Partida Rol por web

Tu has entendido.

"La pelota salta y bota"

Tu has entendido.

"Arriba y abajo, es la cocina de duendes"

Comienza a deambular por la clase.

- Bien, supongo que para empezar a hablaros de las costumbres centauricas he de hablaros un poco de los origenes de nuestro pueblo. En el principio, cuando aun no se habia establecido el codigo del secreto magico, cuenta la leyenda de que los dioses primigeneos dotaron de inteligencia a todos los seres de la tierra. En un principio todo fue bien, sin embargo pronto hubo conflicto entre las distintas razas. Sin embargo, niños -se gira para mirar a la clase con un brillo soñador en la mirada- no todo fueron malos momentos.

Si fuera de noche os mostraria exactamente las estrellas, pero cuenta la leyenda que el amor surgio entre las razas equina y hominida. No penseis en los actuales humanos ni caballos, no. Recordad que aquel era tiempo de heroes y leyendas. Wheen y Polie, una humana y un caballo se enamoraron, pero no podian tener hijos.

Tras rogar a los sumos sacerdotes de ambas especies y que tras muchas plegarias ambos realizaron un ritual conjunto para hacer llegar su ruego al panteon de dioses y diosas. Mas alla de las nubes, mas alla del cielo, detras de la sonrisa lunar, junto al sol.

Los dioses oyeron y descendieron y vieron el horror de la batalla. Casi sin creer que el bien pudiera existir cuestionaron.

- "Hablais de amor, hablais de sentimientos, pero no haceis mas que destruir nuestra obra ¿Osais mentir ademas de mataros y romper todo lo que hemos creado?"

Los dioses enfurecidos a punto estuvieron de devastar todo cuanto estaba a su paso hasta que vieron aquello por lo que habian sido llamados. Wheen y Polie alli se encontraban, en medio de la oscuridad del odio como un farol que iluminaba. Pararon a observarlos y vieron que lo que habian creado era bueno. Pronto pudieron ver que este fenomeno no era unico y que estos faroles se extendian a lo largo de la inmensidad de la tierra.

Tras esto tomaron la decision de castigar a las razas y premiar a los justos. Quitaron el raciocinio a todos excepto a estos ultimos.

A Wheen y Polie se les premio dandoles dos hijos. Dos hijos que serian la union de sus corazones, medio caballo, medio hombre. Estos se llamarian Adamo y Evelin.

Termina su relato con una sonrisa mirando a la clase escrutando sus reacciones.

Entonces, podemos afirmar que para los centauros que se guíen por su cultura ancestral, los humanos y ustedes estamos de una manera muy clara, hermanados y de necesitar la ayuda mutua deberíamos de dejar atrás nuestras diferencias para ayudarnos, no es cierto.

Había sacado muchas conclusiones de aquella reconstrucción de la leyenda que les estaban contando, y aunque tenía dudas sobre a quienes se les quito la capacidad de razonar, y porque la seguían teniendo algunas especies, que en principio no casaban con lo que proponía dicha leyenda, había algo que le gustaba de todo aquello.

Y era que le daba la sensación de que con dichas palabras la profesora adjunta Pella pretendía hacer nacer el sentimiento de hermandad entre centauros y humanos.

Le parecía una idea excelente, pero sospechaba que, como en cualquier grupo numeroso, habría quien considerara que los humanos eran peligrosos, y no faltos de motivos, y que prefirieran mantenerse alejados de los mismos. Y que la profesora podría representar al grupo con la visión antagónica. Y sin duda en medio de esas dos corrientes de pensamiento estaría el grueso de los centauros, sin querer posicionarse hacia cualquiera de los dos lados.

No obstante, pretendía construir un puente ahora que se les habían tendido las primeras ayudas, porque si quería creer y creía en algo, era que si había un fin común todos los seres sintientes podían arrimar el hombro y hacer grandes cosas.  

