Partida Rol por web

Al poco de entrar, las siguieron Sara y Daphne. Mientras Daph se metía al baño y Sara se quedaba sentada en su cama, las gemelas se acercaron al baúl-terrario. Levantaron la tapa y encontraron dos ciempiés mordisqueados y pisoteados, como si fueran colillas xxl abandonadas en la lluvia. Vaya, qué contrariedad, soltó Orsolya que aún le seguía afectando las cervezas de mantequilla, que tras pasar por las etapas de diversión, desinhibición y mareo, había llegado al de pedantería. Nuestro estudio tendrá que interrumpirse momentáneamente hasta que podamos hacernos con nuevos sujetos.

Oye O, mira, ¿qué están haciendo?, indicó Erzy, que ya parecía haberse olvidado que se suponía que estaba enfadada con su hermana y apuntó a las siamesas.

Brândusha y Viorica habían estado tumbadas panza arriba, esperando la llegada de las crías. En un principio parecían no haber sufrido ningún daño, pero cuando se pusieron a cuatro patas y se acercaron a la niñas, empezaron a toser. Se restregaban contra el suelo, mientras parecía que les faltara el aire, hasta que finalmente primero una y luego la otra soltaron sendas bolas de pelo, bezoares maravillosos usados en alquimia. Pero estos bezoares eran muy distintos.

Lejos de sentirse asqueada, Orsolya cogió uno de aquellos bultos y lo manipuló un rato hasta que consiguió sacar una pequeña esfera transparente de color verde y que parecía contener algo con rayas. Qué interesante, ¿qué teníais ahí escondido, mininas?

Extrañada por lo ocurrido, pues sus siamesas nunca formaban bolas de pelo, y maravillada por el descubrimiento, Erzsébet cogió la otra bola de pelo, de la que sacó una esfera idéntica. ¿Qué es esto, O?

Te sorprenderá, querida hermana, pero creo que acabamos de descubrir como nacen los ciempiés. Mira, dijo sacando uno de los ciempiés muertos del baúl. Parece el ciempiés completo, pero no lo es. Los ciempiés son como las medusas inmortales, las turritopsis. En este caso tras reproducirse vuelven a su estado larvario, esto, levantó la esfera verde, es un huevo de ciempiés.

Erzsébet era tan inteligente como su hermana, pero no llegaba a captar todo aquello, necesitaba algo más sencillo. ¿Estás diciendo que esto?, indicando las dos esferas, ¿son las crías de Retortijones y Abracitos?

No, sonrió Orsolya, casi tanto como Booky, estoy diciendo que estos huevos ¡son! Abracitos y Retortijones.

Encantadas con el hallazgo, abrazaron a las gatas, que no estaban seguras si adrede o sin querer, habían protegido a los ciempiés en sus estómagos. Limpiaron el baúl y guardaron en él los dos huevos recién hallados. Podrían seguir investigando, esta vez desde el nacimiento.

Cuando Daphne salió del baño, las niñas terminaban de desvestirse, dejando los disfraces encima de la cama supletoria. Orsolya solamente tuvo que quitarse la capa y las bragas, junto a los zapatos de baile; Erzsébet tuvo una labor más complicada con todos los accesorios y piezas del vestido. Finalmente desnudas, cogieron sus camisones, neceseres y se metieron al baño.

Salieron y ya sus dos compañeras estaban arrebujadas en sus camas. Buenas noches, susurraron ambas por si alguna de ellas seguía despierta. Agarraron a Brândusha y Viorica que se resistieron en un principio y las metieron en la cama con ellas.

Amanecer del Día 9

Martes

Día después de Halloween. (solo por hoy rolearemos al día siguiente de lo que ha pasado)

Los maullidos de Nimue en mi oído hicieron que fuese abriendo poco a poco los ojos. Me sentía como si me hubiesen pegado un montón de bludgers. No había descansado nada bien, y mi cuerpo se resentía por ello. Me levanté de la cama y me froté los ojos.

