Partida Rol por web

London by Night: Crimson Nights

[Prólogo] What must be done (Annabelle Lascelles)

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04/04/2019, 19:14
Reina Victoria

Los generales entran en la sala, saludando a todo el que ven con el debido respeto. Entre ellos hay alguien con sangre noble circulando por sus venas, aunque sea un familiar lejano de la porpia reina o de alguno de los nobles presentes. No tarda en ganarse tu atención el anunciador, dándo un total de tres golpes fuertes en el suelo, por dos veces. Distinguiendo a quien va a presentar en estos momentos del resto de los presentes. Con el porte digno, más forzado incluiso que cuando os anunciaron a vosotros, eleva la voz sobre el resto, haciendo que todo el mundo guarde el debido y respetado silencio. 

-Su excelencia, su majestad la Reina de Gran Bretaña e Irlanda y Emperatriz de las Indias, Victoria I del Reino Unido, de la casa Hannover. -El hombre se aparta para dejar paso a una mujer de avanzada edad, pero de porte imponente, vestida de raso negro, guardando el luto que tanto tiempo lleva respetando. 

Avanza, sin fijarse en nadie especialmente, seria y digna. Cruza entre todos, recibiendo saludos respetuosos, a los que no hace caso alguno. Al pasar a tu lado, se permite el lujo de aparta la mirada de enfrente, mirándote a los ojos y esbozando el principio de una sonrisa. Aun así, no se detiene, y termina por llegar hasta la zona de presidencia, donde se encuentra su silla. Al subir al pequeño estrado, en que se encuentra elevada dicha silla, se gira, observando a todos los presentes. Se puede seguir, con facilidad, el lugar por el que ha entrado la reina, pues el pasillo por el que ha pasado, sigue sin romperse en absoluto. Tarda unos segundos, en los que se ha formado un silencio sepulcral, en comenzar a hablar. 

-Sed bienvenidos, todos, a mi casa. -Comienza a decir con tranquilidad, sin elevar demasiado la voz. -Disculpad la demora, pues asuntos de suma improtancia me han retenido por más tiempo del que hubiera deseado invertir. -Sonríe con tranquilidad mientras observa a los presentes, paseando la mirada de unos a otros. -Muchos os preguntaréis las razones de está invitación a una recepción tan repentina. No es un secreto, cualquiera puede figurarse los motivos, pero me veo en la obligación de informaros oficialmente. -Da un par de pasos hacia delante, haciendo que aquellos que están en primera fila deban elevar la vista para poder mirarla a los ojos. -Si la memoria no me falla, no hemos conocido un sólo año de paz desde hace mucho tiempo. Desde que me siento en esta silla, para ser exactos. -Mira a sus generales, que asienten con la cabeza mientras habla. -Los costes para mantener la integridad de nuestro reino son... -Eleva las cejas. -Escandalosos, hablando con generosidad. -Se permite el lujo de sonreír. -Por ello, a lo largo de la noche, atenderé a todo el que desee ayudar a preservar lo que tenemos. Más tarde me retiraré a una sala privada para entrevistarme con quien desee. -Asiente con firmeza y continua hablando. -Por otro lado, muchos habréis notado que para esta ocasión especial, se ha invitado a algunos que no suelen asistir a estos eventos. La razón es sencilla, los grandes negocios que han abierto ayudan al imperio, ya sea con sus navieras, o con sus bancos. -Se mantiene seria. -Lo más cortés es invitarles a estas recepciones, y darles la oportunidad de seguir ayudándonos a preservar nuesto modo de vida. Espero que sepáis tratarles con la misma cortesía y elegancia que me demostráis cada día. 

Dicho esto, hace un ademán con la mano y la música vuelve a sonar. Se forma un murmullo por la sala mientras ella toma el asiento presidencial. Si te fijas bien, puedes ver una sonrisa en su rostro, una sonrisa satisfecha. Todo vuelve a la normalidad tras unos instantes de duda. Todos los presentes hablan entre ellos, y puedes observar como los que no deberían estar aquí empiezan a integrarse en los grupos de charla. Unos instantes más tarde, la reina se retira a la estancia privada donde se va a entrevistar con el resto.

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09/04/2019, 09:54
Annabelle Lascelles

Miro los movimientos del duque y como finalmente acaba juntándose con aquella mujer, quizás no haya sido una casualidad. Mi rostro se cubre con un manto de seriedad y por un instante siento la necesidad de saber lo que dicen, de interesarme por una advenediza oportunista. No me reconozco, niego levemente ante mi error y muevo mi rostro para observar el otro lado de la sala.

Veo a mi marido venir hacia mí y doy unos pasos en pos de él, saliéndole al encuentro, aunque su recibimiento no es el esperado por mí. Muestro una clara decepción por su comentario. —Era difícil evitarlo.— Digo mientras miro en dirección a la señorita Drummond. —Me alegra saber que no debemos ningún tipo de cortesía a esa mujer.—

Mi marido tras mostrarme que está haciendo con el vino llama mi atención ante la llegada de alguien importante y si aun Inglaterra conserva alguno de sus valores, ahora mismo no van a volver a anunciar a un vulgar mercader sin nombre ni sangre, por supuesto el anuncio está a la altura de quien entra por la puerta y eso me da tranquilidad «no está todo perdido». La Reina Victoria, una mujer por la que si puedo sentir admiración, su noble porte y su andar distinguido hacen que no la pierda de vista, es una persona digna de venerar. Al pasar a mi lado se detiene y siento como mi corazón hace lo propio por la emoción y el significativo momento. Ese principio de sonrisa es correspondida con la mía y una respetuosa inclinación hacia ella. Después sigo su recorrido con la mirada hasta que comienza su discurso de bienvenida.

Atiendo con vehemencia a cada una de sus palabras, asintiendo cuando pide ayuda para preservar lo que tenemos y al llegar al punto en el que pide un trato adecuado hacia la clase burguesa, hoy presente en este evento, mi mirada busca de nuevo a la señorita Drummond para dibujar una desagradable mueca. Tratarla con la misma cortesía que muestro hacia la Reina Victoria es demasiado, espero que la gente como ella pueda conformarse con que baje la mirada para dedicarles un saludo, es mucho más de lo que merecen.

