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London by Night: Crimson Nights

[Prólogo] What must be done (Annabelle Lascelles)

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18/06/2019, 22:19
Annabelle Lascelles

Me acerco al armario de mi marido y miro las prendas con detenimiento, ladeando mi rostro y acercando la mano, pero sin llegar a tocarlas. Mis ojos se mueven para ver a mi esposo, imaginándome cual podría quedarle mejor antes de escogerla, no quiero hacerle perder el tiempo haciendo que se vaya probando ropa de forma totalmente innecesaria. Finalmente escojo aquella que creo le dará un aspecto más fuerte y regio, debe mostrar sin atisbo de duda su posición y su fuerza, para que todos puedan aceptar cumplir con nuestros designios.

Después me quedo tras él mientras comienza a escribir la carta, asegurándome que la caligrafía y la ortografía es la correcta, la correspondencia de la familia es una labor que suele atribuirse a la señora de la casa y aunque agradezco su implicación, prefiero supervisarla ya que no deseo ningún error.

Gracias, quiero saber todo lo posible antes de recibir a nuestra visita— digo asintiendo muy levemente, luego me quedo sosteniendo su mirada un instante para luego volverme y seguir mirando los vestidos que voy a ponerme.

Tardo bastante tiempo en hacerlo, algo que gracias a la tardanza de la señorita Drummond puedo permitirme. Finalmente me decanto por un vestido largo y suave de un color azul marino, casi negro, después me encamino hacia mis joyas, es una elección complicada puesto que muchas de estas piezas no merecen ser observadas por los impuros ojos de esa tabernera. Acaricio con las yemas de mis dedos algunas de ellas y alzo otras para contemplarlas mejor, muevo la cabeza negando, ninguna me convence hasta que veo una reluciente pieza de similar color a mis vestido y adornado por otros diamantes que relucirán más que cualquier joya que pudiera llevar ella. Sonrío mientras lo cojo para colocármelo. En el espejo me veo magnífica y poderosa «es perfecta».

De pronto, aparece mi marido tomándome por la cintura, le correspondo el beso, aunque aun desconozco a que viene; si es un arrebato de pasión por mi elección en el vestuario o si hemos recibido buenas noticias, las dos me parecen apropiadas. Me dejo llevar por la pasión del momento y al separarnos, mis pupilas miran hacia el espejo contemplándome. Me ajusto el vestido y collar.

Yo también lo espero— contesto esbozando una sonrisa—. Lo intentaré mientras espero tu llegada, cariño.

Acompaño a mi esposo a la puerta y me despido con un beso delicado y suave, diferente. Divierte.

El resto del día lo dedico a los preparativos, ordeno a los sirvientes que preparen uno de los salones donde tendrá lugar el encuentro, este ya sería suficiente para recibir a alguien de la categoría de la señorita Drummond; pero deseo marcar las diferencias y sabedora de que ella posee mucho dinero lo que necesito es historia. Esa que nunca tendrá.

Ordeno colocar algunos retratos de mis ancestros y de antiguos miembros de la Familia Real, gente que ha gobernado el Imperio durante generaciones conduciéndonos hasta este punto. Disfruto imaginándome su cara, por mucho que lo intente ella nunca tendrá este pasado y eso me hace deleitarme aun más si cabe observando las pinturas. Camino por el salón, comprobando que todo esté perfectamente.

Hago un gesto a un criado para que cambie los libros por los más valiosos del palacio: incunables, primeras ediciones de grandes obras de la literatura británica e incluso algunos de otros lugares. William Shakespeare, Jane Austen, Charles Dickens y Lewis Carroll entre otros.

Cuando estoy completamente satisfecha con la decoración de la sala, correctamente engalanada y mostrando nuestras claras diferencias, asiento satisfecha, un gesto para mi misma. Creo que estoy siendo realmente magnánima pues el asiento destinado a ella es de lo más cómodo y no lo merece, tal vez sea por la llamada de mi marido o simplemente quiero que momentáneamente sienta lo que nunca podrá tener. Lo desconozco.

Una vez llegada la hora espero a que la conduzcan hasta ahí, mirando el reloj y sabiendo que necesitará pasear unos minutos por los largos pasillos, decorados con algunas estatuas y magníficos cuadros escogidos especialmente para ella, pinturas como el embarque de la Reina de Saba o de buques insignia de la Armada Británica y mapas que muestran la grandeza de nuestro Imperio en el que ella ha tenido finalmente la suerte de participar. La espero sentada en uno de los sofás, con las manos descansando sobre mi regazo, y sonrío cuando hace la reverencia.

Señorita Drummond, me complace poder hablar con usted ahora que está menos ocupada— digo con una mirada seria—. Tome asiento— añado mostrando con una mano el sofá enfrentado al mío. Tomo nota de su comentario «¿Más palacios?» mientras me pregunto si su trabajo hasta ahora han sido otras visitas. Arrugo muy levemente el ceño y lo corrijo casi en el acto.

Me temo que no ha podido estar presente, trabajo, ya sabe— le contesto esbozando una sonrisa maliciosa.

Espero a que los criados sirvan algunos dulces y algo de té, no mucho ya que es tarde, mientras observo reflexiva a la mujer. —Su Majestad, la Reina Victoria estaba satisfecha con su buena voluntad y la ayuda que ha prestado a la Corona, por eso quería conocerla, saber un poco de usted. Ayer desgraciadamente no tuve la oportunidad— comento sin darle mayor importancia.

