Partida Rol por web

En cuanto tuve un rato libre pensé en buscar a Alan. Normalmente habría acudido al campo de quidditch, o a los alrededores de su Sala Común hasta que algún Hufflepuff que entrase o saliera pudiera avisarle si estaba dentro. Sin embargo, por suerte, eso ya no hacía falta. Fui al baño, saqué el espejo que desde hace unos días poseíamos, y susurré.

- Alan... - Dije, y no tardé en insistir. - Alan... ¿Estás libre?

Alan se encontraba enseñando a algunos jóvenes promesas de Hufflepuff, y de otras casas si es que se acercaban a echar un vistazo, algunos trucos de quidditch. Él no era típico alumno al que le gustaba la segregación por casas, todo lo contrario. Creía que las cuatro casas debían apoyarse porque en todas había carencias y fortalezas. Juntas podrían aprovecharse de las fortalezas mejor y solventar las carencias.

Se encontraba en medio de una acrobacia cuando el aviso del espejo hizo que se despistase algo. Vaya... Comentó, sonriendo a los presentes quitándole importancia al asunto. Cualquiera puede tener un fallo. Si eso ocurre, simplemente recuperad el equilibrio y nunca os deis por vencidos, aunque parezca que todo está perdido.

Practicad en parejas, vuelvo enseguida. Terminó, ascendiendo mucho y alejándose de los chicos para responder desde una altura que nadie pudiera verlo. Ingo. ¿Va todo bien? Estoy en el campo de quidditch, puedo terminar en media hora. ¿Nos vemos a la salida?

Impaciente, esperé la respuesta de mi amigo. Si tardaba en contestar tendría que marcharme, probablemente a mi Sala Común, y ni siquiera tenía muy claro qué hacer con lo que tenía encima si no podía al menos hablarlo con él. Por suerte su respuesta acabó llegándome, y asentí primero en silencio.

- Todo bien. - Dije, aunque podía notarse que algo me pasaba. - Nos vemos en media hora. - Concluí.

Veinte minutos más tarde me encontraba ya en las gradas, esperando. En otras condiciones podría haberme puesto de guardián mientras los chicos practicaban y echarme unas risas con él, pero no tenía la cabeza para eso.

Nada mas ver a Ingo, Alan mandé hacer unos nuevos ejercicios y con una seña indiqué a un compañero que se encargase él. Yo fui directamente a los vestuarios para darme una ducha rápida y encontrarme con mi amigo. Estaba muy intrigado. Habíamos quedado en que usaríamos el espejo para comunicarnos entre nosotros para cosas importantes. ¿Tal vez habían descubierto algo que incriminase de una vez a Riddle?

Con esa idea en la cabeza y mucho optimismo, salí a hablar con Ingo. ¡Hola! Saludé, con una sonrisa radiante en el rostro. ¿Qué ha pasado? Dicho esto me dispuse a alejarse de los terrenos de quidditch, donde podría haber oídos indiscretos.

Observé a Alan, dedicándole una sonrisa un poco forzada mientras venía. En ese momento él pudo ver cómo movía frenéticamente mi rodilla, entre nervioso y preocupado. no era habitual en mí demostrar ese tipo de cosas más que con mis palabras, pero aquello me estaba superando un poco. Sin embargo una cosa tenía clara: Alan era, probablemente, la persona más optimista y despreocupada que conocía. Si alguien podía restarle importancia a aquello, ese era él.

- Ey, Alan. - Lo saludé mientras me ponía en pie, empezando a caminar con él para alejarnos. Y sólo cuando estuve seguro de que nadie no escuchaba comencé a hablar. - Ha, bueno... - Empecé, sin saber muy bien desde dónde comenzar. - Ha pasado una cosa. Antes, cuando me colé en la Sala Común de Slytherin. - Dije antes de buscar sus ojos con los míos. - Dietrich se cortó con una astilla y yo, bueno... Me sentí raro. - Expliqué, marcando especialmente aquella palabra.

Alan caminó junto con Ingo, dándole conversación sobre quidditch y el entrenamiento. Parecía que el chico veía futuro a los novatos de Hufflepuff, aunque lo cierto era que, teniendo en cuenta como era Alan, bien podrían ser unos paquetes y él simplemente se comportaba tan optimista como siempre.

Sabía que Ingo tenía algo que contarle, algo importante, pero no podían hablar de ello hasta estar suficientemente lejos. Cuando consideró que estaban lo bastante lejos interrumpió su discurso y esperó a que el Gryffindor tomase la palabra. Le escucho sin interrumpirle y sin perder la sonrisa, incluso llegó a mostrarse impresionado en el buen sentido al escuchar que se había colado en la sala común de Slytherin, hasta que acabó la frase.

