Partida Rol por web

Los tres viajeros ya estaban casi en el Morris cuando se cruzaron con un par de los de McAvoy: Ransom y una muchacha muy joven, que tenía pinta de estar en una de sus primeras patrullas. Los dos iban armados y estaban echando un ojo al refugio mientras todos menos Skyler estaban fuera. El hombre no fue muy comunicativo, como era habitual, pero la chiquilla, que se presentó como Lisa, era más parlanchina y dicharachera. Fue ella quien les informó de que tenían una visita, alguien del grupo de Madre Laura, esperándoles en el antiguo centro de salud. 

No tardaron en recorrer los últimos metros que les separaban de aquel lugar que había terminado por convertirse en su hogar y pronto pudieron notar esa calidez del interior, que tan solo lo era en contraste al frío que hacía fuera, pues la calefacción y el aire acondicionado eran sólo recuerdos de un mundo pasado. 

Así la charla continuó mientras en el exterior la niebla se iba levantando poco a poco. Después de aquel rato en la cocina, Skyler continuó enseñándole el refugio a Axel. El gimnasio donde Morgana entrenaba cada día a todo el que quisiera apuntarse, el taller desordenado donde Trish hacía su magia, la botica de Robin, llena de mil y un aromas, y el rincón oscuro que Cass llamaba Conector y que a Skyler le daba algo de repelús. También le mostró el sótano inundado y las bicis y el monopatín que guardaban en el almacén.

El tiempo fue pasando y para cuando quisieron darse cuenta ya habían dejado atrás de largo el mediodía. Skyler anunció que iba a preparar algo de comer, dejando a Axel a su aire por el Morris. 

Hacía apenas unos minutos desde que Skyler le había dejado a solas cuando Axel oyó el ruido de la puerta principal del antiguo centro de salud: parecía que algunos de sus habitantes ya estaban de regreso.

13 de noviembre de 2037, 13.15.

El interior del Major Morris estaba tranquilo cuando Daniel, Cass y Trish entraron por la puerta principal. Se podía escuchar el sonido de Skyler trasteando en la cocina, pero el silencio general que reinaba en el edificio revelaba que ellos debían ser los primeros en regresar de las distintas excursiones que habían dispersado aquel día a los habitantes del refugio. 

Apenas habían dado tres o cuatro pasos cuando vieron asomar a un hombre por la puerta de la sala común. Todos, en mayor o menor medida, lo conocían por ser miembro de la comunidad de Madre Laura. Algunos en el Major Morris sólo lo habían visto alguna vez, trayendo los productos que intercambiaban con aquel grupo o en algún lugar de Sugar Hill, mientras que otros habían tenido un trato más profundo con él. Pero tanto en el primer caso como en el segundo, sin duda todos reconocían a Axel. 

A Trish aquella nueva muchacha de los McAvoy le cayó bien. Le gustaba la gente que hablaba por los codos. Bueno, en realidad, le gustaba prácticamente todo el mundo. La única excepción eran aquellos que querían hacerle daño a ella o a sus personas cercanas. La muchacha aprovechó la conversación no sólo para presentarse, sino para decirle que si alguna vez necesitaba arreglar cualquier cosa o poner a punto sus armas se pasase por el Morris y ella le echaría una mano encantada.

Al enterarse de la visita que tenían a Trish pareció que le entrase la prisa. Pidió a su interlocutora, eso sí, al menos una descripción de quién era aquel que había llegado, y los ojos de la inventora se tiñeron de ilusión antes de caminar hacia el antiguo centro de salud. Sus pasos fueron rápidos, aunque sin separarse demasiado ni de su hermana ni de Dan, y antes de entrar murmuró a sus compañeros un rápido —Creo que es Axel— que no tardó en quedar atrás. Ambos sabrían que Axel y Trish habían coincidido en el pasado, y verle siempre era una buena noticia.

Al entrar en el edificio y escuchar el ruido de la cocina Trish puso rumbo allí directamente.

