18 de abril de 1997 - 10:12
Marnie fue a despertar a Tambi y a Lauryn, como cada mañana, a la habitación de invitados. Los dos niños dormían como plomos, especialmente Tambi. Debía recargar la energía que gastaba cada día y que ni el azúcar refinado podía reponer. Pero cuando levantó las persianas para que se despejaran y dejasen de protestar, como todos los días, descubrió que bajo las sábanas no había niños, sino almohadas.
No había nota ni despedida, sólo un plato de galletas reblandecidas con saliva (Lauryn) y un calcetín roto (Tambi). Habían cogido sus cosas y se habían marchado.
Al mismo tiempo, comenzó a sonar el timbre de la puerta.
Greta le había dado la dirección de Marnie. Le dijo que era abierta y amigable con todo el mundo sin importar el linaje, que solía ayudar a cualquiera que lo necesitara y que hacía una comida bastante buena para ser una sátiro. Así que ahí estaba Irish, con sus cosas en una mochila, llamando a la puerta de la casa de la tal Marnie. La calle era tan empinada que hasta ella había estado a punto de echar el bofe mientras subía. Con lo plano que era Manhattan...
Aunque ya no fuera tan ágil como a los veinte años seguía siendo una sátiro, y antes de que le diera tiempo a asustarse del todo ya había trotado por toda la casa abriendo puertas, llamando a los niños y esperando que aquello fuera otra muestra del retorcido sentido del humor de Tambi.
Al tercer timbrazo se precipitó sobre la manilla de la puerta, enfadada y aliviada a partes iguales.
-¡Me cago en las puertas de Arcadia, cómo se os ocurre darme este susto! -exclamó mientras abría la puerta.
Irish, cargada con una mochila, el alfanje y cara de cansancio, se plantó delante de la puerta y llamó al timbre varias veces con la esperanza de encontrar una cama y varios platos de comida. Las cuestas de aquella ciudad eran mortales, y después del breve combate no tenía mucho ánimo. Sólo quería descansar, pero al parecer la propietaria no andaba por casa.
Justo cuando ya se daba por vencida, pensando que Greta la había timado, una sátiro abrió pegándole gritos. La redcap, con cara de compromiso, no supo ni qué decir. Miró hacia atrás en busca de alguien, pero sólo vio un par de transeúntes al fondo, y dudaba que se refieriese a ellos.
-Em… Me ha enviado Greta.
Una redcap. Salió a los escalones para mirar a ambos lados de la calle. Marnie no ofrecía su mejor cara, llena de preocupación como estaba.
-Perdona. Te he confundido. ¿Has visto a dos Infantiles por aquí? Un fauno y una sluagh.
Irish negó con la cabeza de inmediato. Aun así intentó hacer memoria por si de verdad se los había cruzado, pero no. No parecía el mejor momento para pedirle ayuda a la sátiro.
-Si quieres puedo intentar dar con ellos con un cantrip.
-¿Lo harías? Muchísimas gracias. Pero pasa, deja la mochila. Cuidado con las alas, la pintura de la puerta es vieja y se descascarilla. Qué bonitas.
La hizo pasar y entró detrás de ella, cerrando la puerta. Le señaló con un gesto el corto pasillo que daba a la cocina, donde puso agua a hervir en una tetera.
-Soy Marnie. Me has dicho que te manda Greta, ¿no? Parece el destino. Ponte cómoda, tengo macarrones con queso en la nevera si tienes hambre. No es gran cosa, lo siento. Ayer estuve ocupada. También tengo cereales. Los hay con mucha fibra y unos de muchos colores que no sé a qué saben.
Se quedó de pie por si la chica necesitaba algo, preparada junto a la nevera.
-Gracias –respondió, y se permitió una media sonrisa. Por fin alguien que no la miraba como a un bicho raro.
Irish la siguió ya más tranquila. Se descolgó la mochila y la dejó apoyada en la pata de la silla donde tomó asiento mientras escuchaba con atención lo referente a la comida. Estuvo tentada de levantarse y pasarse la educación por la que su madre se había esmerado tantos años por… Pero se contuvo. Entrelazó los dedos se las manos y los puso sobre la mesa, carraspeando antes de hablar.
-Y esos infantiles, ¿se han escapado así de buenas? ¿Hace cuánto?
Se sentó pesadamente en una silla y suspiró.
