Partida Rol por web

London by Night: Crimson Nights

[Prólogo] What must be done (Annabelle Lascelles)

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29/08/2019, 16:00
Earl Algernon George de Vere Capell

Esboza una sonrisa tras escuchar tu pregunta. Se mantiene unos segundos en silencio, dándole un último repaso al contrato, incrédulo de haber conseguido tal cantidad de dinero de una mina que está próxima a agotarse. Y que, en el caso de esta volviese a ser productiva, de alguna forma, podría recurrir a la reina para recuperar las posesiones que habían sido sustraídas mediante engaños. Era un trato increíble, que sería la envidia de toda la corta, sin duda, dados los momentos de necesidad que todas las familias están viviendo. 

-No, Belle. -Dice en un susurro mientras extiende el brazo para posarlo sobre tu costado. Comienza a acariciarlo, subiendo por tu brazo y descendiendo hasta tu cintura. -Hemos sacado un beneficio... -Mueve la cabeza hacia un lado, sorprendido. -No se cómo definirlo. Simplemente es impropio. Alejado de cualquier tasación positiva. -Sube la mano hasta llegar al arco de tu mandíbula, para recorrerlo con un dedo, suavemente. Desde el borde del lóbulo de tu oreja, recorriendo casi hasta llegar a tu barbilla. -Con la donación que le hagamos a la reina... tengo pensado pedirle tierras en las colonias. -Levanta tu mirada, moviendo tu cabeza desde la barbilla. Haciendo que le mires a los ojos. -Campos de cultivo, especias, seda, lo que se nos pueda ocurrir. Lo que desees. -Termina susurrando antes de fundirse en un beso apasionado contigo. Acaricia tus labios con los suyos, un beso más cálido de lo normal. Su lengua roza tentadora la comisura de tus labios. Tras unos instantes se separa para mirarte a los ojos. Sujetando tus manos. -¿Qué es lo que deseas, Belle?

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02/09/2019, 13:23
Annabelle Lascelles

La negativa hace que pierda esa incertidumbre que me estaba causando un negocio tan acorde a nuestros intereses, algo que en estos tiempos que corren, es sencillamente inusual y a pesar de saber que la ley está completamente a nuestro favor, la satisfacción de ambas partes es demasiado extraña. «¿Qué desea la tabernera?», me pregunto rememorando sus palabras que lejos de arrojar luz sobre esto, lo ensombrecen aun más.

Tan perfecto que resulta incómodo— contesto a mi marido aferrándome un poco más a él—, y de todas formas, es lo que queríamos y lo que hemos conseguido. Si todo está bien— señalo el contrato —no hay nada de lo que debamos preocuparnos— confirmo con la misma seguridad que me ha dado mi esposo.

Atiendo a las futuras peticiones que desea hacer mi marido a la Reina, mientras poco a poco me voy evadiendo al sentir el agradable tacto de sus manos, el cariño que siento en su contacto, algo que no hubiera pensado tiempo atrás y ahora, sin embargo, es tan perfecto. Mis ojos si iluminan al contemplar a mi marido escuchándole decir: «Cultivos, especias, seda. Todos lo que desee». Correspondo su beso, dejándome llevar por las promesas de más poder y grandeza, eso es todo lo que anhelo para mi familia.

Todo respondo con ambición—. Todo, no solo la preciada seda de oriente o sus magníficas especias. Quiero más, quiero ser recordada, quiero que nuestro nombre sea llevado con orgullo por nuestros descendientes y que sepan que todo nos los deben a nosotros concluyo apretando sus manos con fuerza, queriéndole trasmitir la misma que le acababa de dar mis palabras.

Tiro de él hacia la puerta. Ya es tarde mi rostro se ensombrece, aparto la mirada de él, sintiéndome culpable por algo que hasta ahora no he podido darle y es parte de ese todo, de ese legado que quiero dejar al mundo. Trago saliva y sin mirarlo a la cara le digo, casi ordeno. —Debemos descansar, mañana será un largo día.

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04/09/2019, 00:42
Earl Algernon George de Vere Capell

La Tu mandato final pilla por sorpresa a tu marido. En su rostro se refleja un gesto de incomprensión y contrariedad que nunca antes habías visto. Por un momento, su mirada ha ido a la mano con la que tirabas de él hacia el dormitorio, pero al observar tu rostro ensombrecido, relaja sus facciones, aunque te mantiene la mirada, algo indignado. Finalmente rompe el silencio incómodo que se había formado entre vosotros.

-Sí, vayamos a descansar. -Responde con desgana, frunciendo el ceño. -Es mejor que lo dejemos estar. La presencia de esta mujer nos ha... -Deja salir el aire por la nariz. -Perturbado más de lo que debería haberlo hecho. -Coge tu mano y camina, a tu lado, hacia el dormitorio. 

Una vez allí, y en silencio, se prepara para acostarse, cumpliendo paso a paso el ritual de desvestirse, asearse un poco y vestirse con ropa de cama, para tumbarse en su habitual lado de la cama. Aunque no lo dice, le notas molesto. Tras un momento de reflexión propia, se gira para darte las buenas noches y cierra los ojos. Como has dicho, mañana es un día importante, el primero del resto de vuestras vidas.