Cuando la centauride comenzó a contar la historia inconscientemente eché el peso de mi cuerpo un poco hacia adelante, escuchando con curiosidad sus palabras. Poco a poco, según fue desgranando el relato, fui dándome cuenta de que no se trataba de más que una leyenda. Al principio, cuando había llegado al colegio años atrás, me había frustrado un poco que tantas cosas importantes se explicasen simplemente con cuentos como este, que no creía que fuesen para nada reales. Sin embargo con el tiempo le había ido cogiendo el gusto. Además... Quién sabía si la propia Pella no pensaría que se trataba de una historia real. Y desde luego no sería yo quien le dijera lo contrario.

Todo el relato me pareció fascinante. No sólo por las cosas que contaba, sino por la intención que ponía a cada palabra. Y cuando terminó, dejándolo tan abierto en el aire, como si eso fuera el principio de otra historia, me quedé con ganas de saber qué había pasado con esos supuestos hijos, si es que ellos mismos se habían reproducido y con el tiempo el linaje de ambos se había extendido por la tierra. Pero no era a eso a lo que habíamos venido, sino a conocer un poco de sus costumbres y manera de actuar. Por eso guardé silencio, esperando a que la criatura decidiera continuar con una expresión agradecida en el rostro.

La centauride se dispone a responder a Alister cuando la chica conocida como Astrid realiza una suave genuflexion extendiendo un brazo y cruzando el otro por delante de su torso. La primera la sonrie y deja caer su brazo derecho con delicadeza elevando su mano levemente a modo de respuesta. Astrid se retira.

- Joven alumno, como bien dices los centauros y los humanos estamos hermanados y por tanto no deberiamos luchar. Tambien he de decirte -añade esto con una risa cantarina- que somos muy orgullosos y muy ceremoniosos, por eso quisiera que la joven dama Astrid hablara en mi nombre brevemente.

Acto seguido la centauride mira a Astrid y realiza otro movimiento de brazo pasando el derecho frente a ella y elevando un poco la mano hacia el torso dandole paso a la muchacha.

Esta se adelanta realizando un ultimo de cuello hacia la centauride.

- La creencia centaurica es mucho mayor que esa, Pendragon. La leyenda centaurica habla de una comunion a nivel mundial. Remontandose a antiguos mitos se dice que los dioses centauricos cogieron la materia, los atomos de los descendientes de Quiron hablaron a Democrito, y con ella crearon todo lo que existe ahora. Cosa que hace pensar a muchos centauros que realmente todos somos parte de un todo y que nada nos diferencia de todo.

Pella coloca una mano en el hombro de Astrid sonriendole, esta le vuelve a saludar con el movimiento de cabeza y volviendo a su posicion en el grupo, donde la peliroja le recibe con una risita algo infantil.

El profesor Kettleburn aplaude ante la explicacion de la joven Ravenclaw anunciando que estos habian ganado 5 puntos. A continuacion Pella le aplaude brevemente tambien viendoos muchos a acompañarles en el breve aplauso por su explicacion. Cuando las palmas se calman Pella prosigue la clase.

- No creo que ninguno de los potrillos de nuestra aldea sepa explicarlo mejor. Volviendo al tema principal de la clase de hoy, como tratar con un centauro, habreis podido observar como la joven dama Astrid hemos realizado todo un baile de señas. Que no os resulte extraño, como he dicho antes los centauros somos muy ceremoniosos y muy orgullosos. Si no se cumple el protocolo podeis incurrir en una falta bastante grave y enfurecerlos a ellos y a su aldea, por lo tanto os voy a enseñar como entablar una conversacion y como pedir y agradecer las cosas. En primer lugar cuando os encontreis con un centauro debeis realizar el saludo de la paz. Joven dama Elektra ¿Me concederiais el honor?

La peliroja se lleva una mano a la boca llena de verguenza, pero pronto se ve empujada por Astrid y acaba frente a la centauride que prosigue la clase.

