Partida Rol por web

Robin bajó la mirada de los ojos de su padrino a los de Morgana mutando la súplica por el desconcierto. Su mirada quedó entre abierta y sus cejas aguantaron la tensión de no saber si debían alzarse asumiendo aquello que se le decía como una sorpresa o caer en la resignación de ser insultado.

- Por supuesto que no -pensó todavía confuso por la necesidad de aquellas palabras y es que siempre había oído la voz de Morgana hacerse presente cuando era realmente necesario hacer un comentario y en aquella ocasión le era difícil encontrar aquella justificación a la charla matutina-. ¿me cree retrasado? -sintió un pequeño plomo caer desde su esternón a algún punto del lago interior de sus emociones aunque lo siguiente que hizo la mujer como como un remiendo rápido para aquellas palabras de lija que probablemente no entendía por ser demasiado temprano para su cabeza.

Recibir el pequeño desde las manos de la militar significaba para Robin mucho más que ninguna sonrisa, para él era una señal de que le tenía por útil, o como mínimo, que admitía que sabría hacer algo con el bebé que no fuera darle tostadas a un niño sin dientes.

Con el crío en brazos, el chico miró a Clementine intentando pescar su mirada para arrastarla a las mejillas del pequeño y aunque no dijo nada sus ojos se encargaron de hacerle saber que estaba de acuerdo con ella. Había muchas puertas solo en Manhattan, y miríadas en el mundo como para ignorar que había acabado en la de Major Morris, era obvio que había un motivo detrás, lo supieran o no tanto ellos como el pequeño o quién le hubiese acercado. Pero también sabía que aquel motivo no tenía porqué ser quedarse al bebé aunque él se muriera de ganas.

Dejó sus pensamientos a un lado cuando sintió una mano sobre su hombro, el cual apretó contra sí y lo apartó de ese peso al tiempo que sus ojos se evadían de los oscuros del enano para buscar esa mano que había llegado a él y al ver a Daniel al otro lado, se relajó aunque no llegó a ampliar su sonrisa.

- No tenemos leche -respondió a algo de lo que no estaba seguro si había sido preguntado o se lo había imaginado cuando Daniel le pidió ayuda con el desayuno-. Pero mírale -dijo y al instante buscó con la mirada la manta que Morgana había retirado del niño. Daniel tenía razón: debía tener frío- alimentado ésta. Así que con conseguir algo que pueda rechupar, creo... bueno, sé-seguro que por ahora le bastará.

Cuando llegó la mano de su prima sobre su hombro, éste, debió entender como conocido su peso y medida pues no huyó de ella pero la cabeza del pelirrojo sí buscó a Skyler en confirmación de que toleraba su contacto - Buenos días -dijo como única gratitud a su aportación y aunque intentó no molestarse por el hecho de que tanto ella como Kane asumieran que no había tenido a un bebé en brazos en su vida, cerró un poco los brazos debajo del cuerpo del pequeño intentando darle más comodidad que la que su revuelvo daba a entender que tenía y ante la reacción del enano a la proximidad de Trish, Robin se lo ofreció a su amiga acercándoselo con brazos y torso - Cógelo que como se caiga y se abra la cabeza pareceré imbécil -se agobió y más parecía pesar el enano después de que Shamira dijera que muy difícil no podía ser cuidar a un niño pero al escuchar la réplica de Trish al asunto de los padres, Robin se alegró de que ella estuviera ahí para recibir al bebé-. Cógelo, os necesitáis -rectificó sus pensamientos  y sonrió a su amiga con las palabras que había decidido que justificaban aquella mañana-.

Acercarse al mercado era realmente una buena solución, el almacén necesitaba renovar un poco la diversidad de sus existencias y un bebé tan nutrido no podía haber salido de una madre que se alimentara solo con lo que pudiera conseguir por sí sola. Ni de coña. Era una lástima que su padre y Katia no estuvieran por aquí, a ella nunca le había importado compartir su leche, o al menos no le importó alimentarle de crío aunque luego tuviera que soportar que se lo recordara constantemente. Y sin duda era muchísimo más agradable y próximo el mercado que pisar el campamento.

- Sí que deberíamos pasarnos por el mercado-respondió detrás de Trish y buscó el rostro de Nick para confirmar sus palabras con dos modestos asentimientos rápidos-.