- Oh, cierto. -Murmuré para mi misma al ver que las camas no estaban ocupadas por mis compañeras de habitación. La noche anterior, tras encontrarme aquel espectáculo al llegar a mi habitación decidí que allí no podía pasar la noche. Estaba todo el castillo igual, pero no quería dormir sola, y mis compañeras habían preferido... la verdad es que no lo sabía. No había nadie allí cuando llegué. Solo los cadáveres de sus mascotas...

Miré a Nimue y le hice un gesto para que se acercase. Ella se subió en mis brazos, y la acaricié.

- Gracias a la Diosa que estás bien.

¿Una noche macabra con nubarrones de lechuzas muertas y grandes oleadas de animales mordisqueados? Sí, al completo. Igualmente, aquella escena sacada de película de serie B no había sido suficiente para  que las niñas no se quedasen dormidas al instante y fantasearan con sus típicas aventuras llenas de colorido, magia y misterio con unicornios de color verde que navegaban por el espacio comiéndose planetas o con pulpos que se comían a sí mismos y explotaban dando así a luz a miles de pulpitos que se pegaban en las cabezas de los muggles y les controlaban, al más puro estilo serie de finales de siglo XX.

Que todos sus sueños tuvieran que ver con comida quizás tuviera algo que ver conque por la noche no habían llegado a probar bocado y los inútiles de los profesores y prefectos las habían enviado a la cama sin cenar, como si estuvieran castigadas por algo que claramente no habían hecho.

En algún momento de la noche, Brândusha y Viorica se habían escaqueado del abrazo caluroso de las niñas y se habían refugiado en la pila de ropa sucia de la cama de al lado. También en algún momento de la noche una visita inesperada llegó. Quizás tuviera que ver que en aquel cuarto no había muerto ningún animal. Estaban las dos siamesas, la pobre lechuza de Daph que se había desnucado y escacharrao en el baile, la mascota invisible, o amigo, daba igual, de Sara, que al ser invisible e incorpóreo, nadie se daría cuenta de si habría muerto, ¿lo sabría Sara? y los ciempiés monstruosos, que como buenas criaturas que vuelven a su estado larvario cuando mueren, estaban dentro del baúl a los pies de su cama, haciendo tiempo para salir de sus huevos verdes. Un pequeño oasis de... ¿calma? ahora quizás sí, pero no cuando despertara la loca religiosa, la niña calimero de cabellos peleones o las gemelas torbellino; ¿limpieza? no, tampoco, eso solo ocurría tras el paso de los elfos; ¿belleza?, no, tampoco, ninguna de las niñas eran un primor, pero estaba claro que en la lotería de la apariencia habían salido ganando; ¿de qué? daba igual, el caso era que algo mágico había hecho que una infiltrada entrara allí, como ricitos de oro, y tuviera la suerte de encontrar a los osos dormitando.

Dando patadas y puñetazos finalmente se desperezaron, bostezando ruidosamente como ninguna señorita hiciera nunca y con los estómagos quejándose. Restregaron las pitañas de sus ojos y se quedaron mirando a la niña que estaba en la antigua cama de Ardeen. Brândusha y Viorica estaban sentadas a los pies de su propia cama, mirando a la nueva niña y la nueva gata que había entrado en sus dominios.

Erzsébet le dio un codazo a Orsolya, ¿esa no es Morgase? ¿Qué hace una Ravenclaw aquí?, fue lo que se le pasó por la cabeza a la pequeña de ojos verdes.

Orsolya terminó de tratar de bajar los pelos que se le habían quedado en mala posición tras la noche. Morgana Lefay, bostezó de nuevo. Ya sabes, de segundo, la melliza de ese chico de Gryffindor, Dariel, apuntó la pequeña.

Erzsébet chasqueó los dedos, ¡sí! Morghi, lo que yo decía. Se levantó de la cama y se fue hasta la cama de Morgana. Sin pedir permiso se sentó a su lado. Mientras, Orsolya había abierto la tapa del baúl y estaba pendiente de lo que había ahí dentro.

Erzsébet se quedó mirando a Morgana, sonriéndola. ¿Al fin decidiste mudarte al dormitorio de los secretos? Donde todo se sabe, todo se conoce.

Con la cabeza dentro del baúl Orsolya dijo: más bien el dormitorio de los rumores. Si los secretos se conocen ya no son secretos.