Frunció el ceño de una forma algo cómica, era evidente que no entendía lo que quería decir. ¿Cómo raro? Preguntó, marcando esa palabra tanto como su amigo, sin saber muy bien lo que decir. ¿Quiéres decir que te ha dado asco o algo? Diedrich podía dar mucho asco. Había tanta maldad dentro de ese tipo que no descartaba que por sus venas corriese veneno.

Era difícil pensar en hablar de aquello evitando la palabra monstruo. Lo era también seguir explicando a mi amigo lo que me estaba pasando, pero lo había meditado mucho y alguien del grupo tenía que saber la verdad. Por si acaso. Además, en caso de ser la situación inversa habría querido que él me informase de todo lo sucedido.

Emití un suspiro dejando que pasaran algunos segundos. Estaba claro que entrábamos en la parte más peliaguda de la conversación. - No. - Negué dedicándole una mirada seria. En otra ocasión su propuesta me habría hecho gracia, pero no ese día. - Como si me entrase hambre. - Dije, intentando decirlo de forma suave. Quise apartar aquel momento de mi mente de inmediato, de modo que abordé el tema desde otro punto distinto: la conclusión.

- He estado con el profesor Smith. - Expuse antes de resumir el encuentro con mi mentor. - Me ha dicho que ha sido por sobreesforzarme. - Enuncié antes de mirarle con gravedad. Lo peor estaba por llegar. - Y que tengo algún antepasado vampiro.

Fruncí el ceño cuando dijo la palabra hambre. Pues si tenia que estar hambriento para sentir ganas de beber eso... Pensé, sin llegar a entender del todo lo que me quería decir. Tal vez fuese algún tipo de metáfora complicada que solo Alice pillaría. Sin embargo, cuando lo aclaró, mi expresión pasó de completo desconcierto a la admiración total.

¿Qué dices? Exclamé, con los ojos muy abiertos y llevándome las manos a la boca, lleno de euforia. ¡Que flipe! No me lo puedo creer. ¿Es la primera vez que te pasa? Jamás había visto un vampiro. Había escuchado cosas y opiniones de todo tipo, pero no sabía lo que pensar sobre ellos.

¿Puedes convertirte en murciélago? ¿Y el ajo? ¿Te gusta el ajo? Las preguntan se amontonaban en mi cabeza, pero de pronto me di cuenta de la seriedad de Ingo. Tal vez el no creyese que fuese tan genial aquello. Esto... Perdón.  Dije, avergonzándome un poco. ¿Tus padres no te dijeron nada? Pregunté, de forma más seria.

Al ver la cara que ponía Alan le miré ligeramente asombrado. Esperaba que él, de entre todo el mundo, se lo tomase bien, pero tanto como que le entusiasmase la idea... Se notaba que no era muy consciente de lo que le había dicho. Al ver que estaba encantado, simplemente, aluciné. Le escuché hablar mientras la media sonrisa que se me ponía a veces al no saber qué decir iba apareciendo en mi rostro.

- Eh... Es la primera vez, sí. - Enuncié, inseguro sobre cómo hablar del tema. Seguí caminando entonces mientras recibía el resto de sus preguntas, y cuando terminó aún me quedé callado algunos segundos, abrumando.

- No me dijeron nada, no. - Señalé. - Pero es que ellos son muggles. Supongo que la cosa esta no se manifestó, o lo que fuera. - Comenté llevando la vista al frente. - Y... No sé si puedo hacer algo. - Dije marcando aquellas palabras para dejar claro que no me gustaba mucho el asunto. - Sólo sé que por esforzarme demasiado me entraron ganas de hacer alguna locura, y tengo muchas ganas de que se repita.

No estaba acostumbrado a ver a Ingo de esa manera. Él siempre se tomaba las cosas con calma, no dejaba que nada lo afectase. Claro que esto era un asunto diferente, ¿qué habría hecho yo en su lugar? Por un instante mi mente fantaseo con la idea de ser medio vampiro y estuve a punto de reírme de nuevo, pero conseguí evitarlo en el último segundo.

-Bueno, sabes que siempre puedes contar conmigo. -le di un empujón amistoso, tratando de animarlo.- Seguro que el profesor Smith puede ayudarte... o sino Dumbledore. -me detuve, sorprendido por mi propia idea.- ¡Eso es! Quiero decir, el tema de las transformaciones es lo suyo, ¿no? Puedes preguntarle si hay algún modo de controlar los cambios.

—Lo sé —respondí a mi amigo con respecto a lo de contar con él, poniendo una mano en su hombro. Por un momento aquello había servido para tranquilizarme haciéndome consciente de que, pasase lo que pasase, seguramente él seguiría ahí. Al menos hasta que matase a alguien sin querer.

Luego, con sus siguientes palabras, le observé durante unos segundos, sin comprender.

