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London by Night: Crimson Nights

[Prólogo] What must be done (Annabelle Lascelles)

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10/10/2019, 22:28
Annabelle Lascelles

A medida que pasan los días mi humor va empeorando por la ineficiencia de la policía, la incapacidad de asumir alguna responsabilidad por parte de los dos bancos y nuestros problemas financieros a los que no estoy acostumbrada. Empiezo a pensar que debo asumir que tengo que ser yo la que tome las medidas judiciales correspondientes para hacer que los culpables sean castigados. En otros tiempos, podría haber hecho que ambos dueños caminaran por el patíbulo y ante el reluciente filo de un hacha o la rudeza de una soga, estoy segura que estarían dispuestos a compensarme todo el daño que me han causado.

«Y lo harán», me prometo a mi misma.

El hilo de mis pensamientos se ve interrumpido por las pisadas de mi marido, lo que hace que mire a la puerta antes de que él pueda abrirla para traspasarla. Una vez se sienta a mi lado, atiendo a sus palabras y la preocupación que guardan, además el hecho de llamarme «Annabelle» no me pasa desapercibido.

Sí, también yo he empezado a pensar así...— respondo iniciando así la reflexión sobre mis intenciones.

Me parece inaudito la incapacidad de la metropolitana para solucionar esto, nosotros hemos vendido unas propiedades y no hemos recibido beneficio alguno. Eso tendríamos que poder invalidarlo, al menos hasta que nos sea devuelto el dinero y seguir beneficiándonos de las minas por el momento— le explico.

Por supuesto creo que deberíamos tomar cartas en el asunto y presentarlo ante los tribunales, la ineptitud y posiblemente la culpabilidad de esos bancos debería ser castigada sin más dilación— mi tono muestra la rabia que me causa la afrenta que han tenido contra mi familia, algo que no estoy dispuesta a permitir mientras viva. Arrugo mi vestido entre mis dedos, apretando con fuerza hasta que el dorso de mis manos toma un matiz tremendamente blanquecino en el que se marcan mis huesos y algunas de mi venas.

Una vez consigo calmarme momentáneamente, observo a mi marido y asiento. —Sí, ahora te diré lo que pienso— refiriéndome a lo que ha preguntado; pero para mí lo más importante es castigar a todo aquel que haya fallado en esto. Entrelazo mis manos y clavo mi mirada en los ojos de mi marido, una fría y cargada de odio, dejo el tiempo pasar hasta que me inclino para acercarme a mi marido, apoyando una mano cerca de él, y le murmuro.

Quiero que sufran, quiero que se arrepientan de haber perturbado nuestra vida…— Y cuando estoy casi rozando la oreja de mi esposo con mis labios—. Haz eso por mí— concluyo.

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15/10/2019, 15:07
Earl Algernon George de Vere Capell

Tu marido frunce el ceño cuando te escucha la petición. Se aparta un poco de ti, envarado, girando la cabeza para mirarte a los ojos. Mantiene ese gesto cejijunto, de labios apretados, claramente enfadado. Termina por levantarse y arreglarse las mangas, mirándolas, tratando de calmarse sin demasiado éxito. Lo notas pensativo, pero casi podrías decir qué es lo que pasa por su cabeza en este momento. Por ello tampoco te llevas una sorpresa en cuanto al contenido, pero es la primera vez que le ves en una actitud como esta frente a ti. 

-La culpa no es de la metropolitana, Annabelle. -Dice llevándose las manos, esta vez, al chaleco. -Tampoco veo cómo podemos unir el robo a la venta de las fábricas y las minas. Y no voy a ser el hazmerreir de la cámara cuando lleve ante el tribunal tal banales acusaciones contra una... una... -Te mira, levantando la cabeza. -Una vulgar acompañante de cama con suerte de haber heredado una fortuna. -Niega con la cabeza. -No, ella ya se ha ganado toda la atención que requería. 

Se acerca a la ventana, observando Londres iluminado por el fuego de las luces de gas de la calle. Con las manos en la espalda, con gesto contrariado, por lo que puedes ver del reflejo que ofrece el cristal por el que está mirando. Vuelve a negar con la cabeza, levantando las cejas, antes de girar la cabeza hacia ti. Enarca una ceja antes de continuar hablando. 

-Haré que el banco empiece a funcionar cuanto antes. -Se fija en tu mirada. -Que es otra cosa que hago por ti. -Te mira de arriba a abajo y vuelve a girarse para mirar hacia Londres. -Sin capital no podemos generarlo, la corona tendrá que esperar. Entenderá nuestra posición y nuestra situación actual. En un futuro, cercano esperemos, podremos cumplir nuestra palabra. 

Se queda en aquella posición, mirando por la ventana.

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18/10/2019, 02:43
Annabelle Lascelles

La respuesta de mi marido no es de mi agrado, frunzo el ceño molesta y suelto un bufido de resignación separándome de él.

Son culpables de su propia incompetencia, tenían que llevar nuestro dinero y no lo han hecho, lo han perdido. Ese ha sido su error— puntualizo—. No digo que estén relacionados, solo digo que de momento no nos ha dado nuestra parte.

