Partida Rol por web

London by Night: Crimson Nights

[Prólogo] What must be done (Annabelle Lascelles)

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03/03/2019, 23:08
Narrador

31 de Agosto de 1888

La casa de Harewood, una de las grandes de todo el Reino Unido, ha gozado siempre de una buena fama y posición, desde la creación de esta casa por la familia Lascelles tiempo ha. Siempre que ha sido necesario, la ayuda de la familia en la que has crecido y el apoyo incondicional a la corona, le ha otorgado el lugar que ahora ocupa. Por si fuera poco, el acierto de los varones, al frente de tu familia, en los negocios que han establecido siempre han dado grandes beneficios que les ha abierto grandes posibilidades en la Inglaterra. Pero no nos engañemos, no se hace dinero sin hacerse enemigos, y las mismas fiestas a las que acudes con tantas ganas y que generan en ti tanta pasión, son los nidos de víboras que están esperando un leve traspiés para que, como Bruto con Júlio César, claven la daga en la espalda para acabar viendo como toda vuestra grandeza desaparece. Pese a que todo ya no es lo que era, las traiciones de la edad media, las veleidades vividas frente al avance escocés, todo eso ha quedado en un segundo plano, que aunque no deja de estar presente en las conversaciones familiares, cuando se tratan temas de las otras familias nobles, el trato ha mejorado considerablemente. La guerra entre las familias nobles ha cambiado, ahora las cartas de anuncio de hostilidad son cartas de embargo pagadas por una familia rival. Una deshonra con la que se ha de vivir. Un hecho que, hasta el momento, habéis esquivado.

York, y por lo tanto el condado de Yorkshire, siempre había competido en importancia con el propio Londres. La historia de la región que os pertenece ha sido, sin lugar a dudas, la de la región que ha resistido, impertérrita, todo intento de conquista del salvaje. Los nórdicos saqueadores, los mestizos escoceses, las dos rosas, la fe cristiana... prácticamente todo conflicto ha tenido su respuesta desde estas tierras. Pero Londres era la capital, y como tal, era cuestión de tiempo que, económicamente, Londres ganara la importancia territorial frente al resto de condados que conforman el entramado nobiliar inglés. Aunque era algo esperado, la importancia de condados, a priori menores, fue aumentando a medida que estaban más cerca de la gran urbe. Ver a otros condados aumentar su influencia era igual de doloroso que la pérdida de la propia, aunque inevitable de cualquer forma, el tiempo iba a conseguir lo que las guerras no habían sido capaz. Por eso, en cuanto surgió la oportunidad, tu padre tomó la decisión de unir legados con Essex por medio de la más antigua alianza entre casas que se conoce, el matrimonio concertado entre los hijos de ambas. Essex estaba ganando en importancia, las minas de carbón, la venta de esclavos y las navieras hacían crecer económicamente, a buen ritmo, las arcas de la familia de Vere Capell, y el tener un hijo en edad de casamiento era la oportunidad que necesitaban para conseguir su objetivo. Ambas casas salían ganando, por lo que el matrimonio se celebro con rapidez, aprovado por la propia reina Victoria. Y como presente de boda, os permitíó ocupar el Palacio de Hampton Court, mientras no pudiérais hacer uso de vuestras respectivas casas familiares como propias. Una cesión importante, pero nimia, dado el nulo uso que se le estaba dando a la vivienda.

La gran inmigración que se empezó a vivir, por parte de rusos y judíos, aumentó la población rápidamente, colapsando la ciudad y obligándola a crecer desmesuradamente en un corto espacio de tiempo, pero insuficiente para acomodar a todo el mundo. Esto sería un problema, si no fuera por la oportunidad que representa para aquel capaz de ver el negocio. Siempre hacía falta gente para trabajar en las minas o en las fábricas, y tu marido no dudaba de contratar a todo el que pudiera trabajar la dura jornada de trabajo, ya fueran niños, extranjeros sin dominio del idioma... todo valía. Manejaba con mano de hierro sus negocios, exprimiendo cada penique gastado para obtener e máximo beneficio posible. Incluso los altercados que se estaban viviendo en Whitechapel, ayudaban a la prosperidad de la fábrica. Pero esa sobreexplotación pronto iba a pasar factura. Los accidentes eran cada vez más comunes, y aunque siempre había reemplazo, encontrar carbón era cada vez más complicado, e implicaba gastar más recursos para sacar algo. 

Hoy te despiertas, con el desayuno preparado por el servicio, en el patio exterior, con vistas a la parte norte de vuestras tierras. Una mesa circular, donde tu marido está leyendo el periódico, con suma tranquilidad mientras varios criados preparan su desayuno y colocan los parasoles para que no molesten al señor, otros, al verte llegar, hacen lo propio contigo, saludándote cortésmente y acomodándote en la mesa mientras te sirven el desayuno que les pides. 

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04/03/2019, 00:26
Earl Algernon George de Vere Capell

Tu marido se encuentra leyendo, con interés el periódico, mientras tiene una pierna cruzada sobre la otra. Sólo cuando le anuncian tu llegada, te dedica una mirada y te sonríe. 

-Buenos días, Belle. -Te saluda infiriendo una continuación. -Espero que hayas descansado porque tengo noticias que he de compartir contigo. -Dobla el periódico, dejándolo a un lado de la mesa y se acomoda para recibirte. 

Comienza a desayunar, dejando que la noticia pasee por tu mente durante unos segundos que degusta un dulce. Tras dar un sorbo a su te con leche vuelve a mirarte para continuar con la noticia. 

-Acabo de cerrar todas las fábricas y minas. -Hace un ademán con la mano derecha, restándole importancia. -La extracción de carbón iba a empezar a ser más costosa que su venta. He puesto los terrenos y las propiedades en venta y he despedido a todos los trabajadores con efecto inmediato. -Sonríe. -Es el momento de dejar la explotación del carbón y poner nuestros ojos en otro negocio. -Se recuesta en la silla. -Si tienes alguna idea, me gustaría que la compartieras, pero una parte del capital que saque la voy a invertir en una embotelladora de vino. 

Vuelve a dar otro sorbo a su té mientras te mira esperando a conocer tus impresiones. Aunque parece que le llega algo a la mente. 

-Y por cierto, esta tarde tenermos una recepción en Buckingham. La reina Victoria ha pedido a todas las casas que acudamos.

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04/03/2019, 09:47
Annabelle Lascelles

Una vez que mis criadas me han ayudado a colocarme el vestido y estar presentable para acudir a desayunar me dirijo al patio exterior. Camino erguida, con la cabeza bien alta, y sin atisbo de dignarme a responder a los saludos que me profesan los sirvientes, con paso solemne avanzo hacia la mesa y a medio camino me detengo un instante para contemplar los jardines de la parte norte, la más fresca del palacio, mi mirada escruta las flores y las plantas hasta detenerse en una de las pérgolas por las que se enreda una glicinia que ya a finales de verano ha perdido todos esos hermosos racimos de flores que me recuerdan a una cascada y me embriagan son su fragancia. Tras asegurarme de que todo está como me gusta, continúo caminando hasta la mesa con la manos entrelazadas junto a mi vientre.

