[Capítulo 1.5] No sólo de pan...

^{Luis y Rómulo Royo}

^{Hidden Citizens - Paint It Black}

Lost in the ether, down in the blind
and not a word was said
but he was neither, vicious or kind
as he laid there and bled
Darkness for cover
church in ruin
there's nothing left to feel
                                                                               —A Church In Ruins, Lera Lynn

Nueva York, 12 de noviembre de 2037, 21.00 pm.

Hacía rato que el sol ya había caído dejando la ciudad en sombras. Los edificios ciegos y oscuros se volvían más amenazantes y el mismo aire frío parecía condensarse en un grito mudo que advertía de los peligros que acechaban en las calles a quienes sacrificaban prudencia en pos de lo que algunos llamarían osadía y otros estupidez. 

La luna asomaba de tanto en tanto entre las nubes dejando ver su sonrisa fina y creciente, mientras zarcillos de una niebla espesa se arremolinaban en el suelo, creando un manto blanco que impedía a los transeúntes ver más allá de un par de metros. Decían algunos que esa niebla que se aposentaba era creada por la misma noche para proteger a sus acólitos, que podían ver a través de ella y acechar a los incautos que no escuchaban el aviso silencioso de una ciudad no muerta, pero enterrada.

El silencio reinaba ominoso en las calles de Sugar Hill esa noche.  

Mientras tanto, los aromas de la cena se escurrían por los rincones del Major Morris como tentáculos invisibles capaces de atraer a la sala común a cada uno de los habitantes del antiguo centro de salud. Entre unos y otros se habían encargado de que la comida estuviese lista y la mesa puesta, todo preparado para el único momento del día en que todos los miembros de aquella extraña familia se reunían para comer todos juntos y hablar. 

Y vaya si aquel día tenían cosas de las que hablar. La llegada del crío que en ese momento estaba dentro de su canasto, contemplando con los ojos bien abiertos el movimiento que había a su alrededor, había desestabilizado la rutina de la pequeña comunidad, puesto en movimiento a sus habitantes y revuelto la tranquilidad que solían disfrutar. 

Sin embargo, su presencia también parecía darle un toque más alegre a la habitación, como si sus gorjeos o la forma en que estiraba las manitas para intentar alcanzar a cualquiera que se acercase demasiado fueran suficientes para crear sonrisas y atraer caricias. 

El contraste entre el ambiente del interior del refugio y el exterior podría estremecer al observador que se alejase lo suficiente como para poder valorarlo en su conjunto, pues Major Morris parecía aquella noche un punto de luz que palpitaba con una calidez trémula, cercado por la sombría presencia de los edificios que lo rodeaban y proyectaban sus oscuras sombras sobre él. 

Shamira terminó de colocar los cubiertos en la mesa y aprovechó el momento para dedicar una amplia sonrisa al bebé. La muchachita estaba indudablemente de buen humor mientras se acercaba a la cesta que habían traído Clementine y Daniel del exterior.

Dentro de ella había varios enseres para bebés: dos biberones, un chupete que no parecía demasiado gastado, un par de mantas suaves de pequeño tamaño, un sonajero de plástico de colores, un gorro de lana y un par de mudas de ropa que parecía amplia y calentita. Alguien había usado esa ropa para vestir a la criatura y los biberones y el chupete estaban sumergidos en agua hervida desde hacía un rato, listos probablemente ya para ser usados. 

Cerca de la cesta estaba el bote de leche pediátrica en polvo que Trish y Nick habían conseguido en el mercado. Lo que un día debió ser un bebé rollizo y sonriente, saludaba desde la etiqueta agujereada y tan grisácea como el resto del mundo lo era. «De 0 a 6 meses», ponía debajo del nombre de la marca fabricante.

Pasó cerca de Lincoln, que viendo que no quedaba nada por hacer había decidido apoyar la espalda en una pared desde la que podía contemplar todo lo que pasaba en la sala. Desde allí tan sólo observaba en silencio el movimiento previo al momento en que todos se sentarían a cenar. 

En ese momento Skyler llenaba un vaso de agua en el lugar que solía ocupar en la mesa y se lo llevaba a los labios para bebérselo de tres tragos. 

Shamira cogió el sonajero de la cesta y se agachó para moverlo cerca del niño que estiró los labios en una sonrisa que dejaba ver sus encías. 