Al terminar el discurso de la Reina, me giro hacia mi marido. Algernon. Lo llamo para atraer su atención. Tenías razón y ahora debemos mostrarle nuestro respeto al Reino apoyándole de nuevo en esta causa. Hago una pausa, por si quiere añadir algo y tras un tiempo prudencial continuo hablando. —En el debido momento me gustaría comunicarle nuestro apoyo a la Reina.—

¿Vas a querer acompañarme?—

Después decido hacer hincapié en uno de los temas que más vueltas le estoy dando. —Al final deberemos mostrarles cortesía.— Y bajando el tono de voz hasta dejarlo en un leve murmullo le digo.Quizás podríamos sacar algo al tener que rebajarnos al nivel del pueblo por una noche, haciéndoles compartir parte de nuestra grandeza, un efímero sueño del que despertarán habiéndonos hecho un poco más ricos y quizás ellos, viviendo su propia mentira, sigan pensando que podrán siquiera ser una mera sombra nuestra.—

Todos podríamos salir ganando.— Esbozo una maquiavélica sonrisa. —Es posible que puedan servirnos de ayuda en los negocios que nos habíamos planteado, cierta información o tal vez contactos que mejoren la logística. No debemos menospreciar los anhelos de las ratas por asemejarse a la aristocracia. Nos servirán como han hecho siempre.—

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12/04/2019, 16:03
Earl Algernon George de Vere Capell

El duque de Northumbria se retira, claramente airado, tras la conversación con la señorita Drummond. No han sido más que uno intercambio de palabras, pero parece que han molestado sobremanera al impertérrito noble, que se aleja hacia el otro lado de la sala, con porte altivo, pero cejijunto. No intercambia mirada alguna con nadie a su paso, manteniéndose alejado de todo el mundo. Tampoco devuelve el saludo que otro noble le ofrece, haciéndose el despistado, hasta llegar a un punto en el que gira, encontrando con la mirada a su interlocutora, que no deja de mirarle con una sonrisa en el rostro. Durante el recorrido que hace el duque, la señorita Drummond no ha dejado de observar al gallardo caballero alejarse, con esa sonrisa de suficiencia que no ha cambiado en ningún momento. Cuando este para y la mira, ella asiente con la cabeza, ganándose un gesto de desprecio del duque y se acerca a la mesa para dejar una copa de la que no ha bebido. Es una sola fracción de segundo, pero te mira, antes de girarse y andar hacia un pequeño grupo de burgueses, ajenos a la fiesta. 

Tu marido se ha quedado observando la escena con cara de circunstancia, parece que algo le preocupa, y hasta que la señorita Drummond no llega hasta el grupo de burgueses, este no se gira hacia ti, con la mirada perdida, cruzado de brazos y con un dedo en el mentón. Perdido en sus pensamientos. Son tus palabras las que le devuelven a la situación en la que se encuentra en esos momentos, y te presta toda su atención. Fuerza una sonrisa para no hacerse sentir incómoda que poco a poco va haciéndose más natural. Aun así, de todas formas, no es capaz de ocultar esa casi imperceptible señal de preocupación que se le dibuja en el puente de la nariz cada vez que tiene algo en mente que no le gusta. Un gesto que conoces muy bien. Hay pocas cosas que preocupes al conde de Essex, pero las cosas que le preocupan nunca son nimias. Asiente con firmeza cuando le preguntas por su compadecencia frente a la reina. 

-Por supuesto que te acompañaré, Belle. -Sonríe de forma sincera. -Sí lo consideras oportuno te acompañaré donde me necesites. -Termina aceptando. Luego escucha con atención tu plan de usar a los burgueses como si fueran marionetas, quedándose pensativo unos segundos. -No me parece mal plan, pero creo que hay que andarse con ojo, los burgueses están aquí por que tienen mucho capital. No se consigue esa cantidad de dinero sin tener las ideas claras. -Afirma con seguridad. Mira al grupo de nobles antes de volver a hablar contigo. -La señorita Drummond se ha interesado por nuestras fábricas y minas. También se ha interesado por otros negocios... -Se encoge de hombros. -La Reina pide capital para financiar las guerras, ¿Y ella viene aquí a hacer negocios privados? No tiene sentido...

Vuelve a quedarse pensativo, se le nota completamente perdido en estos momentos. Levanta las cejas y te mira a los ojos. 

-Si vas a hablar con la señorita Drummond... ten cuidado, pretende hacerse llamar, a sí misma, la duquesa de Northumbria. -Suspira profundamente. -Sigamos con nuestro plan, estamos cerca de ganarnos un puesto especial en la corte con nuestro apoyo. Esto para una familia de nueva fundación es un hito. 

Te mira a los ojos. Esperan a conocer tus próximos pasos. 

Notas de juego

Cuando quieras ir a hablar con la reina, me lo dices y te doy paso. 

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17/04/2019, 01:15
Annabelle Lascelles

Al igual que mi marido, observo al Duque y a la advenediza, no sé que está pasando y lo cierto es que dentro de mí quiero conocer lo que le acaba de decir para que haya acabado mostrando esa expresión de desagrado. Parece que la señorita Drummond no conoce aun cual es su lugar, ni la forma de comportarse, le gusta destacar y eso le creará tantos enemigos como “amigos”. Disfrutaré mucho el día que se hunda en el fango.

Asiento distraída a mi marido antes de apartar la mirada de los invitados y volverlo a mirar a él. Gracias, nada me complacería más Algernon. Sonrío levemente y después sigo escuchándole con vehemencia. Sé que tiene razón; pero es algo que me duele admitir y aunque reticente acabo aceptando sus palabras. No quiero ser la primera en caer ante la lacra burguesa. —Sí, lo sé. Mis ojos se abren y mis pupilas se dilatan al conocer el interés por nuestros negocios, me quedo en silencio y miro de soslayo a la señorita Drummond para luego respirar profundamente. No me gusta esa mujer. Todos deseamos aprovechar las oportunidades y mejorar nuestra posición o aumentar nuestras riquezas; pero ella lo hace de forma tan abierta, tan vulgar. Nadie debería esperar algo más de los de su clase, creen que con dinero ya pueden llegar a lo más alto y siempre les faltará el toque que solo una distinguida familia de la aristocracia puede aportar a la educación de sus descendientes.

Vuelvo a mostrarme sorprendida e incluso si no fuera mi marido me mostraría molesta por el comentario que acaba de decir. —Dios me libre de ir personalmente a hablar con una plebeya, se me ha pedido que la trate con cortesía, no que me humille ante ella.— Aunque el tono de mi voz se va relajando e incluso muestro una sonrisa maliciosa al escuchar las pretensiones de esa mujer, lo cual acaba tranquilizándome. —Ahora puedo entender porque está molesto el Duque. No sé que tendrá en mente la señorita Drummond pero si pretende degradar el ducado de Northumbria… sin duda va por buen camino.—

Mi marido me dice que debemos centrarnos en nuestros asuntos y asiento convencida de ello.—Por supuesto Arlgernon.— Digo mostrando una expresión cariñosa hacia él. —Nuestros planes son importantes y ahora mismo son lo que más me interesa junto con la situación del Imperio.— Miro hacia la estancia privada a la que se ha retirado la Reina hace unos cuantos minutos.