- Para realizar el saludo es muy sencillo. Abrir los brazos hacia el cielo de esta manera -levanta los brazos y la Weasly la imita- de esta manera mostrais que vais desarmados y que vuestras intenciones no son belicosas. Si portais armas primero debeis desarmaros o se puede considerar una amenaza.

Cuando querais solicitar algo debeis bajar vuestras patas delanteras de esta manera -se giran ambas hacia la clase y Elektra traduce los movimientos equinos a cuerpo humano- y seguido a ello elevar vuestro brazo derecho con la palma de la mano hacia arriba, el izquierdo cruzando el pecho y bajais levemente la cabeza. Cuanto inclineis las patas y el cuello demostra vuestra necesidad o respeto, por ello tened en cuenta siempre con quien hablais o lo que pedis.

Vuelven a posicion neutra.

- Si se os concede aquel al que se lo solicitais pasara su brazo derecho por su pecho de esta manera. Si no simplemente os enseñara la palma con el brazo estirado, aunque si os lo concede pero teneis que esperar dejara caer el brazo con la mano muerta. Por ultimo si os estira el brazo con el puño cerrado es señal de que se os deniega y habeis ofendido al centauro con esa peticion. Bien, gracias joven dama. Por favor practicadlo por parejas y luego probareis conmigo. Porfavor jovenes damas, no practiqueis juntas y ayudad a vuestros compañeros alumnos.

Dejando que os organiceis la centauride se acerca a hablar con el profesor Kettleburn.

La historia de la centauride me pareció, no solo interesante, si no también muy hermosa, hablaba de colaboración de respeto y de tolerancia. Me parecían valores importantes y muy necesarios, sobre todo teniendo en cuenta cómo, la falta de esas enseñanzas afectaba tanto a muggles como a magos.

Presté atención al saludo fijándome en los movimientos para intentar reproducirlo con exactitud, pasara lo que pasara no quería ofender nunca  a un centauro. Cuando la profesora invitada nos pidió que practicáramos en parejas, me giré hacia Alice con una sonrisa.

-¿Preparada hermanita o prefieres practicar con otro?

Tanto la leyenda de la centauride como sus explicaciones sobre sus gestos protocolarioas me resultaron muy interesantes y lo escuché todo con atención, memorizando los movimientos según los iba viendo.

Dediqué una mirada de curiosidad a Astrid y Elektra. Me preguntaba por qué conocían a la centauride y si la frase que ella les había susurrado al oído habría sido algún mensaje en clave. No parecía tener demasiado sentido que fuese otra cosa. Era todo un poco raro.

Las palabras de Charlotte llamaron mi atención y me giré hacia ella, dudando. En cualquier otro momento habría aceptado su propuesta sin dudarlo ni un segundo. Me costaba relacionarme con la gente y no se me ocurría alguien mejor para practicar que mi gemela. Pero lo cierto era que había estado dándole vueltas a algo y parecía el momento ideal para empezar a llevarlo a cabo. 

Con una disculpa en la mirada miré a mi hermana de forma significativa, esperando que ella entendiese que había algo más de lo que podía decir en esos momentos. - Oh, si no te molesta creo que practicaré con Ingo. Al ser más alto será mejor, para verlo desde otro punto de vista. - Sabía perfectamente que no tenía mucho sentido lo que estaba diciendo y que Charlotte comprendería que sólo era una excusa. Pero también esperaba que lo dejase correr por ahora, hasta que pudiera hablar con ella a solas. 

Con una última mirada de disculpa hacia ella me acerqué a Ingo y ladeé la cabeza al mirarlo con una pizca de timidez. Lo conocía porque trabajaba algunos días antes del curso en nuestra librería, pero durante el tiempo en Hogwarts tampoco solía coincidir demasiado con él. - ¿Quieres practicar conmigo? - Pregunté, con una pequeña sonrisa y tratando de apartarlo un poco del grupo, lo justo para poder susurrar sin que nadie alrededor me oyese. 