Según tengo entendido, usted posee un banco en Escocia— digo completamente segura—. Ha venido desde muy lejos para mostrar su apoyo y eso le honra— miento con sutilidad.

¿Ha venido solo para cumplir como buena ciudadana británica? ¿O piensa aprovechar el viaje para otros asuntos?— pregunto, a pesar que ahora mismo me figuro que sus otras visitas habrán sido por negocios.

Cojo un pequeño pastelito, sujetándolo con dos dedos, y le doy un delicado mordisco con cuidado de no derramar el relleno a base de fresa de su interior. Mastico con lentitud sin perder de vista a la señorita Drummond mientras espero su respuesta.

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22/06/2019, 14:07
Louisa Drummond

Sonríe con sinceridad tras escuchar tus palabras, y aunque hay varias cosas que quiere aclarar, espera pacientemente a que termines de hablar, sin cortarte en ningún momento. También agradece lo que le ofreces, pese a que no toma nada de lo que se le ha servido. Mantiene la mirada en ti, sin esquivar la tuya inqusitiva, ni desviarla a observar los diferentes cuadros que has ido colocando estrategicamente alrededor de la casa. El protocolo a la hora de dirigirse a ti es exquisito, más propio de una dama de alta cuna, que de una heredera anodina, como era ella. 

-Muchísimas gracias, Milady. -Asiente con su cabeza. -Me costó mucho trabajo, y una gran parte de la fortuna que heredé de mi difunto marido, expandir el banco por toda Gran Bretaña. -Apunta sin rencor. -Gracias al apoyo de la corona he podido crear un... anexo, por llamarlo de alguna manera, propio de la corona, con el que preservar la fortuna del imperio. -Sonríe complacida. -Ahora mismo estoy trabajando en una serie de tratos bancarios con otros países que nos permita especular de tal forma que podamos ofrecer a las grandes fortunas el aliciente de aumentar sus ganancias solo por confiar en nuestras arcas. -El porte que mantiene mientras habla contigo te indica que está muy acostumbada a tratar con la nobleza. -Aunque me enorgullezco de poder decir que ya somos los depositarios de la confianza de muchas de las grandes familias nobiliarias de nuestro gran imperio. 

Tras estas palabras sí que se detiene a estudiar los cuadros familiares más importante que posees, la historia de la familia que te precede, las grandes personalidades que descansas en lugares de culto, en vez de fosas olvidadas en el tiempo. Mantiene su sonrisa apacible y confiada antes de arrancarse a hablar de nuevo. 

-No ha sido un sacrificio, si me permite el atrevimiento. -Cruza las manos por encima de su vientre, tomando una posición más relajada. Notas como si la temperatura de la habitación hubiera descendido, y el aura de fuerza que le acompaña, sin duda es intimidante. Pese a que no haga movimientos, ni su tono sea oscuro... podrías decir, sin temor a equivocarte, que es una mujer que impone respeto. -Hace poco más de un mes que abrí una sucursal en Londres, reconozco que fue una tarea titánica, y que hubo ciertos intereses en que no funcionara, pero logramos capear el temporal, y el acogimiento, o mejor dicho, la confianza de la población londinense ha sido abrumadora. Nos han aupado hasta el tercer puesto en importancia bancaria de la ciudad. -Vuelve a sonreír. -Tenemos la ilusión de que, antes de que acabe el año, seamos la referencia en el mercado de capitales. Pero no nos obsesiona, somos agradecidos con la acogida. -Mueve la mano gesticulando mientras habla. -Pero volviendo a su pregunta, tomé una vivienda en Londres para poder dedicarme en cuerpo y alma al proyecto, y tras el acuerdo con la corona, estoy buscando un hogar adecuado en el que poder afincarme y trasladarme a la capital. -Asiente con la cabeza, amablemente. -Las bondades del norte no son nada comparadas con la calidad de vida del sur. 

Espera a ver qué opinas, o si tienes algo que decir antes de enfocar el tema en lo que la trae hasta tu palacio. 

-Tengo entendido que vais a realizar una importante donación a la campaña militar de la corona de inglaterra. ¿Verdad? -Toma una postura mucho más adecuada para hablar de este tema. -También ha llegado a mis oídos que estáis dispuestos a deshaceros de las minas y las fábricas de carbón. Si ese fuera el caso, podría haceros una más que generosa oferta por todo, con objeto de poder aumentar el total de la donación, si estuviéraís interesados en ello. 

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28/06/2019, 03:33
Annabelle Lascelles

Escucho las palabras de la señorita Drummond mientras voy terminando el pequeño pastelito. Justo lo acabo cuando ella finaliza de hablar sobre la grandiosidad de su banco y todos los sucesos que le han llevado hasta este punto. Me limpio los dedos con una servilleta de tela en la que se aprecian unos exquisitos bordados para luego, con cuidado y delicadeza, limpiar las comisuras de mis labios.

Después de lo que me ha revelado, he supuesto que más bien ha sido una victoria— digo mirándola a los ojos, desafiante, y entonces siento un poco de frío, con la mano me froto levemente mi antebrazo molesta por esa sensación de debilidad que no parezco compartir con mi invitada. Solo es un instante, ya que enseguida yergo la espalda y me mantengo en una correcta postura, dispuesta a seguir atendiendo a lo que tenga que contar.

Asiento a medida que va relatando lo ocurrido en Londres. —La competencia en la capital es dura y supongo que los bancos ya presentes no deseaban que nadie más metiera la mano en la cesta. Aunque con el apoyo de la Corona, supongo que os ha sido más fácil de lo que podría haber sido— digo antes de que empiece a revelar sus intenciones, luego la invito a seguir hablando con un gesto.

