Partida Rol por web

Los sueños, un maravilloso reino existente, con una puerta de entrada y salida, desde donde llegan niños adultos de cada rincón del mundo conocido. Algunos construyen grandes vidas paralelas y otro tan solo flotan en éter, pasando el tiempo de duermevela. Desde el dormitorio femenino de Hufflepuff, los nexos que confluían habían ido cercenándose, hasta que en un momento solo quedaron dos hilos, entrelazados, fuertes y con gran influencia, con conspicuos planes, maravillosas ideas y aventuras aún más espectaculares. Y en un momento, como si un gran cuchillo volase aleatoriamente, la conexión entre las gemelas y sus sueños fue interrumpida.

Los dos bultos bajo el edredón se agitaron, se revolvieron, tratando de mantenerse en hibernación. Sus estómagos habían decidido despertarse y empezaban a enviar señales confusas a sus cerebros aún no del todo activos. Los nervios empezaron a actuar, lanzando órdenes desordenadas a los músculos y tendones. Alguna patada inconsciente por aquí, algún que otro manotazo involuntario por allá y algún mordisco espontáneo por acullá.

Lo que comenzó por simple casualidad, derivó en Erzsébet resbalando del borde de la cama y cayendo al suelo. Podría haberse despertado al instante, pero no lo hizo, se quedó ahí murmurando quejicosa, mientras su cuerpo buscaba de forma automática la postura más cómoda. Orsolya, con los miembros extendidos, ocupó la totalidad de la cama, tratando de aferrarse a la neblina nocturna que hacía horas que había sido desechada por el resto de alumnos.

Brândusha y Viorica volvieron de su paseo matutino, dieron un par de vueltas alrededor de la niña descamada, acercaron sus hocicos hasta su rostro, para dedicar a Erzsébet el tan característico aliento de gato, capaz de despertar a cualquiera. Finalmente separándose de ella, para que la sinapsis de la gemela reaccionara lentamente, las gatas se acercaron a Daphne.

Poniéndose justo delante de ella, sentadas en el suelo, se mantuvieron erguidas, fijando sus irisados ojos en Daphne, la llorona. Quietas, sin despegar su mirada, se quedaron esperando.

Daphne salió de su dimensión interior cuando escuchó un ruido sordo, como si una masa inerte hubiera aterrizado pesadamente en el suelo. Y, efectivamente, cuando volvió el movimiento a sus ojos, distinguió un piececito sobresaliendo por un lado de la cama de las gemelas. Lo más insólito de todo es que la niña, a pesar de sus quejidos incomprensibles, no parecía terminar de despertarse.

Otro estruendo, igual que el de una bocina a máximo volumen, se escuchó en la habitación y, probablemente, en toda la sala común de Hufflepuff cuando Daphne se volvió a sonar la nariz. Respiró hondo: Por fin parecía haberse vaciado del todo. Lanzó el papel higiénico, que hacía función de pañuelo, y lo encestó en la papelera.

Quizás pensando que ese pañuelo era un juguete, las gatas de las gemelas se acercaron y se sentaron frente a ella, como esperando algo, con la mirada fija. ¿Querrían que les lanzara otra bola de papel? ¿Comida, acaso? ¿O era simplemente que las mininas eran así de curiosas?- ¿Qué os pasa? ¿Orsolya y Erszébet no os hacen caso? –Les rascó la cabecita y las gatas respondieron olisqueándole la palma de la mano. Una de ellas se puso a dos patas y se agarró con las delanteras a la muñeca de Daphne para poder dirigir su naricita por el brazo.

La diminuta tejona se levantó y fue a comprobar que la gemela caída no se había hecho nada. La encontró con la boca abierta, hecha un ovillo mientras buscaba con una mano, sin éxito, las mantas que habían quedado en la cama. Por otro lado, la niña que estaba en la cama ocupaba ya gran parte de ella, pues se había extendido al máximo.

¿Tendrían también recuperaciones? No sabía nada de lo que pasaba en la vida de sus compañeras, así que no podía estar segura. ¿Y si las despierto? A ver si luego llegan tarde. Se agachó primero junto a Erzy, a la que agarró del hombro y la zarandeó con suavidad-. Oye, que te has caído de la cama. ¿Te has hecho daño? Quizás deberíais ir levantándoos ya, ¿no crees? –Fue hacia Orsolya, pero vio que las siamesas ya estaban caminando encima de ella, así que el trabajo estaba hecho.