Percibió por el rabillo del ojo la sonrisa de Daniel al pequeño y sin querer él también sonrió en aquel momento y sus ojos bajaron a mirar el perfil del joven y el infante. El nombre que Daniel le dio al enano le pareció de mal gusto, no por el nombre en sí, sino por el motivo que había expresado detrás de él pero prefirió no decir nada menos delante de Sky y Clementine. Por un momento, cuando Daniel recalcó de Shamira le ayudaría a preparar el desayuno Robin temió que sus pensamientos hubiesen quedado reflejados en su rostro y su ayuda fuera tan poco querida como su compañía pero de inmediato se quitó esa idea de la cabeza suponiendo que la llamada abierta de Daniel a voluntarios era su modo de volver a pedirle ayuda con el desayuno sin insistirle porqué dejara al enano. 

Así que si Trish se lo retiraba de los brazos, Robin marcharía en silencio detrás de los pasos del ya no último miembro del refugio. A fin de cuentas, controlar lo que consumían era parte de su trabajo.

De repente la chica dejó de ver la escena que tenía delante y su mente viajó al pasado, a otro momento con un bebé, un bebé deseado, casi perdido y recibido con lágrimas de felicidad. Había habido momentos de todo tipo desde ese día, unos mejores y otros peores, luego llegaron los horribles y al final la obsesión y la paranoia hicieron acto de presencia. Menos mal que Trish volvió a anclarla al mundo y a sus gentes, dirigió sus ojos oscuros hacia su hermana y su expresión se suavizó. La joven estaba jugando con la criatura y los gorgojeos llenaban la estancia, era increíble, después de lo que había pasado y seguía teniendo ese brillo de pureza, realmente la admiraba.

Se dio cuenta que llegaban los pequeños y Lincoln se quedaba cerca de ella, no hizo ningún movimiento hacia él pues sabía lo que era no querer destacar, luego se mantuvo en silencio esperando a que los mayores acabasen de sacar adrenalina en forma de palabras. Cass no se consideraba de ninguno de los grupos en los que dividía mentalmente a los miembros del refugio, los mayores, los jóvenes y los pequeños, ella era un bicho raro que tenía que estar a parte.

-Buenosss... - ante el saludo de Morgana respondió en un susurro y arrastrando el final de la palabra, dando un ligero tono de duda.

La contestación de Trish a las aseveraciones de la mujer y de Nick, volvió a despertar los recuerdos y sentimientos que cada mañana intentaba encerrar en una esquina de su mente y en un rincón de su corazón. Por supuesto que logró mantener la fachada y sus ojos asintieron, aunque a la vez una parte de ella esperaba que Patricia no se encariñase demasiado con el bebé.

El perro agradeció la atención de Clementine golpeando con su hocico la mejilla de la chica en un gesto que parecía pretender ser cariñoso, pero que resultó algo brusco por la inquietud que recorría su cuerpo. Cuando la chica le dejó pasar Bentley no se lo pensó dos veces y no tardó en estar cerca de Robin, estirando el cuello para olfatear al bebé desde el suelo. 

Dejó que los dedos de Morgana se hundieran en el manto de sus cabellos, pero su mirada se alternaba entre la mujer que le hablaba y la criatura. Cuando ella se puso de pie de nuevo, el perro emitió un ladrido agudo y corto, como si fuese su respuesta a las palabras que le habían dedicado. 

A medida que la conversación se iba desarrollando y algunos comenzaban a ponerse en marcha, el animal fue relajando sus movimientos nerviosos para terminar sentándose sobre sus cuartos traseros junto a Clementine. Sin embargo, sus ojillos seguían girando de aquí a allá y sus orejas se mantenían tensas y alerta, como si no quisiera perderse nada. 

Los labios de Skyler se tensaron en un conato de sonrisa con el saludo de su primo, pero no tardaron en caer de nuevo cuando llegó la respuesta de Nick a su pregunta.

—Claro, porque te pasas la vida aquí recluido y no sales nunca a zascandilear por la ciudad, ¿no? —replicó con la misma acidez que había recibido—. Yo no sé lo que haces por ahí. —Alzó una mano delante de ella—. Ni quiero saberlo.

Rodó los ojos hacia Kane y asintió levemente con la cabeza, como si quisiera agradecerle en silencio una respuesta que consideraba más civilizada. Después abandonó la cercanía de Robin para convertirse en la sombra de Clementine —evitando quedar cerca del perro— y desde allí asintió a prácticamente todas las palabras de la chica, incluso coreando un «es un bebé» como un eco de su voz. 

—Eso es cierto también —apuntó a lo que dijo Trish sobre la posible existencia de unos padres.