Lo sigo con la mirada hacia la ventana y escucho sus palabras, asintiendo levemente, en ese punto tiene razón. Es lo único que podemos hacer. Me levanto con lentitud y paso las manos por mi vestido, alisando la tela con ellas, luego camino para situarme al lado de mi esposo. Mirando hacia Londres como hace él, perdiéndome en sus oscuras calles y dejando un tiempo para la reflexión, relajándome, antes de continuar hablando con mi marido.

Tienes razón, el banco debe empezar a funcionar, les venceremos en su propio campo— murmuro a su lado—. Es otra forma de hacerlo…— termino en un tono aun más bajo.

Cumpliremos con todo, como siempre.— Y mientras digo esas palabras mis pensamientos se centran en los dos banqueros, el hombre y la mujer, distintas formas de actuar y sin embargo, les espera el mismo final. No soporto la ineptitud y me da igual quién haya fallado, pienso hacer algo al respecto y entonces, lo perderán absolutamente todo.

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23/10/2019, 17:08
Earl Algernon George de Vere Capell

Tu marido cada vez se muestra más distante y enfadado, apenas te dirige la palabra, y teniendo en cuenta lo poco que está por el palacio, debería mostrarse más comunicativo, No te ha retirado el saludo, pero sus interacciones contigo se han visto reducidas al mínimo, y la cara de molestia, cuando se ve obligado a estar tiempo contigo, no pasa desapercibida para ti. La buena noticia es que el banco ha sido completamente sufragado y se terminará. Se han establecido los contratos pertinentes para su puesta en marcha nada más acaben las obras que han, sido insidiosas, pero al menos, ves cumplido tu sueño. En breve pisotearás a los que te han puesto en esta difícil situación. 

Una mañana, uno de los sirvientes de la reina, el anunciador real, llega custodiado hasta la puerta de tu palacio. En sus manos lleva una misiva real que está destinada a vuestra familia. Tu marido no está en casa, y por la rutina que ha adquirido últimamente no estará hasta bien entrada la noche. 

-Perdone la molestia, Lady Lascelles-de Vere Capell. -Te sonríe entregando, con excesiva ceremonia, la misiva sellada con el escudo real. -Me han pedido, expresamente, que espere hasta que me deis una respuesta. -Asiente, haciendo una leve reverencia. -¿Le importunaría que esperase en el interior?

Espera pacientemente, en el quicio de la puerta, esperando que le dejes, o no, entrar.

Nobilísima familia de Vere-Capell.

Muchos son los años que hemos mantenido una estrecha relación, fructífera tanto para nuestras familias como para el imperio, que tanto les costó a nuestros padres, y padres de nuestros padres, levantar. 

Como bien sabéis, las guerras en las colonias se han recrudecido, y mi deber para con el pueblo, como para honrar el legado que nos ha sido entregado, es defenderlo y unificarlo, por fin, a la corona. Y para ello es necesario recaudar fondos. No he sido ajena a la tragedia que os ha tocado vivir, y por ello me gustaría enviaros mi más sentido apoyo a este momento de debilidad que os aqueja. Sé que cualquier mal que os ronde será atajado con determinación, y que al final, sólo os hará más fuertes. Siempre ha sido así, y sé que así seguirá siéndolo.

En otro orden de cosas, para terminar de financiar nuestra campaña bélica, me he visto obligada a invitar a Charles Floquet, el primer ministro francés, para tratar de conseguir algún tipo de acuerdo con ellos, que en vista de la delicada situación en la que está envuelta su nación, considero que puede ser muy próspero para nosotros. He creído oportuno invitarle a pasar unos días en el palacio que os cedí, que por lo que tengo entendido, habéis dejado en un estado increíble, capaz de impresionar a cualquiera que se precie. Sé que puede ser incómodo tener un invitado no esperado, pero tengo entendido que podéis disponer de vuestro alojamiento propio. Estoy segura de que entendéis esta decisión, pero no estaría de más disculparse por la repentina reubicación.

Una vez más, gracias por vuestra lealtad a la corona, y vuestro apoyo incondicional.

No tengo duda que os irá bien.

Su Graciosísima Majestad, Fidei Defensora y Emperatriz de la India, La Reina Victoria de la Casa de Hannover.

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24/10/2019, 23:38
Annabelle Lascelles

La situación parece remontar, aunque no es suficiente para poder sentir satisfacción por ella. Además, para más inri, la actitud de mi marido solo consigue causarme más pesar, me mira como si todo esto fuera por culpa mía y al igual que él, poco a poco, mi carácter hacia mi esposo se va volviendo ensombreciendo y tornando más hostil. No me molesto en forzar una conversación que no es deseo de ambos. Así que el tiempo libre que me queda, lo dedico a leer en soledad; pero la incertidumbre que ronda sobre mi cabeza hace que no consiga concentrarme y avanzar en mis lecturas, solo consigo darle vueltas una y otra vez a nuestra situación.

Una mañana, recibo a uno de los sirvientes de la Reina. Atiendo a su petición y recibo la misiva real.

Pase— le digo antes de leerla.