—¿Hol~? —preguntó en voz alta mientras la sonrisa de la chica crecía en su cara. No llegó a acabar aquella palabra siquiera antes de encontrarse de frente al hombre. Trish dio un paso atrás por lo inesperado antes de acercarse a golpear su hombro amistosamente primero, y darle un abrazo rápido después.

—Ey, Ax —saludó encantada, mirándolo de arriba a abajo—. ¿Qué tal todo? ¿Nos echabas tanto de menos que te has venido a vernos tú solo?

Trish era una muchacha de diecinueve años, de sonrisa fácil y cuerpo menudo. Era bajita —con su metro sesenta probablemente Axel le sacase más de una cabeza, convirtiendo aquel abrazo en algo casi cómico— y se notaba que en su infancia no se había desarrollado como debiera. A pesar de que en otro tiempo sus brazos y piernas habían sido muy débiles, con el tiempo sus músculos habían conseguido algo de consistencia. A lo largo del tiempo Axel la habría visto llevar el pelo de diferentes colores, pero ya desde hacía meses parecía haberse quedado con un azul eléctrico que tenía poca probabilidad de convertirse en permanente. 

A pesar de que en ese momento estaban cubiertos por su sudadera, su cuello, hombros y nuca estaban cubiertos por tatuajes de engranajes. Si en el pasado Axel hubiera tenido la oportunidad de verlos con atención, probablemente se habría dado cuenta de que estos cubrían una serie de cicatrices que no parecían haber llegado al espíritu de la chica.

La buscadora hizo el camino de vuelta en silencio, no tanto por lo que habían averiguado ya que de transmitir eso se encargarían Daniel y Trish, si no pensando en temas pendientes que debía solucionar. Al oír que tenían visita su cuerpo se tensó un poco, aunque rápidamente volvió a relajarse con el parloteo de su hermana, las prisas de ésta y el nombre murmurado hizo que se olvidase momentáneamente de todo y elevó una ceja siguiéndola. 

-Por fin en casa- fue el pensamiento que asaltó a Cassandra al traspasar la puertas del Morris y sentir su silencio y calidez. Aquello sorprendió a la morena. Conocía el lugar desde hacía mucho, su conector se encontraba en una pequeña sala, hacía bastante que se habían trasladado a vivir allí y lo habían acondicionado para que no fuese algo temporal, pero hasta ese momento no había considerado el lugar como algo más que un sitio seguro donde estar. Meneo la cabeza sacudiendo esos pensamientos y el frío, y siguió a la peliazul. Ella no conocía a Axel más que de verlo ocasionalmente y el entusiasmo de 'su peque' hizo que su vena protectora se activase, de nuevo.

Mientras Trish saludaba efusivamente, Cass se movió por la sala hasta la mesa donde dejó la mochila y comenzó a sacar lo que Daniel había metido allí. A pesar de lo que hacían sus manos, sus ojos no dejaban de dirigirse hacia el dúo abrazado, más específicamente hacia el rostro del hombre. Tratando de descifrar oscuros motivos en las acciones de todos, antes de dar el visto bueno.

-Buenas... -dijo acompañado de un movimiento de cabeza cuando los ojos de Axel la vieron.

Daniel había ido rumiando lo vivido aquella jornada, dejando que el silencio de sus amigas lo envolviera. Parecía que cada uno necesitaba sus tiempo para reflexionar. 

Cuando llegaron al Morris, le sorprendió la poca vida que se detectaba. No era algo habitual. Tan solo el cacharreo de Skyler rompía la falsa sensación de abandono. Era evidente que habían sido los primeros en llegar, aunque aquella afirmación pronto se demostró falsa, al menos en cierta medida. Fue Trish la primera en reaccionar y, además, en la forma expansiva que la caracterizaba. Daniel, por su parte y emulando a Cass, se mantuvo en un discreto segundo plano. Conocía a Axel, pero apenas había tratado con él. Lo curioso era que estuviera allí, con lo que la razón de su presencia era toda una incógnita.