Por un momento se quedó pensativa, dándole vueltas a su propia experiencia antes de que Daniel atrajese su atención al poner nombre al niño. Sus ojos brillaron de la misma manera que solían hacerlo cuando Clementine alimentaba su espíritu en la capilla y de inmediato asintió con la cabeza.

—Mathew. Es perfecto, ¿verdad? —preguntó, girando su mirada hacia la joven de su lado—. ¿Deberíamos bautizarlo?

Y con esa pregunta pareció hilar algún otro pensamiento con lo ya escuchado en aquella sala, pues antes de que Clementine o cualquier otro pudiera responder, sacudió la cabeza y añadió algo más.

—Madre Laura no está. Ayer me acerqué de una carrera a su refugio y está vacío. Han debido largarse otra vez. 

Con el asentimiento de Morgana y la confirmación verbal de Daniel, la chiquilla se dispuso a seguirlos a ambos hacia la cocina. Sin embargo, detuvo ese movimiento prácticamente antes de que llegase a nacer cuando el chico se paró cerca del bebé. Ella aprovechó mientras él hablaba para echarle un vistazo a la criatura y cuando la propuesta de nombre surgió de forma natural, frunció la nariz. 

—Mathew suena feo —opinó, ladeando el rostro para ver al crío—. Podríamos ponerle algo más chulo. Como Ata —agregó enseguida, con una sonrisa creciente—, que significa «regalo». 

Lo contempló en silencio durante un par de segundos antes de volver a ponerse en movimiento y cuando finalmente lo hizo, habló de nuevo, con los ojos y la mente ya hacia delante.

—A lo mejor podemos hacerle unas gachas blanditas o un puré de algo... 

El niño sonrió con la pregunta que Morgana le dedicaba a él y a Cass y, por un momento, sus ojos recorrieron a los presentes, como si estuviera evaluando por quién apostar para ser el primero en ganarse una meada de bebé. Su mirada acabó en Robin y la sonrisa se convirtió en una leve risita al decidir mentalmente su ganador. 

—Qué pequeño es —dijo poco después, mirando hacia arriba para ver las reacciones de las dos mujeres. 

Con la recomendación de Morgana, Lincoln se incorporó y se apartó de la pared, dispuesto a salir de allí para ir de inmediato a buscar un jersey bien gordo. Pero antes de marcharse miró de nuevo al bebé y luego a la mujer.

—Está gordito y no tiene golpes —dijo con esa timidez que le impedía alzar demasiado la voz—. Tiene pinta de que lo querían. 

Y con esas palabras se marchó corriendo.

Cassandra se mantuvo en posición, aguantando la fachada, pero ante la pregunta de Skyler no pudo evitar rodar los ojos. Menos mal que parecía que la niña no requería respuesta real y continuó hablando, la joven encapuchada no tenía una buena opinión de las religiones. Según ella a poco que escarbases siempre te encontrabas con estereotipos, medias verdades y la espada de Damocles sobre tu cabeza, todo ello para controlarte y acumular poder, aunque esos pensamientos no eran algo que compartiese y menos sabiendo de lo 'espirituales' que eran algunos de sus compañeros.

Las observaciones del niño que estaba a su lado dieron que pensar a Cass, si no pasaban apuros debía de haber otro motivo -Quizás han sido atacados, o han de hacer un viaje que saben no podrá aguantar algo tan tierno, o tienen miedo... el miedo es el peor enemigo de la humanidad en estos días -sumida en sus pensamientos no dijo nada a los que marchaban pero tampoco pasaba nada, en un momento los volvería a ver ¿verdad?

Kane dejó de participar de la conversación al poco rato, el semblante del pistolero había pasado del desconcierto a la confusión, de la confusión al hastío. Con la mirada pendiente del pasear del crío de unos brazos a otros, el hombre prefirió adoptar un segundo plano, parecía que todos tenían muy claro lo que debían hacer, una voz más solo hubiera añadido ruido y no le apetecía generarlo.

Mas cuando Morgana le respondió de esa forma, Kane la miró alzando una ceja. No respondió, simplemente negó la cabeza con el semblante torvo optando por el silencio. No cabía duda que, desde luego, el hombre se había formulado una idea muy nítida de la situación y el cómo intepretarla. Se cruzó de brazos, se dirigió a un lado, y escuchó.