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04/09/2019, 02:33
Narrador

Al día siguiente os despertáis, prácticamente a la misma hora los dos. Hoy el desayuno está puesto en el interior, pues la bien conocida lluvia londinense ha hecho acto de presencia durante gran parte de la noche. El palacio huele a la humedad del rocío, aunque ya se empiezan a hacer claros entre las nubes por el que se cuelan los rayos de sol. Todo apunta a que hoy va a ser un día más o menos agradable, como viene siendo costumbre. Os sentáis en la larga mesa del salón, donde todo el desayuno está puesto, a excepción de los platos calientes y las teteras de bebida que deseéis tomar. 

Tu marido observa el diario que alguno de vuestros sirvientes ha dejado, a un lado de la mesa, próximo a asiento en el que se suele sentar el conde. Si algo parecía pasarle ayer, ahora mismo podrías asegurar de que no le pasa absolutamente nada. Es como si el sueño reparador de esta noche le hubiera hecho cambiar de parecer. Desayuna ligero, tras haber esperado a que fueras tú la que empezase. Se le ve ansioso por empezar el día y hacer válida la donación para la reina. Cuando termina de desayunar, tras informarte de a dónde tiene pensado ir, se levanta y se despide de ti con un beso casto en tu mejilla. El viaje al centro de la ciudad es largo y el cometido es de vital importancia. Más aún con los planes de futuro, en las colonias, que tenéis. 

Terminas de desayunar, pero aún así el nerviosismo no desaparece. Te hubiera gustado dejar ambos la casa y poner rumbo al banco, pero eso era cosa de hombres, además era profundamente aburrido, pero en esta ocasión... hubieras hecho la excepción. Pasas revista a casi todo detalle de palacio, obligando en varias ocasiones a repetir la tarea que estaban llevando a cabo, hasta dejarlo a tu gusto. Pero esto tampoco lograba calmarte. El nerviosismo se acentúa cuando uno de tus sirvientes anuncia la llegada del señor Pettigrew. Vuestro banquero.

-Buenos días, Milady. -Saluda cortésmente. -Lamento importunarla, viniendo sin haber sido invitado ni con previo aviso, pero hay algo que me gustaría comentar con usted. ¿Tendría un momento?

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05/09/2019, 16:58
Annabelle Lascelles

No he descansado nada bien, y lo noto al despertarme, me cuesta abrir los ojos y noto un ligero dolor en la sien. Me incorporo lentamente en la cama y observo levantarse a mi marido, sé que no me comporté correctamente ayer noche y aun así, disculparme no es algo sencillo de hacer, ni siquiera con él. Simplemente, esas palabras no son capaces de brotar por mi garganta.

Me arreglo y cubro con una bata más gruesa, temiendo que pueda volver a sentir las idas y venidas de aquel frío que ayer noche me hizo sentir tan extraña, y es que realmente no quiero estar más incómoda de lo que estoy.

Una vez sentada a la mesa, solo me tranquiliza ver que Algernon parece haber descansado bien y olvidado lo ocurrido, me quedo mirándolo, y mejorando mis ánimos por momentos, incluso cuando me mira termino sonriendo delicadamente. No digo nada, no quiero estropearlo. Sigo desayunando con tranquilidad y sin prisa alguna, puesto que no solo el cansancio hace mis movimientos mucho más lentos, sino que realmente nada me urge tanto como para tomarme esas molestias.

Al despedirse de mí, le deseo de corazón que tenga un buen día, con la mejor amabilidad que soy capaz de sacar.

Camino por palacio, haciendo y deshaciendo según mi voluntad y mi más puro capricho, aunque mi humor haya mejorado, no es suficiente para dejar que el servicio haga sus labores según su libre albedrío. Además, sin una correcta disciplina esto podría volverse un completo y absoluto caos, algo que no puedo permitir en mi hogar y menos, ante la pronta llegada de mi marido, al menos eso es lo que deseo.

La llegada del banquero me sorprende y me preocupa, mi marido había ido a verlo, «¿por qué ahora quería hablar conmigo?». Sin mucha dilación, le indico al sirviente que le haga pasar.

Buenos días, señor Pettigrew le saludo, mostrando una expresión severa y que muestra un claro desacuerdo sobre esta visita tan poco protocolaria e imprevista. Al escuchar su pregunta, miro hacia el reloj que hay en el recibidor, como si estuviera midiendo el tiempo del que dispongo y tras un breve lapso de tiempo, respondo. —Sí, pase.

Camino hasta la misma sala en la que recibimos a la señorita Drummond y le invito a sentarse, tomo asiento con una postura impecable; piernas juntas, las manos apoyadas sobre estas y la espalda erguida.

¿Qué sucede?— pregunto con la seguridad que me da mi propia posición.

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09/09/2019, 01:56
Narrador

El hombre, de mediana edad, te acompaña caminando por los pasillos, exquisitamente decorados, del palacio. Los cuadros que escogiste para que la señorita Drummond pudiese comprobar cual era la verdadera diferencia entre alguien de tu alcurnia, y la del resto, siguen colgados y dispuestos para la admiración del señor Pettigrew, que te sigue de cerca, a una distancia prudencial. Tus zapatos resuenan por el pasillo emitiendo un eco rítmico, como el de un metrónomo perfectamente acompasado. El baquero se apresura a seguirte, perdiendo la perfecta armonía de tus pasos, al mirar algunas de las renombradas celebridades retratadas por el camino.

Al llegar a la sala, el hombre se acerca a asiento, pero espera a que te acomodes, como dicta el protocolo, pese a lo inesperado de su visita. Con el ceño fruncido, y azorado, los ojos del hombre se mueven frenéticos, en silencio, tratando de encontrar las palabras adecuadas para expresar aquello que ha venido a tratar. 