Con cuidado, rompo el lacre que sella la carta y procedo a leer la carta. Mi rostro se va apagando a medida que voy avanzando y no es sino al final, que suelto un leve chasquido, mostrando a mi alrededor la gran molestia que me causan las palabras de su Majestad. Con las manos temblorosas, pliego la misiva y clavo mi mirada en el anunciador, una que no soy capaz de disimular, y aunque está llena de odio, no es hacia la Reina a la que admiro, sino a todos los causantes de mis males, que aunque no tengan un rostro claro para mí, les deseo la más dolorosa de la muertes.

Se hará como desee su Majestad— le digo al sirviente real, y al concluir mis palabras, lo miro esperando a que desaparezca totalmente de mi vista.

Una vez se ha ido, espero sentada en silencio a que llegue mi marido para trasmitirle las malas nuevas y recapacitando sobre lo que significa todo esto, a pesar de los buenos deseos de su Majestad, nos ha privado del Palacio en un momento de necesidad y es algo que me está sentando mal, y cada minuto que pasa, la sensación es aun peor.

Aunque la verdadera culpa, es la de aquellos que hayan atentado contra los bienes de mi familia, nuestra tranquilidad y nuestro bienestar. Mis dientes rechinan por la rabia y aprieto mis manos con fuerza. El día que sepa quienes son, será el último para ellos.

Ahora necesitamos encontrar un lugar adecuado para hospedarnos, al menos, hasta que todo esto haya pasado y ese pensamiento despierta una creciente ansiedad en mí. Es terrible y una completa deshonra para mi familia. 

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27/10/2019, 15:14
Earl Algernon George de Vere Capell

El sirviente de su majestad, entendiendo por tu porte y actitud que sobraba, no tarda en poner rumbo hacia la puerta de salida, tras pedirte permiso para hacerlo. Desaparece dentro del carruaje real, perdiéndose de tu vista al salir por el horizonte entre unos árboles. El pesar de verte desalojada no tiene parangón, más que una afrenta es un toque de atención, con poco tacto pero que ha tenido el efecto deseado. Al menos, el que pretendía la reina. 

Cuando tu marido llega a palacio, lo hace con su habitual ceño fruncido y saludo obligado al entrar por la puerta de casa, pero esta vez hay algo que le inquieta de ti. Se para en seco y gira la cabeza hacia ti, enarcando una ceja y con incertidumbre en sus rasgos, y no es hasta que le cuentas lo que ha pasado que palidece, mostrando un gesto casi irreconocible para ti. Un gesto lleno de dudas. Cruzado de brazos, se lleva una mano a la cabeza, tapándose la cara, pensando en cómo poder salir adelante de todo esto. Pero no es fácil, va a pasar un tiempo hasta que el banco empiece a dar réditos, y si esta situación se alarga más de la cuenta, la gente empezará a chismorrear y a poner en tela de juicio la viabilidad de la familia que acabáis de formar. Se muerde el labio inferior. 

-Tenemos que darle la vuelta a la situación. -Te dice. -No podemos permitir que se nos empiece a cuestionar entre la plebe. No cuando tenemos por delante unos proyectos tan beneficiosos como los que nos hemos propuesto...  

Se sienta en el sofá, pensativo, con la mirada perdida, durante unos segundos. 

-Tenemos que controlar la opinión pública y la noticia de nuestro traslado. -Se lleva la mano a la boca. -Mostrarlo como una labor social para la campaña militar. -Deja salir el aire por la boca, fijándose en ti. -Eso nos dará tiempo, y pondrá a la plebe a nuestro favor. Hacemos esto por la corona y por la gloria que ello conlleva. -Te mira. -También tenemos que inaugurar el banco... lo haremos por todo lo alto una vez hayamos puesto la semilla de nuestra implicación en la gente. -Sonríe con cierta malicia. -Podré acudir al club y lograr que varias familias traigan sus ahorros a nuestro banco. ¿Cómo negarse a apoyar los negocios de una familia que ha dado su propio hogar por salvaguardar el interés británico? -Apoya sus manos en sus rodillas, incorporándose hacia ti. -Y finalmente atacaremos a la población que de verdad tiene riquezas, a la plebe venida a más, deseosa de juntarse con la sangre real. Haremos que nos vuelvan a aupar a la cima. -Cruza los dedos, manteniéndose incorporado hacia ti, apoyando los codos en las rodillas.

Te mira, esperando tus impresiones, tus ideas, o viendo cómo puedes ayudar a que esto se cumpla. 

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30/10/2019, 15:10
Annabelle Lascelles

El encuentro con mi marido y la revelación que le hago de la petición de la Reina Victoria, me hacen ver nuevos gestos en el rostro de él, unos que me habrían pasado desapercibidos si no lo conociera tanto y se pareciera tanto a mí, y por esa misma razón llaman mi atención. Lo sigo mirando, esperando a que diga algo, y cuando empieza, respiro profundamente, tomando aire para lo que está por venir. La idea de la plebe cuestionando nuestra situación y nuestros actos me resultaría irrisoria, «¿cómo pueden valorar ellos eso?» me pregunto; pero la sola idea de que el pueblo empiece a cuestionar a mi familia, en lo más profundo de mí, me hace temer por empezar a parecerme más a ellos y verme llevada hacia la vulgaridad con la que visten para acabar venida a menos, convertida en una más en Londres.