Junto a Lincoln y Cass,  echó un nuevo vistazo a la escena. Ya pensaban en un nombre para el crío; puso los ojos en blanco y se desentendió de la decisión de buscar a la madre o no,  dejó solo a Nick en su conato de negativa a quedarse con una boca más; el jefe no era tan rotundo e inflexible en sus decisiones. Y ella no estaba tan comprometida con el refugio como para implicarse en exceso por su futuro. No se sentía cómoda entre civiles y, aunqueno eran malas personas,  su cierta incapacidad para empatizar con la gente hacía que no se considerase una más del grupo, sino alguien que solo estaba de paso. Morga suponía que cuando Shamira y Lincoln se integrasen por completo en la pequeña comunidad,  cargaría con su petate y se largaría de allí sin más. 

Sus tripas se removieron un poco, exigiendo munición. Lincoln marchó dejando tras de sí la estela de la desesperanza por su infancia amarga, y Morga, antes de continuar su camino hacia la cocina junto a los chicos, hizo dos cosas: apretó los dientes, esas espinas deberían servirle a Lincoln para devolverlas al mundo cuando llegase la ocasión. Y le dijo algo al oído a Cass. Tras esto, anunció a los demás:

-Voy a salir –Cuando lo hacía así, invitaba a cualquiera a que la acompañase si le apetecía.

Morgana acercó su boca a la oreja de Cass y le susurró:

-Quiero que busques algo en la red. Luego hablamos.

Para ese momento el sol había ascendido en el cielo, dibujando con sus rayos los volúmenes de la ciudad. En el exterior el mundo se desperezaba y se incorporaba a las rutinas de un nuevo día, ajeno al revuelo que la llegada de una criatura había provocado en el antiguo centro de salud. En el interior el debate continuaba, pero algunas ideas comenzaban a perfilarse entre la disparidad de opiniones que exhibían sus habitantes. Y mientras, el tiempo no se detenía y las ruedas del Destino no dejaban de girar.

Morgana había sido la primera en ponerse en marcha para salir de la sala común en dirección a la cocina, pero tras ella no tardaron en salir Daniel y Shamira. Robin esperó hasta que Trish recogió al bebé en sus brazos antes de ponerse en marcha también tras ellos, dejando al resto atrás. 

Lo que los habitantes de Major Morris llamaban con cierto optimismo «la cocina» había sido tiempo atrás una sala para el descanso de los trabajadores del centro de salud. Los que habían tenido la suerte o la desgracia de haber vivido los tiempos antes de que el mundo se degradase podrían imaginar con cierta facilidad a médicos y enfermeros tomando allí un café o masticando barritas energéticas antes de continuar pasando las consultas. 

En el momento que nos atañe, la sala había sido acomodada de la mejor manera para poder preparar allí comida para once personas varias veces al día. Dos de las paredes estaban vestidas con encimeras, incrustadas en la pared. Incluso había un frigorífico, que hacía años que no funcionaba, pero que al menos mantenía los alimentos almacenados con oscuridad y ligeramente más frescos que fuera de él. En otra de las paredes había un gran ventanal por el que entraba la luz de la mañana y en la última, además de la puerta, alguien había colgado un mueble estrecho de madera en el que guardar algunos botes de las especias provenientes del propio huerto. 

El hornillo eléctrico que habían encontrado y reparado estaba en el centro de la encimera, como presidiendo la repisa con su presencia. Bajo ella y encima, colgando de la pared, había algunos armarios, donde guardaban los platos y vasos que habían podido reunir a través del tiempo, sin que prácticamente ninguno de ellos perteneciese al mismo juego que los demás. Había también algunos cubiertos que usaban para comer o cocinar, aquellos de puntas romas que habían desechado como posibles armas. En uno de esos armarios había un par de cazos y una sartén que sin duda había conocido tiempos mejores, pero que todavía seguía realizando su función.

Finalmente, en el centro de la sala había una mesa alta, construida a partir de un par de camillas de metal bien atadas entre sí y coronadas por una tabla de madera, que permitía que varias personas trabajasen allí al mismo tiempo. 

El bebé parecía disfrutar de ser el centro de atención de tanta gente y no se quejó cuando Robin lo dejó en manos de Trish. Al contrario, los cabellos de la chica parecían atraer su atención y no tardó en enredar sus pequeños deditos en uno de sus mechones, tirando de él a continuación mientras esbozaba una sonrisa. 

Sin la manta cubriéndole su piel comenzaba a enfriarse y, aunque por el momento no parecía que eso lo incomodase, el pequeño no tardó en hacer una mueca con la cara poniéndose casi bizco. Un instante después cerró los ojos de golpe cuando un estornudo suave lo tensó y le hizo arrugar la nariz. 