-Me los trajo Greta. A veces dejo que se quede gente aquí, ¿sabes? Cuando están en un mal momento o algo. Se llaman Tambi y Lauryn, son niños salvajes de Oakland. Una quimera banal les estuvo persiguiendo, Greta y sus amigos les salvaron y ella me los trajo. Han estado viviendo aquí, y esta noche se han escapado.
Le echó un vistazo a la tetera y se cruzó de brazos, apoyando los codos en la mesa.
-No es la primera vez que alguien se marcha de aquí en medio de la noche, a veces con mi vídeo. Pero son niños, no deberían estar en la calle. Deberían estar con sus padres. O con unos padres. Por cierto, no me has dicho cómo te llamas.
Irish ladeó la cabeza y se rascó la parte trasera del cuello.
-Irish. Me llamo Irish. Y no, supongo que no deberían andar por ahí... Aunque, bueno, me deshice de esa quimera hace unas horas así que no será su mayor problema. Pero deberíamos encontrarlos. Se llamaban Tambi y Lauryn, ¿no?
Se agachó para coger la mochila y sacó una libreta, un bolígrafo y una gomita elástica del bolsillo exterior. Después escribió los nombres de los infantiles e hizo una bola con la hoja, la cual colocó como "misil" en el tirachinas improvisado en sus dedos. Sin preguntar, cogió el mechero con el que había encendido el fuego de la cocina y se acercó a la ventana.
-Bueno, haznos de brújula, pequeña.
Le prendió fuego al papel y apuntando a un lugar indefinido del cielo lo lanzó.
Tirada: cantrip
Resultados: 1,8,8,6,2,1,10 (+1d10: 6)
Resultado final: 5
El cantrip funciona con Destreza y supongo que el reino será Hada. Tira tú, Rocío, y describe lo que pasa.
PD: Voy a estar todo el finde en un salón en Granada, pero a ver si puedo robarles el PC por la noche para postear.
La bola de papel ardiente se transformó en una luz muy brillante, con una estela parecida a la de un cometa. Rauda y veloz, salió disparada en dirección al este.
El cantrip la pilló desprevenida. Al ver la bola de fuego salir disparada por la ventana dio un brinco y fue hacia la puerta, pero volvió para apagar el fuego y retirar la tetera a toda prisa.
-Al coche, vamos.
Cogió la chaqueta y las llaves del cuenco de la entrada y se precipitó sobre la puerta del sedán de segunda mano, preparada para marcharse antes de que el cantrip se perdiera de vista. Arrancó el coche y metió la marcha, preparada para salir en cuanto Irish entrara.
La redcap se guardó la gomita en el bolsillo y suspiró satisfecha observando como su cantrip se fugaba por las calles. Miró a la sátiro y asintió cogiendo su mochila y siguiéndola hasta el coche. Como esperasen mucho se les iba a escapar.
El coche arrancó como si embistiera hacia la carretera en busca de la pelota de luz. Era muy rápida y, de no ser por la estela, la habrían perdido de vista.
La bola de luz salió del barrio y se dirigió a la autopista, un lugar bastante peligroso para un cantrip. Pero, como si conociese la peligrosidad del lugar, tomó un desvío por una carretera secundaria. Flotó rauda durante varios kilómetros. Cruzaron un puente larguísimo y, de pronto, se plantaron en Richmond.
No podía conducir y mirar la bola a la vez, así que dependía de Irish para que la guiara. No esperaba que hubieran llegado a Richmond. Pensaba que seguirían por la zona, pero se movían rápido, los condenados. Redujo la marcha dando un pequeño frenazo que hizo sacudirse el coche entero y oteó el cielo por el parabrisas.
-¿Ahora por dónde?
La bola se dirigió hacia el norte y luego hacia el este. Parecía moverse en dirección a las afueras.
Irish montó en el coche con rapidez y comenzó a dirigir a Marnie siguiendo la estela que dejaba su cantrip. Por un momento pensó que lo iban a perder, pero la sátiro le ganó terreno suficiente como para no hacerlo. Pronto estaban lejos de la ciudad, y la redcap se preguntó con el ceño fruncido qué demonios hacían tan lejos y cómo habían llegado hasta allí.
-¿Sabes si conocen a alguien más en la ciudad? -le preguntó con curiosidad y cierta preocupación.
La bola de luz se detuvo en una zona residencial. Las casas eran todas clónicas entre sí, a excepción de la que la bola les señalaba. Unos altos setos separaban el terreno de la calle, ocupada por una pooka, un boggan y, surgiendo de entre los setos, el eshu de la pizzería con Lauryn a la espalda y Tambi tras de sí.