Me gustaría ir a hablar con la Reina Victoria, no querría hacerla esperar.— Digo con total seguridad.

Espero a que acepte y me acompañe ante la Reina para conocer así sus preocupaciones, sé que tendremos que crear una partida para apoyar al Imperio y pienso hacerlo con gusto, no serán esos burgueses los que crean que son completamente necesarios para proteger la integridad de nuestras fronteras.

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19/04/2019, 16:32
Reina Victoria

El conde parece algo contrariado al moverse contigo para pedir audiencia con la reina. Al parecer no le gusta ser el primero en ofrecer su apoyo incondicional a las necesidades de la corona. Y eso es palpable a medida que te acercas a la puerta de salida, donde hay dos guardias, custodiando quién entra y quén sale. Al veros llegar se yerguen, apartando de vuestro camino las armas que mantenían interpuestas. No os dicen nada, pero uno de los mayordomos se apresura a abriros la puerta. Desde esa posición, durante una fracción de segundo, la pose y el gesto cejijunto de la reina la mostraban preocupada. Algo que se esfuerza en evitar mostrar. 

Al veros entrar la reina sonríe y os mira complacida. Os hace un gesto estudiado y cortés invitandoos a sentaros a la mesa con ella. Obviamente esperaba que esta situación se diera, pero vivirla es más doloroso de lo que cabría esperar, no sólo para ella como reina, si no a la propia nación como el imperio fuerte que es y que quiere dejar como herencia. Una vez acomodados, es ella la primera en hablar. 

-Permitidme empezar dandoos las gracias por haber venido, y sobretodo por reuniros conmigo, no suelo dedicarme a este tipo de negociaciones, pero la situación requiere de una petición más formal. -Dice de forma educada y pausada. -He llegado a pensar que ninguno de los "grandes" tendría la delicadeza de entrevistarse conmigo. ¡Y eso que he venido yo para tratar de forzarlo! -Admite riéndose. Espera unos segundos para continuar hablando. -Temo que os sintáis obligados a apoyar a la corona por los tratos que hemos mantenido hasta ahora. Permitidme ser la primera en aclarar que nose os requerirá pago alguno, ni se espera compensación alguna. -Asiente con la cabeza, con un suave movimiento, pero con firmeza. -No me cabe la menor duda de que están al tanto de nuestra situación militar en las colonias. Bajo ningún concepto quiero sembrar la duda, la campaña militar progresa favorablemente en todos los frentes. Me he tomado la libertad de traer a los altos mandos para que informen a todo aquel que lo requiera. -Mueve la mirada entre los dos asistentes, manteniendo una sonrisa cordial en su rostro. -Las arcas del estado se están vaciando con una rapidez alarmante, sostener los conflictos, por muy favorables que nos sean, están obligándonos a tomar prestado de los fondos reservados a la convivencia en nuestro país. Por ello me veo obligada a hacer esta petición formal, tan desatendida, por otra parte. -Su rostro muestra cierta preocupación. -Me temo que si no llenamos las arcas, tarde o temprano, deberemos elegir que colonias mantener y cuales dejar a su suerte.

Os mira, esperando a conocer vuestras impresiones o preguntas.

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25/04/2019, 00:55
Annabelle Lascelles

Camino hacia los guardias y noto la pequeña inquietud de mi marido por ir en primer lugar, a mí no me preocupa, hace falta valor en todo y por supuesto que voy a dar mi apoyo a la Corona, así que no veo razón para posponerlo. La Reina Victoria merece nuestra inmediata disposición. Al llegar, los guardias nos permiten el paso y el mayordomo nos abre la puerta. Enseguida puedo ver a la Reina, aunque no se me escapa su primera expresión, le muestro una sonrisa amable y sincera contestando a su gesto. Una sonrisa que reservo para unos pocos elegidos.

Acepto el honor con el que nos complace la Reina de compartir mesa con ella y me siento correctamente, con la espalda bien erguida, juntando las rodillas y tobillos mientras mis manos descansan cruzadas sobre mi regazo. Después me dispongo a escucharla con suma atención, asintiendo cuando nos agradece nuestra presencia y luego mirándola mientras nos va revelando sus preocupaciones. Cuando concluye, miro a mi marido, por si quiere decir algo, y luego a la Reina. Tras un corto silencio, la contesto con sinceridad.

Majestad, no nos sentimos obligados a apoyar a la Corona, aportar lo que nos sea posible lo consideramos un deber con el Imperio y con sus habitantes. Aunque en este caso, también entra la gran estima que tenemos por usted, la cual solo fortalece nuestra determinación con la causa.— Tomo aire y miro a la Reina y decido pasar al tema militar; pero sin tocarlo demasiado, tampoco es algo que me apasione por lo que mi información es bastante escasa. —Estamos al tanto de la situación militar, mi marido siempre tiene a bien el contarme los avances y si lo que se necesita es llenar las arcas pues prepararemos una partida para darla en primera instancia y luego, una parte de los beneficios de nuestros negocios también irán para evitar tener que dejar alguna colonia a su suerte. Están yendo bien y en parte es gracias al esfuerzo de la Corona por crear la estabilidad necesaria para ello, es lógico que un porcentaje repercuta en que siga siendo así.— Y así es, si nuestros negocios van bien, nuestro apoyo será mayor por lo que en su debido momento podríamos pedir algún beneficio real para superar a nuestros más inmediatos competidores. Aunque por supuesto, engrandecer a la nobleza británica con nuestro gesto ya es suficiente aliciente para mí; pero conozco a mi marido y sé que le gustaría poder tener ciertas ventajas en nuestros futuros negocios.

Al terminar, mantengo la mirada con la Reina y asiento acompañando el movimiento con un largo parpadeo, después con tono amable continúo hablando. —Majestad, y si necesitara algo más, por favor hágamelo saber, nada me honraría más que poder apoyarla en lo que buenamente necesite.—

Después me quedo mirando a la gran mujer que tengo ante mí, esperando haberla complacido con mi total apoyo hacia la Corona, el Imperio y ella misma.

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29/04/2019, 19:49
Reina Victoria

La reina sonríe y se recuesta en su asiento, termina asintiendo con la cabeza mientras lleva las manos a su vientre, en una actitud mucho más relajada. Os observa durante unos segundos, con una mirada amiga, pero no dejáis de tener la sensación de que con esa mirada os está leyendo el alma. Si el gesto fuera difrente, la sensación de incomodidad que estáis teniendo ahora sería de absoluto peligro. Baja la mirada por unos segundos, pero se fuerza, de nuevo a levantarla para dedicaros una sonrisa que no sabrías adivinar si es sincera o forzada. Pero dada vuestra disposición a la hora de ayudar, dudas que no haya fidelidad en sus gestos. 

