Partida Rol por web

London by Night: Crimson Nights

[Prólogo] What must be done (Annabelle Lascelles)

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09/12/2019, 00:03
Annabelle Lascelles

Mantengo atención en las palabras del hombre, por momentos me siento fatigada por su charlatanería, sin embargo, intento poner interés en lo que dice. Sé que la gente como él siempre intenta vender lo magníficos que son sus productos, negocios o en este caso, su vivienda. Me duele tener que vivir en un sitio así, aunque sea simplemente por unos meses, y ninguna palabra que diga podrá cambiar eso.

Arqueo la ceja al escuchar que puede indicarme los pasos a seguir para tener éxito, como si no lo pudiera tener sin su ayuda. Haberle permitido tener cierta confianza tal vez haya sido un error. Lo miro fijamente a los ojos y luego respiro profundamente.

Mi idea es hacer algunos cambios en el urbanismo de la zona, si voy a vivir aquí quiero que el lugar sea de mi agrado— respondo, luego me detengo a observar mi alrededor—. Me gustaría escoger las flores que adornarán estas calles, y por supuesto, pediré que doten la zona de un buen adoquinado. Me desagrada que se formen charcos, quiero asegurarme que eso no pase. También la iluminación de las calles debe ser la adecuada, la luz mantiene lejos a los delincuentes.

Creo que usted entiende de negocios— digo juntando mis manos sobre mi vientre—, así que espero que le agraden mis iniciativas, sino no tendré inconveniente en escoger otro barrio.

Ah sí, había un detalle que no había entendido del todo...— comento, mostrándome algo despistada—. ¿Cuánto pide por la vivienda?

Y ya le advierto que no me gusta que quieran cobrarme de más por ser quien soy, así que no se ande con rodeos, y deme el valor final por el que dejaría la vivienda— añado, quizás algo precipitadamente, pero tengo claro que no voy a dejar que me pidan un precio mayor del que quiero pagar.

- Tiradas (1)
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11/12/2019, 15:43
Narrador

El hombre titubea un instante, observándote, valorando tu palabras. Obviamente está muy interesado en cerrar el trato con alguien de tu posición, pero rebajar sus pretensiones respecto a este piso, en concreto le cuesta bastante. Tener un piso tan exclusivo en una zona tan rica debe de haber costado muchísimo esfuerzo y muchísimos recursos, pero él es un hombre pragmático, con muy buen olfato para los negocios. Tras un momento de deliberación te mira a los ojos, dispuesto a hacer una oferta mucho más que razonable.

—Entiendo, Milady. Estoy seguro de que sus proyectos tendrán un impacto notable en la zona— sonríe con elegancia sin dejar de mirarte—, pero entenderá que para mis negocios no resulta un activo propio. Toda la vecindad de va a ver favorecida por su paso por aquí— gesticula con sus manos, moviéndolas frenéticamente acompañando a sus palabras—. Pero le propongo un trato. Déjeme una muestra tangible de su paso por mi vivienda, no hace falta que sea algo valioso, pero sí algo distinguible que pueda utilizar como reclamo, y le haré una muy buena oferta. 

El hombre asiente con la cabeza, mirándote, esperando a que des el visto bueno para estrechar y besar besa el dorso de tu mano, en una señal de verdadero respeto.

Notas de juego

Sí aceptas conseguirás a la vivienda a un precio muy asequible en comparación, pero me tendrás que decir que objeto le cederás. Y pasaríamos al siguiente punto.

Sí la respuesta es que no, a por otra vivienda, pero será de peor calidad.

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11/12/2019, 21:48
Annabelle Lascelles

Sonrío en primera instancia para acabar endureciendo mi expresión. Responderme con un “pero” es molesto y algo a lo que no estoy acostumbrada. Lo miro a los ojos, debatiéndome internamente, y finalmente, asiento. Es comprensible que quiera pruebas, si mi situación fuera normal no me plantearía nunca vivir aquí y aunque mi paso por este lugar podría llegar a ser una humillación si no lo manejamos de forma adecuada, lo cual no es algo que me preocupe, tengo la seguridad de que lo haremos. Solo espero que este señor no pretenda ofenderme en un futuro o me encargaré de que no vuelva a firmar un acuerdo, ni él ni nadie de su familia.