—Los de McAvoy han sido muy majos dándonos todo esto —comentó para quien estuviese cerca para escucharla—. Podríamos hacerles un pastel de agradecimiento o algo. 

La tarde de Trish había estado más o menos atareada, pero aún así había conseguido un rato para salir del Major Morris a solas. Había tenido, eso sí, cuidado de volver a tiempo para llegar a la cena con antelación. No lo habían expresado en voz alta, pero daba por hecho que aquella noche había mucho que tratar.

La muchacha volvió al centro de salud a eso de las siete y media, uniéndose a quienes estuvieran cocinando. Mientas no estuvieran por el medio, dos manos más siempre venían bien. Aún así era inevitable estar pendiente de vez en cuando del crío recién llegado, y cuando ya se acercaba la hora de ponerse a la mesa ella misma se encargó de preparar el contenido de un biberón para él con la leche en polvo que habían traído. No pretendía dárselo en ese mismo instante, pero entendía que el chaval también tendría que cenar.

Cuando estuvo listo cogió nueve platos, los apiló y se dirigió hacia la sala donde solían cenar. Llegó a tiempo de escuchar las palabras de Shamira, y de inmediato asintió.

—Me apunto —dijo casi al momento, aunque si se paraba a pensarlo probablemente prefería destinar ese tiempo a seguir trabajando en lo que tenía entre manos en el taller. Sin embargo lo siguiente sí era totalmente cierto, no sólo fruto de la espontaneidad—. Y a llevárselo, también.

Nick entró en el comedor cuando ya estaba casi todo listo. O más bien cuando todo el mundo se había repartido el trabajo. Así pues, se apoyó en el marco de la puerta y dejó a los chicos con su trajín. Cada vez que veía la marabunta de platos, cubiertos y parloteos daba gracias por ello. No hacía tanto, él ni habría podido soñar con una cena en familia en un lugar con electricidad. Sólo lamentaba haber llegado sin su familia a aquel lugar.

Guiñó un ojo a Trish mientras ella cargaba los platos. 

- Los McAvoy son buena gente - asintió Nick a las palabras de Shamira -. Y yo tengo pendiente verles, así que me apunto a la excursión. Aunque, Trish... esto... agradecería una receta, ya sabes, alimenticia, sin especias raras.

No quería decir "maría" delante de la niña, aunque con Morgana como madre postiza estaría curadísima de espanto. La sargento de hierro era una leona y cuidaba de sus críos, pero a Nick no le parecía demasiado delicada. Claro que él no era quién para cuestionar los métodos de educación de nadie. Morgana había sacado dos críos adelante y el escritor había dejado uno atrás.

- A todo esto, ¿dónde está la jefa? 

Clementine había bajado junto a Kane desde la capilla cuando se acercaba la hora de cenar, portando aquel profundo olor a incienso que la caracterizaba a aquellas horas, tras tener lugar la eucaristía de las siete. Ambos se habían quedado hablando tras aquel momento de saneamiento espiritual, sobre las tribulaciones acontecidas en aquel día, mientras la joven se dedicaba a afinar su guitarra y a comprobar el estado de sus cuerdas, con el mimo habitual con el que solía realizar aquella tarea, que como tantas otras cosas, le proporcionaba la seguridad de una rutina, y la sensación de tener un hogar. Algo que quizá necesitaba más en aquel día que en muchos otros. 

Al llegar al comedor miró alrededor y esbozó una cálida sonrisa, comprobando que al parecer, nadie había dejado pasar la oportunidad de comer juntos, de ser una familia, tal y como lo eran cada noche, a la hora de la cena. Después de todo, con lo acontecido desde que los ladridos de Bentley los habían desperezado a todos por la mañana y los gorgojos del bebé habían llenado la sala común, era imprescindible que se diese una reunión como esa- ¿Qué tal todo, chicos? ¿Cómo ha ido el día? - preguntó, mientras se preocupaba por ir ayudando en lo que pudiese. 

Robin no había pisado la cocina desde la hora de la comida, ni siquiera había acudido a limpiar los platos y cacharros después de que se usaran. En algún momento había hecho todo el camino de su habitación a la capilla pero antes de ser visto sus pasos habían continuando deambulando hasta encontrar el almacén y un rincón para él entre las provisiones.