-El imperio, y yo misma, os agradecemos toda la ayuda que podáis ofrecer. -Vuelve a sonreír, esta vez sin dejar lugar a dudas de que su sonrisa es sincera. -Me aseguraré, personalmente, de que seáis recompensados en su justa medida. -Asiente con la cabeza a la vez que pasa la mirada de uno a otro, haciéndoos partícipes a los dos de la conversación. -Las colonias tienen tierras ricas para el cultivo, especias o telas de la mejor manufactura, recursos increíbles que cederé gustosa en vuestro favor. -Levanta las manos, indicando que es todo lo que tiene para ofrecer. -La señora Drummond, la propietaria herediaria del Gran Banco de Northumbria se está encargando de la negociación. Gracias a su generosidad, ha puesto su banco a disposición de la corona para llevar a cabo las futuras negociaciones. También ha ofrecido una importantísima cantidad de recursos, que junto a los vuestros, nos ayudará a poner punto y final a la campaña militar, de una vez por todas. -Se vuelve a acomodar. -Así quizá pueda dormir una noche completa, de una vez. -Comenta a modo de gracia. -Una vez más, dejadme reiterar mi agradecimiento. Pasad una estupenda velada.

Os despide con cortesía y se levanta, esperando a que salgáis de la sala para seguir con sus pesquisas. No dudará en quedarse un rato más a hablar con vosotros si es lo que deseáis, contáis con su gracia y no os va a despedir de ahí por la fuerza bajo ningún concepto. Pero en el momento en el que os marchéis, ella se levantará para despediros. Un gesto que no hace más que por unos pocos, y en privado, como cortesía. 

En la fiesta, la señora Drummond estará hablando con un grupo de nobles, riendo y bromeando, como suele ser propio de ella, al parecer. El duque de Northumbría se situaría al otro lado de la sala. Nadie de los conocéis ha abandonado la recepción, y probablemente no la abandonen hasta la misma hora de la salida. Aunque nadie vaya a hablar con la reina, aunque nadie apoye la campaña militar, nadie incurriría en el error de abandonar una fiesta de la reina sin que ella la abandonase antes. Por lo que si está esperando a que alguien más fuera a hablar con ella, puede ser una noche muy larga. 

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01/05/2019, 11:57
Annabelle Lascelles

Momentos antes de que la Reina vuelva a hablar puedo sentir esa inquietud que solo una mujer de semejante categoría puede causarme y si no fuera por la gran estima que le tengo, me podría haber llegado a sentir atacada.

Al recibir su agradecimiento, le devuelvo la sonrisa y al igual que la suya la mía es sincera y agradable; pero además está adornada por la majestuosa belleza que el tiempo aun no ha logrado arrebatarme. Tras eso asiento en señal de respeto hacia su persona. —Se lo agradecemos, Majestad.— Sin embargo, las siguientes palabras que profesa la Reina hacen que mis ojos se entrecierren levemente durante un instante, justo cuando menciona el nombre de la señora Drummond, hago un esfuerzo enorme por guardar la compostura mientras pienso en lo desagradable que es compartir un cumplido con tan vulgar y molesto personajillo.

Me alegra que nuestra contribución pueda servir al Imperio y que usted pueda al fin tener una noche de merecido reposo. Gracias a usted por confiar en nosotros y poder así tener el privilegio de apoyar a la Corona.— Digo con sinceridad. Sé que la Reina está cansada y no me gustaría entretenerla más de lo debido, al igual que no me gusta a mí que me hagan perder el tiempo. —Ahora que estamos todos más tranquilos y que la campaña militar podrá avanzar con seguridad hacia la gloria podremos disfrutar de la velada.—

Al incorporarnos, la Reina hace lo propio y su gesto me inunda de alegría, la cual solo expreso mostrando una hermosa sonrisa y despidiéndome de ella según marca el protocolo. Después acompañada por mi marido camino hacia la salida y tras unos pasos levanto un poco el rostro para observar su expresión. Voy a decirle algo pero al abrirse la puerta puedo observar a la señora Drummond entre la nobleza, haciendo gala de su ordinariez.

Lamentable.— Murmuro casi para mí, aunque el hecho de que la propia Reina haya hablado de ella en privado ya me ha alertado de la inmensidad de su fortuna y a pesar de eso, su comportamiento es propio de una tabernera tras la barra, o al menos así me las imagino porque jamás he puesto el pie en una, bromeando y atrayendo la atención de sus clientes para venderse como lo está haciendo ahora mismo.

Doy un suspiro y me vuelvo con lentitud hacia mi marido. —Algernon, deberíamos disfrutar de la velada.— Digo repitiendo las palabras que había dicho ante la Reina. —A pesar de que algunas se empeñen en vociferar como plebeyas.— Añado moviendo los ojos en la dirección de la banquera y bajando un poco el tono.

Ahora que ya sabemos lo que ocurre y lo que debemos hacer para cumplir con nuestro noble deber, deberíamos prepararnos mejor para nuestros asuntos más personales.— Hago una pausa, mientras clavo mi mirada en la de mi marido, una llena de sentimientos: severa y ambiciosa, fuerte y pasional. —Me gustaría tener la embotelladora que mencionaste.— Digo en primer lugar, mencionando la idea de mi esposo. —Y también sería de mi agrado poseer un banco, como te había dicho, si su familia ha logrado suficiente poder para reunirse con la Reina y apoyar al Imperio en sus guerras...— Mantengo la misma mirada unos instantes antes de dar un parpadeo y esbozar una leve sonrisa mientras ladeo levemente mi rostro.

¿Qué no podríamos lograr nosotros?— Le pregunto acercándome con cautela a él, manteniendo una distancia prudente y moralmente correcta; pero mostrando un singular brillo en los ojos: uno casi lujurioso, uno reservado únicamente para él.

«Todo.» artículo sin emitir sonido alguno y moviendo únicamente los labios. —¿Damos una vuelta y aprovechamos el resto de la noche?— Pregunto volviendo a recordar los deseos de la Reina Victoria. —Disfrutando y acuñando nuestro porvenir.—

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07/05/2019, 11:01
Earl Algernon George de Vere Capell

El conde sae satisfecho de la entrevista con la reina con una sonrisa en el rostro. Se despide como marca el protocolo, dejándote el protagonismo a ti, después de volver a comprobar el buen entendimiento que tienes con la reina. Ya fuera escucha lo que tienes que decir, sin dejar de mostrar una sonrisa cautivadora y llena de significado. Una de las sonrisas que sólo conoces tú, que va acompañándose de una mirada, muy interesada, correspondiendo a la lujuria que se dibuja en la tuya. Por un momento os miráis con esos ojos que nadie más conoce, lo de os reserváis para vuestros encuentros. Miradas cargadas de deseo y promesas. Puedes entender lo mucho que le está constando mantener la distancia moralmente correcta y la compostura, en estos momentos.