De verdad que entiendo su petición— respondo a mi futuro arrendador—. Todos los objetos pertenecientes a mi familia son valiosos, se lo aseguro, pero creo poder tener una solución a ello.

¿Le gusta la literatura?— le pregunto tras observarlo durante unos instantes—. Si es así, tengo obras de lo más interesantes. Escogeré una y se la dedicaré, y además la marcaré con el sello de mi familia, espero que el obsequio sea de su agrado. Y no solo tendrá valor la pieza por la calidad de su encuadernado y su significado, sino también por lo que guarde su contenido.

Vuelvo a sonreír, esta vez ya satisfecha por el acuerdo al que hemos llegado, a veces ganarse la admiración del vulgo puede tener sus recompensas. Le tiendo la mano, esta vez de buen grado, y dejo que la bese.

Ahora debo irme. Mi marido quiere instalarse pronto, así que espero pueda tener listo todo cuanto antes— concluyo, expresándome con palabras más amables de lo que hubiera hecho en cualquier otro caso.

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14/12/2019, 01:08
Narrador

La única petición extra que añade al libro es que la firma de tu marido también esté presente. El arrendador queda complacido con el ofrecimiento y no tarda en aceptar el trato. Salvando las distancias, la vivienda obtenida no desmerecería a ninguna familia, pero teniendo la sangre que tienes recorriendo tus venas y habiendo vivido en palacios, no deja de ser algo escaso. Con la firme promesa e intención de que aquello va a ser simplemente temporal, te decides por tu siguiente  destino. Entras al carro, informando al conductor de cual va a ser mientras este te ayuda a entrar al interior del transporte. Al notar que el carro tarda en ponerse en marcha comienzas a perder los nervios, golpeas la madera del carro para llamar la atención del cochero, pero no parece hacerte caso. La puerta de tu carruaje se abre, y ante tu estupefacción entra un hombre que no conoces de nada, para sentarse frente a ti. De pelo largo, gafas de sol de cristal rojizo, perilla recortada, traje de tres piezas, gris y chaleco rojo burdeos, lleva un bastón de madera pulida acabado en un pomo de marfil redondeado, completamente blanco, donde se confunden sus dedos al llevar unos guantes extremadamente limpios, también de color blanco. Da igual donde mires, si hay una palabra que pueda definir a aquel hombre es: "caro". 

Con una actitud desenfadada y atrevida, sosteniendo el bastón con ambas manos frente a ti y con un porte altivo, se permite el lujo de esperar un momento, en silencio, sin dejar de mirarte a los ojos. Mantiene una media sonrisa en su rostro que denota seguridad, y su mirada fija es bastante inquietante. Antes de que puedas articular palabra alguna, se incorpora hacia ti, midiéndote en silencio, Te observa de arriba a abajo, como quien está estudiando una especie en peligro de extinción desde detrás de un cristal de protección. 

—Señorita Annabelle Lascelles, supongo, permítame ahorrarme el resto del añadido a su apellido— se atreve a decir sin ningún tipo de protocolo ni vergüenza—. Miembro prominente de la sociedad británica y una de las fortunas dañadas tras el irresoluble atraco a las diligencias del dinero. 

Vuelve a sonreír, mostrando una perfecta y blanquecina dentadura, impropia y seductora para el tiempo que corre. Vuelve a apoyar su espalda en el respaldo del carro sin dejar de interponer el bastón entre vosotros dos.

—Es curioso observar el grado de desesperación al que ha de estar sometida para acabar regateando por una vivienda fuera de palacio— la seriedad se adueña de su rostro mientras pronuncia sus palabras—, ahórreme el sarcasmo, o el desprecio, señorita Lascelles. He venido para ayudarla, pero quizá no sea el momento adecuado.

Tras unos segundos continúa.

—¿Es el momento adecuado?