Finalmente, Algernon me presentan su plan, hacer ver nuestros planes como una labor social y aunque estoy de acuerdo, creo que nuestra labor como nobles es ser poderosos para poder guiar al pueblo, no necesitamos fingir que les estamos ayudando, ya lo hacemos.

Y en parte así es— añado—, lo hacemos por la Corona. Por otra, los hacemos por nosotros, para engrandecer aun más a nuestra familia.

Miro hacia un lado, pensativa.

Sí— murmuro—, ya lo íbamos a hacer; pero mostrar que los beneficios sirven para apoyar al Imperio, es decir, deberíamos enseñarlo de una forma más pública para que hasta la rata más desdichada de Inglaterra pudiera entenderlo— empiezo a hablar cada vez con más intensidad—, e incluso desear formar parte de ello.

Quizá la aportación del pueblo sea irrelevante hasta que muchos sumen; pero el sentimiento que podemos crear en ellos para que piensen que están aportando a la causa como buenos ciudadanos y que forman parte de algo podría hacer que hablaran a otros y los convencieran, evitándonos así un trabajo, mientras ellos siguen con su importante labor de servir, al Imperio y a nosotros mismos. Son pobres, pero todos juntos, podrían llegar a significar algo. Y por supuesto los tendríamos unidos, estarían a nuestros pies.

Y creo que para atraer su atención, deberíamos organizar algún tipo de evento para ellos. Centrándonos en los más influyentes y que simplemente, el populacho les siga concluyo.

Después, haciendo uso de los dedos para contar, recito. —Nobles, burgueses y el resto de clases populares. Todos y cada uno ellos aportarán a nuestra causa. Unos por solidaridad, otros por envidia y el rebaño simplemente los seguirá.

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02/11/2019, 01:11
Earl Algernon George de Vere Capell

Tu marido asiente con la cabeza, con la mirada fija y gesto decidido. Durante unos segundos no dice nada, simplemente piensa, abstraído, con la mirada perdida. Se frota las manos, lentamente, sin apartar la vista de aquel lugar indefinido en el que se ha fijado, hasta que finalmente te mira y sonríe con cierta malicia. 

-Mañana me voy a dedicar a prodigarlo por el club. -Asiente. -Me aseguraré de que terminen envidiando que la reina no les haya pedido a ellos sus residencias. -Se cruza de piernas. -Y generaré interés acerca de la finalidad de nuestro banco, con suerte llegará a oídos de la reina y con ello, recuperemos su confianza. -Apoya sus manos en sus muslos, con naturalidad. -No pasará por alto la creación de otro banco que apoye a la corona, y teniendo en cuenta nuestra procedencia, con rapidez equilibraremos la balanza con ese despojo humano que se hace llamar "La Duquesa de Northumbria". -Enarca una ceja. -¿Y qué mejor forma de asestar el primer golpe que quitándole las ganancias del Duque de Northumbria? Con su apoyo será cuestión de tiempo que cambien las tornas. -Vuelve a sonreír con malicia. -Y él la odia.

Tamborilea sus dedos por sus muslos, volviendo a pensar en silencio durante unos segundos. Termina por mirar la estancia, recorriéndola con los ojos, visiblemente apenado. Suspira y vuelve a mirarte. 

-¿Te podrías encargar de encontrarnos un alojamiento digno? -Termina por decirte, adquiriendo un porte más altivo y estudiado. -Es el momento de ser determinantes, y sé que sabrás sacar provecho de cualquier situación. ¿Puedo contar contigo?

Se levanta y se acerca a tu lado, sentándose atrevidamente cerca de ti. Acerca su mano a la tuya, con la intención de entrelazarla. 

-Belle... -Acaba susurrando, levantando su mirada a tus ojos. 

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05/11/2019, 04:16
Annabelle Lascelles

Observo a mi marido en silencio, esperando para conocer sus últimas conclusiones. Respiro de forma pausada y mantengo de forma correcta y protocolaria la postura de mi todo cuerpo, al igual que haría si estuviera en presencia de la Reina Victoria. Una vez comienza su discurso, una sonrisa de complicidad se dibuja en mi rostro al escuchar sus palabras y termino asintiendo.

Sí lo hace— termino simplemente confirmando su afirmación sobre el Duque.

No digo nada más, a veces no son necesarias las palabras y casi estoy pensando ya en dar por concluida la conversación cuando mi esposo me hace una petición.

Siempre— respondo con determinación—. Pensaba que no me lo pedirías— añado con tono amable—. Haría lo que fuera por nosotros y nuestra familia, encontraré una casa digna y aunque posiblemente no pueda rivalizar con este magnífico palacio, me aseguraré que en unos días sea la envidia de todos, sobretodo, por quienes viven en ella.

Sigo los movimientos de Algernon hasta que se sienta junto a mí y acerca su mano tímidamente, bajo la mirada hacia ella y tras unos segundos de duda, surgida de mi más profundo y arraigado orgullo. Tomo su mano, entrelazando con lentitud y suavidad mis dedos con los suyos. Seguidamente, escuchar mi nombre me reconforta, respondiendo su mirada con la mía hasta que finalmente realizo un largo parpadeo.

Dime...— contesto con suavidad, seguramente no hacían falta más palabras para que nos entendiéramos, creía haberlo hecho, sin embargo, quiero escucharlas salir de él y es una satisfacción que deseo ver cumplida más allá de un silencio cómplice y respetuoso en el que se olviden nuestras diferencias.