El único saludo al que presto atención es al de mi marido y devolviéndole la sonrisa, le contesto. -Buenos días, Algernon.- Luego dejo que me acomoden a la mesa. Sigo atendiendo a sus palabras, aunque no contesto a ellas. No había descansado bien, había estado inquieta toda la noche dándole vueltas a demasiadas cosas de las cuales no deseo hablar en estos momentos ni en ningún otro instante. Lo cierto, es que no sé que noticias puede traer mi marido, así que no dejo de observarlo mientras sigue con su desayuno. No tarda demasiado en revelarme la noticia y esta me cae como un jarro de agua fría, me hubiera gustado conocer los detalles de algo así, y salvo por la intensidad de mi mirada hacia él, mi expresión no varia ni demuestra nada más que una majestuosa calma.

Cojo la taza de té y doy un delicado sorbo antes de proseguir con la conversación. -La banca.- Digo con firmeza sin añadir ningún argumento más a favor de mi idea, luego vuelvo a beber té con sumo cuidado. En mi familia ya se había hecho fortuna con los préstamos y ampliar ese negocio podría ser interesante con las numerosas innovaciones que surgían en el mundo a cada día que pasaba.

La última noticia que me comunica, para mí es la más importante, realmente me importa poco de donde salga el dinero mientras llegue con la misma fluidez que ha hecho hasta ahora y por supuesto el futuro de esos desgraciados que trabajaban ahí no es de mi incumbencia, si de verdad son útiles no tardaran en encontrar un lugar donde seguir con su aburrida vida y sino bien había hecho en despedirlos.

Con la mirada fija en mi marido, hago un gesto con la mano para llamar la atención de algún criado. -Prepare mis joyas y mis mejores vestidos.- Después con la misma mano le invito a irse con presteza. Tras esto, bajo la mirada hacia la taza de porcelana y luego un poco más recorriendo la mantelería bordada que cuelga hasta llegar al suelo de piedra y terminando el recorrido de mis ojos en mi vientre. Mi rostro se ensombrece por un momento antes de tomar de nuevo un poco más de té.

-¿No se nos ha dicho nada más?- La propia pregunta brota con cierta musicalidad por mi boca e incluso las facciones de mi rostro dejan entrever el deseo y la curiosidad por conocer más sobre la petición de la Reina tomando así unas formas más agradables que invitan a continuar con la conversación y perdiendo esa melancolía que había cubierto mi rostro al distraerme momentáneamente con pensamientos que ocupan mi mente gran parte del día y la noche.

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12/03/2019, 01:56
Narrador

Con el debido protocolo eres servida de todo lo que sueles desayunar, las doncellas y los mayordomos danzan en una coreografía perfecta, que tanto has exigido, retirando vajilla, cambiando diferentes dulces que el chef y sus cocineros preparan para vosotros, retirando los pocos restos que quedan fuera de los platos de recogida antes, incluso, de que toquen la mesa. Tras tu orden, dos de las doncellas más jovenes se encaminan para preparar tus joyas y los vestidos para que puedas escoger el que más te guste. El servicio es un perfecto engranaje, probablemente la envidia de cualquier otra casa noble, y aunque tu disciplinada mente se repite una y otra vez los motivos por los cuales, poco a poco, deberíais convertiros en un referente nobiliario, un apellido más que importante, la comidilla de las fiestas rimbombantes... no puedes apartar de tu cabeza que para asentar la familia, hace falta un descendiente.

Has jugado mucho a este juego, y conoces perfectamente a tu marido. Sabes lo que piensa, sabes lo que va a decir antes de que lo diga, su rostro es una puerta abierta que es incapaz de guardar sus pensamientos. No pasa por alto tu momento de debilidad al bajar la mirada a tu vientre. Aunque él es muy buen jugador, ese leve movimiento muscular del labio superior, pese a estar protegido por un tupido bigote muy a la moda del momento, te indica que le ha molestado en exceso, recordar que aún no estás encinta. Aunque está mirando el periódico, puedes notar que tiene la mirada perdida entre noticias recordando, según puedes entender, los abortos sufridos. "Una maldición, eso es lo que es". Le habías escuchado, desde detrás de la puerta de vuestro dormitorio, cuando él pensaba que hablaba sólo para él mismo. La ausencia de un bebé en vuestra familia iba a empezar a ser un tema de conversación entre las altas esferas, no te cabía duda, si no lo estaba siendo ya. Una debilidad contra la luchabas de todas las formas posibles, pero contra la que estabas quedando sin armas. En el momento de tu respuesta, interesándose por lo que tenía entre manos, le devuelve la sonrisa. Aunque se mantiene pensativo.

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12/03/2019, 02:19
Earl Algernon George de Vere Capell

Sopesando la idea de invertir o emprender un negocio, dentro de la banca, te mira, afirmando con la cabeza. Dobla el periódico, dejándolo sobre la mesa. Aprieta los labios y enarca una ceja, una cosa era hacer de prestamistas, con lo que se lograban grandes beneficios. Aunque el desdichado no lograra pagar su deuda, se le podían embargar, según las leyes vigentes, su patrimonio para compensar los gastos. Esos embargos siempre eran beneficiosos. Las propiedades o las tierras que cambiaban de manos de esta forma eran insultantemente más beneficioso para el que las adquiría. Se habían logrado grandes fortunas de esa manera. 

-No es una mala idea, Belle. -Te sonríe. -Pero tendríamos que precisar más el objetivo, pues tu familia es prestamista y no quiero que me vean como un competidor. -Se queda pensando un segundo más. -Por otro lado, los bancos son terreno burgués... -Mueve la cabeza de un lado a otro. -Esos nuevos... ricos... sin apellido ni tierras... -Dice con desdén. -Llevan siendo un incordio desde que tengo uso de memoria. Podría ser interesante competir con ellos en ese campo, aunque los asuntos mundanos no suelen ser bien vistos en la corte. -Vuelve a encogerse de hombros. -¿Cómo verías si abriésemos nuestra propia línea de banca? -Sonríe. -Podría ser interesante, la información de los activos que recibiríamos de nuestros clientes puede ser muy revelador... -Se mesa el bigote mientras se vuelve a recostar. -Yo había pensado en iniciar un negocio de embotellado de vino. Muchas de las botellas que traen se pierden por el camino, sin embargo, traer el vino en cisternas y embotellarlo directamente aquí... Puede ser verdaderamente lucrativo.

