de los tres Caballeros. Pero Saga se sentía furioso, no solo por lo mal que había estado llevando el combate, sino por el hecho de que alguien hubiese osado entrometerse.

¿Qué estais haciendo aquí? Geki, creí habete ordenado que te quedases con Shaina. Mantenía sus rojos ojos clavados en el Caballero del Oso. Un mechón de su ahora oscuro cabello caía sobre su rostro y, empapado en la sangre que brotaba de su frente, le daba un aspecto terrible, colérico. ¿Qué habeis venido a hacer aquí? ¡Este combate es mío! Pero era a Aldebarán hacia quien dirigía su mirada ahora, como advirtiéndole que no se atreviese a enfrentarse a la diosa.

Inconscientemente miró el despedazado trono durante un instante antes de volver a centrar su atención en Afrodita.

Geki algo mareado, pero sin darle mayor importancia, dejo toda su confianza en Athena, y prosiguio a lo planeado. Entro al Recinto del Patriarca, donde se escuchaba una ardiente batalla en manos de Saga. Pudo sentir tambien, la llegada de su admirado compañero, Aldebaran de Tauro.

Adentro del Salon, la situacion era peligroso, extraña y hasta sospechosa. Saga estaba peleando con una diosa, y ambos parecian estar disfrutando de la batalla, como si de una disputa personal se tratara.

En cuanto el Oso entro, el Santo de Geminis, colerico como nunca antes Geki lo habia visto, le increpo por su brusca llegada. En el interior el Caballero de Bronce temblo de miedo, pero algo le decia que no podia echarse atras, afortunadamente el Santo del Toro Dorado habia arrivado al lugar tambien, eso lo tranquilizo y le dio fuerzas para mantenerse calmado.

"Lo siento Santo de los Gemelos, no era mi intencion desobedecer. Quiero que sepas que no estoy aqui para quitarte tu combate, pero llegado el caso, protegere el Santuario de Athena a todo costo. Y contra cualquier enemigo. Por cierto, Shaina esta aqui al lado, en eso he cumplido". Dice el Santo del Oso con un tonto orgullo en su voz. Se da cuenta que no tiene mucho mas que decir, en verdad poco comprende, y lo mejor sera ver que ocurre.

"Ahora que Aldebaran  esta aqui, seria mejor que le heche un ojo a Cerberos... aunque el que ahora mas me preocupa es Saga".

Afrodita se pone en guardia, y  mira a Saga con desprecio.

-¿De qué te quejas? Han venido a ayudarte... Será que no te consideran tan poderoso al fin y al cabo- se ríe del caballero dorado, que la mira colérico- Si ni siquiera eres capaz a vencer la lucha que se está desarrollando en tu interior, ¿cómo pretendes vencer a nadie más? ¡Eres patético!

 Afrodita enciende su cosmos, presta y dispuesta a acabar con los tres santos que la rodean.

-¡Os mataré a todos, y luego mataré a Perséfone en cuanto despierte a Hades! ¡Mío será el Inframundo! ¡MÍO!

Mu se queda petrificado en el sitio. Aún con el calor de la batalla y el aire tórrido de Grecia, el Carnero de Oro nota como si las aguas de un río helado le corriesen sobre la piel y entre los músculos. La visión le ha dejado totalmente confundido, paralizado de asombro y de algo que hacía mucho, mucho que no sentía.

Terror.

Había sentido la caricia de la oscuridad vil que se había tragado a Verité, había captado en el aire el olor de la muerte y la desesperación, había oido la súplica impotente en la voz y los ojos de la niña, y sentido la rabia de Jabu al verse arrastrado con ella. Había sentido todo eso, y sobre todo, había sentido algo más, que le había congelado el alma más que nada de todo lo que hubiera visto.

Había sentido el fracaso.

Verité había sido arrastrada al Inframundo. Eso de por si ya era bastante terrible, pero ese quería decir que habían fallado. Atenea había muerto por nada. Hebe había dado su vida por que pudieran darles esa misión y ellos habían fallado. El peso de la derrota se le aferró al corazón y le hizo doblar la rodilla hasta el suelo.

