Partida Rol por web

Los días pasaron sin pena ni gloria en las filas Krieg. Sin una batalla que luchar, los soldados no parecían querer hacer nada más, y se limitaban a entrenar, una y otra vez, de cara al próximo combate. Eso cuando no estaban descansando o comiendo lo mínimo imprescindible. Desde luego, aquellos entre los que se había infiltrado Silvara no eran hombres, si no armas vivientes. El sexto día les trajo buenas noticias, al menos desde el punto de vista de sus compañeros: eran convocados. 

En menos de dos minutos estuvieron listos, y marcharon encabezados por los tenientes a través de las trincheras, hasta una "plaza" con capacidad para cientos de hombres, donde os encontrasteis con representantes de otros regimientos desplegados. 

A los pocos minutos, desde una balconada pudo verse aparecer a todo el alto mando. Algunos tenían signos de haber sido tratados, probablemente consecuencia de aquel impacto afortunado al búnker de mando, pero todos parecían bastante enteros y dispuestos, al menos así se apreciaba desde la distancia.

-¡Soldados del Imperio!-saludó el Lord General, con su voz amplificada a través de varios dispositivos vox fijos situados en postes por toda la plaza-ha llegado el momento de actuar. Ya hemos comprobado como ataca el enemigo, y ahora esos traidores comprobaran como asaltan posiciones los hombres y mujeres fieles al Dios Emperador. En el día de hoy, cruzaréis la tierra de nadie y combatiréis para tomar las líneas enemigas. No os engañaré, no será fácil. Puede que muchos no sobreviváis. Pero, si os mantenéis firmes en vuestra fe al Dios Emperador de la Humanidad, y actuáis de manera disciplinada, vuestro sacrificio no será en vano. ¡Recordad este día, pues hoy damos los primeros pasos hacia la victoria! ¡Por Sélica IV! ¡Por el Imperio!

Con esas aclamaciones finales, coreadas por la mayoría de los presentes, terminó la comunicación, tras lo que cada regimiento fue conducido a sus posiciones en primera línea para iniciar el asalto. 

Cuando nos llamaron, enseguida me coloqué mi negro uniforme, me hice un moño y ajuste la máscara de gas y las protecciones que usan los soldados de Krieg.

Enganché mi sable al cinto junto con la leal pistola láser, me había quedado una granada de la anterior refriega, así que también me la llevé, nunca se sabía lo que podía encontrar.  Además, me guarde unos pequeños frasco metálicos de Metamorfina, por si debía cambiar mi apariencia radicalmente una vez estuviera en territorio enemigo. Finalmente cogí el rifle láser y me lo colgué del hombro, era el arma reglamentaria, pero a pesar de su famosa fiabilidad no era mi favorita.

Caminé formando junto a mis compañeros, los Krieg eran armas vivientes, como lo era yo, sin duda había sido una buena elección, aunque era una lucha silenciosa, no hacían preguntas y eso era un punto a su favor, un rifle más siempre era bienvenido.

En la plaza, escuchamos con el clásico silencio de Krieg las palabras del Lord General, buscaba alentarnos y animarnos para el asalto, pero nuestro regimiento no lo necesitaba, haría lo que se debía hacer, de eso no dudaba nadie en todo el Imperio.

Después nos dirigimos a buen ritmo a primera línea, sin duda el asalto sería algo sanguinario, pero mis compañeros no se retirarían nunca y eso me ayudaría a cumplir mis objetivos. En nuestra trinchera, ya esperando la señal de ataque, esperé siempre alerta con el rifle en posición.

No se tardó mucho en explicar las órdenes: las fuerzas imperiales se volcarían en tomar una sección concreta de trinchera, la zona central, si es que conseguían llegar. Se rumoreaba que los escaneos orbitales habían tenido problemas últimamente para distinguir lo que había al otro lado de la tierra de nadie, aunque nada de eso estaba confirmado, y había toda clase de teorías al respecto.

De todos modos, eso poco importaba ahora. Era el momento de avanzar, y empezaron a hacerlo, caminando a buen paso a través del barro y los restos. 

Caminábamos silenciosamente mi regimiento y yo, no esperaba ninguna muestra de temor por su parte, en la última batalla me había acostumbrado a su forma de combatir, era sencillo, nunca retirarse y siempre adelante, estos detalles me vendrían bien en el siguiente paso, el asalto, aquí debería causar el mayor daño a la infraestructura del enemigo y si por un casual encontraba algún rango alto, asumiría su forma maldita y daría muerte a todos los impuros. Ese era el arte de las Callidus, así nos habían enseñado.