"Está gordito y no tiene golpes", pensó Nick. Muy cierto. Lincoln había dado en el clavo en eso. Era un bebé prácticamente perfecto el que les habían puesto en la puerta. Ni malnutrido ni nada por el estilo. Si su familia podía alimentarle, ¿por qué abandonarlo? Era todo demasiado raro. Claro que no podía decir eso. Clem ya estaba bastante mosqueada, y no sin razón. Tendría que hablar con ella después, pero de momento lo prioritario le seguía pareciendo Matthew, el Regalo. 

Miró a Trish. 

- Yo... creo que saldré ahora - "no tengo ganas de desayunar ni de hacer mimitos a la criatura", Morgana se encargaría de que todo se mantuviera en su sitio -. Iré indagando un poco y veré cómo está la leche o las matronas o lo que decidáis.

Enfiló la puerta.

- Luego me alcanzáis, si venís.

Al tenderle Robin el bebé Trish lo había agarrado con cuidado, intentando pegarlo a su cuerpo para ayudar a que no se le cayera. A lo largo de su breve vida la chica había tenido en brazos gatos callejeros y algún cachorro de perro, pero nunca un bebé humano, y la experiencia se le hacía tan extraña como inesperada. Apenas tardó un instante en darse cuenta de que era muy distinto a sostener un animal. Uno no tenía tanto miedo a que un gato se cayese, pero aquel chaval parecía demasiado frágil.

Sin que ella se diera cuenta la sonrisa de Trish comenzó a aumentar de pura emoción, como si el hecho de que no se le cayese el bebé fuese en sí un logro, y cuando este comenzó a jugar con su cabello ella inclinó la cabeza, acercándoselo, y la meció a un lado y a otro para que el mechón de pelo ondease ligeramente. Escuchaba mientras tanto las palabras de los demás, pero atenta como estaba al chaval tardaba algunos segundos en procesarlas.

Aún con la sonrisa en la boca Trish frunció el ceño cuando escuchó la propuesta de Daniel. No tardó en dar por hecho que el chico se había inventado el santoral, quizá para conseguir el apoyo de Clementine a la hora de llamarlo así. Si de verdad era la fecha que él había dicho sería, desde luego, una sorpresa. Con su mirada azul clavada en el pequeño Trish decidió que aquel nombre no le convencía demasiado, pero hipnotizada como estaba no llegó a decirlo en voz alta.

Para cuando alzó la mirada varios de los presentes ya se estaban marchando. Con las pupilas brillantes la chica buscó a su hermana y alzó un poco al niño sin nombre, mostrándoselo, y con aquel estornudo ella misma reaccionó. El tic, tac de su cabeza se aceleró, buscando qué había hecho mal, y no tardó en quitarse la culpa de encima y echársela al frío. Se acercó hacia la manta mientras escuchaba hablar a Nick.

—Preguntemos todo, y decidamos después —propuso la chica mirando a quien había sido tantos años su compañero. Dedujo de que Nick no le contestara a lo que ella le había preguntado su propia respuesta—. Yo voy en breves —añadió, y a pesar de que sus palabras iban hacia Nick volvió a mirar al pequeño. Sentía ganas de acunarlo, de mecerlo al menos levemente, pero aún no estaba suficientemente segura con él en brazos. Aún así los engranajes de su racionalidad no habían dejado de girar, pero sí lo hacían más lentamente—. Necesito también un par de cosas para los walkies, así que nos vemos allí.

Con esas palabras dejó que Nick se marchase, separando las pupilas del bebé un instante para dedicarle un gesto de despedida. Luego dio un par de pasos hacia Clementine y Kane.

—A la de tres me lo separo un poco —anunció como si aquello fuera casi una hazaña de la ingeniería. Y es que se le habría hecho más fácil montar una potabilizadora nueva desde cero que cuidar de un crío así, de la nada. Ni siquiera es que hubiera leído mucho sobre ello— y lo envolvéis con la manta. Uno, dos...

El estornudo del bebé sacó a Cassandra de su mundo interior y dirigió sus ojos hacia su hermana y a los pocos que habían quedado, no quería pero tenía, se acercó hasta donde estaba la manta para cogerla y pasarla por encima de las manos de Trish. Un pinchazo en su pecho le recordó cuando su madre hizo lo mismo la primera vez que ella sostuvo a Patricia en brazos, respiró despacio, sonrió a la joven en la que se había convertido aquel trocito de carne, y se retiró de nuevo.

-Nos vemos. -dijo a modo de despedida tanto para Nick como para el resto.