-Es muy amable, Milady. -Baja la cabeza, en un claro gesto de respeto. -Me he personado en su residencia para comentar un... asunto... -Mueve la cabeza de un lado a otro, indicando el problema. -Para favorecer el trato, accedimos a reunirnos con la señorita Drummond a primera hora de la mañana, antes de la apertura del banco. Para mi sorpresa, la señorita Drummond no se ha personado, ha sido un caballero, que en su nombre pretendía negociar los detalles de la transacción en ciernes. -Te mira a los ojos, esperando que no se haga demasiado tediosa la conversación. -Debo decir que no hubiera sido un problema, porque siempre suelen darse estas reuniones cuando hay una suma de capitales tan importante como esta entre bancos. Pero hay un punto que me intranquiliza sobremanera y que, al comprobar la predisposición de su marido, he creído conveniente tratar con usted. -Te confirma, midiendo sus palabras, y temporizándolas para que no suenen a chantaje. -El punto en cuestión, en el que creo que no deberíamos ceder, es el del transporte del capital. Nosotros queremos usar nuestras diligencias, conducidas por hombres de nuestra confianza, que recorren vías seguras. -Comenta señalando la obviedad en su tono de voz. -Sin embargo, el enviado en el lugar de la señorita Drummond, afirma no poder aceptar que el transporte no se haga en sus diligencias, por sus propias vías seguras, algo que considero inoportuno e irresponsable. Si me permite el atrevimiento. -Asiente con la cabeza. -Por ello he venido, para ver si es capaz de hacer entrar en razón a su marido, y apoye nuestra seguridad. Porque me temo que, al final acataremos la orden que de el Conde. -Traga saliva, mirándote a los ojos. -¿Qué opina, Milady? ¿Apoyará nuestro criterio?

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10/09/2019, 13:19
Annabelle Lascelles

Escucho al banquero, sin variar mi expresión lo más mínimo ante el problema que me presenta, y aunque interiormente un mar de dudas empieza a surgir en mí. La situación es tan extraña que justo cuando el hombre termina su retahíla de explicaciones, enarco una ceja, evitando modificar mi correcta postura. Seguidamente, mi mirada adquiere dureza y severidad. Respiro profundamente, enojada por lo que acababa de decir el señor Pettigrew.

Discúlpeme, señor Pettigrew— digo con una fuerte ironía; pero conservando el tono apropiado de una conversación vis a vis—. No creo haberle entendido bien. Me está diciendo que ha venido aquí, a nuestro hogar, interrumpiendo mis labores y el importantísimo orden de nuestra vivienda para que contraríe a mi marido.

Me quedo observándole, mostrando mi enfado en un silencio en el que espero como mínimo una disculpa por su parte y aun así, en un gesto de benevolencia, añado.

Como comprenderá, no estoy al tanto de las capacidades logísticas de cada entidad, pero creo que alguien como usted es capaz de entender, que una buena esposa siempre confíe en su marido. Por lo que venir ante mi presencia, pidiéndome que le haga entrar en razón, cuando yo misma estoy absolutamente de acuerdo con todo lo que diga mi esposo, es casi una ofensa hacia mí y mi familia. Y he colocado ese “casi” en un acto de misericordia, ya que un insulto hacia mi familia no podría perdonárselo.

¿Lo ha comprendido?— le pregunto sin cambiar mi tono, que ha seguido manteniéndose dulce y melodioso, como cada una de las palabras que he dicho a pesar de la ira que recorre ahora mismo mis venas.

Ahora, irá con mi marido y hará todo lo que le diga— le ordeno dando por finalizada la conversación.

Por supuesto, tengo mis dudas sobre la seguridad de la diligencia y más con la aparición de ese caballero; pero si Algernon lo ha visto tan claro, ahí ya no debería tener motivos para preocuparme, él está presente en la negociación que está teniendo lugar y tiene mucha más información que yo. Respaldarle es lo correcto y apropiado, y de eso si que no tengo ningún tipo de dudas. Miro al banquero pensando en lo profundo de mi ser, «¿qué tramaran esas ratas burguesas?». Por eso necesitamos un banco llevado por la nobleza, para así evitar que se presenten en nuestro hogar con semejantes osadías, atreviéndose a pedirme que lleve la contraria a mi marido. Vuelvo a tomar aire, intentando relajarme, debo centrarme en lo que realmente es importante.

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15/09/2019, 11:31
Earl Algernon George de Vere Capell

El señor Pettigrew baja la cabeza, humillado al escuchar en voz alta la intención que había bajo toda esta formalidad. Se levanta disculpándose, aunque en su rostro puede verse la derrota, no sólo es un golpe económico para su banco, lo es también para su dignidad y su reputación. Sin decir nada más, tras asegurar de que se hará todo tal y como los condes quieren, vuelve a salir del palacio en dirección al carruaje que va a llevarle de vuelta al banco, donde terminas por perderle la pista al doblar la esquina en dirección a su destino. El servicio paga la insolencia del banquero, recibiendo tus órdenes con desdén el resto del día. No es hasta la noche que vuelve tu marido con la noticia de que todo se ha puesto en marcha. La sensación de una nueva aventura comienza con la narración de lo ocurrido en el banco, la lucha por la dignidad de ambos bancos a la hora de la custodia del capital. Al final, el transporte será a cargo de los intereses de la señorita Drummond, y la seguridad por parte del señor Pettigrew. Algernon te cuenta, entusiasmado, la difícil negociación que se ha llevado a cabo por el valedor de la señorita Drummond y el propio señor Pettigrew, que incluso en un momento dado, se negó a seguir negociando para abandonar las instalaciones durante más de media hora, pero que al final volvió más comedido y dispuesto al diálogo.