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07/11/2019, 17:27
Earl Algernon George de Vere Capell

Deja salir el aire por la nariz sin dejar de mirarte a los ojos, y aunque había preocupación reflejada en su rostro y en su tono, esta desaparece al entrelazar los dedos. Guarda unos segundos de silencio donde no dejar de fijarse en ti en ningún momento, clavando los ojos en los tuyos con intensidad inusitada.

—Están siendo unos momentos difíciles para nosotros, Belle— Dice con tono grave—. He sido injusto al pagar mi enfado contigo, me frustró no poder empezar con la embotelladora. Había puesto toda mi energía en ese proyecto y tener que adaptarme para poner en marcha el Banco me dejó sin fuerzas—, Se sincera contigo, apoyando su otra mano en la tuya— No volveré a dejar que ocurra. Eres mi mujer y confío en ti y en tu criterio—, Añade con decisión, mostrando una sonrisa cautivadora— Al final, este infortunio nos ha mantenido alejados de lo que verdaderamente importa, amor—. Prosigue endulzando su tono de voz— Y es que no podemos privar a este mundo de un heredero que continúe con nuestro legado. ¿Estás de acuerdo?

Se acerca para besarte, rozando con suavidad sus labios con los tuyos, esperando cerrar así una herida que nunca debió de abrirse. Al separarse besa el dorso de tu mano esperando tu respuesta. Si es afirmativa se pondrá de pie tirando de ti hacia vuestro dormitorio. 

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08/11/2019, 11:24
Annabelle Lascelles

Con aparente calma, espero la explicación de mi esposo y al empezar este a hablar, mi rostro se mantiene inexpresivo. No parpadeo, mis labios no se mueven ni un ápice. Y no es hasta que Algernon muestra esa sonrisa que mis facciones se ablandan y bajo la vista, y aunque me siento triste por la confesión de mi marido, no me arrepiento de las decisiones que he tomado.

Sí— digo tras una incómoda pausa entre sus palabras y las mías—. Todo esto, lo hacemos para engrandecer nuestro nombre, nuestro heredero tiene que prolongar nuestro legado cuando nosotros ya no podamos.

Recibo sus labios, olvidándome de nuestras diferencias y pensando ya en el poderoso legado que debemos procurar a nuestros descendientes. Ese que se está fraguando en estos instantes con la apertura de nuestro banco y que se culminará con nuestros próximos movimientos. Al tomar mi mano y besarla, sonrío satisfecha por la nueva idea que ocupa mi mente, y ayudada por mi marido me levanto y lo acompaño hacia nuestro dormitorio.

De camino, no puedo evitar pensar en el poco tiempo que nos queda entre los muros de este palacio y que con toda seguridad, nuestras comodidades se van a ver mermadas por las decisiones que hemos tomado, y todo por culpa de esos patéticos banqueros a los que muy pronto condenaremos a un futuro de mediocridad por haber intentado llegar demasiado lejos sin haber estado, ni por asomo, a la altura.

Una vez en nuestra habitación, mis pensamientos vuelven a centrarse en la parte más importante del legado que quiero dejar al mundo.

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10/11/2019, 17:18
Earl Algernon George de Vere Capell

El camino hasta vuestro dormitorio transcurre en el más absoluto silencio, ya estaba todo dicho. La labor que tenéis por delante es lo suficientemente importante como para mantener una guerra absurda entre vuestros egos. No pasa mucho tiempo hasta que os encontráis, el uno frente al otro, en la intimidad de vuestro dormitorio. La luz de gas, titilante, a baja potencia ilumina lo justo para descubríos entre penumbras, Algernon te abraza, acariciándote la nuca con los yemas de los dedos, antes de acercar sus labios a los tuyos, besándote con suavidad a medida que tu cuerpo se comprime contra el suyo. Su mano libre acaricia tu espalda, bajando hasta la cintura para volver a subir hasta quedarse arropando tu cadera. Aprieta con suavidad la curva encorsetada que dibuja tu perfil, sin apartar los labios de los tuyos ni un momento. Es un beso cálido, más apasionado que los que dictan el protocolo. Un beso íntimo, que anuncia la reacción que provocas en él. No tardas en notar la dureza de su entrepierna.

Con suavidad se separa de ti, colocándose a tu espalda. Sus manos recorren tu columna vertebral, desde la cadera hasta tu nuca, apresando los cierres de tu vestido que comienza a soltar con lentitud entrenada. Notas su respiración acelerada en la base de tu cuello, y escuchas como disfruta de los restos del perfume que permanece adherido a tu piel, tomando largas y calmadas inspiraciones. Hacia la mitad de tu espalda, cuando el vestido ha empezado a abrirse, notando cierta libertad en tus hombros, comienza a besar tu cuello, ascendiendo desde su base hasta llegar detrás de tu oreja, donde, con cierta timidez, empieza a jugar con su lengua, terminando por dar un leve mordisco en tu lóbulo.

Tu vestido cae pesadamente contra el suelo, quedándote en ropa interior, aún con el corsé estilizando tu figura. Algernon posa sus manos en tus costados, manteniéndose detrás de ti, volviendo a recorrer tu cuello con sus labios.

