Partida Rol por web

Era el momento de callar y Iacobus, a pesar de ser un hombre paciente para algunas cosas, frente a tantas palabras puso exactamente la expresión que podía esperarse de él. ¿Tan desesperados estaban, acaso, que pretendían gastar el tiempo a preguntas cuando había que actuar? O tan seguros de un resultado que parecía desdibujado, o escondido, a los ojos de quien no sabía la trama. Aquello sin duda llamó la atención del caballero de los Cárpatos más que cualquier otra de sus palabras. Miró a Zuyla, y luego miró a Zort. Por primera vez, parecía entrever que comprendían los alcances.

Comenzó, por supuesto, por la parte más ridícula. Zort buscaba sus ojos, y Iacobus hizo un gesto con la mano.

- No sé por qué insistís en preguntar dónde está mi lealtad o hasta dónde levantaré mi espada - dijo, entre divertido o hastiado - No soy perro de nadie: evaluad eso como queráis, si os gusta o si os es útil. Por lo demás, dejad que os responda vuestra pregunta con mis acciones, no con mis palabras.

Luego miró a Zuyla.

- Estoy casi seguro que Farkas volverá con el alba, por eso he venido. Un perro guardián retorna siempre que su amo necesite cuidado, y dudo que su instinto le lleve a otra cosa. Con suerte, volverá hecho hombre de nuevo - lo cual sería de agradecer, dada la mierda que había supuesto su repentina transformación. El sólo pensarlo devolvía el deseo de echar todo a la mierda y largarse de allí - Y el resto de los guerreros de sangre - siguió, mirando a Zort - Existe la posibilidad que no sean como Farkas. Eso lo haría más fácil. Pero no lo sé.

Permaneció un momento en silencio, y luego se encogió de hombros, en un gesto seco.

- No tengo la puta idea de qué piensa Durius sobre Farkas, pero sí imagino que no querrá semejante mierda dando vueltas por aquí. Sobre todo, porque no lo puede dominar. Ya lo hemos visto - y vaya que lo habían hecho - Querrá, lo mínimo, tenerlo bien atado, anularlo, al menos hasta que vuelva el Duque. Y para eso, necesitará ayuda. Lo mismo que para mantener este puto castillo sobre sus cimientos.

Que ojalá se viniese abajo de una puta vez.

Zort asintió repetidamente. Iacobus derramaría sangre sin importarle mucho el Duque. El orden de los enemigos se acomodaba solo. Primero sería la Bestia.

- No estoy tan seguro de que vuelva así como así, pero ojalá este yo equivocado. El gran problema si vuelve es que no tenemos la mas mínima idea de cómo luchar contra él. Si partió sin dudar a un Vampyr debemos tener un plan claro para acabar con él... Acarició su barba mientras meditaba los pasos a seguir.

- Debemos hablar con Maserrak. Es un hombre de letras, tal vez en alguno de sus libros diga algo, o haya escuchado algún comentario... Además algo de él me dice que no es simplemente lo que parece. Creo que nos ayudará. Se acercó a la chimenea y contempló detenidamente el juego de sombras. - Fuego, es lo único que mata todo...

Era lo único que se le ocurría. No creia que el acero afilado funcionase con el lobo, pero el fuego no podía fallar.

Zuyla escuchó a Iacobus y a su padre… No tenía experiencia previa con hombres lobo, y aparte, ambos hombres parecían obviar otras presencias en el castillo. ¿Qué ocurría con los vampir? ¿Acaso pensaban olvidarlos? Zuyla se obligó a centrarse y a pensar en los vampir más adelante.

Finalmente se decidió a hablar. – Farkas es una bestia… y como tal puede morir. Para matar a un vampir hay que cortarlo en muchos trozos… seguirá regenerándose pero hay que seguir cortando sin parar. Y luego, para asegurarse de que no vuelva a levantarse, hay que separar la cabeza del cuerpo y quemar ambas partes en distintos montones… - parecía como si Zuyla hablara desde la experiencia propia.

