19 de abril de 1997 - 11:35
Hericus despertó en una cama desconocida en una habitación desconocida. Estaba desnudo y sus músculos se quejaban doloridos por la tensión extra de la noche anterior. Notaba granitos de arena resbalando por la nuca y bajo las uñas. Todo olía a Irene, pero la sátiro no estaba a su lado.
Lentamente fue descubriendo el mobiliario de la habitación. Parecía como si aquella fuese la única de toda la casa a juzgar por la cantidad de libros, trastos, fotos, recuerdos y demás cacharros que se amontonaban uno encima de otro hasta tal punto que apenas se distinguía el color de la pared. Las persianas estaban bajadas casi del todo, pero la ventana abierta permitía que se ventilase un poco. La puerta estaba cerrada y sonaba una radio al otro lado. Sobre la mesita de noche había una nota.
Hericus se frotó los ojos y se desperezó como un felino. Miró qué hora era y cogió lo nota para leerla.
¡Buenos días, guapísimo!
Se me olvidó decirte que tengo que ir a clase. Estaré fuera toda la mañana. Cuando te despiertes puedes venir a la Taberna. Hay que empezar a moverse.
Ten mucho cuidado, ¿vale?
Un beso,
I.
"Y yo tendría que aprovechar y estudiar un rato" pensó Hericus.
El eshu solía dormir sin camiseta, así que se la puso. ¿Le habría dejado Irene un poco de café? Le vendría bien. Se dirigió a la puerta y la abrió.
La música de la radio se intensificó según se acercaba a la cocina. Recordaba haber llegado a trompicones por el pasillo y cómo Irene le había pedido silencio... algo que ella misma no cumplió más tarde.
En la cocina había una chica de rasgos latinos lavando los platos. Se dio la vuelta y miró a Hericus sin mucha sorpresa.
-Ah. Ya decía yo. ¿Quieres desayunar?
Hericus carraspeó mientras sentía un repentino acceso de vergüenza.
—Eh... no, gracias. Muchas gracias. Recogeré mis cosas y me iré.
Y a ello se puso. Ya compraría un tetrabrick de leche y unos donuts en el supermercado.
La chica no puso objecciones al plan de Hericus. De hecho, casi parecía aliviada de no tener que compartir más la cocina con el tío al que su ¿compañera de piso? se había tirado la noche anterior. El eshu no tuvo problemas para recuperar su ropa y sus cosas y salir de allí en busca de un super donde desayunar.
Hericus compró leche y donuts en el supermercado más cercano, cogió el autobús, estudió un poco en casa y se dirigió a la taberna de Marianne hacia medio día.