Partida Rol por web

- "Un momento, señor." -

El hombre llama a la puerta de la habitación de Dubieta y Tiberiu.

- "Mi señora, el Maestro de la Corte ha venido a buscar al joven señor. También desea concertar una cita con vos." -

- El Chambelán se dirige a la espartana alcoba del Caballero de los Cárpatos, muy cercana a los barracones de los guardias.

- Innya y Visany salen de la zona de la servidumbre del castillo.

- Innya se dirige a atender al Senescal.

- Visany se dirige a los establos.

La noche anterior Tiberiu se había acotado más tarde de lo acostumbrado así que le costó un poco más salir de la cama. Pero para cuando el guardia dio aviso de que su maestro se encontraba fuera él ya estaba despierto y vestido, ayudado en parte por su madre aunque no le gustase reconocerlo.

Espoleado por la creencia de que estaba más cerca de convertirse en un caballero corrió a la puerta, alcanzó el picaporte y tras abrirla lo justo como para que cupiera su cabeza buscó a su maestro. Lo primero que se encontró fuera, eso sí, fue la entrepierna del guardia que su tía había apostado al otro lado. No tardó en salir del todo con un gesto de desagrado para ver algo más que aquello.

- Buenos días maestro- saludó con educación recordando que antes de acostarse su madre le había dado un tirón de orejas por los rudimentarios modales que había demostrado frente al Duque.- ¿Qué vamos a hacer? ¿Me vais a enseñar a ser un caballero?- Pero le faltaba algo…

Miró a uno y otro lado de Maserrak, y cuando nada encontró probó mirando tras él.

- ¿Y Lindor?

No se podía decir que Otto durmiera aquella noche. Con un dolor constante recordándole su castigo se había pasado cavilando en duermevela todo el tiempo que debía haber estado durmiendo. Se levantó ojeroso tan pronto vio bajo la puerta un atisbo de luz dorada que contrastaba con el anaranjado brillo de las antorchas. Era ese brillo trémulo y mudable el que había estado viendo mientras había permanecido bocabajo en su catre.

Se vistió con lentitud poniendo especial cuidado al cubrir su espalda. Aun así por mucha precaución que puso tuvo que acallar un grito de dolor cuando la tela raspó su espalda lacerada.

Cuando terminó cogió la tabla encerada aun con las marca de sus dientes, salió y se encaminó hacia su pequeño despacho.

En cuanto fue anunciado que el Maestro de la Corte estaba esperando por su hijo éste salió corriendo hacia la puerta. La joven madre resopló y elevó la vista al cielo por haber dado a luz a un chiquillo tan inquieto, pero sumamente adorable. Por mucho que lo reprendiera siempre acababa por acunarlo entre sus brazos y acariciar su pelo hasta que se durmiera, como sucedió la noche anterior tras insistir que debía ser más educado ante el Duque. Por fortuna éste parecía tener cierta simpatía por su hijo, lo cuál era de agradecer.

- Tiberiu Radomir Szantovich… -y el pequeño supo, pese a la suavidad de la voz de su madre, que cuando lo llamaba así no estaba precisamente contenta.

Dubieta avanzó hacia la puerta para abrirla más que la pequeña rendija por la que cabía la cabeza del niño.

- Buenos días, Maese Maserrak.

Al observar al hombre esperó que tuviera la suficiente paciencia como para manejar a su hijo, y bien necesitaban ambos una conversación sobre el pequeño lo antes posible. Por mucho que adoraba los arranques inesperados del pequeño, cosa que no pensaba confesar en alto, las circunstancias actuales requerían un enfoque práctico y rápido.

- Tan temprano y tan enérgico, Tiberiu. Eso es bueno, así atenderás las lecciones de Maese Maserrak con el entusiasmo apropiado –acarició la parte trasera de su cabecita.

 Tras una sonrisa se dirigió al Maestro de la Corte.

- Os agradezco la educación que prestáis a mi hijo y estaré encantada de recibiros ésta tarde para conversar al respecto –asintió.

La joven se inclinó lo suficiente como para estar a la altura del pequeño y…

- Un Caballero va más allá del filo de un arma, Tiberiu. Maese Maserrak va a enseñarte los principios que todo hombre de bien debe tener, ¿has entendido? –le dio un suave beso en la frente- No hagas esperar a tu maestro.