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16/12/2019, 00:14
Annabelle Lascelles

Contemplo estupefacta como un hombre entra en mi carruaje. Al principio no me lo puedo creer, me echo para atrás alejando mi cuerpo lo más posible del intruso. Normalmente no tenía miedo a nada, pero en estos momentos siento una inquietud poco habitual en mí, eso hace que no sea capaz de hablar antes que lo haga él. Respiro de forma rápida y puedo sentir mi cuerpo en total estado de alerta mientras los latidos de mi corazón muestran cada vez un intervalo más corto. Pero poco a poco, la furia consigue apagar ese miedo, desconozco a quien tengo frente a mí y eso me perturba, su atrevimiento es tan descarado, y aun así no pienso amedrentarme ante un desconocido. No pienso rebajarme a eso. Al pronunciar mi nombre sin ninguna educación, mi ceño se frunce. Le escucho casi por obligación y porque por una extraña razón me interesa saber qué quiere. Ofenderme y ayudarme. Absurdo.

¿Por qué iba a hacerlo? ¿Cuándo usted me lo ha mostrado de forma tan insistente?— le pregunto, haciendo referencia al desprecio que quería evitarse—. Me gusta verlo sonreír, al menos me demuestra cuan estúpido puede llegar a ser.

Miro hacia la puerta del carruaje y luego vuelvo a fijarme en el hombre. No entiendo bien que está ocurriendo y porque sigue aquí este personaje.

El momento adecuado.— Muestro una irónica sonrisa—. ¿Usted cree que existe ese momento y que además aceptaría su ayuda?

Ingenuo— respondo a mi propia pregunta—. No entiendo como sabiendo tanto de mí, se ha atrevido a esto para realizar su petición, me resulta absurdo. Tampoco necesito saberlo, ya se puede ir— le digo haciendo un gesto con la mano para que se vaya cargado de desprecio—. Tengo demasiado que hacer y nada de lo que diga puede interesarme.

Y le recomiendo que abandone el Imperio— termino de forma amenazadora—. Ni mi más acérrimo rival permitiría que un don nadie atacara a la nobleza con tantas ínfulas. Su castigo será ejemplar, se lo prometo. 

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17/12/2019, 17:50
Narrador

El hombre muestra una sonrisa confiada, abierta, enseñando sus blancos dientes tras escuchar tu respuesta. Ningún músculo de su cuerpo te hace pensar que se haya sentido intimidado, ni que haya signos de duda en él. Para una persona corriente, ser amenazado con abandonar el imperio debería ser suficiente como para mantenerlo alejado de ti para el resto de tu vida, pero a parte de recolocar el bastón a una posición más cómoda para ambos, poco más se mueve. Esos segundos que está en silencio se alargan más de lo adecuado, pero no parece que le importe lo más mínimo incomodarte. 

—La tenía por alguien más inteligente— termina por reconocer—, y esperaba que al verse abocada a tal situación su altivez se hubiera relajado. Pero me equivocaba.

Saca un elaborado e intrincado reloj de oro del bolsillo de su chaleco, su ceja derecha se ha elevado a la vez que su sonrisa se ha relajado en exceso, adquiriendo un gesto entre el hastío y la urgencia, claramente forzado. Suelta un leve quejido, lo suficientemente audible como para que puedas escucharlo antes de volver a guardarlo con un gesto entrenado y elegante. 

—Supongo que tendré que hablar con otro de los damnificados por el robo, sí me doy prisa llegaré a hablar con el siguiente escogido— se encoge de hombros antes de incorporarse, con la intención de salir del carruaje—. No seré yo el que vuelva a contactar con usted, señorita Lascelles— vuelve a sonreír—, ni tampoco le facilitaré el llegar hasta mí. Que tenga un buen día.

Notas de juego

Haz una tirada de Percepción + Alerta dif 8 para ver los detalles de ese reloj.

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17/12/2019, 18:20
Annabelle Lascelles
- Tiradas (1)
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17/12/2019, 19:22
Narrador

Pese a que el grabado se encuentra en la parte de atrás del reloj que la mayor parte del tiempo está oculto por la mano enguantada de aquel hombre, puedes distinguir el sello que lo caracteriza. 

Quizá tengas que revisarlo en alguno de los libros, pero jurarías que pertenece a la Orden de la Jarretera.