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13/11/2019, 09:58
Annabelle Lascelles

A veces no hacen falta palabras y todo se soluciona con el lenguaje del cuerpo, un suave beso me había indicado la reconciliación entre mi marido y yo, y ahora uno más intenso me señala claramente el deber que tenemos para con el mundo. De todas las familias se espera la concepción de la vida y su continuidad a través de las eras, en muchas es irrelevante si su nombre se pierde en el tiempo, en otras hacer perdurar el legado es nuestro deber más importante.

Me siento reconfortada entre los brazos de mi esposo, a pesar de mi seguridad, a veces necesito un apoyo en el que sostenerme y ese será siempre la persona con que me desposé. Al verlo moverse hacia mi espalda, muevo mi cabeza siguiéndolo con la mirada con el deseo de no perderlo de vista. Al notar el suave roce de sus caricias, mi respiración se vuelve más sonora y profunda hasta que vuelvo a sentir sus labios, esta vez posándose sobre mi cuello, cierro los ojos y levanto el rostro hacia arriba, inclinándolo hacia un lado, tensando así la piel de mi cuello y dejándolo totalmente expuesto.

Apenas presto atención a mi alrededor hasta que mi vestido se encuentra junto a mis pies. Alzo mis manos para deshacer mi peinado y dejar que mi melena caiga formando una cascada de colores oscuros y llenos de brillo que finaliza cercana a mi cintura. Me vuelvo hacia él e intensamente lo miro a los ojos apoyando mi mano sobre su pecho, casi se podría decir que en ese instante están brillando con devoción, para poco después comenzar a desabrochar su camisa como si fuera un ritual, el cual ya he repetido muchas veces con anterioridad, y quizás por eso un escalofrío recorre mi cuerpo recordando que a pesar de todo nunca me había quedado encinta. Dejo caer su ropa sobre la mía, para luego apoyar mi rostro sobre su pecho desnudo y aspirar el agradable olor que solo puede emanar un ser amado. La sensación es sumamente reconfortante.

Al rato, tomo su mano en silencio y lo llevo hacia nuestro lecho, buscando la calidez de nuestros cuerpos y el abrazo de nuestras sabanas.

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19/11/2019, 08:56
Earl Algernon George de Vere Capell

Sus exhalaciones recorren tu cuerpo, perfilándolo con una suave brisa caliente que recorren tu busto contorneado. Sin dejar de besar tu cuello, expuesto, mientras vuestras respiraciones se acompasan acelerándose, su cuerpo reacciona a tu desnudez que no puede evitar contemplar por mucho que se esfuerce en mantener la mirada fija en el iris de tus ojos. Espera paciente a que le desnudes, mientras su mirada se va transformando en una muestra de deseo y respeto orgulloso, contenidos, que contrasta con la presión que ejerce su entrepierna en tu vientre al acercaros, uniendo vuestros labios en un beso apasionado. Acaricia tu cuero cabelludo al posar tu cabeza en su pecho, jugando con tu larga cabellera, la suave fricción de vuestros cuerpos termina por endurecerle, a la vez que tu pecho se vuelve más sensible al endurecerse contra su cuerpo.

Le coges de su mano y lo conduces, sin oposición manifiesta, hasta vuestro lecho. Apartas las sábanas y te tumbas, esperándole. Él recorre con la mirada tu cuerpo, sin perderse ni uno de tus movimientos, esperando a que te acomodes para colocarse encima de ti. No lo hace con rapidez, recorre tu cuerpo, desde tu vientre, subiendo poco a poco a tu pecho, deteniéndose un instante para tomarlo entre sus labios y continuar su recorrido ascendente hasta tu boca. Su sexo roza tu pierna hasta llegar a colocarse entre los labios del tuyo, preparándose para penetrarte. Cuando llega a la altura de tus labios, te mira a los ojos, separándose un poco de ti, acomodando su entrepierna a la tuya. Presiona, abriéndote poco a poco, con la confianza y la seguridad que da conocerse desde hace tanto tiempo, lo hace tranquilo, pese a que todas sus facciones muestran una mueca de puro deseo y de amor.

Tras unos segundos de presión, tu cuerpo se hace a su medida. Tu marido comienza a moverse contra ti, en un vaivén acompasado, tranquilo al principio, el calor de su cuerpo arropa el tuyo, a medida que aumenta el ritmo de sus embestidas.

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22/11/2019, 16:37
Annabelle Lascelles

Tumbada en la cama, coloco mi pelo hacia un lado y luego poso mis ojos sobre mi marido, diciendo con la mirada más de lo que sería capaz de decir con simples palabras. Respiro sonoramente mientras siento la calidez de sus labios recorrer mi cuerpo hasta que terminan en mis labios. Estiro mis manos para envolver su espalda y acariciarlo, atrayéndolo hacia mí y pudiendo sentir así su cálido cuerpo junto al mío. Y es en ese instante cuando empiezo a mover mis labios con un movimiento leve que por momentos se torna más firme. Un movimiento excesivamente dulce o quizás delicadamente perverso, porque es ahí cuando pienso de nuevo en el malestar que me ha causado todos estos días y aunque deseo con todas mis fuerzas un heredero; no consigo, a pesar de mis esfuerzos y mis ganas de reconciliarnos, olvidar nuestras diferencias.