No puede dejar de sonreír, fantaseando con llevar eso a cabo. Pero es una sonrisa que se pierde rápidamente, cuando le preguntas acerca de los motivos de la llamada de la reina. Gira la cabeza y acaba negando, pero vuelve a mostrar una amplia sonrisa, de oreja a oreja, tratando de demostrar una falsa frialdad y comprensión de la situación. 

-Desconozco los motivos, querida. Sólo puedo elucubrar. -Se vuelve a incorporar mirándote a los ojos. -Teniendo en cuenta que llevamos en guerra... no sabría decir cuántos años... -Muestra deliberado desinterés en este tema. -Imagino que las arcas reales estarán vacías. Si sumamos esto al secretismo de la invitación... -Levanta una mano, luego la otra. -Diría que va a pedir que volvamos a financiar a las tropas.

Aunque eres una mujer, y es muy raro que esteis versadas en estos temas, sabes que no es el mejor momento, para ninguna casa noble, financiar una guerra que no acaba. Que un día es en África, otro día es en Asia... En el nuevo continente... Todo es un gran despropósito, al menos desde tu punto de vista. Y aunque tu marido ve una oportunidad de acercarse a la corona, tú ves un riesgo innecesario que podría aprovechar cualquier otra familia para buscaros la ruina. Aún así, te sabes en deuda por el trato de favor que os ha dado la Reina Victoria. 

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12/03/2019, 02:45
Narrador

El desayuno continúa sin contratiempos, en un momento dado tu marido debe ausentarse, pidiéndote disculpas por abandonar la mesa para ir a atender una llamada, que se va a prolongar bastante. Acabas lo que precises desayunar y te levantas en dirección a tu dormitorio para empezar a prepararte. Iréis sobre las doce y media, y cumpliréis el protocolo de las audicencias reales. Un protocolo que muy a menudo se lo saltaba la Reina Victoria, y cada vez más, pues a medida que ia mujer ha ido cumpliendo años, ha ido perdiendo lo que tu marido denomina "Lo que nos hace ingleses." Tampoco es algo que te preocupes en exceso, pues la relación que tenéis con la reina es exquisita. Lo único que te preocupa es ponerte en contra de la corona, en el caso de no poder ser atender cualquiera que sea la petición que se os haga. Ya en tu cuarto, te tomas el tiempo necesario para escoger vestido y las joyas a juego que lucir. Quizá fantasees con encontrarte con tu familia en la recepción de la Reina, pero el secretismo de esta invitación también hace que entren dudas. 

La relación que teneís con el resto de casas nobles es la que se espera que tengáis, cordial, pero nada más. Acudís a las fiestas y banquetes que organizan, uno de los pasatiempos favoritos de tu marido es acudir a la caza que organiza alguno de los nombres con amplios terrenos, no es algo que se abuse de hacer, por eso es algo tan demandado por el resto de familias nobles. La cercanía que habíais conseguido con la corona os había hecho merecedores de todo tipo de halagos, pero todo esto era un arma de doble filo. Disfrutar de una relación tan prolífica con la reina, siendo "simplemente" condes, te había ganado la envidia de muchas de las mujeres de la corte, que te dedicaban miradas furtivas, cargadas de odio, cada vez que os reuníais. Después, el trato con cada una de las mujeres de la nobleza inglesa era , simpemente, exquisito. Nada reprochable, sólo la falsedad con la que te dispesaban ese buen trato cargado de desprecio, pero obligado a ser cordial. Mientras tus sirvientes te ponen joyas, que vas desechando con una simple mirada y gesto de la mano, una de tus doncellas de confianza, se aceca a ti, con una nota anónima en la mano, pero remitida a ti. Al menos, la caligrafía con la que estaba remitida era esquisita.

-Se avecinan tiempos de cambios.

-Lo notas, lo noto.

-Posición, fama y adquisición.

-Y la sombra del legado.

-La mascarada ha comenzado.

-¿Preparada para perder?

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12/03/2019, 19:43
Annabelle Lascelles

Intento que el momento de tensión que se crea debido a mis preocupaciones pase desapercibido, sin cambiar mi expresión observo a mi marido, y a pesar del dolor que me causa, decido centrarme en los temas que ha presentado hace un momento. Los negocios y la Reina.

Su cumplido y su sonrisa hacen que mis ánimos se relajen. -No sería así, somos familia. Mi padre estaría encantado de que diéramos continuidad a un negocio que nos ha labrado un futuro durante generaciones.-

Por momentos pienso que se muestra reticente a asumir un negocio que durante años ha sido terreno de la burguesía. -Ganarlos en su terreno sería satisfactorio, los devolveríamos a lugar que se merecen. El barro.- Al mencionar la embotelladora, miro hacia mi taza de té, ya vacía, y sopeso el interés que podría tener suministrar vino a Inglaterra, desconozco las riquezas que se podrían obtener de ello pero estoy segura que podríamos hacerlo mejor que esos repelentes franceses. -También podría ser un buen negocio, aunque tener información de nuestros clientes siempre puede ser útil con vistas a otros asuntos.- Digo esbozando una sonrisa maliciosa, la cual se apaga en el mismo instante que desaparece la de mi marido.

Reflexiva, cavilo sobre sus palabras y la posibilidad de tener que financiar una guerra. Tuerzo el gesto, tampoco me resulta agradable ese tema ya que hasta el momento estábamos hablando de inversiones personales y no una de esa magnitud cuyo beneficio no tengo del todo claro, y por supuesto sé que no podríamos negarnos a una petición de la Reina Victoria, el Imperio Británico no debe mostrar debilidad, pero hay tantos otros factores a tener en cuenta. Asiento en silencio, zanjando ese incómodo tema.

El desayuno continúa y no me resulta molesto que mi marido tenga que marchar, a veces un rato de soledad puede ser agradable y eso que desde hace ya tiempo, en esos instantes para mi misma solo consigo pensar en una única cosa a la cual le doy vueltas sin parar, pero esta vez no es el caso, ya que la misteriosa recepción de la Reina Victoria es ahora la que me tiene enfrascada en mis pensamientos y por una parte me alegra. Al terminar, me levanto y con paso solemne me dirijo hacia mis aposentos para escoger la indumentaria más apropiada para una ocasión como la que se nos ha presentado.

Me centro en las joyas, intentando decir cuales me resultan más agradables, amatistas engarzadas en dorado oro, ópalos o diamantes, e incluso algunas de oro blanco de lo más refinadas, bellas esmeraldas y rubís o incluso algunas más modestas formadas por plata y azabaches. Todas son realmente magníficas y no hacen más que resaltar mi porte aristócrata, pero la elección de ellas y del vestido adecuado aun me llevará más tiempo.