Noche anterior, aposentos de Dubieta.

Observó a la doncella enviada por su prima con detenimiento y se dijo que debía hablar con Radovina, y no sólo por el inesperado detalle.

- Radovina es muy generosa, ¿no te parece Schaar?

Se levantó de la silla junto a la chimenea y avanzó hacia la mujer.

- Mariana... -al decir su nombre pareció como si quisiera grabarlo en su memoria- Acomodad a mi hijo para dormir.

Volvió a tomar asiento en la silla mientras observaba a la sirvienta y levantó la mano para acallar la posible protesta de su hijo. Cuando estuvo el pequeño listo para entrar a la cama a dormir habló.

- Tiberiu debe estar preparado en la mañana para tomar las lecciones del Maestro de la Corte.

No necesitó decir más.

Habitaciones de Dubieta y Tiberiu, en la mañana.

Cuando ambos quedaron a solas en la estancia, incluso sin la doncella enviada por su prima, Dubieta se acercó a Schaar. Lo miró a los ojos y acarició con suavidad su rostro.

- Lo siento –dijo en apenas un susurro.

Se acercó un poco más hasta estar tan cerca que apoyó su cabeza en el hombro del Caballero. Con suavidad y la intimidad de la cercanía comenzó a hablar.

- No podía dejar que murieras cualquier miserable día –le dijo sin despegar la cabeza- Vagar de posada en posada no es lo que quiero para Tiberiu, y cinco años me han parecido una eternidad –suspiró pesadamente- La realidad es aplastante, Schaar: Covasna no puede estar a nuestro alcance ahora, y no sé si en un futuro.

Dubieta se separó unos pasos para observar a su amante.

- Empezar de nuevo no es fácil, pero quiero que estés a mi lado… Mi único consuelo es saber que si algo me sucede velaras por Tiberiu.

Guardó silencio para esperar cualquier cosa que tuviera que decir, aunque fuera una recriminación.

Se encontraba cerca de los barracones, donde se encontraba la habitación del Caballero de los Cárpatos. No pierde el tiempo y pide indicaciones para que le guíen hasta allí, y una vez en la puerta, da varios golpes a la misma, esperando que el caballero se encuentre allí.

Flaviu encontró al caballero de los Cárpatos sentado en aquel sitio elevado que le permitía mirar hacia el patio de armas, y más allá. Iacobus pareció asombrado de verlo allí, y a punto estuvo de apartarlo de su camino y mandarlo a atender cualquiera de las labores o intereses que un hombre de su calaña pudiera tener. Mas a último momento, pareció interesarle su presencia, y acabó por sonreír de cotado.

- Veo que no pierdes tiempo como el sol tampoco lo pierde al amanecer. Muy bien. Debe reposar en mis habitaciones, así que, andando.

Noche anterior, aposentos de Dubieta

La oferta de Radovina tenía tintes de intentar acelerar el acercamiento de ambas primas para hacerse fuerte contra lo que pudiera venir - creo que no andamos sobrados de sirvientes, y desde hace años no tienes una asistenta que pueda hacer lo que ningún hombre sabe en atenciones para contigo - se encogió de hombros resignado - sólo espero que venga de buena fe - musitó al oído de Dubieta. No le gustaría tener una espía en su séquito tan pronto, y menos de alguien tan 'cercano'.

Habitaciones de Dubieta y Tiberiu, en la mañana

Una vez a solas, al fin Dubieta se acercó a Schaar y comenzó clavándole una daga afilada en el corazón.

Quizás, si hubiera hecho uso de su posición y su título, sin dar ningún tipo de explicaciones, el Caballero habría sido capaz de mantenerse firme, pero no fue así. Hacía largo tiempo que su relación, en privado, era la de dos amantes que se deseaban cada momento que podían, aunque cada vez fuera más difícil desde que Tiberiu había empezado a tomar conciencia del mundo que le rodeaba. Aquella mañana Schaar habría cambiado sin pensarlo todos aquellas comodidades y tranquilidad por un saco y un suelo raso, a la intemperie, que le hiciera olvidar lo ocurrido en la noche.