Daphne dormía. No muy plácidamente, pero al menos dormía. Aunque no soñaba, estaba intranquila, pues de vez en cuando se medio despertaba con una sensación de abandono en el interior para luego regresar a las profundidades de su mente un minuto después. Esa sensación de abandono, que las gemelas erróneamente habrían identificado como estómago vacío, era lógica teniendo en cuenta lo que había pasado hacía unas horas. Por suerte para la tejona, en el poco tiempo que permanecía en duermevela no le daba tiempo a recordar esos horrores. Y lo único que tuvo fue un descanso a medias, pero sin trauma.

Entonces un ruido la despertó completamente. Abrió un ojo y vio que las dos gatas señoritingas estaban tranquilamente tumbadas mirando fijamente a algo. Y sus madres estaban saliendo de las camas y estaban incordiando a... ¿Sara? No, su amiga seguía respirando profundamente. Erzy se dirigía a la cama de Ardeen. ¿Sería posible que hubiera vuelto?

Se levantó y comprobó que de Ardeen no había ni rastro. Quien ocupaba su cama era Morgana LeFay. ¿Qué hacía ahí? ¿Se había hecho amiga de las gemelas y había venido a visitarlas? Qué raro... Ella, que era de su mismo curso, apenas había cruzado más de dos palabras con esa niña. Pero ya se sabía cómo eran las Padurearu.

- Buenos días –Su mente comenzó a llenarla de imágenes de la fiesta de Halloween y era tan malvada que decidió omitir la parte bonita de la noche y dejarla solo con los recuerdos sangrientos y con la imagen de Mircea en trance. Reprimió un sollozo mientras se acercaba a Erzsébet y a Morgana. Orsolya parecía ensimismada mirando en su baúl-. E, todo el colegio sabe que para vosotras no hay secretos. Lo que querrás decir es “donde vosotras todo lo sabéis y todo lo urdís” –Sonrió levemente, aunque dejó de hacerlo en cuanto su mente volvió a enviarle una imagen más de su lechuza.

- Hola, Morgana. ¿Qué tal? –Se sorbió la nariz mientras intentaba que las lágrimas no salieran-. ¿Es verdad lo que ha dicho Erzy, te mudas con nosotras? ¿Tus compañeras de cuarto no han venido contigo? –Pensó en las niñas que siempre la acompañaban. Tampoco sabía mucho de ellas. ¿Qué clase de vida escolar había tenido que ni siquiera conocía a la gente de su casa? 

Poco a poco las inquilinas originales de aquel dormitorio, y sus mascotas, fueron despertándose, Nimue, que hasta ahora estaba bastante cómoda recibiendo mis caricias, se relamió nada más se acercaron las siamesas y casi al instante saltó y se acercó a estas, observándolas.

- Sí, Morgana. -¿Morghi? Ya era suficiente con Dariel poniéndome motes extraños.- Vosotras... -Miré también a la que había tardado más en despertarse, la chica del pelo alborotado. Sabía que era de segundo, pero aún así no habíamos coincidido ni en clases ni en nada, así que la conocía de vista.- la verdad es que no sé vuestros nombres. -Volví la vista a las gemelas.- ¿Aunque para bien o para mal quién no ha oído hablar de las gemelas?

- La verdad es que no sé qué ha ocurrido con mis compañeras. Cuando llegué... no había nadie. Solo sangre y... -cerré los ojos y sacudí la cabeza rápidamente, tratando de hacer desaparecer aquella imagen de mi cabeza- simplemente no podía dormir allí sola. Siento haberme colado así sin más. -Mi mirada recorrió a todas las presentes, incluidas las gatas. A mi no me habría hecho ni pizca de gracia que alguien se colase en mi dormitorio.

Lo cierto era que no me había planteado el pertenecer desde ahora a aquel dormitorio. Suponía que todo se vería en lo que quedaba de día pero la idea no me desagradaba. Sabía que las gemelas eran buenas piezas, pero no me importaba en absoluto, de hecho, seguro que nos lo pasaríamos bien juntas.
De las otras dos chicas no sabía demasiado, pero la del pelo alborotado parecía simpática.