Realmente no me sorprende, llegados a este punto de la conversación, se la ve una mujer ambiciosa, plebeya, pero parece tener realmente otras capacidades que no le hubiera atribuido la noche anterior. —¿Y ya ha elegido la zona de Londres en la que le gustaría vivir?— pregunto a la mujer.

Aunque estoy de acuerdo con usted, el sur es más agradable y creo que es mejor para sus aspiraciones— añado intentando sembrar alguna semilla más con el fin de vender nuestra fábrica.

Así es, no hay mayor honor que poder contribuir a la causa— al terminar de hablar, me quedo escuchándola mientras la miro de forma reflexiva, y tras un tiempo prudencial asiento. —Está en lo correcto.

Creo que podríamos estudiar su oferta, una generosa y con el aliciente de financiar a la Corona me parece bastante apropiada.

Al concluir, todo me parece en cierta forma demasiado sencillo y quizás le he atribuido momentáneamente más cualidades de las que realmente tiene. Sonrío para mis adentros, mirándola con detenimiento.

¿Qué relación tiene con el Duque de Northumbría? Ayer me pareció que se conocían— pregunto cambiando de tema.

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02/07/2019, 21:41
Louisa Drummond

La sonrisa irreprimible que se dibuja en el rostro de la señorita Drummond es un tanto burlesca en cuanto escucha tu pregunta acerca de lo que la une al duque de Northumbria. Mantiene su pose erguida, permitiéndose un momento para mirar a otro lado y tratar así de recuperar la compostura. El silencio se alarga en la estancia mientras que tu empiezas a notar reconfortante su presencia. Te sorprendes viendo algo de grandeza en aquella plebeya con ínfulas, quizá hasta un punto de respeto por lo que ha podido conseguir ella, una mujer cualquiera, en un mundo de hombres. La punta de tus dedos empiezan a molestarte, ligeramente, por el frío que atenaza esta habitación y que el fuego parece no poder doblegar.

-Por mi posición me veo obligada a ser la guardiana de incontables secretos, milady. -Vuelve a mirarte, ligeramente divertida. -Si quiero mostrarme como alguien de confianza para usted, y sus intereses. ¿Cómo vería que fuera aireando chismes de otras grandes familias de nuestro amado imperio? -Apoya las manos en su regazo, de forma elegante y calculada. -Algernon y yo nos conocemos desde hace muchos años. -Omite el título del duque deliberadamente, para añadir familiaridad al contexto. -Fue el primer noble que depositó su patrimonio en nuestro banco. Hemos mantenido incontables reuniones en su palacio y acudió al funeral de mi marido. -Vuelve a sonreír divertida. -No se deje influir por la impresión de ayer. Es... -Se incorpora un poco hacia ti, para simular cierto toque íntimo entre vosotras. -... Un hombre difícil. -Vuelve a recuperar su postura erguida.

Te llama la atención que en ningún momento ha probado nada de lo que has servido. Aunque hay veces que hace el ademán de llevárselo a la boca, siempre hay algo que evita que pruebe bocado, ya sea para hablar o para mostrar interés en algo que estás diciendo. Estos últimos minutos, directamente, desde que ha puesto sus manos en el regazo, no ha hecho ni la mención de acercarse a recoger el pastelero o la taza de té que tiene justo enfrente de ella.

-Mayfair. Creo que me he enamorado de esa zona. Le auguro un futuro brillante. -Vuelve a sonreír, pero sin un atisbo de broma en su sonrisa, en esta ocasión. -Y sí, reconozco que el apoyo de La Corona ha sido de vital importancia para llegar a este punto. Por ello no voy a escatimar mi ayuda para lograr lo mejor para la reina y el país. -Comenta con determinación y seguridad.[/B]

Cuando parece que va a volver al tema de la compra de vuestros activos, uno de vuestras sirvientes, llama vuestra atención para presentar al Conde. Una vez presentado, la señorita Drummond se pone en pie para recibirle. Tu marido entra en la salón, después de haberse parado un instante en el quicio de la puerta, para arreglarse la vestimenta, presumiblemente. Al entrar, la señorita Drummond, hace una elaborada genuflexión para recibirlo con cortesía.

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02/07/2019, 22:39
Earl Algernon George de Vere Capell

El Conde entra tras ser presentado y sonríe, se puede apreciar en su rostro la urgencia. Algo agitado, pero pretendiendo no mostrarlo, se acerca a vosotras, aceptando el recibimiento de la señorita Drummond asintiendo con la cabeza. Se acerca hasta donde te encuentras. Te sonríe y asiente en tu dirección, con una mirada de determinación en el rostro. 

-Perdonad, ¿Os interrumpo? -Concede el Conde, esperando que le invitéis a la negociación. -Me he dado toda la prisa posible, mis disculpas. -Dice mirándote a ti, exclusivamente. -Por la tardanza. 

Tanto él como la señorita Drummond esperan tu respuesta. 

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08/07/2019, 17:02
Annabelle Lascelles

Froto mis manos en un acto instintivo, fruto del frío que siento en la sala y no puedo evitar molestarme por ello. Pasada esta reunión el servicio tendría que ofrecerme muy buenas explicaciones sobre todo esto. Sin embargo ya no siento que deba guardar las apariencias, y aunque sea algo que no admitiría, la presencia de la “tabernera” empieza a resultarme agradable y quizás la habría minusvalorado más de los debido en una primera instancia y sin embargo, ahora me siento cómoda a su lado, tal vez demasiado para una mujer que conozco de hace dos días.