En esos momentos, mientras estoy cambiándome se acerca una criada y me tiende una nota que recojo en silencio. La leo detenidamente, lo que hay escrito en ella no me deja indiferente, la palabra “legado” se repite en mi interior mientras releo de nuevo el mensaje. ¿Preparada para perder? Me están retando de alguna forma que ahora mismo no logro entender. Levanto la vista, mientras el corsé aprieta mi abdomen, muevo mi brazo desnudo para dejar la nota sobre el tocador y observar a la doncella que me ha hecho entrega de tan desconcertante mensaje.

-¿Quién se lo ha entregado?- Pregunto son severidad, aunque sé que la propia pregunta no tendrá la respuesta que busco, el mensajero no es quién me importa sino el autor. Sin esperar a la contestación de la doncella hago un gesto para que continúen con su labor, debo estar presentable llegado el momento. Aun así, mientras los vestidos vienen y van, en mi cabeza comienzo a darle vueltas a la recepción, la extraña nota y todo lo que puede conllevar, sin lograr sacar nada en claro.

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14/03/2019, 15:38
Narrador

La criada permanece de pie servilmente, mientras lees la nota, ajena a su contenido. Como manda el protocolo, hasta que no la despachas no va a cambiar de tarea, es por ello que se mantiene frente a ti, con la cabeza agachada y las manos unidas por delante. La confusión se apodera de sus rasgos faciales cuando le haces la pregunta, pero son apenas unos segundos hasta que comienza a hablar, evitando el balbuceo incómodo que puede seguir tras enconrarte desarmado ante una pregunta que no esperabas recibir. 

-El señor Clarence Woodgate, Milady. -Hace una leve reverencia, antes de completar su respuesta. -El cartero de la "Royal Mail" en su habitual ronda por palacio.

La esperada, pero desesperante respuesta no aplaca tu rabia al sentirte amenazada, y aunque eres una experta a la hora de ocultar tus emociones a los demás, no puedes evitar mostrar el enfado creciente en tu interior durante unos segundos en tu rostro, lo que hace que las criadas que tienes a tu alrededor duden, unos segundos, de si seguir acompañándote o dejarte un momento a solas. Finalmente el protocolo impera en su decisión y se quedan ahí eseprando a que las desaches para dedicarse a otros menesteres. La nota no viene con remite, sea quien sea el que te la haya enviado espera poder meterse en tu mente haciéndote albergar la duda. Finalmente decides seguir con la elección del traje perfecto para la recepción de la reina, pues aunque estuvieras cavilando todo el día acerca de la maldita nota, sabes que no serás capaz de descubrir quién ha podido tener la osadía de enviarte semejante afrenta de mensaje. 

El baile de joyas, que incluyen hermosos collares, pendientes y anillos de todo tipo de valor, desde aquellos más exóticos y exquisitos, como las perlas traídas de alguna de las colonias asiáticas, o al codiciado Jade que muy pocos nobles tienen el privilegio de poder usar como adorno, hasta las joyas más intrincadas pero menos valiosas, como aquellas cuyo material reinante es la plata y el azabache, que no dejan de ser hermosas, no dejan de desfilar delante de ti mientras esperas, sentada enfrente de tu espejo, a que la criada te las vaya cambiando a medida que decides probar otras diferentes. El tiempo va pasando, pero la decisión correcta es lo más importante en estos momentos. Las recepciones de la reina Victoria son un desfile en el que la muestra de poder adquisitivo frente al resto de los nobles de la corona se hace por medio de las joyas que muestran las esposas de las familias nobles. Una mala decisión acabará por desencadenar las elucubraciones de estas familias, competidoras todas ellas, y se empezarán a escuchar rumores que asegurarán el infortunio que deberíais estar viviendo. Sin embargo, la elección correcta atraería la envidia de todos, lo que se traduce en el halago de toda la alta alcurnia en el trato cara a cara. Sin duda, lo mejor es ser el objeto de la envidia del resto.

Un carruaje engalanado con los colores y escudo de armas de vuestra familia os espera a la salida de vuestro palacio para llevaros al palacio de Buckingham. Dos grandes y poderosos corceles blancos, tiran del carro con el correcto porte inglés, mostrando la exquisita elección que conforman vuestras caballerizas. Tu marido ha escogido un traje negro, de tres piezas, muy elegante, a la moda actual, rematándolo con una chistera a juego, que luce una cinta satinada. En todo momento se ha dejado aconsejar por ti a la hora de escoger todo tipo de complementos. 

Dentro del carro, a medio camino del palacio, coge tu mano y te mira a los ojos.

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14/03/2019, 16:23
Earl Algernon George de Vere Capell

Con la mano libre se retira la chistera, dejándola descansar a un lado. Finalmente la posa en el dorso de la tuya, que mantiene agarrada con suavidad entrelazando sus dedos con los tuyos. Hay cierta preocupación en su rostro, pero mantiene una sonrisa confiada mientas te oberserva, como si estuviera emlesado por tus bellas facciones. Durante unos segundos que se alargan, por sí solos, se mantiene en silencio, con esa sonrisa en su rostro. 

-Hoy puede ser un día muy importante para nuestras familias, Belle. -Comienza a decir, afirmando con la cabeza. -He estado informándome sobre esta recepción, y si es cierto que la corona está en apuros... podríamos beneficiarnos de la situación. -Sonríe de forma más sincera, esperando unos segundos para continuar. -Si nos ganásemos el favor de la reina, que ya ha demostrado en alguna ocasión su predilección por nuestra unión al habernos ofrecido nuestra actual vivienda, podríamos negociar una mejora sustancial de nuestro estatus actual. -Acaricia tu mano con suavidad, masajeándola con cuidado. -Se que pedirte esto puede parecer egoísta, pero por alguna razón sospecho que le caíste en gracia. ¿Podrías tratar de sacarle el máximo beneficio posible? -Asiente esperando tu respuesta. -Me gustaría dejar en tus manos la posible negociación que se pueda dar cuando la reina haga pública su petición. No se me ocurre nadie mejor en quién poner nuestro futuro en sus manos que tú, mi amor. No me importaría darte total libertad económica para que te sientas cómoda tratando directamente con la reina.

Pocas veces se ha mostrado tan cercano a ti, incluso en privado. Aunque siempre se muestra atento y solícito contigo, las verdaderas muestras de amor son un lujo que se han ido apagando con el paso del tiempo y los abortos sufridos. Ahora mismo no podrías decir que habéis vivido aquellos momentos de duelo, pues ves en su mirada y en su sonrisa al hombre que empezó a cortejarte, pese a que el matrimonio estaba pactado desde antes de que él mostrara ningún tipo de interés por ti.

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16/03/2019, 01:05
Annabelle Lascelles

Adopto una expresión reflexiva al recibir la contestación de la criada, nunca he sido buena recordando los nombres de las clases bajas; tan simples, tan poco evocadores, tan aburridos... Así que poco puede aportarme la información que me da y como suponía un simple cartero no me es útil. Frunzo el ceño de forma sutil antes de hacer un gesto indicándole que está todo correcto, aunque no sea así, demasiados pensamientos pueblan mi mente buscando respuestas que aun no puedo darles, preocupaciones las cuales me resultan casi imposibles de olvidar y parece que cada vez son más.