Orsolya, con la cabeza metida en el baúl toquetea las huevas larvarias, girándolas, palpándolas e inventándose la temperatura que desprenden al tacto. Realmente no sabía cuando eclosionarían, solo podía suponer que no tardarían mucho, pero que fueran horas, días o semanas, eso ya no estaba segura. Tenía ganas de ver si Abracitos y Retortijones mantenían las mismas peculiaridades que habían tenido antes de ser vilmente asesinados. Cogió las pieles que habían dejado atrás los cuerpos originales, como si fuera la muda de una serpiente y los manipuló. Sacó la cabeza del baúl y se quedó sentada en el suelo, haciendo algo con aquellos restos con agujeros de dientes.

Erzsébet se giró levemente para saludar a Daphne, buenos días señorita condimento de pepinillos, a la vez que levantaba una mano en señal hau indio. ¿Qué, como? ¡Eso no es verdad! Hay cosas que no sabemos, como por ejemplo que una niña de slytherin se cree mortífaga o que otra niña slytherin se transforma por las noches en un perezoso gigante. ¿Ves como no lo sabemos todo? Orsolya desde su sitio en el suelo miró duramente a su hermana, pero Erzsébet ni se dio cuenta.

Al acercarse Nimue, una de las siamesas se mantuvo quieta mirándola, mientras que la otra saltó de la cama y anduvo con paso de gata señoritinga alrededor de ella, valorándola. En aquel dormitorio las únicas otras criaturas de cuatro patas habían sido los hurones de Ardeen y eran unos trastos. Brândusha y Viorica esperaban que esta nueva incorporación no las diese demasiados quebraderos de cabeza, que ya tenían una edad...

Pues tú, que no sabes como nos llamamos, contestó Erzsébet a Morgana, y sacó el labio inferior haciendo pucheritos.

Orsolya terminó lo que estaba haciendo y se levantó. Tras guardar lo que fuera que había hecho en la cajita con llave, donde también guardaban ella y su hermana el diario, se acercó a las chicas. No pasa nada, dijo la pequeña de ojos azules. Puedes quedarte todo el tiempo que quieras, ofreció sin saber si sería tan sencillo que alguien cambiara de dormitorio. Se agachó para rascar a Nimue tras las orejas.

Daphne miró a Erzsébet con dulzura y sonrió ligeramente, como quien mira a un niño pequeño, a pesar de que la gemela era más alta que ella. La de cosas que se inventa. Le parecía asombroso que pudiera tener ese ánimo después de lo que había pasado. Pero era lógico, ella no había sufrido ninguna pérdida.

Luego se fijó bien en Morgana. La había visto tan poco, que sentía curiosidad por ella y por saber qué motivos había tenido para dejar su habitación y venirse a la suya. Lo lógico era quedarse con tus amigas y consolarse juntas, ¿no?

Pero, al parecer, sus compañeras no se habían presentado en el cuarto. ¿Qué habría sido de ellas? A la pobre Morgana se la veía tan afectada como a la propia Daphne, aunque tampoco había perdido a nadie, pues tenía a su gato con ella. Pero el choque con la sangre debió de ser espantoso.

- Tranquila. Puedes dormir aquí cuanto quieras. No vas a quedarte sola en tu cuarto después de todo –Si a ella le hubiera tocado estar sola tras la matanza, habría intentado colarse en cualquier sitio. ¡Hasta en la habitación de los chicos, si no encontraba otro lugar con gente!- Por cierto, me llamo Daphne –le dijo, ya que la chica les había confesado que no conocía sus nombres-. Yo sí conocía el tuyo, creo que en algún momento escuché a alguien llamarte por tu nombre. O a lo mejor lo recordaba del Sombrero Seleccionador... no sé.

Miró a la cama de Sara, que seguía igual de adormilada que antes, a pesar de que cuatro niñas y tres gatos estuvieran despiertos por ahí. A ella la oración de la noche anterior le había dado la paz que no le había dado a Daphne. La cara de la tejona parecía querer hacer pucheros al recordar a Nimu, pero pudo contenerse. No quería llorar delante de todas ellas y menos de la chica nueva. Así que se limpió los ojos con la manga del pijama antes de que la fuente se abriera del todo.