Sus palabras vacías no satisfacen mi curiosidad, esbozo una media sonrisa. —Peor veo que no se responda a lo que pido— digo con un tono que dista mucho del enfado—. Bueno, supongo que con esos detalles me basta para hacerme una idea de la clase de hombre que es el Duque. Difícil, como bien dice.

Contemplo a la mujer, y hay algo en ella que en cierta forma me inquieta. Parece que nada de lo servido es de su agrado y aunque quizás, ha tenido otras reuniones en las que ya se ha saciado y ahora ya no tiene ganas de comer, «probablemente sea eso», pienso dejando en uno de los platos un pastelito que acabo de coger, sigue pareciéndome extraño.

La sorpresa se dibuja en mi rostro al escuchar su suposiciones sobre mi futuro, aunque viniendo de alguien que se dedica a las finanzas quizás tenga más sentido que los augurios que podría decir un zíngaro en una feria. Asiento levemente sin darle más importancia a sus palabras y atiendo a sus motivos para ayudar a la Corona, considerándolos totalmente aceptables y lógicos.

Al anunciar a mi marido, me levanto para recibirlo. No, llegas a tiempo contesto a Algernon—. Por favor, toma asiento y podremos concretar mejor lo que tenemos entre manos añado haciendo un gesto con la mano para señalar el sofá donde me encontraba sentada hace unos instantes.

Me vuelvo a sentar, esta vez junto a él, mirando a la señorita Drummond de forma que podría parecer que ahora la admiro. Al principio fue todo lo contrario; pero desde que hemos comenzado a hablar, ha sembrado la semilla del respeto y poco a poco va brotando y haciendo que casi empiece a olvidar los apelativos que le había otorgado la noche anterior, cambiándolos por otros tal vez más acordes para una mujer de su riqueza y posición.

La señorita Drummond está dispuesta a realizar una generosa oferta por las minas y las fábricas— introduzco a mi marido a la conversación —¿Qué te opinas?— pregunto a sabiendas de su opinión, todo está saliendo como habíamos hablado; pero es importante que no parezca así.

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11/07/2019, 02:23
Earl Algernon George de Vere Capell

Tu marido sonríe agradecido ante tu comentario y se dispone a tomar asiento, mientras escucha cómo le informas de que la señorita Drummond está a dispuesta a hacer una más que generosa oferta por vuestras propiedadeslgo, arrancando una mirada de complicidad contigo. Bien acostumbrado como está a las negociaciones, mantiene el semblante relajado, mostrándose ligeramente sorprendido, pero complacido con lo que está escuchando. Se toma unos segundos, que aprovecha para coger un pastel de los que hay en la mesa. Uno de vuestros sirvientes le trae un te como a él le gusta, dejándoselo en la mesa, para después volver a desaparecer del salón en el que os encontráis. 

-Perdone la pregunta, señorita Drummond. -Continua educadamente. -¿Pero le importaría explicar el interés, tan exuberante, que parece tener con nuestras posesiones? -Levanta la mirada para observar, directametne a los ojos, a vuesra inviada.

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11/07/2019, 02:43
Louisa Drummond

Con una sonrisa en el rostro, más cercana a la suficiencia que al respeto, reibe el aporte que ha hecho tu marido. Se toma el privilegio de esperar a que este termine el bocado que acaba de llevarse a la boca, sin mirarte a ti. El frio de la habitación es ostensible pero, si en algún momento has podido verla con buenos ojos, ese sentimiento, pasajero, ha desaparecIdo por completo. Ante ti se encuentra la mujer que se había descubierto, con sus modales del bajo vulgo, que los refinados modales de alguien acostumbrado al protocolo y a la vida palaciega.

-La reina ha dejado claro que todo esfuerzo es poco. -Concede. -Como su fiel servidora no puedo más que hacer lo posible por ayudar. -Sonríe, mirando al conde con interés. -Por ello, spbrevalorar las propiedades os da la posibilidad de aportar mayor cantidad económica al fondo militar. Algo que a día de hoy está al alcance de muy pocas familias nobles. -vuelve a sonreír. -Por no decir ninguna otra. Lo que os congraciaría aún más, si cabe, con la reina.

Deja que la idea se deposite en vuestras cabezas, mientras que con gráciles movimientos acompaña las palbras dándoles un sentido impropio. Al fin y al cabo, algo más tiene que haber para que no le importe pagar más por las tierras. Tras unos momentos de tenso silencio, el ella quien vulve a romperlo.

-Si me disculpáis, me gustaría ir al lavabo. ¿Sería posible, por favor? -Tu marido asiente con la cabeza y hace un gesto para que venga uno de los sirvientes a acompañar a la señorita Drummond al lavabo. Esta se levanta con destreza y os vuelve a mirar. -Asumiré que un 33% de aumento del valor de las propiedades es un precio más que justo. -Vuelve a sonreír, justo antes de marchar de camino al servicio más cercano.

Tu marido te mira, esperando a conocer tus impresiones, pero claramente está sorprendido por la situación.

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15/07/2019, 01:00
Annabelle Lascelles

Sentada junto a mi marido, le dejo hablar y atiendo a la pregunta que realiza mi marido. Me froto las manos, molesta por el frío que siento acariciando mi piel. Apunto estoy de llamar al servicio; pero me contengo y vuelvo a fijarme en nuestra invitada, sintiéndome totalmente extrañada por los sentimientos que brotan reafirmando las primeras impresiones que tuve la pasada noche. Cada uno de sus gestos me irrita de tal forma que me cuesta guardar la compostura, su comportamiento de plebeya es algo que no soporto ver y más aquí, prestándole una atención que no estoy segura de que merezca.