Llevaba toda la tarde evitando a su prima así como la realidad a pesar de necesitarlas a amabas. Pero aquello tanto molestaba a su cabeza, llegaba a ofender la seguridad de sus creencias y no se sentía con el coraje de hablarlo ni le apetecía mentir a su hermana.

Sabía que debería haber puesto su cabeza a ralla, haberse impuesto a las divagaciones, arremangarse y haber trabajado en las lociones que pronto necesitaría el bebé. Le hubiese gustado dárselas a Daniel para que fueran una pipa de la paz con Skyler por más que el puente ya estuviera tendido. Le hubiese gustado no sentirse tan egoísta por haberse dedicado a callar todas las voces de su consciencia pero lo necesitaba.

No estaba muy seguro de quien había cocinado la cena pero olía bien. Demasiado bien como para haber sido cosa de Daniel y el almacén seguía ordenado como para haber sido cosa de Skyler. Aunque a decir verdad, ese no era un buen día para jugar a las adivinanzas, así que solo apostó por el hecho de que Matata seguro que no había sido y rezó a nadie en particular -o a la suerte de tener que elegir- porque Clementine hubiese tenido algo que ver. Estaba convencido de que su presencia en la cocina añadía dulzura a los platos.

Al entrar en la sala común saludo con un "buenas noches" generalizado y comprobó que no venía nadie a su espalda para ajustar la puerta y mantener el calor de todos en la sala. Se acercó a la mesa para coger un plato con el que marcar su sitio delante de su prima, solo como excusa para saludarla pero tenerse que excusar rápido con el olvido del vaso.

Fue en ese segundo viaje en el que modificó la trayectoria para acercarse a Clementine con imperiosas ganas de comentarle un asunto que burbujeaba en sus tripas pero que consiguió sacar.

— Ey, Clementine —la saludo al llegar a ella—. ¿Es tuya? —preguntó haciendo referencia a la comida.

Morgana se llevó una agradable sorpresa cuando regresó al centro y vio que la valla estaba reparada del todo. Comprobó con detenimiento el trabajo realizado y dio su visto bueno interior. Eso le permitió dedicar cerca de una hora a sus ejercicios y luego un buen rato en la azotea, escrutando con los prismáticos la oscuridad silenciosa de la noche. Solía hacerlo siempre que tenía ocasión, perdida en sus pensamientos, intentando no recordar aquello que su memoria se empeñaba en no borrar, fundida con la negrura circundante, envuelta en tinieblas antinaturales para la ciudad que nunca dormía.

-Puta Babilonia. ¿Dónde ocultas a tus bastardos?-susurró.

Descendió los escalones y se dirigió a la sala común. El olor de la comida se mezclaba con el aroma habitual que desprende un bebé. Le echó un vistazo de lejos, convencida de que no era bueno para él que todo el mundo lo manosease, le acariciase la nariz o lo acunara en brazos. Así que lo dejó a su rollo y a sus gorgoritos.

Nick preguntaba por la jefa. Tal vez sería presuntuoso pensar que se refería a ella, pero creyó que así era.

-Si fuese jefa impondría disciplina y organización militar. Os vais a cagar a partir de ese día. Pero como sois civiles no tenéis puta idea de lo que hablo. -Dijo con desparpajo.

En otro tiempo y lugar se hubiera sentado ya a la mesa y devorado sin miramientos cuanto estuviese al alcance de sus manos. Se contuvo, domesticada por la civilización.- Lincoln, deja de sostener la pared con tu culo y toma asiento -se acercó a Nick. No había podido hablar con él en todo el día.

-¿No viste nada desde la azotea? Una sombra, un movimiento, ¿recuerdas algo? -Su voz de tintes aniñados contrastaba con ese tono duro directo y sin fisuras. A pesar de que Nick era Nick, ella no podía dejar de ser quien era-. ¿Habéis obtenido información de interés en el mercado o donde coño sea?

Kane bajó al comedor junto a Clementine tras pasar el rato junto a ella en la capilla tras los oficios, el hombre bajó relajado, aunque algo más taciturno de lo habitual. Había pasado toda la jornada en el refugio, distrayéndose con unas cosas y otras, sin verse involucrado excesivamente en las jornadas de los demás salvo en los puntos indispensables u, obviamente, el caso del bebé.

