Partida Rol por web

Arnold escucho atentamente al profesor Knower, le gustaba aquella clase, le ayudaba a desfogarse del resto de clases, en general, en especial, a desfogarse de aquel día, que parecía que no iba a acabar nunca.

Tal que así, cuando empezaron las practicas, consiguió prender las tres chimeneas, lo que le hizo sentir enormemente satisfecho consigo mismo, dada la mala racha que tenia últimamente.

Respiro hondo, mirando a su alrededor, alejándose de las chimeneas, vio casi todos lanzándose el conjuro entre ellos, vio como Max atacaba a Ithan y espero a que terminara, antes de plantarse frente a Max.

En guardia, Alden. –Dijo con una sonrisa, mientras el otro chico se preparaba.

Flamine Fulminis Max!- grito, agitando la varita en dirección a Max, la sonrisa le duro poco, ya que vio como max paraba su conjuro. –Vaya, buena parada…- dijo, algo entristecido, todo parecía ir tan bien…se dedico a observar a los demás, esperando si alguien quería probar el conjuro con el.

Neil agradeció no tener que enfrentarse a nadie aquel día en duelo.

Había llegado corriendo y con temor de llegar tarde a clase aquel día, su pequeño y desconcertante tour por el castillo le había dejado agotado, así que cuando el profesor dijo que todo lo que tenían que hacer era encender unas chimeneas se quedo más tranquilo. Como había dejado la maleta en la sala común cuando el profesor empezaba a dar la explicación y el entraba por la puerta no tuvo a más que correr hasta sus compañeros y antender. Asíntio a las explicaciones y se colocó un poco apartado mientras los otros lanzaban el conjuro a la chimenea y el correspondiente ataque.

Nadie debió de fijarse en el porque había llegado tarde y estaba u poco apartado de los demás recuperando el fuelle.

Flamine Fulminis chimenea repitió tres veces

No obstante cuando llegó su turno y lanzó los hechizos contra las chimeneas correspondientes estas se encendieron. Neil sonrió orgullo por haber logrado realizar el pleno aún habiendo cogido la clase peor los pelos y estar prácticamente sin comer.

Sé acordó que ahora debía atacar a uno de sus compañeros, aquello no le hacía mucha gracia, pues el fuego era bastante más peligroso que los otros ataques ofensivos que habían aprendido, pero no quería desobedecer al profesor y aunque hubiese preferido no hacer el pleno para poder librarse de aquella parte, más por cansancio que por principios, al fin y al cabo había 100 puntos en juego y no quería que sus compañeros saliesen perjudicados por su culpa.

Escogió a un objetivo de la otra clase y apunto con su varita,
eh, Gabriela, va a por ti le dijo e castellano recordando que ella era de algún país de Latinoamérica [IFlamine Fulminis Gabriela][/I]

La punta de su varita se puso al rojo y de ella salió un rallo rojo derecho hacia la chica. Sonrió porque al fin y al cabo había superado la clase con éxito.

Todos los alumnos de ambas casas habían desarrollado con éxito los conjuros, con la excepción de Gabriela y Árpád, que no habían logrado aprender el conjuro. Salvo por eso, se podía decir que la clase había sido un éxito.

Muchos de los alumnos lograron encender tres de las chimeneas, pero la mayoría estaban suficientemente prevenidos por lo que estaba sucediendo como para esquivar los ataques que les lanzaron. Desgraciadamente, Árpád, que parecía más distraído en aquella clase que de costumbre, no fue capaz de escapar al envite de Ithan, y un potente rayo le impactó haciéndole una leve quemadura.

El profesor se acercó al joven para contemplar la quemadura que le habían hecho y después miró a Ithan desde la distancia.

- Jovencito, tienes que ser más rápido la próxima vez, en cuanto salgas de aquí marcha directamente a la enfermería. Esa herida tiene que ser curada de inmediato, no será nada, pero necesitarás algo de reposo.

Chicos y chicas, veo que vuestras defensas y ataques son casi perfectos y el resultado de vuestros conjuros todo un éxito. Solo hay que ver como ha acabado el pobre Árpád. He de dar a Ithan, los 100 puntos que le corresponden, y a Selena 25 puntos extra por el éxito de sus conjuros. Al resto voy a contabilizar ahora mismo los puntos obtenidos.