- Puede que Farkas no sea un vampir… pero podemos tratar de acabar con él del mismo modo… - Zuyla no tenía ni idea de si la bestia que era Farkas podía regenerarse como los vampir, pero no pensaba correr riesgos. Su mirada se dirigió a su padre, - Padre tiene razón… el fuego lo mata todo. -

Zuyla volvió a mirar a Iacobus. - ¿Crees que podremos contar con la lealtad de los soldados? ¿Nos obedecerán a nosotros? No podemos permitirnos que no sea así o que haya traidores… - dijo Zuyla. – Necesitamos contar con cuantos más soldados mejor, aunque sea para que distraigan a Farkas, y porque cuantas más espadas puedan herirlo más difícil le resultará regenerarse. Debemos instruir a un grupo de soldados… y cuando vuelva Farkas, recibirle como si nada hubiera pasado… o como a un héroe que nos salvó de los Basarab… Llevarle a algún espacio pequeño y cerrado, donde su velocidad no suponga tanta amenaza… y donde no pueda escapar. Nuestra única oportunidad será que se confíe… y en cuanto nos dé la espalda atacarle con todo. –

Normalmente Zuyla era un hombre de honor y un caballero… pero Farkas era una bestia y no se merecía ningún honor.

El caballero de los Cárpatos escuchó atentamente a uno y a otro. Era claro que ninguno de ellos tenía la puta idea de qué hacer con Farkas, y Iacobus dudaba seriamente que alguien en el Castillo tuviera algún tipo de conocimiento al respecto. Ni siquiera Masserak, aunque aquello fuera una posibilidad. Sin embargo, permaneció observando un poco más a Zuyla. Aquello rozaba el fanatismo, joder. Lo cual... En fin, era curioso, pero no tenía allí mayor relevancia.

- Sin cabeza, todos mueren - dijo, simplemente - Si pensáis en fuego, es posible que también.

Dio un par de pasos, pensativo, hacia su derecha y luego giró, dando la espalda a la puerta, para volver a mirar a los Dravescu.

- Ni puta idea si Masserak sabrá algo sobre esto, y si lo sabe, si querrá contarlo. Ahora bien, ¿soldados? - miró a Zuyla - En absoluto. O se mearán en sus pantalones u obedecerán al Capitán. Pero es posible que el Capitán esté de acuerdo. Y si Farkas es semejante bestia, Dravescu - movió la cabeza - ¿Que os lleva a creer que puede ser engañado con apariencias, cuando podría oler el miedo de los soldados como lo hace un perro?

A Iacobus parecía que aquello de darle una puñalada por la espalda no le molestaba. O no tenía honor, o era un hombre práctico que sabía perfectamente lo que significaba aprovechar las oportunidades. Los planes solían irse a la mierda muy rápido, y había que coger lo que estaba al alcance. Llevarlo a aquella estancia cerrada, solo, parecía una idea cada vez más lejana y más llena de consecuencias. Podían terminarlo antes, sí, comenzaba a verlo claro. Les miró una vez más, evaluando, antes de decidirse.

- La Capilla sería el lugar ideal para ello - dijo - Probablemente entre por sus propios medios.

- Hablaremos igualmente con Maserrak. Uno nunca sabe... El Capitán debería estar de nuestro lado. Y también podríamos contar con Schaar Dvy. Mientras mas espadas mejor.

La Capilla era un buen lugar. La velocidad y el tamaño de la bestia perdían fuerza.

- Zuyla, creo que es hora de vestir tu armadura. Manos a la obra.

A POCO MENOS DE DOS HORAS PARA EL ALBA...

- Se escuchan gritos pidiendo auxilio procedentes de la habitación de los Dravescu.

- La voz parece la del anciano Zort Dravescu.

Radovina se despertó sobresaltada. Había caído finalmente dormida, tras una noche y un día que querría olvidar. Los gritos habían aparecido ya en su sueño, y en un principio los dejó allí. Pero algo en su interior la alertó, no, no estaba soñando. Tuvo la sensación de que acababa de acostarse, y de que no había pasado ni un respiro desde que se tendió agotada. Quizá no había pasado, en realidad.

La cama, a su lado, estaba vacía, y no había señal alguna de que nadie hubiera irrumpido en su habitación, ni siquiera su flamante y nuevo marido. Suspiró aliviada.

Pero, entonces, ¿los gritos...?

Zort. Sí, Zort Dravescu, seguro.

Se levantó de la cama, y se dirigió a la puerta. No tenía sentido pegar el oído y escuchar, allí sin duda estaría su fiel Boru, custodiándola, y seguramente también Tomescu, éste por su prima. La abrió un poco, sólo un resquicio, para ver.

-¿Qué está ocurriendo...?