Buenas noches. saludó mientras mostraba una sonrisa contenida, cumplidora. Había dirigido una mirada hacia la cesta que habían traído para el niño, pero rehusó acercarse manteniendo cierta distancia. Se sirvió su plato, asistió en lo poco que aun quedaba por hacerse sentándose junto a Clem.

Cuando Robin se acercó, le miró unos instantes, pero viendo que quería hablar con Clementine no dijo más dedicándose a mirar a los presentes con tranquilidad a medida que se iban sentando.

El día había sido largo e intenso. La excursión iniciada con Morgana y Clementine, además de los chicos, para visitar a los MacAvoy había concluido con un paseo de regreso a solas con Clementine trayendo todo tipo de enseres teóricamente útiles para hacer más sencilla la vida del bebé.

Mucho se había dicho aquel día y cuando finalmente llegaron al refugio, Daniel sentía la necesidad de estar un tiempo a solas, sin intromisiones, la cabeza en otros asuntos que no fueran el niño, Morgana o qué hacer con su vida, así que se dirigió en cuanto pudo al huerto y se dedicó a escardar y quitar toda mala hierba que se pusiera a su alcance. No supo cuánto tiempo había estado allí pero hubo un punto en que el frío y la poca luz lo obligaron a dejar su ocupación, ponerse en pie y enderezarse, momento en el que fue muy consciente de los quejidos de sus lumbares. Volvió al interior, donde los olores de la cena se extendían como tentáculos, atrapando su estómago y provocando en este gruñidos que hablaban de verdadera hambre. Se lavó las manos y se encaminó al comedor donde ya estaban casi todos. Un simple vistazo sirvió para advertir que tan solo faltaba Cassandra para completar el grupo.

-Buenas noches -saludó al entrar, mostrando una sonrisa cansada. Se acercó al crío, mirando por encima del hombro de los que se agrupaban en torno suyo. Parecía estar bien y con una sobredosis de atenciones por lo que se volvió a la mesa, se sirvió agua y llenó su plato para a continuación sentarse en una de las esquinas de la mesa.

Después de un inicio de día bastante atípico, y de una mañana densa, Cassandra se refugió en Conector y en la sala de archivos por la tarde. A pesar de todos sus esfuerzos por hacer vida normal no tenía la cabeza donde debía y acabó saliendo rumbo a la sala común antes de lo que pensaba, al llegar vio que estaba vacía y se acercó a la cocina por si podía ayudar en algo. La mala suerte quiso que también la encontrase desierta y pensó que seguramente estaban ocupados con el crío, ese al que ella prefería no arrimarse mucho en público, dejó escapar el aire en un suspiro. Su conciencia no le permitió irse. 

Así fue como la morena se encargó esa noche de la cena, Trish se acercó durante el proceso y al verla no dudó en quedarse para ayudarla, Cass sabía que lo habría hecho con cualquiera que hubiese habido pero le pareció que al ser ella se apresuró más en ponerse a ello. En su fuero interno suponía que no guardaba buenos recuerdos de las comidas que preparaba cuando todavía estaban solas. Puso todo su empeño en que la comida quedase bien.

Cuando llegó al comedor todos se arremolinaban en torno a la mesa que ya estaba lista. En las manos protegidas por unos guantes llevaba la olla con la crema de puerros, que habían preparado, mientras las alcachofas y las berenjenas, que comerían a continuación, todavía se estaban acabando de asar. La capucha cubría su cabeza, aunque parecía no estar tan calada como habitualmente, y su rostro estaba igual de serio que siempre. Entre el murmullo general alcanzó a oír las últimas palabras de Morgana, o más bien las preguntas que formuló, y dirigió una mirada fugaz hacia ella y el interpelado, sus oidos intentaron capar la respuesta aunque sus ojos rápidamente volvieron al frente y al recorrido que tenía que hacer hasta la mesa. Con lo que había costado no era plan de esparcir la crema por el suelo. 

-Cuidadooo, que quemaaa. 

Esperaba llegar cuanto antes a su destino para dejar la "carga", no le gustaba tener tanta responsabilidad, y dar de comer a más de diez personas era demasiado para ella. 

Skyler intercambió una mirada con Robin cuando el chico colocó su plato frente al de ella y le dedicó una sonrisa rápida antes de que su mirada se viese atraída por la llegada de Cassandra con la cena. Se inclinó sobre la mesa para abrir más hueco donde ya había el suficiente para la olla y luego echó un vistazo al contenido. 