El encuentro de cerebro y del estómago vacío esquivó el aviso de las reservas energética de las crías. Erzsébet empezó a salivar un poco mientras murmuraba: Daph, más bizcocho. Que lo traiga un ciempiés, carga con más peso. ¡Úrsula, no lo toques, es mío!

¡Uh, mami muerte has llegado!, murmuró cuando Daphne la zarandeó. Déjame un ratito más, aún siguen todos. ¿No ves que estoy divirtiéndome?

Fue entonces como una burbuja al explotar, que finalmente la neuronas chocaron y como yesca y pedernal, avivaron a la cría. Abrió los ojos de golpe. Arghh, ya es lunes, se quejó. Buenos días, Daph, sonrió a la chica. Desde que habían llegado a la escuela con la clara intención de conocer a aquella niña y hacerse su amiga, ella y su hermana se habían ido defraudando más y más, realmente se esperaban alguien más vivo y no tan mustio...

Se levantó del suelo como un resorte. Uff, mi espalda, se quejó como si hubiera pasado toda la noche en el suelo y no solo los últimos cinco minutos.

Las siamesas al ver a una de sus niñas despiertas, la maullaron y volvieron a marcharse de la habitación.

Orsi, despierta, que es lunes. ¡Toca desayuno!, gritó mientras hacía cosquillas a su hermana.

¿Lunes? Otra vez nos hemos perdido el domingo, comentó Orsolya sin dejar entrever si aquello era algo bueno o malo. Buenos días, Daph, saludó a la chica de segundo.

Daphne asistió divertida a las conversaciones de duermevela de Erszébet-. Va, que si os despertáis ya, os mando por Navidades un bizcocho a cada una el doble de grande que el del verano pasado –Lo cual querría decir que, con suerte, los postres durarían más de un minuto en la mesa de los Padurearu. Se echó un poco hacia atrás cuando la niña pegó un salto para levantarse.

- Buenos días, peques –Saludó también. Las llamó "peques" por la edad; pero era irónico, teniendo en cuenta que Daphne era más bajita que ellas dos-. Espera... ¿lunes? No puede ser. ¿Lunes? ¿Sí, segura? –Obviamente, con todos los recuerdos confusos, vagos y escasos que tenía de las últimas semanas, ya no podía estar segura de nada-. Pero ayer fue sábado, ¿no? –A ver, ¿qué hice ayer? ¿No tuve ayer Defensa contra las Artes Mágicas? ¿O fue hace dos días? Ay, madre, a ver si me he perdido las recuperaciones y, encima, he faltado a la primera clase del día.

Cuando Orsolya se despertó e hizo la misma afirmación, Daphne se asustó mucho. Si es que no ganaba la chica para tantos disgustos-. ¡Pero ¿cómo he podido dormir un día entero?! Oye, chicas, si vuelve a pasarme, no me dejéis, ¿eh? ¡Saltáis encima de mí! O me tiráis un vaso de agua en la cabeza –Rápidamente, cogió su varita y su mochilita, metió los libros para las clases del lunes y se despidió de las gemelas.

- Siento marcharme así, pero es que pensaba que era domingo -¿Pero es lunes de verdad? Ay, qué lío- ¡Tengo muchas cosas que hacer! –Para empezar, buscaría a alguien que le solucionara la confusión de su cabeza, que además estaba atontada por todas las horas que había pasado en la cama-. Hasta luego –Y salió como una centella por la puerta del dormitorio.

Las gemelas se despidieron de la tejona con sus manitas en el aire, totalmente despreocupadas. Si llegaban tarde a clase, pues aprovecharían la mañana para divertirse, ¡vaya un problema!

En el momento que Daphne se marchó, Orsolya se palpó la tripa. Uhmmmm, ¿sabes E?, me parece que no es Lunes.

Erzsébet dio un par de golpecitos en su panza y decidió que su hermana tenía razón. Pues sí. Si fuera Lunes estaríamos más hambrientas, confirmó.