Asiente a tu invitación de pasarlo bien en aquella fiesta, y camina contigo hacia el centro de la sala, donde te tiende la mano para que bailes con él. Tanto si aceptas, como si no, la mirada de seguridad de su rostro no se apartará en lo que queda de noche, lo único que cambiará será el escenario en el que hablará contigo. Pegado a ti mientras bailais rodeados de otros nobles y burgueses, o paseando entre los distintos invitados, mientras degustaís tanto la bebida, como las deliciosas viandas que no dejan de salir para agasajaros. 

-Mañana, desde primera hora empezaremos a organizarnos. -Te mira a los ojos. -La embotelladora y el banco. ¿Te parece bien que liquidemos la venta de las minas y las fábricas con "la tabernera"? -Comenta gracioso, tras ponerle un mote a la señorita Drummond. -Siendo conocedor de su liquidez e interés en ellas, podría negociar un buen precio de venta, con ello camuflaría nuestras operaciones para situar el banco y la embotelladora, ocultando estas inversiones entre la ayuda que demos al imperio y el importe de la venta de las minas y las fábricas. -Su sonrisa se amplia sobremanera. -Ninguno de los aquí presentes se dará cuenta del giro de nuestras inversiones hasta que estén bebiendo vino embotellado por nosotros, teniendo su dinero en nuestro banco. -Por un segundo, su sonrisa desaparece. Es como si algo no le gustara de todo lo planeado. -Sea como fuere, antes o después tendremos que entrevistarnos con la señorita Drummond. Ya sea por la venta o la transferencia de fondos para la ayuda pedida por la Reina Victoria.

Tras unos segundos termina suspirando y asintiendo con la cabeza, mirándote fijamente. 

-¿Deseas que me encargue yo? Te ahorraría la entrevista con ella si ese fuera tu deseo.

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09/05/2019, 13:19
Annabelle Lascelles

Al igual que mi marido, en estos momentos me gustaría poder disfrutar de una cercanía y una intimidad imposibles de obtener ahora mismo. Doy unos pasos, pensando en actos más carnales de lo que debiera y ocultándolos bajo una fachada de recato y grandeza, mientras me dirijo hacia el centro de la sala.

Mis ojos bajan hacia su mano cuando me la tiende y luego miran a mi alrededor, no soy capaz de negarme, y con una majestuosa lentitud acaricio su palma para terminar dejando mis dedos sobre los suyos. Después alzo la vista, fijándome en sus profundos ojos y hago un leve gesto para que tome las riendas del baile. Sus palabras me suenan lejanas mientras me concentro en dar los pasos correctos, hasta que la mención de “la tabernera” hace que arquee una ceja preguntándome «¿en serio?» pero atiendo a su explicación que poco a poco va arrojando luz a sus intenciones, al finalizar estas asiento acorde a las palabras de mi marido. Sigo bailando junto a él hasta que noto su sonrisa desaparecer, ahí es cuando me detengo y ladeando levemente la cabeza hacia un lado lo contemplo esperando la respuesta de Algernon y sus palabras me revelan el por qué he dejado de contemplar su preciada sonrisa con ese toque supino de arrogancia. Mis ojos se abren comprendiendo su disgusto y sintiendo una pesadumbre similar. Al final, parece que uno de nosotros tendrá que rebajarse a hablar con ella o quizás los dos.

Me pienso seriamente la propuesta de mi marido y lo cierto es que me alaga con su gesto para evitar que me mezcle con “la tabernera de Northumbria”. Sonrío de forma agradecida. —Gracias mi amor.— Digo con dulzura para después dar un profundo suspiro y quedarme en silencio, reflexionando mis próximas palabras. Le miro a él y luego busco a la señorita Drummond para volver a mirar sus profundos ojos, gestos de duda me hacen rebatirme entre su amable propuesta y mi deber como esposa. —No podría dejarte solo... no dudo de tus capacidades.— Le aclaro. —Pero estamos en esto juntos y si tengo que escuchar a esa mujer e incluso intercambiar alguna palabra con ella para conseguir lo que anhelamos, lo haré.— Digo con determinación y aunque ella al igual que nosotros había apoyado al ejército, no tenía la obligación, nosotros en cambio debíamos cuidar del Imperio y de la decadente sociedad que a veces incluso desconoce cual es su lugar. Por supuesto, me encantaría poder mostrárselo pero la Reina había pedido un trato amable hacia sus invitados de igual forma que lo hacemos con su Majestad, es una pena no poder se sincera con tamaña alimaña. Aunque enseñarle cierta educación y saber estar debería considerarse un acto de suma amabilidad y grandeza, no solo hacia la señorita Drummond sino hacia todos los que tenemos que compartir la sala con ella. Lamentablemente sé perfectamente que eso puede darse de frente con nuestros intereses personales y además no sería capaz de apreciar mi gesto, así que supongo que un educado silencio será lo más acorde.

Cuando lo desees estaré encantada de acompañarte.— Concluyo acercándome a él rozando los límites de lo moralmente correcto, casi creando unos nuevos entre nosotros dos, en esta velada de la nobleza y la burguesía por el bien del Imperio.

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14/05/2019, 23:02
Earl Algernon George de Vere Capell

Tu marido sonríe, y durante un segundo que se toma para sí mismo, se permite el lujo de bajar la mirada hacia tu contorneadas curvas de mujer. El baile no deja de ser uno más de tantos de salón que habéis compartido, pero el roce de vuestros cuerpos es completamente diferente, es un baile para el disfrute secreto de los placeres carnales, disfrazado de la etiqueta precisa para el momento. El calor, y el rubor, se presenta sin invitación previa, alimentando el deseo al descubrir que vuestros planes futuros empiezan a cobrar cuerpo a un ritmo vertiginoso. Notas la boca seca, la respiración acelerada y un cierto nerviosismo agradable que se anida en tu vientre. Por experiencia, ves lo mismo en los ojos de tu marido, que se esfuerza en mantener la compostura luchando contra el deseo de romper el protocolo.