Saludó al visitante con un escueto movimiento de cabeza y una media sonrisa, antes de empezar a ayudar a Cassandra a sacar los útiles para el bebé. 

-¡Skyler! -gritó llamándola-. Ya estamos aquí y hemos traído algo que quizá te apetezca ver -tras el desencuentro de los pañales, poder mostrarle su mercancía y su uso, le parecía una buena decisión. 

Ya empezaba a inquietarle la prolongada ausencia del resto de los habitantes del Morris cuando escuchó la puerta principal. Hasta hacía apenas un par de minutos había estado bien acompañado por la rubia, pero aún así era consciente del tiempo que pasaba y aunque no tuviera razones para preocuparse demasiado la propia ansiedad le jugaba en contra en una espera para la que normalmente tendría infinita paciencia. Por eso, en cuanto sintió que alguien entraba al antiguo centro de salud, fue a asomarse para ver de quién se trataba esperando que hubiese regresado al menos la mayoría del grupo. 

Si bien no fue así, no se vio en absoluto decepcionado. Quizás no estaba la mayoría, pero estaba Trish, y esa siempre era razón de alegría - Hola Trish - saludó sonriendo con ternura ante la forma efusiva en que lo recibía, correspondiendo su abrazo con un beso en la mejilla y estrechándola contra él brevemente antes de soltarla. Fue recién cuando se hubieron separado que su atención dejó de concentrarse únicamente en la chica de pelo azul y notó la mirada de Cassandra desde la distancia, seguido del gesto de saludo sobrio pero cordial de tanto ella como de Daniel - ¿Que tal, chicos? - dijo en respuesta, sin esperar que le contestaran realmente pues parecían ocupados y no tenía intenciones de interrumpir más allá de lo que lo hacía su presencia. 

Todo bien, todo bien. - contestó sonriendo a la chica cuya apariencia en extremo juvenil no dejaba de fascinar a Axel, pues cada vez que la veía pensaba como los años no parecían pasar para ella mientras que a todos los demás parecían envejecerlos el doble de lo que habrían hecho en épocas mejores. - Sí te echaba un poquito de menos, pero tampoco vengo de visita social realmente. Acabo de dejar a Madre Laura, y estoy buscando refugio - como mínimo le debía explicación a quienes vivían ahí sobre que hacía invadiéndolos, y suponía que no tendría sentido negarse a decir nada hasta que llegaran todos solo para construir una base de desconfianza y tensión innecesarias - Skyler me dijo que sometían todo a votación, así que estoy esperando a que lleguen todos.

No pasaron más que unos segundos desde que Daniel la llamó hasta que Skyler apareció por el pasillo. Sus ojos recorrieron a los recién llegados y luego miraron tras ellos, como si quisiera comprobar si eran los únicos en regresar. No tardó en llevar su mirada hacia Axel y asentir a sus últimas palabras. 

—Sí, eso es. Aunque no veo por qué nadie iba a votar en contra —sentenció, dejando clara su postura con un encogimiento de hombros—. Vienes de Madre Laura y aunque estás cojo seguro que puedes hacer muchas cosas. 

En realidad la cojera de Axel no era notoria a la vista para nadie que no lo hubiera visto caminar durante horas, pero eso a la rubia no parecía importarle a la hora de meterlo en ese saco. 

Después se acercó a la mesa donde Daniel y Cass sacaban de la mochila algunos pañales de tela de colores vistosos y los ojos le brillaron. 

—¡Joder! —exclamó, a todas luces impresionada. Sin embargo, no parecía dispuesta a alabarlos tan rápido, al menos sin saber de dónde o de quién venían—. ¿De dónde los habéis sacado? ¿Habéis hecho algo útil?

Pero no dio tiempo a que ninguno de ellos respondiese antes de que un fuerte espasmo convulsionase el cuerpo de Cassandra.

El espasmo atrajo las miradas hacia ella y todos pudieron ver que los ojos de Cass estaban completamente en blanco. No llegó a caer al suelo, pero temblaba y sus labios se movían como si hablase para sí misma, sin llegar a emitir sonido alguno.