Los días siguientes son bastante emocionantes, buscando edificios adecuados para establecer el banco que deseáis emprender, como las parcelas de terreno, en los alrededores de Londres, para comenzar la construcción de la embotelladora de vino que quiere empezar tu marido. Encontrar un edificio adecuado para establecer la sede bancaria no es muy difícil, pues el lugar adecuado es la City de Londres, una vez localizado, sólo hace falta encontrar a uno de esos burgueses caídos en desgracia, que precisen de capital para incitarles a vender una propiedad a su nombre, y por suerte Londres no está exento de hombres que han intentado alcanzar la riqueza que se han quedado a mitad de camino, o que directamente han caído en desgracia. Un total de tres edificios conforman tu elección para hacerte con ellos. Dos de ellos podrían conseguirse por un precio mucho más que razonable, el tercero, el mejor situado, va a resultar bastante más caro, pero aún así dejaría suficiente capital para comprar el terreno y empezar con las obras de la embotelladora. Hacer las dos inversiones, contando con el edificio más caro de los tres que se te han antojado para el banco, os dejaría lo suficiente para vivir, aunque no con tanto lujo como hasta ahora, al menos hasta que los negocios empezasen a ser rentables, y si todo va bien, no pasará más de medio año hasta que esto empiece a serlo, según los administradores a los que habéis consultado.

Ya en el palacio, tras haber cenado, ya en la cama, Algernon se encuentra pensativo, mientras lee los informes que los administradores le han dado con los números, hipotéticos, de ganancia que tendríais de cara al futuro. Obviamente son una suma bastante superior a los que ya teníais con las fábricas y las minas. Pero él sigue haciendo números. 

-Son unas cifras... realmente impresionantes. -Confirma. -Pero me preocupa que se dilate el tiempo de obra, u ocurran gastos no previstos. -Suspira, bajando los informes, apoyándolos en sus muslos tapados por las finas sedas de las sábanas de vuestra cama. -Pero si tardásemos en dar el paso, también podría perjudicarnos. -Gira la cabeza para mirarte. -¿Qué opinas, Belle? -Dice en tono cariñoso. -¿Empezamos con todo, o dejamos algo para más tarde? Ambos negocios necesitarán tiempo para despegar. -Se encoge ligeramente de hombros. -¿O por cuál empezarías?

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17/09/2019, 16:59
Annabelle Lascelles

Haber escuchado las palabras cargadas de entusiasmo de mi marido me alegran más de lo que hubiera pensado que podría hacer alguien. Es extraño, aunque supongo que las palabras que decía mi madre no iban tan erradas como había pensado en un principio. Por supuesto, no había esperado otra cosa de Algernon que el resultado que me había contado, pero eso no quitaba la curiosa sensación de estar satisfecha al ver esa felicidad en otra persona.

Los días que siguieron a continuación, son fáciles de entender, y a pesar del precio y las dificultades que eso podría conllevar, siempre me decantaba por la mejor opción de todas. Lo cierto, es que las dudas eran fácilmente ignoradas, nuestra familia siempre se merecía lo mejor y eso es algo que nunca permitiré que me rebatan.

Me incorporo en la cama para seguidamente volverme hacia mi marido. Y más que lo serán llegado el momento digo esbozando una sonrisa—, es lo que nos merecemos.

Tienes razón señalo cuando menciona los posibles imprevistos—, es difícil confiar en terceros y más en situaciones así, deberías tener en cuenta los contratiempos que seguramente ocurrirán por culpa de algunos despreciables seres.

Vuelvo a rememorar todo lo hablado hasta ahora sobre el tema, soy incapaz de escoger otra opción que no incluya el mejor edificio de los tres que se han barajado hasta ahora, y es que teniendo en cuenta la situación en la que se haya localizado, los otros simplemente no deberían ser ya opción.

Miro a los ojos de mi esposo, contemplando el brillo que se aprecia en ellos y la ilusión que destilan tras darle vueltas, una y otra vez, a las ganancias que percibiremos.

Debemos ser cuidadosos, sé lo que me gustaría, pero no confío en que los demás cumplan estrictamente su parte— me sincero con él—. Estarás de acuerdo en que realmente hay una única opción para el emplazamiento de nuestro banco, su localización es fundamental, y no podemos contentarnos con menos de lo que merecemos.

Claro está, como ya hemos hablado, que emprender con ambos negocios, nos dejaría en una situación vulnerable. Lo cual me desagrada— digo tomando su mano con dulzura—. Quizás debamos escoger y centrarnos en primer lugar en una, para luego, con más seguridad poder encauzar la otra.

Giro mi cuerpo un poco hacia él y comienzo a acariciar el dorso de su mano, mirándole con los ojos bien abiertos.

Ya sabes que lo que tú creas me parecerá correcto; pero si me dejo llevar por mi intuición, quizás debiéramos empezar por el banco, ya hay competencia y no debemos dejar que el tiempo dé ventaja a nuestros rivales.

Hago una pausa y me acerco hacia él.

Sin embargo, la embotelladora es una idea innovadora, que no creo muchos tengan la inteligencia y a la vez la capacidad para ponerla en marcha— mi voz se ha tornado en un leve susurro, audible solo por la proximidad entre nuestros dos cuerpos—. Por eso quizás podamos esperar un par de meses antes de ponerla en marcha.