-No es necesario auditarnos en este momento. -Termina reconociendo. -De hecho, podemos seguir disfrutando de esta velada hasta que decidamos ponerle fin y concretar una cita mañana. -Una sonrisa perversa se le dibuja en el rostro cuando vuelve a levantar la mirada a tus ojos. -Invitar la señorita Drummond a nuestro palacio, atendiendo a la petición de la Reina de tratarla como a fuera a su majestad, pero sin perder la oportunidad de demostrar el poder de nuestra familia. Ello ayudará a elevar el precio por las minas y las fábricas, pues debe darse cuenta de que la venta es un capricho, no una necesidad como han sufrido el resto de las casas nobles. -Por un momento gira su cabeza hacia el lugar en el que se encuentra la Señorita Drummond. -Que descubra por sí sola la importancia de los títulos, por encima de la acumulación de posibles. 

Vuelve a mirarte mientras se mueve contigo. Algunos de los presentes comienzan a marcharse, entre ellos, el indignadísimo Duque de Northumbria, que no se ha prestado a hablar con la reina. Aunque visto de este modo, ninguno de los que se están marchando, ha hablado antes con la reina. De todas formas, parece que a parte de vosotros, muy pocas familias ha entrado a hablar con la reina. Pero cómo siempre has escuchado, tanto a tu padre como a tu marido, la debilidad del otro será tu fortaleza. 

Notas de juego

Puedes escoger marcharte de la fiesta en el momento que desees. Si quieres pasar de día, puedes hacerlo, si quieres seguir con alguna escena más aquí, puedes seguirla. 

No te guies por el avance de los demás, disfruta de tu viaje.

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17/05/2019, 13:08
Annabelle Lascelles

La sugerencia de mi marido es recibida con un brillo de satisfacción en mi rostro y una sonrisa maliciosa, mostrarle parte de nuestro poder y grandeza mientras ella tiene que implorar por atención con sus burdas costumbres propias de Withechapel suena realmente embriagador. —Casi puedo sentir emoción por tener una “tabernera” en nuestro hogar.— Asiento levemente. —Entonces, sea pues— acompaño mis palabras con un gesto de mano que invita a realizar esa recepción. —Que venga.—

Muchos nobles empiezan a irse, tomo nota de los que no se han presentado ante la Reina y conozco sus nombres, tal vez en algún momento esa información nos sea útil. —Ahora bailemos un poco más y disfrutemos un rato más de la velada como nos ha pedido la Reina Victoria y cuando lo creas oportuno podremos marchar.— Comento antes de continuar bailando junto a mi marido un rato más mientras pienso en el trato adecuado para la señorita Drummond, una mujer de su condición merece un recibimiento especial, de eso no tengo dudas.

Tras bailar y tomar algún canapé más, aprovechando la fiesta que había montado la Reina, le indico a mi marido que ya me gustaría marchar, y antes de hacerlo me fijo en quienes siguen presentes, sobretodo a nuestra futura invitada a la cual he estado vigilando de reojo de vez en cuando y viendo como se comporta y a quienes intenta encandilar con su vulgar comportamiento. Todo detalle es útil.

Notas de juego

Estaré un rato por la fiesta, saludaré si me cruzo con alguien importante, pero no mantendré largas conversaciones a no ser que la otra parte quiera hacerlo. Luego marcharé a mi palacio con mi marido y mandaré que inviten a la señorita Drummond como bien ha sugerido mi señor esposo.

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22/05/2019, 11:00
Narrador

La fiesta continúa, aunque varios de los grandes de Inglaterra se marchan antes de tiempo, invadidos por una insana prisa, ahora que toca hacer el esfuerzo económico de apoyar al imperio, aquellos cuyo rumor corre de estar en números rojos, huyen del palacio como si si la vida les fuera en ello, pero con la habitual elegancia que les acompaña y las excusas, ya manidas, de aquellos que no quieren, ni pueden, hacer frente a la petición real. Sólo un puñado de burgueses, los nuevos ricos que se están haciendo un hueco en la vida palaciega, han entrado después de vosotros, supones que a ofrecer apoyo, de igual manera que hicisteis vosotros.

Los últimos nobles, algo más cohibidos al ver que la mayor parte de esta ayuda va a salir por parte de los nuevos ricos, en vez de lo que han cuidado del reino durante todos estos años de conquistas y batallas navales. Quizá sea un punto de infexión, quizá sea una simple anécdota que no vaya a ser registrada en los anales de la historia. Pero sea como fuere, es una punzada en el honor de la nobleza Inglesa. Algo que no puede quedar impune, al menos ese es el pensamiento que te queda a medida que tú y tu marido tomáis el camino de salida. 

La señorta Drummond se mantiene en el interior, hablando con unos y otros, haciendo como si fuera la maestra de ceremonioas a espaldas de la Reina y en su propio palacio. Durante toda la velada ha ido de grupo de personas, en grupo de personas, obviando a aquellos que permanecen aislados, claramente criticando todo esto. Pero la noche es joven, vuestra ayuda será sustanciosa y, por supuesto que la reina sabrá de qué familia ha salido la ayuda. Y de eso es lo que cometaís, en el carruaje que os lleva de vuelta a vuestra casa, mientras os inundáis de miradas cómplices y gestos más atrevidos, ahora que estáis sólos disfrutando de un paseo oscuro, iluminado con luz de gas.

Esa noche tu marido te propone intentar engendrar descendencia, con bonitas palabras y promesas de una noche sólo para vosotros dos. Aunque la última decisión es tuya, como siempre.

A la mañana siguiente, te despiertas algo más tarde que tu marido, que te ha dejado descansando en la cama. Un nuevo día se despunta soleado, pero algo frío para el momento. Ataviada con una bata elegante, para combatir el frío, que te ha traído expresamente para ti, una de vuestras criadas. Sales al patio, donde una vez más está puesto un delicioso desayuno. Esta vez tu marido está cejijunto, en la mesa, con las piernas cruzadas sin darse cuenta de que has llegado a la mesa. Lee el periódico, y pasa las hojas, de alante a atrás, de forma compulsiva, ciertamente preocupado.

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27/05/2019, 19:35
Annabelle Lascelles

Me despierto con la caricia del sol matinal que atraviesa las cortinas de nuestro dormitorio, y aunque estoy cansada por la hora en la que concilié el sueño, me incorporo sobre la cama y me acaricio el vientre con las dos manos mientras me imagino como va creciendo. Una sonrisa se dibuja en mi rostro al recordar el roce de sus labios y sus manos. Al levantarme, camino pausadamente por la habitación hasta que me detengo frente al espejo del tocador, mi mirada se pierde en las profundidades de este hasta que presto atención a mi cuerpo, de nuevo anhelando ese cambio que tanto deseo e imaginándome sosteniendo el fruto de mi vientre entre mis brazos.