Respiro profundamente, serenándome y recordando nuestros propósitos, ya sabía como es, solo que de alguna forma me había dejado impresionar por sus habilidades financieras, las cuales habían hecho que olvidara con quién me encontraba hasta que ha llegado mi marido: su porte, su saber estar y su cortesía me han dejado totalmente eclipsada a la vulgar “tabernera” de Northumbría.

Una vez vuelvo a centrarme en la conversación que está aconteciendo delante de mí, puedo escuchar los motivos que tiene para interesarse por nuestras posesiones, en su momento me parecieron totalmente correctos. Ahora, no estoy del todo segura. «¿Cómo no lo he visto antes?» sigo preguntándome, aun enfadada conmigo misma.

Espero a que salga de la sala y me vuelvo hacia mi marido. Tardo un tiempo más largo de lo habitual en arrancar a hablar. —Es una cantidad considerable— digo centrándome única y exclusivamente en la oferta en una primera instancia —, pero ahora mismo me siento un poco confundida— añado bajando la vista.

Por un momento...— digo negando levemente con la cabeza, desconociendo lo que ha pasado, casi avergonzada. Después, me froto los brazos, de forma menos disimulada. —Creo que he cogido frío, me gustaría que me trajeran un chal.

Mis ojos se mueven hacia la mesa antes de hablar —No ha comido nada— comento —. Diría que ha estado hablando con otros.

¿Por qué sino habría dejado de probar estos manjares?— pregunto a mi marido. —Aunque también es posible que no sepa apreciar la buena gastronomía y solo coma alimentos poco elaborados.

Doy un soplido de desprecio. —Su oferta es buena, tal vez incluso demasiado— digo cambiando de tema —. Desconfío de las ratas burguesas mostrando generosidad, es posible que hayamos cometido un error y el valor sea superior o quizás hay algo que no hayamos visto.

Los terrenos quizás están demasiado bien situados para una fábrica y una mina...— mi tono de voz se va apagando mientras niego con la cabeza. —No, tiene que haber algo más.

¿Tú que crees, cariño?

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18/07/2019, 18:55
Earl Algernon George de Vere Capell

Pese a que ya estaba basante extrañado, es tras tus palabras que deja salir un profundo suspiro de hastío. Mueve los ojos, pensativo en lo que tenéis delante, ¿Podría ser que tenías razón? ¿Qué se traería entre manos aquella mujer? Un gesto de duda se dibuja en su rostro antes de volver a dirigirte la mirada. Es cierto que comparte tus preocupaciones, pero la idea de sacar un precio tan elevado por unas posesiones que, antes o después, van a quedar baldías... es una idea que le atrae demasiado como para poder dejarla pasar sin pensar friamente en lo que hay en juego. La idea de cambiar de negocios en la familia, comenzar una apuesta bancaria, así como la embotelladora de vino es algo que le atrae, el carbón está masificándose, habiéndose abierto cada vez más minas que extaen el material haciendo que este haya perdido basante valor en el mercado, en contra, ¿Tendría la señorita Drummond alguna información acerca de algo que se os haya escapado en vuestras posesiones? Era harto improbable. 

-Yo tampoco me explico como puede sobrevalorar de esa forma nuestras posesiones. -Adquiere un porte regio. -No se si nos quiere impresionar o ayudar. O ambas... Pero hay que reconocer que la oferta es... mucho más que tentadora.

Se levanta, coge un pastelito de mantequilla y se lo lleva a la boca, mientras camina, con las manos entrelazadas en la espalda, no le da mayor importancia al hecho de que no haya probado nada de lo que has dejado a su alcance, tampoco le interesa para ser sinceros, pero sí que le pide a uno de vuestros criados que te traigan algo para abrigarte, y antes de que puedas volver a quejarte del frío, tienes un bonito chal a juego con tu vestido al alcance de tu mano. Lo curioso es que ahora mismo, ya no tienes frío, y la chimenea emite un calor bastante agradable que hace que ponerte el chal por encima... se te antoje innecesario.

-Todos los informes que hemos ido recibiendo de las minas apuntan a que se van a agotar en los próximos meses. Con suerte en un año. -Te mira desde cerca de la chimenea, donde se ha parado a observar el fuego. -Considero altamente improbable que haya descubierto algo que se nos haya escapado. Pero no deja de ser extraño su comportamiento. -Deja salir el aire, pesadamente, por la nariz. Termina por acercarse al asiento que había tomado en la conversación. -La decisión que debemos tomar es... ¿Nos guiamos por una corazonada o vendemos como teníamos pensado?

Te mira, esperando que termines por decidir el curso de acción.

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21/07/2019, 23:44
Annabelle Lascelles

Tampoco estoy segura de lo que realmente está sucediendo y mientras tanto esa mujer sigue paseando por palacio y disfrutando de nuestra hospitalidad, la cual empiezo a dudar si quiera que merezca a pesar de las palabras de la Reina.

Impresionar...murmuro bajando la mirada un instante antes de observar directamente a mi marido y comenzar mi discurso —Sí, podría ser. A la Reina Victoria le resultaba una mujer respetable, muy posiblemente la habría impresionado con todas esas aportaciones que ha realizado. Quizás busca eso, sobresalir en la sociedad y para ello busca satisfacer los anhelos de la nobleza. Igual que está haciendo con nosotros ahora.

