18 de abril de 1997 -18:45
Johnson & Avery, como les dijeron, era un taller de reparación de coches. Lo encontraron en el centro gracias a la extraordinaria dirección de Hericus. Le bastaba con iniciar un camino para, antes o después, llegar a su destino, conociera o no la ciudad.
Cuando se personaron en el taller vieron que un letrero de neon ya apagado anunciaba el nombre. Lo que parecía la puerta del despacho estaba cerrada, y el garaje paralelo tenía las puertas abiertas y la música de los Sex Pistols salía de él con la distorsión que provoca un radiocasete y un cuarto demasiado grande. Una pickup con las entrañas al aire los recibió antes que cualquier persona. Cuando se acercaron más, oyeron un gruñido.
-Está cerrado.
El origen de la ronca sentencia era una mujer de gran tamaño que surgió del garaje con un mono manchado de aceite por encima de una camisa de algodón blanca. Tenía esa constitución que te hace parecer gordo aun cuando eres todo músculo. Probablemente levantase o lanzase peso. Pero mirándola dos veces era evidente el origen de esa constitución. En realidad medía dos metros y pico, tenía la piel azul oscuro y el pelo teñido de rojo levantado en una cresta. Sus manos podían sujetar cada una un bebé... y aplastarlo hasta convertirlo en pulpa si quería.
Ella debió de darse cuenta de que eran dos duendes, así que dejó lo que estaba haciendo y salió a medio camino entre el garaje y ellos. Miró primero a Marnie, a quien pareció reconocer, y negó con la cabeza.
-No tengo tiempo para hablar con Luminosos. Largaos, gusanos.
Aunque en un primer momento el nombre de Janis no había logrado ubicarlo, al encontrarse frente a frente con ella Marnie no tuvo otra opción que ponerle una cara. La reconocía. Alguna vez Greta le había contado que Janis les había robado presas. Tenía un martillo que mordía llamado Fenriswulf. Stan, el amigo de troll de Greta, afirmaba que era como que se te cayera encima una licuadora encendida. Lo peor es que Janis lo encontraba muy divertido y, amparándose en la resistencia de los trolls, no dudaba en iniciar combates contra él para "probar las fuerzas".
Hericus había tratado de mantener una conversación ligera con Marnie de camino al garaje de Johnson & Avery. Le interesaba saber más sobre aquella amable mujer de la que todo el mundo hablaba.
Cuando la enorme troll les dio el alto fue él quien se adelantó. Era una de las ventajas de ser un desconocido en aquél lugar. La gente no sabía qué esperar de él. Carraspeó para que aquella masa de músculos se fijara en él.
—Hola, amiga. Lo cierto es que vengo de parte de Irene. Marnie sólo me acompaña —sonrió—. Venimos a hablar con Janis.
-Ella es Janis, Hericus -aclaró-. Venimos de parte de Irene, como ha dicho.
Decididamente no le gustaban los amigos de Irene.
Janis puso las manos en las caderas y miró a Marnie con condescendencia y a Hericus con curiosidad. Luego se encogió de hombros y les señaló con el pulgar el garaje. Entró en él y esperó a que la siguieran para apagar el radiocasette. Olía a aceite de motor y a polvo allí dentro. Al fondo había una mesa llena de piezas, tornillos y tuercas con una botella de cerveza barata medio llena. Janis se acuclilló junto a una nevera portátil y sacó un par de cervezas más que les tendió antes de darle un trago a la suya.
-Si sois amigos de Irene tenéis derecho a una cerveza... aunque me deba el último arreglo que le hice. Decidselo cuando la veáis.
"Luminosos" les había llamado Janis. "Joder, ¿y ellos son los buenos? A mi me parecen unos hijos de... la luz". El eshu se permitió una sonrisita y cogió el tercio que le tendía la troll. Hericus necesitaba una cerveza después del espanto que había visto en la taberna. Apoyó la chapa contra la mesa y, como quien ha hecho cientos de veces, lo abrió con soltura. ¿Quién decía que el tiempo en la cafetería de la universidad era perdido?