La crema de puerros olía bastante bien y su sabor también era bastante bueno. Tal vez por la presencia de Trish a su lado, pero lo cierto era que la buscadora se había lucido en aquella ocasión. 

Sin embargo, algo había siempre a lo que Skyler podía sacar la puntilla y cuando levantó la mirada de la olla lo hizo para mirar a Cass con desaprobación.

—Deberías haber estado descansando —le dijo con el tono que podría emplear una madre—. Después de lo que te pasó esta mañana podría haber cocinado cualquier otro. 

Después de eso tomó asiento y buscó con la mirada a Clementine para responder a su pregunta.

—Pues aquí hemos estado cuidando de Matthew todo el día a ratos. Pero creo que deberíamos organizar turnos. Robin cree que Trish podría hacer algún invento para escucharlo de lejos y no tener que estar todo el rato con él. —Hizo una breve pausa en la que intercambió una mirada y un asentimiento con su primo antes de continuar—. Vino una amiga de Nick del mercado a echar un ojo al bebé y dijo que estaba muy sano. Se quedó a comer. 

Lincoln reaccionó de inmediato a las palabras de Morgana y se apartó de la pared como si quemase. Sus pasos le llevaron a un lugar en el extremo de la mesa, cerca de donde se había colocado Daniel. Desde allí podía ver más o menos a todos y, al mismo tiempo, observar con seriedad al bebé en su cesta de tanto en tanto. 

Shamira dejó el sonajero en manos del crío, que primero lo agitó y luego empezó a tocar los distintos colores con sus deditos, y se acercó a la mesa, escuchando curiosa todo lo que iban diciendo unos y otros. Se sentó al lado del asiento que había reclamado Robin con la presencia de su plato y se quedó callada, esperando a que todos se instalasen en la mesa y empezasen a comer. 

Nick sonrió ante las palabras de Morgana. Disciplina militar... seguro que más de uno de la pandilla no le vendría mal. Aunque el escritor tenía muy mal historial en lo referente a seguir las normas. "Haz algo de provecho con tu vida", le dijeron sus padres, y decidió ser novelista. Era el tipo de persona que, al ver una puerta cerrada, salta por la ventana.

Sin embargo, estaba bastante acostumbrado a trabajar y dejarse guiar por una mujer con carácter. Era su zona de confort, por mucho que algunos lo encontrasen... emasculante.

- No vi nada - contestó -. Un Alado pasando a lo lejos en dirección al Empire y, de repente, Bentley estaba ladrando. Y no, ¿eh? No creo que haya relación entre las dos cosas. Por si acaso doy esa impresión - sonrió con nerviosismo -. En Jackie hemos puesto a funcionar los contactos y eso, pero estas cosas llevan tiempo y lo más seguro es que sólo acaben un montón de chismes y nada más. ¿Y vosotros con los McAvoy? ¿Algo interesante aparte de todo el material?

Siguió mirando cómo los chicos se afanaban por prepararlo todo. Pero ya no eran chicos. No eran niños. Eran supervivientes. En ciertos lugares de Nueva York ya estarían sosteniendo fusiles o prostituyéndose. Nick se preguntó si no era ese el mayor horror de todo aquello; subastar aquella inocencia al peor postor. Bueno. Mientras pudiera mantener a Robin, a Trish y al resto más o menos vivos e insoportables, se sentiría mejor consigo mismo.

Se encogió de hombros cuando Skyler mencionó a aquella amiga.

- La invitamos Trish y yo - asintió -. La trataríais bien, ¿no?

Clementine recorrió la sala con aquellas pupilas verde oliva que la caracterizaban, preguntándose dónde se había metido Bentley. Entonces escuchó a Robin y lo miró con curiosidad, negando levemente con el rostro- Sólo corté un par de verduras antes de la eucaristía. Cass se encargó de la mayoría, al parecer.-dijo, con cierto tono de disculpa ante la presencia de su compañera- ¿Por qué lo preguntas?-preguntó, antes de escuchar a Skyler y a Nick, mirando en aquel momento a quienes recordaba que se encontraban el el Morris durante la mañana con preocupación- Gracias a Dios- expresó, al escuchar que el niño estaba bien- Supongo que invitar a esa mujer a comer era lo mínimo que podíamos hacer por ella. - convino.