Me quedo sentada en el sofá, reflexionando sobre todo lo acontecido hasta el momento. Me resulta improbable que la señorita Drummond sea una estafadora y quiera engañarnos, a nosotros y a la Reina, se estaría jugando el cuello; pero sin lugar a dudas todo es demasiado extraño y conveniente para que aceptemos todo lo que nos propone. El hilo de mis pensamientos se rompe al ver el chal por el rabillo del ojo, acerco la mano para cogerlo, dándome cuenta que ese frío que recorría mi piel ha desaparecido por completo y ahora mismo, siento la agradable y cálida caricia de nuestro hogar. Me resulta raro, así que mantengo el chal cerca por si vuelvo a sentir ese desagradable frío.

Y suponiendo que no es una idiota, estará al tanto de cuánto puede sacar con la mina— comento al mencionar mi marido que no cree que haya descubierto nada—, suponiendo claro que sus posesiones sean merecidas. Al final solo será una desdichada con demasiada suerte— digo lamentándome por tener que seguir soportando a esa mujer.

Al escuchar la pregunta de mi marido, pienso la respuesta y luego me levanto con lentitud, lo miro a los ojos confiada y avanzo hasta quedarme cerca de él, dejando la distancia justa y adecuada entre un hombre y una mujer.

Cariño, tenemos un objetivo— puntualizo— y aunque podamos perder dinero por una mala venta, lo cual aun está por demostrar y todo parece indicar que no será así, con la oferta que nos acaban de hacer podremos ganar mucho más cumpliendo así con nuestros propósitos.

Hago un silencio que se alarga mientras pierdo mi mirada en los profundos ojos de mi marido. —Tendremos esa embotelladora— alzo la mano recorriendo con mis dedos la solapa de su traje —, tendremos nuestro propio banco— y enseguida le doy un suave beso en la comisura de sus labios—. Estoy segura de ello— concluyo con un susurro cargado de confianza sin apenas separar mis labios de su rostro.

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26/07/2019, 00:17
Louisa Drummond

Tras unos minutos de espera, la señorita Drummond vuelve a entrar en el salón, pidiendo disculpas por la demora, su llegada es celebrada, incluso por ti. Por alguna razón te sientes a gusto, pese a que vuelves a notar el cabello erizado, en la nuca, al volver a sentir ese frío tan antinatural que no eres capaz de comprender. Vuelves a echar en falta el chal que te habían traído hace apenas unos momentos, y el fuego que te había aclimatado con rapidez vuelve a parecer ineficaz, pese a que al girarte no ves que haya menguado su intensidad ni un sólo apice. Es algo bastante extraño, quizá estés incubando alguna enfermedad.

Tu marido se levanta para recibirla de pie, y espera a que tome asiento antes de romper el silencio. Pero se ve sorprendido por la acción de la señorita Drumond, que no duda en empezar a reconducir la conversación hacia el interés que le había traído hasta este mismo lugar.

-Por desgracia, no es una oferta que pueda mantener en un futuro cercano. -Sonríe mirándoos a ambos. -La campaña de admisión de capitales finalizará en breve, y el... -Levanta los brazos para hacer el gesto de las comillas con los dedos. -"Pequeño" incentivo que ofrezco lo retiraré, pues no tendría sentido fomentar una venta para engrosar la cantidad a donar a la corona si ya no se entra en la campaña de gracia de la su majestad, ¿Verdad?

Ante esta revelación, tu marido la obverva cejijunto durante unos segundos. una fina línea se le dibuja en sus labios y junta las manos, pensativo, justo delante de tu rostro. 

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26/07/2019, 01:02
Earl Algernon George de Vere Capell

Pasan unos segundos que, para ti, son eternos. Si a la duda de que puede haber algo detrás de todo esto que se os esté escapando, la urgencia que transmite con sus palabras no hace más que acentuar una necesidad que crece en tu interior. Por la cara de tu marido, su posición pensativa, y sobre todo, su silencio, entiendes que está pasando por lo mismo. En su fuero interno está luchando contra esa misma urgencia que sientes, tratando de no acelerarse en algo tan importante como es esta negociación. 

-Reconozco que estamos muy interesados, y tal y como planteas la oferta... todo está a favor... -Te mira a los ojos. -Casi parece que hay algo que se nos escapa, referente a nuestras posesiones. -Vuelve a mirar hacia la señorita Drummond. -Nos sentiríamos engañados si... por ejemplo... se descubriera algún tipo de riqueza en el interior de nuestras minas una vez se vendan. Engañar a la nobleza nunca es buena idea. -Termina diciendo con un tono que alcanza la amenaza.

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26/07/2019, 02:05
Louisa Drummond

La señorita Drummond no pierde la sonrisa en ningún momento, ni aparta la mirada del conde cuando este lanza la amenaza sin ningún tipo de filtro. Asiente con la cabeza, cruzando una pierna sobre la otra, irguiendo su espalda. Tomando una pose altiva, a la par de sugerente. Termina por acompañar el movimiento apoyando sus manos en la rodilla más elevada. Su gesto se torna serio y digno. Sus palabras denotan seguridad. 