Al rato llamo a la sirvienta para que me atienda y salir así a desayunar. Una vez en el exterior, me dispongo a dar un beso de buenos días a mi marido, algo poco habitual una vez carecemos de la privacidad de nuestros aposentos, pero al apreciar su preocupación me quedo contemplándolo y lentamente voy endureciendo mi expresión que hacía apenas unos instantes se mostraba afable y cariñosa. Incluso le había agradecido al servicio la realización de sus obligaciones.

Tomo asiento, junto las piernas y sigo observándole durante un rato. Buenos días, Algernon lo saludo. —¿Qué sucede? pregunto haciendo un gesto hacia el periódico. Por supuesto, sé perfectamente que son malas noticias; pero la intriga que me corroe antes de su respuesta provoca que mis pulsaciones se disparen.

«¿Qué ha sucedido?» pienso mientras mis manos estrujan los delicados dibujos que forma el damasco.

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29/05/2019, 12:19
Earl Algernon George de Vere Capell

-Oh, perdona Belle, no te oí llegar. -Se levanta para darte un beso y espera a que te sientes para sentarse contigo. -Ha habido una trifulca seria en una de nuestras fábricas, ayer, cuando la cerraron. Ha debido de haber muertos... Es posible que esto le baje el precio de venta, sin contar que hasta que no se acabe la investigación es posible que no podamos deshacernos de ella. -Niega con la cabeza. -Vender a futuro siempre baja precio... -Musita para sí mismo.

Deja el periódico doblado encima de la mesa y se sienta correctamente para desayunar contigo, teniendo la mirada perdida en el horizonte durante unos segundos. Continúa cejijunto, como si estuviera pesnando en algo. Los sirvientes comienzan con su habitual baile, preparando todo a vuestro gusto, mientras entran y salen de manera frenética, pero acompasada, para cumplir hasta el último de vuestros deseos. Son sólo dos los que se quedan afuera haciéndoos compañía, mientras que el resto entra y sale de la propiedad, portando platos vacíos o con deliciosos manjares. En un momento dado, tu marido parece recordar algo, dándo un pequeño golpe de frustración en la mesa.

-¡Ah! ¡Y no te lo pierdas! -Comenta, captando tu atención. -Pues he llamado a la "señorita Drummond" -Hace el gesto de las comillas con los dedos. -Y no sólo no he logrado hablar con ella, si no que me han asegurado que debido al trabajo de la mujer no puede estar disponible hasta las ocho de la noche. -Y vuelve a dar otro golpe en la mesa. -Ni para atender el teléfono. ¿Pero quién se ha creído que es?

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30/05/2019, 15:18
Annabelle Lascelles

Escucho a mi marido, frunciendo el ceño a medida que va hablando, al finalizar emito un leve ruido empezando a mostrar mi enfado. Ratas desagradecidas…— murmuro antes de empezar a hablar—. Les das un trabajo, una vida y la defiendes pidiéndoles algo insignificante, que se comporten poco mejor que animales, y… ¿así es como lo agradecen?

Respiro profundamente e intento calmarme para pensar así con más claridad, es complicado, por supuesto el fallo de nuestras fábricas son los ineptos británicos de clase media y demás calaña que trabajan en ella; pero poca solución veo a ello. —Esa investigación acabará pronto, no pienso dejar que estén medio año intentando averiguar algo que no nos importa. Una trifulca de cuatro desgraciados no puede detener los engranajes del Imperio— digo mirando hacia la mesa, con todo esto se me ha quitado el hambre y eso que estaba de buen humor, nunca se debe bajar la guardia—. Contactaremos con los que estén a cargo de la investigación, asumo que será un hombre inteligente y entenderá porque debe concluir rápidamente con todo lo sucedido.

Al concluir, vuelvo a respirar, pero esta vez de una forma más calmada al suponer que podría solucionarse y aunque el daño ya estaba hecho, podríamos sacar un buen valor de venta si hacíamos ver que había sido un incidente aislado y sin la menor importancia; por suerte algunos de ellos ya no podrían causar de nuevo esa clase de problemas y ahora eran el manjar de los gusanos. Cuando Algernon da un golpe sobre la mesa y rompe el hilo de mis pensamientos, me giro hacia él, atendiendo a lo que tenga que decir.

Vaya con la “tabernera”— comento burlonamente—. Aun no le han enseñado modales. No sé por qué pero tenía la impresión que su trabajo transcurría a otras horas.

Cojo una taza de té y doy un pequeño sorbo, cavilante e intentando idear algo para mostrarle con sutilidad quien está por encima de quien. La apoyo de nuevo sobre la mesa y me limpio los labios con una servilleta, tras eso me giro hacia mi marido. —Haremos que alguien del servicio llame para interesarse por las cosas que le agradan y las que no, así podremos proporcionarle un ambiente digno y acorde a la calidad de una invitada como ella. Eso sí, si llega un minuto tarde no entrará por la puerta.

No pienso tolerar ni una falta de respeto de esa mujer— concluyo tajantemente.

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05/06/2019, 01:01
Earl Algernon George de Vere Capell

Pese a la furia reflejada en los ojos de tu marido, este te escucha con atención cuando hablas. No tarda en asentir al oirte hablar del jefe de la policía, sin duda, algo empieza a rondarle por al cabeza, pero no es lo único que le preocupa, y pese a que no puede evitar reír ante la observación de las horas de empleo de la señorita Drummond. A juzgar por su gesto está compartía esa forma de pensar. Y la comparte en este momento. Te mira a los ojos con cierta intensidad, entrecerrándolos levemente, mientras piensa en algo. Cuando, finalmente, termina de maquinar, sonríe y se incorpora volviéndote a mirar a los ojos.

-¿Sabes, Belle? -Sonríe de medio lado. -Es posible que podamos aprovechar esta situación. -Mira su reloj apretando sus labios antes de volver a dirigirte la mirada. -Me cambiaré e iré al club. -Afirma con rotundidad. -Haré llegar una invitación al jefe de policía y haré que desprecinte la fábrica esta misma tarde. -Se cruza de brazos, manteniéndose en silencio durante unos segundos, como si estuviera perdido en algo, hasta que finalmente rompe el silencio, observándote de nuevo. -¿Te importa encargarte del recibiento de esa infame heredera? -Se descruza de brazos. -Si quiere hacernos esperar, es su problema. Pero le saldrá cara el "supuesto interés" en nuestros asuntos. -Sentencia.

Te mira con intensidad esperando tu respuesta, después, espera caballerosamente a que termines de desayunar para que te levantes en primer lugar, y así seguirte al dormitorio donde se cambiará.