Alister se vio privado de una respuesta por parte de la profesora, por una explicación más completa de Astrid, pero no satisfizo del todo su necesidad de entender lo que la clase representaba.

Tanto importaba lo que dijeran las leyendas, como el sentido por el cual se explicaban, y rápidamente la clase se enfilo hacia algo más fácil de entender, menos etéreo.

Asimilo los gestos, los que tenían que practicar los humanos, y procuro traducir el porqué de cada uno a la anatomía de los centauros. Eran gestos simbólicos, desviando la atención de la palabra verbal, y aunque le parecía extraño, quizás porque para los humanos el habla era fundamental, no dejaba de tener lógica.

Físicamente uno demostraba muchas cosas sin necesidad de hablar, enfado, tristeza, miedo. Eran sensaciones que si bien no necesitaban un estudio podían explicar cosas de manera natural. Y por lo que podía ver los centauros habían amplificado ese conocimiento hasta el punto de convertirlo en todo un entramado de códigos y costumbres muy estrictas.

Alister se giro hacia el compañero que tenía a su derecha y empezó a practicar. Y mientras asumía que cada gesto no debía de ser mas que una reflejo de sus intenciones, procuro que estas fluyeran desde su corazón.

Seguramente en algún momento de su vida necesitaría hacer uso de estas habilidades concretas.  

Cuando la centauride continuó hablando observé escuché sus nuevas palabras con atención, y la intervención de Astrid me pilló un poco por sorpresa. Sí que debían conocerse como para que le ayudase de esa forma con la clase. Cuando luego la criatura continuó hablando me asentí levemente a pesar de que nadie me estuviera mirando, en señal de que entendía lo que decía. Las lenguas de signos eran más o menos comunes entre muggles, no era descabellado pensar que algunos seres mágicos también las utilizaran. Sin embargo la manera de hacerlo, tan ceremoniosa y cargada de importancia, dejaba bien claro que nos estaban dando unas herramientas muy valiosas.

En el momento en que nos propuso practicar por parejas me dispuse a buscar a alguien que lo hiciera conmigo, quizá Larry o alguno de los otros. De modo que cuando Alice se acercó a mí me pilló un poco extrañado. De haberse tratado de otra persona probablemente me habría parado a pensar en qué podría estar tramando, pero la chica nunca me había hecho nada malo, y su familia me había ayudado más de lo que yo podría pagar.

- Claro, por supuesto. - Respondí intentando que no se notara demasiado mi incomprensión acerca de por qué no practicaba con Charlotte. Al fin y al cabo eso sería lo habitual. Mientras nos apartábamos de los demás un poco mi cabeza seguía pensando en los movimientos que debíamos practicar, y en ese momento me di cuenta de algo bueno: si alguien recordaba sin dudas todos los gestos sin mezclar unos con otros, esa era Alice.

Empecé a practicar con Ingo, comenzando por el movimiento que la centauride había explicado como el de saludo, levantando los brazos abiertos hacia el cielo. Y mientras tanto moví los labios rápidamente en un susurro, esperando que nos hubiéramos apartado lo suficiente como para que mis palabras no se escuchasen. 

- Oye, Ingo... - Titubeé durante un instante, sin estar segura de cómo y cuánto explicar y sin sentirme cómoda del todo acercándome así a él, para finalmente decidirme por ser lo más clara posible. - Tengo que hablar contigo. - Dije entonces, buscando su mirada con seriedad, esperando que no me tomase a broma. - Es importante. - Tras ese primer movimiento empecé a repetir el que nos habían mostrado para pedir algo imitando el gesto de bajar las patas delanteras como había visto hacer a Elektra y después elevé el brazo derecho con la palma hacia arriba. Crucé el izquierdo en el pecho y bajé la cabeza, aprovechando la inclinación para hablar de nuevo, en un susurro aún más tenue. - Después de la cena, en el pasillo del cuarto piso. Hay un lugar donde en ocasiones aparece un punto brillante en el muro. ¿Podemos vernos allí? - Tras terminar la petición, levanté la mirada, buscando de nuevo sus ojos.