Sus pasos silenciosos la encaminaron de vuelta a su habitación.

Con un Bentley excitado rondando alrededor de todos y, afortunadamente, no la había tomado en esa ocasión con él, Kane siguió observando lo que iba sucediendo a continuación. Al parecer el nombre propuesto por Daniel había caído en gracia a algunos, otros no se habían pronunciado, otros proponían otros nombres y otros parecía que preferían preocuparse de otros asuntos.

Cuando empezaron cada uno a dirigirse a otros menesteres y el crío iba pasando de brazos en brazos, el estornudo puso algo incómodo a Kane, parecía no demasiado contento con ello. Aunque la apreciación de Lincoln no pasó desapercibida para Kane, puesto que lo miró con atención y luego al bebé en la distancia. No dijo nada, siguió en silencio desde su atalaya improvisada en un lado de la sala.

Pronto empezaron a salir los demás, Nick primero, luego Cassandra y Trish, ahora con el niño en brazos, se acercó a Clementine y a él con el bebé. Kane miró a la joven sin terminar de entender qué quería, pero desde luego el estornudo del pequeño despertó un instinto protector en el pistolero que hizo que tomara la manta y, enseguida, acogiera al pequeño apoyándolo delicadamente en sus brazos.

Lo tengo. musitó casi susurrando, como si lo creyera dormido. Miró al niño en silencio, obnubilado, y luego miró a Trish unos instantes antes de decir. Supongo que nosotros nos quedaremos aquí, a cuidar de él. volvió la mirada hacia Clementine que era, junto a Skyler y el fiel Bentley, los que se quedaron ahí, pero sin acuñar ningún tono de molestia o frustración. A Kane se le veía tranquilo con el bebé en brazos.

Pasó al lado de Robin, y se preguntó si aquella dosis de confianza recibida en sus brazos le duraría para solo un día o toda la semana. Tenía la sensación de que al chico le faltaba esa punta de seguridad en sí mismo, y la consecuencia era esa necesidad de agradar a todos y demostrar que era útil; o puede que sencillamente su carácter fuese así por naturaleza, afectuoso y afable, colaborador y siempre dispuesto a echar una mano. Pero lo veía siempre colgado de los demás, algo que a ella no le iba para nada.

El que le desagradaba era Daniel. En realidad lo que detestaba era su forma de ganarse la vida. Morgana tendía a juzgar a las personas bajo su punto de vista particular, un peldaño por encima de los demás. A su aplomo por naturaleza unía dosis de arrogancia de las que no era consciente, como consecuencia de ello se sentía superior al resto de mortales, o como mínimo nunca inferior, daba igual que fuese un vagabundo alcohólico o el mismo general Barnes.

Ella tenía razón, y el convencimiento de tal aseveración la nutría de combustible para ejecutar y materializar sus pensamientos en acciones.

Le parecía degradante y sucio a lo que se dedicaba el chico, sin pararse a pensar, ni importarle, sobre la opinión que pudieran tener de ella, de su manera de actuar, de su vida dedicada a las armas. Aunque ninguno podía saber con certeza del pasado de Morgana debido a su hermetismo. Un pasado dedicado a proteger a su país, a sus intereses, a sus compatriotas.

Había llovido mucho desde entonces.

Soportaba a Daniel, como él a Morgana. Como la mayoría allí. Le costaba un esfuerzo. Intentaba respetarle, esa es la base, los cimientos para que un grupo funcionase. No comprendía el motivo que impulsaba al muchacho a continuar con lo mismo, y así se lo había dicho en una ocasión. Además, siempre estaban presentes esas gotas amargas de desprecio en los ojos de ella cuando se miraban.

Cogió un par de zanahorias y algo más, bebió un sorbo del repugnante mejunje de agua con achicoria del día anterior (y leche, si es que queda), esbozó una sonrisa divertida hacia Shamira.

-Así que Ata, ¿eh? Me gusta.–propinó una dentellada a una zanahoria-. Suerte con las gachas.

La intención era regresar a su habitación, ponerse la chaqueta y dar una vuelta con Bentley. Primero revisaría la empalizada, existían puntos ciegos desde la azotea, y más con un solo centinela, pero si bien no era del todo difícil traspasarla , sí lo sería con un niño acuestas. Quería comprobar el punto de entrada y ver qué podía encontrar.

A la vez que le daba vueltas al comentario de Lincoln, sobre los motivos de abandonar al bebé. "Siempre pensé que eras listo y observador, chico".