Dadme unos segundos que eche un vistazo al estado de vuestras chimeneas. 

Después el profesor comienza a analizar las chimeneas de cada uno de vosotros y va tomando apuntes en su cuaderno. Cuando lleva un rato dibuja una tabla en la pizarra y la va haciendo pública para todos.

- Este es el resultado total de los puntos que os lleváis cada uno a vuestra casa. Deciros también que Enya no ha venido a clase de Duelo, por lo que he decidido sancionarla.

A los demás, os veré la semana que viene.

Y si tenéis algo que recuperar os veo el domingo en esta misma clase.

Y ahora, por favor, que alguien acompañe a Árpád a la enfermería. Está herido. Dijo ayudando a levantar al joven y ofreciéndose él el primero para acompañarle.

Afligido por cómo había ido la clase, Árpád comenzó a caminar hacia la salida sin siquiera recoger los libros que había dejado contra la pared. Igualmente tendría que volver luego para practicar los conjuros pendientes. Tampoco pidió a nadie que le acompañase, tal y como había pedido el profesor: ahora mismo tampoco es que tuviera muchas ganas de compañía. Además, conocía de sobra el camino a la enfermería después de la clase del día anterior. Estaba claro que Duelo no era lo suyo.

- Hasta luego, chicos. - Murmuró mientras salía, con la cabeza en otra parte.

Las crías aplaudieron con fuerza cuando Ithan consiguió impactar en Árpád. No es que el rubio las cayera mejor que el húngaro, nada que ver, pero eran realistas y dado que habían visto una buena actuación por parte del gryffindor, pues actuaban en consecuencia. Las crías se miraron y con una sola mirada supieron transmitir lo que quisieron.

Erzsébet se acercó a Ithan para felicitarle al acabar la clase. ¡Vaya actuación!, le dijo sonriendo y dándole un puñetazo en el hombro. Se acercó a él y le susurró: La siguiente vez ataca a Orsolya, a ver si puedes con ella, se rio. Después miró a Selena: ¿Qué pasó? Pensaba que tu ataque iba hacia mi, hizo una mueca de tristeza que apenas duró un par de segundos antes de ser remplazada por otra sonrisa. Menos mal que no me dio, sino seguro que acabo peor que las chimeneas, volvió a reír.

Por su parte, Orsolya fue hacia Árpád, que empezaba su retirada hacia la enfermería. Eh, no te preocupes. Casi lo consigues, verás que a la próxima no solo aprendes el conjuro sino que además no saldrás herido, sonrió tímidamente al chico, mientras le tocaba sutilmente un brazo. Si quieres antes de cenar te ayudamos con el conjuro, ¿vale?, le propuso. ¡Pasamos a recogerte a la enfermería!, le despidió según iba a unirse con su hermana.

Ya juntas, las pequeñas dedicaron halagos a todos. No las importaba la división por casas, ellas solo diferenciaban entre aquellos con los que podían divertirse y aquellos con los que no.

Oye Mat, ¿te van las talluditas, eh? jaja, rio Erzsébet, tras lo cual sacó la lengua a Elisabeth.

Oye, que Mir tenía que devolver el libro ese, es nuestra oportunidad, recordó Orsolya a Erzsébet a la vez que la golpeaba con un codo en el costado.

¡Sí, es verdad!

Y corriendo, sin tener que preocuparse por recoger nada del montón de mochilas y túnicas, salieron de clase con dirección a  la biblioteca.

¡Hasta luego!, gritaron desde fuera del aula, sin saber si sus voces conjuntas habrían conseguido llegar al resto de alumnos.

Neil estaba contento porque la clase le había salido bien. Sonrió cuando recibió los puntos y aplaudió con las gemelas la actuación de los compañeros. Aunque ya se llevaba mejor con las culebrillas las clases con los Gryffindor eran bastante más agradables. Menos tensas al menos. Se encogió de hombros y remoloneó un poco por el aula cuando los otros hablaban.