Encogiéndose de hombros ante aquel misterio de haberse despertado en domingo, las crías se desvistieron con parsimonia, y tras dejar finalmente las braguitas con las que habían dormido sobre el montón de ropa sucia, se decidieron por los trajes de duelo. Se llevaron toda la indumentaria y los neceseres al cuarto de baño.

Tomándose su tiempo para restregar cada palmo de piel que había acabado con costra tras las aventuras del día anterior, se embutieron en sus pantalones ajustados y sus camisas con chorreras.

Mientras dejaban que el pelo se secase por sí solo, abrieron el baúl de los ciempiés para darles los buenos días.

¿Oye, O, no había más piedras la semana pasada? Poco a poco, pero de forma constante, los malditos bichos habían ido haciendo desaparecer toda la decoración rocácea y herbácea del baúl. Tras casi una semana ahí metidos y comiendo como limas, los bichejos no habían crecido nada.

Para seguir su estudio de los ciempiés, decidieron probar unos cuantos conjuros sobre ellos. Mientras Orsolya manipulaba a las criaturas con su don de gentes animales, excesivamente profesional e increíblemente adulto, Erzsébet fue alternando agotattems, reparos, flámattes y demás conjuros, para descubrir los puntos débiles y fuertes de aquellos nuevos amiguitos.

Cuando acabaron con todo y apuntaron sus impresiones en el diario, dejaron unas cuantas ramitas más en el baúl antes de cerrarlo y prometerles que para la hora de la cena les traerían más cosas, comestibles e incomestibles.

Prepararon sus cabellos en sendas coletas altas y sin preocuparse por llevar nada más encima que sus propias varitas, marcharon hacia la Sala Común

Erzsébet y Orsolya entraron en el dormitorio, proveniente de la pseudo-fiesta del lago. La verdad que era de lo más aburrida y habían constatado que Ludmila y Kendra realmente no eran capaces de planificar nada que no fuera más allá de la ropa del día o buscarse chicos para hacer lo que ellas quisieran -que eso ya era algo-

Abrieron el baúl y echaron dentro todo lo que habían traído del lago: piedras, alguna rama que el viento había arrastrado desde el bosque, unos cuantos puñados de arena y alguna que otra fruta que habían cogido de la fuente que había llevado Maxwell al picnic.

Dejaron la tapa abierta mientras se desvestían, tirando ambos conjuntos que habían llevado puestos menos de media hora en el montón de la ropa sucia. Volvieron a embutirse en sus atuendos de duelo y entraron al baño para mirarse al espejo y ver que todo estuviera en orden, aunque siendo gemelas en realidad lo más sencillo era mirarse una a la otra.

Chafardearon sobre la gente que habían visto en el lago y la verdad era que apenas tenían palabras bonitas que decir. Se esperaban un mejor nivel en la escuela, no era de extrañar que Mircea prefiriera estar solo si sus compañeros de segundo eran esos alumnos... Además, volviendo a la fiesta, se veía quién tenía necesidad de atención constante; era una pena que con once años, algunos estuviesen jugando a ser adultos.

Antes de salir, se retaron una a la otra. Un Flámatte de Erzsébet contra un Agotattem de Orsolya.

Se pusieron una frente a la otra, con las varitas aún enfundadas. Al grito de 3, ambas reaccionaron, con una clara ventaja de Orsolya, que aferrando en una mano unas hebras de lana, gritó: Agotattem

Erzsébet abrió la boca sorprendida por no haber podido lanzar ella su hechizo primero, pero el conjuro de Orsolya impactó contra ella sin afectarla lo más mínimo. Hizo el amago de que se caía al suelo, a la vez que ella gritaba: Flámatte

El ataque luminoso impactó a Orsolya y superó sus defensas, dejándola cegada durante el tiempo justo que Erzsébet aprovechó a acercarse a ella y empezar a hacerla cosquillas.

Para, para, se reía Orsolya. Cuando recuperó al fin el aliento y la vista, puso morros de pato: Jo, ¿por qué nunca te afectan mis conjuros? Era realmente injusto.

Erzsébet encogió los hombros y volvió a retar a Orsolya, esta vez a ver quién llegaba antes al despacho de recuperación. Aunque ella no tenía que ir, acompañaría a su hermana y quizás aprovecharía a lanzar un par de conjuros de duelo.