- Nosotros estuvimos charlando con Macbeth y con William, que no pudieron desvelarnos nada nuevo sobre el asunto, pero que van a preguntar y nos van a echar una mano para buscar una nodriza.- explicó someramente, decidiendo que Daniel o Morgana añadirían cualquier detalle extra, antes de preguntar con la misma preocupación con la que miraba a Kane, a Skyler, a Robin, a Cass y al bebé-¿Qué pasó esta mañana?

Una vez que distribuyó los platos que había llevado a la sala común Trish se dio prisa en volver a por los que faltaban. Sobre ellos puso algunos trapos de tela que servían como servilletas. La verdad es que antes del Morris ella misma se había acostumbrado a limpiarse con lo que tenía a mano, empezando por su propia manga, pero aquel era un pequeño lujo que creía que los del viejo mundo agradecían.

Así pues entró de nuevo en la sala común y acabó de poner la mesa mientras escuchaba las conversaciones. Se apartó ante la llegada de Cass, a la que dedicó una sonrisa. Cocinar con ella había sido divertido y estaba fuera de las cosas que solían hacer juntas, pues normalmente eran otros los que se encargaban de eso: tendrían que repetirlo.

Al oír a Skyler Trish le dedicó una mirada rápida, y luego miró a Cassandra. Casi de inmediato comenzó a hablar, sin contestar directamente a la pregunta de Clementine.

—La tratamos de lujo. Cocinó Skyler y estaba de puta madre —respondió entonces la muchacha a Nick con respecto a lo de su invitada, tomando otro tema más sencillo. Entonces echó un vistazo, y sólo cuando estuvo segura de que no faltaba nada se sentó frente a Clementine. Ya en la silla le dedicó a su amiga unas palabras tranquilas, aunque casi parecía que quisiera evitar aquel tema.

—Luego lo contamos, vamos mejor por orden —dijo agarrándose a la primera excusa que se le ocurrió—. Por si alguno no lo sabe: Nick y yo conseguimos leche en polvo para Mathew-Mattata —expuso, sin arriesgarse aún a elegir un nombre u otro de cara a los demás, puesto que desde que había vuelto del mercado había oído ambos—. Fue a cambio de un poco de cardamomo, así que salió bastante bien. Llegará para unos tres días.

—Karina, que es la que vino a revisar al bebé, dice que a lo mejor puede conseguir más, y creo que nos hará precio. Si puede, tendríamos que pensar si preferimos eso o una nodriza.

Justo después de dejar la olla y escuchar las palabras de Skyler, los labios de Cassandra se cerraron dedicandole una larga mirada. Era mucho esperar que aquello no se supiese, si solo hubiese estado Kane habría sido posible pero con la rubia presente era pedir demasiado. Cambió su intención inicial de sentarse entre ella y su hermana, y se dirigió tranquilamente hacia el otro lado de Trish, enfrente del pistolero. Para cuando hubo puesto sus posaderas en contacto con la silla la explicación de la peliazul había llegado a su fin y cogió la palabra mirando a Clementine mientras se servía. 

-Que me desmayé. -sincera, concisa y directa, Cass en estado puro. -Muy espectacular pero sólo pasa cada tres años. -explicó quitando importancia al asunto, dejando ver que no era la primera vez y dando a entender que no pasaba nada.

Al fin y al cabo había sobrevivido, si fuese algo grave no lo podría haber conseguido. Se llevó una cucharada a la boca y la saboreó con auténtica sorpresa.

-O igual me ha poseído el espíritu de algún gran chef.

Robin dejó un segundo a Clementine para curiosear la llegada de Morgana, había algo en ella que le recordaba al campamento, probablemente el hecho de saber que su padre le tenía gran estima o el remolino de aires entre Aurora y Esca. Lo curioso de esos aires era que aunque se tratara de dos personas que habían sabido amar, querer o apreciar a Elijah, su combinación no le asustaba en absoluto, de hecho, Morgana era una de las personas que más le gustaba conocer.

Volvió a mirar a Clementine de inmediato, apartándose un poco solo para dejar paso a Cass y replegando sus brazos contra el cuerpo cumpliendo en automático aquella petición o advertencia de cuidado. Hinaló el olor de las verduras hechas puré y admiró lo que algunos conseguían hacer sin leche.