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10/06/2019, 03:09
Annabelle Lascelles

Al escuchar la pregunta de mi marido mientras muestra esa sonrisa de seguridad, abro los ojos con un creciente interés por lo que pueda venir a continuación y precisamente lo que dice es lo que quería escuchar de él. —Y lo hará contesto con total seguridad. Bebo un poco de té y dejo la tacita sobre la mesa. Respiro profundamente. —Por poco que me guste me temo que no tengo más remedio contesto resignada—. Intentaré disfrutar de su compañía— niego moviendo la cabeza a los lados—, sé perfectamente que no podré hacerlo. Supongo que tendré que contentarme con hacerle ver su falta de modales.

Tomo un poco más del desayuno, no tengo demasiada hambre, pero creo que es necesario que me alimente bien. Al terminar me levanto y me aliso la bata con la manos, después espero a que mi marido hago lo propio y camino junto a él hasta el dormitorio.

¿Me avisarás enseguida que hayas recibido la respuesta del policía?— pregunto casi asumiendo la respuesta. Aun queda mucho tiempo para que se presente la señorita Drummond por lo que aprovecharé para terminar de leer la extraña obra de Lewis Carroll, y aunque no estoy segura de que realmente me esté agradando, tiene momentos divertidos. Por supuesto eso será después de haber escogido vestuario.

Una vez en la habitación, miro mi armario pensando con que podría recibirla, no quiero ponerme mis mejores galas ya que no las merece; pero por otra parte deseo mostrarle nuestro poder. Realmente tengo dudas de cual escoger, así que mientras decido voy acariciando las distintas telas esperando que el tacto de alguna de ellas me inspire en la elección para esta noche.

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16/06/2019, 15:47
Earl Algernon George de Vere Capell

El conde te mira, concentrado en lo que tiene que hacer. Afirma con la cabeza, sabedor de tu capacidad a la hora de dejar claras la situación de la manera más elegante posible. No le cabe la menor duda de que sabrás manejarte a la perfección, y este pensamiento te lo confirma el hecho de que no te de ningún tipo de indicación. Sólo la confianza es tan osada, y lo sabes. Es ese grado de compenetración lo que más te atrae, algo que no has tenido nunca con nadie, ni con tus padres, ni con las pocas personas a las que has considerado amigas. 

En silencio os dirigís al dormitorio, dónde te pide la opinión con diversas prendas de ropa, poniéndose aquellas que le seleccionas, cuando ha acabado de vestirse, se mira en el espejo, cuadrándose en una pose regia, imponente, seria. Aquella que adopta cuando trata temas delicados que requieren de un acercamiento en el que mostrar la validez de los titulos que se llevan en el nombre. Tras eso, se acerca a una mesa, cogiendo un trozo de papel y la pluma para escribir, tomándose un tiempo que invierte en elaborar la caligrafía, acabando por eserar a que se seque la tinta, doblarla y meterla en un sobre, que termina lacrando con el escudo de armas de vuestra familia, presionando la cera carmesi con el sello tallado en su base. Hace llamar a uno de vuestros sirvientes con indicaciones claras de llevar la nota a la comisaría. El sirviente la recoge y, con premura, sale de palacio para tomar un carruaje en dirección a su destino. Tu marido lo observa todo desde la ventana de vuestro cuarto, sin mover un ápice la postura tomada te habla.

-En el mismo momento que todo esté arreglado, te avisaré. -Gira la cabeza para mirarte, observándote durante unos segundos, mientras llevas menos ropa de la que está acostumbrado a verte. 

Tras un par de horas, el sirviente vuelve con la noticia de que el jefe de la metropolitana, Sir Charles Warren, acepta el convite y que le esperará en elclub de caballeros a su llegada. Con una sonrisa triunfal, se dirige a donde estés, tomándote de la cintura y besándote con pasión, un beso que dura algunos segundos donde se funden algo más que vuestros labios, en el cual su lengua invade el interior de tu boca buscando la tuya. Al separarse, se queda mirándote unos segundos a los ojos. 

-Espero que recibas noticias pronto, mi amor. -Mira hacia la puerta. -He de irme, nos vemos esta noche. -Separa las manos de tu cintura. -Disfruta de tu velada. -Termina añadiendo con un tono provocativo, consciente de lo mucho que vas a disfrutar preparandola.

Espera a que te despidas y se marcha, tomando un carruaje, hacia el club de caballeros. 

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16/06/2019, 16:18
Louisa Drummond

El día pasa más rápido de lo normal, para cuando has acabado de hacer los preparativos, ostentosos en suma, bien colocados a los largo de todo el palacio, pero encareciendo, sin duda, los lugares que por seguridad va a visitar, recargándolos con intricadas decoraciones de oro y piedras preciosas, el resto de la casa ha quedado a disposición tuya y de tu gusto, algo que queda reflejado en el servicio, que aunque se mantiene firme, se le nota bastante cansado. En cualquier caso, sabes que van a aguantar todo lo que sea preciso, sin cometer el más mínimo error. Has comido algo ligero, que no te ocupara demasiado tiempo, para poder seguir con la idea de mostrar la gran diferencia entre tú y ella. Entre tu sangre y la suya.

Sobre las séis de la tarde, recibes una llamada de tu marido, desde el club de caballeros. Una llamada que llevas esperando con ansia desde que se ha ido tan temprano. Afortunadamente, sea lo que sea lo que le haya podido costar, te informa de que están yendo unos agentes para desprecintar la fábrica, y que se podrá vender a un precio normal. Que se mantendrá desprecintada el tiempo que sea necesario hasta que la vendamos, y que entonces, en ese momento, se volverá a precintar.

Son las ocho de la tarde en punto cuando tu mayordomo anuncia la llegada de la señorita Drummond. Un anuncio protocolario, sin ningún tipo de engalanamiento ni importancia. Algo que tampoco parece importar a la señorita Drummond, ya que en ningún momento parece increpar, o pedirle algo diferente a tu mayordomo. Espera paciéntemente a que bajes a recibirla o a ser llevada a donde te encuentras. Y una vez juntas, hace una reverencia formal.

-Milady, es para mi un placer ser invitada por usted y tener el privilegio de entrar a tal imponente palacio. -Te mira sonriendo, con la seguridad reflejada en su rostro. -Debo reconocer que es el que mejor presencia tiene de los que he visitado a día de hoy. Es precioso. -Comenta con sinceridad, esperando tus indicaciones para sentarse contigo. -¿Se unirá el señor conde a nosotras?

Notas de juego

(Puedes escoger como engalanar el palacio a tu gusto. No te cortes, porque puedes tener lo que quieras)