Me concentro en nuestro beso y en todo lo demás, evadiéndome de mis pensamientos que a medida que las sensaciones van creciendo estos parece se van diluyendo en un mar de placer fruto de nuestros deseos más carnales. Suelto un leve gemido al sentirlo entrar que intento apagar mordiéndome el labio, conteniendo algunos de mis instintos que luchan por salir, y tiro de su cuerpo hacia mí como si quisiera ocultarme del mundo.

A cada movimiento de Algernon siento como la espera se me hace más corta, como si pronto fuera a tener todo lo que anhelo, pequeños ramalazos de placer recorren mi cuerpo, y mis manos se deslizan por su espalda hasta nuestra cama agarrando la sábana mientras dejo escapar un gemido más agudo que no consigo retener.

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28/11/2019, 00:45
Earl Algernon George de Vere Capell

Tu gemido marca el comienzo de un intercambio de interjecciones de excitación incontenibles, suspiros y gemidos, que corresponden a cada movimiento de vuestros cuerpos. Pese al acalorado momento en el que te ves envuelta con tu marido, su mano aparta de tu rostro un mechón de pelo rebelde que se había empezado a apelmazar con el sudor de tu cuerpo. Pero ahí no frena la caricia de su mano, la hace descender por tu cuello, y termina acariciando tu busto expuesto. Su gesto ha borrado todo rastro de duda, y su mirada ya no emite la sensación de culpabilidad con la que estaba cargada estos últimos días. Vuelves a ver la admiración y el respeto hacia su amada esposa, tras un antifaz de deseo que se mantiene fijo en la línea de tus labios.

Su cadera empieza a perder el ritmo, acelerándose ligeramente, moviendo con más potencia su cadera contra la tuya. Su cabeza cae hacia tu costado, abriendo la boca para contener sus gemidos contra tu hombro desnudo, marcando la dentadura sin apretar, sin marcarla en tu delicada piel. Levanta su cabeza, mirándote a los ojos mientras se derrama, buscando en tus ojos, y en tu gesto, la culminación de vuestro amor, sin dejar de moverse hasta que así ocurra.

Mañana sera un día nuevo, cargado de desdicha por la labor que os tocará hacer, pero esta noche no ha importado nada más que vosotros dos en todo el mundo conocido.

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03/12/2019, 14:10
Earl Algernon George de Vere Capell

Despiertas por la mañana, con el pelo suelto y alborotado, descansada pese a ser temprano. La habitación está atemperada y casi es un pecado desprenderse del cálido abrazo de las lujosas mantas que adornan vuestra alcoba. Asearte, vestirte y recogerte el pelo es una tarea costosa, pero la recompensa a modo de imagen que devuelve tu espejo hace que el tiempo invertido se te antoje poco. Salir a desayunar, al salón, donde tu marido te está esperando leyendo el London Daily Post, como solía hacer siempre antes de que se abriera la brecha que cerrasteis anoche, consigue hacerte pensar que, pese a la ardua tarea que tenéis por delante, nada os va a detener mientras permanezcáis juntos. 

Uno de tus sirvientes espera detrás de la adornada silla apartada, para acomodarte en el momento que te acerques a tomar asiento. Al escucharte llegar, tu marido baja el periódico sonriéndote con calidez y acopañándote con la mirada hasta que que empiezas a desayunar. Él deja el diario a un lado y te acompaña, sirviéndose algunos dulces que acaban de servir recién salidos del horno.

—Buenos días, Belle —te mira como solía hacerlo antes—. ¿Has descansado bien?

Espera a que le contestes, atendiéndote mientras desayuna. Espera a que termines de hablar para hablar de sus inquietudes.

—Voy a ir al club, me voy a encargar de publicitar por las altas esferas nuestro banco. —te sonríe—. Y creo que sería interesante que organizáramos una fiesta de inauguración exclusiva, por la mañana, para la nobleza y por la tarde... para la burguesía y la plebe. —comenta asintiendo con la cabeza, esperando tu aprobación—. Cuando hayas escogido vivienda, no dudes en adquirirla de la forma que creas oportuna, no dudo del gusto y de la buena elección que harás, pero sí que me gustaría que quedara cerrado cuanto antes, nuestro esfuerzo debe de estar centrado en lograr suscitar interés en nuestro negocio.

Si tienes algo que añadir, lo escuchará. Después de desayunar te besará y marchará en dirección al club. En esta ocasión irá andando, y si te fijases, podrías ver cómo mueve las manos, como si estuviera ensayando algún tipo de discurso mientras camina.

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03/12/2019, 14:34
Narrador

Dar con la vivienda adecuada no es difícil, sabes muy bien dónde quieres ir. Tras estar observando las calles más prominentes de todo Londres, haces una pequeña lista mental de las viviendas en alquiler que, pese a no ser una vivienda que muestre el valor de vuestro apellido, no sería tan sacrificio remontar vuestra situación viviendo allí. El arrendador, al conocer el apellido de la señorita que se ha interesado por su vivienda, acude raudo a verte. Es un hombre enjuto y menudo, calvo exceptuando una gruesa línea de pelo por el lateral y la parte posterior del cráneo. Unas pobladas patillas completan la existencia de cabello en su cabeza. Viste ropas elegantes, un traje de tres piezas, oscuro y camisa blanca, lleva lentes. Al acercarse a ti duda por un segundo del protocolo a seguir y termina dándote la mano tras hacer una leve inclinación de cabeza. 