- ¿Es eso posible? -Miré entre asombrada y desconfiada a la gemela que acusaba a ciertas alumnas de Slytherin de asuntos peliagudos.- ¿Podría ser del grupete que fueron a la fiesta de Halloween disfrazados de mortífagos? -Resoplé, claramente desaprobándolo.- Menudos imbéciles. No sé cómo ningún profesor les dijo nada. -No es que fuese muy fan de seguir las normas, pero aquello me parecía muy irrespetuoso, por mucho que fuese Halloween.

Nimue no se inmutó cuando una de las gatas de las gemelas comenzó a andar rodeándola, siguió a lo suyo, y se acercó a la otra que aún seguía echada en la cama. Se sentó justo detrás de ella y con las almohadillas de las patas delanteras, comenzó a presionar el culo de la gata una y otra vez.

Miré a mi gata sin entender muy bien qué hacía (como de costumbre), y aunque me mantuve atenta por lo que pudiese ocurrir, no le dije ni pío.
- ¿Cómo os llamáis? Sí que creo haber oído vuestros nombres alguna vez, pero no soy buena recordándolos... - Comencé, volviendo la vista hacia la gemela de los pucheros, aunque aún mirando por el rabillo a Nimue.
Lo cierto es que lo anteriormente dicho era mentira. Para cotillear tenía que tener un mínimo de memoria. Y los nombres no se me daban excesivamente mal. Lo que odiaba eran las fechas. Malditas fechas... - Y gracias por dejar que duerma aquí. La verdad es que promete más que mi dormitorio original, pero no sé si dejarán que me quede... -No es que me llevase mal con mis compañeras, pero eran bastante pelmazo, casi parecían Ravenclaws. - Oh, y encantada. -Sonreí algo más animada mirando a Daphne.- Quizás escuchaste a mi hermano Dariel gritándome. -Mi sonrisa se volvió notablemente más ancha.

Sara abrió los ojos. La tranquilidad rodeaba su mente hasta que se vio perturbada por las horribles imágenes que habían pasado en el baile. Como un acto inconsciente, se llevó la mano a la cabeza, allí donde la lechuza había estampado su cuerpo muerto. Empezó a cepillarse varios mechones con los dedos al tiempo que se incorporaba con la mirada perdida.

Tengo que lavarme la cabeza, tengo que lavarme la cabeza...

Un maullido o ronroneo que no conocía hizo que saliera de su mundo y conectara con la realidad. Daphne y las gemelas estaban allí, pero había una muchacha que sólo conocía de vista. Sus ojos legañosos observaron sin disimulo a la muchacha. Reconocío que era de su curso.

Se levantó y se movió hasta la cama de Daphne, en la cual se metió y procedió a abrazar a su amiga desde detrás.

Hola dijo a la otra muchacha. Yo me llamo Sara. ¿Te has mudado al cuarto? Me suena de haberte visto en el gran comedor o en la sala común, pero no me se tu nombre...

Erzsébet dejó sus pucheritos para preguntar: ¿qué? ¿iban de mortífagos? Pero como se puede ser tan prostidiot, dijo usando una de sus palabras inventadas en rumano que venía a ser tonto e idiota a la vez. Esos al nacer en vez de caer en mano de médicos, cayeron directamente a una marmita mágica de agotattem. Luego como si nada, ¿de quienes estamos hablando? Yo solo vi al que siempre anda con cara de limón, ¿quienes eran los otros? Con los disfraces de bolsa de patata de yute, de terror de la naturaleza y de mendiga celebrando su primera luna que llevaban los acompañantes del agrio, le resultaba difícil a Erzsébet saber quienes eran los tres que iban de mortífago aparte de Lincoln.

Orsolya se apartó de la cama, dejando que las gatas se conocieran y se puso al lado de Daphne, enfrente de Morgana y Erzsébet. Yo soy Orsolya, sonó Órsola, y mi hermana es Erzsébet, sonó Ézebe. Orsi y Erzy, simplificó Erzsébet.

¿No compartías habitación con Hannah Rent?, preguntó Orsolya. ¿Es verdad que se duchaba sin quitarse las bragas?