—¡Ay, por Dios! —exclamó Skyler, mirando rápidamente a Trish—. ¡Le está dando otro chungo!

Echó las manos para sostenerla. Sin embargo la mayor de las dos hermanas no parecía estar teniendo un ataque ya que seguía manteniendo el equilibrio, más bien parecía estar sumergida en algún tipo de extraño trance. 

Era esa sensación desagradable pero familiar, la misma que había tenido el día anterior. Pero no había sido ella quien la había buscado en esa ocasión, no. Esta vez eran las visiones las que la buscaban a ella con una sacudida violenta. 

La niebla se disipó rápidamente y una imagen se despejó ante sus ojos, cada vez más nítida.

···

Todo el aire está lleno de un humo espeso y caliente en lo que parece ser un claro en medio de un bosque. Enormes lenguas de fuego lamen un edificio grande de madera, con aspecto de almacén o cobertizo, consumiendo la madera con una velocidad vertiginosa hasta convertirla en carbón. Cerca de él una vaca embiste una y otra vez la puerta de un corral con bramidos desesperados.

Pero lo peor son los cuerpos.

El suelo está salpicado de ellos, aquí y allá, rostros con los ojos vueltos al cielo y la vida derramándose a borbotones por las heridas, regando el suelo hasta empaparlo de muerte. 

Y entre ellos, un primer rostro conocido, Katia Evergreen, la compañera de Nathaniel, apretándose una herida en el abdomen que sangra profusamente. Su rostro está tan pálido como la luna y su mirada perdida delata que apenas le quedan algunos segundos antes de desmayarse.

Nathan está también tendido en el suelo, con la ropa empapada de sangre a la altura del pecho, pero con aliento suficiente como para insultar a gritos a la mujer que le apunta con una pistola, cerca de un jeep al que se suben varias personas corriendo. Va vestida con ropa militar y un casco de moto con la visera bajada. 

—¡Aguanta! —Es la voz de Nick, que aparece corriendo y se abalanza para interponerse entre la mujer y su amigo. 

La sangre salpica su rostro cuando el primer disparo le impacta en el hombro izquierdo, algunos centímetros por encima del corazón. Nick baja la mirada con incredulidad. Su rostro pierde el color rápidamente, pero tiene tiempo de disparar mientras aún está en pie.

Dos tiros. El primero al aire, rozando sólo de refilón el casco de su atacante. Toma aire. El segundo atraviesa la visera y se incrusta en la frente de la mujer que cae redonda al suelo. El escritor trastabilla y cae al suelo, mareado. Nick cierra los ojos y empieza a tararear una canción vieja de Bruce Springsteen. Sus labios se estiran en una sonrisa algo cínica y murmura algo entre dientes. 

Y entonces la figura de Robin entra al claro, con los ojos enormes y el rostro lleno de emociones. Lo ha visto todo. Lo siente todo. 

La sensación es de una sacudida violenta, como si el universo entero se opusiera a esas imágenes, como un tronco cortando el flujo de un río, como el fuego lamiendo la corteza de los árboles jóvenes, chisporroteando al devorar con gula la madera verde. 

Y la certeza, la certeza absoluta, golpeando con fuerza en sus sienes. No es antes. No es después. Es justo ahora. 

···

La imagen se fue tan rápido como había llegado, pero el impacto había sido fuerte. Nunca había sido tan fuerte. Cass apenas llegó a ver cómo el humo se desdibujaba entre la niebla antes de desvanecerse en la oscuridad de la inconsciencia. 

 Mientras su hermana y Daniel se encargaban del asunto de los pañales Trish siguió totalmente pendiente de Axel. Era una muchacha a la que le gustaban las sorpresas, y desde luego no se había esperado encontrarse allí a un viejo conocido como él. De modo que respondió a su saludo ensanchando su sonrisa, y cuando este empezó a dar explicaciones lo miró por un instante, como si le faltase algo para terminar de entender lo que había dicho.