No puede ser...

Mu permaneció largo tiempo quieto, totalmente paralizado. ¿Como era posible?. Todo había sido planeado. Habían hecho su papel de cara al enemigo. Shura, Dágona y Amilo habían muerto. Saga luchaba contra Afrodita. Aún así, habían perdido. Les habían arrebatado a Verité.

¿Tan impotentes estaban ante la mirada de los dioses?

La conmoción de Nikolá le sacó de su ensimismamiento. El cosmos de la guerrera se desmoronaba en una espiral de desesperación negra y ardiente. Si no hacían algo, quien sabe qué haría ella.

Rehazte, Mu de Jamir. No eres el que más ha perdido este día.

El Caballero del Carnero cerró los ojos y expandió su mente, buscando la de Shaka. El caballero de Virgo iba en el grupo de Verité. Necesitaba saber que había sucedido. Era lo menos que tenía que saber para cuando fuese a ver a Nikolá, aunque lo que había que hacer fuese otra cosa. El qué estaba claro: salvar a Verité.

Era el cómo lo que estaba lleno de interrogantes. La mente de Mu barrió el espacio, buscando a su camarada.

Shaka. ¿Qué ha sucedido? ¿Cómo os han encontrado, y quién se ha llevado a la niña?

La escena que vi nada más entrar la cámara del trono me lleno de preocupación. Afrodita había logrado entrar en lo más profundo del santuario, y probablemente se haya dado cuenta de que Verite no se encuentra aquí. Por si eso fuera poco, el cambio en el color del pelo del caballero de Géminis solo podía significar una cosa. Su otra personalidad, aquella ansiosa por poder y que casi llevo a Atenea a la muerte había vuelto a salir a la luz.

Di un paso para acercarme al combate, pero entonces vi la mirada que me dirigía Saga. Note su furia interior, esa rabia contenida que se escondía en lo más recóndito de su ser y me pare. Pero no porque aquella ira me echara hacia atrás, sino por otra cosa que note en su mirada. Su ferviente determinación como caballero a terminar el combate. Y las leyes dictadas por Atenea a sus caballeros lo dejaban claro, los combates eran personales, uno contra uno, sin interferencias del exterior. No hace mucho que yo sentí lo mismo cuando vi que el caballero del Carnero hacia ademan de acercarse a mi combate con Amilo de Estigia, y me sentí igual que Saga.

No interferiría en el combate. No al menos por el momento, mientras el caballero de Géminis aun esté en plenas facultades. Me coloque en mi característica pose de combate, con los brazos cruzados sobre mi poderoso pecho, pero me quede quieto en mi sitio. Por el momento observare, y solo intervendré en el combate en caso estrictamente necesario. Tienes razón caballero de Géminis. Este es tu combate. Y si estás aquí haciendo las funciones de patriarca es porque tanto Atenea como el resto de caballeros confiamos en tu sabiduría y tu poder. Sé que puedes ganar. Sé que vas a ganar. Así que me quedare aquí observando tu victoria. O hasta que no estés en condiciones de continuar el combate, lo que suceda antes. No podemos permitirnos perder más valiosos y valientes caballeros.

Ante las palabras de Aldebaran, Geki se siente reconfortado. Ahora si, ninguno de los dos iria a hacer nada mas que observar en esta pelea. Geki se acerca a Aldebaran, y procurando que Saga no le escuche le dice:

"Santo del Toro. Se lo encomiendo. Porfavor no permita que el Caballero de Doble Personalidad haga una tonteria. Yo debo encargarme de mi propia pelea. Espero estar equivocado, pero puede que me hayan tendido una trampa, y pido discupas por ello de antemano si en verdad fuese asi".

El Caballero del Oso hace una reverencia a modo de disculpa al Santo del Toro, y rapidamente sale fuera del Recinto Sagrado en busca de Shaina y Cerberos.