—¿Cambios? —pregunté. Ni siquiera me había planteado eso, y ahora que lo decía daba bastante miedo—. ¿Crees que va a haber cambios? ¿Por qué? —insistí, esperando que fuera sólo una de esas ideas peregrinas que se le ocurrían a veces y no tuviera ningún tipo de base lógica. Y, sobre todo, que no tuviera razón.

Sí... Cambios, ¿no? Contesté, dejando en evidencia que no tenía ni idea de lo que decía y que no era más que algo que se me había ocurrido. Quiero decir, colmillos, piel pálida y así... Como ocurre con los hombres lobos y tal. ¿O no ocurre así?

Bueno, da igual. Salí del paso sin demasiado acierto, negando con la cabeza. Lo importante es que estés tranquilo. Seguro que Smith descubre como controlarlo. Tal vez una poción que controle tus... ansias. La forma despreocupada con la que dijo aquella palabra contrastaba con lo serio del asunto.

Podríamos buscar en la biblioteca algo. Comenté, con la esperanza de que dijese que era una mala idea. Odiaba la biblioteca. Mi mente se perdía entre los libros y casi nunca encontraba lo que buscaba, pero si eso ayudaba a Ingo, lo haría sin dudarlo. Tal vez podamos encontrar algún caso parecido o conocer algo más de los vampiros.

Por cierto, ¿has probado con sangre de animales? Tal vez eso te sacie. Añadí.

Cada vez tengo menos claro si la naturalidad con la que Alan habla de todo esto me gusta o me disgusta. Lo que sé seguro es que me pone muy nervioso. Un escalofrío me recorre cuando habla de los cambios posibles, y se extiende aún más al compararlo con lo de los hombres lobo. ¿Y si era verdad? ¿Y si empezaba a convertirme en... Algo? Todo aquel tema no podía ponerse peor, y lo que más terror me provocaba era la incertidumbre.

Luego, cuando él habla de lo de la biblioteca no tardo en responder.

—El profesor Smith ya me ha dado algunos libros —le digo—. Libros sobre mestizos de distintos tipos, de los más comunes, pero nada sobre vampiros. Al parecer no tiene nada documentado sobre eso. También me ha dado cosas sobre vampiros puros, pero no he encontrado nada que me pueda ayudar a controlar mi... —enuncio, sin querer usar como él la palabra ansia— eso, más que beber. Y eso me apetece más bien poco.

Luego, con su última pregunta, le miré durante un par de segundos. Era algo que me había planteado, pero entre eso y buscar un conejo y desangrarlo hay un trecho muy grande.

—En realidad no he probado con nada —comento con una expresión que deja claro que no contemplo otra opción por el momento—. Sólo sé que la sangre de dragón que me enseñó Smith no provocaba nada, pero no llegué a... —digo, buscando alguna palabra alternativa una vez más. Finalmente suspiro—. Probarla.

Seguía atendiendo con mucha atención y curiosidad. Sin embargo, desconocía la forma en la que podía ayudar a su amigo.Trata de no preocuparte demasiado. Dije, bajando la exaltación inicial al ver a mi amigo tan preocupado. Conseguiremos encontrar la forma de ayudarte, ya verás. Aadí, con seguridad. Los profesores de Hogwarts sabían mucho, seguro que ellos podrían ayudarle.

Además, no estás solo en esto. Estoy aquí para cualquier cosas que necesites. Le di mi apoyo incondicional, como no podía ser de otra manera. Ingo era mi amigo y aquello no cambiaba absolutamente nada. Sí, había personas que pensaban que los vampiros eran seres horribles que deberían ser exterminados, pero también había movimientos en defensa de sus derechos y yo me inclinaba más por lo segundo. Más ahora que conocía la condición de Ingo.

Si hace falta que vaya a cazar algún ave, no tienes más que pedírmelo, que los dos sabemos quien es el mejor con la escoba. Le dije, bromeando, pero dejándola caer a la vez. Seguía pareciéndome un buen plan. Mejor sangre de animales que de humanos.

Es cierto que las palabras de mi amigo me animan un poco. Su eterno optimismo es de ayuda, eso está claro, aunque soy consciente de que no sabe muy bien lo que dice. Sin embargo lo que desde luego me ha hecho sentir mejor es sacarlo de dentro, explicarle a alguien lo que está pasando.

Su última oferta me arranca una mirada de soslayo. Sé que no lo dice en broma, pero el hecho de imaginarle cazando aves para mí es un poco... Espeluznante. Bonito, pero espeluznante.

—¿Ah, sí? —pregunto entonces, decidido a cambiar de tema, y entonces le doy un empujón amistoso—. ¿Lo sabemos? —añado con complicidad. Bueno, sin duda ha ido bastante bien. Ahora habrá que guardar el secreto de cara a los demás. pero era importante que alguien lo supiera por lo que pueda pasar.