—¿Has dejado a Madre Laura? —preguntó como si necesitase una confirmación a aquello. Después de todo era un grupo tranquilo y pacífico. Asintió de inmediato a la intervención de Skyler, de acuerdo por una vez con la muchacha, y le dedicó una mirada con una media sonrisa cuando hizo aquella última tan sorprendida.

Antes de que pudiera decir nada más o explicar al recién llegado cómo funcionaba el asunto de las votaciones vio lo que le estaba pasando a su hermana. Trish se mordió el labio, dubitativa, y tardó un par de segundos en tranquilizarse.

—¡Está bien! ¡Está bien...! —dijo a los presentes mientras hacía un gesto con las manos pidiendo calma. No tardó en mirar alrededor—. Dejadle algo de espacio, seguro que se pasa en seguida.

Intentaba actuar con normalidad y no preocupar a los presentes. Sin embargo, ella misma dio algunos pasos en círculo, sin perder de vista a Cassandra. Quiso hacer alguna broma, algo que apartase la atención de todos de su hermana... Pero ni ella misma sabía muy bien qué decir en aquel momento. Y aún así parecía más atenta que asustada.

Tampoco diría que cojo... - respondió con una media sonrisa a la rubia, pues si bien la rodilla se le resentía luego de un rato caminando tampoco necesitaba un bastón como antes le había sugerido Skyler. O no mientras no pensara recorrer media ciudad, claro estaba. - Pero sí, dejé el grupo de Madre Laura y puedo ayudar en lo que manden con tal de quedarme. - amplió su sonrisa de manera optimista al ver que las dos chicas también lo parecían. Y aunque quizás fuera adelantarse demasiado a lo que diría el resto, era un alivio saber que al menos tenía apoyo de dos Morris.

El extraño movimiento de la morena inmediatamente llamó la atención de Axel hacia ella, dando un paso en su dirección al creer que se trataba de convulsiones, sin embargo se detuvo al escuchar a Trish llamar a la calma y ver que Cassandra permanecía de pie en un trance peculiar similar a los que recordaba de películas de posesiones demoníacas.

¿Otro chungo? ¿Esto es normal? - preguntó algo alarmado a la rubia, repitiendo sus palabras - ¿Que le pasa? - frunció el ceño preocupado mientras mantenía la vista de reojo en la chica de pelo azul, a quien tomaba como referente para evaluar la situación al considerar que era quien tenía más razones para preocuparse de Cassandra, al menos hasta dónde él sabía. 

Cassandra asistió a la llegada de Skyler y sus palabras con una medio sonrisa bailando por debajo de su nariz, estaba abriendo la boca para darle una respuesta 'adecuada' cuando todo se fundió. Conocía la sensación, aunque el tirón esta vez fue mucho más fuerte, urgente...

Lo primero que le vino a la mente fue preguntarse por qué, ella no había hecho nada, pero entonces recordó otras veces en que las visiones habían llegado a ella de forma inesperada y, el mensaje que le habían dado en esas ocasiones, hizo que su corazón comenzase a latir apresuradamente temiendo pero anhelando lo que vería.  

-Un incendio- registró su mente de inmediato, había aprendido a analizar las imágenes, a atesorar los detalles, ya que sólo era un mero espectador y no podía hacer nada en ese momento. Lo que no pudo saber era dónde se producía, un almacén en un claro de un bosque no fue algo que reconociese. Pero de inmediato los vio, cuerpos en el suelo con sangre saliendo por orificios y cortes, los ojos abiertos sin ver, los labios en un grito agónico y mudo. Cass cerró la boca intentando sofocar el jadeo que la visión le provocó. Entonces el rostro de Katia la llamó, como un faro a un barco perdido en la inmensidad del océano, y ella se acercó con esa ingravidez inherente a sus visiones.

La mujer que conocía, llena de vitalidad y fuerza, estaba ahora tirada en el suelo perdiendo el último hálito de vida y el labio inferior de la buscadora empezó a temblar por la inevitabilidad del desenlace, pero sus ojos de inmediato saltaron hacia el origen de una voz que también era conocida. Nathan estaba allí y la acción, que parecía haber estado pasando a cámara lenta, se aceleró rompiendo la serenidad de la morena.

