Partida Rol por web

Aquel día hacía exactamente una semana de la llegada de las fuerzas de la Guardia Imperial al planeta, junto con la delegación inquisitorial. Una semana de tranquilidad, que las huestes extraplanetarias habían aprovechado para acomodarse a sus nuevos puestos y conocer algo más sobre aquel lugar, mientras que los nativos de Sélica IV habían empezado a tener algún trato, más agradable o menos, con estos extranjeros.

A través de los canales de radio podía escucharse un comunicado de los mandos, retransmitido por el Lord General Marius Hephaestus en persona.

-Me complace comunicar a todos los soldados que se da por finalizada la incorporación de tropas a las trincheras, todas las secciones tienen sus regimientos asignados, y el equipo básico con ellos, por lo que podemos dar por concluida la fase de despliegue y aclimatación a este nuevo escenario bélico. Así mismo, el Departamento Munitorum está reacondicionando trenes desde nuestros lugares de aterrizaje para poder entregar equipo desde las naves en órbita más rápidamente…

Sin embargo, mientras este mensaje tenía lugar, algunos soldados perspicaces empezaron a escuchar algo. Una especie de silbido agudo, muy bajo al principio, que solo podía significar una cosa.

-¡Bombardeo!

Avisaron algunos, apenas dos segundos antes de que, alrededor de un kilómetro tras su posición, el búnker de mando desde el que se transmitía el mensaje recibiera un impacto directo de un obús de gran calibre, cortándose bruscamente la comunicación con un gran estruendo. Sin embargo, ese fue sólo el primer proyectil en caer…

El obús silba amenazante, aunque finalmente se estrella unos cuantos metros por delante vuestra, levantando una auténtica columna de barro machacado con su impacto. 

Atención Escuadra todo el mundo a cubierto,  mantened la cabeza fria tenemos que esperar órdenes, pero preparaos nadie gasta munición así si no van a asaltar nuestras lineas, calad bayonetas , agachar las cabezas y rezad al divino Emperador señor de la humanidad.

Me pongo a recitar a grito pelado y con fervor :

Emperador, tus enemigos son abundantes.
Muchos son los que se levantan contra ti.
Pero mi fe me sostiene, no temeré a la legión
que se haya levantado en tu contra.

Oh Emperador Inmortal, ten piedad de nosotros, seres miserables e infieles.
Oh Amo de la Galaxia, protege a tu rebaño de los Alienígenas.
Oh Guardián de la la luz, guíanos a través de nuestra oscura senda con tu esplendor.
Nosotros somos tus guerreros y somos tus sirvientes
Nosotros permaneceremos libres de ceguera en el corazón. Libres de la hipocresía, de la gloria vana y de los engaños
Pero mantén en nosotros el odio, la cólera y la ira. Hacia los impuros, los alienígenas y los herejes.
Por su agonía y su sangre. Por su Trono Dorado y por su Muerte.
Por su destrucción y su resurrección como dios de los Hombres.
Protégenos y mantennos fuertes, a nosotros que luchamos por ti.

Hago un silencio y si áun sigo vivo continuo:

A spiritu dominato,
Domine, libra nos
Del rayo y la tempestad,
Emperador, líbranos
De la peste, la tentación y la guerra,
Emperador, líbranos.
Del horror alienígena,
Emperador, líbranos.
De la blasfemia de los Descarriados,
Emperador, líbranos.
De los engendros demoniacos,
Emperador, líbranos.
De la maldición de los mutantes,
Emperador, líbranos.
A morte perpetua,
Domine, libra nos.
Porque solo la muerte pueden esperar de vos,
ninguno se librará de vos,
ninguno será perdonado por vos,
te lo rogamos, destrúyelos.
 

Cuando todo aquello pasó, el médico asignado de la unidad estaba a cubierto con su compañero, ajustando la escopeta tras las breves ceremonias de rigor... justo cuando empezó a escuchar los silbidos.

-Cuerpo a tierra.

-¿Qué? ¿Qué está...?

-¡CUERPO A TIERRA TITUS!