- Tiradas (1)
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18/12/2019, 00:20
Annabelle Lascelles

Lo miro con severidad, aunque en el fondo no sé que hacer para que este hombre me tema. Respiro sonoramente mientras mis ojos no se apartan de los suyos. Siento como la rabia y la impotencia crecen en mi interior. Y de nuevo, vuelve a faltarme al respeto. Voy a contestar cuando saca un reloj, y mis ojos se pierden en la valiosa pieza un instante antes de volver a observar al hombre que lo porta, ahora, sorprendida.

Ese reloj—murmuro, cruzando mis brazos sobre mis piernas.

Cree que mostrándome esa preciosa pieza voy a pensar que pertenece a la Nobilísima Orden de la Jarreta— comento, terminando en una única carcajada—. Un impresentable como usted no puede pertenecer a ella, creo que es usted un ladrón y eso me lleva a lo siguiente.

¿Me ha robado?— le pregunto, inclinándome ligeramente hacia él—. Ya lo tenía crudo, así que no se preocupe por ser sincero, su final será el mismo. La diferencia es que cuánto tardará en llegar. Responda, es una orden.

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18/12/2019, 01:31
Narrador

En el momento que comentas la orden, habiendo mencionado el reloj, consigues hacer reaccionar al misterioso hombre por primera vez. Lleva su mano al bolsillo, cómo dándose cuenta de algo, le da un par de toques con los dedos volviendo a llevar la mano al pomo del bastón. Tus continuas amenazas e insultos no consiguen provocarle, aunque dibuja una mueca de aburrimiento cuando le llamas, abiertamente, ladrón.

Lleva su mano a su chistera, moviéndola levemente a modo de despedida. Se incorpora un poco, lo justo para mantener una distancia mínima adecuada entre vosotros, pero mostrando que no tiene miedo. Si lo tuviera sería el mejor actor de todo Londres. Su maldita sonrisa de dientes perfectamente colocados y blancos no se borra de su rostro.

—Debí haber añadido que se ahorrara también sus fútiles amenazas— comenta con seguridad en su voz—. Lo que crea y presuponga le pertenece a usted, y no deja de ser fruto de la rabieta de una niña malcriada, acostumbrada a su propia voz y a obtener lo que desea.

No se recuesta, ni se mueve al terminar de hablar, no aparta la mirada oculta tras esas gafas de vidrios rojizos que dejan entrever una mirada despierta que apenas parpadea.

—Tengo una debilidad por la pintura barroca, en especial por la obra de Lavinia Fontana— dice de repente, sin venir a cuento—. Cuando de conmigo será una buena forma de hacerme olvidar las lindezas vertidas por su lengua desatada.

Abre la puerta del carruaje, bajando con un grácil movimiento, quedándose frente a ti, fuera, volviendo a repetir la despedida con el movimiento de la chistera.

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18/12/2019, 17:18
Annabelle Lascelles

Frunzo levemente el ceño al ver su gesto de despida. Y el asco que muestra mi rostro se va acrecentando a medida que va hablando sobre mí. Llamándome maleducada cuando él ha invadido mi intimidad y me ha faltado al respeto en primer lugar, podría darse el caso contrario, por supuesto; pero hoy no ha sido así. Sé perfectamente que no mostraría tal osadía si no conociera parte de mi situación y sino estuviera en esta momento de desprotección.

«¿Y el cochero? ¿Para que sirve?», me pregunto sin apartar la mirada del hombre que se encuentra ante mí.

Abro los ojos, sorprendida e indignada a partes iguales ante la petición de un regalo como disculpa.

Es usted muy osado. No tengo que disculparme por lo que he dicho, usted es quien me ha faltado al respeto desde que ha entrado aquí— le digo sumamente molesta, luego observo como baja del carruaje—. No seré yo quien dé con usted.—Muevo la cabeza negando sus palabras—. Así que disfrute mientras pueda de su arte barroco y de su corta y efímera existencia.

Me quedo con la mirada fija en él, mientras de nuevo hace un gesto de despedida, estudio sus ropas y sus facciones e incluso intento fijarme en algún detalle que lo diferencie del resto de la humanidad. Esta mañana todo había salido bien hasta mi encuentro con este bastardo, y ahora, ya apenas tengo ganas de resolver el resto de asuntos a pesar de que debo hacerlo cuanto antes. Este barrio necesita seguridad de forma inmediata y más si va a ser nuestro nuevo hogar.