La mujer misteriosa con el casco, el jeep negro lleno de hombres, Nick apareciendo de la nada y poniéndose en medio -¡NICK!...-, el disparo, la sangre en el rostro del escritor, más disparos -¡NIIIICK!-, Nick cayendo al suelo con el torso lleno de sangre, la mujer cayendo al suelo con la visera rota, Nick tarareando Bruce Springsteen como si estuviese en el comedor del Morris esperando la cena, y Robin...

-¡Nooo! Robin...- pudo ver la cara del chico contorsionada por una miríada de emociones y solo quería acercarse y abrazarlo, decirle que no pasaba nada. Que no había pasado, que tenía que suceder, que podían luchar para cambiar todo eso. 

Y entonces lo sintió, las imágenes a su alrededor parpaderon por un instante y Cassandra no pudo respirar. No estaba viendo el futuro. Lo que estaba pasando delante de sus ojos, estaba pasando en ese momento en algún lugar de esa ciudad y ella no podía hacer nada. Aquello no estaba bien, no era porque conocía a quienes les estaba ocurriendo, algo se había estremecido por esos hechos, lo sentía en su cuerpo. Había sido llevada hasta allí por una razón y tenía...

Todo desapareció tan rápido como había llegado, dejando a la mujer flotando en la negrura absoluta y con los ojos anegados de lágrimas por la certidumbre de que el mundo tenía menos luz.

Daniel se quedó parado ante la imagen de Cassandra en lo que parecía un ataque epiléptico, solo que no cayó al suelo. Como poseída por une spíritu se convulsionaba y pese a los intentos de Trish de calmarlos asegurando que no pasaba nada, no estaba tan seguro de aquello.

Dio un paso al frente y se colocó a una distancia prudencial pero cercana para sujetar a Cassandra en cualquier momento, al tiempo que miraba a Skyler. ¿Qué quería decir con aquello de otro chungo? ¿Acaso la hermana de Trish había tenido aquellos ataques en más de una ocasión?

—Que es epiléptica —respondió sin cortarse a la pregunta de Axel—. Pero no quieren decirlo. Ayer le dio otro ataque igual y no es la primera vez, lo dijo ella. 

Alzó las cejas mirando a Trish levemente desafiante y parecía que iba a decir algo más cuando el temblor de Cassandra aumentó. Su rostro se contrajo y su boca se abrió en un grito mudo. Su garganta no articulaba sonido alguno, pero todo su cuerpo se crispó y parecía gritar una y otra vez, con los puños apretados. Las rodillas le fallaron y habría caído sobre ellas de no haber estado Daniel junto a ella listo para sostenerla. 

La buscadora no pesaba demasiado y al joven no le costó mantenerla entre sus brazos. Poco a poco la expresión de su rostro se relajó y sus labios empezaron a temblar. Toda ella temblaba mientras gruesas lágrimas se deslizaban por sus mejillas. 

De repente, todo terminó. Sus ojos dejaron de estar en blanco y sus párpados se cerraron. Su cuerpo quedó laxo. El temblor se fue espaciando hasta desaparecer.Lentamente el color iba volviendo a su tez, muy lentamente. Su respiración se fue normalizando. Pasaron dos segundos, tres, cinco. Parecía que la mujer estaba recobrando poco a poco la consciencia. 

La oscuridad la arropaba y la mecía, acolchaba sus sentidos, acolchaba el dolor, como si una gruesa capa de algodón protegiese sus pensamientos. Pero ni siquiera ella era capaz de liberarla de esa sensación de que algo no estaba bien. Quizá fue esa sensación la que la guió de regreso hacia la consciencia, como si un hilo invisible tirase de su pecho. Poco a poco sus sentidos empezaron a percibir el mundo que la rodeaba. Los sonidos de movimiento a su alrededor, el tacto de unos brazos sosteniéndola. Y las imágenes de su visión, todavía impregnando sus retinas tras el telón de sus párpados. 