Tú decides cariño— termino dándole un suave beso en sus labios—. Te amo— añado con un murmullo al separarme de él.

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23/09/2019, 11:05
Earl Algernon George de Vere Capell

Tu marido te mira, como si esperase que hubieras sido más determinante a la hora de la toma de la decisión, y sobre todo, esperaba que no tuviera que ser él el que cediese por el bien de la familia. Una mueca de desagrado pasa por su rostro fugazmente, aunque pronto lo cambia por uno de comprensión. Los pelos de su cuidado bigote se mueven con cierta violencia tras soltar el aire por la nariz, mirando hacia la pared opuesta en la que se encuentra. Termina enarcando las cejas, volviendo a posar los ojos en los papeles que tiene entre las manos. 

-Te haré caso. Tienes razón. -Se fuerza a sonreír. -Supongo que podré ir planeando la embotelladora para cuando tengamos el banco en marcha. -Te mira sonriente. -Que tengas buena noche, Belle.

Sin hablar más, se gira hacia su lado, cortando el gas que alimenta la llama de su lámpara. No tarda en caer dormido. 

Al día siguiente, cuando despiertas, tu marido ya ha salido de casa. Según te informa el servicio, el conde salió de casa temprano en dirección al banco para tramitar la compra. El día pasa igual que siempre, no es hasta bien entrada la tarde que tu marido vuelve a casa con las escrituras del edificio de tu elección, habiendo contratado a una constructora para empezar, cuanto antes, con las obras. La idea inicial era tardar lo menos posible para empezar con el negocio en cuanto antes. Pero eso era la idea principal. Nadie pudo prever la cantidad de contratiempos que se iban a generar.

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23/09/2019, 11:49
Narrador

Los días pasaban con la ilusión de un nuevo negocio que devolvería a los ciudadanos de a pie al lugar que les corresponde. La nada. Entrar de lleno en el mundo del negocio civil, como era un banco, no era lo esperado en una familia noble, pero estaba claro que era lo suficientemente lucrativo como para tenerlo en consideración. De hecho, a medida que el banco iba tomando forma, a tus oídos llegaban comentarios del resto de familias nobles, criticando esta intrusión. Muchos lo consideraban una afrenta y un movimiento que estaba fuera de lugar. A ninguno le cabía la menor duda de que este negocio os colocaría en una posición por encima del resto, rompiendo el fino equilibro nobiliar en el Reino Unido. Incluso la señorita Drummond se sintió amenazada, dejándose ver por los alrededores del banco, husmeando al abrigo de la noche.

Un par de días después de la compra del edificio, la policía llamó a vuestra puerta. Os informaron de que algunas de las diligencias de transporte del capital donado a la campaña militar de las colonias del imperio habían sido asaltadas. Entre ellas la que contenía vuestro dinero. También se os hacía entrega de una citación para acudir a la comisaría de policía para declarar, aunque para no hacer pública esta visita, puesto que sus señorías eran lo suficientemente reconocibles como para alertar a la población o dañar su imagen de alguna forma, los inspectores se podrían pasar por el palacio, si así fuera su deseo, para continuar con la investigación.

Tu marido les pide un momento para poder hablar contigo. Juntos os vais a un salón en el que poder hablar con cierta intimidad, pero pronto ves que el nerviosismo han hecho mella en tu marido, que se siente completamente fuera de lugar. Un sudor frío perlando su frente y enrojeciendo sus mejillas. Sus piernas le fallan y tiene que sentarse. Se lleva una mano temblorosa a la boca, moviendo los ojos con insana rapidez, tratando de pensar en algo. Cada vez que trata de decir algo, tartamudea sin remedio.

-Anabelle... yo... yo.. -Te coge de la mano. -Yo.. no puedo... encárgate tú... -Mira hacia otro lado. -Si no llega... el dinero a las arcas... podríamos peder el favor de la reina... y eso no... no podemos permitirlo.

Fuera del palacio se encuentra el jefe de policía Sir Charles Warren, el antiguo jefe James Monro y el Detective Abberline, esperando respuesta.

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27/09/2019, 12:51
Annabelle Lascelles

Sé que él hubiera preferido iniciar su plan; pero siendo sincera, el capricho de tener un banco como fuente de ingresos y hacer algunos cambios totalmente necesarios en el orden local de las cosas me parece sumamente interesante y como no podía ser de otra forma, satisfactorio.

En los días siguientes, las noticias que me iban llegando solo hacían que aumentar mi satisfacción por lo acertada que había sido mi decisión. Las críticas de las otras familias nobles me divertían, saber que están nerviosos y que seguramente sí hubieran tenido la osadía necesaria también habrían querido seguir el camino que había emprendido mi familia, simplemente no podía pedir más. Era envidia, algo que solo debería poder despertar la grandeza de una familia noble como la mía. Pero nada de eso pudo superar los rumores sobre los paseos nocturnos de la tabernera alrededor del futuro banco de la familia, los cuales arrancaron alguna carcajada por mi parte, siempre en confidencia con mi marido.

Lamentablemente, las malas noticias terminan llamando a la puerta cuando se emprenden iniciativas que causan tanto recelo y más cuando terceros de dudosa reputación se habían tenido que encargar de algunas tareas de lo más delicadas. La magnitud de ellas no es algo que se pueda conocer al momento.

Al concluir la conversación con la policía, hago caso a mi marido y me retiro con él, suponiendo que la idea que debe tener en mente es trazar algún tipo de estrategia para solventar lo ocurrido.