Musitó a la apenas mortecina claridad del pasadizo.

Casi a la vez, otra puerta, ésta de la Dama Dubieta, se abrió.

Ella no había pegado ojo, esperando la visita de su anciano marido, que no dudaba que tendría lugar en algún momento de la noche. Había dejado a Tiberiu con Schaar, después de besarle la frente con ternura. Y se había desvestido con calma, y puesto un camisón apropiado. Le esperaría como una esposa debe hacerlo, muy a pesar de sus sentimientos. Se lo debía a su hijo, y a sí misma, a los suyos en su propio nombre.

Le había extrañado que aún no hubiera aparecido, Stolnic no parecía un hombre que soslayara sus obligaciones, y menos que despreciara una oportunidad como la que le brindaba su matrimonio con alguien como ella. Oh, no, era muy consciente de que ella era un premio, uno excelente.

Por eso los gritos no la llegaron a sorprender, esperaba que algo estuviera ocurriendo, algo que hacía que su marido no hubiera acudido a ella aún. Pero, ¿Zort Dravescu...?

Apareció su cabeza de niña por el dintel de la puerta, el largo cabello negro deslizándose por la blancura de la piel del cuello y el hombro, apenas cubierto.

-Ciertamente, ¿qué ocurre...?

Zuyla no podía creerlo. Sus primeros pensamientos cuando vio a Iacobus caminar por el pasillo fueron que no tramaba nada bueno. Había cerrado la puerta con pestillo y avisado a su padre, pero no le daba tiempo a ponerse la armadura.

Aún así, cuando Iacobus llamó a la puerta le dejó pasar. Nada parecía indicar problemas, todo tenía pinta de que iba a ser una conversación, importante pero una conversación. Por ello cuando todo parecía haber pasado Zuyla bajó la guardia.

A pesar de tener su arma en la mano bajó la guardia. Es algo que nunca debería haber hecho. La conversación transcurrió por un derrotero extraño. A Zuyla no le quedó muy claro si Iacobus se estaba ofreciendo a echarles una mano para acabar con Farkas y los vampir, o sólo con Farkas…

Pero todo parecía haber acabado bien. No estaba preparado y no se esperó el movimiento cuando Iacobus desenvainó su arma veloz como el viento y le lanzó una estocada. No tuvo tiempo de levantar su arma para defenderse, y sin su armadura era un rival fácil. La estocada le abrió una fea y profunda herida en el pecho.

Zuyla frunció el ceño, rabioso y cabreado. Se llevó la mano izquierda a la herida intentando tamponar la hemorragia mientras con la derecha lanzaba una estocada contra el rostro de Iacobus. Lo vio todo a cámara lenta. El primer tajo de Iacobus había sido grave, muy grave y había debilitado tanto a Zuyla que apenas tenía fuerzas y había perdido rapidez. El Segundo Caballero detuvo la espada de Zuyla con extrema facilidad.

Zuyla se lamentó por dentro, tenía que haberlo visto venir se dijo… Apenas vio la espada de Iacobus danzar de nuevo en dos rápidos movimientos. El primero atravesó a Zuyla el pecho de lado a lado y éste cayó de rodillas al suelo. En sus últimos estertores, el Tercer Caballero observó a su padre avanzar cuchillo en mano contra Iacobus, gritar pidiendo ayuda, y caer en el mismo movimiento con la garganta cortada.

Tenía que haber sido más desconfiado, más despiadado. Ahora el Señor tendría que apiadarse de su alma y él podría despreocuparse de librar a las personas de Transilvania de las criaturas malignas que les acechaban. Su guerra contra los vampir había acabado. El cuerpo de Zuyla cayó al suelo en medio de un charco de sangre y con los ojos aún abiertos, no con sorpresa por el traicionero ataque de Iacobus, sino con furia e ira. Con una furia e ira inservibles.

Zort parecía animado. Tendrían un alido poderoso y un plan para acabar con la Bestia. Todo se estaba encaminando. Pero cómo toda buena sensación en aquel lugar, duró poco. El brillo del fuego sobre la hoja de Iacobus cayendo de repente sobre Zuyla, tiñéndose de carmesí, lo hizo estremecer.

Tantos años... tantos enemigos, tantas asquerosas ratas traidoras, y Zort no pudo ver venir aquel golpe. No pudo proteger a su hijo. Dejó que ambos muriesen allí, bajo la espada de ese hombre sin honor.