Podía sentir como mis botas se hundían en el barro, era algo molesto, aunque en peores planetas había combatido, al menos no había lava. Aun no teníamos indicios de la presencia enemiga, pero sin duda estarían cerca y había llegado el momento de atacar.

Así que baje ligeramente mi mano hacía la empuñadura del sable y la acaricie, era el momento de que dejara que guiara su hoja hacía los traidores, los herejes, el Emperador me guiaría en mi misión. Todo sucedería en perfecto silencio, no necesitaba las palabras amables de mis compañeros, salvaría este mundo y al Imperio desde el anonimato.

Con cada paso, podía sentir como me iba hundiendo en el barro y en la miseria que estaba asolando uno de los mundos del Emperador.

Los Korps siguieron avanzando, no muy lejos del resto de fuerzas imperiales, a las que se podía ver asomar de vez en cuando tras elevaciones fangosas, o cúmulos de niebla o humo aquí y allá. 

Sin embargo, eso era lo más agradable que había para ver. Aquí y allá, en los cráteres, se podían encontrar cadáveres de soldados, y no pocos. En distintos estados de descomposición, y que parecían haber sufrido distintas muertes, algunos por disparos, otros por golpes... Y seguramente, alguno de ellos víctima del hambre o la sed, aislado en tierra de nadie. 

Silvara, sin embargo, tenía otras cosas en las que pensar. El comunicador en su oído dio un chasquido, antes de empezar a transmitir.

-Aquí el Lord General Hephaestus, emitiendo en el canal SILV4R4. Todo esto es por usted, necesitamos que se infiltre ante los recientes fallos de los equipos. Algo están tramando, y es necesario que recopile toda la información posible y sabotee todo lo que pueda. Aproveche esta ventana de oportunidad, infíltrese, y haga uso del equipo que se le ha otorgado. Buena suerte, y que el Emperador la ayude.

Seguí avanzando a buen ritmo por las áridas tierras llenas de cráteres y regadas por los cadáveres, ni a los Korps ni a mí parecía afectarnos mucho, yo ya estaba totalmente acostumbrada a ver cosas así e incluso mucho más espantosas por lo que continué atenta a todo lo que me rodeaba, nunca se sabía desde donde podía llegar el enemigo, no se podía bajar la guardia.

De repente el comunicador se activo, retransmitiéndome el mensaje del Lord General, al fin alguien se comunicaba conmigo, aunque era habitual que mis misiones  fueran algo independiente, hasta yo a veces deseaba escuchar alguna voz humana que me reconociera como la persona que era y no como cualquiera de las múltiples personalidades que tomaba y que daba vida a la hora de lograr los objetivos que traían la seguridad al universo.

-Perfecto, así se hará, con la guía del Emperador esto será un paseo.-  Murmuro desde detrás de mi máscara, para que solo lo pueda escuchar el comunicador, a pesar de eso el tono es seguro, ya que así nos enseñaban, no fallar y nunca rendirse.

Seguí caminando por el abrupto terreno, observando todos los detalles que pudiera obtener. ¿Todo esto era para mí? Una maniobra de distracción que consistía en cargar contra el enemigo, muchos caerían por el Emperador, pero sin duda pocos se fijarían en una sombra que se adentraba en sus filas mientras todo el grueso de la guardia les golpea de frente. No parecía una misión difícil, pero la herejía se podía presentar en múltiples formas, no debía confiarme, algo más que traidores era lo que podía encontrarme.

Seguís avanzando por tierra de nadie, y cambiando ligeramente el rumbo. El plan era formar un frente coordinado, con apoyo de varios regimientos complementándose entre sí, así que pronto la distancia entre las distintas unidades imperiales se acortó. Los penales marcharían al frente, distribuidos usando su gran número para ejercer de pantalla frente a posibles ataques. El resto detrás, especialmente los acechadunas.

Aquí y allá, algún blindado avanzaba junto a las formaciones, principalmente Leman Russ y Hellhounds. No es que estuvieran jugándose todo a una carta, pero desde luego aquel asalto no iba mal provisto… Incluso tenía posibilidades.