El que llevaba un tiempo en el ejército y tenía buen oído podía reconocer aquello por lo que era, como salvas de descarga viniendo a joder el día, y demasiado cerca como para que fueran de las suyas. Sintió el estremecimiento de la tierra contra el cuerpo y algo de la gravilla cayendo sobre él mientras se resguardaba (igual que Titus que no tenía ni idea de por qué pero al menos sabía imitar en cuanto se le decía, bendito fuese) y se levantó cuando esperó los segundos de rigor a que no fuese una salva de tres. Y en efecto, la tercera parece que se perdió como para que lo escucharan, pero la segunda la notó a sus espaldas todavía más cerca.

Echó una mano para ayudar a levantarse a su compañero, que se había tropezado (trono, Titus, no te levantes inmediatamente cuando cae el primero) y comprobó que las lineas no estuvieran rotas. La falta de aullidos una vez se pasó el estruendo podía ser una gran noticia o la peor. Esperó a que pasase el Libera Mei familiar y entonces preguntó.

-¿TODO EL MUNDO ESTÁ BIEN? ¿HAY ALGÚN SECTOR QUE SE HAYA CAÍDO? ¿ALGUIEN NECESITA AYUDA?

Empezó a calar las bayonetas mientras gritaba: la masacre de sucios herejes hijos de puta iba a empezar pronto hoy, sobre todo si como parecía eran tan malos metiendo salvas.

El estallido del obús le devolvió a la realidad. Pese a haber batallado en numerosos mundos, nunca se llegó a acostumbrar al rugido de las bombas. Hasta los comisarios deben de tener miedo al fuego de artillería, pensó Cneo. Instintivamente se abrazó a la carabina, como un niño a su peluche cuando una pesadilla perturba su sueño.

En cuanto, el polvo se asentó y los oídos le dejaron de pitar, busco con la mirada a su compañero, aún sin poder moverse.

-¡Joder!-no acostumbraba a decir palabrotas, pero las batallas sacaban lo peor de él- ¡Por Tutatis, Cayo!¿Estás bien?-gritó a su amigo.

Cayo no articuló palabra, solamente asintió. El proyectil había caído cerca, muy cerca. Los artilleros enemigos no tardarían en calibrar la maquinaria para lanzar una segunda salva con mayor precisión.

Entonces escucharon las órdenes del sargento Aurelius. Al principio dudaron, presas del aturdimiento de la explosión. Pero luego empezó a cantar las oraciones y conmovió sus corazones, disipando toda duda o temor. Se unieron a su canto, al principio con un leve murmullo, pero poco a poco fueron elevando el volumen hasta que la oración se oyó por toda la trinchera.

Este sargento sabe como inspirarnos en los peores momentos, pensó, es un honor luchar a su lado.

Cuando acabó la oración, Cneo y Cayo calaron su bayonetas y gritaron al unísono: ¡POR EL EMPERADOR!

Vespillo se encontraba discutiendo con su ayudante cuando un proyectil impactó en el bunker de mando. - Hijos de una gran fulana, que puta punter.... - 

La segunda explosión le hizo agacharse y cubrirse detrás de la trinchera, donde su ayudante ya estaba acurrucado como un bebé y temblando por su vida. Permaneció agachado pues a veces las salvas eran de repetición, pero no fue el caso. El tono increscendo del Sargento le hizo sonreir, pues admiraba a aquel cabrón duro como las piedras. Se unió a la oración, dándole un par de golpes a Celonius para que hiciera lo propio. 

Al acabar, entonó un "Loado por todos." y le dio una colleja a su ayudante - ¡espabila! ¡ayúdame a cambiar el arma de emplazamiento y a afianzarla! Tenemos que conseguir tener mejor vector de disparo. Nuestro campo de tiro aquí es muy pobre, con los sacos terreros tan cerca. Vamos hacia el nido de la izquierda. - *

Mientras levantaban el bolter pesado y lo colocaban en posición, junto a la munición, alzó la voz para hacerse oír por sus compañeros - ¡Eh...parece que llueve, ¿no? Esos herejes de mierda creen que nos van a asustar lanzándonos petardos...jajaja....! - 

Marcus Druso no era el orador más brillante, y en ciertas ocasiones, como esta, no podía dejar de sentir cierta envidia por la brillantez de su compañero de armas, y de escalafón, Aurelius Naevatis. Sí, ambos eran iguales en rango, y eso, en compañías tan destinadas a sufrir bajas por el intenso fuego enemigo, era una necesidad. 