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20/12/2019, 11:22
Annabelle Lascelles

Aprieto la mandíbula por la rabia que me da su absoluta confianza en que no va a pasarle nada. No pienso permitirlo, no pienso dejar que marche así. Abro la puerta de mi carruaje y desciendo con sumo cuidado, agarrándome con una mano al carro y con la otra levantando levemente mi vestido para no tropezar.

Una vez he apoyado los dos pies en el suelo, me dirijo hacia la parte delantera del vehículo.

¿Cómo han permitido esto?— alzo la voz indignada, moviendo mi mano para señalar al caballero de la Orden de la Jarreta—. Eviten que ese hombre marche y llamen a las autoridades, esto no puede quedar así, ha invadido la intimidad de una dama para insultarla y menospreciarla. 

Puedo ver como las dudas aparecen en sus rostros por el temor a contrariarme y aun así, no son capaces de moverse para cumplir mi orden. Los miro con ira, marcando fuertemente la musculatura de mi mandíbula, y cierro mis manos con fuerza, haciendo que mi piel palidezca alrededor de mis nudillos. Desvío la mirada hacia el caballero y muevo los labios sin pronunciar palabra alguna.

«Pagarás por esto».

Poco a poco mi respiración se va acompasando a un ritmo más lento, y tras un movimiento rápido de indignación con mi cabeza, negándole la mirada al caballero, vuelvo tras mis pasos hasta subir de nuevo al carruaje. Doy unos golpes en la parte frontal para que avancen hacia nuestro siguiente destino y dejo caer mi espalda sobre el asiento, cerrando los ojos y pensando en el caballero, el robo y cuál será la verdad que se oculta en todo ello.

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24/12/2019, 12:48
Narrador

El viaje es apacible, no es muy rápido y lo único que perturba la tranquilidad del momento es el traqueteo de las ruedas del carro rodando por el firme del suelo. Lo último que pretenden los conductores es contrariarte más después de verse con las manos atadas. Esa última sonrisa de autosuficiencia del hombre que ha invadido tu intimidad se graba en tu recuerdo como si te hubieran marcado a fuego, como al ganado, y sólo cuando llegas a la puerta del ayuntamiento, con la frenada de los caballos, eres capaz de apartarlo de tu cabeza. Te enfocas en lo que tienes por delante, la venganza puede esperar de momento.

La seguridad del ayuntamiento sale a recibirte en cuanto se dan cuenta de quién es la que acaba de llegar. La gente a tu alrededor se hace eco de tu llegada y muchos comienzan a cuchichear, otros a vitorear tu nombre y el de tu casa con orgullo nacional. El ambiente de la calle al reconocerte cambia por completo y muchos se empiezan a acercar formando un pasillo de hombres que reaccionan ante ti. Escuchas palabras de ánimo y de apoyo. Al parecer muchos se han enterado de lo que ha ocurrido con los fondos que habíais destinado a la ayuda del imperio, y eso lo respetan por encima de todo. 

Uno de los miembros de la seguridad del ayuntamiento se acerca a ti, haciendo una elaborada reverencia.

—Milady Lascelles —empieza a hablar con tono grave—, ¿En qué puedo servirle?

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28/12/2019, 23:54
Annabelle Lascelles

Al llegar al ayuntamiento y dirigirme hacia el interior del edificio, escucho el vítor, los ánimos y el apoyo de gentes insignificantes, y a pesar de eso, tras el desagradable encuentro, ser coreada mientras avanzo para cumplir mis propósitos me llena de fuerza y determinación. No solo lo voy a conseguir, sino que la afrenta que ha tenido lugar será sanada y el culpable castigado. Camino erguida y sin dedicar ninguna mirada a nadie, solo al frente, en dirección hacia mi objetivo.

Una vez dentro, solo me detengo cuando uno de los encargados de la seguridad se dirige a mí. Lo miro unos instantes y finalmente asiento.