A pesar de saber que no tenía ningún tipo de coherencia, lo primero que hice cuando Alice empezó a hacer sus gestos fue imitarla. Si quería poder mantener una conversación a través de esos signos más valía familiarizarme con ellos primero. Levanté ambos brazos unos segundos después de ella, mirándola atento, y cuando habló con ese tono de voz mis ojos la buscaron, intrigados. Empezaba a pensar que había una intención en esto, y la única explicación que se me ocurría era que le gustase a Charlotte, o algo parecido. Y esperaba que no fuese así, porque no sería algo recíproco ni por asomo. También estaba la opción de que fuese Alice a quien le gustase, pero no la imaginaba dando un paso tan grande de sopetón.

Ya cuando añadió Es importante, mirándome de esa forma, se me quitaron esas ideas de la cabeza. Y más aún al citarme después de la cena. Alice, la perfecta estudiante, proponiendo estar fuera a la hora en que supuestamente dormíamos. Quizá era algo grave. Puede que tuviera que ver con sus padres, o algo así. Lo cierto es que no se me ocurría otra cosa. O quizá Dietrich y los otros les habían estado haciendo la vida imposible por meter un negro en su tienda. En ese caso sólo esperaba que no les hubieran hecho nada malo ni a ellas ni a su familia. Si el trato que teníamos tenía que cancelarse, bueno... Era algo con lo que podía vivir, pero como les hubieran hecho daño por mí ya sería algo muy distinto.

Cuando me quise dar cuenta mis movimientos se habían vuelto mucho más vagos e imprecisos, y me decidí a ponerme las pilas. Sin embargo la miré, con la preocupación reflejada en los ojos.

- Me estás asustando un poco. - Confesé. - ¿Estás bien? ¿Ha pasado algo?

Al escuchar su respuesta pensé que quizá me había pasado de solemne. Pero es que no se me daba demasiado bien tratar con la gente y menos siendo yo quien abordase a alguien. Me esforcé por dedicarle una pequeña sonrisa tranquilizadora. - Sí, sí, estoy bien. - Dije, mientras pasaba mi brazo derecho por el pecho para después dejarlo caer con la mano muerta, con el gesto que nos habían enseñado para conceder algo pero teniendo que esperar, y miré a mi alrededor rápidamente para asegurarme de que nadie estuviese prestándonos atención. - Pero no te puedo explicar nada ahora. Esta noche, ¿vale? - Prometí. Entonces mis ojos se detuvieron en una de las chicas de Gryffindor y añadí algo más. - ¿Puedes avisar a Tracy para que venga también? - Pregunté en voz muy baja, mientras volvía a comenzar el movimiento anterior, elevando el brazo derecho, cruzando el izquierdo e inclinando la cabeza.

La respuesta de Alice no me tranquilizó en absoluto. Más bien hizo que me preocupase más, y más aún al mencionar a Tracy. La chica siempre había sido buena en Duelo, y había sido la primera en saltar para defender a quien hiciera falta. No sabía qué estaba pasando, pero cada vez me gustaba menos. Sin embargo estaba claro que Alice quería esperar. Y si era algo tan importante como para todo esto probablemente fuese por algo. Así que con un suspiro resignado imité su gesto, pasando mi brazo derecho por pecho, pero sin llegar a dejar caer la mano muerta. O mucho me equivocaba o eso servía para aceptar lo que decía.

- Yo la avisaré. - Le dije, dedicándole una mirada que indicaba que no me quedaba conforme, pero que aceptaba el aplazamiento. Mientras luego hubiese una explicación, claro. - ¿Necesitas alguna otra cosa, o que lleve algo? - Pregunté, sin saber exactamente qué ofrecer al no tener ni idea de qué se trataba todo.