-La inversión es a futuro. Conde. -Concede bajando la cabeza en un saludo cortés. -Ni siquiera va a estar hecha a mi nombre, si no al del banco. -Sonríe, mostrando sus cartas. -Mi interés en todo esto reside en generar una fuente de ingresos que sustenten el resto de inversiones, más arriesgadas, que tengo planeado poner en marcha. -Gira su cabeza hacia ti. -Ese es el único secreto. Invertir, recuperar el capital y sacar beneficio. Cuando recibí noticias de que quizá las ponía en venta hice cuentas rápidamente. Pese al sobrecoste, manteniendo los tratos actuales, en cinco años recupero la inversión y a partir de ahí tendré un flujo constante de dinero. -Levanta las manos, evidenciando lo que dice. -Eso es todo. Además, con el sobrecoste ofrecido, espero poder ganarme vuestro favor, y con ello, hablar en un futuro de haberme ganado vuestra confiaza, y confiar en mi como para ser la guardiana de vuestro dinero.

Sonríe, esperando vuestra decisión final después de estos momentos de sinceridad compartida. 

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30/07/2019, 02:33
Annabelle Lascelles

Al ver entrar a la señorita Drummond, ni siquiera noto el malestar que me había causado hacía unos instantes, es extraño, aunque no le doy mucha más importancia, tampoco puedo centrarme mucho porque enseguida noto ese frío que por momentos parecía que se había apaciguado. Con disimulo me froto el dorso de la mano y me vuelvo hacia el chal, apoyando ahora la mano sobre la tela, no me lo pienso mucho antes de cogerlo y colocármelo sobre los hombros.

Mis ojos se posan de nuevo en la mujer y ni siquiera me molesta el tono de su advertencia sobre la duración de la oferta, me parece totalmente lógico y simplemente la escucho con atención, valorando las palabras de ella y a pesar de las desconfianzas de mi marido, creo estar bastante convencida para seguir con la venta. Finalmente, la señorita Drummond nos revela sus propósitos y aunque veo un error en ellos, no pienso en ella como una inepta, sino en que ha tenido un fallo del que nos beneficiaremos.

Cruzo las manos sobre mis muslos y dirijo una mirada a mi marido acompañada de un disimulado asentimiento. Le doy algunas vueltas más antes de tomar la palabra, quiero estar totalmente segura.

Señorita Drummond, comprendo su presteza por cerrar el trato y gracias a sus explicaciones, podría decir que lo tenemos bastante claro— digo con confianza, tras ello miro a mi marido buscando su visto bueno y al ver que estamos de acuerdo los dos, me fijo en la banquera y asiento. —Hemos decidido aceptar su generosa oferta, creemos que ambos saldremos beneficiados y como usted bien ha dicho, más adelante podremos contemplar otras posibilidades.

Las cuales dependerán de la sinceridad que haya tenido esta noche con nosotros, por el momento, con la gran suma de dinero que nos dará podremos abordar nuestras nuevas empresas, mucho más prosperas que una mina casi vacía.

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02/08/2019, 18:05
Louisa Drummond

La señorita Drummond sonríe complacida. Asiente con su cabeza, erguida mostrando altivez pero sin dejar de mostrar respeto. Se la ve plenamente satisfecha con el trato alcanzado. Os mira alternativamente, durante unos segundos en los que está en silencio. Tras aceptar el trato, te sientes complacida, bastante bien con la decisión tomada y esperanzada con lo que está por venir. La embotelladora y el banco, no son proyectos pequeños, pero con la cantidad adicional que váis a recibir, sólo es cuestión de tiempo que lideréis el mercado del embotellado y plantéis una seria competencia al banco de la señorita Drummond. Si no tuvieras ese control de tus emociones como lo tienes, estarías sonriendo de una forma que daría mucho que pensar.

Del bolso que lleva, saca un pequeño estuche, decorado con piel roja pero cuya inscripción no puede verse correctamente, algo desgastado. Debe de ser un objeto con algún tipo de valor sentimental, porque no es como uno de esos estuches de plata labrada que tan de moda se están poniendo. O esos alfileres de oro, engalanados, llenos de compartimento para guardar hasta la última de las agujas para coser. Es un simple estuche de madera decorada, con un cierre sencilo, sin ningún tipo de orfebrería a la vista. Al abrirlo, a tus fosas nasales llega un olor bastante placentero, como un recuerdo lejano de algún desayuno temprano, en pleno verano y cielo descubierto, cuando el rocío aún no se había evaporado, como si hubieses tirado las paredes de esta habitación y te encontraras en un pícnic matutino, en mitad de un campo verde. Sin duda, es un olor de libertad. Del interior saca unos documentos, perfectamente doblados. La hoja de papel es de una calidad impecable, ya solo la marca de agua es de un intrincado impecable en el que se puede observar el distintivo del banco de la señorita Drummond. La letra con la que está redactada es de imprenta y en el documento ya viene la firma de la interesada. Sólo faltaría la vuestra. 

-Permitidme que os enseñe el documento de compra venta. -Lo deja encima de la mesa. -Leedlo si así lo deseáis, pero viene escrito lo que hemos hablado, ni más, ni menos. -Espera que lo toméis para leerlo, si es lo que queréis hacer. -Es un mero trámite legal, pero que debe realizarse, por supuesto. En cuanto todo este firmado, mañana mismo lo haré efectivo y antes de las once de la mañana ya dispondréis del importe por el que hemos acordado la venta. -Sonríe con sinceridad. Luego saca otro documento, igual que el anterior, en el que se detalla el importe a donar para la campaña militar de su majestad la Reina Victoria. -Y este documento es la donación a percibir por parte de vuestra casa, apoyando la campaña militar británica. Una vez firmados, ya no os tendréis que preocupar por nada. -Apoya sus manos en sus muslos, esperando a que firméis. -¿Qué cantidad es la que tenéis pensado donar? -Pregunta mientras os observa.