Me gustaría hablar con el concejal de urbanismo— comento rápidamente, y al concluir, simplemente espero a la respuesta del hombre.

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13/01/2020, 23:48
Narrador

Tu paso por el ayuntamiento llama la atención, eres agasajada con todo tipo de dulces y refrigerios, sin contar que desde la entrada, una mujer, que bien podría ser la secretaria de alguno de los trabajadores de aquel edificio, te sigue en todo momento, preocupada de ser de utilidad para ti de la forma que sea precisa. La figura requerida no tarda en aparecer frente a ti. Aún se puede oír el apoyo a la corona y a la noble procedencia de tu familia que la plebe corea desde la puerta. Con una elaborada reverencia, el encargado de urbanismo se presenta ante ti. 

—Milady Lascelles —toma tu mano para darle un beso en el dorso—. Soy el concejal de vivienda Grant, Anthony Grant. Tengo entendido que ha preguntado por mi.

Tras besar tu mano se yergue intentando dar una imagen acorde a su cargo. El hombre, alto, delgado y pelirrojo cano, lleva unos anteojos sujetos por una cadena de oro al bolsillo del chaleco a juego del traje de tres piezas gris. Los pelos del poblado bigote te han hecho cosquillas en la mano al besártela.

—¿Qué puedo hacer por usted?

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15/01/2020, 17:35
Annabelle Lascelles

Rechazo la mayoría de los agasajos con un gesto amable pero distante, exceptuando una copa de agua bien fresca que me resulta sumamente revitalizadora, y espero a que el concejal venga hasta mí. Me agrada que ese tiempo de espera sea tan efímero como la marca que deja la plebe en el mundo. Le recibo con la marca de la satisfacción en mi rostro y cuando termina su reverencia le tiendo mi mano con el dorso mirando hacia arriba.

Concejal Grant— le digo con tono solemne, mientras mis ojos lo observan evaluando su vestimenta—. Gracias. Me gustaría hablar con usted sobre las futuras iniciativas que tenga en mente, concretamente, las que sucedan por la zona de Holborn e Inns of Courtconcluyo, esbozando una sonrisa cordial y manteniendo mis manos unidas sobre mi abdomen.

¿Podríamos hablar en su despacho?— le pregunto antes de continuar con el resto de mi propuesta, la cual prefería dejar caer cuando supiera si ya tienen algo en mente.

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21/01/2020, 22:57
Narrador

El concejal asiente con la cabeza y con un movimiento de su brazo derecho te invita a acompañarle. Por su gesto puedes ver que se siente algo confundido con la petición, pero por nada del mundo se negaría a complacer a un miembro tan importante de la nobleza británica. El camino es corto y silencioso, al llegar te ofrece una taza de té, o cualquier tipo de refrigerio que desees tomar, pues aunque no lo tengan en este momento no va a ser un impedimento para alguien como tú. Le ha debido parecer escaso el vaso de agua. Te acomoda el asiento antes de sentarse frente a ti. Os separa una mesa colonial de madera noble oscurecida, el tablero está remetido para nivelar una placa de cuero negro y las anchas cajoneras simétricas están colocadas a ambos lados de la mesa.

—Espero que esté cómoda, Milady —sonríe tras acomodarse—. Perdone mi despiste, pero no entiendo muy bien a qué se refiere al preguntar sobre las futuras iniciativas de Holborn e Inns of Court —se incorpora finando su atención en ti—. No son zonas que precisen de atención especial y exceptuando las festividades suelen ser muy tranquilas ¿Ha ocurrido algo que deba saber?

Cruza los dedos al apoyar sus antebrazos en la mesa esperando tu respuesta.

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27/01/2020, 02:08
Annabelle Lascelles

Acompaño al concejal hasta su despacho y tras bajar la vista para ver como lo prepara para mí, tomo asiento. Después, miro a Anthony y las comisuras de mis labios se elevan.

Una taza de té será suficiente— le hago saber al concejal, momentos antes de que mi expresión vuelva a cobrar una mayor seriedad.

Espero a que me sirvan el té antes de continuar hablando sobre el tema principal que me ha traído hasta aquí.

