19 de abril de 1997 - 13:30
Cuando Hericus se dirigió de nuevo al feudo de los rebeldes, descubrió que los esfuerzos militares de Irene habían convertido la taberna en una fortaleza. Alrededor de la misma habían improvisado parapetos, levantado picas para frenar cargas de caballos y, probablemente usando Primal, habían dibujado trincheras en el mismo asfalto. Cualquier humano que pasara por allí se extrañaría de ver semejante atrezzo, pero quizá pensaría que se trataba de una película o de una obra de albañilería. Nunca se sabe en lo que piensan los humanos normales, después de todo.
Después de que dos guardias verificaran su identidad se le permitió pasar al interior. Allí se encontraban los mismos changelings que había conocido la noche anterior en la playa, sólo que resacosos y pertrechados para la guerra. La misma Irene se apretaba las cinchas de su armadura, un pedazo de cuero tachonado malamente que no parecía muy apropiado para detener golpes de espada. A decir verdad, ninguno de aquellos plebeyos tendría mucho que decir a un majestuoso sidhe ataviado con las armaduras de leyenda que se habían traido de Arcadia. Pero si de algo iban sobrados era de ilusión y ganas. El Glamour provocado por la esperanza flotaba en el ambiente y alimentaba a cualquier corazón sediento.
Cuando Irene vio llegar a Hericus saltó a sus brazos y le dio un apasionado beso en los labios. Se separó, sin aliento, y siguió preparándose mientras hablaba con el eshu.
-¡Llegas tarde! Te necesitaba. -El tono de reproche era fingido; la sátiro tenía una sonrisa en los labios-. Hemos doblado nuestras fuerzas. Kent ha ido a parlamentar con el corby de redcaps de Berkeley y han aceptado unirse a la causa. Ahora somos casi...
-¡Nos atacan! -gritaron desde la puerta-. ¡Sidhes!
Los eshu no llegan tarde. Los eshu llegan justo a tiempo.
Hericus besó a Irene ávida y profundamente, a sabiendas de que podría ser uno de los últimos días de su vida. No le cabía duda de que, si se le presentaba la oportunidad, Lady Catriona usaría hierro frío contra él. Pero él también tenía su tesoro: un bastón antiguo y mágico, rematado con la forma de una cabeza de dragón que exhalaba fuego por las fauces. La magia de ese bastón también era capaz de matar a una fata. Que esa bruja se anduviera con cuidado.
Antes de irse al frente con el resto de soldados, Hericus le hizo una advertencia a Irene.
—Si ves a Lady Catriona en batalla aléjate de ella. Tu responsabilidad es guiar y dirigir a tu gente. Tu madre es mía. ¿Me has entendido?
Irene asintió con seguridad.
-Toda tuya. Yo ya me he cobrado mi venganza: el resto es tuyo.
Parecía estar libre de dudas sobre el destino que su madre merecía. Como líder, sin temores, Irene se desenvolvía bien. Desenvainó una espada curva de su cinturón y llamó al resto de guerreros a defender las puertas.
-¡A las armas, mis valientes! ¡Que no os ciegue su belleza: son monstruos fascistas!
Cuando Hericus salió de la posada se encontró con que la primera avanzadilla sidhe era más bien exigua. Los nobles habían desplegado su infantería: diez soldados con corazas, escudos y espadas que cargaban contra los defensores tratando de evitar los obstáculos. La mayoría eran plebeyos, pero los más peligrosos eran los tres trolls que cargaban. Manejaban las armas con la seguridad de quien ha nacido para utilizarlas. El más grande de ellos, una mole de casi tres metros azul como el cielo, blandía un hacha de mayor tamaño que el propio Hericus en su dirección.
-¡Cuidado con el troll!
-¡El troll!
Ni los redcaps que componían la facción más agresiva de los rebeldes se atrevían a oponer resistencia, y el único que tuvo agallas acabó en el suelo inconsciente después de que le abriera la cabeza como si fuera un melón maduro.
-¡Hericus! ¡Hay que acabar con ese troll! -gritó Irene preparando su espada. Tenía razón: si dejaban que penetrase aquella punta de lanza, la defensa se iría al traste.
—Yo me encargo —susurró Hericus, en un tono que no presagiaba nada bueno.
Apuntó al troll con su bastón, directamente al pecho y murmuró las palabras que desataban su poder. Sintió la magia zumbar, recorriendo el callado, y las fauces abiertas del dragón vomitaron una lluvia de muerte ardiente sobre el troll que iba en vanguardia.
—¡Catriona! —llamó Hericus.
Motivo: ini
Dificultad: 2
Tirada (1 dados, se repiten 10s): 9
Éxitos: 1, Fracaso
Iniciativa: 9+5=14
La mole azul se hizo paso de un empellón y levantó el hacha por encima de su cabeza para descargarla en la de Hericus como había hecho con su anterior presa. El eshu se movió a un lado y evitó una muerte segura, pero no que el filo se hundiera en su hombro haciendo una mella grave. El dolor le paralizó el brazo.
-¡Qué blandos son los traidores! -rió el troll.
Motivo: troll
Dificultad: 2
Tirada (1 dados, se repiten 10s): 10, 6
Éxitos: 1, Fracaso
Motivo: irene
Dificultad: 2
Tirada (1 dados, se repiten 10s): 8
Éxitos: 1, Fracaso
Motivo: ataque troll
Dificultad: 8
Tirada (5 dados, se repiten 10s): 2, 4, 3, 8, 3
Éxitos: 1, Fracaso
Troll iniciativa 16, Irene 14. Hericus 4 puntos de daño letal.
Motivo: Atq Troll
Dificultad: 8
Tirada (3 dados, se repiten 10s): 7, 6, 4
Éxitos: 0, Fracaso
-¡Hericus! -gritó Irene viendo que la acometida del troll tenía éxito y que el eshu resultaba herido. Se llevó los dedos a los labios y le sopló un beso. Una nube de humo surgió de la nada e impactó en el pecho de Hericus, curando parte de sus heridas y revitalizándolo... pero no lo suficiente. El troll tenía la victoria a la alcance del hacha y lo único que tenía que hacer era dejarla caer otra vez.
Motivo: balsamo de brezo
Dificultad: 6
Tirada (5 dados, se repiten 10s): 3, 9, 2, 7, 3
Éxitos: 1, Fracaso
Lo último que vio Hericus fue el filo del hacha acercándose a su cabeza...
Y después sólo era Alexander.
Motivo: ataque troll
Dificultad: 8
Tirada (5 dados, se repiten 10s): 4, 5, 9, 6, 2
Éxitos: 1, Fracaso