—Se lo diré —dijo, y sorbió la espuma de la cerveza para que no se derramase—. Estamos buscando a Dragan Balakov. Irene nos dijo que tú podías ayudar a contactar con él.
La troll se puso en alerta.
-¿Irene te ha enviado aquí para que preguntes por Dragan? ¿Con ella? -dijo señalando a Marnie-. ¿Qué relación tenéis con Irene? ¿Qué buscáis en realidad?
Aceptó la cerveza, pero no la abrió. Se limitó a sujetar la botella como si en cualquier momento fuera a beber de ella, lo que era difícil considerando que estaba cerrada.
-A Balakov, solamente. Mi amigo Hericus -le señaló con la cerveza- necesita encontrarle. Ha venido a la ciudad para hablar con él, y yo le estoy echando una mano. No tengo nada que ver con Irene. Sólo queremos saber dónde está, de verdad.
-¿Por qué lo necesitas? -insistió, mirando a Hericus e ignorando a Marnie.
Hericus cogió mucho aire y lo soltó lentamente.
—Porque es mi padre.
La troll hizo una mueca y bebió un largo trago de cerveza. Al acabar, eructó sonoramente.
-No sabía que tuviese hijos, pero está en la edad, supongo. Vale, si venís de parte de Irene debéis de ser legales... al menos tú. Así que te lo diré. Se mueve a menudo, así que no es seguro que cuando lleguéis vaya a estar, pero por si acaso... Tiene un taller en el puerto. Junto al embarcadero principal hay un portal con la puerta roja. Ahí, en el primer piso. Pero incluso aunque vayáis, igual no os hace ni puto caso. Dragan es así.
En el taller irrumpió un hombre de metro noventa y pelo rojo en rastas. Su piel era del color de la leche cortada y exhibía numerosos tatuajes por todo el cuerpo. Vestía con unos vaqueros y una camiseta de KoRn.
-¡Eh, tú, puta gorda! Se está armando una buena. Dicen que van a matar a un sidhe porque se han cargado al puto pooka de Marianne's. Ah. Visita.
Era un redcap, con una monstruosa boca llena de dientes afilados y, según lo que se decía, apetito por la carne humana. Los miró ceñudo, como preguntándose quién coño eran.
-¡Subnormal de mierda! ¡Te he dicho un millón de veces que no estoy gorda! -gritó Janis dando un manotazo en la mesa. Tardó un poco en procesar lo de la bulla y enseñó los dientes-. Serán cabrones, ¿qué ha pasado?
Hericus se miró las uñas en un gesto ocioso.
—Oh, sí. Han matado a un puto pookah. Y también le han dado muerte quimérica a todos los que estaban allí. La propia Irene se ha salvado por los pelos —le dedicó una sonrisa desdeñosa hacia el Redcap recién llegado—. Quién sabe quién puede ser el siguiente.
Desvió la vista a Marnie.
—Pero en fin. Ya tenemos lo que habíamos venido a buscar. Gracias por todo, Janis. ¿Nos vamos, Marnie?
Levantó una ceja. Hericus encarnaba verdaderamente la temeridad de los eshu; nunca era un movimiento inteligente amenazar a un redcap Oscuro. Dejó la cerveza intacta en la primera superficie plana que encontró.
-Sí. Vámonos.
Hizo un gesto hacia la salida y emprendió el camino hacia el coche sin despedirse de ninguno de los dos. Abrió la puerta del coche. Estaba un poco cansada de dar vueltas y quería volver a casa con los niños. Asegurarse de que seguían allí, al menos. Decidió parar junto a la primera cabina telefónica que encontrara para llamar a Jamie y asegurarse de que todo iba bien.
La sátiro se acercó a la cabina y llamó a su casa. Jamie le aseguró que todo iba bien. Los niños estaban jugando a ser piratas espaciales y se habían comido toda la merienda, excepto Lauryn, que decía que estaba muy dura.