El profesor no había retirado las chimeneas tras la clase, como solían hacer con el material los profesores al finalizar la lección. Tal vez debería avisarle, puede que se olvidase de ello. pero desechó esa idea al instante y decidió practicar el hechizo que acaba de aprender. Al fin y al cabo los hechizos de Duelo solo se podían practicar en aquel lugar, y... ¡Aún no he practicado ninguno de los hechizos de esta asignatura! pensó alarmado, echando la cuenta.

Cuando algún quedaban algunos de sus compañeros charlando y recogiendo las cosas se acercó a una de las chimeneas y apuntó con la varita. De repente se sintió muy emocionado, porque estar allí, arremangado, sin túnica y con la varita en ristre le hacía sentirse un mago de verdad.

¡Flamine Fulminis! gritó emocionado... Pero nada pasó.

Neil torció el gesto algo decepcionado. Tal vez ya había hecho mucha magia por ahora.

Bueno, chicos, me voy al comedor ¿venís? se dirigió a todos, pero sobre todo a los hufflepuf.

No todos los días uno recibía ciento treinta puntos. La sonrisa apareció en la cara del Rubio, preso de la alegría y la euforía por conseguir la puntuación máxima. Pero por otro lado, no podía evitar sentirse mal al ver a Árpád cabizbajo y con aire derrotado. Aun con la varita en la mano, se acercó a él con intención de preocuparse por su estado. - ¿Estás bien? ¿Quieres que te acomp...? - No terminó la frase, viendo como se marchaba. El chico se cruzó de brazos, con un gesto de preocupación en la cara, y sin decir nada hasta que el Húngaro desapareció por la puerta en dirección a la enfermería. -Hasta luego - Acabó por susurrar, más para si mismo que para nadie más, cuando Árpád marchó.

Pero su atención fue hacia Erzy cuando esta se acercó a él y lo felicitó. - Muchísimas Gracias, tu tampoco lo has hecho nada mal, Erzy. En la próxima clase atacaré a Orsy, será divertido. - Y miró a Orsy, levantando el pulgar hacia ella, con una amplia sonrisa. Tras eso volvió a mirar a Erzy, cuando se despidió de Árpád. - Oye... ¿te importaría decirle a Árpád que quiero hablar con él, por favor? Si no lo veo antes de irme a dormir, me pasaré por la mesa de Hufflepuff a la hora de desayunar ¿Si? Además, se me ocurrió algo cerca del Lago. Mañana lo hablamos. -

Se despidió de las dos Hufflepuff que abandonaban el lugar, con una amplia sonrisa, y también de Neil tras su fallo al atacar a las chimeneas. - Yo iré a la sala común, quiero saludar a mis hermanos, dejar unas cosas y cambiarme de ropa, pero muchas gracias. - Despidió a Neil mientras se marchaba, y miró a sus compañeros de casa.

Enya había faltado. ¿Pero donde estará? Estoy preocupado por ella... lleva dos días muy ausente... Y sus demás compañeros no habían dicho nada sobre como había ido la clase. - Bueno chicos, voy a la sala común. Nos vemos después. Buen trabajo todos. - Acabó por decir, recogiendo sus cosas y marchandose en dirección a la sala común de Gryffindor.

Selena estaba bastante contenta con su actuación, por desgracia no había podido hacer su ataque de forma correcta y su hechizo se quedó en medio. Cuando las gemelas aparecieron para preguntar parecían algo decepcionadas, seguro que habrían querido poder demostrar que eran capaces de hacer la defensa al igual que a ella le habría gustado. - Pues no sabía quien de las dos estaba más lista para escuchar mi ataque así que cuando no pude decidirme creo que la varita no realizó bien el ataque. No fallaré la próxima vez así que estad preparadas- Añade con una sonrisa. Ya tenía objetivo de la próxima clase.

- Jo Ithan nunca vamos a alcanzarte en puntos, eres impresionante. Luego nos vemos- Dijo al resto de la clase mientras se iba a comer.