Saga miró a Aldebarán mientras hablaba y, con un leve movimiento de cabeza, asintió a sus palabras. Tratando de comunicarle a través de su cosmos para que la diosa no lo oyese, pensó unas palabras dedicadas al Caballero de Tauro, aunque no sabía si Aldebarán llegaría a escucharlas.

Eres un noble Caballero, Aldebarán. Espero no necesitar que intervengas en el combate, pues bastante humillación he sufrido ya por parte de Afrodita como para verme vencido y rescatado en sus propias narices. No obstante, si resultase vencido o me viese en apuros, debes intervenir, no podemos permitir que esta mujer se salga con la suya...

Luego, pensando para sí, continuó:Y mucho menos después de lo que me ha hecho. Debe pagar por ello...

Entonces volvió a prestar atención a Afrodita, que poco antes había proferido una nueva burla contra él, cuando se dio cuenta de que el Caballero del Oso salía discretamente de la sala aunque no le dio ninguna importancia pues sabía que Geki tendría otra cosa de la que ocuparse. Con un deje de desprecio en la voz, replicó a la diosa:

Afrodita, te has burlado de mí desde el momento en que pisaste esta sala, has ridiculizado mi condición y mi poder y alardeado del tuyo. Bien, si tan insignificante soy frente a alguien como tú, ¿cómo es que yo he logrado herirte mientras que tú tan solo has logrado hacerme un mísero rasguño? ¿Dónde está esa fuerza divina de la que tanto presumes? Y, aunque logres derrotarme, ¿crees acaso que podrás salir con vida del Santuario? Mis súbdit... Saga se dio cuenta de cómo iba a referirse a los demás Caballeros y trató de rectificar antes de que Aldebarán pudiese darse cuenta, pero no estaba seguro de haberlo logrado. ...mis compañeros te harían morder el polvo antes de que pudieras reaccionar. Vamos, ¡ataca, demuestra de lo que eres capaz!

-Nada me complacería más que derrotarte, caballero- dice Afrodita, antes de proceder a avanzar hacia ti, furiosa, pero sin perder la sonrisa socarrona- Te mataré delante de tus amigos, si eso te hace feliz. ¡Utilizaré todo mi poder, caballero, y acabaré contigo! ¡Ríndete ante el poder del Beso de la Dama Negra!

Afrodita se lleva la mano a la boca y lanza un beso, sólo que en el momento en que separa la mano de sus labios, una onda rojiza avanza hacia Saga, con violencia. Parece una cuchilla dispuesta a trocear a su más próximo rival.

En el instante en que intentas contactar con la mente de tu amigo, te concentras de tal modo que noo sólo logras contactar con su mente, sino que logras ver a través de él, sin que se percate de ello...

Ves a Shaka hablar a un rival, un caballero de armadura azulada al que se refiere como Kurtz de Herebo:

<<- ¿Tú te llamas caballero próximo a Dios? ¿Tú que te dejas llevar por emociones, y permites que nublen tu juicio?

Caballero Kurtz, nunca he valorado esa categoría que me dan los demás, pero si sé que la lucha ha de estar por encima de sentimientos.

¡Preparaos para el golpe de gracia!

 ¡¡¡TESORO DEL CIELO!!!!

¿De qué sentido quereis veros privado ahora, antes de que os envie a uno de los infiernos?>>

Shaka parece malherido. Acaba de recibir un tremendo impacto del caballero que tiene ante sí.

Shaka recibió el impacto casi de lleno. Ni su portentosa barrera pudo evitar que saliera horriblemente mal parado del choque. Casi impasible, ni aún al borde de la muerte, dejó que el más mínimo gesto demostrase cuán cerca se encontraba de la muerte. Se colocó en pie, y mostró su técnica más poderosa, el Tesoro del Cielo, capaz de privar a cualquier caballero de sus sentidos poco a poco.