Sara entró en el dormitorio. No hizo todas las cosas que hacía antes de irse a dormir, simplemente se cambió, se puso el camisón y se metió en la cama. No había sido el día que ella había esperado.
 

Las niñas llegaron al dormitorio. Orsolya bastante más cansada que su hermana, pero las dos con ganas de arroparse bajo el montón de sábana, manta y colcha.

Se fijaron en la cama vacía de Ardeen y sopesaron si aprovecharla para que los ciempiés pudiesen dormir en blando, pero decidieron que no era buena idea dejarlos libres, no fuera a ser que Brândusha y Viorica decidieran que querían un tentempié nocturno o que cualquier otra alimaña que se colase en el dormitorio decidiera que Abracitos y Retortijones estaban mejor muertos que vivos.

Recordaron cepillarse los dientes y limpiarse el potingue sobrante de la enfermería antes de ponerse los camisones.

Se durmieron casi en el momento en que se acurrucaron juntas.

Amanecer del Día 8

Lunes

Halloween - Última Semana del mes de Octubre

Daphne abrió medio ojo perezosa. Sabía que tenía que despertarse, pero no podía, así que se dio la vuelta en la cama e intentó seguir durmiendo. Entonces una alarma sonó en el interior de su cabeza. No podía volver a quedarse ahí, sin hacer nada y faltando a clase. Eso sí que no podía permitirlo, ya había vagueado más de lo que debería.

Así que, poco a poco, fue abriendo los ojos. Se levantó como un zombi mientras buscaba con los pies las zapatillas al lado de la cama. Bostezó no menos de cuatro veces antes de comenzar a caminar hasta el baño. Una vez allí, se pegó una ducha y se despejó bastante. No obstante, el cansancio lo seguía teniendo.

Cuando salió, ya vestida, se acordó de que esa noche era el baile de Halloween. ¡Casi se le olvida! Con las ganas que había tenido de que llegara. Y ella seguía sin pareja. Recordaba que hacía una semana, tras las recuperaciones, había vuelto con Oliver a la sala común y este había insinuado que Mircea y ella debían ir juntos. En ese momento estaba tan cansada que no pudo reaccionar ante ese comentario. Una pena, porque había sido un momento ideal para pedírselo. Ahora llevaban varios días casi sin hablar y ninguno había tenido el valor de preguntárselo al otro. Seguramente Mircea ni siquiera vaya... En fin, pues sola iré, tampoco es un trauma.

Pasó al lado de Sara y no pudo evitar subirse a su cama-. ¡Sara! Despierta, dormilona, que hoy es un gran día. ¡Es Halloween! –Volvió a bostezar, pero ya no tenía ganas de seguir durmiendo. La emoción superaba al cansancio.

Pensó en saltar también a la cama de las gemelas, pero entonces recordó las palabras de Mircea, cuando le dijo que solían ponerse violentas cuando las despertaban. Algo que le costaba creer, teniendo en cuenta lo alegres que eran siempre.

Las gemelas se levantaron más temprano que de costumbre. Habían estado esperando aquel día desde hacía tiempo, no por el baile en sí, sino por otra cosa que solían festejar todos los 31 de Octubre. Se habían pasado toda la última semana preparando algo, con ayuda de su tio Petru que les envió algunas cosas de casa que las pequeñas no habían sido capaces de encontrar dentro del sombrero de Mircea.

Se desperezaron, reactivaron sus espejos almares con todo tipo de ceños y muecas. Habían escuchado que hacer gestos con el rostro por la mañana te hacían crecer los pechos, así que llevaban un par de semanas haciéndolo. No parecía funcionar, así que lo más probable es que se la devolvieran a la chica de cuarto de Ravenclaw, que con un busto casi más grande que el del Monje Gordo, las había mentido.

¡Buenos días!, saludaron ambas a Daphne que extrañamente estaba despierta antes que ellas. Dieron besos a las calabazas que habían cincelado el día anterior con grotescos gestos, abrieron el baúl para dar los buenos días a Abracitos y Retortijones y añadieron unas cuantas piedras más para que desayunaran.

Sorprendiéndose con cada decoración samhainica que habían ido colgando durante los últimos días y que hacían como que era la primera vez que veían, se metieron al baño para ducharse.