Arnold recogió sus cosas, viendo como el resto de sus compañeros salían de clase. Se quedo un momento mirando su varita, pensativo, para terminar sonriendo antes de coger su mochila para salir de la clase. –Bien, vamos mejorando…- Pensaba satisfecho, al tiempo que salía del aula, de camino al gran comedor.

-¿Qué me ha llamado?- dijo Eli a Matt cuando las gemelas se fueron. Aunque su expresión denotaba que no lo decía de forma seria, como si le hubiera ofendido- son un poco raras, ¿no?

Matt encogió los hombros después de que la chica le hiciera la pregunta. No es que creyera que no eran raras, pero a él le caían bien.

-Bueno, chicos- les dijo a los que quedaban en clase- un placer conoceros... ya nos veremos por ahí.

Había acertado con este conjuro, pero tendría que recuperar alguno más así que probablemente volvería a verlos.

Matt se sonrojó un poco cuando sus compañeras le dijeron lo de que le iban las talluditas. Por fortuna, a la chica de segundo no le sentó mal. Pero Matt aún no pensaba en esas cosas, y no quería que la chica a la que acababa de conocer pensara mal de él.

-Pues nada, Eli, ¿no?- dijo recordando su nombre- no les hagas mucho caso, siempre están bromeando- y al ver que la chica se despedía hizo lo mismo-  lo mismo digo... y lo has hecho muy bien con el conjuro.

Era la hora de cenar, por lo que se fue de allí.

Gabi se sentía desanimada y veía cómo los demás hacían los hechizos cuando la sorprendió que alguien se dirigió a ella en español.

Miro a Neil con media sonrisa y, rápidamente se puso en guardia,  alzando la varita frente a ella ,justo cuando el profesor habló y terminó la clase, logrando que de alguna forma se extinguiera el ataque que el hufflepuf le había hecho. Se sintió aliviada pero no lo demostró, encogiéndose de hombros y poniendo con cara de circunstancias.

-Lo dejamos para la próxima.- Le respondió en español y le dedicó una pequeña sonrisa.

Si bien ella no había ganado puntos para su casa, el hecho de que Ithan y Selena hubiesen logrado tantos la animaba.

-Lo hicieron genial.- Les felicitó antes de ir a recoger sus cosas. Al darse la vuelta ya casi todos se habían ido, por lo que se apresuró también en dirección al comedor.

-¡Hasta luego!- Se despidió apurada de los que aún estaban allí.

Las crías llegaron al aula donde habían tenido duelo hacía apenas unas horas. Tras haber pasado por la enfermería, traían consigo a Árpád. Por la forma descrita, parecía que el chico fuese simple equipaje... Siendo tan flacucho seguro que pesaba menos que los baúles que habían traído a Hogwarts, eso seguro.

¡Hola, cuanto tiempo!, saludaron a Neil y Mat, si es que ya habían llegado...

Sin mochilas encima, seguían aún embutidas en sus trajes de duelo, perfectas para ejercer de instructoras de combate. Sacaron sus varitas y se prepararon para enseñar a cada uno algún conjuro que les pudiera faltar.

Atacad a las chimeneas, les propuso Orsolya. No quiero pasar la noche en la enfermería, esas camillas son incomodísimas.

Árpád llegó a la clase de Duelo mucho más contento de lo que se había ido. Ahí estaban aún sus cosas, esperando para ser recogidas, pero eso ya vendría luego.

- ¿Podéis hacerlo vosotras primero? - Pidió. - Me perdí la primera clase de Duelo y sólo he visto el conjuro cuando Max se lo hizo al estirado de Christopher. - Les recordó encogiéndose de hombros.

Erzsébet se adelantó. En duelo, las gemelas asumían que ninguna era una experta, pero contando lo inútiles que eran ambas en semejantes lides, aceptaban que de entre las dos, era la chica de ojos azules la que era un poquito mejor.

¡Claro!, fíjate bien, mostró Erzsébet enarbolando su varita al aire en una pose de esgrima.

¿Crystallus Fulminis, verdad? Mostró a Árpád como conjurar el hechizo y los movimientos correspondientes.

O, ¿haces los honores?, preguntó a su hermana.