Sonreí al ver que había salido todo bien y negué con la cabeza suavemente mientras volvía a comenzar por el movimiento de saludo, alzando los brazos. - No. No hace falta que traigas nada. - Respondí en un susurro antes de añadir algo más. Algo importante. - Pero no se lo cuentes a nadie más, por favor, sólo a Tracy. - En mi mirada seria podía verse claramente que esto me parecía muy importante.

Tracy llevaba observando en silencio la clase desde el momento que había llegado, tarde, y se había colocado en un segundo plano entre la marea de gente para pasar desapercibida. Y lo había logrado, vaya que sí, dado que ninguno de sus compañeros se había dirigido a ella y tampoco lo había hecho el profesor Kettleburn, ni siquiera cuando empezaron a hablar de los duendes y el conflicto en ciernes. No había hecho caso a su mano levantada, a pesar que la pregunta había ido apuntada a Ingo, una mano que Kettleburn bien sabía que lo estaría. Los labios de la Gryffindor se apretaron ligeramente, mientras sus ojos de azul noche pasaban a oscurecerse, pero no dijo nada. Comprendía que quizás el profesor sabía lo que ella respondería, y que quizás lo que quería evitar era que lo expresara en voz alta. Porque no pocas veces cuando Tracy hablaba, por mejores intenciones que tuviera, las cosas no terminaban bien.

Sobre todo, tenían todas las chances de terminar mal en este nuevo inicio de año. Tracy no había cambiado, salvo para aumentar pecas en su rostro, pero daba la impresión que había vuelto a Hogwarts incluso más directa, falta de tacto e impaciente que nunca. Su mirada estaba posada en la centauride, registrando toda su explicación y movimientos, pero sus pensamientos parecían estar en otro sitio. No lo suficiente para ofender a la orgullosa criatura, ciertamente. Sí lo suficiente para desentenderse de la maravilla de su relato, de la solemnidad de su protocolo, y de la emoción de aquella novedad impensada. Novedad, sí, como Alice Battletower abandonando a su gemela en pos de Ingo, con una excusa más salida de una novela rosa que de la realidad.

Tracy siguió a la Ravenclaw con la mirada, con cierto interés, y luego la dirigió hacia Charlotte.

- Parece que hemos sido abandonadas. Podemos llorar juntas, si lo deseas - dijo con cierta ironía mientras se acercaba a la pelirroja, haciéndose notar por primera vez en todo ese rato - ¿Qué te parece?

La Gryffindor acompañó sus últimas palabras abriendo los brazos y elevándolos hacia el cielo. Parecía que, extrañamente, sí había prestado atención. Aunque eso no era noticia. Tracy parecía prestar atención a todo.

Miré a mi hermana con expresión extrañada, las cejas alzadas y los ojos muy abiertos, no era que me molestara que quisiera practicar con Ingo, es que me sorprendía. Entre sus miraditas a Tom Riddle y esto, estaba empezando a preocuparme. ¿Desde cuándo le importaban a Alice los chicos? Fruncí el ceño deseando que el día acabara para cazarla a solas, interrogarla y saber que narices se traía entre manos.

Mientras le daba vueltas a su actitud me distraje una vez más hasta que escuché a Tracy hablarme.

-Eh Tracy perdona, estaba distraída.- Sonreí alegre de tener compañera para la prácticas, la verdad es que no estaba acostumbrada a tener que buscar. Me llevé una mano a la frente, toda dramática y sobreactuando.- ¡Oh me siento abandonada! Préstame tu hombro para llorar desconsolada.- Justo después comencé a reir.- Vale, ya pasó. Encantada de practicar contigo. –Alcé los brazos imitando los movimientos que había visto y que ahora todos repetíamos, con mejor o peor fortuna.