Sin embargo, las luces verdes que algunos vieron pronto fueron visibles para todos, como siniestros fuegos fatuos que parecían asomar brevemente aquí y allá. El terreno era más fangoso, el hedor era casi asfixiante y cierta neblina fétida parecía emerger del suelo, casi como el aliento pútrido de un cadáver. En esas condiciones avanzaban cuando escucharon algo. Lejana, como si procediera de un punto imposiblemente distante… Era una voz, una voz gargajeante y húmeda.

-Ilusos… Necios e ignorantes… Seguís a un cadáver muerto y marchito… No puede salvaros, este planeta ya ha sido salvado… Ya se ha decretado un nuevo maestro para los Selicanos. ¡Él nos salvará! ¡En la muerte y el renacimiento viviremos para siempre! Así que venid… Venid y moriréis. Y en la muerte viviréis para siempre… Pues su amabilidad no conoce límites, y a todos concede sus regalos… Bendito sea Nurgh-leth… Bendito sea…

A medida que avanzamos, todo parece mucho más hostil, más peligroso, empiezo a sentir una presión en el pecho, lo cual no es para nada normal. ¿Qué esto? ¿Miedo? ¿Yo? Intento controlarlo, pero no parece que me este yendo bien. Los fuegos fatuos, me provocaban ciertos escalofríos y al pisar y hundirse varios centímetros en el fango, como si fuera a perder el equilibrio no ayudaba demasiado, era un terreno bastante desfavorable para nuestro ejército y nada de esto nos beneficiaba.

Una voz extraña, resonó con fuerza, no sabía de dónde venía, si de los más profundo de mi mente o de la lejanía. Pero sí sabía algo, era el Caos. Un temor más profundo me inundó, estaba más acostumbrada a luchar contra humanos, en menor medida contra xenos, pero el Caos, era algo horrible, traidores y cosas incluso peores, todo ello relacionado. Lo peor es que a pesar de mi entrenamiento en el templo Callidus, no pude evitar sentir miedo, eso era una vergüenza para mí.

Agarré la empuñadura de mi sable con fuerza, no podía sufrir un fracaso así, sería una carga demasiado grande. El Emperador sabía de mi miedo, el Emperador me estaba observando, debía mantenerme firme. Fallarle sería lo peor que me habría pasado en mi vida y ahora lo estaba haciendo al sentir miedo ante la herejía, cuando mi misión era acabar con toda ella. Todas estas dudas causadas por mi temores más profundos, pero yo era perfectamente capaz de combatir en esta situación, debía seguir, me vengaría de mis miedos o moriría con ellos. La duda lleva a la herejía. Pensé, a pesar de todo esto cumpliría mi misión como se me había encomendado, las Callidus no fallábamos nunca. Ante las duda debía avanzar.

Seguí dando un paso y luego otro sobre el fangoso terreno, viendo los hedores que salían del suelo cenagoso, por suerte la máscara de Krieg funcionaba bien en estas situaciones, algo útil tenía este silencioso regimiento, el cual no sentiría ningún miedo ante todo esto, ya que ellos querían la muerte y seguro que aquí la encontrarían más fácilmente. En cambio yo, vergüenza mía caer presa de estos temores, si seguía así, hasta mi disfraz podría peligrar. ¿Un Krieg huyendo de la batalla? Eso también sería una mancha en su regimiento.

Estaba apretando con tanta fuerza la empuñadura que empecé a sentir dolor en la mano. Emperador dame fuerzas para continuar, protégeme de mi miedos.

Seguisteis avanzando, con el eco de las últimas palabras de aquella voz, obligados a juntaros más por las condiciones del terreno. Sin embargo, apenas un par de minutos después, los ecos malignos dieron paso de nuevo a la voz.

-Eso es… ¡Eso es! ¡Habéis venido!-dijo con auténtica alegría-me alegro de que os unáis a nosotros. Me alegro de que elijáis ser partícipes de sus grandes bendiciones… En la muerte encontraréis vida… Y en la vida, encontraréis muerte. ¡Bienvenidos al ciclo del renacimiento!-exclamó finalmente. Y con aquellas últimas palabras, la luz verde se intensificó, para luego desaparecer.

Durante unos largos segundos no ocurrió nada, y buena parte de los guardias presentes esperaban que siguiera así. Sin embargo, los Poderes Ruinosos parecían haber tomado tierra en aquel planeta, y pronto el suelo se estremeció. Al principio levemente, aumentando después, con burbujas y chorros de neblina saliendo del suelo pantanoso. Y, por desgracia para las fuerzas imperiales, no fue lo único que surgió.