Marcus notó como, a su lado, Agripa se removia, inquieta, mirando hacia la tierra de nadie más allá de la línea de trincheras como si buscara allí los enemigos o el destino. El gesto de su camarada, al escuchar el obus acercarse, no se hizo temeroso, al contrario, pareció iluminarse con el deseo de la matanza. Con firmeza, puso su mano en su hombro.

- Calma, y escucha las palabras de mi colega sargento, Agripa. Y mantén la posición salvo que tengamos que saltar para evitar el obus.

Marcus no era de piedra. Notó perfectamente la tensión. El miedo agolparse en la boca de su estómago, trepando por su esófago en un mar de acidez. El ruído, luego, y el tremor de la tierra mientras todo a su alrededor parecía próximo a desmoronarse, por unos segundos.

No. No había sangre. Ni vísceras. Miró para ver que el obus no había acertado a ninguno de los hombres, para guardar silencio, terminando de escuchar a Aurelius Naevatis cuya voz, al terminar, fue prontamente sustituida por la del medicae, Nicodemus, y acto seguido, pudo escuchar al cercano Cneo. 

La voz del sargento Marcus llegó entonces a todos los hombres del regimiento, fielmente retransmitida gracias al vox-tech.

- Habla bien como siempre mi buen Aurelius. En mi zona y hasta donde llega mi vista, todos bien. Veo donde ha caído el obus. Cerca. Pero no hay muertos y por lo que veo, siquiera heridos. Mantengamos posiciones de tiro y esperemos órdenes.

Tras las palabras el sargento miró a Agripa.

- Intenta conectarnos con el alto mando. Debemos saber las instrucciones, y avisarles que hay fuego de obuses sobre nuestra posición, pero por ahora desviado y sin que tengamos que lamentar bajas.

El comisario se encontraba haciendo un repaso tranquilamente de las línea de trinchera, en ese momento en zonas más alejadas de la primera línea, y te había escogido a ti como escolta y ayudante temporal en aquella misión. Era estricto pero justo, y quedaba claro que estaba tan preocupado como vosotros, si no más, por el futuro del regimiento. Cuando las radios transmitieron las palabras del Lord General Marius Hephaestus, Enrico se descubrió educadamente, parándose a escuchar. 

-Me complace comunicar a todos los soldados que se da por finalizada la incorporación de tropas a las trincheras, todas las secciones tienen sus regimientos asignados, y el equipo básico con ellos, por lo que podemos dar por concluida la fase de despliegue y aclimatación a este nuevo escenario bélico. Así mismo, el Departamento Munitorum está reacondicionando trenes desde nuestros lugares de aterrizaje para poder entregar equipo desde las naves en órbita más rápidamente…

Sin embargo, el comunicado fue interrumpido por el inicio de un bombardeo de artillería, impactando el primer obús de aquella salva directamente en el que debía ser el búnker de mando e interrumpiendo la transmisión. Si había algún proyectil destinado para vosotros, parece que tocó tierra antes de tiempo, pues no llegó ninguno hasta allí.

-Vaya a primera línea-ordenó-pronto necesitarán todo el apoyo con el que puedan contar. Yo reuniré un grupo de soldados de apoyo, e intentaré averiguar qué ha pasado con los mandos en el búnker. 

Quintus Sertorius, junto a Aulus Sextus, hicieron aparición poco después, alertados por el bombardeo. Por supuesto, aquello no había terminado aún. Otra tanda de disparos se dirigió a la línea de trincheras, tras casi un minuto de paz relativa, sin duda destinados a recargar las armas e intentar corregir los tiros desviados. 

El ataque se desvía hacia la derecha, pero no lo suficiente. Estalla muy cerca de vuestra posición, y su explosión pilla al pobre Quintus, recién llegado, junto a Aulus, además de a tres soldados del 13º, dos de los cuales no son capaces de agacharse a tiempo y vuelan en pedazos. 

Titus actuó obedientemente, agachándose cuando se le indicaba, ciertamente asustado. Pero al menos obedecía, igual que lo hizo cuando Nicodemus se movió. Por fortuna, aquel movimiento les alejó del lugar donde cayó el siguiente obús, quizás evitando que fueran víctimas del mismo. 