Notas de juego

Si lees los documentos, son lo que ella te dice que son. No hay letra pequeña por la que os pueda engañar, ni hay dobles intenciones en las frases. Son documentos tipo de compra venta y de donaciones. 

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17/08/2019, 23:54
Annabelle Lascelles

Me dejo embriagar por los aromas veraniegos, unos olores que me reconfortan de formas que en estos momentos no podría llegar a explicar. Una vez termino de deleitarme, hago un gesto de asentimiento a la señorita Drummond y estiro el brazo para tomar el documento. Lo leo con detenimiento, releyendo de nuevo los puntos que no me quedan claros del todo hasta que los comprendo.

Finalmente, parece que todo lo que ha explicado ella con anterioridad es lo que hay reflejado en los papeles que ha traído. No hay trampa, todo está en orden y cumple con lo acordado. Sonrío satisfecha, aunque por dentro noto cierta desilusión por no haberla atrapado en una mentira.

Miro hacia mi marido y asiento. —Firmaremos— le digo con determinación mientras indico los papeles de la venta.

Al escuchar la pregunta de la señorita Drummond, me quedo en silencio, estudiando la expresión de su rostro. —La cantidad exacta es algo que en estos momentos no podemos concretarle; pero no le quepa la menor duda que será acorde a nuestra posición y a nadie le parecerá una suma despreciable— contesto guardando para mí la respuesta a su pregunta. No quiero que conozca la cantidad aproximada que nos quedaría, al fin y al cabo, yo la veo como una competidora.

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22/08/2019, 16:30
Earl Algernon George de Vere Capell

Tu marido te mira, pensativo, durante unos instantes. Finalmente asiente con la cabeza y observa también el contenido de los documentos. Tras unos minutos de silencio incómodo, en el que tanto la señorita Drummond, como tú misma, intercambiáis miradas de espera, el conde acaba por estampar la firma que valida el acuerdo. Como todo buen noble, no sólo va a firmarlo, para darle validez real estampa su escudo real, que lleva en uno de sus anillos, lacrando la firma en una gota de cera enrojecida, simplemente para darle un estatus más digno que una simple firma que cualquier burgués podría hacer en cualquier momento. Ese sello denota lo que el dinero no puede comprar, la sangre de una familia importante que corre por vuestras venas. Una vez seco, la señorita Drummond recoge los títulos firmados y los guarda de nuevo en aquel ajado objeto que parece tener un significado detrás. Os deja una de las copias para que la tengáis vosotros, como dicta la legalidad. Por vuestra propia seguridad.

-En cuanto a la donación... -Continúa hablando tu marido. -Antes de que mañana vaya a hacer efectivo ese documento tendrá un telegrama, en la dirección de nuestro banco, con el importe acordado. -Sonríe satisfecho. -Podríamos hacer las cuentas en estos momentos, acordar un capital detallado, pero de todas formas tengo que comunicárselo a la dirección de nuestro banco. Por lo que creo que es mejor brindar por un buen acuerdo y dejar las finanzas para el momento que corresponda.

Levanta la copa, seguido de la señorita Drummond a la espera de que tú te unas. 

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22/08/2019, 16:56
Louisa Drummond

Tras brindar se lleva la copa a sus labios y, mojándose los labios, apenas algo más, saborea el líquido. Sonriendo, se seca los labios delicadamente con una servilleta y hace una leve genuflexión, a ambos. Espera a que vosotros acabéis de beber antes de decir nada más. 

-En ese caso, mañana me pasaré por el banco, temprano, para dejar todo en orden. -Vuelve a hacer otra genuflexión, también formal antes de despedirse para marcharse. Cuando finalmente tu marido le pide al servicio, estos no tardan en venir y llevarse a la Señorita Drummond, dejándoos a ambos, en aquel salón recibidor.

Tu marido recoge el contrato de la mesa, y lo observa durante unos momentos, con detenimiento.

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25/08/2019, 13:35
Annabelle Lascelles

Recojo las copias que separa la señorita Drummond, dándoles un vistazo rápido antes de dejarlas a un lado, separadas ya de nuestro círculo de negocios. Después, tras afirmar las palabras de mi marido con un asentimiento y la satisfacción marcada profundamente en mi rostro. Tomo mi copa, y al igual que mi marido, la alzo con delicadeza, acercándola a la luz y fijándome en los tonos rojizos del vino. Doy un pequeño sorbo y miro hacia nuestra invitada.

Seco mis labios cuidadosamente y lentitud casi ceremonial. —Le agradecemos su rápida disposición, todos saldremos beneficiados por ello— contesto a la mujer. Tras eso, espero a que se retire en un profundo silencio, sin perderla de vista y no es hasta que llega el servicio para acompañarla, que le digo. —Buenas noches.

Una vez a solas con mi marido, lo miro y al coger este el contrato, me acerco a él y lo tomo del brazo juntando nuestros cuerpos. Apoyo levemente la cabeza sobre su hombro y dejo pasar el tiempo con la mirada perdida en los papeles que sujeta entre sus manos.

¿Te preocupa algo?— le pregunto ya cansada.

La noche había sido extraña, fría e incluso incomprensible en algunos momentos, pero ahora ya estaba concluyendo y pronto reinaría la tranquilidad en el palacio y al fin podríamos descansar. Mañana sería un día ajetreado, de eso no tengo ninguna duda.