Cuando Sara se levantó, las gemelas giraron la cabeza. No sabían si darle el pésame por la muerte de su amigo invisible o mejor quedarse calladas. Hola, saludaron ambas, levantando una mano. Al meterse la niña en la cama les vino a la cabeza lo que hacían los gatos recién nacidos para marcar como suyos a los dueño, darles empujoncitos con la cabeza o lo que hacían los perros para marcar territorio. Sí, estaba claro que Sara era la niña más rara de la escuela.

Brândusha dejó a Nimue hacer, la gata parecía bastante más joven que ella; que tratara de congraciarse con ella tenía sentido, pero aún así no iba a rebajarse a levantar su zona trasera y alzar la cola para dejarla acceso. Viorica terminó de revisar a Nimue de lejos, maulló y Brândusha se levantó y saltó de la cama. Las dos se marcharon de la habitación con paso de gatas de pasarela.

Los estómagos de las pequeñas volvieron a gruñir, esta vez en sintonía. Fue la señal para que ambas se olvidaran de que estaban manteniendo una conversación, se sacaran los camisones por la cabeza, quedándose en bragas y cogieran los neceseres y ropa de clase antes de marcharse a la ducha.

Moví la mano a modo de saludo cuando despertó la última de las alumnas que dormían allí.

- Hola, yo soy Morgana. No sé si me mudaré definitivamente, la verdad es que ha sido todo muy rápido y simplemente vine aquí, sin permiso ni nada. -Me encogí de hombros, era una explicación bastante pobre, pero era lo único que podía decir porque realmente no sabía qué pasaría a partir de aquel día.

Cuando volvió a hablar una de las gemelas, me quedé un rato pensativa.

- La verdad es que no lo sé. Solo escuché que había un grupete de primero que iban de mortífagos, o que al menos lo habían intentado. -Solté una carcajada. De repente me encontraba más animada. El hecho de que quisieran hacerse "los graciosillos" y que les saliese el tiro por la culata era bastante lamentable.

Orsolya y Erzsébet. Bueno, no podía culparme por no recordar los nombres tras haberlos escuchado de refilón, si es que alguna vez lo había hecho. Pero nadie podía negar que no tuviesen personalidad.

- Sí, es cierto. Y se excusa diciendo que es sonámbula, pero si os soy sincera, no me lo creo. -Negué con la cabeza, haciéndo énfasis en la negativa.- Creo que le da cosilla que los elfos toquen su ropa interior. -Me encogí de hombros y continué.- Es muggle. No es que sea malo, yo misma soy mestiza, pero supongo que no es buena la primera impresión que da un elfo doméstico. Si lo miras desde los ojos de un muggle, son bastante raros. Y feos.

Daphne miró extrañada a Morgana-. ¿Mortífagos? No sé, no me fijé en ninguno. Éramos tantos... –Erzy habló de un alumno con cara de limón que, al parecer, sí había elegido ese disfraz tan poco acertado. Pero ella había estado más centrada en la gente que conocía.

Y, como no, Orsi comenzó con los cotilleos. No podía pasar más de una hora sin que una de las dos soltase alguno. ¿Que Hannah Rent se ducha con las bragas puestas? Lo mejor de todo era que, al parecer, estaban en lo cierto. La propia Morgana lo confirmó-. Jopé, qué rara -Intentó recordar quién de las chicas era Hannah, pues siempre confundía a las compañeras de Morgana. Por alguna razón, a su nueva compañera siempre la distinguió a la perfección.

- Dariel... Ah, sí. Va a Gryffindor, ¿verdad? –Alguna vez había oído hablar de él en los baños del colegio, aunque no sabía que era el hermano de Morgana. Era increíble, con la cantidad de cotillas que había en ese colegio, que no supiera más cosas de la gente de su propio curso.

Escuchó un ruido detrás de ella. Se giró y vio a Sara levantándose. Se alegró un montón, porque tenía muchas ganas de estar con su mejor amiga. En cuanto Sara se acercó a la cama de Daphne, la diminuta niña se subió para recibirla a ella y a su abrazo-. Buenos días, dormilona. Menuda noche he pasado. Tu oración me ayudó a quedarme dormida, aunque me he estado despertando bastante. Echo tanto de menos a Nimu... -Sus ojos comenzaron a brillar de nuevo, así que volvió a usar su manga como pañuelo para secarlos.