—Milady Lascelles. Es un honor —habla con tono elaborado—. ¿Qué puedo hacer por usted?

Permanece frente a ti, tratando de mantener un porte digno en tu presencia, quizá demasiado forzado. Con las manos agarradas por detrás, esperando tu contestación.

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03/12/2019, 20:14
Annabelle Lascelles

Una vez arreglada, recorro la distancia entre mis aposentos y el salón con paso solemne. Al entrar, observo la estancia con la mirada terminando en los ojos de mi marido, le muestro una media sonrisa.

Buenos días— le respondo—. Sí— continúo con un leve asentimiento para luego tomar asiento a su lado.

Mientras espero a que me sirvan el desayuno, escucho las preocupaciones de mi marido. Levanto mi tacita hasta acercarla a mi rostro pudiendo sentir el calor que emana su contenido y luego la vuelvo a dejar sobre su plato. Le doy unas vueltas a la idea de la fiesta de inauguración, no es que me entusiasme tener que codearme con el resto de la humanidad, sin embargo lo veo absolutamente necesario. Al menos me agrada que mi marido haya juntado a cada oveja con su rebaño, ya es hora de que los burgueses ocupen el lugar que les corresponde, junto al vulgo.

Sí, espero poder cerrar todo rápidamente y creo que la persona que no los alquile quedará sumamente satisfecho de nuestro acuerdo— le explico a mi marido—. Al igual que nosotros.

Al concluir el desayuno, recibo su beso y observo durante unos pocos segundos como se marcha hacia el club.

 


 

Más tarde, una vez elegida la futura vivienda que quiero para nosotros, me reúno con el arrendador. Intento mantener mi expresión más amistosa ante el hombre y dejo que tome mi mano, por mucho que me desagrade el contacto físico con un total desconocido del que ni recuerdo su nombre. Hoy, estoy dispuesta a hacer una excepción.

Señor. Me agrada que haya podido acudir con tanta presteza— le digo con amabilidad—. Como sabrá, me interesaría alquilar su vivienda— y tras confirmar una certeza, hago una pausa mirándole a los ojos fijamente; pero sin mostrar ninguna hostilidad.

Y aunque lo normal hubiera sido no mantener esta conversación, he decidido que me gustaría estrechar la relación entre nosotros si decidiéramos cerrar un acuerdo de arrendamiento. Creo que puede salir sumamente beneficiado de los proyectos que tengo en mente y aunque ya he estado viendo otras viviendas, le seré sincera, me gusta la suya.

Respiro profundamente y recorro con la mirada al insignificante hombre. Sonrío.

Me gustaría hacerle unas preguntas si tiene tiempo— digo mientras pienso; «por supuesto que lo tiene».—¿Tiene más viviendas en alquiler por esta zona?

Porque ya le adelanto que mi intención es mejorar la estética de todo el barrio en el que me hospede, algo que será un hecho una vez me decida por una vivienda en concreto— concluyo entrelazando mis manos y dándole tiempo para responder mientras medito mi próximo movimiento. Intento mostrarle un aspecto solemne y a la vez amistoso, casi cercano.

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05/12/2019, 17:35
Narrador

El hombre sonríe complacido al escuchar que te gusta su vivienda, y atiende a todo lo que tienes que decir, que no es poco. Te mira con cierto interés inusitado cuando hablas de poner en marcha una serie de proyectos en la calle, y por un momento, si no fuera porque tiene que estar atento de dar una imagen presentable ante una miembro prominente de la alta sociedad londinense, se hubiera puesto a frotar las manos. 

—En efecto, Milady— comenta con renovado interés—, tengo más viviendas en alquiler pero ninguna reúne las características de la que vengo a enseñarle.

Te informa que el piso en cuestión es la unificación de cuatro pisos en uno, reconstruidos y aislados completamente del resto de viviendas, y están colocados a modo de dúplex. La decoración es colonial francesa, muy de moda actualmente, pero que no te pondría reparo alguno si quisieras cambiar lo que creas oportuno. La calidad del mobiliario rivaliza con la que disfrutabas en el palacio, pero obviamente carece del toque nobiliario que las casas nobles han adquirido con el tiempo. El precio que pide por la vivienda también es algo elevado.

—Estaría muy interesado en conocer los proyectos que quiere llevar a cabo— te sonríe con el brillo en los ojos propio de los que acostumbran a contar dinero—, quizá pueda servirle de ayuda o indicarle los pasos a seguir para culminar con éxito lo que tenga en mente.

El hombre te mira, interesado, pero ¿Quién no lo estaría si estuviera a punto de firmar un acuerdo muy beneficioso para su bolsillo?

Notas de juego

Para ir adelantando tiradas, ve pensando en hacer un Manipulación+Expresión, en el caso de querer regatear o, cualquier cosa que veas que precise de manipulación. 

O un Carisma+Expresión para convencerle de algo.