Ya he visto como me quedan gran parte de mis joyas, y aunque todas ellas consiguen ensalzar mi noble porte, hay una de ellas que aun no me he probado, uno mis regalos de bodas, una pieza única que ha pasado por las manos más selectas y ahora forma parte de mi bellísima colección.

-Tráigame las perlas.- Ordeno a la doncella que me está mostrando una magnífica pieza confeccionada en Italia. No tarda en colocarme con delicadeza la hermosa joya alrededor de mi cuello, un collar de perlas intercalado por broches de oro blanco recubiertos de diamantes rodeando estos a un reluciente rubí. Cayendo hacia mi pecho, un hermoso adorno se muestra con elegancia y majestuosidad sujetando una enorme perla en forma de lágrima. Una pieza sin igual que simboliza la pureza y la castidad con esos toques de pasión que solo la piedra del sol puede añadir a tan portentosa joya. Sus miles de matices me eclipsan durante unos segundos y me hacen perderme entre sus brillos y sus formas alejándome de mis pensamientos. Sin lugar a dudas esta es la elección ideal; atrevida y hermosa.

Una vez escogida la pieza fundamental, la elección del vestido se facilita ya que solo uno que resalte las perlas puede ser adecuado para un día como hoy, escojo uno con un tono oscuro, que deje ver la claridad y la pureza de mi collar. Acaricio la perla en forma de lágrima, mirándome al espejo del tocador. La leyenda dice que proviene de un archipiélago de más allá del océano, un tesoro encontrado siglos atrás. Me muestro satisfecha ante el resultado final.

En su debido momento, me dirijo al exterior, donde me espera el carruaje y me subo sin mediar palabra. Sigo preocupada por todos los acontecimientos que se han precipitado sobre mí en tan poco tiempo, cómo si no tuviera suficiente, y en ese instante de tiempo en el que creo que podría llegar a flaquear siento como mi marido estrecha mi mano con suavidad, transmitiéndome seguridad y confort. Lo miro a los ojos y consigue arrancarme una sonrisa, tímida e incluso extraña después de haber estado rememorando todas mis preocupaciones. Ahora mismo mi marido es un faro que ilumina la oscuridad que siembran mis pesares.

Atiendo a las palabras que me dedica y poco a poco la sonrisa asustadiza que había adornado mi rostro se va convirtiendo en una de satisfacción debido a la alta valoración que está haciendo mi marido de mí. Asiento confiada y decidida. -Lo haré y conseguiré aun más prosperidad para nuestra casa.- No muestro ningún ápice de duda en mis palabras. Estrecho su mano un poco más.

-Quería comentarte una extraña nota que me han enviado sin remitente.- Añado más seria. - Decía que se avecinaban cambios y que me preparase para perder, que una mascarada había comenzado.- Miro hacia él y tras mantener un silencio invitándolo a reflexionar. -¿Qué crees que puede significar? Más allá de sus palabras y su poesía.-

-¿Un competidor?- Pregunto pensando en una rival, una mujer fértil que quiera arrebatármelo todo, incluido mi marido.

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18/03/2019, 10:15
Earl Algernon George de Vere Capell

Su sonrisa se mantenía en todo momento, pese a la gran carga que había depositado en tus hombros. Su mano, apretada y decidida te transmitía seguridad, una especie de coraje personal que te invitaba a apartar toda duda y preocupación. Una seguridad tan fuerte que, mientras siguiérais juntos, nada podría doblegaros. Su voz llenaba de orgullo y enchía tu pecho, levantando de nuevo tu cabeza en su porte solemne. Tendías una tarea por delante, y la harías lo mejor posible. En estos momentos, tenías todo el futuro de vuestra incipiente familia en tus manos, con el beneplácito de tu marido, definitivamente un honor que ninguna otra mujer de alta alcurnia, independientemente del apellido que adornase su nombre, tenía. Excepto la reina Victoria. Si en algún momento te preguntaste cómo sería portar una corona, ahora podrías responder sin temor a incurrir en el error del sueño o la ilusión de una niña con afán de protagonismo. Y pensar que había mujeres, nobles y campesinas, manifestándose en las calles para lograr lo que tú ya disfrutabas a diario. 

Lo único que arrebató su sonrisa sempiterna, que encumbraba aún más su poblado bigote, fue la revelación de la nota recibida. En un principio sólo frunció el ceño pero la falta de un movimiento notable, más aún cuando este tomaba tu mano, te hace presentir que no se esperaba algo como esto. Parpadea varias veces y abre la boca para decir algo, aunque no es capaz de articular palabra en un primer momento. Aparta la vista de ti, mirando hacia el infinito paisaje del exterior del carruaje, relajando cada vez más su ceño hasta tener un gesto de incredulidad. Termina devolviéndote la mirada, con los ojos abiertos más de lo que suele tenerlos pese a tener, siempre, un rostro bastante despierto. 

-¿Justo hoy? -Es todo lo que acierta a decir en un primer momento. -Vaya... que inesperada sorpresa. -Continúa con calma. Su mente comienza a elucubrar, y aunque te mira, puedes notar que se ha perdido en sus pensamientos, hasta que enarca una ceja y continúa hablando. -Sabíamos desde hace tiempo que la reina iba a convocarnos. -Aprieta tu mano con seguridad. -Wessex, Northumbria y más casas nobles, están pasando por momentos de cierta fragilidad. Incluyendo las baronías. -Se encoge de hombros. -Es normal que se sientan amenazados por la fuerza de nuestras casas, más aún teniendo en cuenta que podríamos ganarnos el favor de la reina accediendo a sus peticiones. Querrán instaurar el miedo el miedo en nosotros. Tener un competidor podría hacer que nos replanteáramos ayudar a la corona, y por lo tanto ganarnos su favor, ante el temor de que aprovechasen cualquier debilidad económica que nos venga después de ayudar al imperio. -Vuelve a sonreír. -Una nota anómina es la nota de un cobarde. Los cobardes tienden a la inacción. Nosotros no somos cobardes.

Con esa última frase, el carruaje frena, anunciándoos haber llegado al destino. El palacio de Buckingham, la residencia de la reina. Desde la ventana del carruaje puedes observar a la guardia real, mateniendo el porte imponente y la marcialidad impoluta, sin importar el tiempo que haya. Justo en esos momentos se está produciendo el cambio de guardia. Un espectáculo que concentra a docenas de transeuntes, amontonados en las verjas, de hierro forjado, exteriores.