Y, mientras, las gatas, ajenas a cualquier conversación humana, se conocían entre ellas haciendo cosas raras.

- Sí, de Gryffindor. Pero no os dejéis camelar, es un mal bicho. -Cuanto más lo pensaba, más lógico me parecía que Dariel hubiese acabado en aquella casa y yo no. Aquel sombrero realmente sabía lo que se hacía.

Escuchar el nombre de la mascota de Daphne, la cual debió de perder en el terrible ataque de anoche, hace que me sienta de algún modo culpable. Mi gata tiene un nombre demasiado parecido al de su mascota, aunque estaba claro que nada podía hacer al respecto. Ella había nacido con la cara para aquel nombre, además de que ya lo tenía desde hacía años, no es como si se lo pudiese cambiar.

- Yo me voy al Gran Comedor, empiezo a notar el estómago demasiado vacío. Nos vemos allí, ¿vale? -Luego me acerqué a Nimue y tras arrascarle detrás de las orejas, le di un beso en la cabeza.- Y tú a ver qué haces.

Le lancé una última mirada desafiante a mi gata y desaparecí por la puerta.

Orsolya fue la que se quedó cavilando con el asunto de los alumnos disfrazados de mortífagos. Su hermana era muy despistada a veces y era cierto que veces le costaba enterarse de las cosas más obvias, inventándose todo a cambio. El de cara de amargo era Lincoln, el rubio de Slytherin. Cada vez que le veía estaba con la chachi pandi formada por Ithan y Kendra, quienes solo prestaban atención a sus propias pestañas, como dos adultos estultos que solo bebían el aliento uno del otro. La cuarta que completaba aquel grupo era lamentablemente Asterope, que parecía seguirle el juego a los otros tres. Una pena que la niña no hubiese acabado en Hufflepuff, se podría ahorrar muchos disgustos y conversaciones carentes de ingenio, que ninguno de sus tres compañeros podrían ofrecerla. ¿Era posible que los niños tórtolos y Astro fuesen los otros que iban de mortífagos? El corte de sus capas así parecía confirmarlo... Ya sé quienes son, sentenció Orsolya en voz baja. Trataría de que su hermana no se enterase que Asterope había sido tan indolente como para disfrazarse de algo que significaba mucho sufrimiento para Hogwarts. Orsolya era de las que perdonaba, Erzsébet no.

Erzsébet que no había escuchado a Orsolya porque estaba pendiente de lo que decía Morgana sobre Hannah, se rio. ¿Sonámbula? Jaja, qué mal miente. Pues si supiera que las elfas a veces se ponen nuestras bragas no sé si dejaría de usarlas, dijo, riéndose de nuevo.

Orsolya miró con frialdad a Morgana. Los elfos no son feos, son muy especiales y bellos, dijo cruzando los brazos. A diferencia de los humanos, es difícil encontrar uno que no quiera ayudarte.

Cuando las gemelas ya salieron de la ducha, vestidas con el uniforme del colegio, Morgana ya se había ido. Se sentaron en la cama donde se se trenzaron los cabellos una a la otra, mientras aguantaban las ganas de salir a escape al comedor. Llenaron sus muchilas con lo necesario para el día y con cosas que seguramente no necesitarían pero que siempre era importante llevar. Despidieron a los huevos de ciempiés que seguían palpitando al fondo del baúl, y dijeron adiós con las manos a Sara y Daphne. Se marcharon corriendo.

Daphne no tenía la misma opinión de los elfos que Orsolya. Si bien era cierto que no asustaban para nada y sí son amables y especiales, lo de bellos no lo compartía. Pero, claro, la belleza es subjetiva. Igual que a ella no le parecía guapo Booky, su despampanante acompañante del baile seguramente pensaba lo contrario.

- Hasta ahora, nos vemos –Despidió a Morgana cuando se fue al Gran Comedor. Daphne se quedó un rato en los brazos de Sara, mientras las gemelas fueron a ducharse. Era pura tranquilidad la que sentía y necesitaba esa calma-. ¿Qué tal estás tú, Sara? ¿Sigues mal por lo de tu cabeza? –Le miró el pelo. Se lo había lavado bien la noche anterior y no tenía restos de sangre.