Tiene razón— contesto, realizando un leve asentimiento acompañado de un largo parpadeo—. Una atención especial sería un coste demasiado elevado, pero si requeriría de cierto mantenimiento, no sería sensato descuidar los barrios en los que parece que reine la tranquilidad. Al menos, eso es lo que me pareció al recorrer sus calles, que empezaba a descuidarse. No me resultó agradable.

Sí, posiblemente soy demasiado exigente; pero quién no lo sería con nuestra amada Londres— añado haciendo un gesto en dirección a la ventana y mirando hacia ella pensativa y, poco a poco, intentado expresar mi pesar sin palabras dejando entrever algo más en mi rostro—. Lo cierto es que sí— confieso—, me ha ocurrido algo, pero comprenderá que por el momento no pueda explicárselo, ya que aun no he podido hablarlo con mi marido y creo que él debiera ser el primero en saberlo y conocer los detalles. Discúlpeme.

Nuestro tiempo es muy valioso y esperaba poder adelantar la conversación que pensaba tener con usted, sin tener que entrar en los detalles. Sé que también entenderá que no le pediría esto si no lo viera necesario— concluyo, volviendo a centrar mi atención en él—. Por lo que siendo usted concejal de vivienda, sé que sabrá como actuar y las medidas que debería tomar. 

Finalmente, tomo la tacita de té y doy un pequeño sorbo.

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28/01/2020, 11:01
Narrador

No se tardó en servirte una taza de té en un recipiente que, pese a ser elegante, dista mucho de ser tan distinguido como el peor juego de té que tienes para las visitas menos deseadas. A medida que hablas la cara del concejal Grant cambia. Pese a que no entiende muy bien el motivo de tu visita, lo que le dices le suena tan convincente que no pudo más que darte la razón. 

—En efecto, Milady —argumentó tras un segundo de silencio—. Y sí, en efecto. Me pondré, de inmediato, con las tareas de mantenimiento ahora mismo. Espero que acepte mis disculpas por el descuido que no volverá a pasar.

No pudo evitar mostrarse un poco descompuesto y pensativo, jugó con los dedos de la mano de forma nerviosa y levantó las cejas incorporándose en el asiento frente a ti.

—No dude que este gobierno pondrá su máximo esfuerzo en cumplir con su deber para con la corona. ¿Tiene alguna sugerencia más? —carraspeó observándote antes de añadir—. Y no dude, en ningún momento, de notificarme, si cree oportuno, aquello que ha de hablar con su marido, Milady Lascelles. Estoy aquí para servirla.

Se mantuvo firme frente a ti, esperando a que terminaras de tomar el té y te salieras de su despacho, o sugirieras algo.

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30/01/2020, 18:30
Annabelle Lascelles

Vuelvo a tomar un sorbo de té mientras escucho las palabras del concejal. Realizo un ligero asentimiento al preguntarme por si tengo alguna sugerencia más.

Usted sabrá perfectamente que hacer. Colocar flores de temporada para alegrar la zona son cosas que ya supongo tendrá preparadas ahora que tenemos el otoño cada vez más próximo— le comento con una sonrisa mientras dejo la taza de té sobre el platito que la acompaña—. Estoy deseando ver la elección que habrá hecho para este año.

Relajo la postura de mi cuerpo y vuelvo a mirar hacia la ventana para tras unos segundos posar de nuevo mi vista en el concejal. Dibujo una sonrisa en mi rostro, una cordial y amable.

Creo que lo tiene todo bien organizado e incluso mi visita pudiera llegar a ser vana. Si me permitiera un pequeño capricho—le digo, haciendo un pequeño movimiento con la mano—. ¿Podría colocar mayor cantidad de flores amarillas? Es un color que me gusta ver por la ciudad.

Gracias por su atención, no quiero entretenerle más— concluyo, levantándome de la silla y preparándome para despedirme.

Nuestro arrendador había preferido un pequeño detalle, así que las flores serían suficientes para que pudiera sentirme a gusto y no tener el perjuicio de obras mayores durante mi estancia en el barrio. Pedir algo tan simple es lo más sencillo para verlo cumplido. Ahora ya podría volver a mi hogar para organizar la mudanza.