— Por nada —respondió a Clementine acompañando aquella negativa con su cabeza—. Me gusta tu cocina—intentó resumir su alago para no ser maleducado dejándola sin respuesta ni incomodarla creándole la sensación de que quería que cocinara en adelante—.

Cogió uno de los vasos y se despidió con una sonrisa y cuatro dedos a medio. Había otros temas más importantes volando a través de la mesa.

Escuchó de refilón a Nick, y aquello que él negaba fue lo que más se gravó en Robin al encontrar una posibilidad que ni se había olido. Sus ojos viajaron a Matata interrogantes, esperando -sin esperarlo realmente- que el pequeño le confirmara sus pensamientos. Pero toda inquisición quedó cortada por la voz de su prima poniendo su nombre sobre la mesa.

Quedó helado al escuchar no tanto lo que ponía en sus labios sino el cómo lo hacía. Corrió a buscar el rostro de Trish tanto como lo hizo su sangre en llegar a sus mejillas y al dar con ella negó con los ojos — No ha ido así —prometió. Él no había pretendido en ningún momento que Trish se pusiera a trabajar en ello, ni esperaba Sky lo comentara en un momento como aquel en el que Trish pudiera sentirse presionada a aceptar una idea boba.

Menuda tarde se había perdido por andar hablándole al aire.

Buscó su asiento, dejó el vaso junto al plato y se aseguró de golpear a Shamira con el hombro al sentarse. Lo hizo como un juego, molestándola por arrancarle una sonrisa y ganarse el peligro de que en algún momento se vengara y acabar manchado de puré.

— Uy qué toooorpe —se disculpó con diablura—. ¿oye, mañana volvemos a encargarnos nosotros? —dijo en referencia a la cena. Sabía que ya no iba a ayudar al descanso que hoy necesitaba Cass pero de algún modo esperaba compensarla por no haber estado pendiente de la hora.

Atendió a Trish al intuir que iban a tocar números y a pesar de que en ella confiaba aquello de que les fuera a hacer "precio" le dejaba algo intranquilo.

— La cena está riquísima, gracias por encargaros chicas —aprovechó que miraba hacia las hermanas—. Pero, Trish, ¿Tienes alguna idea o intuición del precio que querrá? ¿Y la nodriza? Porqué a lo mejor no estamos en posición de preferir. Katia me decía que lo natural siempre es más sano, preferible. Pero no sé si nos podemos permitir elegir. No todos nuestros excedentes pueden ir a una sola boca.

Kane había tomado asiento en silencio, se dedicó en un principio a mirar las caras de todos los presentes con tranquilidad mientras esperaba paciente que todos tomaran asiento antes de ponerse a comer. Cuando surgieron las preguntas acerca de lo que había pasado esa mañana, dejó que ambas hermanas lo contaran, pero Kane no escondió su escepticismo ante la parca importancia que le dieron. Estuvo a punto de decir algo, pero al final optó por otro comentario.

Supongo que debe ser un desvanecimiento muy puntual si es cada tres años. resolvió el pistolero, miró unos instantes de más a Cassandra fijándose en la buscadora con algo de seriedad, pero luego volvió la mirada a Clementine encogiéndose de hombros que era quien había preguntado. Secretos de hermanas. terminó por añadir con cierto humor tenue.

El hombre escuchó lo que cada uno había hecho durante el día, tenían cosas más interesantes que contar y él, salvo la novedad del bebé y el desvanecimiento de Cassandra, su día había sido bastante mundano. Aguardó que todos estuvieran sentados y, hubieran empezado o no a comer, aplicó el rigor habitual en esas circunstancias.

Si me dejas a mi hoy.. le dijo a Clementine con suavidad. Kane juntó las manos en forma de plegaria y unió estas a su frente mientras cerraba los ojos. Te damos gracias, Señor, por estos alimentos que de tu bondad vamos a tomar. Haz que renovadas nuestras fuerzas, te sirvamos siempre con alegría. Amén. no solía hacerlo él, pero en esta ocasión tuvo aquel impulso, algo que rondaba por la cabeza de Kane quizá, así como que tampoco prestó especialmente atención a quien atendió o no la plegaria.

No pudo evitar esbozar una somera sonrisa cuando vio a Robin chocar con Shamira, y luego escuchó lo que dijo acerca de qué era más aconsejable. Por el momento guardó silencio.