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18/03/2019, 11:03
Narrador

Buckingham, el palacio donde reside desde hace años la reina Victoria, es uno de los más reconocibles por todo el mundo, su gloria enorgullece a todo noble, burgués y campesino por igual. La sobriedad de su arquitectura relata y resume a la perfección la sociedad inglesa, como si de un espejo se tratase: Porte recio y simple, funcional, casi cuadriculado, nada estrambótico pero de lo que puedes intuir cierta grandeza, o aires de grandeza. El palacio suele aglomerar a su alrededor a todo tipo de personajes, generalmente a la hora de los cambios de guardia, que desde hace incontables años son siempre los mismos. Desde la clase obrera, que sueña con una vida mejor, hasta los burgueses, que sueñan con acceder a los títulos nobiliarios a cualquier precio. Incluso puedes recordarte a ti misma, aferrada a la valla, observando aquellas casacas rojas entrando y saliendo de sus cabinas, andando, patrullando por el perímetro interior. Todos los padres traían a sus hijos aquí para dar un ejemplo, visible, de dedicación y entereza.

La puerta de tu carruaje es abierta por el excelente servicio de la reina. Dos de sus mayormodos, ingleses, de familia y vocación para el servicio de la reina, han salido a recibiros, mientras que los criados se encargan de hacer un pasillo de pétalos de diversas flores. Uno de los criados ofrece un parasol al mayordomo que está parado frente a vosotros, ofreciendoos la mano, para ayudaros a bajar. El otro, permanece con la mano en el tirador de la puerta del carruaje, a un lado, esperando a que bajéis, para cerrar la puerta y despedir al conductor. No es un día especialmente soleado ni lluvioso, pero el mayordomo principal, una vez os ha ayudado a bajar del carruaje, abre el parasol y os acompaña hasta el interior, andando a vuestro ritmo sin dejar caer su brazo. Una vez dentro, lo recoge con celeridad y os acompaña al salón principal. El anunciador os ve llegar y os hace la debida reverencia que todos, y cada uno de los miembros del servicio y mayordomos, oa hacel al veros llegar. Mientras el mayordomo se ofrece a guardar vuestros abrigos y complementos de los que os deseais desprender, el anunciador abre el doble portón con detalles en oro, entrando en primer lugar. Alguien a su lado, con una vara larga rematada en una bola gruesa, da dos fuertes golpes en el suelo, atrayendo la atención de los presentes. No todos los presentes son familias nobles. También hay muchos nuevos ricos, invitados a esta recepción. Tu marido te observa, durante un segundo, con gesto de disgusto, que rápidamente oculta para mostrar una de sus sonrisas.

El anunciador levanta la voz, e incluyendo la música que una banda está tocando, cesa durante su intervención. 

-El Conde, Algernon George de Vere Capell y su esposa, la condesa Lady Annabelle de Vere Capell - Lascelles. Condes de Essex. -Anuncia con un grito solmemne. Pero eso a ti te da igual, tu te concentras en los pequeños detalles de aquellos que tienes enfrente. Las miradas a tu collar, los gestos de admiración o de reproche. Esos detalles que te hacen mostrar tu lado más altivo. Ambos sonreís, manteniéndoos en esa posición durante unos segundos, alargando el silencio y la atención sobre vosotros. Hasta que tu marido comienza a acercarse hacia el resto de los invitados. 

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18/03/2019, 11:35
Earl Algernon George de Vere Capell

Antes de separarse de ti, caminando hacia la bullicio, una vez comienza la música y todo empiezan a hablar entre sí, se gira, mirándote manteniendo su sonrisa. Habla en bajo, para que sólo tú le escuches. 

-Juguemos a este juego, Belle. -Afirma con la cabeza, hablando con cariño. -Habla con quien creas oportuno, pero recuerda nuestro objetivo. Confío en ti. -Coge tu mano y besa el dorso de esta, frente al resto, sin ningún tipo de reparo. -Si tuvieras que decirme algo, estaré atento, y si te veo en aquella esquina, al lado de la banda, iré a hablar contigo. 

No era un mal lugar, la música de la banda haría más difícil que nadie  escuchase lo que tuviérais que deciros si fuese necesario. Se despide de ti y se acerca al corrillo de hombres, donde hay algunos burgueses, lo suficientemente creídos, como para sentirse en su lugar, pese a que por sus venas no recorriera sangre noble. 

Había una mesa con delicados manjares, donde se amontonaban varios nobles y burgueses, que disfrutaban de la comida y la bebida que el servicio ofrecía. Todo el mundo comenzaba a hablar, los unos con los otros, aunque había un par de personas, solitarias, en esquinas opuestas, observando todo y con gesto de disgusto. El duque de Northumbria a un lado, cruzado de brazos y una mujer, que no conoces, al otro. Su vestido y adornos, podría rivalizar con el tuyo, pero carece del gusto apropiado para hacer una cominación más atractiva.

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21/03/2019, 17:37
Annabelle Lascelles

Sentada junto a mi marido en el carruaje, asiento afirmando a su pregunta, hoy había recibido la nota y la coincidencia con la petición de la Reina y las palabras que había escritas en ella me hacen complicado no pensar en las graves repercusiones que podría tener un error en un día como este.

-Sí, tienes razón. No debemos temer a alguien que se oculta, has acertado bien en describirlo como a un cobarde y no creo que sea su intención aparecer ante nosotros ya que escribió: La mascarada ha comenzado.- Al terminar de hablar muestro una sonrisa de aprecio hacia mi marido y me dispongo a salir de nuestro transporte.

Ayudada por uno de los criados de la Reina desciendo del carruaje y contemplo el magnífico palacio, tras un breve lapso de tiempo empiezo a caminar hacia su interior. Con cuidado y ayudada de nuevo por los criados me desprendo de mi ropa de abrigo, para luego atender a nuestra presentación. Mis ojos se desplazan entre los presentes y cuando pasan por encima de alguno de los desconocidos, esos invitados cuya sangre está plagada de impurezas y muy probablemente alguna de sus antepasadas haya hecho la calle, se estrechan de forma disimulada. «Oportunistas». Rápidamente cambio la expresión y muestro un rostro amable hacia una familia que lleva pisando palacios y castillos desde la época de Eduardo I de Inglaterra. Su legado ha perdurado a través del tiempo, uno de mis mayores deseos.

De nuevo, caminamos, esta vez para juntarnos con el resto de los invitados. Mi marido me murmura unas palabras, no me tomo esto como un juego pero aun así asiento con solemnidad. -Eso haré.- Digo curvando mis labios y mostrando después una sonrisa por el beso que me dedica. Tras verlo partir, vuelvo a mirar la sala fijándome en aquellos que se agolpan junto a los primeros ágapes, no me apetece comer nada por el momento así que sigo decidiendo mi destino. No me pasa desapercibida la presencia de una mujer desconocida y a pesar de su atuendo, no voy a rebajarme a acercarme a ella y arriesgarme a tener que hablar con la mujer de algún burgués con suerte, por lo que empiezo a caminar hacia el Duque de Northumbria.