Cayo asintió ante la pregunta de su compañero, aunque volvió a agacharse, con una celeridad inusitada en alguien tan vago como él, cuando otro proyectil volvió a caer. 

Celonius, realmente asustado por la explosión, reaccionó a la colleja de Appius y asintió, aún temeroso, corriendo detrás del apresurado soldado. Por fortuna para ellos, eligieron correr en esa dirección, pues poco después de llegar a su destino, una explosión sacudió el extremo contrario de su sección de trinchera, haciendo que Celonius volviera a tirarse al suelo cobardemente. 

La mujer asintió ante las órdenes del sargento Marcus, apenas inmutándose cuando cayó la segunda explosión, mientras cacharreaba con el vox, intentando captar algo. Y parece que tuvo éxito. 

En ese momento, puede que por obra de Agripa, la radio vuelve a chasquear y activarse. Se escuchan algunas toses, acompañadas de algunas palabras que no se oyen muy bien debido a la distancia de su emisor respecto al micrófono, pero que suenan a algo así como "... Hijos de puta..." y "... sacad a este inútil despojo de aquí...". Tras eso, las toses se acercan más al aparato, y tras un breve ruido de manipulación, se oyen un par más, precediendo la voz del Lord General Marius Hephaestus.

-¡Soldados, preparaos para recibir a esos bastardos! ¡Acabad con todo lo que se acerque a nuestras posiciones!

Compañeros permaneced firmes, debemos hacer pagar con rios de sangre Las muertes de nuestros amigos y camaradas, ya habéis oido al jefazo, nadie va a pasar nuestra linea y menos por nuestra sección, a sus puestos de combate, seleccionar el blanco, fijazlo y ráfagas cortas y controladas.

No quiero ningún héroe, somos un equipo y trabajamos en equipo.

¡POR EL EMPERADOR, POR TERRA!, enseñadles de que estan hechos los hijos de la Schola Progenium.  

Al poco de llegar a su posición, se escuchó de nuevo el característico silbido de una bomba a punto de impactar, pero....¿dónde caería en ésta ocasión? No había forma de saberlo, así que rezó al Emperador y se agachó, esperando que, si caía cerca, la trinchera les proporcionara cobertura.

La explosión fue algo más cercana en ésta ocasión, pero por suerte para él, el disparo se había efectuado al lado contrario de donde estaba. "Hijos de perra" masculló, al ver dos compañeros caer convertidos en despojos sanguinolentos. Momentos después, el Sargento Aurelius levantaba los ánimos y daba órdenes concisas y directas, como tenía que ser. "¡SEÑOR, SÍ SEÑOR!" gritó en respuesta Vespillo, alias "El Enterrador"...pues eso significaba su nombre.

Con una tremenda colleja a su ayudante, lo levantó de la solapa del uniforme y lo colocó de un empellón al lado del arma "¡Maldito cobarde! ¡Deja de temblar y ayúdame a cargar el arma y a afianzarla..o que los herejes sigan disparando bombas será el menor de tus problemas!"*

Colocando el arma en posición, comenzó a apuntar hacia el frente, esperando ver aparecer la carga de las fuerzas del caos.
 

Todavía no se había recuperado del susto del anterior obús cuando cayó el siguiente. Tal y como predijo, esta vez lo hicieron con mayor puntería.

-¡Mierda!- gritó al producirse la explosión. Llovía tierra y barro sobre ellos.

Cuando se asentó el polvo, vio horrorizado como el impacto había aniquilado a los compañeros que tenía a escasos metros a su derecha. Sus cuerpos permanecía inmóviles, desmembrados y ensangrentados en el suelo. Comprobó que Cayo se encontraba bien, al menos de físicamente. Era la primera vez que Cayo entraba en combate directo y nunca había visto morir a nadie tan de cerca.

-Cayo, ya nada se puede hacer por ellos. Han cumplido con su deber valientemente. Ahora, nos toca a nosotros cumplir con el nuestro- le dijo-. Ya has odio al general y al sargento, vienen hacia aquí. ¡No lloriquees como un niño! Comprueba que tu carabina láser está bien y sujétala fuerte. ¡POR EL EMPERADOR!