Enseguida me doy cuenta de la triste realidad que ahora mismo envuelve a mi esposo, no puedo evitar fruncir el ceño ante ese momento de debilidad, el cual me resulta sumamente desagradable. Aun así, a pesar de mi decepción, escucho sus palabras en un alarde de paciencia que posiblemente no habría sido capaz de demostrarle a nadie más, e incluso contengo mis palabras en favor de él y su bienestar.

De acuerdo— digo secamente—, me ocuparé yo.— Mientras, en mi cabeza se forma la idea de que realmente siempre he acabado tomando yo las decisiones, aunque no siempre haya sido la cara visible de la familia. No quiero menospreciarlo; pero en estos momentos, no puedo evitarlo. Me resulta patético.

No lo perderemos— digo totalmente convencida y tras ese comentario, me retiro para volver junto al jefe de policía y sus acompañantes.

Al salir del palacio, camino con seguridad y con la cabeza bien alta, por malas que hubieran sido las noticias, nada podría quitarme el poder que me había otorgado mi noble linaje.

Entonces...— empiezo a hablar cuando me encuentro frente a ellos— como me han dicho, han asaltado las diligencias, una cantidad relativamente alta de dinero que pocos conocían. Quizás se debiera investigar ciertos nombres— dejo caer ante los detectives.

Todo ese capital era para ayudar a la Corona y a todo nuestro Imperio— comparto el mérito momentáneamente con ellos—, así que supongo que al tener la investigación ya avanzada, sabrán todo eso y ya habrán empezado a indagar. Por lo que me gustaría conocer más detalles de ello— concluyo.

Es verdad, se me olvidaba. Nos vendrá mejor si los inspectores vienen aquí, la discreción es importante para nosotros, y creo que podremos ofrecerles lo necesario para que su estancia sea cómoda y agradable.

Mis palabras han sido sumamente amables, al menos esa era mi intención mientras que se demuestren lo suficiente capaces para devolver ese dinero a sus legítimos dueños. Espero frente a ellos, por si necesitan saber algo más y deseando saber si realmente son tan competentes como para no hacerme perder el tiempo con esta conversación.

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03/10/2019, 17:09
Sir Charles Warren

El jefe de la policía metropolitana frunce el ceño. Se le puede notar en el rostro que no le gusta, en absoluto, el tono que ha tomado la conversación. Que le digan como tiene que hacer su trabajo cuando hace poco que ha tomado el liderazgo no es fácil de tragar, y menos cuando te lo exponen a la cara de forma tan condenadamente directa. Monro le mira con cara de suficiencia, mientras que Abberline aparta la mirada, claramente insultado. Warren no te aparta la mirada, estrecha sus ojos, manteniendo sus manos agarradas en la espalda, y levanta la barbilla, en un gesto de altanería que muy pocas veces has tenido que soportar ver. Se muerde un segundo el labio inferior, enrojeciéndose por la rabia. 

-No podemos hablar de una investigación en curso. Tenemos sospechosos, obviamente. -Estrecha los labios enarcando una ceja, observándote desde un par de peldaños más bajo. -Al ser un envío especial, desde Escocia, se complica la investigación, pero estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano. -Baja la barbilla. -Y no podría estar en otras mejores. Eso se lo aseguro. -Te observa unos segundos, hasta que termina por soltar un leve suspiro a la vez que señala hacia uno de los que le acompañan. -Este es el detective Abberline. Está al cargo de la investigación. Se quedará para... pulir los detalles. -Lleva la mano a su bombín y se lo coloca bien. -Si me disculpa, Milady. Tengo mucho trabajo por delante.

Sin esperar, tan siquiera, a que le des permiso para irse, da media vuelta y comienza a andar hacia la salida, con cierta rapidez, con el rostro endurecido al tener que aguantar, como un caballero, los insultos velados en su misma cara.

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03/10/2019, 17:24
James Monro

Al antiguo jefe de policlia le parece una situación de lo más cómica, hasta el momento. Aunque lo trata de evitar, su rostro evidencia el placer que le está produciendo este momento, en el que quien le ha robado su puesto de trabajo está siendo evidenciado, en público, sin ningún tipo de filtro. Te mira y asiente con la cabeza, de forma cortés. 

-Milady. -Hace una leve reverencia a modo de despedida, y sale detrás de su compañero. 

Lo sigue más o menos de cerca, mientras que el detective Abberline, permanece en la misma puerta de entrada.

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03/10/2019, 17:31
Detective Frederick Abberline

La dureza del rostro del detective demuestra su estado de ánimo, pero aún así, permanece impasible frente a ti. No se gira a observar cómo se marchan de ahí sus superiores, pero no empieza a hablar hasta que la puerta del carro se cierra y los caballos comienzan a andar, alejándose del palacio. Su ceño fruncido y su fina línea recta, dibujada en sus labios, parecen esculpidas en pura roca, dado la ausencia de movimiento en sus músculos faciales. 

-Si lo desea, podría tomarla declaración en este mismo momento. -Permanece con el mismo gesto. -También tendría que tomar declaración a su servicio, si no le incomoda. 

El alguacil espera a que le dejes pasar, y a que tomes la delantera, para seguirte hasta el lugar que estimes oportuno para interrogarte acerca del envío. No le importa a qué sala le lleves, y si le preguntas es lo que te va a contestar. Lo que sí que puedes apreciar de su conducta, es que se lleva las manos a la cabeza cuando empieza a ver la cantidad de servicio a la que va a tener que interrogar. Le sorprendes observando el reloj de bolsillo que lleva atado a una cuerda de oro. Una vez llegáis a donde estimas más seguro para tal conversación. Abberline espera a que tomes asiento para después sentarse él mismo frente a ti. Extrae una libreta del bolsillo interior de su chaqueta y comienza a apuntar algo en la libreta. 