Kurtz extendió sus brazos, y dio un salto sobre sí mismo, haciendo un círculo con sus extremidades superiores. De ese círculo brotó una bola azulada que lo envolvió, protegiéndolo contra todo mal. Dentro de ese globo de energía, Kurtz adoptó una posición bastante parecida a la de Shaka de Virgo cuando meditaba. Se le veía profundamente concentrado. Evitó el terrible impacto.

Era evidente que sus poderes estaban francamente igualados.

Shaka adoptó una posición similar. Se sentó en el suelo, y cerró los ojos, meditando. La magnificencia de sus cosmos hacía que se viese que eran, sin lugar a dudas, los dos caballeros más poderosos del mundo. Un choque brutal, terrible, espectacular. Algo fuera de lo imaginable, incluso para el resto de caballeros. Era, sin lugar a dudas, como ver enfrentarse a dos dioses. Incluso Zeus podría haberse mostrado temeroso ante la idea de luchar contra cualquiera de los dos. Su imagen sentados, concentrados, esperando para atacarse mutuamente en lo que podría ser la batalla más espectacular de la historia de los caballeros. Nada ni nadie podía apartar los ojos de semejante espectáculo...

Eso fue de lo que se aprovechó la mujer...

Al momento, mientras los dos caballeros se preparaban para el combate, e Ikki se mostraba en guardia para ayudarlo, la mujer caballero de Perséfone se teletransportó, apareciendo justo tras Verité. La tomó por el brazo, y en ese mismo instante, un agujero se abrió en el espacio y en el tiempo. Un hueco por el que viajar...

-¡Al inframundo!- gritó la guerrero, arrastrando a la niña con ella.

-¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!- exclamó la pequeña. Justo antes de desvanecerse por el hueco, se aferró al brazo de Jabu, su protector. Pero la puerta al Inframundo la estaba absorviendo, sin poder evitarlo. Y con la niña, también a Jabu, el caballero del Unicornio.

-¡Jabuuuuu! ¡Socorroooooooooo!!!!!!!!!!!- fueron las últimas palabras de la criatura, antes de desaparecer, junto a Jabu, por el hueco.

En ese instante, el hueco se cerró, tras haberlos engullido a los dos, sin dejar rastro.

Kurtz cesó su concentración, y sólo dijo unas palabras.

-Esto no ha acabado aquí, Shaka. Te espero en el portal al Inframundo. No me decepciones, averiguad cómo llegar allí. Ansío terminar este combate, pero el deber me reclama. ¡Hasta entonces!

Y se teletransportó, dejándo allí solos a los caballeros, a los dos, junto al cadáver de Cefiro.

Cuando sales, no hay ni rastro de Cerbero. Miras a todos lados, y no lo ves por ningún sitio.

-Se te ha olvidado mirar en el más obvio, en mi caso- te dice una voz familiar. Miras al cielo, allí, flotando en su nube oscura ves a Cerbero, con Shaina en brazos- ¿Ya habéis matado a Afrodita? Me alegro mucho. Espera que desciendo-  está bajando a tu nivel- Entonces ya puedo contarte para qué te he traído aquí, pero antes de nada, toma- te deposita a Shaina en tus brazos. Respira tranquilamente- Ya está mejor, sólo duerme. Me subí porque apareció un inmenso caballero de oro, y no tenía ganas de ponerme a explicar qué hago a la puerta del Partenón con un caballero de Atenea inconsciente en brazos.

Saga se apartó justo a tiempo para evitar el Beso de la Dama Negra.

Ahora me toca a mí.

Separó piernas y brazos, abrió las manos proyectando luz en sus palmas, adquiriendo una postura característica de su mejor técnica y que ya había exhibido en este combate. Tenía que acabar de una vez por todas con aquella enemiga...

¡Explosión Galáctica!

Enfocó sus manos hacia la diosa y la cegadora luz que contenían salió disparada hacia ella.

...Pero la cegadora luz de la Explosión Galáctica apenas sirvió para rozar a Afrodita, que ni siquiera tuvo que esquivar el golpe. No se sabía si era que Saga se sentía incapaz de pelear contra una mujer, o si su condición bipolar lo estaba mermando en el combate, pero no estaba dando una al derechas.