Al situarme junto a él, realizo una leve inclinación en señal de respeto. -Su Gracia.- Digo acompañando mi gesto. -Me alegra verle.-

Entrelazo mis manos y me pongo de forma que también pueda mostrar atención al resto de la sala. -Necesito un poco de tranquilidad… ¿No le importará si le acompaño?- Pregunto dirigiendo una severa mirada a aquellos que ya han empezado con el banquete.

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25/03/2019, 00:30
Algernon George Percy

El hombre te mira sin argumentar palabra alguna. Los primeros segundos pasan deliberadamente rápidos, algo incómodos al escrutar el rostro, visiblemente enfadado, del duque de Northumbria. Una leve mueca de disgusto cruza su cara antes de empezar a relajarlo. Descruza los brazos para hacerte el debido gesto educado de recepción, termina mostrando una fina sonrisa antes de tomar un porte digno, pero más receptivo, sin dejar de lado la solemnidad altiva de un noble que se muestra gallardo ante otro. Antes de contestarte, pasea la mirada por el recibidor, volviendo a colocar un gesto de disgusto que, sin diimulo alguno, mantiene mientras habla contigo.

-Milady de Vere Capell. -Comienza evitando pronunciar, deliberadamente, tu apellido de soltera. -Por supuesto. Cualquier compañía es grata. -Sonríe. -Exceptuando aquellos venidos a más por haberse dado la circunstancia de lograr juntar unas cuantas monedas. -Vuelve a mirar en derredor. -Pese a que parezca que es lo habitual estos días. -Te mira y acaba por parpadear varias veces antes de continuar. -Es una falta grave de respeto que seamos obligados a caminar entre el vulgo. -Levanta las cejas indignado. -Al igual que compartir estancia con ellos. No hay lugar para tal calaña entre insignes.

Hace un gesto cortés hacia los manajares expuestos, ofreciéndote alguno para que seas la primera que tome algo. Aunque sólo sea para pasearlo mientras hablas con él. Sólo si coges algo, él hará lo mismo, tomando algún canapé que mantendrá en la mano, esperando que empieces a comer para seguirte.

-Obviando esta encerrona "real". -Añade con poco afecto. -Por ponerle un calificativo. Creo que no hemos intercambiado pareceres. ¿Me equivoco? -No oculta la suspicacia en el tono. -¿Qué opinión le merece este llamamiento real? -Termina por preguntar.

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26/03/2019, 12:50
Annabelle Lascelles

Aunque no muestro ningún cambio en mi expresión al no escuchar a Algernon nombrar el apellido de mi padre, por dentro una punzada de rabia cruza mi cuerpo. Fuerzo una sonrisa. Duque de Northumbria, comparto su punto de vista y lo cierto es que me ha resultado incómodo ver a gente que no sabría ni decir el nombre de su padre. A pesar de lo poco que me había gustado su trato inicial hacia mí, mantenerme alejada del populacho burgués es ahora mismo suficiente y el duque parece compartir mi desprecio por la gente que no sabe ocupar su lugar en el mundo.

Miro con detenimiento hacia los manjares que me indica el duque, ahora mismo no tengo mucha hambre pero aun así, tomo un pequeño canapé y con sumo cuidado le doy un mordisco. Tras disfrutar con su delicioso sabor inicial decido terminar la otra mitad del tentempié.

No se equivoca digo midiendo la palabras del duque con detenimiento. Desconozco aun los motivos por los que la Reina Victoria nos ha hecho llamar, pero solo su majestad puede hacerme llamar con tan poca antelación sin causarme molestia alguna.

Aunque visto que puede acudir cualquiera a la recepción, supongo que podría haber venido con ropa de lana y sin ninguna pieza de valor, quién sabe si alguno de estos… “ilustres” invitados digo con retintín. —Pueda ser descendiente de una larga tradición de ladrones, es difícil averiguarlo puesto que en Whitechapel no deben tener muchos registros de sus más insignes habitantes.—

Después de desahogarme de nuevo con la burguesía decido terminar ya con el tema, tampoco quería repetirme en algo que ya compartíamos los dos y que ha sido una buena forma de iniciar la conversación.

Así que por el momento solo puedo esperar a la Reina Victoria y que comparta con nosotros los motivos de tan apresurada reunión, algo debe preocuparla y eso también me inquieta a mí.— Lo miro a los ojos y sonrío. —Y qué me dice usted, un duque tan reconocido, quizás ha sido mejor informado.— No hay burla en mis palabras pero creo conocer la respuesta, la recepción está cubierta de secretismo y pocos podrían asegurar las verdaderas intenciones de su majestad la Reina Victoria.

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30/03/2019, 02:35
Algernon George Percy

No pasa por alto la última frase que le dedicas al duque, aunque lejos de ofenderse, no evita mostrar una sonrisa comedida. Cuando degustas uno de los aperitivos servidos, él hace lo mismo, después se permite el lujo de mirar en derredor y negar con la cabeza. Llenando de aire sus pulmones, termina por expulsarlo con un sonoro bufido de superioridad contenida. Incluso mira, con cierto desagrado, el bocado que tiene en la mano, dejando lo que le sobra encima de la mesa. 

-Incluso los más deliciosos manjares pierden lo que los hace únicos cuando son expuestos ante la plebe. -Chasquea la lengua. -Una verdadera pena. -Te mira y vuelve sonreír con suficiencia. -No hace falta conocer el motivo para acudir a la llamada de la reina. Más aún cuando estamos en tiempos de guerra. No me cabe la menor duda de que la corona precisará de financiación extra para alguna de las campañas militares que mantiene a lo largo del mundo. -Pese a la seguridad mostrada, hay duda en su rostro. 

Rápidamente cambia de tema, no se siente cómo entrando en una conversación en la que pueda estar por debajo, o simplemente sentirse en inferioridad Para alguien acostumbrado a verlo todo desde una posición ventajista, mostrar las cartas de la forma que las está mostrando no es algo común. Menos aún en alguien como el duque de Northumbria. Aunque va a empezar a hablar de nuevo, el anunciador vuelve a golpear el suelo un par de veces para llamar la atención, haciendo que todo el mundo se girase para observar a la recién llegada.

-Lady Louisa Drummond. -Anuncia con una solmenidad que no debería tener para nombrar a alguien, en una recepción real, que no tiene una línea de sangre noble. El ambiente se enfría, se te erizan los pelos de la nuca y te sientes verdaderamente incómoda.

Al girar la cabeza puedes ver a una mujer, vistiendo un traje muy acertado y muy bien complementada. Sigue la corriente de la moda que se lleva en la vecina, pero odiada ciudad de París. El paso de la mujer es grácil, vaporoso, como si el elaborado vestido no la molestase a la hora de moverse. La belleza de la joven rivalizaría con algunas de las encumbradas y reconocidas musas de los más famosos pintores. Una belleza inocente con una mirada cargada de inteligencia. 