-Muy bien, Milady. Lo primero es disculparme por tener que hacerle estas preguntas. -Asiente con la cabeza. -Toda la ayuda que pueda ofrecernos servirá para llegar cuanto antes a atrapar al culpable. -Te mira a los ojos. -¿Está conforme?

Si lo estás, asiente y comienza a hablar.

-¿Quienes eran conscientes de que iba a realizar tal transferencia? -Te observa a los ojos. -¿Hay alguien que quiera perjudicarla?

Notas de juego

Asumo que te lo quieras quitar de encima cuanto antes. Pero si no es así, asume que vuelve en otro momento. Puedes narrarlo como creas oportuno. Yo lo editaré si fuera necesario.

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04/10/2019, 20:38
Annabelle Lascelles

No necesito contestar al jefe de policía, a parte de palabras vanas, no tiene nada más que aportarme. Por su bien espero que pueda demostrarme que está en lo cierto y la investigación que está tardando en abrir, sí esté en las mejores manos.

Enseguida, mi atención se centra en el único policía que queda en mi presencia. Yo no me he presentado porque asumo que sabrán quien soy si han venido a mi casa, sin embargo, su carencia de modales es propia de su clase y supongo que debo pasarla por alto siempre que traigan de vuelta el dinero con el que iba a apoyar a la Corona.

Puede tomarme declaración y a todo el que considere necesario— respondo al detective—. Acompáñeme.

Al igual que con los otros invitados que han acudido a mí en los últimos días, lo llevo a la misma sala, aquella donde nos reunimos con la señorita Drummond, aunque la decoración ha variado, puesto que todo lo que se puso para impresionar a aquella mujer ha sido colocado de nuevo en su disposición original.

Tomo asiento y espero en silencio a que él haga lo propio, manteniendo una correctísima postura. Al preguntarme sobre mi conformidad, no puedo evitar pensar lo absurdo de este procedimiento y solo espero que no le realice la misma pregunta a los culpables de esta afrenta.

Lo estoy— contesto sin ápice de duda, preparándome para contestar a las preguntas que crea bien hacerme.

De los que tengo total certeza de ello, son: el señor Pettigrew, la señorita Drummond y un caballero cuyo nombre desconozco, pero habló con el señor Pettigrew y mi marido el día en que se estaba realizando la transacción. Por supuesto, es posible que alguien del servicio estuviera al tanto de todo, las paredes hablan, y estas— digo recorriendo con mis ojos las sobrecargadas paredes de la sala—, no son tan especiales.

Una vez dichos los nombres, espero a la siguiente pregunta, sosteniendo la mirada del detective.

¿Perjudicarme? Probablemente— respondo cruzando las manos sobre mi regazo—, es difícil saberlo con certeza. Y aunque no tengo pruebas, el señor Pettigrew podría estar molesto, quizás fui demasiado magnánima con su afrenta y podría existir la posibilidad de que hubiera querido vengarse. Por otro lado, también me esforzaría en investigar a la señorita Drummond, parece muy interesada en nuestros asuntos y gusta de observarlos bajo el amparo de la noche.

Más allá de estos nombres, la lista podría complicarse y solo podrían conocer mis intenciones de prestarle ayuda a la Reina Victoria, no del momento, ni del como— digo haciendo referencia a la nobleza—, aunque ya sabe que siempre podrían tener espías.

Al concluir mi respuesta, espero por si el detective desea preguntarme algo más.

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08/10/2019, 00:43
Detective Frederick Abberline

El detective comienza a tomar anotaciones de tu declaración. La ceja enarcada te da a entender lo inútil de estas preguntas, y que aunque está obligado a hacértelas, es consciente de que no va a sacar nada, o casi nada, en claro de todo esto. Tampoco te mira demasiado, ciñéndose al protocolo. Cuando acaba de escribir, guarda la libreta y cruza sus manos por delante de la rodilla, en ese momento te mira, guardando unos segundos de silencio. 

-¿El señor Pettigrew es el propietario del Abbey Road Building Society? ¿El que acaba de abrir el Anglo Suramericano en Chile? -Te mira con el ceño fruncido y asiente con la cabeza. -Tendré que hacerle una visita, al parecer ha tenido que hipotecarse para emprender el nuevo banco en Suramérica. -Se encoge de hombros. -¿Quién es la señorita Drummond? Habla de ella como si tuviera que conocerla.

Te observa, esperando tu respuesta, pero de forma despreocupada, como si no creyera que esas dos personas, a las que estás señalando, tuvieran algo que ver. 

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09/10/2019, 22:46
Annabelle Lascelles

Mis facciones se tornan serias mientras contemplo al detective, el hecho de que me parezca que todo este proceso es una completa estupidez, me exaspera notablemente y lo peor, es que pienso que él también piensa en la inutilidad de todo esto.

Es propietaria de un banco en Escocia, Louisa Drummond es su nombre completo y estuvo presente en la recepción que organizó su Majestad, la Reina Victoria— le explico golpeando rítmicamente con mi dedo sobre el dorso de mi mano—. Tengo entendido que podría haber hecho una importante donación a la Corona, aunque lo que sí tengo claro, es que nos compró una mina hace relativamente poco y supongo que estará al tanto de lo que ocurrió en la fábrica. Pues esa también paso a ser parte de su propiedad.