Desde dentro de los cráteres, de entre el barro, del agua lodosa, de los restos de anteriores trincheras… De todos lados, se alzaron al cielo unas manos cadavéricas, manoteando para salir y dejar paso al resto de sus cuerpos. Los muertos se alzaron, por todas partes, a miles… Con una conciencia maligna brillando verdosamente en sus ojos muertos, descompuestos, pero animados con un siniestro propósito y aún más siniestro poder. Por los gritos que llegaban de detrás, parece que la retaguardia también se había visto sorprendida por aquel alzamiento masivo y repentino.

Ahora se trataba de matar o morir… Si es que aquellas cosas podían morir.

Tambaleante por el miedo, era incapaz de sacar el sable de su funda y menos aun de acercarme a esas… cosas… instintivamente di un paso hacia atrás, pude sentir como mi bota se hundía en el barro, el mismo desde el que estaban saliendo esas criaturas.

Pero ni siquiera me di cuenta cuando di el segundo paso, tenía miedo,  por primera vez en mi vida sentía el miedo y lo peor de todo es que era ante la herejía, no podía tener mayor desprecio por mi persona, pero aun así, lo único que quería era sobrevivir y alejarme lo máximo posible de esas cosas. Un pensamiento demasiado egoísta, pensar en mí, cuando este planeta está siendo presa de semejantes deformidades… El Emperador ha dejado de cuidar de mí…

Mi mano se fue instintivamente hacía el fusil, a pesar de no querer estar cerca de esas cosas, sabía que tenía que evitar que se acercaran, el fusil láser se encargaría de ello, estaba segura.

Echando la mano derecha a la espalda, cogí el cañón del arma y provoqué que girara hacía adelante, para traerlo hacía mí, el ágil movimiento no ocupo ni un segundo de mi tiempo, enseguida estaba mi mano en la empuñadura, rozando el gatillo, lista para disparar.

A pesar de eso, mi pulso no era firme, notaba la inseguridad que me producían esos temblores y no podía hacer nada, aunque eran muchos, supongo que a algo le daría.

Apreté el gatillo, el haz láser salió hacía la horda  putrefacta que estaba en frente… Ni siquiera me fijé si había impactado, pero estaba casi segura que habría un enemigo menos.

Congelada por el miedo, era incapaz de sacar el sable de su funda y menos aun de acercarme a esas… cosas… no era capaz de moverme, ni de hacer nada. 

La herejía me había derrotado, lo que era peor, mi propio miedo me había dejado congelada ante cientos de enemigos, sin la capacidad de reaccionar, solo estar quieta mientras todo ese mal se extendía delante mía. Por mi mente pasaban todos los entrenamientos que había sufrido en el templo, ninguno de ellos me había permitido salir de esta situación, estaba helada.

No podía dejar de pensar en mi debilidad, el miedo había acabado conmigo, era la vergüenza de mi oficio y lo único que podía hacer era mirar y desear que mis compañeros pudieran ellos solos. Débil, débil, débil... No podía dejar de pensarlo, era vergonzoso. Solo podía desear que el Emperador me diera fuerzas para continuar, solo con su ayuda podría intentar compensar mis faltas ya que yo ya casi ni me valía por mi misma.

Al surgimiento de los zombies le siguió el caos: gritos de pánico, desvanecimientos, incluso un par de unidades, una de acechadunas y otra de lanceros, se rieron histéricamente mientras disparaban como locos, alcanzando a otra unidad de zapadores. Sin embargo, en medio de los actos de terror y locura, también hubo espacio para el heroísmo. Aunque solo fuera por aquellos primeros segundos, las fuerzas de Konig se ganaron una mención por la forma en que segaron no muertos con sus blindados, allanando en mucho el camino. 

Los krieg en general demostraron de que pasta estaban hechos, y con la plegaria del sacrificio recitada a gritos, se lanzaron a por los zombies o dispararon contra ellos desde sus posiciones. 

Mención especial merecían también el grupo del 13º, así como una de las unidades de zapadores y otra de acechadunas, que causaron auténticas carnicerías entre las hordas no muertas. 