Schaar cerró los ojos cuando su amada pegó la cabeza a su cuerpo, y escuchó cuanto le quiso decir sin decir palabra. Habían cambiado el tablero, y en esta partida era Dubieta la que se movía como pez en el agua, por lo que él no podía más que acatar sus designios sin rechistar y aconsejar cuando ésta le pidiera opinión, no iba a tensar el ambiente más de lo que ya estaba. Sólo rezaba porque pudieran disponer de esos momentos a solas en los que ardía en el fuego del deseo junto a su amada.

- Aunque me deje el alma en ello – dijo sucinto con un hilo de voz.

Recomponiéndose, volvió a hablar, pero cambiando el tema por completo – no sé si sería conveniente que Tomescu velara por Tiberiu mientras yo hago lo mismo por tí – recomendó a Dubieta mientras la hacía volverse y le plantaba un ardiente beso en los labios aprovechando la intimidad.

El Chambelán golpeaba la puerta, pero a sus golpes sólo le seguía el silencio. O el caballero tenía el sueño más pesado del castillo, o poco le importaba que alguien llamase a su puerta tan temprano cuando las órdenes del Duque lo pedían sólo unas largas horas después. La falta de respuesta continuó un poco más, hasta que Teleki escuchó pasos acercándose por el pastillo, un par de pasos y un desliz de metal. Si girase la cabeza hacia el origen de esos ruidos, descubriría -quizás con asombro- que el dueño de aquellos ruidos no era Iacobus, sino su flamante escudero, Flaviu. El caballero de los Cárpatos, que venía caminando un paso delante suyo, parecía atravesar el aire sin existir.

Pareció genuinamente sorprendido de ver al Chambelán en la puerta de su habitación.

- Chambelán, poco imagino a qué debo su presencia aquí, tan lejos de sus aposentos - dijo el caballero, y esbozó una media sonrisa - Imagino que es demasiado temprano para que sólo quiera gozar de mi compañía. Krevcheski - Iacobus giró para enfrentar a su interlocutor - Deja dentro lo que deba ser dejado, y ocúpate de ponerte en condiciones. Si se diera el caso de que vinieras conmigo, y no estuvieras listo, el tener que dejarte sería la más suave de las lástimas.

Hizo un gesto para que Flaviu se pusiera en marcha, y volvió a mirar al Chambelán, sin dejar de sonreír.

- Vos diráis.

Tomescu se cuadro ante la salida de su señora. Había pasado una mala noche y se encontraba ausente en el momento en el que llegó el Maestro, pero no fue por mucho que apareció de nuevo donde se le esperaba y había dejado a Boru en su lugar.

- Me voy cinco minutos y se lía la cosa... Asco de queso de anoche... - sólo el pensarlo le produjo un fuerte dolor en el estómago que aguantó estoico - Mi señora, disculpad, tuve que atender unos asuntos en las cuadras - se escusó mientras agradecía a Boru con una mirada su suplencia.

Schaar recibió con gesto más que serio la llegada tardía del guardia, mientras recibía cordial al Maestro - buenos días Maestro. Espero que no veáis inconveniente en que Tomescu acompañe a Tiberiu en sus clases - comentó al recién llegado - el castillo es muy grande y debo velar por la seguridad de mis Señores - explicó con un gesto de respeto hacia Dubieta y Tiberiu.

De nuevo cruzó los pasadizos del Castillo en dirección a los aposentos del Senescal. Esta vez, sin embargo, era de día, y ya se conocía el camino. Acuciaba al muchacho, que cargaba con la batea de agua para la higiene de Jensi. Mientras ella, con la bandeja en la que había depositado un buen trozo de pan recién horneado y una jarra de leche tibia, iba a paso rápido para no hacerle esperar.

Cuando llegó a su puerta, llamó con dos golpes y esperó sin abrirla.

- Senescal, soy Innya. Os traigo el desayuno, y el agua para vuestra higiene matutina, Señor.

El joven Tiberiu llegó enseguida, preparado para su primera jornada de aprendizaje. Aún tenía en la cabeza aquello de ser caballero, claro que todavía no sabía que tenía muchas otras opciones en la vida y que ser caballero no se limitaba a empuñar una espada y enviar enemigos al infierno.

"¡Ah! La tierna infancia, creí que jamás volvería a encontrarla en esta tierra plagada de atrocidades" - pensé con ternura.