La gata de Morgana se estiró en todo su esplendor hacia adelante, amasó un poco la colcha de la cama y se tumbó en ella. Tras acicalarse las patas delanteras, cerró los ojos y se echó a dormir. Las siamesas habían desaparecido hacía un rato. Y justo entonces salieron las gemelas del baño. Mientras ellas se peinaban y cogían sus cosas, Daphne seguía hablando con Sara-. ¿Crees que habrá algún tipo de ceremonia para todos? Ayer los prefectos dijeron que los elfos les darían un funeral, pero no sé qué harán exactamente.

En cuanto las niñas salieron hacia el comedor, Daphne las despidió con la mano y se fue a duchar ella. Una vez salió, preparó las cosas de clase y se marchó a desayunar también-. Voy al Gran Comedor. ¿Te vienes conmigo, Sara?

Sara rezaba mentalmente mientras apoyaba las manos en Daphne. Pedía a Dios que le diera consuelo a su amiga, que sanara su corazón y le devolviera energías, así que no participó en la conversación. En esos momentos, que un elfo se pusiera las bragas de una gata no le importaba, aunque le sonaba raro.

Bueno, La Virgen me ha acompañado en mis sueños, pero han sido tristes contestó a la pregunta de su amiga. Seguramente hagan algo, hay que despedirse de ellos hasta que nos volvamos a ver cuando los ojos de Daphne brillaron, Sara empezó a llorar, pero como no quería que su amiga la viera, se secó con la manga del camisón y se levantó. Se fue corriendo al baño.

Me ducho y bajo, ahora te alcanzo comentó. Tardó poco en asearse, vestirse y salir de la habitación

A pesar de que les había dicho a las demás que las vería aquí, los ojos se me cerraban, por lo que nada más entrar me cambié de ropa de manera totalmente automática y me metí en la cama que a partir de ahora me pertenecía.

- ¡BUENAS NOCHES! -Grité, por si acaso alguien venía siguiéndome los talones. Aunque fuese cuestión de segundos que el resto llegase, sabía que en cuanto cerrase los ojos caería KO.

Sube que sube, sube al desván, sube al desván de la fantasía, iban cantando las pequeñas según subían las escaleras a su dormitorio. A la salida del comedor se habían encontrado con Astro de Sirope, la muchachita slytherin que mejor les caía, bueno, mejor a Erzsébet que a Orsolya huelga decir. Descubrir que su varita se había roto había puesto de mal humor a Erzsébet al principio, pero al final decidió que aquello debía significar que a partir de entonces eran hermanas de varita rota, algo muy importante a su parecer; algo que a Orsolya le chirriaba muchísimo. ¿Debía Orsi decirle a su hermana de qué se había disfrazado de verdad Asterope la noche anterior? ¿Como reaccionaría?

Abrieron la puerta y vieron que Morgana ya se metía en la cama. Buenas noches, Morghie, dijeron ambas, que aún tenían cosas que hacer antes de cobijarse bajo las sábanas.

Se quitaron la ropa sucia que había acabado así tras la búsqueda de ciempiés con Kelly y Willow. Eran dos chicas geniales, tan geniales que no entendían que no hubieran acabado en h-tejon, la casa de la gente realmente guay. Ambas habían decidido adoptar sendos ciempiés, así que a partir de ahora podrían instaurar en el colegio un nuevo club. Habría que buscar un nombre.

Cogieron sus camisones y se metieron al baño. Se lavaron a conciencia, a sabiendas que ir cochinotas de día tenía un pase, porque al fin y al cabo ¿qué niño no era niño si no acababa de barro hasta las cejas de vez en cuando?, pero que meterse en la cama con pelotillas en el ombligo sí que no.

Cuando salieron y se metieron en la cama juntas, se quedaron mirando a Morgana. Era bueno tener una nueva compañera de habitación que parecía guay. Hubo un momento al principio de curso que cuando las niñas se fijaron en los compañeros de su hermano y empezaron a ver como eran, que sintieron vergüenza por estar en una casa tan patética. Pero ahora las cosas parecían empezar a remontar. ¿Hasta cuando?