Cuando salieron ya bien secas y con solo su piel como abrigo -problemas de planificación-, se embutieron en los uniformes escolares y se trenzaron los cabellos, mientras hablaban sobre los planes para después de Adivinación.

Daph, ¿te lo ha pedido Mir ya?, preguntó Erzsébet como si nada.

Daphne seguía sentada en la cama de Sara, mientras su amiga seguía adormilada, cuando escuchó ruido al otro lado de la habitación-. ¡Buenos días, chicas! –Mircea le había advertido alguna vez de las extrañezas de las niñas, pero verles dar un beso a unas calabazas no dejó de sorprenderla. Y más le sorprendió volver a presenciar el ritual de echar piedras al baúl.

- ¿Coleccionáis cantos y rocas o algo así? Porque llevo un par de semanas viéndoos guardarlos en vuestro baúl... –La pobre Daphne poco sabía lo que se cocía realmente dentro. Nunca las vio llegar con sus nuevos amigos y nunca habría imaginado quiénes se alimentaban de esos pedruscos.

Se alejó entonces de la cama de Sara para preparar su mochila. Pensó afligida que a primera hora le tocaba duelo. Genial para empezar la semana... Apartó la vista en cuanto vio a las majas desnudas salir del baño. Su abuela nunca habría permitido ese exhibicionismo, aunque en cierto modo a Daphne le hizo gracia, tan naturales que eran las niñas.

- ¿Que si me ha pedido quién qué? –Volvió la cabeza confusa, pues en ese momento se encontraba sumergida en sus pensamientos-. ¿Mir? ¿Mir qué? ¿Qué me tiene que pedir? No me ha dicho nada de nada -¿Estaban hablando de lo que ella creía que estaban hablando?

Las pequeñas consiguieron mostrar una lograda sonrisa pícara ante la pregunta de Daphne. Sí, es una broma para los elfos domésticos, ¿sabes?, mintió Orsolya.

Entre tirón y tirón del cepillo al bajar por sus cabellos enredados tras una noche de sueños venturosos y una ducha rápida, algun que otro gritito y blasfemia surgía de la boca de Erzsébet con palabrotas del estilo de purpurinampanos, arcoiris embotellado u hojaldres.

Se rieron ambas ante la contestación de Daphne ¿No? ¡Bueno, aún hay tiempo! Au, Orsi, cuidado con el cepillo. Se restregó los ojos con los dedos, que aunque se acababan de duchar, aún trataba de combatir las ganas de volver a la cama. ¡Sara! He escuchado esta semana que Neil quería pedirte ir al baile, ¿ya lo ha hecho? Humor de sirena, Orsi. Joo, que duele.

Ya acaaaabo, gorjeó Orsolya.

Finalmente preparadas, cargaron sus mochilillas con todo lo que pudieran necesitar hasta la hora de la comida, que aunque tuvieran clase seguían teniendo varias horas libres.

¡Hasta ahora!, se despidieron ambas según se marchaban.

Daphne seguía pensando en qué querían decir las gemelas. ¿Que aún hay tiempo? ¿Pero qué tiene que pedirme? No hablarán del baile... Si a Mir esas cosas no le gustan nada. Todo quedó claro para ella cuando siguieron hablando de la fiesta. ¿Sería posible que Mircea le pidiera ir juntos?

Las niñas le insinuaron a Sara los planes de Neil, el alumnos de primero-. Imposible... ¿En serio? ¿Neil? –Giró la cabeza hacia la cama de su amiga, esperando que ya estuviera despierta y hubiera escuchado eso-. ¿Tú sabías algo, Sara? ¿Te lo ha pedido de verdad? No digo yo que no hicierais buena pareja, pero no sé. Quedabas mejor con Cassius, la verdad. Qué pena que se fuera con Gwen... He oído por ahí que ella lo estuvo persiguiendo un tiempo y, como no caía en sus redes, acabó por darle una poción de amor una vez que fue a verlo a su mesa –Daphne no sabía si creérselo. Las pociones de amor no solo estaban prohibidas, sino que además eran muy difíciles de hacer o conseguir. Así que rectificó su rumor-. Pero no sé si será verdad. Me lo contó Jade Padawoski, esa loca de tercero de Slytherin que está coladísima por Cassius desde hace siglos. Seguramente se lo ha inventado, creo que miente más que habla.