- Buenos días, Tiberiu - saludé al muchacho en respuesta a su saludo.- Lindor nos estará esperando en la sala que utilizamos para las clases, y a partir de mañana tú deberás hacer lo mismo, hoy he venido a buscarte porque es el primer día y aún no conoces el funcionamiento de las clases - sonreí.- No te preocupes, te lo explicaré todo y estoy seguro de que lo entenderás a la perfección.

Mi petición trascendió más de lo esperado y la propia Dubieta Szantovich salió para despedir a su hijo y dedicarme una palabras, por supuesto, siempre acompañada de su fiel caballero Schaar Dvy.

- Condesa - saludé con una reverencia.- No tenéis que agradecerme nada, vuestro hijo tiene mucho interés y será un placer dedicar mi tiempo y esfuerzo en su educación. Soy yo el que debe felicitaros por vuestro trabajo, no hay muchos niños que puedan hablar la lengua de los Filósofos a tan corta edad - sonreí de nuevo.- aunque no debemos quitarle mérito a Tiberiu, es un muchacho muy listo y despierto - le guiñé un ojo a Tiberiu con complicidad.- Pues entonces así será, esta tarde nos reuniremos Condesa, gracias por vuestro tiempo.

Ya iba a retirarme cuando el caballero decidió que era adecuado escoltar al niño en todo momento. Me pareció algo innecesario, por supuesto, aunque comprendía la preocupación del caballero por la seguridad del muchacho. No me opondría a ello, pero era necesario matizar algunas cosas.

- Vereis, Caballero Dvy, las clases de los niños se imparten siempre en la misma sala - decidí explicarle como funcionaba el asunto.- Allí sólo estamos los niños y yo, por lo que es altamente improbable que ocurra nada que yo mismo no sea capaz de controlar. Sin embargo, respeto vuestra inquietud, sobre ahora que acabáis de llegar al castillo y apenas os habéis instalado. Que venga el guardia, pero deberá esperar en la puerta. De este modo hará mejor su trabajo y nosotros haremos mejor el nuestro, además no creo que le interese mucho ver como los niños aprenden a leer - sonreí para quitarle hierro al asunto.

Schaar aceptó con la cabeza la propuesta del Maestro previa mirada a su Señora - que así sea. Tomescu, acompaña al joven Tiberiu en todo momento y aguarda en la puerta de la sala de aprendizaje. Acatad las órdenes y consejos del Maestro Maserrak en lo posible. Si mi Señora no tiene ninguna objeción, por mi parte está todo dicho - concluyó a la espera del beneplácito de Dubieta.

Tomescu suspiró aliviado al ver como su salida momentánea había sido obviada después de que no hubiera pasado nada. Incluso se sintió agradecido por la misión de guardaespaldas que le habían asignado. Siempre se encontraba muy a gusto junto al pequeño y bienamado Tiberiu - así lo haré, mi señor - aceptó con una inclinación marcial de cabeza. Aunque Schaar no fuera su verdadero señor, desde que salieron de Covasna se había convertido en el brazo derecho de la condesa y se había ganado el respeto de todos. En los últimos años, todos habían vivido de los ingresos que éste había generado, incluído Tomescu.

Había escuchado hablar frente a su puerta, y reconocido la voz de Boru. Y habiendo ya terminado de vestirse y arreglarse, salió a ver qué sucedía. Se encontró la pequeña reunión alrededor de Tiberiu y su Maestro de Corte. Se acercó al grupo, saludando en general, con una suave sonrisa.

-Buenos días a todos. Maese Maserrak, tenéis una grata tarea. Además reafirmo vuestra propia afirmación, y conste que no es mi pasión de tía la que habla, sino la objetividad: Tiberiu es un muchacho inteligente y listo, que no siempre van ambas cosas de la mano. Y ha sido educado con mano férrea aunque maternal, Dubieta es delicada en apariencia, pero puedo aseguraros que su criterio es el más firme que pueda encontrarse.

Miró a Tiberiu con orgullo, era sincera. Y no era de extrañar, siendo como eran Dubieta y el chico, y el propio Schaar. El futuro de la propia Radovina, el de toda la Casa Szantovich en realidad, pesaba sobre las espaldas de Tiberiu, aún sin éste ser aún consciente de ello.