La mujer no tarda en ponerse a saludar a todos los que se va cruzando, sin detenerse apenas en nadie. Finalmente, llega hasta un grupo en el que se encuentra tu marido. Ella se detiene y entabla una conversación con todos ellos, y pronto comienzan a reírse como si de lo que estuvieran hablando fuera lo más gracioso que se haya podido contar jamás.

Puedes observar cómo hasta el propio Duque ha quedado prendado con la recién llegada, acompañando con la mirada todo el recorrido que hace hasta pararse a hablar. Pese a esa mirada de interés, también se le nota bastante incómodo. 

-Creo reconocer a aquella mujer. Si no recuerdo mal es la legítima propietaria del banco escocés tras el fallecimento de su marido. -Se lleva una mano al mentón. -Sí... ha de ser ella. Drummond no es un apellido propio escocés, por eso me llamó la atención. 

Termina comentando más para él mismo que para ti.

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01/04/2019, 11:01
Annabelle Lascelles

Muevo los ojos para ver como deja el resto del aperitivo sin llegar a terminárselo. Muestro una sonrisa sincera ante su comentario, sin duda tiene razón, un buen manjar debe ir siempre acompañado de los comensales adecuados. —No podría revocarle eso.— Contesto dando un largo parpadeo a la vez que asiento levemente. El duque de Northumbria es de la misma opinión que mi marido, así que a pesar de ser unas suposiciones suyas... podrían acertar. —Es lo que se comenta, me gustaría que su Majestad tuviera a bien el sorprendernos.—

Entonces la conversación se ve interrumpida por el sonoro anunciamiento, me giro y observo con incredulidad lo que acaba de ocurrir. Niego levemente moviendo mi rostro. «Lo siguiente ya será ir nombrado uno a uno al servicio...» pienso mientras mi ceño se frunce, aspiro aire y me vuelvo para no dar más atención a alguien que no la requiere, pero su llamativo vestido hace que la mire de reojo siguiendo su caminar entre los invitados hasta que se detiene ante un grupo de hombres, uno en el que se encuentra mi marido. Al alzarse las risas entre la multitud un pensamiento cruza mi mente. «Así que tenemos un bufón o quizás una ramera» aunque una extraña sensación de inseguridad también se hace acopio de mí y eso me resulta sumamente desagradable. 

El duque que se encuentra a mi lado hace una observación sobre la joven advenediza. Lo desconocía, me dio otra impresión. Luego guardo silencio, deteniéndome a reflexionar sobre lo que ha dicho, al final esa joven ha tenido un golpe de suerte y se ha hecho con una posición que no merece y aunque sea una simple banquera tiene dinero y reconocimiento público y ahora mismo todo eso es solo suyo. Aunque no quiera reconocerlo, ni siquiera a mi misma, es algo que despierta en mí cierta envidia.

Si deseara un banco yo también lo tendría.— Pienso en voz alta recordando la conversación que había tenido con mi marido esta mañana. Después miro al duque, tengo la sensación que poco más me puede aportar y aunque es mejor compañía que muchos de los otros invitados, no veo en él aun competidor, simplemente a un semejante.

Espero un rato a su lado por cortesía antes de decidir a despedirme mientras voy ojeando la sala y buscando alguien que me suscite interés.

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04/04/2019, 18:04
Algernon George Percy

Con tu súbita respuesta, consigues arrancarle una sonrisa al duque. No podrías asegurar si es por bien, o por que te note incómoda ante la presecia de la adinerada mujer que acaba de llegar. Para cuando te quieres dar cuenta, al perder la mirada por los incontables ventanales del palacio, ya es de noche. No te sorprende, pues son casi las 20:30 de la noche, lo que te llama la atención es lo rápido que ha pasado el tiempo. Estas recepciones, de tarde, nunca son plato de buen gusto, y lo peor de todo es que, todavía, no ha aparecido la reina. Es fácil pensar que com todo este retraso, este evento se extienda hasta bien entrada la madrugada. Pensándolo bien, no es mala estrategia, si la reina de verdad está intentando recaudar fondos para las empresas militares, sacárselo a los nobles ya embriagados, es mucho más fácil. Una de las cosas que no ha dejado de salir durante todo el tiempo, ha sido alcohol. 

El duque, por su parte, una vez te has despedido, ha ido juntándose a diferentes grupos, con los que ha mantenido diferentes conversaciones. Siempre tratando de evitar, poniendo el máximo espacio entre ellos, con la baquera. No entiendes muy bien por qué, pero te resulta sumamente curioso. Tras unos minutos, casi de forma fortuita, el duque y lady Drummond coinciden en un lugar, más o menos apartado, de la zona en la que se encuentra el resto de invitados. Quizá te interese saber de qué pueden estar hablando, pero no tienes opción de ir a cotillear. Tu marido se acerca a ti, haciendo como que mira las viandas cercanas a ti para hablar contigo.

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04/04/2019, 18:45
Earl Algernon George de Vere Capell

Como si estuviera, simplemente, cogiendo algo que llevarse a la boca, se termina colocando a tu lado. Con un gracil movimiento, se lleva algo a la boca y se gira, mirando a todos los presentes, pero manteniendo la atención en ti. Aunque le has visto con varias copas en la mano, a lo largo de la noche, no parece que el alcohol le haya afectado. No es un gran bebedor, en absoluto, por lo que no ha tenido que haber bebido todo lo que ha pasado por sus manos. Lo que te indica que está bastante interesado en sacar la máxima información posible y beneficio para la familia. Otra cosa no, pero cuando se trataba de negocios, Algernon era de los que más se interesaba, haciendo todo lo que tenía que hacer para lograr sus objetivos. 

-¿Te has dado cuenta del recibiento, y la cantidad de relaciones, que ha hecho la señorita Drummond? -Comenta para ti. -Al parecer... su banco aglomera las grandes fortunas de la mayoría de los ilustres presentes. -Sonríe. -Nosotros hemos tenido suerte, apoyamos al banco real. 

Hace cómo que toma un trago de vino espumoso, pero luego, en la siguiente copa que tiene en la mano, deja salir el líquido, dejando las dos copas a la mitad, más o menos, en la mesa para que cuando venga el servicio las retire. Vuelve a observar en derredor, con la mirada reflejando concentración. Carraspea, para ganarse de nuevo tu atención. 

-Mira ahí. -Por una puerta lateral entran la sala los grandes mandos condecorados del ejército de su majestad. Hombres que, con toda la seguridad, lo más cerca que han visto una guerra ha sido encima de una mesa, con figuritas de madera representando los batallones. -Parece que está por pasar algo.