En cuanto salieron las gemelas, agarró su mochila. Al cabo de un par de minutos, durante los cuales se arregló un poco el pelo hasta quedar aún más despeinada que antes, salió ella por la puerta siguiendo a las Padurearu-. Bajo a desayunar. Nos vemos luego, ¿sí? ¡Y no te quedes dormida!

Sara quería quedarse dormida, pero no la dejaron. Se incorporó y se empezó a restregar los ojos.
'enos dia fue lo primero que soltó por su boca, mientras observaba cómo sis compañeras de cuarto se preparaban para salir.
Lo que la despertó de golpe fue lo de Neil.
¿¿QUÉEEEEEE?? gritó sorprendida. Se quedó con la boca abierta hasta que las gemelas se fueron. Entonces fue cuando Daph le recordó a Cassius.
Es un poco idiota. Después del baile no me volvió a hablar. Además, casi me dejó embarazada comentó, recordando el beso que ella le había dado, con los lloros que tuvo después.
Ahora bajo, voy a la ducha le dijo a su compañera. Se fue hacia el cuarto de baño, todavía sorprendida por lo de Neil. Estuvo allí bastante tiempo y al final tuvo que salir corriendo para que la diera tiempo a desayunar e ir a clase

Sara lanzó la mochila sobre su cama y se acercó al baúl. Le tocaba ponerse una túnica negra, como siempre. Era lo malo de ser huérfana. Haría lo mismo que el año anterior, lanzaría conjuros a su túnica para que brillara, y así destacar un poco...

Pero al rebuscar en su baúl, vio un paquete que no había visto antes. Estaba envuelto en papel rosa claro, rematado con un lazo rosa oscuro. Extrañada y nerviosa, se sentó en la cama y vio que había una nota.

Esperemos que te guste.

Es un regalo para Halloween.

Estaba firmado por los padres de Ardeen. Sara, con los ojos llenos de lágrimas por la emoción, abrió el paquete y vio el vestido. La muchacha contuvo un grito de sorpresa y alegría. Era un vestido rosa muy bonito con unas bailarinas a juego.

Con velocidad, Sara se cambió y se puso el vestido. Dio un par de vueltas delante del espejo, y en ese momento no pudo contener las lágrimas. Era el regalo más bonito que le habían hecho nunca. Con la varita colgada en el lazo de la cintura, se marchó al gran comedor.

Canturreando, las pequeñas empezaron a prepararse para el baile. Habían trabajado muy duro en sus disfraces, aunque se habían esforzado más aún en el regalo de Mircea.

El disfraz de Erzsébet era más complejo y tenía muchas capas y detalles, sería una buena pareja al disfraz que habían ayudado a Kelly a preparar. Necesitaba un maquillaje potente, de colores oscuros y tonos agresivos. Además habían tenido que fabricar una multitud de abalorios y joyas con piedras que habían ido recogiendo del lago y que habían conseguido moldear con los ciempiés monstruosos que zampaban que daban gusto.

Por parte de Orsolya, era algo mucho más sencillo, vaporoso y que necesitaba un maquillaje más sutil, más airoso.

Las gatas se mantuvieron tumbadas y mirando el ajetreo sin inmutarse. Se olían que algo malo pasaría en la fiesta. Bueno, así las crías quizás maduraban, como Mircea, era lo que pasaba por sus peludas cabecitas.

Cuando estuvieron preparadas y habiendo ayudado a Daphne en lo necesario si es que la niña lo requería, pues quizás quería maquillarse... La pequeñas terminaron de preparar sus peinados antes de marcharse corriendo.

Daphne subió corriendo a la habitación. Las gemelas ya estaban ahí, casi cambiadas.

Sacó su vestido largo, amarillo con flores negras y un lazo negro-. ¿Con esto iré a juego con Mircea? –les preguntó a las niñas. Daphne no había visto el traje de su acompañante, así que no estaba segura de que fuera a quedar bien, aunque la combinación de colores fuera parecida. En cuanto le dieron el visto bueno, se lo puso con su recién aprendido Artifficus.

No necesitaba maquillaje como Erzy y Orsi, porque ella no iba disfrazada-. Jo, vais geniales. ¡Qué disfraces más chulos! –Tenía que reconocer que el de Erzsébet estaba mucho más trabajado y quedaba muy auténtico, pero le gustaba la sencillez del de Orsolya.