¡Claro! Orsolya sacó su propia varita y con un movimiento bien ensayado soltó un Flamine Fulminis que prendió las ramitas de una de las chimeneas.

Fíjate bien, avisó Erzy al húngaro. ¡Crystallus Fulminis!, gritó la pequeña.

Un rayo de escarcha surgió de la varita de la chica que impactó contra el fuego, apagándolo y extendiendo una ligera capa acristalada de un color azul brillante dentro del hogar.

Árpád prestó atención a cómo Erzsébet realizaba el hechizo, y se preparó para imitarla justo después. Se alejó unos pasos de la chimenea, tratando de concentrarse a pesar de los rugidos de su propio estómago. Luego tomó aire, agitó la varita, y exclamó.

- ¡Crystallus Fulminis!

Justo entonces sonrió satisfecho al ver cómo el rayo helado salía de su varita para impactar en la chimena. Acto seguido se acercó para ver el resultado y desde allí le dedicó una mirada agradecida a las gemelas.

- ¡Gracias!

Él ya había aprendido el conjuro, pero como le habían dicho el otro día las gemelas rumanas, no estaba de más que los perfeccionara para ser un mago poderoso. O al menos, para divertirse más. Miró con una furia simulada a la chimenea.

-Lo siento pequeña pero eres tú o yo- y señaló a la chimenea como ya lo había hecho ese mismo día- Crystallus Fulminis.

Como supuso su rayo encendió las ramitas sin problema. No se le daba mal lo de los conjuros de fuego. Seguro que eso le gustaría a las hermanas, o al menos, se lo pensarían dos veces a la hora de gastarle una futura broma.

Neil llegó con algo de flato a la planta de Duelo, estaba empezando a hartarse del castillo, tanta escalera para arriba y escalera para abajo. De verdad, no entiendo como siendo un lugar tan mágico puede tardarse tanto en ir de un lugar a otro pensaba algo molesto. Aquel día había sido bastante largo.

Espero recuperando el fuelle mientras Erzy le explicaba a Arpad como se hacía el hechizo. Él había conseguido realizarlo en la clase las tres veces pero había sido incapaz de repetirlo al finalizar, así que estaba un poco resentido. Aprovecho que aquel era el único lugar para poder hacer esos conjuros en el colegio,sacó su varita y apunto a una de las tres chimeneas que seguían desde la clase:

Fulminis Finite hechizó para que el fuego se apagara y poder lanzar el su conjuro, ¡Crystallus Fulminis!

Según los chicos iban lanzando sus Crystallus, Orsolya se dedicaba a encender las chimeneas con su versión floja del Flamine Fulminis. Aunque era poco ducha en duelo, al menos podía conjurar para labores que no fueran de ataque.

Muy bien, felicitó Erzsébet a Árpád cuando el chico sacó el conjuro a la primera. El rayo helado del húngaro apagó una de las chimeneas encendidas. ¡Y sin cenar!, comentó la chica sorprendida. Ella si no hubiera cenado lo más seguro es que estuviera desmayada.

No supo qué decirle a Matthew, pues el chico parecía esperar otro resultado al lanzar su ataque. Se le debía dar genial duelo si era capaz de crear fuego con un hechizo de escarcha... Ehhh, noooo ha estado mal, comentó extrañada Erzsébet, mientras levantaba una ceja.

Orsolya era la experta en defensa de las dos. ¿Neil? ¿Quién te ha atacado?, preguntó incrédula buscando por el aula. El chico acababa de lanzar un Fulminis Finite. No solo eso, sino que además la punta de la varita del chico pareció iluminarse de azul y apagarse sin soltar nada.

Erzsébet se cruzó de brazos. Estaba claro que tendría que mejorar su forma de enseñar. Que solo uno de tres fuera capaz de entender lo que hacía no era buen comienzo.

Guardando las varitas porque ya se estaba haciendo demasiado tarde, decidieron que era hora de irse a la cama. ¡Mañana tendrían duelo a primera hora! ¡Bieeen!

Ya seguiremos otro día, prometió Erzsébet, sabiendo que al menos Árpád tenía que aprender el Flamine Fulminis.