Cuando abriese los ojos podría ver que era Daniel quien la sujetaba y que había otros tres pares de ojos pendientes de ella, todos con la preocupación flotando en sus pupilas. 

Al escuchar las preguntas de Axel Trish desvió un momento la mirada hacia él. Estaba tensa y era evidente que prefería no contestar, al menos, de momento. En sus ojos estaba la súplica muda de que dejase las preguntas para más adelante. La respuesta de Skyler, aunque lógica, le sentó como un latigazo en la espalda.

—No es epiléptica —aseguró, un poco más cortante de lo que habría sido habitual en Trish.

Podría haber dicho algo más... Pero cualquier palabra desapareció de su cabeza al ver cómo evolucionaba el estado de su hermana. Trish volvió a morderse el labio al presenciar esa manera de gritar sin gritar. Sólo esperaba que Cassandra no estuviera sufriendo. Y en cuanto las rodillas le fallaron se acercó, dispuesta a ayudar a Daniel a cogerla.

—Gracias —murmuró al chico e hizo un gesto hacia la mesa, esperando tenderla allí. Era irónico que estuvieran en un antiguo centro de salud aún con camillas y aquel fuera el primer sitio que se le ocurriera.

Poco a poco, mientras Cassandra iba volviendo en sí, Trish no apartó los ojos de su rostro. La estaba sujetando junto a Daniel y hacía el intento de acercarla a la mesa. Y aunque había intentado no preocuparse era evidente que aquello la había asustado un poco. Los ojos azules de la muchacha no se detuvieron en ninguno de los otros ni un momento durante aquellos segundos, y cuando la inquietud pudo más que la tensión Trish optó por llamarla.

—Cass —enunció en voz baja con un nudo en la garganta, como si quisiera y al mismo tiempo no quisiera despertarla—. Eh, Cass —repitió un poco más alto.

Sintió ganas de darle un puñetazo suave o, al menos, de pellizcarla. Pero en ese momento no tenía ni idea de qué cosas eran buenas y qué cosas eran malas, así que se dio al menos unos segundos antes de pasar a las manos.

La buscadora peleó, no podía quedarse, tenía que hacer algo, tenían que ir... Notó unos brazos que la retenían y luchó débilmente contra ellos en un intento de emerger de la negrura que la envolvía, oyó sonidos a su alrededor que poco a poco se fueron convirtiendo en voces, hasta que una se hizo nítida por encima de todo. -Trish...- las imágenes volvieron a ella con fuerza.

-¡Trish! -El grito salió mucho más flojo de lo que lo sintió en su garganta.

Por fin consiguió abrir los ojos, de golpe, como despertando de una pesadilla, en un movimiento repentino intentó incorporarse pero falló estrepitosamente y tuvo que conformarse con quedar recostada en los brazos que la sostenían. Miró los rostros de quienes la rodeaban para asegurarse que estaba de vuelta y empezó a hablar atropelladamente, como si no tuviesen tiempo de explicaciones.

-Robin... ¡Nick! ¿DÓNDE ESTÁN? -su voz había ido subiendo, no quedaba nada de su bajo tono habitual, al igual que tampoco su rostro era como siempre. Había urgencia, urgencia y miedo. -Nathan, Nathan y Katia, están todos juntos. Debemos ir con ayuda, no aguantarán. 

Su mano se elevó hasta su rostro, se apartó el mechón de pelo y la capucha calló hacia atrás, era una de las pocas veces que se le podía ver la cara en su totalidad. Inhaló profundamente en un intento de poner en orden sus pensamientos, y sus emociones, y miró a su hermana como si nadie más importase.

-Los han atacado, necesitamos alguien que sepa como parar hemorragias, sacar balas, transfusiones... No sé, TODO. Y... protección por si vuelven.

También necesitaban saber dónde ir, pero esperaba que eso alguno de ellos lo pudiese saber.