En cuanto hubo terminado, bajó con ellas hasta el comedor, esperando encontrarse con su pareja por el camino.

Daphne llegó a la habitación sin creerse aún todo lo que había vivido esa noche. Fue al baño a lavarse y a cambiarse de ropa. Tardó bastante en salir, pues la sangre que tenía en los brazos se le había secado y le costó limpiársela. Además, intentó eliminar también la de su vestido... Misión imposible. No sabía ni cómo podía hacer todas esas tareas. Quizás su mente le pedía que hiciera algo para intentar evitar que las terribles imágenes volvieran a ella. Pero también era otra misión imposible.

Cuando salió del baño, ya en pijama, dejó el vestido amarillo encima de una silla. Quizás los elfos domésticos supieran qué hacer con él. Y, si no, poco le importaba a Daphne. El vestido era la pérdida menor de la noche. Se tumbó en la cama y, mirando al techo, se le ocurrió algo. Sabía que no iba a solucionar nada, pero parecía que a Sara estas cosas la ayudaban a sentirse mejor. Así que se dirigió a su amiga.

- Sara. ¿Rezarás por Nimu? Leí que... Dios –Apunto estuvo decir “tu dios”, pero quizás eso habría ofendido a su amiga, así que rectificó a tiempo-, protege a todos los animales. El Fraile Gordo le dio su bendición en el comedor, pero tú lo conocías más. Así que ¿quién mejor que tú para pedir por él y por todos los que han muerto hoy?

Puso toda su confianza en creer que alguien protegería a su lechuza para conseguir aliviar su ánimo. Ella no creía en el dios de Sara, pero lo tomó como un placebo para su tristeza. Al fin y al cabo, si los muggles cristianos, incapaces de enfrentarse a los problemas diarios y a la muerte, se refugiaban en su religión para sentirse mejor, ella también podía... aunque fuera una noche.

Se quedó tumbada, con los ojos cerrados, a la espera de escuchar la oración de Sara. Sentía que las gemelas pensarían que se había vuelto loca. Alguna vez se habían reído de las creencias de su amiga.

Sara entró tras su amiga y se quedó sentada en su cama. No sabía qué hacer ni qué decir. Las monjas del orfanato jamás le habían dicho cómo actuar en esos casos. Ella sólo sabía hablar con Dios de las cosas buenas...

¿Por qué has dejado que pasara todo esto, Señor? se preguntó dolorida. Era un mar de dudas y, por desgracia, no tenía con quién compartirlas. En ese colegio no había ningún católico, así que sólo podía hablar con ella misma... Y eso no era fácil para ella.

Se acercó al baúl y le abrió. Recordó que los padres de Ardeen le habían comprado una biblia, porque en el colegio no había iglesias para poder escuchar la palabra del Señor. ¡Así al menos podría leerla! Seguramente los textos sagrados le ayudarían a encontrar consuelo.

Leyó un poco del Génesis cuando Daphne salió del baño y le pidió que rezara por Nimu. Los ojos de Sara se llenaron de lágrimas y sólo pudo asentir con la cabeza. Sus mejillas empezaron a humedecerse según se iba arrodillando a los pies de la cama. Juntó las manos para rezar y apoyó la cabea unos segundos en ella, para respirar hondo y recuperar algo de normalidad.

Señor Dios,
hoy se han ido muchos animales.
Ha llegado al final de su viaje.
Nimu también se ha marchado
y la extrañamos mucho
por toda la alegría y el cariño
que nos entregó.
Bendice a Nimu y dale paz,
así como a todos los demás.
Bríndales tu eterno amor.
Te agradecemos por el regalo
Que ellos fueron para nosotros.
Danos la esperanza de que en tu inmensa bondad
Recibirás a Nimu y los demás en tu reino celestial,
Y nos ayudarás a sobrellevar el dolor de su partida,
Que es sólo comprensible en tu sabiduría,
Que va más allá del entendimiento humano.
Amen.

Sara terminó la oración tal y como la empezó: Llorando. Se levantó y, limpiándose las lágrimas con la manga de su camisón, se acercó a Daphne y la dio un beso en la frente. Después se volvió a su cama, sin poder decir nada más.