Toda su vida había sido una persona de Paz. Había luchado para lograr defender a los suyos. Zort Dravescu era un hombre noble. Pero aquella última mirada que clavó en Iacobus estaba cargada de una ira que nunca había sentido. Un deseo de venganza había nacido con su muerte, un deseo tan fuerte que no dejaría descanzar su espíritu.

- Que vivas por siempre... Trató de balbucear. Encontraré la forma de hacerte desear la muerte...

El cuello de Zort chorreaba cada vez con menos fuerza, el piso se volvía una mar resbaladizo. Con sus últimas energías se estiró para buscar la mano de su hijo. Le había fallado, no lo había protegido de las víboras de la Corte. Ni siquiera había tenido el honor de morir en batalla. Iacobus sufriría. Sufriría mucho mas de lo que un ser puede aguantar.

La vida de Zort Dravescu "El Emisario", se extiguía. No hubo luces blancas, ni recuerdos bonitos. Solo odio. Mucho odio. Su sangre se mezclaba con la de Zuyla Dravescu "El MataVampyr", Tercer Caballero de la Corte, su hijo. La Sangre siempre busca la Sangre...

DUBIETA:

- Tirada oculta de Percepción + Consciencia.

RADOVINA:

- Tirada oculta de Percepción + Consciencia. Puedes usar los 3 dados extra de la especialidad Intuición.

Schaar no había dormido bien. O mejor sería decir que no había dormido nada. En un primer momento había pensado que era por el temor a que los acontecimientos de la noche se repitieran, y porque la dama, o el pequeño Tiberiu, pudieran estar en peligro. Pero poco a poco tuvo que reconocer, para sí, que era otra cosa, muy distinta, la que le preocupaba. ¿Cómo se puede conjugar todo el tiempo de espera, lento, pesado, arrastrándose como un gusano mediocre, como si uno esperase escuchar palabras que sólo podían ser de condena? ¿cómo puede pasar con tal lentitud las horas como para que uno pueda reconstruir toda su vida, hasta el más nimio detalle, y saber cuándo, en qué momento, se empezaron a tomar las más equivocadas decisiones. El silencio de la noche sólo se interrumpía por el movimiento, a veces inquieto, del guardia, de Tomescu, que vigilaba las habitaciones de la dama Dubieta. Miró, nuevamente, al pequeño, que dormía con extraña placidez. Con un gesto absurdamente tierno, Schaar acarició el pelo del hijo de Dubieta. En algún momento de la noche, lo recordaba, se había levantado para ver que la guardia fuera bien... y quizás para confirmar que nadie había ido a ver a la recientemente desposada dama. ¿Podía sentir el odio en su interior o era preocupación? Le extrañaba la ausencia del senescal, y mucho, pero no deseaba (¿era miedo o era esperanza o era otra cosa que nada tenía ni de lo uno ni de lo otro? El caballero no podría decirlo) que se oyeran los pasos.

La duermevela era atroz. Y en ese momento sonó el grito. Schaar lo identificó al instante: Zort Dravescu.

Con preocupación sale a la puerta y, por un instante, sus ojos se clavan en Dubieta, aún vestida con el camisón apropiado para una noche de bodas, por mucho que apenas se entreviera del mismo el hombre semidesnudo, y el recogido del cuello. Estaba... no, no estaba, era bellísima. Un relámpago de ira aparece en sus ojos.

- Tomescu. Quedaos aquí. Defended a las damas y a Tiberiu con vuestra vida. Y las dos a vuestro cuarto. Ahora - dice en un tono que no admitía discusión- La belleza poco puede hacer cuando hay espadas desenvainadas - dicho esto y sin esperar siquiera a comprobar que sus órdenes son obedecidas, agradeciendo haber estado en vela, no haberse quitado el arma ni haberse vestido de cama, corre hasta las habitaciones de los Dravescu

DUBIETA:

- Escuchas claramente el sonido de una espada ser desenvainada y blandida una, dos y tres veces... contra carne indefensa...

RADOVINA:

- Intuyes dos muertes. Dos vidas que son arrebatadas.

- Schaar llega corriendo por el pasillo hasta la puerta de la habitación de los Dravescu.

- Pone la mano en el pomo, no parece cerrada con llave... Casi teme lo que pueda encontrar.