Aún con todo, más que los zombies, el miedo era su mayor enemigo. El frente de batalla corría el riesgo de romperse, y de hecho algunos soldados intentaron desertar. Por suerte para todos, el Emperador había velado por ellos, en forma del sagrado comisariado, y pronto estos rectos hombres y mujeres actuaron. Varias ejecuciones sumarias, así como amenazas retransmitidas por todos los canales respecto a lo que ocurriría si veían a alguien flaquear, consiguieron que las fuerzas imperiales que no estaban incapacitadas en aquel momento recobraran algo parecido a un aire marcial y profesional. 

El miedo me había congelado de terror, pero gracias a la divina intervención de los comisarios, recordé lo que les pasaba a los cobardes, era un final merecido, pero no creía que debiera ser el mío todavía.

Con todas las fuerzas que pude recoger, saqué mi fusil como estaban usando el resto de mis compañeros, acompañaría sus ráfagas con las mías, esperando acabar con esas asquerosas criaturas que habían aparecido rodeando a nuestras fuerzas.

A pesar de que el pulso me seguía temblando ligeramente, apunté a la horda ya bastante tocada que tenía delante, cuanto antes acabara con ellos antes devolvería el favor de poder seguir en combate, quizás la liberación de Sélica IV fuera suficiente.

El disparo certero impactó al bulto en la horda, causando más daño en la ya reducida horda.

Aunque pareciera mentira, aquellas cosas podían caer. Aquí y allá se iban abriendo huecos donde las apelotonadas multitudes de cadáveres semidescompuestos caían, destrozadas por disparos y explosivos. No todo estaba perdido, y los ánimos aumentaban algo conforme se incrementaban las muertes de enemigos. Por supuesto, no se iban sin cobrarse ningún coste en vidas en muchas ocasiones, y el fuego amigo, esta vez involuntario, también se cobró algunas vidas imperiales. El incidente más grave en ese sentido tuvo que ver con la profusión de disparos láser por parte de los krieg en la zona central de las líneas imperiales, que le costó al "¡Arde, zorra, arde!" recibir un duro castigo en su retaguardia, empezando a soltar humo. Algunos se temieron lo peor, pero a juzgar por como la tripulación siguió disparando, no parecía que fuera a estallar en breve... O eso, o sus tripulantes estaban totalmente desquiciados, cosa que no sería extraña con tal nombre. 

La hordas de enemigos empezaban a caer, al final no serían tanto, el miedo me había cogido ante un enemigo tan débil, solo daba miedo su apariencia. Era hora de disparar con toda la potencia del arma, la coloqué en semiautomático y disparé a la horda de muertos que teníamos delante, había unos penales delante, pero nadie se iba a preocupar por ellos y menos para alguien de Krieg.

La ráfaga falló por bastante, intenté mantenerme tranquila, sin duda los nervios y cierto temor aun me hacían tener un pulso tembloroso y se había notado en esta andanada. Tenía que calmarme, como hacían todos mis compañeros de Krieg que no les importaba nada.

El combate se sucede, con las fuerzas imperiales imponiéndose de manera cada vez más clara, pues toda la retaguardia inmediata había quedado limpia, así como buena parte del frente más inmediato. En determinado momento se pudo escuchar como tres voces coreaban a voz en grito, a través de los emisores vox del Hellhound, un:

-¡¡ARDE, ZORRA, ARDE!!-seguido de un auténtico imaremagnum de llamas expulsado por el cañón Inferno, con tanta furia como se adivinaba en las voces de la tripulación. Sin embargo, el verdadero "grito" fue el del Demolisher al "hablar" de nuevo. Cientos de cuerpos putrefactos así como tierra, agua y restos de trincheras y vehículos volaron por los aires al recibir el impacto del proyectil, cuya onda expansiva pudo notarse incluso a la altura de los zapadores y el enviudador. En cierto modo, levantaba a uno el ánimo ver al enemigo despedazado cayendo por centenares de ese modo. 

Había transcurrido tan poco tiempo desde que había empezado el combate y ya me había dado cuenta de una cosa, estas abominaciones no se me daban bien. Estos pensamientos transcurrían rápidamente entre ráfaga y ráfaga, sin ningún remordimiento por los criminales que habían caído con anterioridad bajo mi rifle láser.

Respiré profundamente y volví a apuntar, intentando no cometer el mismo error dos veces, mi arma trazó un haz láser hacía el objetivo, o eso sería lo que me gustaría haber visto porque volví a fallar.

El miedo que había sentido aun aturdía mis sentidos, era la única explicación que encontraba a mi tan lamentable actuación.