La diosa y el caballero de Géminis intercambiaron fugaces golpes sin que ninguno de ellos llegara a causar daño alguno. Afrodita se erguía altiva tras recibir la Explosión Galáctica, sintiéndose superior a los mortales que osaban enfrentarse a ella. ¿Acaso era imposible para un simple humano vencer a un dios?

Por supuesto que no era imposible. Es más, la razón por la que comenzó esta guerra es precisamente porque un mortal oso matar a un dios. El caballero de pegaso nos enseño que los humanos tienen un poder superior al de los dioses: El poder de hacer milagros. Y sabía perfectamente que Saga era capaz de liberar ese poder, por lo que me mantuve a la impasible, a la espera de la victoria del caballero de Géminis.

Mu suspiró. Ya no hacía falta que le preguntase a Shaka. Había captado toda la historia.

Otra vez.

La historia se repetía de nuevo. Otras caras, otros nombres, otros enemigos. Pero de nuevo, su destino y su deber los aguardaban en las profundidades del Inframundo, tras una barrera de Espectros dispuestos a luchar hasta el último aliento.

Como había pasado antes. Como había sucedido cuando murió en combate con Radamantis de Wyvern. Cambia el nombre, cambia la cara, y tendrás la misma historia. De nuevo.

¿Ni siquiera la muerte de Atenea ha logrado calmar a los carroñeros? ¿Aún seguirán persiguiendo destruir todo lo que representa, todo lo que le les sagradó? Estamos reviviendo la guerra sagrada, como lo hacemos cada vez, cada número de años. ¿No va a acabar nunca?

No, claro que no. Ya lo sabía desde el primer día que vistió armadura y juró proteger la justicia. Son los pastores de los justos y los indefensos. ¿Que necesidad hay de pastores si no hay lobos? ¿Y qué puede hacer un pastor si no es luchar contra los lobos?.

Eso es exactamente lo que tenían que hacer. Luchar. De nuevo. Y morir. Muy probablemente. Si Radamantis ya pudo derrotarle, probablemente el hombre que se midió con Shaka le haría pedazos en un instante. Como el había hecho pedazos a Dágona. Los pecados, la ira, la violencia, persiguen a quienes se aproximan a ellas, incluso con la más noble de las intenciones. Incluso un sanador se ve arrastrado en la confusión de la batalla.

Pero sigue siendo un sanador, y acude a los que le necesitan.

Mu miró en la dirección de los gritos de Nokolá, y asintió. Ahora, alguien le necesitaba.

El Caballero de Aries se desvaneció en el aire, extendiendo su cosmos hacia donde se encontraba la mujer guerrero...

De pronto, os parece percibir algo... Alguien proyecta una imagen en vuestras mentes, tan clara como si lo estuvierais viviendo en primera persona...

Es el cosmos de Verité... Os estaba proyectando una imagen en la mente...

-¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!- exclamó la pequeña. Justo antes de desvanecerse por un hueco abierto en el espacio y el tiempo. La puerta al Inframundo la estaba absorviendo, sin poder evitarlo. Y con la niña, también a Jabu, el caballero del Unicornio.

-¡Jabuuuuu! ¡Socorroooooooooo!!!!!!!!!!!- fueron las últimas palabras de la criatura, antes de desaparecer, junto a Jabu, por el hueco.

En ese instante, el hueco se cerró, tras haberlos engullido a los dos, sin dejar rastro.

-¡¡¡¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!!- en ese momento, la imagen cesó. La voz no era la de la criaturita, era la de Nikola, que se encontraba cerca del santuario. Su voz se escuchó resonar en todo él- ¡¡¡¡¡nooooooooooooooooooooooooooo! ¡NO PUEDE SEEEEEEEEEEEEEEEEEEERRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

El último alarido hace que su cosmos se desboque, incapaz a controlarlo. Acaba de ver cómo la misión de toda su vida, proteger a la doncella, ha fracasado. Es presa de la desesperación.