Al haber respondido a sus preguntas, me quedo en silencio, esperando a que más podría preguntarme el policía; pero la paciencia nunca ha sido una de mis virtudes, y menos aun cuando debo tratar con plebeyos, por mucho que en este caso no es del escalafón más bajo.

¿Esta información le está siendo útil?— le pregunto al ver la despreocupación marcada en su rostro. Considero que si piensa que los dos estamos perdiendo el tiempo, mejor que se vaya a hacer lo que crea más útil para cumplir con su deber.

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10/10/2019, 00:52
Detective Frederick Abberline

Una mueca de reconocimiento aparece en su rostro cuando le dices quién es la señorita Drummond. Sigue anotando varias cosas en su libreta, pasando páginas y retomándolas, como si estuviera haciendo anotaciones sobre lo que ya ha escrito previamente. Cuando termina, te mira a los ojos, frunciendo el ceño en cuanto te interesas por saber si está siendo de ayuda la información que estás compartiendo con él. 

-Toda información es útil. -Confirma. -Aunque sólo sirva para descartar sospechosos. -Asiente mirándote a los ojos. -No se preocupe, Milady, todo lo que pueda contarme tendrá su utilidad.

Hace un breve repaso a lo que tiene anotado, manteniéndote a la espera sin caer en la cuenta de que, como buena anfitriona, no abandonarías la estancia hasta que sea él mismo el que se marche, y cuando se da cuenta, te pide disculpas, levantándose, pidiéndote permiso para ir a interrogar al servicio. Cuando se lo concedes, se despide educadamente de ti y comienza con su particular ronda de interrogatorios. Unos interrogatorios que le mantienen ocupado unas cuantas horas en el palacio. 

Cuando se ha asegurado de que ha mantenido una charla con todos, y cada uno de los miembros de tu servicio, te busca para despedirse, agradecido por la paciencia demostrada, y sale del palacio perdiéndose en el horizonte, montado en un carro con dirección a la comisaría central. 

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10/10/2019, 01:05
Earl Algernon George de Vere Capell

Los días pasan, de forma inexorable, tan rápido que las semanas parecen apenas un puñado de horas cuando echas la vista hacia atrás. Muchos problemas han sobrevenido desde el día del robo, y lo peor de todo es que parece que no tiene solución alguna. La metropolitana no hace más que dar largas, explicaciones vacías que tratan de excusar su falta de avances en la investigación. Pero eso no es lo que más te preocupa. Durante este par de semanas que han pasado tan rápidas, tu marido se ha encontrado distante e irascible. No tardó en recuperar la compostura tras el robo, pero todo lo que ha ido ocurriendo desde entonces le ha dejado en una posición muy vulnerable frente al resto de las familias nobles, y sobre todo, en la cámara de los lores. 

Ninguno de los dos bancos se hace cargo de la suma robada en sus diligencias. El Banco de Escocia porque inculpa al Abbey Road de incompetencia, por lo que le cargan la responsabilidad al banco del señor Pettigrew. Sin embargo, el banquero señala a al escaso interés, por parte del Banco de Escocia, en asegurar el envío, señalando que el importe nunca se ingresó en su caja, por lo que en ningún caso debería hacerse cargo. Este impass lleva durando demasiado tiempo y, aunque ha habido amenazas directas con poner esta situación en manos de los tribunales, hasta el momento ninguna de las dos entidades ha iniciado los trámites legales necesarios como para presentarlo ante un juez. 

El colchón económico que mantenéis intacto empieza a ser necesario para abordar los gastos, pero también es necesario para terminar la obra del Banco, que ahora mismo es la última esperanza que os queda para poder revertir la situación. Lo malo es que también podría ser necesario para cumplir la promesa que le hicisteis a la reina, en su recepción, de apoyar la campaña militar. 

Desde que te despertaste supiste que no iba a ser un día cómodo. Tu marido había desayunado ya, y se había marchado al club temprano y no le volviste a ver hasta bien entrada la noche. Su llegada al palacio no fue anunciada, pero tampoco hubiera hecho falta, pues sus pasos eran lo suficientemente audibles como para poder predecir en que momento cruzaría la puerta. Una vez da contigo, se acerca a donde estás y se sienta a tu lado. 

-Annabelle, tenemos que hablar. -Te anuncia, tomando una pose digna. -Hay una decisión que tenemos que tomar, y no puede demorarnos. -Te mira a los ojos, con determinación y cierta preocupación. -Los fondos con los que se pagaban las obras del banco se están acabando, si no utilizamos el importe que tenemos reservado, las obras se paralizarán. -Suspira por la boca, antes de tomar aire y continuar hablando. -Pero si usamos la reserva nos quedaremos prácticamente a cero, no podremos aportar nada a la campaña militar y no podremos hacer grandes gastos hasta que el el negocio empiece a ser sostenible, y no se cuánto tiempo tomará hasta que eso ocurra. 

Se recuesta en en asiento, pensativo, durante unos segundos. Sus ojos recorren la habitación sin mirar a un punto en concreto, al tratar de buscar soluciones. 

-Tenemos que decidir qué hacemos con nuestra reserva. Mantenerla, invertirla en el banco o donarla a la campaña militar. -Lleva su mirada a los tuyos. -Para mi lo que considero más sensato es invertir en el banco. Es la única forma que veo de tener ingresos en un futuro.